CAPITULO 16
EN UN CUARTO DEL HOSPITAL...
Ana entreabre sus ojos, para distinguir el rostro preocupado de Miel frente suyo.
Pestañea algo aturdida todavía, pero viniendo a su vez todo lo acontecido con Lucas, abre fuerte estos e intentan incorporarse mirando para ambos lados.
Pero Miel no se lo permite.
- Ana...Ana...no... - Le dice. -...sufriste un desmayo, debes recuperarte... - Le ofrece un vaso de agua, pero Ana niega de un manotazo.
- ¿Dónde estoy? - Pregunta, sin dejar de observar la habitación y con más detención todo.
- En el Hospital, tranquilízate... - Le murmura suave, por más que el rechazo del vaso le dolió. - ...y no... - Prosigue, viendo que busca algo con su vista. - Lucas, no está aquí...
Suficiente que diga su nombre, para que Ana la mire con reproche.
Sus labios tiemblan, pero su voz, no.
- ¿Quién diablos eres tú, realmente?
- Soy tu amiga...
- ¡Mentira! - Exclama, llena de ira.
- Ana... - Miel se lamenta por la rudeza de su palabra, cual haciendo a un lado la sábana que la cubre y sin hacer caso a los gestos de Miel de querer ayudarle después al ponerse de pie, se lo niega.
Hasta se aleja de ella.
Ana siempre fue dulce.
Ana siempre fue buena con ella y la aceptó con una sonrisa de bienvenida, por más negada a eso y por Julio a que sea de por vida, su sombra gracias a su maldita enfermedad.
Ana no era solo su paciente, también se convirtió con el tiempo en su mejor amiga y Miel para ella también.
Pero ahora, los ojos de Ana decían filosamente lo contrario, retrocediendo los pasos que Miel intentaba acortar entre ambas.
- ¿Julio? - Pregunta recelosa.
Y Miel, resopla por esa falta de confianza.
- Vine de visitarlo. Está durmiendo y no está enterado de nada... - Le dice, por todo lo sucedido. - ...yo, no pensaba tampoco informarle... - Acota ante su desconfianza. - ...necesita estar tranquilo para poder recuperarse bien y que le den el alta en las próximas horas...
- ¿Qué eres de Lucas? - Le dice, para luego negar, sacudiendo su cabeza y como procesando mejor la pregunta. - ¿Quiénes son ustedes? - Una punzada derecha en su vientre hace juntar sus manos en esa zona y respira fuerte, para ahogar el dolor que la embarga.
- Ana, tu... - Intenta decir Miel acercándose y notando su agonía, pero ella la interrumpe.
Como también, vuelve a retroceder rechazando su cercanía.
- ¿Dónde está Lucas? - Camina a la puerta como puede por el dolor y quiere abrirla.
Pero, Miel la detiene.
- Ana, Lucas se fue...no está en el Hospital... - La puerta queda entreabierta entre ellas.
Y Ana sabe que le dice la verdad.
Ya que, Lucas si sabía algo muy bien, era huir de los ataques.
En esa época, de la militar.
Ahora, de la que generó en Ana.
Se apoya en la puerta lagrimeando y juntando fuerzas.
- Lucas dijo... - Gime entre lágrimas y la madera. - ...él dijo, que mi bebé vive... - Mira suplicante a Miel y se atreve a tomar sus manos.
Entrelazarlas fuertemente y llena de súplica, sin saber que lo hace a su mejor amiga o ahora a su peor enemiga por no comprender el terreno, cual está pisando.
Si tan solo, estuviera sana...
- ...por favor... - Le suplica. - ...por favor Miel...llévame a mi bebé... - Se desliza sobre la puerta, para caer de rodillas frente a ella.
- Ana, no... - Miel le pide, obligando a que se ponga de pie, pero mantiene su postura llorando llena de tristeza.
No le importa arrodillarse para implorar.
- ...sabes lo que sufrí, siendo testigo de todo, Miel...por favor... - Eleva su mirada azul cuajada de agua y sin soltar sus manos. - ...yo necesito aunque sea una sola vez, ver a mi hijo...
