001•
La campana que daba fin al horario escolar había sonado.
La muchedumbre de personas en el pasillo no tardó mucho en hacerse presente, las personas se empujaban e insultaban porque no veían la hora de salir de aquel lugar. Sin embargo, y para ser su primer día dentro de esta universidad, le había sido muy agradable.
— No fue tan malo después de todo. — sonrió, y sus mejillas rosadas instantáneamente se elevaron de forma adorable.
— ¡Por supuesto! En esta institución abunda la gente agradable y respetuosa. — aclaró Seokjin, uno de sus mejores amigos, aunque era un año mayor que ella.
— ¡Córrete de mi camino, maldito puerco!
La joven de cabellos negros y grandes ojos se espantó al oír aquel grito proveniente de algún chico que desconocía. Seokjin se quedó quieto en su lugar, pensando profundamente en lo que había dicho con anterioridad.
— Casi todas las personas. — se corrigió haciendo énfasis en la primera palabra, y al final soltó una risilla nerviosa.
A pesar de aquello, ella le había ido bien en su primer día. Aunque si se ponía a recordar que casi llegaba tarde por desvelarse para ver One Piece hacía querer darse una auto-bofetada por ser tan ingenua e infantil.
— Al menos tu la pasaste bien. El profesor me llamó la atención dos veces por dormirme en su clase. — YangMi era su otra mejor amiga. Era algo descuidada y no le importaba mucho los estudios, pero era muy buena persona con la chica y la quería demasiado para solamente fijarse en sus notables defectos.
Los dos chicos se rieron de la situación mientras ella los mataba con la mirada.
Sin embargo, y de repente, la dulce mirada de la joven de mejillas sonrosadas se posó en un chico. Ella afirmaría que no lo conoce, porque en ese día no se había enfocado en realizar amistades, pero con el escándalo que se desató en la hora del almuerzo podría decir con certeza que aquel chico se llamaba Lee Seungmin, el cual, al parecer, era líder de un clan llamado el dragón rojo.
Sus ojos expresivos y brillantes analizaron el líder, y, si, con tan solo darle una mirada rápida podía intimidar demasiado, y no solo por sus facciones angulosas y serias, sino que su anatomía se encargaba de hacerte sentir en peligro.
En su rostro podía encontrar, por la gran mayoría de las veces que lo observó, un ceño fruncido, que a decir verdad lo hacía mucho más atemorizante, incluso su mandíbula obtusa y afilada lo hacía. Además, su pecho era muy ancho, al igual que sus hombros. La camisa blanca que llevaba debajo de la chequera de cuero negra abrazaban con fuerza su torso, marcándose definidamente sus duros pectorales, y sus brazos eran lo que más miedo le causaba, porque, no solo parecía que estos iban a romper la camisa, si no que estaban llenos de tatuajes. E incluso, fumaba.
Claramente, todo él exclamaba: "Si me tocas, te hago trizas. Piénsalo dos veces".
Y aquello le hizo acordar el drama de el almuerzo.
Tras las puertas del comedor, podía oír un gran silencio, lo cual le llamaba la atención, porque, exactamente, era la hora del almuerzo, y todo el mundo se pelea por la comida.
Al pasar las puertas lo único que se hizo visible ante su vista fue un gran amontonamiento de gente formada en un círculo. Todos observaban en silencio, por lo que se podía oír con claridad dos voces masculinas, retándose entre ambas.
— Vamos imbécil, no te quedes ahí, ven aquí y pelea como un hombre. — al oír eso, abrió sus ojos exageradamente.
— ¿Por qué se están insultando? — le susurró a YangMi con curiosidad. La nombrada se encogió de hombros, y la tomó del brazo a la chica arrastrándola hasta el círculo de gente.
Con cuidado de no tropezar, siguió los pasos apresurados de su amiga, y cuando estuvieron en la ronda, no evitó darle un puñetazo en el hombro por ser tan bruta.
— ¿Y eso por qué fue? — se quejó en un susurró mientras sobaba su hombro adolorido. Y la otra no hizo más que girar su rostro, haciéndole entender a su amiga que por más que reproche que ella se disculpe, no lo haría.
— ¿Te sientes desprotegido, gatito? — aquella voz volvió a llamarle la atención a la joven, y se centró en la escena. Con el ceño fruncido, se preguntaba por qué peleaban, cuál era el motivo por el cual era necesario generar tanto disturbios el primer día de clases. Sin embargo, aquellas pequeñas cuestiones no pudieron ser resueltas.
Por un lado, y por lo que ella podía deducir, se encontraba un bravucón, era alto, más alto que ella, tenía un aspecto que espantaba, y no solo por la sonrisa maquiavélica que llevaba, su prominente cuerpo podía derribarte en cuestión de un solo movimiento. Del otro lado, un chico de cabellos negros. Tenía unos labios gruesos y unas mejillas que, inevitablemente, le hacían querer pausar todo este drama para ir a hundir sus dedos en ellas. A diferencia del otro tipo, era apenas unos centímetros más pequeños, y su rostro se presentaba de lo más tranquilo, aunque su vena gruesa y sobresaliente del cuello lo delataba. Estaba colérico, pero no quería causar alboroto, o al menos eso era lo que creía ella.
