C A P Í T U L O 7
Los recuerdo y los reencuentros.
No paraba de leer la hoja traducida de Lilith.
En ella se la describía como una niña peligrosa de familia de un tal sector A1 y un montón de adjetivos describiéndola como alguien sencilla y tierna superficialmente, sin embargo por dentro no era más que un monstruo manipulador y sin sentimientos.
Todavía no me entraba en la cabeza como alguien con tan poca edad – con solamente cinco años – podía ser descrita de tal manera.
¿Qué había hecho? ¿Matar una hormiga que se cruzó por su camino sin querer ? Y de seguro luego se tuvo que haber puesto a llorar por ello.
Nada tenía sentido en toda esa hoja y tampoco ponía de cuando ni de dónde era, así que la querida Lilith podría tener veinte o treinta años y vivir en Madagascar.
Tampoco entendía de dónde sacaba las ganas de querer ayudarla, sin embargo había algo en ella que me hacía querer ayudarla tal vez, no sé, era un sentimiento que no podía explicar, simplemente sentía esa tonta necesidad.
— ¿Otra vez?
Celia apoyó la cadera a un lado de la mesa y yo solo podía seguir estando frustrada por no entender nada.
— Lo mejor que podrías hacer es llevarlo a comisaría, ellos sabrán qué hacer. — Insistió de nuevo.
— ¿Y si no?
— Y también deberías ir a denunciar lo tuyo.
— Sabes que no lo haré. — Arrugué la nariz.
Celia sabía más o menos lo que ocurrió y seguía insistiendo que fuera a denunciar. Si ella supiera el dolor y lo rota que me sentía por dentro entendería que aquella opción no jugaba dentro de mi baraja de cartas. Quería jugar con todas ella que pudieran liberarme de tal dolor, o yo pensaba que me podrían ayudar, todo estaba por ver.
Salimos a buscar a Jared a la universidad por la cual los mellizos se habían tenido que venir a aquí a vivir temporalmente hasta que Jared terminara las últimas asignaturas que le faltaban, en cambio Celia había aprovechado para extender su negocio de artesanía.
No tenía ni la menor idea de que era lo que estudiaba Jared por eso casi se me cayó la mandíbula al suelo del coche de la impresión cuando Celia aparcó delante de la universidad de Psicología a las afueras de la ciudad.
Jared siendo Psicólogo...
Imposible.
Pobre gente.
Celia tuvo que haberme pillado en ese momento de colapso mental mientras seguía sin creerme lo que veía, por lo que me dio un codazo y empezó a reírse por tal reacción mía.
— Vamos, él será bueno.
— En hacer que se forren otros psicólogos dirás.
Caminamos por todo el campus hasta llegar a una pequeña entrada con escaleras a las cuales me dejé caer a la sombra esperando ver a alguien con el ceño fruncido tan marcado y gritarle:
— ¡Aquí está mi psicólogo favorito!
— ¿Te has tenido que venir con la loca? — Suspiró el chico dejando a un lado sus cosas para sentarse en las escaleras.
— Jared... — Suplicó Celia por lo bajo.
— Para una vez que te pido algo... Que no entiendes de esperame. En. El. Coche.
— Que pasa ¿Te da vergüenza? — Molesté pichándole la mejilla.
Me apartó de un manotazo varias veces hasta que me cogió de la muñeca para que parara de tocarle.
— Ya vale ¿No?
— O vaya, que miedito, mira Celia si estoy temblando y todo. — Le enseñé el brazo a la hermana mientras Jared apartaba la mirada molesto y Celia imploraba paciencia.
Volvimos al coche — que después de otra discusión me tocó ir sentada atrás — y pasamos por la cafetería del padre de Marco para hacerle compañía al pobre Marco que hacía semanas que trabaja bastante más de lo normal puesto que su padre empezó a echar a la gente de sus puestos de trabajo y tenía que cubrir horas, y más horas.
Nos pasamos varia parte de la mañana sentados en la mesa hablando y Jared "estudiando", pero estaba más atento a nuestra conversación que hacía ya un rato que había dejado de escribir sobre su libreta granate.
Quisimos esperar a Marco, pero el cielo empezaba a nublarse y parecía que iba a caer una tormenta de nuevo cosa que a mi compañero de enfrente no parecía hacerle mucha gracia y al final nos volvimos al piso con unas cajas de pizzas para los cuatro, una vegetariana para Don ceño fruncido.
