CAPITULO 17


EN UN BAR A LAS AFUERAS DE LA CIUDAD Y ORILLAS DE LA COSTANERA, HORA ANTES...


El lugar está casi lleno al igual que las mesas por comensales.

Muchas de estas, ocupadas afuera por la invitación de la cálida noche y bajo los acordes melodiosos del piano tocado por un hombre y una joven mujer en su violín, haciendo del ambiente, la armonía perfecta degustando de sus bebidas y comida.

No es de etiqueta el restaurant, aunque sí, con cierto aire elegante y por eso, la mujer que camina con su bonito vestido con tranquilidad entre mesa y mesa, se siente con cada paso pausado que da, el contacto de sus altos tacos dirigiéndose a la mesa que la aguarda al llegar y un mesero le señala al decir su nombre acompañándola.

El hombre que la espera fumando plácidamente, la presiente por más que no voltea.

Sigue exhalando el humo de su tabaco sin dejar de mirar el espectáculo que es su ubicación a metros del lago que en su letargo total, es un espejo nocturno de estrellas por el cielo totalmente despejado e iluminado de ellas.

Pero al llegar hasta él, se pone de pie con gesto de caballerosidad mientras el mesero desliza por la mujer la silla para que tome asiento.

Ella pide lo mismo que su acompañante.

Una copa del fino vino color mora que está bebiendo y lo hace presto poniendo otra copa.

- Otro día, que se fue... - Dice el hombre con su vista nuevamente en el paisaje.

- Y otro, que nuevamente llega. - Murmura Miel a su reflexión, mientras agradece el servicio del mesero y se marcha.

Solo bebe un poco y saborea su buena cosecha, mirando tanto su copa como el paisaje.

Y suspira largamente.

- Recuerdo como hoy, cuando me recibí de enfermera... - Sonríe nostálgica, pero su sonrisa es triste. - ...Juro solemnemente ante Dios y en presencia de esta asamblea, llevar una vida digna y ejercer mi profesión honradamente... - La recita y él, solo la escucha exhalando ese humo blanco de su cigarrillo. - ...Haré todo lo que esté a mi alcance para elevar el nivel de la enfermería y consideraré como confidencial, toda información que me sea revelada en el ejercicio de mi profesión, así, como todos los asuntos familiares en mis pacientes y dedicaré mi vida, al bienestar de las personas confiadas a mi cuidado... - Finaliza orgullosa por recordarla tan perfecto, pero ni un gramo de esta, por lo ejercido en tantos años.

Miel piensa largamente.

- Yo necesitaba salvar mi familia... - Rememora esa época. 

- Y Julio, la salvó. - Responde a su lealtad.

- Y después, necesitaba salvar mi alma... - Miel, bebe otro sorbo de su copa.

- Entonces, aparecí yo... - Ahora, evoca el hombre tan bien como Miel el día que se conocieron.

Un adolescente, prácticamente un niño.

Año 1978, dos de Julio.

A las afuera y escondidos con la vieja motocicleta de la vista en el centro clandestino de detención al sur del país, esperando la hora justa esa mañana.

En esa época no fumaba, pero su líder frente a la motocicleta, sí.

Y recuerda como en este momento, como el aroma a tabaco de mala calidad, se mezclaba con el de muerte que llenaba ese lugar.

Construcciones grises de algunos pisos y selva carcelaria como todo paisaje con sus revoques sudorosos por nunca llegar el sol, sobre cientos de soldados vigilando.

Gris era la vista y de ese color, tanto el panorama como alma y esperanza, de cada persona que estaba en contra de su voluntad detenida.

Muchas horas de viaje para llegar a este confinamiento del fin del mundo, cual Ana fue apresada.

Caminos sinuosos y que no existían para un mapa y atravesando por semanas, sendas de tierra con su fango, vegetación que rasgaba sus ya viejas ropas por carente de senderos pavimentados.

Pero, lo habían logrado.

Y lo habían conseguido, cuando a la seña de su líder desmonto de la moto y junto con otro par cubriéndolo, él rodeando el recinto y llegando al lugar indicado por uno de los topos.

Un pasaporte interno de ese régimen.

Le entregó en sus brazos, lo que ellos salvajemente decían.

El paquete.

Por Ana no podía hacer nada, pero por el niño, sí.

Si ella huía, Julio movería cielo como tierra por su búsqueda y Ana a través del topo le pedía no a eso.

Que solo, cuidaran de su bebé.

- ¿Es tu hijo, no es cierto? - Miel le dice con un tercer trago a su copa, para luego limpiar sus labios con la servilleta en su fina tela roja de su lado. - Estaba en encarcelada por meses, recién parida en ese lugar de mala muerte y siendo casi una niña, confió en tu gente sin saber que el padre de su hijo estaba vivo...que lo iban a resguardar hasta que ella saliera... - Sonríe con asco. - Julio me la presentó días después...yo...yo... - Mira sus manos. - ...sostuve su bebé sin saberlo, cuando me lo entregaron... - Su vista se fija en él. - ...y yo, maldita sea, te di su bebé...el hijo de ambos... - Recrimina.

- Yo era un niño. - Lucas, al fin la mira. - El líder me ofreció lo mejor para él. 

- ¡Mejor! - Exclama. - ¿Mejor? - Repite, elevando su voz y causando que las personas de las mesas aledañas, miren con curiosidad y respira profundamente, procurando tranquilizarse. 

Golpea su pecho.

