CAPITULO 15
EN LAS ESCALERAS INTERNAS Y DE EMERGENCIA EN EL HOSPITAL...
No llaman el ascensor.
Uno de los guardias de seguridad que no retiene C-am abre la puerta contigua, seguidos por la enfermera.
El de las escaleras, para tomar estas y bajar.
Dos números de piso van descendiendo, mientras la enfermera mira por sobre ellas y arriba, mirando su celular.
- Está bien. - Luego dice guardándolo, llegando a un descanso y de retenerlos contra la pared.
Continuo a un gesto que lo suelten.
C-AM
Con un segundo ademán, la enfermera le pide a los guardias de seguridad que se alejen.
Lo hacen dudoso pero obedientes lo acatan, manteniendo una prudente distancia.
- No eres un doctor. - Me dice, viendo como acomodo el molesto estetoscopio que me cuelga como la casaca médica que llevo puesta, cual por los forcejeos quedó arrugada.
La miro.
- Tú, tampoco eres enfermera... - Suelto, sin dejar de mirar pisos más arriba por ruidos de alguien bajando y lo que más me preocupa.
Si la chica pollo me vio.
Mierda, eso no.
Se sonríe.
- Sí, si lo soy... - Me responde sin atisbo de nervios y desde su rincón mirándome.
- ¿Entonces, por qué, permitiste mi intromisión? - ¿Qué se trae?
Ella también, ahora mira pisos arriba por si alguien aparece, pero tranquila vuelve al que estamos para observarme.
- ¿Curiosidad? - Es su respuesta, cruzando sus brazos sobre su pecho.
Parece una contestación tonta.
La miro con detención.
Pero toda ella, irradia que no lo es.
¿Qué, es todo esto?
SARELI
La puerta está abierta, por mi cuerpo en ella asomando en el gran pasillo.
Miro mi celular ahora en silencio entre mis dedos, para luego el corredor.
Nadie.
Excepto por el sonido del ascensor indicando su llegada en ese momento y abriéndose con tres hombres saliendo de este.
Cual el de mayor edad, noto desde su ubicación en como le indica a los otros dos que vayan a su derecha del pasillo, mientras él lo hace por el contrario.
Donde me encuentro, procurando deducir si fue mi imaginación ese sonido de móvil que sonaba al ritmo de la insistencia del mío.
Deben ser parientes buscando la habitación de algún familiar, supongo.
Camina en mi dirección y pasa justo en frente mío como si nada, natural y solo apenas prestando atención en mí.
Calculo, porque quedé como idiota parada en la entrada.
En el momento que alguien apoya su mano en unos de mis hombros.
Miro y es mamá.
Y ambas, lo vemos pasar frente nuestro.
Nosotras, sin movernos.
Y él que y con cada paso que da, se aleja siguiendo su caminata.
- Entra, cariño... - Mamá me dice, tomando la puerta por mí y mirando el hombre como yo. - ...hay corriente de aire y no puede ser bueno para el señor Julio.
Y sin más.
La cierra tras nuestro.
MIENTRAS TANTO, EN ALGÚN LUGAR DEL JARDÍN DEL HOSPITAL...
Ana quiere huir.
Pero, también quiere abrazarlo.
Y al mismo tiempo, no hacerlo.
Asimismo y con la fuerza de esas lágrimas que se agolpan en sus bonitos ojos, golpearlo.
Mucho.
Pero la intensidad que siente en ese momento en como late su corazón, solo le permite un ahogado sonido desgarrador salir de su boca y por más que lo quiere retener con esa mano que nunca bajó de sus labios.
Se arrastra por esa pared que jamás abandonaron ambos.
Camina dos pasos, dándole la espalda y él esa misma distancia la sigue, guardando su móvil tras leer un mensaje de Miel.
Ya que, es lo mejor de miradas las molestas como curiosas y porque también no puede, no dejar de hacerlo.
Después de tanto tiempo.
Décadas que no lo hacía.
Tan cerca, hasta el punto de poder aspirar a placer ese dulce perfume que toda la vida usó.
Ana trastabilla, su vista falla por los ojos empañados y él quiere ayudarla.
Sabe de su enfermedad y lo débil que está.
Pero, apenas el roce de su mano en su cintura en su auxilio, es repudiado por Ana.
Con fuerza.
