CAPITULO 14
SARELI
- ¡Qué bonitas! - Aplaudo bajando las escaleras y notar, las hermosas flores que mamá arregla dentro de un envoltorio de papel satinado y color.
- ¿Verdad, que sí? - Sonríe feliz sobre la mesa del comedor y haciendo un pequeño paso hacia atrás, para contemplarlas sobre un jarrón también nuevo.
- ¿Son para la persona que vamos a visitar? - Pregunto por más que sé, la respuesta.
Ya que mamá está impecable con su vestido como peinado, lista para que lo hagamos.
Yo, casi lo estoy.
Tengo el pelo todavía algo húmedo por la ducha, pero lo resuelvo ya peinado y dejándomelo suelto con una prensa de pelo en forma de estrella al igual que mis super pantys bajo mis pantalones cortos con ese estampado en color amarillo y haciendo juego con la carterita en ese tono, que atraviesa mi pecho.
Y mamá, me sonríe al verme.
- ¿Lista?
- Casi... - Digo, apurando mis pasos a la cocina y regresar minuto después con algo que presta, María me alcanza al verme y agradezco con un beso en su mejilla.
Una hermosa cajita rosa y que dentro, tiene cuatro preciosos cupcakes de diferentes colores y sabores.
- No sé... - Le digo. - ...si puede, pero me parece bonito...
- Son hermosos y supongo, que si podrá... - Interrumpe mamá con amor, mirando mi dulce y esponjoso contenido y yo, cierro con cuidado y esmero su tapa.
Miro para todos lados.
- ¿Lucian nos lleva?
Y mamá mira su reloj pulsera, seguido de tomar el jarrón con las flores.
- Tendría que ya estar acá para eso... - Duda por la demora, ya que eso nunca ocurre. - ...tu padre lo ofreció, porque no quiere que tomemos un taxi...
Y en el momento que estoy por tomar mi móvil para consultarle, el sonido del coche se siente estacionando en la calle.
Corro a la ventana próxima y deslizando algo la cortina lo señalo, riendo.
- ¡Justo a tiempo! - Exclamo y mamá me levanta el pulgar de su mano libre muy alegre, ya que y pese a que, este mano derecha y estilo secretario personal que tiene papá y hasta se podría decir nuestra familia, tiene su vida también.
Pero siempre, está a tiempo para nosotros.
HORA ANTES, EN OTRO PISO COMO LUGAR PRIVADO Y AJENO A LA ENTRADA PÚBLICA DE LA SEDE DE ANDRÉS
El pequeño corredor a pesar de las luces dicroicas iluminando desde el techo, apenas lo hacen por no estar las generales encendidas, mientras Lucian y a la cabeza, conduce un grupo de tres hombres.
Estos y en su mutismo lo imitan con cada paso que hacen, pero sin dejar de mirar todo como mirarse entre ellos y sobre conclusiones, que solo sus mentes leen por conocerse de tanto tiempo, lo que es el ostentoso lugar sobre su interior y cada pared que los rodea, en exquisita arquitectura con sus maderas ébanos lustradas cada una y cosa que los rodea.
Pero se detienen al ver que Lucian, también lo hace a la única puerta cerrada que lleva este.
Misma como parte de esas paredes y por tamaño, igual en diseño de madera labrada y tallada.
- Por favor... - Le habla e indica, la única mesa y estilo adorno por su tamaño tras ellos. - ...dejen celulares o algún tipo de dispositivo si llevan. - Pide, señalándola. - No sería bueno, si cualquier cosa que se hable dentro, es grabada o filtrada.
Los tres hombres se sonríen por eso, pero obedecen y por turno, cada uno deposita el suyo sacando de sus bolsillos en la mesa, bajo la mirada silenciosa de Lucian.
Que al ver que finalizan y mirando minucioso al trío, les sonríe aprobatoriamente y con inteligencia, seguido a dos golpes suaves a la puerta, abrirla para ingresar.
La habitación es con lo justo de grande, pero lo suficiente para y sin ningún tipo de escritorio o mesas, con aglomeración de publicidades gráficas de su partido electoral.
Vacío.
Hay una con sus sillas de tapiz cuero y un amplio sofá de tres cuerpos, indicando que es su lugar personal y hasta privado.
De descanso tal vez y se podría decir, de reuniones que detrás de esas cuatro paredes no salen.