- Hice muchas cosas malas... - Repite lo mismo que le dijo a Ana, horas antes. - ...pero... - Eleva un dedo. - ...pensé que una cosa había hecho bien en mi podrido ejercicio de enfermera. - Se quiebra. - ...salvar un niño...

- Lo hiciste, Miel. - Lucas se lo reafirma, pero Miel niega desconforme.

- Me usaron... - Acusa. - ...yo fui uno más de muchos. - Lo señala. - Inclusive tú, por esa jodida causa...

- ...que estabas a favor y cooperaste estos años, para desenmascarar a los genocidas... - Lucas habla.

- ...pero sin niños metidos, solo adultos... - Lo interrumpe. - ...me ocultaron lo principal, sabiendo mi propósito y promesa a Ana, jugando con nosotras. - Se pone de pie. - Tú, le fallaste a Ana... - Suspira. - ...y a tu hijo, Lucas... - Se gira para irse, pero detiene ese impulso para apenas mirar por sobre un hombro a un par de mesas de distancia, donde otro hombre con elegante vestimenta apenas prueba el cordero mediterráneo que se pidió.

- ¡Y tú, le fallaste a tu hija... - Le dice al padrino, sabiendo por más que jamás volteó a esa dirección, que estaba entre ellos y la supuesta reunión era a solas con Lucas. - Convirtieron a dos niños en sus marionetas moviendo los hilos de vida de todos, jugando a ser Dios! - Niega triste. - Cuando te presentaste frente a mí, creí en tu fortaleza justiciera y palabra libertad en tus labios, reclamando por nuestro pueblo, pero ella con el tiempo se convirtió en venganza por el asesino de tu mujer para obtener lo que querías. - Musita, sin nombrarlo a Andrés. - Pasión que me enamoró, sabiendo que siempre ibas a amarla y creyendo que era un aire de libertad en mi manchada vida...pero...solo fui, un eslabón más a la cadena... - Suelta la exquisita servilleta de tono rojo, que sostenía entre sus dedos sobre la mesa. - ...porque, ustedes también esclavizan. - Y se marcha, dejándolos solos y cada uno en su respectivas mesas.

C-AM

20 minutos.

Tal vez 23.

Que estoy contra la puerta cerrada de una de las habitaciones de este Hospital con su corredor.

Apoyada mi espalda en su madera y solo mirando mis pies, por no atreverme a abrirla.

O mejor dicho.

Intentando juntar lo que siempre me sobró.

Fuerza y valor.

Siempre entero.

Siempre yo.

Y por una vez en mi vida, yo tengo miedo.

Mucho.

https://youtu.be/NTTvl9TnoXw

De lo que hay del otro lado y duerme, plácidamente en una de las camas.

Hasta se podría decir angelical, cuando me atrevo y apretando más de lo debido el pomo de la puerta al hacerlo e ingreso, tomando hondamente aire para que el oxígeno gane a mis lágrimas y ponga en movimiento mi sistema.

Solo y apenas una iluminación en tono plateado sobre la oscuridad de la habitación, ilumina una porción por su ventana completamente abierta gracias a la luna que, como péndulo cuelga del cielo con su brillo, gracias a las blancas cortinas corridas que suavemente se balancean al compás de la brisa.

Y sin moverme como sigiloso y casi mimetizado con la oscuridad por llevar mis prendas negras, la observo a los pies de su cama dormida.

Y mi memoria no me hace mucha justicia, procurando recordarla esa tarde en la cafetería de lo dulce y bonita que es, ahora observándola tanto ella como su largo bajo las sábanas.

No sé mucho que hacer, por eso me limito a solo seguir mirándola.

Creo que la palabra sería, llenarme de ella y hasta me atrevo algo avergonzado, de inclinarme para encontrarle en su rostro dormido y tocando el mío por más guantes que llevo, alguna similitud entre ella y yo.

Descubriendo ciertos rasgos que no sabría definirlo, pero sí, que un lado de su suave mejilla lleva un pequeño lunar como yo.

Y sonrío tímido e inclinado sobre su cama, llevando mi puño a mi boca para tragar esta ansiedad mezcla de emoción para no despertarla, mirando nuevamente mis pies.

- ¿Estoy en el cielo? - Su bajita voz me hace elevar mi vista, para encontrarme que despertó y los de ellas de ese azul único, lo hacen sin moverse de su postura acostada de lado, pero totalmente abiertos mirándome.

Y mi corazón tiembla, pero mi voz no, cuando le respondo también suave.

- No, señora... 

Apenas mira lo que la rodea en la penumbra y también así, vuelve a mirarme sin un atisbo a miedo por mi presencia cerca de ella.

Pero, nota mi vestimenta.

- ¿Vienes a robar? - Me pregunta llena de serenidad y saco rápidamente la gorra negra de mi cabeza, que llevo apretujándola a mis manos y negando.

- Hoy no, señora... - No le quiero mentir y se sonríe.

Mierda, es muy dulce cuando lo hace.

- El cielo, ya no será lo mismo... - Susurra y no entiendo.

- ¿Disculpe? - Susurro yo y vuelve a sonreír.

Y con dificultad saca una mano bajo sus sábanas, para sin dudar acariciar mi rostro y acomodar un mechón de mi pelo negro que por sacar apurado mi gorra negra, oculta algo mi rostro.

Me toma por sorpresa, pero dejo que lo haga, haciéndome recordar ese gesto maternal el de Siniestra en mi primer día en la cafetería.

