1 | El principio

Si tuviera que definir mi vida me bastaría con una única palabra: desastre.

Estudié Bellas Artes porque quería ser artista. Pintor, para ser más exactos. Pero lo dejé. El lienzo y los pinceles eran mi pasión pero no me permitían pagar la renta del minúsculo apartamento que tenía alquilado, a pesar de que trataba de no encender la luz y me alimentaba a base de fideos preparados.

Además, cada vez que se me ocurría la brillante idea de acercarme por algún taller de arte a mostrar mi trabajo o me presentaba en alguna compañía de ediciones o publicidad, terminaba hundido bajo las críticas del operario del turno quien, por cierto, no solía tomarse la molestia de abrir mi dossier. Por supuesto, no lo necesitaba. Ese mundo se movía a base de contratos por recomendación y mis padres eran unos humildes vendedores de pescado sin influencias de ningún tipo.

Me desmotivé y terminé en el psiquiatra con pastillas para la depresión. Fue él el que me dijo que tenía que reconducir mi vida, que mi planteamiento era fantasioso e irreal y que no sobreviviría a base de creatividad sino de dinero, de modo que guardé los pinceles bajo la cama y empecé a buscar trabajo de otra cosa.

Me contrataron en dos restaurantes de comida rápida como repartidor a domicilio. También distribuí publicidad y me encargué del turno nocturno de un supermercado. Entre medias me dio por beber y tuve varias relaciones que me duraron tan poco tiempo que no sabría si realmente debería considerarlas así.

Regresé al psiquiatra. Me mando más pastillas. Mis padres me retiraron la palabra porque, entre el exceso de trabajo, el alcohol y mi debacle amorosa, no les prestaba la debida atención y faltaba a las reuniones que organizaban. Ni siquiera estuve cuando mi hermana enfermó. Murió en cuestión de días, por cierto.

Fue entonces cuando pensé que nada tenía sentido, que no merecía la pena seguir. Y también fue entonces cuando le conocí a él.

Min Yoon Gi era tan diferente a mí como el agua lo era del aceite. Era fuerte y seguro en donde yo me mostraba pesaroso, optimista cuando yo lo veía todo negro y atractivo. Muy atractivo.

Fue imposible no enamorarme e inútil no reconocer que su presencia agitaba mi corazón tan rápido como el batir de las alas de una mariposa antes de posarse en una flor. Pero, al igual que las mariposas, el tiempo de vida de aquella maravillosa primavera que él creó en medio de mi eterno invierno fue efímera.

¿Pudo haber sido diferente?

Sin duda.

Me amaba, me lo dijo, mas no le creí. Solo me percaté mis errores cuando caí dentro de un episodio extraño, desconcertante y, sobretodo, angustiante.

Me llamo Park Jimin y, aunque nadie me crea, estoy atrapado en un bucle temporal.

N/A: Creo que este es uno de los mejores arranques de historia que he escrito ❤️. Amo mucho la frase final.

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