Y ahora es el turno de Miel, de arrodillarse y también apretar mas fuerte tanto sus manos como los de ellas juntas.
- Yo te prometí Ana, que lo encontraría... - Le dice y ella asiente. - ...y creo, saber quién es... - Le sonríe, también entre lágrimas. - ...aunque tenía mis sospechas hace un tiempo, no eran confirmadas...pero, ahora estoy segura. - Suspira. - ¿Confías en mí?
Y Ana, afirma llorosa.
- Cometí muchos pecados en el pasado, que no estoy orgullosa... - Prosigue con su vista en la ventana, regalando la noche que cubre. - ...pero sobre los castigos que merezco, quiero reivindicar haciendo algo bueno... - Le sonríe entre lágrimas. - ...te necesito fuerte para lo que se viene, si? - La ayuda a ponerse de pie, ambas lo hacen. - Prometo que si es tu niño, él vendrá a ti... - Le jura a Ana, ayudando a que se recueste en la cama y toma asiento a su lado con ella.
C-AM
Todo está parcialmente oscuro.
Solo algunas luces encendidas en el vestíbulo y lo que parece el corredor de escaleras arriba, me recibe una vez dentro de esta mansión, aparte del silencio que habita mientras pongo en mute mi celular.
Muy buena posición económica acusa lo que me rodea, con cada habitación que atravieso apenas iluminada por mi pequeña linterna de mano que llevo en alto, señalando tanto paredes exquisitamente decoradas como sus finos muebles que la componen.
Gente adinerada, eso está claro.
La cocina está tan pulcra y brillando cada electrodoméstico de última generación, que me hacen preguntar sin dejar de observar todo, si alguna vez las personas cuales la habitan, han comido alguna vez en el lugar.
Abro el refrigerador sin miedo a dejar huellas por los guantes negros que llevo y noto en su interior, por demás comida y casi explotando de esta.
Hago un gesto.
Se ve que sí, lo hacen.
Cierro para seguir con las otras linderas.
Husmeo en la gran sala y más elegantes muebles con un plasma que casi ocupa una pared y solo advierto algo, que me dice que hay vida en esta fría y elegante casa.
Una única foto, cual la levanto en la oscuridad y focalizo con mi linterna en la imagen.
Es en la joven señora y en lo que parece, el jardín de esta casa entre muchas flores.
Margaritas.
Misma mujer de la cafetería con su marido e igual señora, que en la noche del atentado arrastrando su cuerpo contra el piso.
Lo que no sé, si era por estar lastimada o falta de fuerza.
Me imploró ajena a todo miedo con su mirada llena de pánico, que salvara su marido de caer en la terraza.
Dejo el portarretratos en su lugar, para dirigirme escaleras arribas y subiendo estas, con cuidado y atento a cualquier ruido.
Para recibirme varias habitaciones más.
Y abro la primer puerta de una.
Una oficina.
La del director del Hospital, parece.
Lo delata tanta masculinidad en muebles como accesorios.
Y tomando con mi boca la linterna, comienzo a ojeas las carpetas que abro con paciencia de a una.
Ruedo mis ojos.
Aburrido todo.
Ya que son cosas del nosocomio y otras contables.
Y las dejo nuevamente sobre el escritorio para concentrarme en los cajones, cual uno por uno abro inclinado tras el mueble.
Más cosas personales que no me sirven en el interior de todas y que no llaman mi atención.
Nada es lo que busco, por más a ciencia cierta que no sé, muy bien que es.
Y froto mi mandíbula pensativo, observando la mediana habitación ya de pie y acomodando más sobre mi cabeza, la gorra oscura que me cubre.
Pero algo llama mi atención, haciendo virar la linterna en toda la oscuridad.
Un cuadro al óleo, con también flores de Margaritas.
Y camino a él, tomando nuevamente con mi boca la linterna para poder con ambas manos, sacarla de la pared que cuelga, para luego encontrar muy cliché, una caja de seguridad.
