Capítulo 8: Un encuentro fortuito.
De reojo, Law miraba a Ace comprando el supermercado. Vestido como un humano normal y corriente, con un gorro encima de su cabeza para cubrir sus orejas, intentaba fingir que no veía a Ace pero esperaba que éste en algún momento, se percatase de él.
La idea era muy sencilla: dejarse ver, fingir que no conocía en absoluto a Ace y dejar que éste empezase a tener sus dudas sobre donde le había podido ver para "soñar" con él. Ese sería el modo operandi que Law quería utilizar para propiciar los acercamientos reales y dejar de ser sólo "un sueño" sin importancia.
En algún momento tenía que dar ese paso si es que quería tener influencia en la vida de Ace. Tenía que arriesgarse. Muchas cosas podían salir mal: que Ace recordase su pasado juntos, que se diera cuenta que no eran sueños lo que tenía con Law o simplemente, que se asustase y prefiriera ignorar a Law cuando le viera en carne y hueso. Pese a ello, no le quedaba más remedio que jugárselo todo a esa baza.
Cerca de la frutería, Law agarró una manzana y la observó con detenimiento. Frente a él, un espejo le dejaba ver a su espalda. Ace estaba detrás sin percatarse todavía en él. Todo sería cuestión de tiempo, paciencia y seguirle discretamente para colocarse en puntos donde Ace pudiera verle en algún momento.
Durante diez minutos, Law fue siguiendo a Ace por el supermercado y colocándose de espaldas a él para no mirarle pero acercándose un mínimo para que él pudiera verle. Ace estaba distraido con la compra, tanto, como para no prestar atención a su entorno. A Law eso le desesperaba. Quería que le viera y no tenía paciencia para esperar sin más.
Cansado de ello al ver que Ace seguía en su mundo, decidió pasar a la acción. Con un ligero golpe de su hombro, chocó "accidentamente" con Ace consiguiendo que finalmente éste le observase. ¡Atónito! Así se quedó Ace durante unos segundos.
‒ Lo siento – se disculpó Law haciendo una reverencia en forma de disculpa y luego, siguiendo su camino fingiendo no conocer a ese chico. Ace seguía congelado en el sitio mirándole.
‒ Ey... perdón – susurró Ace en su dirección como si quisiera llamar su atención y que frenase. Law se giró hacia él - ¿Nos conocemos de algo?
‒ No lo sé, no creo – susurró Law.
‒ Te habré confundido entonces pero es que... me resultas muy conocido.
¡Claro que le resultaba conocido! Tenían sexo todas las noches pero Ace jamás diría en público y a un "desconocido" que soñaba con él y menos con sexo, así que Law podía jugar bien sus cartas.
Quizá Ace no recordaba nada de su pasado en Kioto. Sus veranos allí durante tantos años se habían esfumado posiblemente tras ese accidente que le contó en una de las noches juntos. Su memoria no era buena, quizá nunca volviera a recordar algo así pero en parte, le venía bien a Law. Si no recordaba nada podía decir que simplemente se habían cruzado por el barrio en Tokio, si le recordaba, siempre podría decir que sus abuelos o algún familiar vivía allí, incluso sus padres y al final, acabó mudándose a Tokio, simple coincidencia haber terminado en el mismo barrio. Fuera como fuera, Law iba a jugar todas las cartas en su mano y la realidad era, que tenía una muy buena baza para jugar todavía.
Al ver Law lo extrañado que se había quedado Ace, decidió intervenir intentando darle alguna escapatoria.
‒ Quizá... si vives por el barrio, nos hayamos cruzado alguna vez o me hayas visto por la zona.
‒ Es posible – comentó Ace – es sólo que me resultabas realmente conocido. ¿Trabajas en este barrio?
‒ En la papelería de ahí enfrente – susurró Law.
¡La papelería! Esa la conocía, estaba enfrente de su edificio. Él no solía ir a la papelería pero su hermano a veces sí que asistía a comprar material escolar. Es posible que le hubiera visto por la calle o como decía ese chico, que se hubieran cruzado y de ahí que su rostro se le hiciera tan conocido.
Era posible que al haberle visto, aunque no se hubiera percatado de él, algo se hubiera quedado en su subconsciente y por eso soñaba con ese chico pese a no conocerle de nada.
‒ Tienes razón, quizá nos hemos cruzado. Vivo enfrente. Tengo un hermano pequeño que va a la papelería donde trabajas a veces.
‒ Entonces es posible que conozca a tu hermano. Tengo buena memoria. Voy a seguir comprando. Ha sido un placer conocerte.
‒ Ace – susurró su nombre antes de tender su mano hacia Law. Éste sonrió y la estrechó.
‒ Trafalgar Law.
¡Su nombre también lo sabía! De sus sueños. Recordaba haberlo escuchado. A veces el funcionamiento del cerebro le sorprendía. Sabía de sobra que el cerebro humano era asombroso, se quedaba con datos que para ellos eran inservibles y aún así, los recordaba para en el momento oportuno, sacar esa información.