Pero ahora, haciéndolo mi mamá.

- Siempre, renegué de los sedantes por mi salud... - ¿Qué? - ...pero hoy, le agradezco por este bonito sueño... - Dice con cada suave caricia. - ...heredaste mi nariz... - Sonríe tocando este. 

- ¿Sabes, quién soy? - Mi mano toma la suya, mientras afirma.

- Toda madre puede reconocer a su bebé por más años que pasen, porque yo, nunca dejé de sentirte... - Bosteza adormilada y entre lágrimas como yo. - ...y por más que este sea un sueño, así te imaginaba, hijo... - Murmura, luchando contra su efecto.

Pero, la vence durmiéndose y yo, beso su frente con timidez.

- No es un sueño, mamá... - Le prometo bajito, tras ponerme de pie.

Le juro eso, dirigiéndome a la puerta y que, no solo voy a regresar a ella.

Me pongo nuevamente la gorra.

También, acabar con todos...

SARELI

La luz del día golpea mi cara por estar la ventana abierta, al mismo tiempo el sonido de mi despertador, haciendo que gruña mientras a sueltas y tientas, lo busco sobre la mesa para apagarlo.

Pero mi gruñido dura poco y pestañeo fuertemente sobre mi almohada para despejarme , incorporándome y haciendo a un lado mi cobija para sentarme en mi cama.

Bostezando y rascando mi pelo revuelto, busco mi celular y arrugo de muy mala gana mi ceño notando que Luka por más que notó mis exageradas llamadas perdidas.

Ok, fueron todas en la madrugada.

Pero siendo la hora que es y a minutos de ir ambos al trabajo, no me la devolvió ni con un miserable mensaje de texto.

Mal amigo.

¿Qué, si lo llamaba por que sufrí un accidente?

¿Qué, si era por algo de emergencia siendo de vida o muerte?

Arrugo más mi ceño.

Por su ignorancia estaría convaleciente y ya casi muerta de ser así.

- Mal mejor amigo... - Refunfuño llamándolo, mientras me deshago de mi pantalón pijama pateándolo por el suelo y abro mi armario por ropa.

- Sí... - Me recibe del otro lado, haciendo que me enoje más.

- No hemos dormido juntos, Luka... - Digo por eso.

- ¿Qué? - Del otro lado.

Cierro mis ojos.

- Una expresión, porque se saluda primero dando los buenos días... - Le explico y ante su mutismo, prosigo ya algo serena y sin entender mucho mi enojo.

¿Qué diablos me pasa?

¿Me estará por venir?

Y chequeo la fecha de mi periodo en mi diario, tras ponerme una camiseta.

No, falta mucho.

- Oye...¿estás bien? - Le pregunto a su eterno mutismo del otro lado sacando unas pantys a rayas y de muchos colores para ponerme bajo el short que elegí. - Te siento raro... - Digo poniendo el altavoz para introducir el primero de mis pies volviendo a mi cama.

- Soy raro... - Me responde, haciendo que ría ya con las pantys puesta y acomodarlas en mi cintura.

- Luka no eres raro. - Le reprocho buscando el short, cosa que ahora no lo encuentro, pero me tiro vientre abajo sobre el colchón al verlo en el suelo.

- ¿Qué haces? - Pregunta al sentir mis jadeos. - ¿Estas bien? - Río, ya de pie y abrochando este.

- Sí, solo vistiéndome...lo siento. - Murmuro y queda en silencio nuevamente.

Tomo el teléfono y llevo a mi oreja, buscando mis zapatillas.

- ¿Luka estás? - Miro el celular y llevo otra vez a mi oído. - ¿Se perdió la llamada?

- ¿Entonces, no lo estabas? - Su voz, me dice que sigue ahí.

- ¿Qué cosa? - No entiendo.

- Vestida...cuando hablábamos... - Responde, titubeando.

Y pongo una mano en mi cintura por eso, pero reconozco que con rubor.

¿Y eso?

- ¡Tapa tu cerebro de imágenes o pensamientos inadecuados, Luka! - Me agarra nervios y risa. - La charla se dio y fue amena, como lo hacen los super y megas mejores amigos, cual el género no cuenta... - Rasco mi cabeza nuevamente.

Creo.

- ¿En dónde estábamos? Ah..sí... - Prosigo poniéndome las zapatillas recordando, tras la extraña y divertida situación. - ...no eres nada raro, solo algo inseguro y con miedos frente a situaciones que crees amenazante, Luka. - Sonrío. - Pero ello, no es vergonzoso, si? - Golpeo mi pecho por más que no ve, mientras abro más mi ventana para que me llene de la bonita mañana. - Pero ya te dije, que siempre voy a estar para protegerte... - Le prometo como esa vez. 

Y un pequeñito segundo, pasa entre nosotros.

- Gracias... - Suelta y me hace sonreír, apoyándome sobre el alfeizar mirando el jardín.

- Oye, no digas eso... - Respondo jugando con mi dedo en la madera de esta. - Recuerda que soy como tu hermana mayor sobreprotectora aparte de mejor amiga... - Digo con satisfacción a eso. - ¿Nos vemos en un rato en SugarCream? Hoy voy a enseñarte a hacer dibujos en la espuma de los café? - Murmuro alejándome de la ventana, para tomar mi bolso y cuaderno de recetas.

Pero me detengo al sentir que niega del otro lado.