- Carajo... - Me quejo en voz baja, dejando la obra contra el piso y sacando de mi mochila negra una especie de estetoscopio para ponerlo sobre mis oídos y hacer, lo que si en el oficio que me dedico y cual, aprendí todo del padrino y fuera una escuela, esto me lo llevé hasta previa a la materia.
Abrir o desbloquear cajas fuertes, sin un tipo de aparato explosivo.
Y cierro mis ojos al apoyar el pulsador, mientras con la paciencia que tengo y la que no.
Tranquilidad C-am.
Comienzo con los movimientos de conseguir su combinación, girando en un principio las cuatro vueltas preestablecidas que saben tener todas para su arrastre de todos los discos.
Para luego, con unos suaves e imperceptibles giros y muy concentrado, empezar con la primera de sus tres combinaciones numéricas.
Girando una y otra vez, sobre el silencio que necesito para el suave sonido que necesito escuchar entre las opciones de movimiento tanto derecho o izquierdo.
Es como el juego del cubo del rubik.
Encastrar los colores de cada lado de este.
Y los consigo tras varios minutos, la primer combinación.
Seguido al otro.
Respiro profundamente, intentando bajar mi frecuencia cardíaca y solo mi sentido auditivo concentrado.
Para luego el tercero, con el clic de apertura de la puerta.
Sonrío abriendo esta, mientras guardo mi aparejo en la mochila.
Bastante dinero en moneda extranjera me recibe y más papeles.
Entre ellos, títulos de propiedades, números de cuentas bancarias también extranjeras y lo que parece carpetas militares por el color de estas y de hace décadas atrás.
Ojeo fugazmente dentro de ellas y parece de su vocación médica en esa época.
Cirugía y obstetricia general, tanto en su nosocomio como otros con un margen de tiempo de tres décadas.
Incluyendo.
Frunzo mi ceño, prestando atención los lugares designados en el '70, lo que sería la dictadura militar.
Ya que algo sé, de lo que enseñaron en el colegio.
Intento analizarlo y ante más curiosidad, revuelvo más el interior de la caja fuerte.
Encontrándome recortes viejos de periódicos del mismo periodo pero con diferentes fechas.
Algo amarillos también, pero más ajado acusando a lo mejor el constante manoseo por leerlos una y otra vez y por tal, que la lectura en la oscuridad y por más ayuda de mi linterna apuntando, que sea costosa la misma.
Los títulos, hablan del genocidio de esa época nefasta.
La gente desaparecida.
Cientos de muertes.
Miles, detallando cada hoja que leo.
Los ataques en diferentes zonas del país.
Acusaciones a militares tornándolos de asesinos como también a grupos montoneros o subversivos en contra del estado.
Los famosos pabellones, donde fueron internados los supuestos.
Escalofrío, recorriendo mi columna.
Y los robos injustificados de bebés, cual hasta ahora no se sabe el paradero de muchos.
Mi vista se clava pensativo en la caja fuerte, procurando procesar todo y lejos de algo tangible, lo fijo en algo en el fondo que llama mi atención.
Y hundo mi mano para escarbar, encontrando fotos viejas.
Una media docena de estas.
De lo que parece una base militar hospitalaria.
Las primeras, siendo el director y cual salvé, Julio, muy joven con uniforme militar con otros compañeros.
Apunto mejor mi linterna.
Y localizando entre algunos, también joven el padre de la pajarito.
La siguiente foto es dentro del establecimiento, pero ahora y sobre su uniforme una bata médica atendiendo a soldados junto a una enfermera.
La siguiente que miro es casi igual, pero a mujeres sobre sus camas.
Y la última.
Miro con más atención.
En los jardines del mismo calculo, pero posando para la foto con una jovencita a su lado.
Ella parece pobre por su precaria vestimenta ser una de las apresadas, pero y pese a la antaña y mal cuidada foto en su sepia con blanco y negro, que es muy bonita con su largo pelo castaño.
Y que es la mujer de siempre.
Su esposa.
Ella no sonríe, pero él sí, y muy feliz por lo que parece a su lado.
Y deslizo mi pulgar, al notar algo de ella y cual cubría sin darme cuenta.
