CAPITULO 12

C-AM

El acceso de seguridad de la puerta, se abre con mi código recibiéndome el pequeño recibidor sin nadie en él.

Habitación que también se podría decir, que cumple la función de cocina en un extremo por estar equipada de cosas para ello y que sobre la mediana mesada, delata por la innumerable cajas vacías de pizzas con paquetes de frituras, latas de gaseosas abiertas como desparramadas y hasta una tirada sobre el borde de la misma, que aún gotea manchando el piso.

Y resoplo por eso, acercándome y hasta acomodando esa lata a medio tomar, poniéndola bien.

El basurero de siempre y lo mismo de tal, como plan alimentario del padrino toda su vida.

El silencio llama mi atención, pero no me sorprende al ver en la puerta contigua cuando la deslizo, que él no se encuentra en la oficina.

Y me desplomo en el sillón a su espera, acomodando mi hombro herido y jugando con un adorno entre mis manos de la mesa baja, donde apoyé mis pies uno arriba del otro haciendo tiempo.

Supongo que por algún trabajo pienso, mientras miro todo y roto mi cuello por lo entumecido que siento mis huesos por tremenda golpiza y aterrizaje de anoche.

Pero mis ojos se detienen sobre mi ejercitación, en el escritorio del padrino y me quedo meditando.

En realidad, tratando reflexionar o más bien recapitular una de muchas cosas que me asaltan ahora.

Y me incorporo sin soltar el adorno como mi vista del escritorio, como si ese pedazo de madera con patas me diera la respuesta de todo.

Uno que, ni yo a ciencia cierta sé bien que puede ser, pero jodidamente indago entre mis recuerdos por tal.

Rodeo el escritorio y en la superficie lo de siempre, que pese a la inmundicia de comida que se alimenta el padrino, su lugar de trabajo impecable.

Computadora, lapiceros, más adornos y hasta unas carpetas prolijamente una arriba de la otra.

Y hasta el portarretratos y única imagen de nosotros, años atrás sacada por alguien.

No recuerdo por quién, ya que éramos niños, pero sí, nuestras únicas vacaciones como familia en algún lugar del mundo.

Tomo asiento en su sillón.

Pensando.

Y sin dejar de mirarlo unos segundos, hasta que por las rueditas me deslizo de un extremo del escritorio al otro con mi vista en esas carpetas, para luego en sus cajones perfectamente cerrados.

Duda existencial y tentado por más que mis dedos juegan en mis labios, de abrirlos.

- Hazlo... - La voz del padrino apoyado contra la puerta abierta me dice, terminando de secarse el rostro con una toalla de mano.

Podría decirse que recién se levanta de una siesta, pero más bien noto por su atuendo desprolijo que salió y recién vuelve, necesitando un aseo urgente.

Me apoyo del todo en el respaldo y lo miro.

- ¿Debo?

Se sonríe, refregando más la toalla en su rostro, para luego dejarlo sobre su cuello caminando a la habitación contigua y sin moverme, veo como abriendo una caja vieja, saca una porción de pizza que también parece arcaica por el dudoso color del queso, cual huele y con gesto satisfactorio le da una primer mordida viniendo nuevamente hasta donde estoy.

Toma asiento en el sofá que estaba antes.

- Te entrené para eso ¿no? - Mastica relajado. 

- ¿Por mis preguntas? - Digo por mis dudas.

Niega, dejando la porción a medio comer en la baja mesa y se limpia con la misma toalla la boca.

- Por tus respuestas C-am... - Me corrige.

Me cruzo de brazos.

- ¿Por qué, hiciste que Fiorella me siguiera? 

Su turno de cruzarse de brazos.

- Para protegerte. - Como si nada. - Estas trabajando en un lugar a rostro descubierto y si una persona llega a reconocer tu cara, eso es peligroso y por más que mantengas... - Mira mi vestimenta y gorro ñoño. - ...un perfil bajo... - Se sonríe con inteligencia.

Lo comprendo, pero... 

¿Por qué, siento que falta más?


EN EL HOSPITAL, MOMENTOS ANTES...