Una que no le sobra, sin embargo lo asombra.
Pero a Ana, no.
Porque es de esa fortaleza que la tenía en su interior y que toda mujer guarda sin saberlo.
Y que solo despierta o se muestra, cuando el miedo te alerta.
Porque, es el de madre.
Temor de saber, que tu hijo está en peligro.
Pánico de entender sin estar segura, pero por ese bendito sentido extra que toda mujer tiene, que algo lo amenaza.
Ana se gira, para mirarlo de arriba abajo.
Una que siente o más bien cree descubrir en este momento, que su hijo lo tiene desde que nació.
Lo sacrificaron.
Ya que, Lucas.
Sus ojos se empañan más de lágrimas negadas a salir.
Su Lucas.
El hombre que tiene ahora frente suyo, pero antes un muchacho y que tanto amó.
Vivió bien, su vestimenta y porte lo dicen.
No sufrió.
Su rostro, ese que ella adoró e inclusive hasta la noche anterior, pensó en él.
No tiene reflejo de eso como el ella sí, por más señal del tiempo haber pasado a todos, bajo ese pelo negro con tintes canos.
No hay huellas de que ese mismo tiempo por la tristeza, lo consumió.
Era Lucas.
Pero, se corrigió.
No su Lucas, el de antes.
- Mi hijo... - Murmuró.
- Ana, soy el mismo, yo... - Intentó decir, porque leyó sus reflexiones.
- ¿Dónde está mi hijo y por qué, la hija de Lucía? - Quería saber y lo interrumpió.
Más bien, necesitaba entender o empezar a discernir lo que comenzaba a comprender.
- Ana, necesitamos hablar, porque lo que se viene por...
- ¡Quiero mi bebé! - Chilló, importándole nada y con ello, las primeras lágrimas de ese dique en contención, desbordaron.
Llanto de tristeza, pero siempre de esa fortaleza.
De esa fuerza que guardaba, le pedía y hasta le rogaba cada jodido día a su organismo que aguante y le de.
Porque a una madre, solo le importa los hijos.
Y Ana se prometió resistir hasta saber de él.
De ellos, en realidad.
Por esa niña también, como promesa a su mejor amiga Lucía.
Mucha diferencia de edad entre ellas cuando se conocieron.
Pero la amaba como su hermana mayor.
Lucía enseñaba repostería junto a su madre y Ana siendo niña quiso aprender, ya que ajena a eso y acercándose el cumpleaños de su novio de la secundaria.
Lucas el chico, cual siempre amó.
Pero, díscolo a lo dulce.
Necesitaba aprender hacer algo a base de limón.
Su sabor favorito.
Y Lucía la aceptó entre sus estudiantes, niñas y mujeres.
No era un instituto o academia.
Los padres de Ana por la situación económica del país, no se lo podían permitir.
Pero sí, lo que esta joven mujer de mirada y carácter alegre, ofrecía desde su casa.
Una, arriba del negocio de su marido, un gran químico y profesional de la salud.
Una farmacia.
Y con sus semanas y meses pasando, Lucía como Ana y pese a la diferencia de edad, forjaron una hermosa amistad y para alegría de ambas con el tiempo transcurriendo, dos cosas la unieron más.
Ver la amistad también del marido de Ana con el joven Lucas.
Como el buscado y ansiado embarazo de Lucía con su esposo y el sorpresivo pero bienvenido, de Ana con apenas 20 años.
Ambas llenas de amor y disfrutando por más época política viviendo el país, con ilusión y que compartían no solo es bonito estado.
Sino, también.
Los mismos meses de gestación.
- Ana, tienes que... - Lucas la abrazó y ese contacto la hizo despertar de sus recuerdos.
Uno que soñó y guardaba intacto en sus pensamientos con su calor.
Uno que, hizo cada célula de su cuerpo vibrar por la sensación.
Pero...
Sus brazos, no correspondieron.
Quedando estos, inertes y colgando a sus lados bajo su abrazo, sobre una Ana con aún lágrimas deslizándose por sus mejillas, sin embargo ya no llanto.
Porque ahora sus lágrimas y cada una, eran de impotencia.
Carente de sensibilidad por lo que estaba agolpando en su cabeza una y otra vez en lo poco que estaba empezando a procesar.
Lucas vivo.