Lo que indica que ella lleva algunos meses de embarazo.
Carajo.
Pestañeo.
Me vuelvo a la puerta, para buscar en las demás habitaciones.
¿Será?
Pero las dos restantes, me responden que no.
Siendo la primera la matrimonial y la segunda lo que parece de huéspedes, siendo la última que abro.
No es la habitación de algún hijo, tampoco.
Y me atrevo a encender la luz, verificando su ventana cerrada y apagando la linterna.
Camino por ella mientras la guardo en uno de los bolsillos de mi mochila negra, intentando que algo me ilumine de esta vacía habitación.
Tomo asiento sobre la cama y largando un prolongado aire frustrado.
- Maldición... - Exclamo por lo bajo, dejando de mala gana la mochila sobre la almohada y el peso de ella sobre esta, hace que gire hacia ambas.
Por el sonido.
No fue de tela contra tela.
Más bien, de tela contra papel.
Y levantando la almohada, encuentro un sobre de papel madera oficio escondido entre las sábanas y ella.
Y eso, no es lo que me sorprende.
Lo que lo hace cuando lo levanto, es que son los mismos que utilizamos para la entrega de informes robados.
Y mis piernas por acto propio, se ponen de pie ante lo que encuentro y leo en su interior.
Ya que, yo.
Robé lo que hay en su interior.
En realidad, uno de los diez que sustraje.
Una de las actas de nacimiento que pide el cliente.
El de la niña, porque la del niño nunca se encontró ni confirmó por lo que dice el informe y mi mundo, se inclina al eje de la habitación como si esta diera vuelta de golpe, al leer la aludida con su nombre y apellido.
Sareli Leída.
Y mi corazón palpita y mi sistema se paraliza ante las posibilidades que pienso.
Viniendo a mi mente lo que leí de este exmilitar y médico como los periódicos de acusaciones contra él por un pueblo en contra de ese gobierno de régimen militar en sospechas tras esa época.
Y la foto de él con el Andrés Leída joven, golpea mi mente.
¿Acaso, ellos la robaron?
Y miro la cama vacía.
¿Pero y el hijo de ambos?
¿Ese embarazo, no llegó a término?
Y sacudo mi cabeza, recordando esa tarde en la cafetería.
Julio dijo a modo disculpas que ella, no se recupera de su hijo.
Estaba vivo, entonces.
Pero, mi duda es si falleció o...
Y me vuelvo a la oficina de él en busca de las fotos y encendiendo la luz, importándome mierda que se vean de afuera.
Desparramando por el suelo las fotos y lo que contiene el sobre.
El acta de la chica pollo para dejar sus dos hojas de lleno a mi vista, analizando todo lo que tengo contra el suelo y frente mío.
Sareli no es hija de ambos, ella fue robada.
Volteo la vieja foto de Julio con ella y data fecha, fines de Febrero del '78.
Y busco con mi índice en la segunda página, la fecha de nacimiento de la pajarito.
Oh mierda...
¿Qué carajo, significa todo esto?
Dice 2 de Julio del '78.
Froto mi sien, sin poder creer.
Misma fecha y nacimiento, que yo.
Y pienso lo que estuvo frente a mi nariz y nunca presté atención esa mañana del robo en el registro.
Que robé la mía también en ese hilo de tiempo demandado por el cliente.
Un cliente que me dice, que es esta joven mujer y por ende.
Que a esta vieja foto sin terminar de comprender su conexión, para luego su unión con este exmilitar y médico.
Ella nunca perdió su hijo.
A ella, se lo robaron.
Coincidencia que calculando sus meses de gestación por la foto de pocos meses y agregando la fechas tanto robadas como la misma de la pajarito.
Elevo mi vista.
Debe estar en la oficina del padrino y mi hermana, la ejecutó en los masculinos...
Y me importa una mierda en ponerme a acomodar.
Yo, no robé nada.
Ira me recorre, bajando las escaleras rápidamente.
Ya que le robaron su vida y sin su permiso a la pajarito...