Pero Andrés, no está en la mesa y tampoco en ese sofá.
Se encuentra de pie y junto al gran ventanal, cual sus elegantes cortinas totalmente corridas lo hacen apreciar desde la altura que se encuentra, la impresionante vista que le regala de plena metrópolis de la cuidad.
Tampoco y aunque, viste como siempre traje de vestir de buen género.
Su corbata al igual que su saco, descansan sobre una de las sillas que compone el juego de la mesa.
Y su camisa totalmente abierta la zona de los primeros botones, despejando su cuello.
Gira al ver entrar a Lucian como los hombres y en ese silencio que continúa y es a modo saludo, hace unos pasos en dirección al sillón para tomar asiento y relajado con sus brazos extendido laxo sobre él y cruzando una pierna encima de la otra, mira los acompañantes de su mano derecha que siguen de pie y frente a él.
Su mirada, cual siguen ellos, la deposita ahora en lo que hay en otra baja mesa y separa a Andrés de los hombres.
Dos fotografías con imágenes de alguien y de lo que parece la misma persona, junto a una delgada carpeta al lado.
Un hombre.
Pero en diferentes circunstancias como lugares y con una temática en común.
Vestimenta oscura y no, mostrar su identidad.
- Quiero que lo encuentren... - Al fin habla y solo uno de los tres adelanta un paso, para tomar dichas fotos y mirar con detención lo poco que informan, desde la lejanía por las CCTV que lo hicieron y ángulos diferentes.
- ¿Alguna información más? - El tipo habla, tan serio como Andrés.
Es el más alto y Andrés supone que por ser el más grande de edad, parece de experiencia en ese rubro también.
Y Andrés con un gesto, pero sin moverse de su postura sentado y entendiendo Lucian, este toma la carpeta y lo abre para que el hombre tomándolo, vea las pocas hojas con información de su interior.
Cual, el extraño como sus compañeros ojean minucioso.
- Una serie de incidentes... - Prosigue Andrés. - ...están jodiéndome la vida en este corto periodo de tiempo que y supongo, es mi pronta elección electoral en el gobierno... - Con otro gesto, indica al hombre que voltee la hoja de la carpeta y que mantiene en sus dedos, cual obedece y lee lo que informa. - ...los noticiosos lo llaman mercader. - Lucian, asiente ante eso. - Y aunque y a ciencia cierta estoy seguro si es él, el que me está ocasionando problemas desagradables a mi estable vida... - Relata. - ...lo parece por el modus operandi en cuanto a su manera especial de trabajar o actuar, para alcanzar su fin propuesto. - Se incorpora serio. - Y conceder lo solicitado por el cliente.
Y el hombre solo afirma, ya que conoce y sabe de ese oficio.
De ese perpetrador silencioso y estilo guante blanco su leyenda, para cumplir sus cometidos con las siglas C-am y manejado bajo la orden de una mente maestra o tal vez, varios siendo un grupo de robo elite.
Algo así.
Tampoco le interesó hasta este momento que le ofrecen ejecutarla, porque no tuvo la gracia de cruzarlo, ya que en cosas como estas no hay un sindicato, pese y que se podría decir, que están en el mismo ambiente.
Mismo cimiento de árbol, pero diferentes ramas.
Se sonríe.
Porque en el que se maneja él como sus hombres, es oscuro y todo depende de lo que se da a cambio ante un trabajo.
Mismo, que sobre un lado del sillón y contra el suelo, Andrés lo saca y deposita en la mesita, donde antes estaba la carpeta como imágenes.
Un elegante maletín que voltea como desliza al hombre, volviendo a su postura relajada anterior y este, lo abre por él.
Mostrando al hacerlo que hasta la superficie y totalmente colmado su interior de dinero en una media denominación y alto valor.
- Habrá otro igual, cuando cumplan el trabajo. - Promete Andrés, bajo la mirada eficaz y silenciosa, pero testigo de todo y como siempre de Lucian, notando ambos como el hombre complacido, asiente con demás satisfacción. - Quiero que lo capturen si reconocen a la misma persona, pero... - Vuelve a indicar la carpeta con toda la información, mientras el hombre entrega el portafolio lleno de dinero a uno de sus colegas. - ...antes de hacerlo desaparecer, que me lo traigan a mí... - Lucian como los hombres lo miran atento y ante ese dicho.