Julio.
Todos estos años pasando.
Andrés.
Araceli.
Miel.
Su encargo a esta liga de ladrones, para que cumplan su propósito.
Dios, qué ingenua...
Ya que, nunca fue el suyo como pensaba.
Y se separó con brusquedad de los brazos de Lucas.
Siempre fue y es hasta ahora.
Lo miró.
De ese padrino...
Y sin terminar de analizar, pero sintiendo que es el último clavo de este ataúd.
Porque un padrino siendo una figura común, puede tener varias denominaciones.
El religioso y uno civil.
Compartiendo, casi el mismo significado en ambos.
Asistiendo a otra persona en ese patrocinio.
Un servicio que se debe realizar a un individuo que tiene que pagar una deuda.
En lo primero y sacramental por un bautismo y con el amor de uno o más hijos de la pareja.
Y el segundo, esa prestación por ceremonia a lo que se consolidó con los derechos y deberes.
Una alianza.
Una familia.
Una de muchas como se dice en el ambiente que se la componga.
Y en este caso.
Ahora, Ana termina de comprender.
En un grupo de personas con un mismo interés.
Una causa.
Cual crédula, tanto Ana como todos y sin saberlo, fueron manejados a su antojo por él.
Miró firmemente a Lucas.
En realidad, por ellos.
Porque el padrino, es solo el título.
La etiqueta.
Y no es uno solo.
Acá, son dos líderes de esta causa...
Y solo sus labios se entreabren, para preguntar lo que le importa por más océanos de dudas que tiene y no termina de asimilar.
- ¿Mi bebé? - Ya no siente odio, solo esperanza. - ¿Nuestro hijo Lucas, vive? - Le ruega la verdad, con su voz quebrada de ilusión de saberlo cerca y al fin verlo.
Y Lucas la mira, algo conmovido.
Estaba ajeno de toda emoción, pero teniendo a Ana cerca y después de mucho tiempo, algo de eso se ablandó.
- Sí. - Murmuró.
Pero no pudo seguir explicándole sobre la pequeña sonrisa de ella, llena de felicidad en su labios y más lágrimas, empañando sus intensos y bonitos ojos azules, cual Lucas mismo sentía acelerado su corazón por seguirla queriendo.
Porque Ana invadida por la emoción, su sistema la traiciona, cayendo nuevamente en sus brazos.
Pero, por un desmayo.
C-AM
Miro al par de guardias de seguridad.
No sé, en que va a terminar esto.
Pero, lo único cierto que sí, lo son del nosocomio.
Sus aires perplejos y posturas esperando, peros in saber que hacer, sumado a que en su uniforme no llevan armas, más que un intercomunicador oficial, lo delatan lejos de matones.
Y que esta mujer, no es solamente una simple enfermera, aparte también, que tiene cierto liderazgo en este establecimiento.
Uno otorgado o ligado a este edificio y cual su presidente.
Que resulta, que es el paciente que tenía que sustraer su análisis.
Y carajo.
El mismo hombre, que salvé en el atentado y caer de la terraza.
Hombre también.
Piensa C-am, piensa...
Que vi en mi primer día con su esposa en la pastelería y locamente, unido de alguna manera al padre de la pajarito.
Mi misión.
Y hago lo impensado.
Mejor dicho, muy pensado.
Y frente a la mujer extiendo mis brazos, pero cruzando mis muñecas.
Señal de rendición y mirando a rostro despejado, tanto a la mujer como los guardias y tomándola con cierta sorpresa por eso a la enfermera.
Sonrío para mis adentros.
Lo sabía.
SARELI
Nos despedimos del señor Julio con la alegría de saber que en nada su alta y nuestros saludos a su esposa por no haberla visto y yo, con mucha alegría al reconocerme como lo hice también, esa vez en SugarCream y nuevamente, volviendo a adular al probar mis amados cupcakes muy feliz desde su cama ahora, como en la pastelería cuando lo acompañó con un delicioso café.
Mamá me consulta eso, caminando hacia el ascensor y le cuento envolviendo su brazo con los míos cariñosa.
- Sip, ahí nos conocimos... - Finalizo, haciéndolo bastante conciso en detalle, ya que sincera no recuerdo mucho, solo que ese mismo día, Luka llegó a mi vida.