— Ahora no tienes a tu tigre para que te salve de esta, Jimin. — sonó tan calculador, que hasta los bellos de su piel albina se le habían erizado.
Frunció en ceño nuevamente mientras hacía un tierno mohín, ladeando levemente su cabeza, confundida.
— ¿Se pueden traer tigres aquí? — cuestionó, pero su amiga le tapó la boca, indicándole que se callara.
— No necesito que Jungkook esté aquí para salvarme el pellejo, Seungmin. — el otro chico hablo, haciendo que todo los presentes comiencen a murmurar.
— ¿Qué pasó con el líder? ¿Abandonó los Tigres orientales? ¿Jimin tomó su lugar? — aquellas eran las cosas que se susurraban entre todo el gentío, y la chica no podía estar más que confundida.
— ¿Tigres Orientales? — le preguntó nuevamente.
— Ya cállate. — le retó frustrada por lo bajo.
El chico de camisa blanca se le hizo visible la manera en que cerró sus puños con fuerza y como su mandíbula estaba apretada fuertemente.
— ¡Pues, entonces, demuéstramelo maldito cobarde! — enunció por lo alto, tomando a su rival por el cuello de su camisa con una fuerza brutal. Abrió sus ojos y tapó sus labios al notar que el chico, que ahora estaba en los aires, no hacía nada para quitarse de encima tal mole. Las palabras que le dedico seguían retumbando por las cuatro paredes del comedor, y se oían claramente debido a que todos estaban en silencio, observando minuciosamente.
Pues todo aquello había terminado en un terrible sermón de los directivos. Pero nadie había salido herido, pues hubiese sido una pena que al tal Jimin le desfiguren el rostro a golpes. El chico era muy guapo, a su gusto.
En conclusión, resolvió sus dudas con Seokjin. Era una chica curiosa, demasiado, y no se quedaría de brazos de cruzados sin saber porque ocurrió todo aquel drama. Según los conocimientos de Jin, aquello fue una insignificante pelea de clanes, puesto a que Jimin pertenecía al de los Tigres Orientales. Y aquello le hizo pensar, que si eso fue una diminuta muestra de lo calculadores que son, no se quería imaginar lo que sería verlos envueltos de furia.
Observó cómo el líder de los dragones se iba en su auto, desapareciendo de su vista.
— ¿Vamos? — hablaron al unísono los dos.
— Hm... — lo pensó un poco. — pienso darle una recorrida a las colinas, tomar un poco de aire fresco, ya saben. ¿Se apuntan? — les sonrió.
Ambos se negaron amablemente diciendo que estaban cansados, y juntos se fueron, no sin antes que la adorable chica les recalque que tengan mucho cuidado.
Al salir de la institución, inhaló profundamente y sonrió, estaba muy feliz en aquellos momentos, y no le encontraba el por qué. El trayecto le parecía precioso, daba pequeños saltitos alternados, y observaba la ciudad de Busan desde arriba, quedando instantáneamente maravillada. El camino atravesaba pequeños barrios donde había casas que conservaban el estilo antiguo, y eso a ella le maravillaba. Sin embargo, nada le llamo más la atención que un camino a su derecha, donde podía ver una cantidad de cerezos escoltándole a su izquierda. Caminando por allí, vio que poco a poco se acercaba a un templo, una magistral construcción se alzaba frente a sus ojos*.
Quedó completamente anonadada con la vista que le otorgaba aquel templo rodeado de cerezos. La pequeña curiosa siguió caminando, cruzando por un puente donde corría un pequeño rio, y allí pudo apreciar los distintos colores de cada uno de los miles de peces que nadaban en esas aguas cristalinas.
La chica no sabía donde rayos estaba, pero si reconocía que aquel lugar era mágico, nunca había visitado un templo con tanta belleza natural, sentía que estaba en un mudo irreal allí.
Se paró frente al gigantesco santuario.
— Woaaaw... — susurró para ella misma.
Rodeó la edificación y podía notar unos pequeños detalles situados en las grandes y altas columnas que había a sus costados: en pintura dorada, se dibujaban el retrato de tigres, de flores, y garabatos que decoraban el albar de estas.
Pero, pese a que su atención estaba únicamente el la belleza que emanaba el lugar, sus oídos percataron el sonido de unos fuertes y engendrados gemidos masculinos. Y al seguir el camino que señalaban los cerezos, halló un gran jardín, donde predominaban los cerezos y las flores Mugunghwa*. Estaba maravillada y enamorada con el paisaje, ¡incluso el pequeño río llevaba al lago que había allí, y estaba repleto de nenúfares.