Cada vez iba descubriendo más cosas que nunca hubiera pensado que fueran parte de él.
Poco después me cansé de una película aburrida de vaqueros que había puesto Marco y me deslicé entre todos para poder llegar hasta mi habitación provisional para poder descansar mínimamente unas horas, pero la voz de Ash me atormentaba entre sueños provocando que unas horas después me despertara toda sudada y con la respiración entrecortada.
¿Cuántas noches hacía que me despertaba así? Al menos ya hacía un par de semanas.
La lluvía repiqueteaba la ventana con bastante fuerza y ya ni la luna iluminaba la habitación. Me hice paso por el pasillo sin hacer ruido para llegar hasta la cocina y servirme un vaso de zumo de manzana.
Buena decisión a las cuatro de la madrugada.
Al final del salón Jared estaba acurrucado como la última vez que llovió tan fuerte y de alguna que desconocía mis mejillas se calentaron.
Perdón... ¿Qué?
Agité la cabeza molesta y volví a la habitación para intentar dormir unas horas más antes de que ...
— ¡BUENOS DÍAS!
— Marco, ¿sabías que tu timbre a estas horas de la mañana es sumamente molesto? ¿Por qué no te vas a pasear cobayas y le haces un favor al mundo?
— Venga .... — Alargó los brazos hacía mi haciendo pucheros. — Es mi primer día libre después de semanas y semanas de sufrimiento, no seas así.
— De tres inquilinos precisamente soy yo la que tendría que hacer algo productivo hoy, viernes.
— Siempre serás mi favorita, pero no le digas a Jared se pondría celoso.
No pude resistir una tonta sonrisa al verle tan feliz, como había repetido muchas veces antes, llevaba trabajando muchos estos últimos días y andaba como muerto por la casa, desayunaba y de nuevo a la cafetería.
— Estaaaa bieeeeen. — Antes de que pudiera decir nada le paré en seco. — Pero nos vamos todos.
— Que sí pesada, vístete.
Tenía tan pocas ganas de levantarme como para moverme en general, solo de pensar que tendríamos ir a caminar por un parque lleno de animalillos chillones hacía que me provocaran ganas de tirarme por la ventana justo en ese momento, pero claro, de todas las cosa que podríamos hacer teníamos que ir a un maldito zoo, votación de Celia y Marco.
* * *
— Anda mira Vero, tú. — Señaló Jared a un grupo de monos un tanto peculiares por decirlo de alguna manera.
Como había hecho con cada una de sus bromas le enseñé el dedo medio y seguí mi camino. Escuché algo que Celia le decía a Marco sobre mi culo y esos monos, pero preferí seguir mi camino e ignorar sus risas en un intento de que no las escuchara, aunque ya escuchaba como Jared se les echaba encima.
Nos sentamos en una de las mesas de picnic repartidas por todo el área del zoo para almorzar con varios árboles que nos daban sombra. Después iríamos a no se qué de un espectáculo de aves, mientras no hicieran sus necesidades cerca de mí me valía.
Estaba molestando como de costumbre a Jared dándole patadas por debajo de la mesa porque él no me había dejado en paz en todo el paseo, así que ahora que se jodiera.
Una de sus patadas había dejado de ser tan suave porque me había dado de lleno en la espinilla y no pude esconder una mueca por lo que Marco — ya harto — nos cambió el sitio.
Iba a quejarme cuando de pronto un cabello rubio demasiado bien peinado había empezado a caminar con suma elegancia por toda la parte del picnic.
Ese traje blanco...
Y como su traje mi cara quedó de igual color.
Una patadita chocó contra mi pie para hacerme reaccionar, pero ahora no estaba como para seguirle el juego.
Le seguí con la mirada y se metió en uno de los baños, por un momento hicimos contacto visual y todo en mi se contrajo.
Otra patada.
Y otra.
— ¿¡NICA!? — La voz de Marco me despertó del todo. Todos se habían quedado mirándome y yo solo pude levantarme. — ¿A dónde vas? ¿Estás bien? — Intentó agarrarme, pero me zafé con gran habilidad.
— Sí, sí, sólo me he mareado un poco, iré al baño, esperadme aquí. — Dije dando más entonación aquella orden.
Emprendí mi camino hasta los baños. No lo iba a negar, sentía que iba a vomitar, pero prefería aguantarme aquella asquerosa sensación para él. Ni siquiera entendía porque iba, o para que.