Sacudo mi cabeza, para corregirme.
Llegó a la cafetería de Siniestra.
- ...mierda... - Me sale cortando mi explicación, ya en frente del ascensor y que ante nuestro llamado y abrirse, lo vemos colmado y solo con apenas el cupo para una persona más.
Suelto el agarre de mamá.
- Sube tú... - Le digo, señalando las escaleras. - ...no son muchos pisos y bajaré por ellas, te veo abajo mamá... - La beso en la mejilla y sobre su asentimiento, mientras pide disculpas sonriente a la gente dentro, cual le van cediendo lugar.
Y exhalando aire para llenar mis pulmones y acomodando mejor mi hermosa como llamativa carterita amarilla a un lado mío para que no me moleste en el descenso, seguido a la prensa sosteniendo mejor mi pelo a un costado, abro la puerta tomando los primeros peldaños.
C-AM
- ¿No vas a detenerme? - Digo y espero, sin bajar los brazos a ella.
- Te quería salvar... - Me dice.
¿Qué?
Pero cuando estoy por preguntarle, pisadas descendiendo y la aparición de dos hombres, nos interrumpe, bajo un.
- ...oh, mierda... - De ella.
Porque nota algo en sus vestimentas por más casual que quieren parecer como porte, tanto como yo.
Que estos sí, son matones.
Y jodidamente sin saber por qué mierda, vienen por mí.
Pero lo acusa, el continúo disparo del celular de uno de ellos, sacándome fotos escalones más arriba donde se detuvieron y a su vez, compararlo con algo que este mira de algo que sostiene de su mano.
Lo que parece, otra imagen.
- Creo...que encontramos nuestro objetivo... - Me exclama con otros dos últimos impactos de capturas de fotos y contra una mano mía, interponiendo mi rostro. - ...el chico que nuestro cliente quiere ver.
Y miro fugazmente a la enfermera, para luego a los dos guardias de seguridad que se ponen en alerta ante lo que está ocurriendo.
Y lo que, empieza a ocurrir.
Con un giro, me pongo de espalda a la enfermera, pero para tomarla de un brazo, seguido de empujarla contra la los hombres de seguridad y abriendo la puerta del piso que nos encontramos, meterla con ellos dentro, para cerrarla y con el estetoscopio que todavía cuelga de mi cuello, hacer varias vueltas en el picaporte para que no puedan abrirla por más que intentan con los forcejeos que hacen.
Seguido a rodar entre ellos y en el pequeño descanso, cuando bajan la poca distancia de escalones viniendo a atacarme, para y con una patada a su mano que sostiene su celular, provocando que escape de su mano y caiga por el espacio y vacío que hay entre la escalera zigzageante, sobre su sonido estrellándose en pisos más abajo.
Causando la furia de ambos.
Peleo contra ellos, evadiendo sus golpes.
Saben lo que hacen, lo aprecio con cada ataque quieren darme y eludo.
Saben de artes marciales como yo.
Pero esquivando el puñetazo directo a mi mandíbula de uno y por más pequeño espacio que entre los tres en el reducido descanso en las escaleras y del piso que nos encontramos.
Puedo trabar la embestida del otro con su patada, al esquivar su ira llena de fuerza de esta, cuando su pierna al pasar entre las barandas, se la intercepto y mi brazo con potencia golpea ella contra sus fierros y un gruñido de dolor, se escapa del hombre cayendo y colgando entre los escalones algo más abajo.
SARELI
Tarareando mi canción favorita, bajo escalón y escalón.
Pero mi canción queda a medio cantar por los sonidos extraños que siento escaleras más abajo.
Para asomarme sobre su baranda y espacio que hay en ellas y ver que piso más abajo, lo que escucho aparenta ser la pelea entre algunas personas.
Me asomo más, sobre mi lugar.
Y puedo distinguir en lo poco que me permite colgándome un poquito más, es a tres hombres peleando.
Divisando por la bata blanca que uno lleva, que es médico contra dos hombres que arremeten contra él, pero uno por el golpe del doctor lastimando su pierna, queda contra los escalones más abajo.
- Mierda...mierda...mierda... - Exclamo, comenzando a descender rápidamente y en el intento, procurar buscar mi celular de mi carterita para llamar a la policía. - ¡Deténganse!¡Basta! - Les grito.
