¶ Y'know?
Domingo 22 de diciembre
Ahí estaba yo, en mitad del caos miniaturizado.
El suelo ya se había mojado un poco con las gotitas que caían en él, permanecí mirando el diminuto charco que se había formado. Pero entonces, cuando por fin me estaba tranquilizando, volví a sentir esas inquietantes punzadas en el pecho.
Mi reacción no fue ni de cerca el preocuparme por ello, el intentar calmarme o simplemente pasar esos primeros momentos del dolor.
Tan sólo apreté los puños y tomé mi teléfono.
— ¡Agh! ¡Hijo de perra! ¡Maldito hijo de perra! —simplemente admiré cómo mi teléfono se estrellaba contra la pared cayendo después sobre la cama.
Gritar me lastimaba más, pero es que si no lo hacía, entonces sería el hígado lo que me empezaría doler por reprimirme.
Pateé el colchón haciendo que este se descolocara un poco de la base, pero con las manos lo empujé hasta tirarlo por completo, quedó de lado, sujeto entre la base que también se había movido y la pared.
Las sábanas estaban dispersas en el suelo, dos de mis cajones estaban en el suelo y con toda la ropa tirada. Mi balón ahora estaba detrás de la puerta tras el fuertísimo rebote que dio contra la pared opuesta al patearlo. Pensé dos veces el tomar mi frasco de perfume y reventarlo contra el suelo, pensé en que luego tendría que limpiarlo todo, que mi madre tendría que limpiar las sábanas para que dejaran de apestar a colonia por días... pensé en mi madre...
Por eso me detuve mirando el suelo, pero todo empezó de nuevo hace no más de un minuto.
No dejaban de caer las lágrimas por mis ojos. Al principio sólo sentía el enojo fluir por mi cuerpo, cuando me detuve, me ahogué por la tristeza, pero ahora los dos sentimientos estaban juntos.
Cuando finalmente perdí la adrenalina, mi cuerpo se empezó a sentir cansado, dejé de aguantar todo. Me senté en la orilla de la base en medio de sollozos, sollozos que dolían pero ahora no podía rebelarme contra ellos.
Con el paso del tiempo, me moví hacia atrás hasta quedar acostado en la base de la cama. Me quedé ahí hecho bolita y mirando al colchón mientras seguía llorando. No sé ni cuánto tiempo pasó hasta que alguien tocó mi puerta con suavidad.
— Pase... —murmuré.
Abrieron la puerta y escuché sus pasos lentos y calmados hasta la cama.
— Tài-Yáng... —me llamó sentándose detrás de mí y empezando a acariciarme el brazo—Toma, cielo... —colocó una taza de té delante mío.
Su mano llegó hasta mi cabello el cual repasó un par de veces antes de darme un beso en la sien.
— Parece que ya destrozaste todo... ¿mejor? —dijo suavemente tratando de hablar con ánimo.
— Perdón... —volví a murmurar girando hacia ella.
— No pasa nada, cariño, luego lo recogemos —me acarició la mejilla sintiéndose un gran cambio entre su mano caliente y mi piel fría—. ¿Tienes frío?
— Sí pero... hay que respirar, ¿no? Tal vez en un par de días ya no pueda hacerlo así que... aprovecho ahora —dije tomando su mano con ambas y acercando mi cabeza a su cuerpo.
— No creo que sea así, cielo, lo han detectado de inmediato, dudo que pase como la última vez —continuó acariciándome varias veces.
No voy a hacer la estupidez de llegar con todo mi pesimismo. El estar enfermo de esta manera suele interpretarse como una excusa para poder estar cortante con los demás, para estar deprimido y molesto con la vida.
No estoy enfadado con la vida, lo estoy con el cáncer... lo odio, lo detesto y justo ahora tenía que volver. Pero todo además de eso sigue siendo hermoso. Sigo estando muy feliz porque Sōji ha vuelto a entrenar kendo, estoy feliz porque Mei lleva mucho tiempo completamente sana... estoy feliz por muchísimas cosas. El estar así de enfermo no es una excusa para propagar el pesimismo, no es una excusa para deprimirte y contagiar a los demás... es algo que he aprendido bien.
Mi madre ha pasado por mucho ya. Algunos responderían a lo que dijo con pesimismo, le dirían que no puede estar segura, le recalcarían lo enfermos que están y se volverían a aislar en su burbuja de depresión dejándola destrozada. Estar sano o enfermo no influye, no da el derecho de lastimar tan fuerte a alguien, a tu propia madre.
— Espero... espero que no —murmuré aún sintiéndola cerca de mí.
Es cierto que no está del todo en nuestras manos el podernos recuperar, pero lo que sí podemos controlar es el estar dispuestos a curarnos o no. Realmente no soporto escuchar y mucho menos tratar a esas personas que están enfrascadas en su depresión. Me he llegado a pelear incluso por no soportarlas.