Después de llegar qué le diría, qué tal le iba la vida, y, qué si le seguía doliendo la cabeza.
Pero lo más raro de todo esto era como sabía que estaría aquí, más exactamente en esta zona del inmenso zoo en el que nos encontrábamos.
Todo me sonaba muy mal, y más que fuera solo, ya simplemente por su seguridad, sabía de lo que era capaz, y no por que le había engañado y hacerle creer que estaba retenida y después escaparme en sus narices, si no que al parecer sabía más cosas de mi, cosa que me sonaba muy mal, pero que muy mal.
Empujé con cuidado la puerta del baño para hombres chirriando mientras esta se cerraba de nuevo.
Pero... No había nadie.
Estaba segura de haberle visto, tal vez tendría miopía o alguna de esas cosas extrañas que te hacen no ver bien, como a Celia.
La sangre ya corría un poco más normal por mi cuerpo y no pude resistir soltar un suspiro agarrandome de ambos lados del lavabo. Ya ni siquiera me importaba que estuviera en el baño de hombres, solo necesitaría unos segundos para recomponerme de tal impresión.
Manos frías.
Unas manos frías estaban rodeando mi cuello, pero sin aplicar ninguna presión, aunque el susto me lo llevé igualmente.
Me giré de manera brusca para encontrarme cara a cara con Ash, que era unos centímetros más alto que yo, tal vez de edad era mayor que yo.
Al estar tan cerca pude diferenciar en él unos rasgos finos y una mandíbula ligeramente marcada. Una nariz grande y recta, y sus ojo oscuros con algunos puntadas de color verde en ellos, que se habían clavado en los mios que no paraban de ir de ir de un lado a otro sin saber muy bien a donde mirar.
— El agua fría te irá bien en el cuello. — Comentó con su acento.
Pero que ...
— Veo que la princesa ha captado mi indirecta.
Se alejó de mí para acercarse a la puerta y atrancarla con un palo de fregona que andaba por ahí descuidada.
— ¿Qué haces?
En ese momento me había puesto a revisar el lugar en busca de algo con que defenderme, y lo único que me servía estaba evitando mi salida.
— Relájate, solo quiero hablar. — Dijo alzando las manos.
— Que raro, pensaba que te iba mas eso de ir raptando a la gente.
— Qué pasa ¿Qué esta hora tampoco te viene bien?
— ¡Pues precisamente hablar con un loco no está dentro de mi horas propuestas!
Ahí estaba de nuevo, esa sonrisilla que me sacaba de quicio.
— ¿Puedo preguntarte qué te hace tanta gracia? Que digo ¿¡Me puedes explicar que te hace tanta gracia!?
— Tú.
Y lo peor es que lo dijo con una de esas sonrisas.
Me estaba empezando a arrepentirme de haber venido. Solo podía hacerle perder tiempo hasta que alguno de la mesa fuera a buscarme.
— Dejando a parte tu extraña reacción...
— ¿¡Extraña!?
— ... Déjame presentarme antes de todo. — Continuó.
— Ash, ya lo sé. Y el otro grandullón Morte. Ambos seguramente de origen francés y muy mal de la cabeza. — Interrumpí orgullosa de saberlo.
— No vas mal encaminada.
Se apoyó en el lavabo y por instinto me aparté de su lado, lo que hizo que alzara una ceja extrañado, pero no pareció darle importancia.
— Morte vivió más que yo en Francia, en cambio yo a los pocos años me mudé a Inglaterra con mi madre a un bonito barrio con una reputación también muy bonita, no sé si me pillas.
No, la verdad es que no, pero estaba soltando una gran cantidad de información muy importante, así que me limité a asentir para que continuara.
— Ahora me toca a mi. — Una de sus comisuras se curvó de manera perversa. — Te llamas Verónica, mas o menos, pero tus amigos te llaman Nica, Vero o como les venga en gana, aunque sigo pensando que princesa te queda mejor.
— Eso lo puede saber cualquiera. — Me acerqué apretando su pecho con un dedo. — Y no vuelvas a decirme princesa o de aquí no sales.
— De acuerdo, fiera— Continuó. — .Diecinueve años, actualmente viviendo en una casa que actualmente desconozco su propietario no muy lejos de aquí, pero tranquila no me acercaré — Aseguró al ver mi cara de espanto. — .Viviste por dieciséis años en Inglaterra, en un bonito barrio como el mío, no sé si me pillas —Asentí para que continuara. —.Bien, un día visite hasta aquí porque toda tú familia se había... ido — Sonrió con poco tacto — .Puedo seguir si quieres, pero será doloroso, no sé si me pillas.