C-AM

Y por un momento, detesté que se acercara la hora de entrada al trabajo de la pastelería.

Porque eso la hizo alejar de la ventana, donde yo la observaba desde mi lugar de siempre del jardín, pero no encima, más bien junto al árbol por ser de día.

Y también me odié, al percibir sobre mi negativa de ir a la cafetería su tristeza.

- Perdón...por no haber contestado a tus llamadas... - Largo sincero. - ...me dormí... - Miento.

- ¿Luka, te sientes bien? - Su voz me dice que está preocupada. - ¿Pasa algo y por eso no vas al trabajo?

Mierda.

Y vuelvo a mi personaje.

- N...no... - Balbuceo. - ash...este dolor de hombro... - Finjo más de lo que realmente me molesta. - ...mi piel tira y creo que el músculo lo tengo quebrado...no creo poder levantar una taza, menos barrer...

Su risita me interrumpe.

- ¿Los músculos se quiebran? - Me dice.

Hago que pienso tontamente, mientras sonrío para mis adentros.

- ...el..el...hueso... - Me quejo. - ...duele, duele mucho... - Gimo.

- Luka eres un hombre ¿Qué harás si un día te topas con hombres fuertes? - Me pregunta.

Vuelvo a sonreír silencioso y apoyado más contra el árbol, sacando una ramita para jugar con ella.

- ¿Me dijiste...que me defenderías? - Explico tímido y con una mueca mordiendo el palito, para nada a favor de ello y solo imaginando en tomar el cuello de ellos, si atinan a tocarle un pelo a la pajarito.

Y su carcajada no se hace esperar, obligando que separe el aparato de mi oreja por su fuerte sonido.

- Eres adorable como tierno y miedoso, Luka... - Sigue riendo. - ...pero supongo, que sería lo correcto. - Lo determina y oculto mi risa, tirando la ramita. 

¿Y el ingenuo soy yo?

- ¿Nos hablamos, luego? - Prosigue. - ¿No olvides que eso hacen los mejores amigos?

- Sí. - Solo digo.

Y con ello, colgamos la llamada.

Y por un momento, quise ir a ella.

Sí.

Ir para montarme en la parte trasera de su bicicleta, para ir juntos a SugarCream y que ella me enseñe a diseñar la espuma de los café.

Como también, aprender más de como atender a los clientes y escuchar hasta el cansancio lo que antes me sacaba la poca paciencia que tenía y no veía los minutos pasaran para largarme, al escuchar con esa vehemencia y por casi 4h seguidas y en detalle cada fórmula como receta, mientras confeccionaba lo que tanto detesto.

Los dulces.

Pero no puedo y niego, mientras la diviso ya fuera tomando su bicicleta que le alcanza el jardinero y con una sonrisa, como se despide montada tomando la calle.

Esperando que no sea la última de ella en ver en su rostro, mientras camino alejado de la vista del jardinero a la casa, subiendo mi capucha para ocultar mi rostro y por más gorra que llevo puesta.


MIENTRAS TANTO, ANDRÉS EN SU CASA


- ¿Te vas? - Le pregunta a su mujer viendo que se alista para salir, dejando su taza de desayuno y tomando el periódico.

Rose abrocha un botón de su abrigo sonriente, pero suspira mirando la casa y al mismo tiempo, agradeciendo a María que le alcanza su cartera.

Camina a él.

- Ya todos están muy adultos en esta casa... - Recrimina con cariño. - ...mi hija se fue solo bebiendo a duras penas por su apuro, su taza de café con leche y dando una fugaz mordida a su tostada por su trabajo... - Abraza por detrás a su marido sentado, haciendo sonreír a Andrés. - ...y mi marido otro tanto... - Señala la página abierta del periódico entre ellos, donde en primera plana dice las prontas elecciones en días. 

Pero Andrés besa con cariño su mejilla, cual se apoya sobre su hombro.

- Eso nunca va a pasar por más elecciones que gane, mi pequeña Rose... - Eleva su café. - ...siempre con tiempo para tomar el sabroso café de mi esposa. 

- Adulador... - Golpea con amor su hombro. - ...iré al mercado, el pescado se consigue fresco solo temprano. - ¿Quieres algo? - Le pregunta, pero su esposo niega ya de pie dejando la taza vacía como el periódico.

Mira su reloj.

- En breve vienen los de la campaña para hacer el último vistazo publicitario ante del cierre. - Mira para todos lados. - ¿Dónde está Lucian para llevarte? 

Rose niega divertida.

- ¿No lo recuerdas? ¿Su día libre?

Cierto.

- ¿Y con quién, irás?

Rose le muestra las llaves entre sus dedos de uno de los coches.

- Sola, querido esposo... - Ríe abriendo la puerta. - Antes de conocerte, manejaba y era muy independiente...

- Rose... - Reprocha, pero el beso en el aire de su mujer a modo despedida, es toda su respuesta al cerrarse la puerta.

C-AM

El jardinero y supongo un colega pasan por mi frente y tras una planta cual me oculto, alzándome al verlos que pasan y se alejan, para dirigirme a uno de los lados de la casa y notando también que la madre de la chica pollo sale y subiendo a un coche se va.

Troto despacio y salto una pequeña verja de adorno para ponerme contra esa pared y que mi manos ya con guantes, intenten abrir ese lado de la ventana.

Pero jodidamente, está cerrada.

Miro a sus lados y hacia arriba, descubriendo la de un piso y lateral está abierta.