Sí, tener cáncer no es algo que se pida como deseo de cumpleaños, pero ya que es algo malo, no hay que hacerlo aún peor. Recuerdo perfectamente una ocasión en el hospital cuando conocí a una chica a quien le habían diagnosticado leucemia; me puse a hablar con ella pero no aguanté mucho el estarla escuchando lamentarse por todo.
¿Acaso cree que vivir siete años con cáncer de pulmón ha sido agradable? Ha sido una auténtica pesadilla en ocasiones, pero es lo único que voy a tener, no puedo simplemente enfocarme en lo malo, si lo hiciera, no hubiera sobrevivido tantos años enfermo sin perder la cordura. Hay que saber seguir adelante, si uno mismo no se lo propone, los demás tampoco podrán seguir. No por no estar deprimido no estoy terríblemente enfermo, eso es algo que a muchos les cuesta dejar de relacionar automáticamente.
Hoy mi día dio un giro radical que no veía venir en absoluto. En la mañana fuimos con el resto del equipo a una comida. Pasamos unas cuantas horas juntos comiendo, hablando y bailando como si fuera una fiesta. Realmente me divertí muchísimo. Luego, al llegar a casa, me puse a jugar con Bai Long a los nuevos juegos que me regalaron ayer en mi cumpleaños. Papá aún no había vuelto a casa y mamá se estaba bañando cuando sonó el teléfono. Yo fui quien se levantó a contestar... y nada más terminar la llamada, Bai Long se me quedó mirando esperando saber lo que sucedía.
Volteé a verlo de nuevo sin terminar de asimilarlo bien. Estando de espaldas a la mesa, la tomé por los bordes intentando procesar todo y conseguir una reacción ante eso.
— ... Maldita sea... —me puse en cuclillas casi dejándome caer y entonces fue cuando esa reacción llegó: la ira— ¡su puta madre! ¡Maldita sea su putísima madre! —golpeé el suelo con las manos.
— Sol, no... —negó también impactado. Hizo su propia deducción y le bastó con mirar mi forma de actuar para llegar a la conclusión viéndose increíblemente frágil en cuestión de instantes.
Mi madre salió del baño con su bata de baño dando a entender que no había terminado sino que salió por ver lo que pasaba.
No tardó en darse cuenta de lo que pasaba, pero yo me fui directamente a mi cuarto. Fue cuando empecé a destrozarlo todo.
En esa llamada me dijeron que los estudios habían dado positivo, habían dicho que vuelvo a tener cáncer y que debían reiniciar el tratamiento lo antes posible, que asistiéramos a consulta mañana mismo.
Al menos ahora mismo ya he superado ese mar de distintas emociones, ya empiezo a aclararme un poco, por fin me voy calmando.
No puedo hacer nada ante esto, simplemente ya lo detectaron. Así que ahora lo único que puedo hacer yo es... tener la actitud y predisposición para volver a curarme, para volver a acabar los tratamientos aunque vuelvan a ser tan difíciles. Me mentalizo a sobrevivir más noches sin poder dormir para que cuando pueda hacerlo, consiga despertar.
— Mamá... ¿vamos a hacerlo como la última vez? —la miré sin poder evitar que unas lágrimas me cayeran por las mejillas.
Ella me sonrió y secó mis ojos tratando de sonreír aunque su rostro mostrara que estuvo llorando hace unos minutos.
— Sí, claro que sí... Como siempre hemos hecho, ¿está bien? Y también vas a recuperarte esta vez, ya verás que sí, mi amor —no contuve una sonrisa por lo que dijo.
Me dio un beso en la frente y, cuando me levanté, me abrazó quedando un rato así, sin separarnos.
— ¿Vamos a la sala? —pregunté ya de pie con la taza de té en la mano— Voy a aprovechar para comer otro pedazo del pastel que sobró —intenté reír y sonar lo más natural posible, pero aún me cuesta un poco. Estaba llorando hasta hace cinco minutos, es bastante difícil dejarlo de lado así como así.
— Vamos.
En la mesa estaba mi padre, se veía igual de consternado que mi hermano quien ahora estaba en el sofá mirando con los ojos vacíos la televisión. Papá me abrazó y yo lo hice de vuelta tratando de hacer lo mejor posible para que su carga se aminorara un poco.
— Vamos a... —intentó decir de una vez, pero seguía aún algo confundido por todo el estrés y preocupación contrastando con el intento de positividad, el mejor intento que pudo hacer— Vamos a volver a darlo todo, campeón —me dio una muy suave palmada en el brazo.
Sólo sonreí de vuelta colocando mi mano en puño para que él hiciera lo mismo y los chocáramos casi sin fuerza.
— Vamos con todo, compañero —vacilé consiguiendo arrancarle una suave risa frágil—. Por ahora sólo... respira, ¿sabes?
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