10 | Aceptar el camino

—¡Oh, vaya! ¡Cuánto tiempo!

Tal y como imaginaba, en cuanto me tomé el hipnótico que me facilitaron en el hospital y mi estado de conciencia se nubló, regresé a la estación.

Tenía la maleta en la mano y el billete en la otra. Era el mismo día siempre y también la misma hora de siempre. Y, para variar, las lágrimas no me permitía distinguir bien lo que tenía a mi alrededor.

—Esta vez has tardado mucho. —Nam Joon me dedicó una sonrisa amable y, de paso, me tendió un pañuelo a fin de que me limpiara el rostro pero no lo acepté—. Supongo que has podido alargar las cosas. Habrá sido complicado.

—Algo —reconocí.

No dijo nada. Solo suspiró y se dispuso a teclear en su ordenador.

—Espera. —Me acerqué al cristal—. Ya no quiero que anules el billete.

Mi interlocutor tosió de la impresión y se bajó las gafas, para asegurarse de que realmente era yo quien le hablaba, estupefacto.

—Yoon Gi ha muerto en la cama de un hospital y, cuando lo hizo, estuve con él —continué—. Desde que volví he tratado de redimir mis errores y de que fuera feliz, le hice mil dibujos, le acompañé en la enfermedad y le amé hasta el final. Me parece algo similar a lo que Tae Hyung logró que Jung Kook hiciera por Hoseok así que entiendo que he terminado.

—¡Caramba! —Nam Joon se volvió a acomodar las gafas y apoyó los codos sobre el mostrador—. Esto sí que me ha sorprendido. Has hecho una valoración muy certera, Jimin.

Ya. Sabía que era correcta pero también dolorosa y demasiado difícil de asimilar. Vivir sin Yoon Gi, que había sido mi único sol, sabiendo como ahora sabía lo mucho que me había amado. Seguir en Seúl, solo, con esa mierda de trabajo y dificultades para pagar los recibos de la luz. Con unos padres que no me hablaban. Con mi hermana muerta.

¿Ese era mi camino?

Pues no. No lo quería.

A la mierda las enseñanzas del Butterfly y a la mierda todo. ¿Que no introdujera variaciones, decían? De acuerdo. Pues muy bien.

—Vía tres. —El trabajador me pasó el ticket sellado, con una sonrisa que denotaba que no tenía ni idea de lo que estaba a punto de hacer—. Que tengas un feliz viaje.

Asentí, cogí mi billete y acudí al andén marcado. Subí al tren. Llegué a casa y prendí las velas. Saqué las botellas de soyu pero, en vez de echar mano a mi blog de dibujo, lo que hice fue buscar en los cajones las pastillas para la depresión que me había recetado el psiquiatra en su momento y que yo me había dedicado a coleccionar.

Encontré tres cajas que no estaban caducadas. Me las tomé con el soju. Las tres. Después me metí en la cama y me puse a trastear en el móvil el chat de Yoon Gi. Quería ver su foto de perfil. Una foto en la que salíamos los dos.

—Te quiero. —La vista se me empezó a nublar—. Nos vemos pronto.

No supe cuándo se me cayó el teléfono aunque lo escuché estrellarse contra el suelo ni tampoco fui consciente del momento en el que me perdí del todo bajo la letargia de la medicación, rumbo a un coma por sobreingesta medicamentosa.

Hasta que desperté.

Me sentía abotargado, confuso y enlentecido pero veía las luces del techo, sentía el colchón bajo la piel y, de fondo, escuchaba voces diferentes, todas desconocidas. Parpadeé varias veces. Las paredes de la estancia en donde estaba eran muy blancas, casi inmaculadas, y, al tratar de incorporarme, el pinchazo en el brazo me hizo darme cuenta de que me habían puesto un suero intravenoso en la muñeca. Me miré la ropa. Llevaba un pijama azul de hospital.

Mierda.

—Buenos días, Jimin.

Me quedé de piedra.

Dios mío. ¿Pero qué...?

—¿Has descansado bien? —Yoon Gi, ataviado con una bata de médico, una tarjeta colgada en el cuello y la carpeta de medicación en mano, se acomodó en la silla anexa a mi cama—. ¿Cómo te sientes?