La puerta de la habitación se abre por Andrés y Julio al verlo, mira a Miel.

- Aprovecharé para almorzar... - Dice esta, dejando la silla como revista que leía y saliendo para dejarlos solos.

- Te ofrecería mi ayuda, pero es tu Hospital... - Es su saludo y notando su brazo enyesado, tomando asiento en la silla que dejó Miel. 

- No hace falta. - Julio murmura, sin dejar de mirarlo y Andrés dibuja una sonrisa por su dicho.

Se relaja mejor sobre la silla y acercándola más a la cama que se encuentra Julio, continuo a alisar su corbata del impecable traje que viste.

Aclara su garganta y viendo que nadie asoma a la puerta alejada de la habitación y que quedó a medio cerrar, habla.

- Lo de anoche... - Murmura.

- ¿Mérito tuyo, verdad? - Lo interrumpe Julio con sus ojos como su cuerpo en la cama.

Tiesos en él.

- ¿El atentado? - Andrés pregunta y Julio niega.

Se señala.

- El veneno... - Los resultados no salieron, pero como excelente médico que es, reconoce los síntomas o en su defecto, una droga para matar a un elefante por la dosis.

Y ahora, es el turno de Andrés de quedar estático.

Pero sus piernas como resorte y si tuvieran vida propia y ajena a su cerebro, lo hacen poner de pie de golpe sin dejar de mirar a Julio.

Y la corbata que momentos antes acomodaba prolijamente, los dedos de su derecha la aflojan, recorriendo con su ojos la longitud horizontal del cuerpo bajo las sábanas de él.

- ¿Veneno? - Vuelve a repetir sin antes nuevamente, mirar a la puerta para saber que siguen solos.

Y Julio lo escanea analizando, para luego mirar al gran ventanal de la pared del tercer piso que se encuentra.

- La copa que me ofreciste anoche... - Murmura sin sorpresa. - ...tenía un tóxico o un narcótico. - Vuelve su vista a Andrés. - ¿Advertencia o mal cálculo? - Le cuestiona, sin atisbo de miedo.

Más bien, recalcando su nefasto error.

Y Andrés no contesta, causando que Julio niegue silencioso y cansado.

¿O tal vez, desengañado?

El exmilitar, se limita a caminar sobre sus pasos por el recinto pensativo y juntando sus conclusiones.

Julio no tiene idea, tampoco le interesa y retoma su vista al ventanal, acomodando pese al dolor insipiente de su brazo enyesado, mejor su postura semi sentado.

Solo suspira y pensando, más que en este enemigo que lo tiene a metro y medio, sin saber qué es capaz de hacer, aunque anoche ya dio señales.

En el otro.

Observa su brazo enyesado y que por unos buenos par de meses lo va acompañar.

El de la capucha y vestido de negro, que lo salvó de su muerte anunciada.

Y con una docenas de preguntas emergiendo en su cerebro, pero no es momento de pedir explicaciones a Andrés.

Ya que como dice el refrán, mantén a tus amigos cerca, pero a tus enemigos más.

Las respuestas tiene que buscarlas desde otro origen.

¿Quién era ese muchacho, porque exudaba juventud por más que el tóxico hizo su efecto?

Mira a Andrés.

¿Quién, lo suministró tal?

Prosigue su vista en él.

¿Y quién fue la mente maestra de lo ocurrido anoche?

Siendo un beneficio o no...

SARELI

El periódico del día dejado por Roger sobre el mostrador, hace que casi suelte la bandeja de mis amados cupcakes que acomodaba con mucho amor en el exhibidor de la emoción, al notar la portada principal en grande lo que decía.

Babeo.

Más bien, lo que vi.

Provocando un chillido fan, haciendo mis manos como puños en mi pecho y acompañado de saltitos de alegría sobre mi lugar mientras tomo el periódico, asustando a Siniestra desde la caja registradora dando su cambio a un cliente, que Roger sonría, negando divertido y Luka lo saque de su super concentración de barrer un sector de la cafetería y me mire.

Dios este chico, con su introvertida timidez.

Medio encorvado y algo asustado, por mi mega exabrupto de enamorada.

