034
Miram
Mis sentidos fueron despertando, fui recobrando la consciencia y de inmediato percibí el irritante olor a antiséptico. Abrí los ojos con dificultad, parpadeé varias veces por la luz blanca cegadora que me rodeaba y finalmente caí en cuenta de que me encontraba en una cama de hospital, también fui consciente de algo que me inmovilizaba el cuello.
Me quejé, ya que mi espalda y mis brazos dolían. Una puntada se acentuaba en mi cabeza. Alcé mis brazos ligeramente, moví los dedos de mis manos y pies comprobando que tenía total dominio de estos porque recordé la sensación paralizante tan horrible que tuve cuando caí por las escaleras.
Una doctora rodó la cortina del cubículo donde me encontraba y al notar que estaba despierta, me sonrió cálidamente y se presentó. Me fijé en su uniforme, específicamente en el área de su pecho donde llevaba su identificación.
Era obvio que Jimin no me iba a llevar al hospital donde trabajaba y había optado por traerme a una clínica no tan lejos de casa.
La mujer me ayudó a tomar agua ya que mi garganta se encontraba muy seca, lo agradecí, aunque mi labio inferior ardió porque estaba roto, supuse que pasó por la caída. Luego comenzó a hacerme preguntas. Me preguntó como me sentía, prosiguió con la fecha en la que estábamos, mi nombre, mi fecha de nacimiento y todo lo respondí correctamente, examinó mis reflejos también para descartar algún problema por el golpe que me llevé en la cabeza. En eso, escuché la voz de Jimin desde afuera preguntando si ya había despertado, supongo que a alguna de las enfermeras y acto seguido lo vi aparecer frente a mí. Su expresión denotaba mucho alivio.
Me contuve de gritarle que se largara.
–¿Cómo te sientes? –Preguntó con cautela, odié escuchar su voz, tenerlo frente a mí cuando antes estaba dispuesto a lastimarme.
Y lo logró.
–No tan mal. –Respondí, intentando no sonar tan cortante.
–¿Es su pareja?
–No, somos amigos.
Asintió.
–¿Puede relatar lo que pasó, señorita Song?
Jimin y yo cruzamos miradas por un segundo. Por más que quisiera decir la verdad por la rabia que me recorría, no iba a hacerlo. Nunca me atrevería a meterlo en problemas.
–Ya le comenté como te encontré casi inconsciente en la calle. ¿Recuerdas lo que pasó antes?
–No recuerdo mucho –dije, centrándome en la mujer que nos acompañaba– Yo... me resistí a un robo –logré sonar segura sin dejar de observarla para que no sospechara de mi mentira– Estaba cerca de un parque y en eso llegó un tipo, intentó quitarme mi celular pero me resistí, forcejeamos y terminé rodando por unas escaleras. Supongo que se fue después de eso porque solo recuerdo a unas personas que quisieron auxiliarme y Jimin justo llegó en ese momento... Mm, no recuerdo el trayecto hacia acá.
–Te desmayaste cuando te subí al auto.
–¿Y que hacía allí? –Inquirió, de nuevo. Algo me dijo que quería asegurarse de que no se tratara de un caso de violencia doméstica o algo así.
–Lo estaba esperando a él. –Señalé al rubio. –Habíamos planeado vernos, por eso lo estaba esperando en ese lugar.
–Te dije que podía ir a buscarte, Miram –posó una mano sobre mi izquierda, lo dejé– Eres terca. Por fortuna, llegué a tiempo.
–Debí esperar en un lugar más concurrido.
–No es tu culpa.
Obvio que no lo era.
La doctora hizo un par de preguntas más las cuales respondí sin problemas, al final se creyó todo. Ambos mentimos naturalmente, sin titubear.
Nos explicó por cuanto tiempo debía llevar el collarín, como se trataba de una lesión leve lo usaría por una semana. Tenía una contusión en la cabeza, no era grave pero debía guardar reposo y evitar usar aparatos electrónicos durante las veinticuatro horas siguientes, al menos.
Al final dijo que me daría el alta después de recetarme algunos medicamentos, uno en específico para el dolor de cabeza y recalcó que ante cualquier síntoma extraño debía volver de inmediato.
–Hizo demasiadas preguntas. –Bufó, Jimin, cuando nos quedamos solos.
–Deberías ir a pagar la cuenta, quiero irme a casa.
–Está bien. –Se acercó con la intención de darme un beso en la mejilla pero me aparté. Él entendió que estaba enojada y simplemente me dejó sola en el cubículo.
Se me hizo un poco difícil ponerme los zapatos, unos tenis, los cuales supuse que había tomado Jimin para simular que estuve fuera de casa. Logré ponérmelos y salí del cubículo.
Me encontré con personas y personal médico que iban y venían por Urgencias, el dolor de cabeza se acentuó ante el ruido. Vi a Jimin reír con las enfermeras, haciendo bromas y siendo coqueto como era usual porque disfrutaba de ser el centro de atención. No podía culparlo porque yo era igual, pero de todas maneras mi enojo aumentó.