La desazón se apoderó de mí.

—No lo sé —intente ser lo más sincero posible—. No estoy... Bien... No entiendo lo que sucede ni tampoco qué haces vestido así.

—No te preocupes —respondió—. Es un efecto secundario habitual de la medicación nueva pero se te pasará pronto.

¿Medicación? Me fijé en su acreditación. Tenía su foto junto con su nombre y apellidos y un cargo que lo identificaba como psiquiatra en formación.

¿Psiquiatra? ¡Madre mía!

—¿Qué hago aquí? —La ansiedad me revolvió de arriba a abajo—. ¿Estoy ingresado? ¿Por qué? ¿Y por qué no me hablas como siempre lo haces? Soy yo, Jimin.

—Sé muy bien quién eres pero, aunque te resulte difícil, trata de razonarlo —respondió—. Eres muy inteligente. A veces lo logras.

Me eché a temblar y, por inercia, me encogí sobre mí mismo y me llevé las manos a la cabeza.

—Estás aquí porque, después de la muerte de tu hermana, sufriste una ruptura de pareja bastante dolorosa y, desde entonces, has estado huyendo de la realidad y te has refugiado en otra que tu mente ha creado. —La exposición sonó tranquila pero también segura—. En ella me escogiste a mí como pareja, supongo que porque soy tu médico y confías en mí. Rompías conmigo debido a un malentendido con otro y luego volvías pero entonces me moría y viajabas a través del tiempo para salvarme. Entiendo que es la forma de manifestar lo de tu hermana.

—No... —balbuceé—. Eso no puede ser... Butterfly es real...

—Butterfly es un delirio que hizo que ayer te metieras en el botiquín a escondidas y trataras de suicidarte —me corrigió—. Por eso me he visto obligado a cambiarte la medicación por otra más fuerte y por eso estás confuso y un poco amnésico.

—No —insistí—. No me lo creo.

—Tampoco es necesario que lo hagas ahora. —Me dio una palmadita en el hombro y se incorporó—. ¿Qué te parece si mañana me paso otra vez por aquí? ¿Te importaría charlar conmigo?

Negué con la cabeza.

—Genial.

Se marchó. Quedé solo, con una enorme incertidumbre en el cuerpo y la cabeza como una centrifugadora. ¿Así que estaba loco? ¿Me lo había imaginado todo? ¿Podía ser?

Recordaba cada segundo de mi relación con él, cada beso y cada caricia. Recordaba cada "te quiero" y cada bucle, cada atropello y también los días en la playa. Los retratos que le hice. Las risas. Su cariño incondicional. A Jung Kook y a Tae Hyung. Su enfermedad.

Lo recordaba todo. ¿Cómo iba a ser eso un delirio?

—Te dije que las consecuencias de introducir cambios bruscos podrían ser imprevisibles.

Di un bote en la cama. Nam Joon, vestido como un enfermero, con las mismas gafas pero el color de pelo algo más oscuro, me dedico un gesto simpático desde la puerta.

Dios mío. Sí que había sido real.

—Este es el verdadero Efecto Butterfly del que me hablaste el primer día —concluí —. He desencadenado un cambio completo porque me suicidé cuando lo que se suponía que tendría que haber hecho era seguir mi camino.

—Eso es —me dedicó una mueca—. Lo hiciste adrede, ¿verdad?

Asentí.

—¿Tan seguro estabas de que no ibas a morir?

Volví a asentir.

—¡Uf, chico! —resopló—. Te has metido en un buen follón.

—Qué va.

El pecho se me descongestionó, como si se acabara de liberar de un peso enorme, y una radiante sonrisa de alivio se me dibujó en los labios.

—En realidad estoy feliz porque lo logré—. Me dejé caer en la cama—. He salvado a Yoon Gi de morir.

N/A: Hasta aquí llegaba la historia. En un inicio la trama se extendía un poco más pero, por una serie de factores variados, al final se quedó aquí. Ahora que estoy en una fase en la que estoy revisando mi contenido, he decidido escribir lo que en su momento no hice. ¡Qué emoción! Ojalá les guste tanto como a mí. ❤️

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