- ¿Qué? ¿Qué, sucede? - Karla viene hasta donde estoy alertada, por más que la sonrisa idiota que tengo y muerde mis orejas de felicidad.

- Necesito unas tijeras... - Es mi ansiosa respuesta, buscando por abajo del mostrador y alrededores y sobre mi inclinación, asomo mis ojos suplicantes a Roger con mi dedito en la gran fotografía de la portada en el mostrador. - ¿Puedo recortarla, Roger? - Junto ambas manos como ruego y miro también a Siniestra. - ¿Puedo? ¿Puedo? - Suplico con esa postura y por más incomodidad de mi disfraz pollo así.

- Todo tuyo. - Me responde este buenazo alemán con su carácter, tomando unas bandejas vacías de panificación para llevarlas atrás.

Y otro chillido de alegría no se hace esperar por mi parte, encontrando unas tijeras y comienzo con mi labor concentrada de recortar prolijo la gran imagen.

- ¿Pero, qué es lo que tanto deseas? - Karla se asoma sobre mi hombro curiosa para ver.

- ¡Esto! - Exclamo radiante y sosteniendo con ambas manos la foto ya cortada, apenas conteniendo mi felicidad, notando como Luka se acerca a nosotras de a poco y sin dejar de barrer, pero absorto en ello como si fuera la cosa más maravillosa eso y a su vez, ganándome una levantada de ceja de Siniestra sin comprender.

Cruza sus bonitos brazos sobre su pecho, procurando analizar la imagen que sostengo con tanto.

¿Dije amor?

Aún en mis manos.

- ¿Eres fanática de lo policial, cariño? - Me dice, procurando encontrándole la vuelta a la foto.

Una que reconozco con el atentado de anoche, medio mal enfocada desde un punto alto por una cámara de CCTV del salón.

Pero sobre su opaca imagen captada, posición, el caos y esa nebulosa blanca por culpa del humo.

Y mis dedos van si mi permiso a mi labios ante el contacto de los suyos por ese beso robado, que no vi, pero sentí...

Se distingue la silueta negra por la vestimenta que lleva con su siempre rostro oculto, de ese amor imposible que tengo con ese chico ladrón o lo que sea y que, si mis megas conclusiones no me fallan, es el mismo del robo de la bicicleta y lo sucedido en la tienda con mis adoradas pantys naranja chillón por decirme pajarito.

Y muerdo una uñita feliz, casi desnudando la imagen, girando a Siniestra mientras Luka.

Sin dejar de barrer a paso babosa, se acerca más.

- ¡No! - Niego riendo. - Lo policial, no... - Mi índice machacado momentos antes, señala a mi chico ladrón. - ...a él... - Suspiro enamorada.

Y Karla toma la imagen por mí, para desplegarla sobre el mostrador y apreciarla mejor.

- Parece joven... - Murmura sin dejar de mirar la foto.

- Lo es... - Respondo, mordiendo mi labio entusiasmada y casi desmayada sobre el papel.

Infantil, lo sé y Karla se sonríe, siguiendo con su análisis.

- Saludable también... - Acota divertida, que de lo poco que se percibe, denota el chico ladrón un muy buen estado físico con su porte y postura de lado, en lo que la cámara captó desde su ángulo.

- Sí... - Suelto nostálgica, comiéndome las ganas de contarle tantas jodidas y lindas causalidades, mientras ojeo como Luka se palpa su vientre plano por sobre el delantal de conejitos y un brazo escuchando eso.

¿Se está tocando sus músculos?

¿Y eso?

- ¿Qué haces? - Me olvido por un momento de mi adorado chico ladrón, para mirar a mi nuevo mejor amigo, apoyando mi barbilla en un puño.

Y tomándolo por sorpresa, hace una serie de flexiones muy tímido, que dan ganas de tomar sus mejillas y apretarlas por lo lindo que lo hace a mi amigo friki.

- Nunca...antes barrí... - Se justifica avergonzado, subiendo dos tonos su rostro. - ...y me duele, los brazos y hombro herido... - Titubea con cierto aire de disculpas.

Y sonrío, rodeando el mostrador y tomando la escoba por él.