Nunca había visto a ese chico, al menos no conscientemente. Era muy posible que un día pasase por la papelería con su hermano y alguien dijera ese nombre, que él viera a ese chico y su cerebro se quedase con ese dato al que él no le dio importancia alguna.
‒ Nos veremos entonces por el barrio – susurró Ace.
‒ Sí, seguro que sí. Ya sabes donde encontrarme, si necesitas comprar lápices o bolígrafos... o carpetas, no lo sé – sonrió Law.
‒ Gracias. Lo tendré en cuenta.
***
En el salón de su apartamento, Ace miraba por la ventana mientras estudiaba sentado en la mesa. Había mucho reglamento que estudiar para el examen si quería aprobar como policía y poder llegar a hacer las prácticas. Por alguna razón que conocía bien, no dejaba de mirar la puerta de la papelería de enfrente de su casa.
Las luces estaban encendidas, así que seguían trabajando. Posiblemente lo harían hasta al menos las siete o las ocho. Aún eran las seis. Mientras recitaba mentalmente la lección en su cabeza, esperaba ver a ese chico que captó su atención de inmediato en el supermercado.
‒ Un 9. 63 extorsión – recitó Ace casi en un susurro – 9. 14 abandono del vehículo. 9... - se detuvo al instante al ver la puerta de la papelería abrirse y observar a ese chico salir abrigado con una chaqueta y un gorro.
Ace le observó desde la ventana. Law se apoyó en el muro de la pared y se encendió un cigarrillo. Fumó con tranquilidad viendo a la gente pasear. Posiblemente tan sólo estaría un par de minutos allí, lo que le costase acabarse el cigarrillo. Aún así, Ace se desconcentró por completo de la lección.
De repente, como si le hubiera visto, Law sonrió, tiró el cigarrillo al suelo para pisarlo con el pie y apagarlo antes de elevar su mano a modo de saludo. ¡Claro que le veía! La luz del salón estaba encendida y él en la ventana, era plenamente visible. Sin casi pensárselo, Ace elevó también la mano para saludar antes de ver a ese chico volver a entrar en la tienda.
‒ ¿A quién saludas? – preguntó Luffy que hacía los deberes en la mesa pequeña del salón.
‒ A un conocido – comentó Ace – nadie importante.
‒ ¿Lo conozco?
‒ No lo sé. Puede. Trabaja en la papelería de abajo.
‒ Ya sé quien es. Es simpático. A veces me regala algún bolígrafo – sonrió Luffy como si eso fuera algo genial.
Luffy miró a su hermano. Esos últimos meses, estaba feliz de que Ace pasase más tiempo en casa. Antes, con dos trabajos apenas podía verle pero ahora, su hermano siempre estaba allí por las tardes cuando él volvía a casa. Comían juntos y podía preguntarle sobre sus deberes cuando tenía dudas. Aún así, la mayoría de las tardes, aunque Ace estaba allí, estaba enfrascado en sus estudios para convertirse en policía, pero Luffy sabía bien que eso le llevaría unos meses. En cuanto tuviera la plaza, dejaría de estudiar y entonces, entraría en los turnos. Al menos ya era un trabajo estable y sobre todo, uno que a Ace le gustaba. Dejaría de estar tan preocupado por el dinero, por sobrevivir, por mantenerle... por todo en general.
Por esa parte, Luffy agradecía que ese tutor anónimo hubiera aparecido en sus vidas porque les había permitido pasar más tiempo juntos y vivir algo más holgados económicamente.
‒ Ace, ¿Te preocupa algo? – preguntó Luffy al ver que su hermano volvía a los estudios aunque llevaba un par de días algo distraido.
‒ Son cosas de la academia – sonrió Ace como si eso tuviera que quitarle importancia.
‒ Sabes que puedes contármelo, ¿verdad?
‒ Son cosas no demasiado interesantes.
‒ Aún así, me gusta saber de ti.
‒ Es sólo, una prueba que creo que no me salió demasiado bien.
‒ ¿Por qué? ¿Hiciste algo mal?
‒ Quizá. No estoy seguro. Fue en el campo de tiro. Hubo un cartón de una persona con un arma y no disparé.
‒ ¿Por qué no disparaste? – preguntó su hermano que había visto muchas series de policías.
‒ Porque... creí que era un policía encubierto por el tipo de pistola. No me pareció peligroso. Quizá me suspendan este examen.
‒ O puede que vean lo mismo que viste tú.
‒ No creo – sonrió Ace – sólo... fue una estúpida corazonada sin fundamento. He sido el tipo que no disparó a alguien armado. Por cierto, ¿Dónde está el gato?
‒ Torao ha salido por ahí, se escapó por la ventana esta mañana y aún no ha regresado. Suele hacerlo últimamente pero para dormir siempre vuelve. Lo que no entiendo es porqué siempre se va a tu cuarto a dormir en tu cama.
‒ Es posible que porque mi cuerpo desprende más calor y le guste el calorcito. Los gatos son así.
‒ Que morro. Conmigo nunca quiere dormir.
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