Y me muevo por ese lado sin separarme de la pared, buscando un acceso para trepar.

Encontrándolo al girar, saltando a un pequeño saliente, para luego tomando impulso a los bordes de otra ventana y ayudado con mis pies en los ladrillos visto, llegando a un sobre techo y deslizarme por la cornisa a esa ventana abriéndola más.

Una habitación de muchas de esta gran casa, haciéndome a un costado al divisar pasillo adelante, como una mujer de la limpieza asea ese lado del lugar.

Que curiosa y notando el aire que corre y casi descubriéndome, camina a la ventana cual entré preguntándose por qué esta tan abierta, mientras aprovecho y la eludo al estar de lleno concentrada en cerrarla totalmente.

Acto seguido y sacando la pelotita de siempre, la hago circular por la escalera abajo para llamar la atención de otra mujer.

Parece una cocinera cargando una canasta de verduras, que se encuentra a lo pies de las escaleras y la recoge preguntándose curiosa de dónde salió, pero sube consultándole a la otra mujer con el nombre de María en sus labios.

Y es suficiente para mí, para saltar desde el descanso de ese piso a la planta baja siendo amortiguada mi caída por el sillón cercano y caminar al otro extremo de la casa.

Una doble puerta por voces masculinas dentro, me dice que es el despacho del padre de la pajarito.

No tengo que esperar mucho, para que el segundo salga antes sus directivas, cargando docenas de papeles de campaña y yendo a otra habitación, cual abrirla se siente más charla.

Sus colaboradores de campaña.

Entro por la puerta y lo encuentro de pie y a espalda, sin dejar de leer más carpetas sobre su escritorio.

Muy elegante vestido, pese a no llevar su saco de vestir, pero acusando tanto la camisa en su blanco como textura perfecta con su plancha al igual que sus pantalones de vestir, que son seguramente de diseñador.

Como todo lo que lo rodea.

Muebles.

Cuadros y decoración.

Y hasta la condenada taza de porcelana con diseños de delicadas flores que tiene su café.

Todo es ostentoso como la casa, cual anoche entré de ese otro militar.

Ellos no pasaron penurias, cárcel y hasta podría decir hambruna.

Y mi puños se aprietan sobre mis lados y sin que note todavía mi presencia.

Como mi madre y la de la pajarito.

Voltea con hojas en sus manos y con cierta sonrisa de satisfacción por lo que lee.

Supongo que las estadísticas lo dan por ganador.

Pero al sorprenderlo con mi presencia, algunas caen al piso, cual piso al caminar a él.

- ¿Quién eres? - Pregunta mientras ve como de arriba, de una supongo una cálida chimenea siendo encendida en el invierno, saco una espada que está de adorno siendo su filo al desenfundarla, todo ruido entre nosotros.

Sin responder camino a la puerta cerrada y la atravieso sobre sus asas de las mismas, para que nadie pueda abrirlas.

Ni interrumpirnos.

- ¿Quién eres? ¿Cómo entraste? - Insiste con la calma que no tiene, mirando tanto las ventanas que nos rodean como la misma doble puerta bloqueada.

- Lo mismo, le pregunto. - Respondo, caminando por la habitación, pero atento a cualquiera de sus movimientos, captando como una pared llena de libros es una biblioteca impresionante.

Volteo a él, acariciando los lomos de unos libros de ese estante.

- ¿Quién realmente eres y como entraste a mi vida? - Murmuro, sin nunca levantar mi vista.

Y mis dudas son suficiente, para que preste en detalle atención en mi persona.

Mi vestimenta oscura, mis guantes y hasta la gorra negra que cubre parcial mi rostro por siempre mantener mi barbilla baja.

- Entiendo... - Dice con gesto de comprensión en sus ademanes. - Eres esa persona molesta y jode ahora mi existencia... - Eleva un par de dedos. - ...muestra tu rostro. - Me ordena.

- Jode tu existencia... - Repito sin hacer caso a mandamiento, cual toda la vida se rigió. - ¿Y cuántos lo hiciste tú, con tu cómplice? - Saco de un bolsillo el recorte del viejo diario que se abre ante mi mano extendida frente a él.

Y Andrés se paraliza al ver eso.

Su pasado enterrado de esas acusaciones promulgadas en ese tiempo junto a su régimen, pero jamás enjuiciadas.

- ¿Qué quieres? - Rodea su escritorio. - Sé, que eres el mismo del robo de las actas...y el del atentado... - Me mira. - Tú... - Busca las palabras. - ...y tu gente que se dedican a robar. - Es despectivo y río.

- Esa sería mi línea... - Lo interrumpo, tomando un portarretratos que hay entre los libros.

El de la pajarito en su adolescencia y lo que parece su cumpleaños, por estar abriendo un regalo feliz siendo un juego de repostería.

Se lo muestro.

- Yo no robé nada... - Balbucea sin dejar de mirar la foto, inclusive cuando la pongo en el lugar que estaba. - ..ella necesitaba una familia...

Niego sin levantar mi vista.

- No...ustedes necesitaba de una. - Intento calmar mi ira. - Ella tenía una madre y un padre... - Como yo. - Y le robaron su vida... - Cierro mis ojos.

Nuestra vida.

- ¡Mentira! - Gruñe, sintiendo por la ventana próxima a la calle que un auto estaciona y se alarma ante ello. - ¡Eres un bastardo! - Quiere atacarme, tomándome de sorpresa con un atizador de la chimenea, pero esquivo su ataque y golpe con él, para girar y tomar yo la barrilla metálica, seguido a con mi pie empujarlo contra un sillón.