- Encárgate del cliente, mientras yo termino... - Formulo, indicándole uno que se acerca por un pedido.

Sí, lo malcrío.

Pero mencioné antes, que iba a ser aparte de su nueva mejor amiga.

También una especie de tía consentidora, aunque creo que tenemos la misma edad y por más que no entiendo, como ocultando muy bien ese cuerpo trabajado que lleva bajo esas prendas sueltas y ñoñas, es tan frágil.

Me encojo de hombros.

C- AM

 La pregunta de la pajarito, me tomó desprevenido, mientras me acercaba sigiloso para escuchar que decían de mí.

Pero rápido, hice lo que mejor se me ocurrió y fue fingir que con la escoba, era mi primera vez y mi dolor de hombro.

Sonreí para mis adentros, mientras vino a mi auxilio.

Si supiera que el Kendo es parte de mí, por las exhaustivos entrenamientos por parte del padrino de temprana edad.

- Según el titular, lo llaman el mercader o pecador... - Karla habla sin dejar de mirar la imagen capturada de mí, anoche por una de las cámaras de seguridad.

No me preocupo y sabía de su paradero como ubicaciones del resto, contándolas en el salón y eludiendo las peligrosas y cual corrieran en riesgo mi identidad.

Pero, disimulo mi interés mientras preparo el café del cliente.

Y la chica pollo deja de barrer para acercarse a Siniestra, que gira sobre el mostrador el periódico recortado para que lea.

- Por lo que mencionan, es conocido en el ambiente del hurto haciendo favores, pero con muy buen nivel adquisitivo en el timo y sustracción... - Acota.

Mierda.

- No entiendo...qué quiere deci... - El sonido del vapor de la máquina cafetera, haciendo la espuma de leche, la interrumpe y me mira.

Me encojo de hombros con una sonrisa tímida.

Cualquier cosa, menos que sigan con esa conversación.

Pero, persistente la pajarito.

- ¿Qué es eso? - Prosigue.

Maldición, farfullo derrotado y yendo por una porción de pastel que anexa el cliente.

- Por lo que dan a entender y tomándose hasta como una cierta leyenda urbana, pero real... - Karla explica, releyendo el periódico. - ...roban artículos de posesión por mandato e interés de un cliente y sobre un acuerdo monetario alto por los sofisticados encargos, sean de índole público o no. - Carajo. - No dan a conocer su identidad como clientes... - Sigue leyendo. - ...y bajo el desarrollo de entrega a su manera con tiempo estipulado...

- ¿Son famosos? - La pajarito, habla.

- Parece... - Responde Siniestra, pero mira profundo a Sareli. - ...cariño, este tipo de cosas seguro existen, porque también lo está la corrupción y la maldad... - Y mi vista baja al escuchar sus palabras, dejando por un momento de poner la porción de torta confitada junto a la taza de café y entregar al cliente. - Entiendo tu fascinación tipo héroe por este personaje... - Señala mi imagen fotografiada. - ...que parece que salvó por lo que dice el ejemplar a un invitado...pero, nunca olvides que si tiene mala fama por su oscura profesión, puede lastimar y decepcionarte después... - Le sonríe con cariño, seguido a prestarle atención a otro cliente que la solicita desde su mesa.

SARELI

- ¿Crees, que es malo?

De la conclusión de Siniestra de mi chico ladrón, que me desinfló y dejó meditando, apoyando todo mi peso en la jodida escoba.

Luka limpiando algo la máquina de café y sin jamás levantar la vista, me pregunta eso.

Y por un lado no entiendo su interés de eso, ya que fue un fanatismo de amor platónico para la vista de todos y sin una explicación contundente, si somos sinceros por más edad adulta que tengo.

Pero ese dejo a su vez de ganas de saber, me hace elevar mis labios con una sonrisa, porque está demostrando sobre su siempre apatía que todo Luka refleja con su timidez.

Que es mi amigo, como se lo pedí anoche en el auto yendo a la fiesta.

Y niego abrazando la bendita escoba contra mí, pero mirando la foto recortada sobre el mostrador y Luka también.