C-AM
Condenada y puta casualidad.
Perra mala suerte la mía.
De no creer.
Escalera arriba, alguien baja.
Y nada más que la chica pollo, gritando que nos detengamos.
Sorteo otro golpe del matón, pero recibo uno en el pecho haciéndome tambalear contra la baranda, repercutiendo el impacto en mi espalda.
Jodida mierda.
Otro hematoma a mi cuerpo con apenas curado el de mi hombro.
Pero lo utilizo a estas, girando veloz y poniendo un pie en ella, para saltar a los escalones más arriba, cual Sareli está, dándome precarios segundos de distancia que mi oponente viendo mis intenciones ya sube para buscarme y hacer lo que ahora me preocupa, ocultando mi rostro a ella y al mismo tiempo de forma rápida, sacarme la bata y cubrirla con ella.
Obligando con mi peso y por el impulso del salto, que vayamos contra la pared próxima y que no vea mi rostro con el albornoz cubriendo parte de su rostro y cuerpo.
- No vayas a mirar... - Le ordeno tocando ligeramente su pelo, poniéndola junto al rincón y en el momento que soy sacudido por mi oponente, arremetiendo nuevamente contra mí y en su empuje como forcejeo de ambos, nuestra fuerza hace que los dos rodemos escalones más abajo.
Jodida mierda, otra vez.
Más cardenales en todo mi cuerpo.
Puedo esquivar su puñetazo, pero él no, el mío y logra separarme poniéndome de pie para golpear su mandíbula que lo hace blasfemar escupiendo saliva y sangre palpándose.
Y la sonrisa que dibuja su boca lastimada, me confirma que disfruta de eso, bajo mi posición con puños elevados de contraataque y defensa.
Silba.
- Realmente, eres lo que dicen en nuestro ambiente... - Formula apenas tocando el corte, pero limpiando el mismo ya de pie.
Y no me atrevo a contestarle, por tener a la pajarito tras mío y poca distancia nuestra.
No quiero que reconozca mi voz y lo más importante.
Que él repare en su presencia.
Porque, yo no soy como él.
Yo solamente robo objetos, no vidas.
Y por eso, vuelvo a embestir contra él y me recibe con orgullo a su hampa y con postura marcial.
Como sacando de un bolsillo de su abrigo, una soga elástica que envuelve en la palma de su mano amenazante y sobre el guante en cuero negro que lleva.
Reyerta mostrando todo lo que sabe uno como el otro con cada ataque, salto y patada que entorpecemos con nuestras manos interponiéndose magistralmente, tanto él como yo a medida que nos deslizamos por piso de descanso en nuestra lucha.
- Eres bueno, C-am... - Escupe mi nombre por atrás, al intentar ahorcarme y sumirme con esa soga.
Envuelvo ambas manos en esta para interponer su propósito.
- No soy...bueno... - Jadeo despacio en nuestra disputa, procurando sacarlo de encima mío. - ...soy el mejor. - Le afirmo, golpeando mi cabeza su rostro y haciendo un ruido de hueso quebrado su nariz, causando que retroceda por el dolor y trastabille sobre los escalones, cerca de su cómplice a medio desvanecer por su agonía y que, no deja de retener lo que aparenta su pierna rota.
Sonidos de patrullas llegan a nuestros oídos pisos más abajo.
El hombre despectivo lo mira por una de las pequeñas y verticales ventanas de luz de las escaleras.
Vuelve a escupir su saliva rabiosamente, mientras ayuda a su amigo a ponerse de pie.
No habla, pero su índice en alto y que lleva esa fina soga, lo hace con su ademan de amenaza y que esto, no queda así.
Que nos vamos a volver a encontrar y sobre su compañero colgando de él, descienden escapando, mientras procuro recuperar oxígeno y ralentizar mi respiración por el desgaste de la fuerza exigida de nuestra pelea.
Volteo a la pajarito.
Sigue arrinconada con su cuerpo en la pared donde la dejé y aún, tapada con la bata.
Me hace sonreír que está bien, que obedeció y graciosamente su panty amarilla por toda esta situación, se corrió en su rodilla.
Tiembla un poco, sus manos que apenas sobresalen para sostener la bata fuertemente, me lo dice y notando que ya todo acabo.
Y quedamos, ella y yo.
Me acerco.