Intenta incorporarse, pero azotar a centímetro de su rostro con él y contra el sofá, lo hace quedar estático.

Aprieto su base plana contra su rostro, para que no vea de lleno.

- No se vería bien en la foto de campaña... - Dudo. - ¿Si gana? Su rostro lastimado... 

- No te atreverías... - Jadea saliva por apenas poder hablar, ya que oprimo el hierro en su rostro. - No podrás salir de acá...mi gente...la policía te... - Lo reprimo de seguir hablando haciendo que tosa por casi ahogarlo.

- Quiero la verdad para Araceli... - Digo su verdadero nombre, sobre otro intento de querer escapar y ver mi rostro.

Y un gemido lastimero sale de su interior al apretar más, ahora ayudado con mi pie y tenerlo bajo mío.

Retuerzo la vara metálica más en su cara y me inclino.

- Voy a ir tras ustedes... - Le advierto entredientes. - ¿A usted, le gustaba lastimar personas  en el pasado, no es cierto? - Soy amenazante y forcejea, pero no puede contra mí, ahora siendo mi pie cual lo oprime con fuerza y levando el atizador contra él.

Y cierra sus ojos ante ello al ver que voy a descargar mi ira contra él, procurando exclamar.

Gritar y pedir auxilio.

Y sonrío.


MIENTRAS EN LA CASA Y ROSE, ABRIENDO LA PUERTA DE ENTRADA

Gritos y exclamaciones de su esposo desde su oficina, le llaman la atención al entrar, dejando precipitadamente su cartera sobre la mesa del comedor.

Corre a él para encontrar asombrada, no solo que las dobles puertas han sido rotas por el forcejeo de alguien queriendo entrar.

También a María intentando que beba un vaso de agua sentado en una silla y que se niega producto del ataque de nervios que tiene, como el par de su personal de campaña que procuran calmarlo.

Se acerca asustada a su marido, notando que todo está en orden.

Solo la espada de adorno algo doblada como tirada sobre la alfombra y el atizador de leños que aferra fuertemente Andrés.

- Llama a Lucian... - Siente que le habla a uno. - ..necesito que lo encuentre...

- ¿Andrés que pasó? ¿A quién, quieres encontrar? - Toma sus manos que no dejan de temblar, para sacarle el atizador que no suelta.

Pero lo logra y se inclina junto a él.

- Alguien entró, señora... - María habla y señala la ventana tras ellos abierta. - ...escuchamos sus gritos, pero la puertas estaban bloqueadas y cuando pudimos acceder, encontramos al señor Leida contra el sillón y el atizador entre sus manos y sobre él...

Rose mira a la criada atenta a sus palabras, para luego a su marido con detención y suspira aliviada, que no tiene ninguna herida.

- María por favor. - Le pide. - Prepara el baño, el señor se dará una ducha y también algo de té caliente...

- Sí, señora... - Formula, llevándose con ella la otra compañera que solo y de un rincón, mira todo sin poder creer.

Rose gira a los hombres.

- Ayúdenme a llevarlo a nuestra habitación, por favor...  - También pide, cual obedecen.

- Señora Leída. - Uno le dice bajito, mientras es llevado Andrés por el otro. - ¿Llamamos a la policía?

Pero ella niega, siguiendo a su esposo.

- No... - Murmura. - ...estamos a días de las votaciones y sería mala publicidad como una mancha oscura de resolver en tan pocos días... - Dice como excusa. - ...avísame a mí, antes que al señor cuando Lucian venga por favor. - Vuelve a pedir y el asistente asiente, mientras la ve como sube las escaleras tras su esposo.

C-AM

Detengo el motor de mi motocicleta una vez que entro al estacionamiento.

Estoy molido y cada parte de mi cuerpo duele como la mierda.

Saco las llaves pero dejo el casco, ya que sobre la ducha reparadora que necesito, tengo que volver  salir para rastrear al padrino.

Cosa que con los pasos que doy en dirección al ascensor, me detengo a escuchar.

En realidad, oír a la nada y silencio de muerte que hay, siendo eso lo que llama mi atención.

- te iba a salir a buscar... - Le murmuro a la nada. - ¿No vas a salir?

Y su risa no se hace esperar, apareciendo su silueta detrás de uno de los grandes pilares que compone y sostiene el subsuelo del estacionamiento.

Se apoya contra este y me mira con orgullo, poniendo sus manos en los bolsillos del pantalón que lleva.

Hoy no hay camisas de estampados Hawaianos feos como tampoco pantalones cortos con sandalias a juego con medias.

El padrino viste como calza elegantemente y hasta llevando un prolijo peinado hacia atrás.

- Guau... - Silba. - ...cuando el alumno supera al maestro... - Exclama sonriente por mi percepción y con un envión de su hombro camina hacia mí, pero ahora apuntándome con su índice en el aire y gesto aprobatorio. - ...eres un digno hijo de... - Quiere continuar, decir algo.

Pero me abalanzo sobre él, deteniendo su parloteo mi puño en su quijada.

- ¿Padre? - Continúo por él. - ¿Padre? -  Repito, pretendiendo darle otro golpe, pero el muy jodido me esquiva con presteza y a otro que apenas lo roza, mientras sorbe la sangre del labio del único acertado golpe que le di. - ¡Dime eso sinceramente! - Jadeo mientras luchamos. - Porque yo...no lo sé... - Y no me responde, solo se deja ahora sí, golpear haciendo que trastabille metros de mí.