- ¿Acá? - Pregunta el hombre por el lugar, que pese a ser privado no deja de ser su ubicación pública en plena ciudad. - Señor, eso no sería...
- Lo quiero arrodillado y vivo, ante mí... - Vuelve a formular, ahora de pie y caminando pausado por el recinto.
Los mira a los cuatro por sobre un hombro.
- ¿Será, un problema? - Sus ojos los deposita en el dicho maletín amenazando con ello y el trabajo.
Cual, el hombre niega.
- Por supuesto que no es... - Acata. - ...son sus órdenes. - Afirma eficiente.
- Perfecto, entonces. - Se vuelve contra el ventanal y como en un principio, volviendo a mirar por ella todo el paisaje citadino y dando como finalizada la entrevista.
Ya todo estaba dicho para él y bajo un saludo de cortesía rápido y discreto por los tres, se despidieron siendo conducidos por Lucian.
Que tras minutos prolongados después y bajo nuevamente golpes discretos entra, pero esta vez ya solo.
- ¿Conseguiste lo otro? - Dice, bien aparece por la puerta.
- Está en marcha, señor. - Responde eficiente.
- ¿Cuándo?
- Me lo confirmarán cuando se haya cumplido.
Y solo, afirma Andrés ante ello.
- ¿Vigilarán mi familia, también? - Vuelve a esos hombres.
- A partir de este momento, señor Leída. - Lucian asiente, mirando su celular.
Y otra aprobación se gana por parte de su jefe.
Porque, Andrés presiente pese a no tener pruebas definidas como concretas, que todo está ligado a un hilo conductor.
Un mentor, porque todo no es una jodida casualidad y por más que su inteligente cabeza trabaja horas extras.
Malditamente, todo está ligado para él.
Los sucesos de su hija.
El atentado de la fiesta.
El veneno a Julio.
Piensa.
¿Uno que el perpetrador quiso envenenarlo a él, pero al ofrecer la primer copa, la víctima fue Julio?
¿O el fin era ser los dos, pero Andrés dejando la suya sin beber para seguir la conversación con el aludido, evitó la intoxicación?
Frota su frente ante esas variantes, pero logrando quién sea, el mismo fin.
Que Julio dude y culpe de ello a él.
Y preguntándose por milésima vez desde su visita al Hospital.
¿Quién carajo, es la persona que maneja a todos como putas piezas de ajedrez en este tablero y a su total antojo?
Voltea a Lucian, mirando su reloj.
- Quiero que busques a mi esposa e hija y las lleves al Hospital. - Ordena. - Rose quiere hacer una visita de cortesía por lo sucedido a Julio y su familia...
- ¿Ahora, señor?
- En este momento. - Le confirma. - Ya deben estar esperando por ti. - Con su cabeza todavía analizando las dos cosas, que no puede sacar de su cabeza.
El condenado envenenamiento como la necesidad de ese papel, que lo confirma y que lo quiere en su poder.
Como estos hombres y el encargo.
Niega.
Y después de tanto años, volver a cosas como de este tipo, cuando ya las creía enterradas.
- ¿Son de confiar? - Pregunta estúpida de su parte, ya que conoce a su mano derecha, pero el cabecilla por más que es la primera vez que lo ve, le llamó su atención sin saber el motivo.
- Sí, señor. - Lucian aprueba y girando sobre sus pies para ir en dirección a la puerta para acatar su última orden de buscar mujer e hija.
Dejando solo a Andrés y sus pensamientos profundos.
Unos, rememorando ese pasado nefasto y que fue cómplice.
Y presintiendo que viene en el tiempo, hora y momento indicado.
Su corazón y mente, ahora en Rose y Sareli.
Por él...
C-AM
Sin dejar de masticar mi chicle, miro todo lo que es en mi segunda vuelta en una motoneta, este predio con su diseño como construcción de este nosocomio con sus casi dos manzanas de metros cuadrados.
Observando sobre unos lentes de ver que me puse, en detalle y acomodando mejor la gorra negra que llevo puesta, la cantidad de pisos en su altura que lo compone.
¿Lo malo?
Que es jodidamente enorme, maldita sea.
¿Lo bueno?
Mi vista y al estacionarme, se clava a metros de distancia de la entrada principal.