- Es un ladrón tal vez... - Concluyo. - ...pero de corazones... - Finalizo convencida.

Y por primera vez, Luka.

Sonríe.

Me emociono.

Tímido y sin saber el motivo.

Pero, me sonríe...


MOMENTOS ANTES, EN EL HOSPITAL...


Ana deposita en el dispenser que vierta tranquilo y pausado, el agua fresca de la jarra que puso para llevar a Julio, al encontrarla en uno de los corredores que la auxilió una de las enfermeras.

El nosocomio es enorme en sus cientos de metros cuadrados y aunque muchas veces lo visitó siendo el Hospital de su marido, aún le cuesta familiarizarse.

- Ana... - Siendo nombrada por Miel viniendo del otro extremo del pasillo, hace voltear en su dirección, dejando por un momento de apretar el botón de agua.

Y Miel toma por ella, la jarra a medio llenar y la lleva a unas sillas próximas que son utilizadas para espera.

- Para Julio... - Dice, justificando su caminata piso más abajo, ante la mirada de reproche de su amiga y enfermera por su delicado estado de salud.

- Pensé que estabas en el comedor y bajé a buscarte para hacerlo juntas... - Miel acusa, pero Ana niega. - Debes comer... - La reprende, notando como una de su manos, presiona levemente una parte de su abdomen sobre su bonito vestido, bajo las costillas del lado derecho y que intenta disimular. 

- Lo haré...lo prometo. - Jura, olvidando su malestar para apoyar llena de ánimo sus manos en el brazo de su amiga. 

Mira para ambos lados y guarda silencio, dejando que pase un par de médicos que charlan entre sí, para luego susurrar bajito una vez solas.

- ¿Sabes algo, de lo sucedido anoche? - Le pregunta esperanzada.

Y Miel con el mismo entusiasmo, abraza más la jarra y le susurra.

- Dejé el periódico dentro de mi bolsa, para que lo leas después en la mansión...

Y Ana arruga su bonito ceño.

- No puedo dejar a Julio así... - Exclama, haciendo sonreír a Miel.

- Ana...necesitas descansar y mudarte de ropa. - Le recuerda que desde que lo internaron en la madrugada, no fue a su casa. - Me juraste alimentarte y yo, te prometo traerte después...

- Miel... - Le da la razón, pero suelta de golpe. - ...esa gente, lo salvó... - Murmura. - ...él sabe mi encargo y tales motivos, pero uno de ellos vio mi pánico por Julio y lo salvó... - Repite a tientas y sueltas, algo ahogada por un sollozo que la amenaza, mirando con terror a su amiga. - ...yo solo quiero recuperar lo que nunca cumplió Julio... - Sus ojos se nublan. - ...quiero encontrar los niños...yo, no... - Se quiebra y Miel la abraza.

- ...y yo te hice un juramento desde que te conocí, que íbamos a encontrar a tu hijo, Ana... - La tranquiliza, acariciando el largo de su pelo castaño, sobre el asentimiento de ella creyéndole.

- Miel, a ti te lo recomendaron y conseguiste contactarlo. - Exhala aire. - Lo conoces al mercader... - Intenta calmarse. - ...necesito que me hagas una cita con él. - Formula de golpe.

- Ana, no... - Se niega. - ...tu salud...

Pero Ana se pone de pie, tomando su abdomen.

- La represalia... - Duda, procurando entender lo anoche. - ...fue muy puntual...

- Ana... - Miel, procura que se detenga.

Pero ella, la mira decidida ocultando el dolor.

- Necesito hablar en persona con el pecador... - Decidida y tomando la jarra de agua fresca, para regresar a la habitación y acompañar a Julio.

Y el turno de exhalar un profundo aire por parte de Miel, sin abandonar la silueta de Ana mientras ve como se marcha.

Continuo a sacar del bolsillo de su casaca, su móvil y apretar largamente el número 1.

Para una voz masculina, responder del otro lado.

Y Miel cierra los ojos al hablar, dejando descansar agotada su espalda contra el respaldo.

- Ana quiere verte... - Solo le dice.

Bajo el silencio y como respuesta, del otro lado.




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