Apenas, lo veo con nitidez por las lágrimas.

Y es la primera vez que me ve hacerlo, por culpa de estas condenadas emociones o sensaciones que ahora estoy llena de ellas.

Caigo de rodillas al piso.

Mi padrino de pie y yo con esa postura.

- Levántate, C-am... - Me pide.

Me ordena.

Pero no obedezco.

- ¡Levántate y dame la paliza que merezco! - Me grita y este, se hace eco en el estacionamiento casi vacío. 

Viene hacia mí y me agarra del cuello de mi abrigo.

- ¡Ponte de pie, maldito desgraciado y castígame por todo lo que te hice! - Me grita en el rostro. - ¡Les hice! - Pluraliza.

- ¡Por qué! ¡Por qué! - Lo empujo y jadeo limpiando mis lágrimas. - Debería matarte... - Niego. - ...pero, no puedo...no puedo...¡No soy como ustedes!

- ¡Porque necesito tu vorágine, C-am! - Exclama. - ¡Para eso te crié! - Refuta y retrocedo. - Quiero tu caos y descontrol, para lo que tanto esperábamos...y te vengues...

Lo miro, desmoronado emocionalmente.

- ¿Por esa causa final que me hablaste siempre? - Y asiente.

Y termino de comprender todo.

Sacudo mi cabeza.

- No es mi causa, es la tuya... - Le doy la espalda al ponerme de pie a duras penas, regresando a mi moto tomando el casco. 

- ¿Dónde vas, hijo?

- A recuperar mi vida... - Respondo. - ...y no soy tu hijo...

- ¡Yo soy tu vida, C-am!

- ¡No! - Me vuelvo a él. - ¡Tú, me la robaste bastardo! ¡La mía y la de mi madre! - Recibe el golpe que le doy, cayendo contra el piso en el momento que Fiorella aparece e intenta separarme de él.

- ¡C-am que haces a papá! - Chilla sin entender. 

- ¿Papá? - Escupo este título.

- ¿Sabes de ella? - Tendido en el suelo, el padrino me mira perplejo y deteniendo con una mano  a mi hermana.

- ¡Sí! ¡Y no te atrevas a tocar a Araceli, por tu puta causa! - Tomándole eso con sorpresa, también.

- Rompiste la regla. - Dice, poniéndose de pie y saber que investigué al cliente.

- Y también, rompo todo lazo contigo... - Grito y me giro a la motocicleta.

- A eso último, nunca le haría daño... - Sus palabras ante mi amenaza, me hacen detener y volteo.

- ¿Qué? 

Se sonríe limpiando más un lado de su labio lastimado con la camisa algo salida de su pantalón y le agradece a mi hermana por su ayuda.

- Solo, sálvala... - Me pide, siendo ayudado por Fiorella para irse.

- ¿De ti? 

- De todos, hijo... - Palmea la mejilla de mi hermana por su mirada, procesando todo. - ...soy muy mal padre, pero excelente vengador... - Son sus últimas palabras, mientras camina como puede por el dolor de mis golpes y lo veo subir al coche siendo conducido por Fiorella.


MIENTRAS, EN LA CASA DE ANDRÉS


Cuelga la llamada de su teléfono, en el momento que la puerta de su habitación es golpeada discretamente por Lucian antes de entrar.

- Que bueno que viniste... - Dice, medio dolorido sobre su cama y mirando en un pequeño espejo que toma de la mesa de noche de Rose para mirar su rostro por algún vestigio de marca o golpe.

- Siempre dispuesto, señor... - Murmura el aludido, notando como no deja de inspeccionarse tanto la cara como garganta. - ...la señora me dijo que entró un ladrón a la casa, ya tomé los recaudos necesarios...

- No hace falta... - Le corta sus palabras y con una seña que lo ayude a ponerse de pie. - ...ya lo hice yo... - Eso alerta a Lucian.

- ¿Llamó a la policía? - Y Andrés niega.

- Esto no es para la policía. - Exclama, tomando asiento en la silla cercana.

- No entiendo, señor...

Y Andrés se sonríe.

- Acabo de solucionar ese estorbo con tu gente...

- ¿Gente?

- A dos de esos matones llamaron ante el primer encuentro fallido con C-am... - Murmura.

- ¿C-am? - Dice y ante su rostro sin terminar de comprender, prosigue.

- Él vino hoy y se me apareció en mi propia casa amenazando y es el mismo de los robos del acta como otros atracos, porque él mismo lo confirmó... - Y le relata lo sucedido. - ...pero si cree que esto me va a doblegar, maldito hijo de subversivos... - Gruñe. - ...se equivoca... - Sonríe.

- ¿A dónde? - Lucian, pregunta alcanzándole un vaso de agua que le sirve de una jarra junto a la pequeña mesa.

Andrés bebe, dejando a un lado el espejo y lo mira a través del vidrio del vaso.

- Dijo que iba a ir tras nosotros. - Rememora sus palabras antes de huir. Lo mira con inteligencia a Lucian depositando el vaso vacío. - Al Hospital, es el turno de Julio... - Responde con inteligencia.

Y Lucian, solo asiente muy pensativo.

SARELI

- Que lástima... - Escucho decir a Siniestra, saliendo de la cocina industrial al terminar mi hora de trabajo.