Él se dio cuenta de que ya estaba lista para irme, se acercó a mí y me sostuvo del brazo sirviendo como apoyo. Se despidió de las enfermeras y éstas lo hicieron luciendo un poco desilusionadas como unas estúpidas adolescentes o como si fuera la primera vez que veían a un hombre guapo.
De regreso en el auto, ninguno habló. Durante el trayecto solo nos acompañó la música que pasaban por la radio, creo que los dos estábamos pensando en demasiadas cosas.
En el elevador cada quien se situó en una esquina, sin dirigirnos siquiera la mirada. Cuando estuve dentro de mi apartamento, un escalofrío bajó por mi columna al ver las escaleras por donde había caído y la discusión que tuvimos volvió a mi mente.
Esquivé el pequeño rastro de sangre que dejé en el piso, subiendo hasta mi habitación. Me senté en la cama en medio de un suspiro, pude escuchar los pasos de Jimin acercarse y finalmente la puerta se abrió detrás de mí.
–Cielo... –inhalé profundamente, pero el nudo en mi garganta pudo más y me largué a llorar soltando lo que estuve reteniendo por todo este rato– Preciosa... lo siento mucho –rodeó la cama para acuclillarse delante de mí, posando sus manos en mis rodillas– Sabes que no era mi intención que esto pasara. Por favor... hablemos. –Intentó tocarme el rostro y lo aparté de un manotazo, poniéndome de pie y pasando a su lado hasta entrar en el baño.
Apoyé mis manos en el lavabo mirándome en el espejo. Tenía los ojos rojizos, al igual que mi nariz, inundados en lágrimas que seguían deslizándose por mis mejillas. Estaba muy pálida, mi rostro expresaba lo mal que me sentía tanto física como emocionalmente, pasé la lengua por mis labios resecos y no pude evitar soltar un quejido por el corte que tenía.
Jimin entró, situándose detrás de mí aún guardando la distancia entre los dos.
Lo observé a través del espejo. –¿De verdad eres consciente de lo que hiciste?
–Lo sé, soy una bestia –murmuró, cabizbajo– No te merezco –volvió a conectar su mirada con la mía y creí que comenzaría a llorar en cualquier momento, pero simplemente no podía creerle que estaba arrepentido, quizá si sentía mal, pero lo conocía lo suficiente para saber que definitivamente no se arrepentía de lo que había hecho– Lo siento...
–Tienes que controlarte, Jimin.
–Eso intento, pero tú me provocas –acusó–. Al menos trata de entenderme.
Exhalé, cerrando los ojos y clavando las uñas de mi mano derecha contra la palma de mi mano izquierda, como una forma de canalizar todas las emociones que me recorrían.
Volví a mirarlo.
–No quiero tenerte cerca, es mejor que te vayas. –Sus facciones se endurecieron, dejando atrás todo signo de supuesto arrepentimiento al yo soltar esas palabras y en ese momento me dio completamente igual si quería golpearme hasta dejarme inconsciente de nuevo. Eso sería lo mejor para no tener que verlo más.
–¿Recuerdas lo que pasó en Lyon?... Lo que hiciste, Miram. Pude irme y terminar todo...
–¡Yo n-no merecía esto ahora!
–Acepté mi error. Te perdoné y me quedé a tu lado porque te amo –continuó, ignorando completamente lo que dije–... Porque a pesar de todo eres el amor de mi vida, cielo –se acercó más a mí, tanto que pude sentir su respiración contra mi nuca– Porque prometimos estar uno al lado del otro siempre.
A la frustración y enojo que me embargaba, se le unió la culpa porque tenía razón. Porque esa vez yo perdí el control, lo tenía claro, pero ya habían pasado casi dos años desde aquel incidente y no podía creer que me lo sacara en cara en estos momentos cuando lo que él hizo fue igual de grave, quizás más.
–No lo merecía... –Repetí, quebrándome nuevamente.
–Yo no estoy libre de culpa, mucho menos tú. –Musitó en mi oído, antes de salir del baño cerrando de un portazo.
Miré mi mano izquierda, no me di cuenta que ya estaba saliendo un poco de sangre de la palma. La metí debajo del chorro de agua, mientras luchaba conmigo misma para no ir detrás de Jimin, porque sí, estaba enojada y triste pero el solo pensar en que no lo tendría cerca por esta noche me hacía sentir aún peor.
No pude aguantar más, salí del baño y luego de la habitación. Él estaba a punto de irse.
–Jimin. –Lo llamé desde las escaleras, él se giró mirándome expectante.
Bajé con cuidado hasta que quedamos frente a frente. Sus ojos estaban apagados, tristes, pude ver el enojo también.
Lo abracé, escondiendo mi cara contra su pecho. El llanto volvió, entonces sentí sus brazos rodearme firmemente aunque siendo delicado a la vez.
Estamos bien. No ha pasado nada.
–Lo siento mucho... perdóname –susurró, y besó mi sien mientras acariciaba mi espalda– Te amo, cielo. Te amo, te amo tanto.
●●●●
👀
¿Qué tal el capi?
Gracias por leer♡
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top