— Que hermoso. — giró sobre ella misma y notó que justo detrás de ella había un banco, en el cual se sentó. Cerro lo ojos, sintiéndose en paz al oír los pajaritos cantar con entusiasmo, y como el sonido de las aguas le relajaba. Amaba entrar en sintonía con la naturaleza, era lo que más le relajaba y felicidad le daba. Sin embargo, esto duró poco, cuando el sonido de un grito provino de la lejanía, pero justo frente a sus ojos.
Logró capturar una figura masculina entre los árboles, y justo frente a el había dos pilares de maderas que sostenían una columna de baldosas viejas. Entrecerró los ojos como si de esa forma pudiese ver más. Era un jovencito, tenía unos pantalones blancos anchos, y su torso estaba descubierto, al igual que sus pies. Sus pectorales le llamaron la atención debido a que se mostraban tan duros, y sus abdominales eran como pequeñas almohadillas juntas, nuevas, de esas que te dejaban el cuello duro porque parecían de hierro. Pero el hecho de que toda su piel esté empapada en una fina capa de sudor hacia que su corazoncito de acelerara de una forma inhumana.
— ¿Es esto, acaso, de lo que hablan todas las chicas al ver chicos sin camisa? — se preguntó disgustada al sentir un revoloteo en su estómago, se secó el sudor de sus manos en su falda. Subió su mirada y se topó con una mandíbula angulosa, unos labios rosados, una nariz demasiado llamativa, y muy grande, pero a ella le causó ternura así que terminó riendo por lo bajo. Pero le incomodaba que su cabello negro le tapase los ojos.
Y de repente una hermosa mariposa revoloteó frente sus largas pestañas.
— ¡Una mariposa! — exclamó feliz y emocionada. Sí, las mariposas era uno de sus insectos favoritos, después de las mariquitas. Pero ella no contaba que su grito de emoción retumbó y provocó un eco entre las montañas, llegando al agudo oído del chico desconocido.
Este, inevitablemente, giró su cabeza con rapidez, encontrándose con una chica. Lo cual lo confundió, porque nunca en su vida la habías visto, y pocas personas conocían la ubicación de aquel templo. Pero incluso, estaba ingresando en propiedad privada, aunque no haya ningún cartel que prohíba su entrada.
La chica sonreía y miraba una mariposa color azul francés como si hubiese encontrado un tesoro perdido. Estaba enfocada y anonadada en la belleza del revoloteo que hacía las delicadas alas de la mariposa. Bufó y rodeó los ojos, ¿quien era ella para interrumpir su concentración, su entrenamiento y su propiedad? Comenzaba a frustrarse, porque la chica soltaba risillas y exclamaba deslumbrada, y cuando giró con rudeza para verla nuevamente, casi hechando humos por los orificios nasales, vio la estupida imagen de la mariposa sostenerse sobre la nariz de la chica, y esta doblaba sus ojos para verla.
Inhaló profundamente, tranquilizándose y concentrándose. Por fin se había quedado callada, así que fijo su mirada oscura y penetrante en la mediana columna, solo con un único objetivo en mente: partir las baldosas. Y, a pesar de que se trate de uno realmente gordo y de que podría partirle todos los huesos de la mano en un solo golpe fuerte, el de torso marcado creía y sentía que era capaz de destrozarlo.
Sintió la molesta mirada de la chica, pero aún siguió con su vista puesta en lo que tenia enfrente suyo.
Y, de pronto, estiro su cuello, marcando aún más su maravillosa mandíbula, y de un seco y sólido golpe pudo romper la columna de baldosas. A la chica no hacía falta preguntarle si estaba sorprendida, pues su boca entreabierta y sus ojos que parecían salirse de órbita respondía por sí sola la pregunta. Y quedó absorta en sus pensamientos, tratando de descifrar de donde había quitado tanta fuerza y precisión e incluso rapidez, pero si se ponía a analizarlo aunque sea unos segundos, una persona de tal porte, era capaz de cualquier cosa, y más si llevaba un entrenamiento diario y exhaustivo.
El sol resplandeciente se iba escondiendo detrás de las colinas, comenzando a atardecer y presentarse unos colores cálidos en el cielo. La chico decidió que lo mejor era imponer camino hacia su casa inmediatamente, antes de que el sol desaparezca del completo. O, de otra forma, la vuelta a su casa podría volverse una calamidad.
*Foto del templo:
*Mugunghwa: es una flor que refleja las tradiciones, los valores y la cultura muy particular de la sociedad coreana. Ella representa la flor nacional de Corea del Sur desde hace varios años. Su imagen o presencia está frecuentemente en todo tipo de ceremonias escolares, de apertura, edificios o actos políticos entre otros. El nombre de esta flor se refiere a la palabra inmortal y esta palabra describe el amor y el sentimiento que le tienen los ciudadanos de este país.
mis cuchurruminessssssssss, estoy re emocionada con esta novelaaaaaaaaaaaaaaa. bueno, espero que les guste, y en el próximo caso hay un poco más de salseo 7w7
Voten y comenteeen~
Gracias❤️
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