Que solo dos guardias de seguridad a la vista, tanto en la puerta de acceso como la cabina del estacionamiento.
Poca.
Pero sin olvidar las CCTV en ellas como partes estratégicas en su interior.
Y por ello, alisando la chaqueta de delivery que tengo y descendiendo de la moto con el plóter rosado del logo de la misma, tomo del compartimento trasero la canasta con souvenir de cosas dentro como de globos alegres de color y forma en su helio y atados a ella, mientras subo los primeros peldaños en dirección a la puerta y saludando al primer guardia sin que vea de lleno mi rostro, con un golpe a mi visera introduciéndome en el interior.
El recibidor principal me acoge y atestado de gente.
Y con eso, lo que esperan ser atendidos en la mesa de recepción delante mío y por ende.
Mierda de pérdida de tiempo que no me sobra.
Hacer fila a esperar mi turno.
No tengo idea el nombre del implicado para la sustracción.
Solo en padrino me pasó vía mensaje, el número de su habitación.
Una vip.
Pero no será difícil averiguarlo, una vez que sea mi turno, cual llega sobre una sonrisa agradable por parte de la recepcionista y yo.
Dibujando la mejor mía y recolocando mis lentes, también le regalo.
- Obsequio para la habitación 152. - Pongo la canasta de presentes entre la chica y yo, arriba del mostrador, evitando su vista de lleno sobre mí.
La miro entre las pequeñas, pero tupidas florcitas y que me encargué de seleccionar personalmente con ese fin, cuando las compré en la florería junto a los chocolates y globos.
- Por favor... - Turno de mi segunda mejor sonrisa y la muchacha la recepta, el rubor súbito de sus mejillas me lo dice.
Y sonrío, tras la jodida canasta más.
Perfecto.
- Un momento... - Su mirada baja al teclado, pero siempre bajo esa sonrisa que no abandona su lindo rostro. - ...debo avisar...
Me tiro sobre el mostrador amistoso, masticando mi chicle y ahora sí, al verificar la CCTV del sector y a un lado, haciendo girar mi gorra para que su visera tape ese ángulo de mi rostro a ella, pero de lleno mi cara a la muchacha, volviendo a mi sonrisa número uno, corriendo algo la canasta al punto de la cámara de vigilancia también, para luego con mis brazos apoyados totalmente en la mesa y junto a mi barbilla, descansando entre estos.
Y mirarla entre seductor y diligente en mi trabajo.
- ...podría llevarlo yo personalmente al piso y te desligo de esa fatiga... - Me ofrezco.
Su risita y subiendo dos tonos más su rostro por mi descaro, la tienen confundida.
- No puedo, es una habitación vip del piso 7... - Se justifica facilitándome la ubicación sin que lo sepa, levantando el intercomunicador para avisar lo que malditamente sé y por eso, todo este teatro.
Pero para entrar a ese sector, necesito que alguien me abra la jodida puerta de acceso denegado a personas ajenas a ese piso exclusivo.
- Bien... - Solo digo a sus palabras y entregándole la canasta, cual las toma con sus manos y bajo sus palabras que ya, alguien en algún momento va bajar por ella, cual me apuro y disimulando que voy a la entrada ante su mirada y con ayuda de personas caminando en el lugar escondido, volteo en dirección a las escaleras de emergencias.
Subiendo estas, me voy deshaciendo de la chaqueta de mi disfraz como volviendo acomodar nuevamente la gorra para adelante y volviendo a bajar algo esta, al toparme un grupo de enfermeros descendiendo las mismas y conversando entre ellos animados, sin reparar en mi presencia con atención.
Dos pisos más arriba y saliendo por el nexo, encuentro en el amplio corredor lo que necesitaba y ver que la encargada que lo empuja, es llamada por una doctora con urgencia tras una puerta a medio asomar, con la necesidad de su presencia y ante las exclamaciones que un paciente vomitó en su interior.
Cual, corre abandonando el carro de limpieza y solo tomando un par de cosas de él, mientras yo sacando de este otro par de guantes de látex me los pongo mientras encuentro bajo este y entre tantos productos de limpieza, una chaqueta con el uniforme de higiene y me dirijo ahora sí, al ascensor próximo sacando mi gorra y haciendo hacia adelante mi pelo como escudo, agradeciendo el paso a gente dentro por algo de lugar y mi cabeza a gacha por las siempre cámara dentro.