-¿Lo eres, verdad? - Sigue sin moverse y solo la miro.
Pero me agacho a su altura y a espalda suya, para que no me reconozca.
No me atrevo a tocarla por más que muero por hacerlo, porque no llevo guantes.
- ...eres el mismo...el que detuvo el intento de robo de mi bicicleta en el parque... - Musita, manteniéndose inmóvil. - ...como el que peleó y me defendió contra esos ladrones en la tienda de lencería en mi compra de pantys naranjas... - Prosigue y yo, solo la escucho a un suspiro de distancia tras suyo. - ...y eres... - Su voz, ahora también tiembla. - ...el que estuvo la noche del atentado y salvó a ese hombre... - Y esta, se corta y es por timidez, lo que seguiría a esa noche.
Sonrío silencioso.
El beso robado.
- ¿Eres... - Insiste con ese verbo. - ...lo que el periódico como noticiosos, dicen? - Se recompone. - ¿Ese famoso C-am... - La interrumpo, porque quiere voltear a mí, pero la detengo a que lo haga con un abrazo fuerte y llevando su rostro que quedó a medio descubrir para poder verme, contra mi pecho.
Tomando sin darme cuenta, su mano entre las mías.
Carajo...
SARELI
Es él.
El ladrón de corazones, es él.
Y me lo confirmó, no solo escuchar a ese hombre con cual luchaba que dijo C-am.
Cómo los noticiosos lo llaman.
Jesús de lo más misericordioso.
Sino, también.
El abrazo.
Este bonito abrazo, inducido por mis ganas locas de conocer su identidad, cual ganó sobre la obediencia de su orden que no lo vea.
Como en otras oportunidades, me dijo.
Un abrazo que lo hizo, por no quedarle otra opción para resguardar su identidad.
Y yo, siento en cada centímetro de mi ser como piel, ante este dulce contacto.
Uno fuerte, apretándome contra él.
Y cierro mis ojos por unos leves segundos aprisionada mi mejilla como parte de mi rostro, sobre su duro pecho y hasta el punto de creer sentir el acelere de su corazón como la fuerte y prolongada exhalación silenciosa y tipo suspiro que suelta.
Todas mis terminaciones están en C-am.
Al igual de lo que apenas la bata me deja ver.
Su mano apretando la mía y cual descansa en su pecho.
Es firme, pero sobreprotectora.
Percibo ciertas durezas por la vida que lleva con su contacto, pero a la vez tierna por como me la envuelve y levemente acaricia.
Y es cálida.
Mucho.
Tanto que ella llega a cada célula de mi piel.
Me embriaga.
Me da calma.
Y me trasmite eso, porque mi manos que temblaban tanto de emoción por saber de él como miedo a lo que sucedió.
Lo dejan de hacer ante su calor y el confort que me dan.
Cierro más mis ojos.
A hogar.
Pero mi dulce ensoñación, nos golpea por algo.
En realidad, me golpea al abrir mis ojos.
Y es por otro y que viene de la puerta que da al piso escalones más abajo, mientras intentan con duros forcejeos abrirla del otro lado, cual esta interfiriendo lo que parece un estetoscopio atado.
Y C-am ante la voz de policía y con la orden de abrir, continuo a pasos subiendo las escaleras más abajo.
Huye escaleras arriba.
Pestañeo.
Y lo hago de vuelta, mientras solo percibo apenas su espalda perdiéndose e intento ponerme de pie, cual en el primer movimiento mis piernas entumecidas por tal posición, tambalean al principio.
- Mierda... - Gimo sobando mis rodillas, porque no lo puedo seguir y notando mi preciosa media amarilla y con estrellas, rota en un lado.
Pero notando que me falta otra palpando mi pelo totalmente suelto, mientras policías, unos guardias y más gente entra y solo me ven a mí.
Sonrío estúpidamente.
Porque se llevó con él, mi prensa con forma de una.
Suspiro.
Realmente es un ladrón de corazones, me digo mientras me dejo conducir por una enfermera que viene a auxiliarme.
C-AM
- Y entonces...pum, pam y más pum! Estos dos hombres a golpes, porque el otro ya estaba reducido... - Escucho que me relata la pajarito del otro lado del teléfono, lo que viví en carne propia.
Tanto.