Y me deslizo por la ventana cual entré para volver a salir, corriendo con sigilo por le jardín en las penumbras para escalar el muro y saltar a la acera, dónde aguarda mi moto.
Y sin pérdida de tiempo, me dirijo a la oficina del padrino.
SARELI
- Ufa... - Suelto deprimida mi móvil llevándome al buzón el número de Luka y tomando a medias mi vaso de leche tibia, para luego hacer caer mi cabeza desinflada contra la mesa de la cocina.
Es de madrugada y jodidamente no puedo dormir por más que lo intenté, al finalizar mi llamada con Luka.
Y es obvio por semejante hora que él, si lo hace.
Abro mi cuaderno de recetas y diario íntimo, para escribir algunas cosas que me pasaron estos días.
Pero solo logro tras pensar, que una y otra vez, ponga C-am sobre los lados y adornarlos de corazoncitos y flores.
Y me entusiasmo enderezada sobre mi silla, para dedicarle más interés en la siguiente hoja en blanco y solo, adornado con algunos stickers de cupcakes sonrientes y paletitas de colores.
- ...señora de C-am... - Escribo muy seria y suelto una carcajada.
Pero qué, infantil.
No me importa.
Y río corrigiendo una mejor versión, mientras resoplo un mechón que tapa mi visión.
- Sareli Leída de C-am... - Leo en voz alta y vuelvo a reír, pero totalmente satisfecha con mi escrito, elevando mi cuaderno con mi firma de futura esposa de un malhechor.
Pero suelto un suspiro sobre su nombre escrito como cien veces de mi ladrón de corazones.
Y sin saber por qué, pensando en Luka también.
Mi nuevo mejor amigo...
C-AM
Entro precipitadamente a la primer oficina y que hace de cocina también.
Y para mi asombro, está perfectamente limpia.
Absolutamente todo y cosa, que jamás fui testigo de ello.
Ni rastros de comida chatarra ni latas semi vacías y chorreando en la mesa.
Fiorella no está, al igual que mi padrino y eso no me inmuta para entrar a la siguiente habitación.
Su oficina y también sin señales de ellos.
Voy directo al escritorio, pero con mi fin los cajones, cual los revuelvo intentando encontrar algo de ese trabajo.
Nada.
Y me enfoco en el cerrado con llave.
Cosa que tampoco me molesto en buscar la llave o como esa vez y por una ganzúa abrirla prolijo.
Deslizando su sillón lejos y mirando el cajón, solo basta una patada precisa con la fuerza de mi empeine, para quebrar su madera y permitirme abrirla sin contratiempo.
Abro esta y a mi memoria viene con esa acción, cual al entregar el sobre robado con todas las actas de nacimientos, recordar que con un gesto natural el padrino tras ponerla boca abajo una, luego la guardó en su interior.
Y la busco con desespero entre docenas de hojas sueltas que hay dentro.
Saco todo y las esparzo por el escritorio, sin dejar de buscarla.
Hasta que mis dedos rozan su primer página.
Y con un fuerte respiro por oxígeno, lo saco entre la multitud de hojas para leerlo.
Y algo se desmorona en mi interior, por dos cosas.
Una, con mi vista en esa fotografía con su retrato tomada años atrás al padrino, Fiorella y a mí, en nuestra única vacaciones como familia viniendo a mi mente quién fue.
Una mujer.
Esa enfermera del Hospital con la frase en sus labios y diciéndome hoy, que solo me estaba salvando y ahora empiezo a comprender.
Y lo segundo, con lágrimas agolpándose en mis ojos al leer el nombre del niño y provocando que mis dedos que sostienen el acta, tiemblen por cierta emoción.
Ya que, lleva mi nombre como apellido y como mencioné anteriormente, misma fecha de nacimiento con la pajarito.
Y por ende...
Saco de mi bolsillo trasero de mi jeans, lo segundo que robo por cuenta mía, la foto vieja de la bonita mujer, con pocos meses de embarazo junto al exmilitar.
Acaricio sin saber mucho como hacerlo a su persona fotografiada.
Porque, yo soy su hijo.
Ella, es mi mamá...
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