SARELI
- Puedes regresar, Lucian. - Siento que mamá le dice al secretario de papá, al estacionar el coche a la entrada del Hospital y mientras descendemos. - No sé, cuanto nos tomará y con Sareli, podemos volver en taxi. - Le ofrece agradecida al alcanzarle el jarrón con el bonito ramo de flores.
Pero Lucian niega, desde el volante y servicial.
- El señor Leída no me necesita, señora. - Acota, mirando el lugar por su ventanilla. - Buscaré un mejor lugar y esperaré...
Y mamá no se lo niega y accede sonriendo, mientras toma mi brazo y nos dirigimos a las escaleras de la entrada principal.
- Ay...que linda motoneta rosita... - Exclamo y le señalo una estacionada a pocos metros de una agencia de delivery.
Su color es mi favorito y me hace pensar la idea de preguntarle a Siniestra de permitirme pintar la bicicleta de ese color.
O tal vez, mejor aún.
En comprar una así, para SugarCream y hacer mis dulces entregas a domicilio en una igual.
Como también.
Si Luka y al ser algo menos inestable ante mis pedaleadas, se animaría a montarla y que lo lleve.
Y de golpe, tengo la necesidad de hurgar mi carterita amarilla para buscar mi celular y llamarlo, para saber como anda, ya que no pudimos concretar nuestra salida al cine.
Ok.
Sonrío divertida.
Una salida que yo solo quería y tipo lo acosaba a Luka, cual mi amigo friki me negaba.
Pero ya dentro y en la mesa de recepción, donde nos atiende una bonita chica junto a otra bonita canasta con dulces y globitos alegres como de colores atados y flotando en ella, me hace dudar y hacerlo más tarde.
Mamá se anuncia, cual lo verifica la recepcionista con el teléfono y tras colgar, nos dice indicando el ascensor que ya bajan por nosotras, siendo el piso 7 y habitación 152 , porque ya viene en camino y con mi madre la miramos curiosa.
- Un delivery con este obsequio... - Señala la canasta. - ...un encargo que no estaba registrado por visita y por eso, alguien viene por él. - Nos explica.
Oh.
MINUTOS ANTES, EN LA HABITACIÓN 152
Julio no está en esta.
Los pies entumecidos de tanta cama como su brazo enyesado, lo estaban molestando y pidiendo a gritos que caminara algo.
Y las cuatro paredes ya le estaban quedando chicas entre sus pensamientos y reflexiones con todo lo acontecido.
Decidiendo optar por más réplicas de Ana y Miel, en hacerlo fuera de esta y conformándose por el amplio corredor de ese piso.
Más bien, hasta y donde sus pies propios del cansancio por los fuertes remedios le permitían, para subsanar el invasivo veneno.
Casi al final de él y sentado en una de las blancas como pulcras sillas junto al único ventanal.
Observando fuera, al día radiante y despejado que hacía.
Pero, con su mente puesta en algo que lo estaba atormentando y precursor de su motivo de internación.
La droga que le suministraron.
Envenenar a alguien podía ser fácil.
Si explorabas bien, hasta el buscador de internet te daba cientos de opciones para ello.
Pero lo que su análisis detallaba, iba más allá de lo que la red te puede decir.
Si no sabes de la materia.
De la medicina.
Más bien, de una rama de ella.
La composición química.
Un farmacéutico.
Un profesional de la salud y encargado de tales, piensa Julio.
Un químico en esa área en la fabricación, desarrollo, calidad e investigación de ellas y por ende.
Niega.
No puede ser Andrés o más bien, se lo encargó a alguien que sí.
Ya que las perfectas dosis de lo que le suministraron, fue por alguien con dotes experimentadas a esa vocación y con un grado universitario en Farmacia y por especializarse en esa rama concretamente.
¿Pero, quién?
- Tienes visita... - La voz de Miel lo saca de sus reflexiones, apareciendo frente a él.
- ¿Quién? - Murmura con muy pocas ganas y aún, con su vista en el ventanal.
- La esposa e hija de Andrés. - Miel responde, cual al sentir ello, Julio presta atención.
- ¿Ellas? - Solo la vio un par de veces a la mujer de Andrés siendo jóvenes y mala época.
Hermosa mujer al igual que su corazón.