- ¿Qué sucede? - Pregunto, mirando como desde el mostrador mira dentro de una caja de mediano tamaño con el logo de la pastelería.

Me mira con una mueca triste y señalando dentro de la caja.

Lo abro con cuidado, para ver una bonita torta de tres pisos.

- ¿Se estropeó? - Noto un lado apenas aplastado.

- Era parte de una entrega de varias para una fiesta, pero la devolvieron cosa que la sustituí por otra...

- ¿Y que vas hacer con ella? - Pregunto, cerrándola con cuidado.

- No lo sé, cariño... - Me responde, mirando la hora. - ...para decirle a mi hermanita que venga por ella, que le daría un buen uso repartiendo entre sus compañeros de trabajo en la empresa de su marido, ya es tarde de la hora laboral...

Me señalo con mi disfraz de pollo y no entiende haciendo que ría y tome la caja.

- Hace unos días fui a un Hospital que no queda muy lejos para visitar alguien con mamá. - Le explico, rodeando el mostrador. - Puedo ofrecerla a las enfermeras, para que disfruten de ella con el cuerpo médico... - Me encojo de hombros. - ...me queda camino a casa...

- ¿Irás como señor pollo? - Lo pregunta, porque es mi salida laboral

- Míster pollo, siempre hace sus entregas. - Digo mi slogan, haciendo que ría con algunos clientes que esperan sus pedidos y dándome señal de que vaya mientras nos despedimos.


ENTRETANTO EN EL HOSPITAL


Ana despierta sobresaltada y apretando su pecho fuerte.

Ese sueño.

- Mi sueño...- Repite saliendo a duras penas de la cama, algo emocionada y tomando su abrigo que encuentra a los pies de la cama.

Abre la puerta con rapidez en busca del ascensor, encontrándose con Miel en el pasillo.

- Miel... - La toma de los brazos. - ...anoche y no fue un sueño... - Quiere explicar. - ...aunque pensé que sí...yo...yo...

- Ana, cálmate... - Le sonríe. 

Niega sacudiendo su cabeza.

- No puedo... - Lagrimea. - ...él me visitó... - Señala sus ojos. - ...yo lo vi, por más que parecía un sueño...y todo estaba oscuro... - Quiere explicarle, porque teme que no le crea Miel, mientras  limpia sus primeras lágrimas. - ¿Me crees? Mi bebé...

- Shuu... - Quiere calmarla y para sorpresa de Ana, Miel la conduce al ascensor, cuando creía que la iba a obligar a volver a la habitación con su siempre reposo. - ¿Recuerdas que te dije, que te necesito fuerte? - Le dice, ya dentro y bajando los pisos.

Y la puerta de este, se abre en planta baja y al mismo tiempo que Ana asiente.

Miel la conduce afuera y con cuidado esquivando pacientes, colegas como doctores.

El vestíbulo está algo lleno, pero no impide que ambas caminen en dirección donde Miel guía a Ana.

A una puerta de salida que lleva a hermoso jardín trasero del nosocomio.

Recibiéndolas, no solo el lindo vergel disfrutando de él otros pacientes acompañados de parientes como enfermeros.

También el sol, provocando que rían.

- ¿Sabes por qué, te lo pedí y te creo? - Le murmura, caminando por bonito sendero de piedras blancas.

- ¿Por qué? - Ana dice, sin dejar de caminar por más esfuerzo que hace y Miel, sabe que le cuesta.

https://youtu.be/XX9E2xuc7nU

Pero por primera vez, la mira como una amiga antes de ser su enfermera.

- Por eso... - Le dice, indicando sus mano libre que envuelve Ana con los suyos a la distancia y ella, lo sigue con su vista.

Y sus manos tiemblan al soltarse de Miel y al verlo.

Ya que, metros de ese senderito de piedra y cerca de la fuente de agua está.

Ana llora, porque lo reconoce de anoche.

Su hijo.

No lleva pantalones y ropa oscura esta vez.

Tampoco guantes negros cubriendo sus manos, ni esa gorra del mismo tono y que apenas dejaba ver su rostro.

Es un simple muchacho de casi 24 años vestido de camiseta clara con jeans y que al nivelar su vista con ella, de forma tímida sonríe mordiendo su labio y sin saber mucho que hacer con sus manos.

- Te está esperando... - Miel conmovida, la motiva con un suave empujoncito a que camine. - Tu hijo, Ana... - Le dice, limpiando sus lágrimas y hasta los de ella con su casaca de enfermera.

Ana no habla, no puede.

Porque su llanto ahoga su garganta.

Pero afirma, sonriendo entre lágrimas nuevas que brillan en sus ojos haciéndoles más azules, mientras comienza a caminar a él.

Trastabilla por su debilidad, pero se recompone rápidamente mientras Miel conmovida como testigo de ello y al mismo tiempo, detiene con su brazo interponiéndolo a alguien que corre al ver eso.

Ana no lo nota y retomando sus cortitos pasos, con sus manos temblorosas de nervios y emoción en su boca, intentando reprimir su llanto.

Y C-am camina hacia ella, también.

Y no hace falta que hablen.

Que se digan algo, como recordándose ambos en la cafetería esa tarde.

Las palabras sobran y solo sucede lo que ambos le hace falta.

Y necesitaban.

Ellos mismos en ese abrazo que se dan, cuando él la recibe con los suyos y la lleva contra su pecho.

Fuerte...


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