Procuro reacomodarme, sobre mi postura en la que estoy apoyado.
Porque jodidamente, me duele cada centímetro cuadrado de mi cuerpo.
Como me lo prometió hoy saliendo de la cafetería, después me llamó.
Cosa que creí que no lo iba hacer, después de todo los sucedido, pero me sorprendió hace poco más de media hora y cual todavía.
Sonrío sobre mi lugar.
No cortó el llamado.
- Guau... - Finjo asombro. - ...eso a mí, me hubiera dado mucho miedo. - Actúo espanto, mientras apoyo el celular entre mi hombro que duele como la mierda y mi oreja para poder desenroscar la tapa de la pequeña pomada desinflamatoria que compre al salir del Hospital y huir por sus alrededores, notando dos patrullas en su frente.
Su risita, se escucha del otro lado.
- Naaa...él, te hubiera salvado como a mí, Luka... - Suspira y tal, llega a lo más profundo de mí, mientras unto un poco y por abajo de mi ropa y en las zonas donde me golpeó el mal nacido. - ...mi ladrón de corazones... - Finaliza, haciendo al escuchar el apodo que me puso, que casi pierda el equilibrio y caiga al suelo.
¿Eh?
¿Así, me llama?
Y toco mis mejillas, volviendo a tomar bien el celular.
Porque las siento coloradas.
¿Diablos, me avergoncé?
- ¿Luka? ¿Luka, estás ahí? Hola, holaaa... - Me llama insistente, porque dejé de hablarle.
Dios, quiero reír.
Tomo aire para volver a mi papel.
- Lo siento... - Tímido y finjo que bostezo. - ..me estaba durmiendo... - Miento.
Y siento aunque no la puedo ver, un morrito de disculpa.
- Yo más...porque, te estaba aburriendo con mi super relato del chico de mis sueños...
Me acomodo mejor y ya olvidando mis dolores como la pomada que juega entre mis dedos.
- ¿Cómo sabes, que es el chico de tus sueños? - Pregunto curioso, mirando tanto la ventana como la noche cálida y estrellada que hay.
- Porque me lo roba...
- ¿Qué cosa?
No entiendo nada.
Vuelve a reír del otro lado y por el movimiento que hace, presiento que se arropó y acomodó mejor en su cama y su turno de bostezar, pero el de la pajarito es real.
- ...al sueño, Luka... - Me explica, tapándose más. - ...y a mi corazón. - Otro bostezo y me contagia, haciendo que ambos riamos al sentirlos. - Lo siento ahora más. - Su voz media adormilada me dice. - Aún, te tengo en el teléfono y debes estar cansado.
Asiento.
- Sí, lo estoy... - Se lo reconozco.
- ¿Ya estás descansando en tu casa? - Me pregunta.
- Sí... - Miento.
Sonríe, aunque no la veo.
- Buenas noches, Luka... - Me saluda.
- Buenas noches... - Solo digo, despidiendo lo que fue mi primer charla por teléfono con un amigo.
Guardo mi teléfono.
Y suspiro largamente sin dejar de mirar la ventana, por más que añoro estar en casa y con una ducha reparadora, tanto para mi sistema como cuerpo dolorido que me lo reclama a gritos.
Pero todavía no, por más que la noche avanzó bastante.
Me vuelvo acomodar arriba del árbol en que estoy trepado y que me da con su vista a la ventana de la habitación de la pajarito.
Vigilando, que ella esté bien.
Cerciorándome que nada le va a pasar, por este mar de dudas que agolpa mi mente con lo sucedido hoy y tantas de estas causalidades que se vienen sumando.
Y también, mi corazón.
Uno que dice que ama, porque se lo robé como el sueño.
Y hago una mueca, porque no entiendo mucho, pero sacando la prensa de un bolsillo y que le arrebaté sin que se de cuenta como mi tesoro, para contemplarla entre mis dedos.
Pero sí, lo del sueño.
Ya que, no lo tengo.
Chequeo la hora.
Y lo voy averiguar, yendo a la dirección que sí, descubrí por más que ausente sus análisis dentro de ese cajón.
El domicilio del director del Hospital en la madrugada.
Porque algo me dice, que ahí voy a encontrar el epicentro de las respuestas, de estas jodidas causalidades.
Unas que presiento que hasta el padrino, inclusive está metido...
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