Pero uno, con dejo de tristeza y por no cumplir en esa época su deseo de madre y cual, él ante los ruegos de Andrés cumplió.
Deseo que hoy debe tener aproximadamente 24 años y ese tiempo sin que sepa Rose, la va a volver a ver convertida esa bebé que él robó en toda una mujer.
Amargura y culpabilidad, envenenado más su organismo.
- ¿Ana? - Pregunta por su mujer entregado y ante no poder rehusar esa visita, pero buscándola. - ¿En mi habitación? - Al no verla con ella.
Y Miel niega.
- Fue a la cantina por algo de comer. - También le miente, ya que Ana aunque sí, bajó, no lo hizo a la cantina.
Si no, por otra cosa.
- No deberías dejarla sola. - Se queja por eso. - Sabes que ella no está mejor...su hígado... - Poniéndose de pie, procura ir por ella.
Pero la enfermera lo detiene.
- Julio lo sé y mejor que tú, pero su ánimo está bien y necesita por más enfermedad, estar en sus ratos sola como adulta que es. - Le reprocha y señalándole el lugar. - ¿Olvidas, dónde estamos? Si tiene una recaída, es el mejor y el tuyo, Julio. - Lo lleva a su habitación. - Tengo que ir por la visita, porque aparte han dejado algo para ti y si quieres, después busco a Ana en la cantina.
- ¿Obsequio? - Pregunta curioso y ya dentro, mientras lo ayuda por su brazo enyesado a acostarse y taparse con la fina sábana.
- Eso me dijo la recepción... - Se encoje de hombros, alisando el largo de ella y que está cómodo. - Supongo alguien que se enteró de tu internación y te manda sus buenos augurios...
Y sin más, lo deja unos momentos solo para ir al corredor nuevamente, pero dirección contraria dónde lo encontró.
Su tarjeta de acceso se desliza por el escáner de la puerta principal del piso, pero al abrirse esta, golpea con un carro de limpieza empujado por un muchacho del servicio de limpieza.
- Perdón... - Le formula este, muy tímido sin dejar de trapear el pasillo con su vista al piso y con aire avergonzado, intentando hacer paso a la enfermera con el carro moviéndolo contra sí y la puerta, procurando darle espacio.
- No te preocupes... - No le presta mucha atención Miel.
Está apurada.
Tiene que atender a la esposa e hija de Andrés mientras que las conduce aquí nuevamente, como traer ese obsequio de vaya a saber quién.
Y luego.
Exhala aire, viendo largamente como el muchacho continúa afanoso con la limpieza interrumpida, ahora con trapo en mano.
Buscar a Ana, que la espera ya en la planta baja.
C-AM
Mi mano no deja en círculo y una como otra vez, limpiar un sector vidriado de un lado mientras veo a la mujer desaparecer con pasos apurados.
Y resoplo aliviado.
Siempre con mi cabeza baja.
Al notar que las puertas del ascensor y al cerrarse desapareció con ella dentro, para alivianar la fuerza ejercida de mi otra mano, reteniendo con el palo de trapear y oculto a su vista por el carro tras mío.
La jodida puerta que ante su salida y nuestra confusión armada por mí, apropósito y presto atravesé para que no cerrase y acceda al interior del piso vip.
Y ni me molesto en ingresar con el carro.
Ya dentro y caminando por el pasillo de este piso, busco lo que sería la condenada habitación donde se guardan los análisis.
MIENTRAS TANTO, EN LA PLANTA BAJA DEL HOSPITAL
Ana al ver a Miel salir del ascensor y contestando a un mensaje de texto, va hasta ella.
- ¿Y bien? - Formula expectante.
- ¿Ana, estás segura? - Le dice no muy convencida, pero el rostro de ella afirmando es su respuesta.
Están ambas a mitad de la gran recepción y entre mucha gente pasando, tanto cuerpo médico como personas.
Desde la distancia Miel puede ver a Rose como su hija sentadas a su espera y con un bonito jarrón con flores y la muchachita de pantys amarillas con una cajita rosa en su regazo, que supone que son para Julio.
El motivo, cual Ana estará ausente, es beneficioso y Miel lo sabe.
Aunque ya sabe de Araceli e hija de su amiga, no es propicio que todavía la vea.
Pero.
Maldición.
La razón y siendo una excusa a Julio, lo de comer en la cantina con independencia no la seduce mucho y por más que días antes el padrino y ante el pedido de Ana de verse, le dijo que sí.