— Sí, si te pillo, Ash... Joder.
No, no entendía nada, y ese extraño dolor de cabeza había vuelto, no quería que me viera indispuesta, quería más respuesta sobre él, me daba igual que supiera todo eso de mí, o eso creía.
El dolor palpitaba en toda mi cabeza, era insoportable estar incluso de pie o mantenerle la mirada, cuando de nuevo, unas manos frías me pasaron por el cuello.
— Esto te irá bien. — Me recuerda.
Caí al suelo con la cabeza entre los brazos, incluso la poca luz del baño me molestaba tanto que no podía ni soportarla.
— Creo que por hoy ha sido suficiente.
¿Cómo que por hoy?
— Tienes que irte o tus amigos se preocuparán.
Me ayudó a levantarme y me dejó sobre una superficie de la que sobresalía la pared que todavía nos escondía de donde se encontraban los otros, seguramente todavía comiendo.
Estaba a punto de irse cuando se acercó para colocarme uno de mis mechones detrás de la oreja y tan cerca como pudo dijo:
— Lo primero, tienes algo que me pertenece, pero seguro te las habrás apañado para traducirlo, tómalo como ofrenda de paz por lo de la última vez. — Se separó un poco más y creo que volvió a sonreír de esa manera adrede. — Y sigues igual de preciosa que siempre, aunque el pelo corto te ayudaba a resaltar tus ojos.
¿Mi pelo corto?
Después de hacer que se me erizara la piel se marchó silbando como aquella vez que le ví en el callejón.
No sé cómo pude volver a la mesa dando tumbos, el dolor era aún peor que antes, iba aumentando acompañados de algunos recuerdos.
— Todos se reirán de mí. — Dije con un mohín frente al espejo.
— Estas muy... Mona. — Intentó calmarme mamá.
Había encontrado unas tijeras por casa y como Briar había llevado un nuevo corte de pelo chulísimos quise recrearlo... Pero todo había salido mal, muy mal. Mamá intentó arreglarlo, pero solo hizo que llorara más.
— Prefería mis dos trenzas. — Me giré hacía ella aun con los ojos llorosos. — ¿Y si no voy a clase hasta que crezca?
— Y ¿Por qué no vas y se lo enseñas a tú amigo?
— ¿Al hijo de la vecina de enfrente? — Aparté la mirada molesta y crucé los brazos. — No sé de quién me hablas.
— No puedes estar eternamente enfadada con él. — Dijo acariciándome la cabeza con cariño.
— Pues yo creo que sí que puedo, ¿no lo vés?
— Tira. Vamos.
Mamá me empujó hasta la puerta de entrada y puso en mis manos una bandeja con galletas. No me dijo que tenía que hacer, pero ya lo sabía perfectamente.
Caminé hasta el otro lado de la carretera y esperé hasta que una mujer joven de cabello ondulado, muy rubio, apareciera por la puerta con una dulce sonrisa como siempre lo hacía que tocaba su puerta me abriera.
— Hola, querida.
— Hola, Ingrid.
Intenté saludarla con la misma gracia que ella aunque mis ojos rojos delataban que había estado llorando desde hace un par de horas, cosa que agradecí que no preguntara.
— ¡Querido, baja!
Después un rubio, mayor que yo, bajó rápidamente los escalones de las escaleras de dos en dos.
Cuando se posicionó al lado de su madre me dio un vistazo rápido de abajo a arriba fijándose de más en mi cabeza ahora casi sin volumen y en mis ojos llorosos.
Salimos al jardín de atrás de su casa para merendar las galletas en un silencio sepulcral mientras él seguía mirando mi horrible peinado.
En serio no podía mirar a otro lado, aunque no le culpo.
— Bonito corte de pelo. — Comentó mientras masticaba una de las galletas.
— ¡No hables con la boca llena, Ash!
— ¡Ajá! ¡¿Con que ahora si soy Ash?!
Y como cada discusión a los días la solucionábamos con galletas, como decía mi madre: "Algo dulce siempre ayuda a perdonar".
* * *
Jeje
Bueno os podéis ir haciendo una idea, poco a poco iré revelando mas cosas.
Hacerme saber cualquier cosa, tanto si os a gustado, como si no.
Thanks 💗
~Besis de fresi~
<33
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top