Un sí, que va ser en este momento y ante la confirmación por él mismo a través del móvil.
- Él está afuera, en los alrededores del Hospital... - Le dice, ratificando lo que tanto Ana quería.
Encontrarse con él.
- ¿Cómo lo voy a reconocer? - Ella le consulta, mientras Miel la acompaña a la salida y lejos de la recepción.
- No te preocupes... - Suspira. - ...él lo hará por ti, Ana... - Es toda su respuesta, abriendo la puerta por ella y mirándola.
¿Eh?
C-AM
No son muchas habitaciones.
Algunas vacías y otras ocupadas.
No fisgoneo, pero siento las conversaciones por más que no llegan a mi oído, dentro y con cada paso sigiloso que doy.
Diviso un enfermero y un médico en lado contrario del corredor que camino, pero abriendo una puerta que tras mirar sobre la ventanilla y notar su interior sin personal, me introduzco.
Parece un consultorio.
El escritorio y la camilla como una bata colgada de un perchero, me lo confirma.
Cual, deshaciéndome de la chaqueta de aseo y lanzarla dentro del armario, la descuelgo para ponérmela, seguido al estetoscopio alrededor del cuello y recolocando mejor mis lentes falsos en el puente de mi nariz, para salir nuevamente.
Sigo caminando por el pasillo y ante más doctores, pero acompañados de familiares de pacientes, robo de una de las puertas que cuelga, la tablilla de informe médico de uno para disimular leerlo al cruzarlos y les sea indiferente mi presencia.
Hasta que desaparecen de mi vista y vuelvo a mirar los consultorios y en el segundo, cual me asomo, parece el correcto.
Y solo hay una enfermera de mediana edad dentro como muchas pareciéndome familiar, ya que todas parecen iguales por su uniforme, pero muy concentrada en sus papeleos que lee en el fondo de la habitación.
Le doy la espalda y como si fuera uno más, abro un cajón del mueble de archivos, buscando con la historia clínica de la habitación 152, guiándome por la numeración.
- ¿Busca algo, doctor? - Y mierda, su voz la tengo en mi espalda y finjo susto al darme vuelta.
- ¡Dios! - Actúo sobresalto y llevando mi mano al corazón, pero en realidad para tapar a su vista el nombre del dueño de la bata, bordado en el bolsillo. - Perdón, es que hoy empecé en esta área... - Le murmuro.
Es la misma enfermera de antes.
- Nos han dicho que vendrían unos residentes nuevos, pero no cuando. - La enfermera intenta memorizar eso, pero hace un gesto divertido restándole importancia. - Pero, debe ser el doctor... - Me mira curiosa e intentando ver mi pechera de la bata con mi supuesto nombre y que, aún tapo por el susto con mi mano.
Rayos.
- ¿Amadeo? - Me dice tras buscar una planilla y relee una lista de los supuestos ingresados, para luego mirarme.
¿Con cariño?
Ni idea.
Porque, estoy pensando en ese apellido.
No puede ser.
Sacudo mi cabeza.
Jodida mierda...
- Sí. - Lo confirmo, ya que no me queda otra y ante su mirada esperando.
- ¿Entonces, busca? - Su vista está en el cajón abierto.
- El paciente de la habitación 152. - Pido.
- Ah...lo del director. - ¿Qué? Y niega. - No lo va a encontrar, lo sucedido con él y por la tanto su internación, lo tiene él mismo en su habitación...
Notando que carece de cámaras esta habitación, la miro a placer como curioso y ante eso, la enfermera se sonríe.
- Es realmente nuevo, doctor Amadeo... - Baja su voz. - ...el presidente y dueño del Hospital, sufrió tras un atentado en una fiesta de un colega, envenenamiento... - Me explica, para que yo solo escuche. - Y no solo...se salvó de ello, gracias a la actuación rápida de los médicos del nosocomio con su pronta internación, también de morir por casi caer al vacío desde la terraza salvado por alguien... - Me mira. - ¿Puede creerlo?
Ya no escucho.
Mi cerebro no me lo permite.
Y solo asiento a lo que sus labios veo y que, por seguir hablando se mueven.
Y justifico mi ligera partida a tientas y sueltas, abriendo la puerta para retirarme y siendo la primera vez.
Camino por el corredor nuevamente y buscando la numeración 152.
¿Será él?
¿Tanta casualidades?
Miro otra habitación, es la 119.
No, no es esa.
¿O causalidades?
Otra, la 116.
Tampoco es.
Pero reitero y sobre mi cerebro con las palabras de la enfermera, diciendo que él tiene su historial clínico.
Y me detengo frente a la habitación 152 al localizarla.
Que va ser la primera vez.
Miro a través de la ventanilla de vidrio y al escuchar como en las otras anteriormente conversación, pero acá una voz tan familiar en mí.
Que no voy a poder cumplir con este trabajo.
Al notar.
Jodida y puta causalidad.
A la pajarito con una señora hablando dentro, mientras busca algo de su carterita.
Y con el hombre que salvé en el atentado...
Pero dos cosas, llaman mi atención.
Mi celular sonando en ese instante desde mi bolsillo de mi pantalón.
Seguido a algo presionando mi hombro de golpe y con mucha fuerza que me hace voltear.
Dos hombres de seguridad, sorprendiéndome y la enfermera de momentos antes señalándome.
Continuo a la mano de uno, tapando mi boca mientras soy empujado y siendo llevados por ellos.
Cual, obedezco sin titubear y ante lo que miro por última vez, mientras me dejo manejar sin pelear y notando como la pajarito con su mano el aire y ahora de pie curiosa, camina a la puerta por llamar a mi celular y suena del otro lado, mientras me llevan.
Dios.
Que no salga.
No y no...
MIENTRAS, EN EL ALGÚN SECTOR DEL ESTACIONAMIENTO DEL HOSPITAL
El padrino sale del coche, para respirar algo de fresco.
Lo necesita por dos preguntas y a suceder.
¿Es el padrino?
¿Y hora de verla?
Y más, después y ante la afirmación que le dio a Miel para cumplirle el deseo a Ana.
De verse.
Suspira.
Y después, de tanto tiempo.
Ama la libertad.
Todo lo que sea referente a ella y eso implicaría, extrañar su viejos pantalones cortos como chinelas y las holgadas camisas Hawaianas cuando se cambian ambos, al llevar ahora un traje de vestir.
Impecable como el peinado riguroso que lleva, lejos de su siempre pelo revuelto y despeinado, cual por tal escena que va a acontecer, no puede evitar verificar si continúa de tal forma en el reflejo de la ventanilla de su coche.
Y sonríe al notar que está intacto, ya que también su día todavía no terminó.
Muchos autos estacionados como gente caminando por el predio hospitalario, pero tras dar algunos pasos, imposible que no note.
La emoción, lo embarga por viejas épocas.
La frescura como belleza de Ana, caminando sin saber donde y a metros de él de distancia.
Buscándolo, aunque ella no lo sepa.
Y el padrino, se toma ese pequeño privilegio de por tan solo un momento.
Un pequeño y de placer momento, olvidando todo.
De contemplarla y seguirla pasos detrás sin que lo note, como cuando eran todos jóvenes.
Época adolescente de muchos y Ana, convirtiéndose en toda una mujer y lo que el futuro le pronosticaba.
Esa belleza natural, que le haría perder la cabeza a cualquier hombre.
Sonríe con orgullo.
Y gran parte su hijo C-am.
Sin que ella como él lo sepa, lo heredó.
Y el padrino se apoya sobre su hombro en una pared lateral, en el momento que Ana siempre curiosa y buscándolo, voltea hacia él y sus miradas se encuentran.
Y tiene que usar de su fuerza ante el impacto y la sorpresa, en ayudarse en la misma pared, pero metros distanciándolo.
Jadea, obligando a su otra mano libre en tapar sus bonitos labios, el grito que la consume de susto como sorpresa y quiere salir al reconocerlo.
Lágrimas nublando su vista la hacen bellamente angelical y de un azul más intenso sus ojos, provocando que el padrino, también que la emoción lo domine y golpee fuerte su corazón, pensando que cuando la vio en la fotografía tomada por Fiorella en esa cafetería, la cámara no le había hecho justicia.
- Tú... - Logra balbucear Ana, bajo su llanto contenido.
Y el padrino solo hace dos pequeños pasos, midiendo su reacción por acercarse.
-Sí, Ana...soy yo... - Le dice.
Sin dejar de mirarla...
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