Prólogo
Él estaba sentado en un rincón de la habitación, temblaba y mordía sus uñas sin importar que éstas estuvieran sangrando, ni siquiera se inmutó el dolor tan agudo que sentía por ello.
Su cabello llegaba hasta los hombros, era castaño y ondulado, enmarañado y seco, sin brillo y visiblemente maltratado; sus ojos grises azulados miraban a la nada, sin un atisbo de brillo en ellos, abrazaba sus piernas contra su pecho esperando poder tener la habilidad de desaparecer.
La puerta de su habitación se abrió, sin embargo el continuó sin moverse.
—Bucky — Habló la bien conocida voz —Es hora de tu medicamento.
La voz de aquel hombre se escuchaba lejana, odiaba que las personas lo interrumpieran, odiaba a la gente y no soportaba que irrumpieran en su espacio. El hombre rubio, de ojos azules y piel blanca acercó a él, lucía su bata blanca que le hacía juego con su camisa azul y sus pantalones negros, él se acercó a Bucky con cautela, sosteniendo un envase que contenía sus pastillas y un pequeño vaso de cristal. Se posó frente a él y le ofreció lo que llevaba en las manos.
—Vamos — Alentó, aunque de igual manera, seguía sin obtener ni una mirada del paciente —Bucky, sabes que si no soy yo alguien más vendrá a dártelas y no será muy amable — Con eso dicho, apenas y se ganó la mirada del interno, éste tomó los objetos de mala gana y obedeció la orden del doctor —Gracias.
Antes de salir de la habitación, Steve miró por la ventana, dándose cuenta de que el cielo estaba lleno de nubes que no tardaban en descargar lluvia, suspiró.
—Cuando la lluvia no es muy fuerte me resulta relajante, me ayuda a pensar — Sonrió —Tal vez también pueda ayudarte a ti — Sin más que decir, salió del cuarto dejando al paciente solo. En cuanto Steve salió, Bucky se levantó del suelo y cerró las cortinas, él odiaba la lluvia, le producía una mala sensación y por supuesto, ataques de antiedad y de pánico.
Apagó la luz y se recostó en su cama, se metió bajo las mantas y las abrazó fuertemente, mientras hundía su cabeza en la almohada, no mucho tiempo después comenzó a llover.
El sonido de los truenos lo inquietaba de sobremanera, las gotas de agua impactaban contra el cristal de su ventana y deseaba que pronto pararan, su respiración comenzó a hacerse pesada y un gran miedo se apoderó de él; las lágrimas resbalaron por sus mejillas, sentía que poco a poco la oscuridad lo consumía.
🌼
—Doctor Rogers — Steve se volvió hacia una de las enfermeras —Veo que viene del cuarto de él.
—Si, acabo de darte su medicamento — Asintió.
—La cosa es que acaba de comenzar a llover y usted sabe que se pone extremadamente violento cuando eso pasa — Se notaba nerviosa — ¿Cree que debamos ponerle la camisa de fuerza de nuevo?
Steve suspiró mirando el paraje por una de las grandes ventanas del hospital, la lluvia era tan fuerte que apenas y se alcanzaba a ver al horizonte.
—No se preocupe, señorita Maximoff — Respondió —Creo que ya sé que hacer con él.
—Confió en su juicio, doctor Rogers — Sin más que añadir, la chica volvió a sus labores.
Una vez que vio a la chica irse por el pasillo, apresuró el paso hasta su oficina y una vez adentro tomó el teléfono marcando el número que bien conocía.
—Consultorio del Doctor Stark — Una voz femenina le atendió.
—Hola Pepper, soy Steve.
—Oh, hola doctor Rogers — La secretaria sonrió al escuchar el nombre —¿Cómo ha estado?
—Muy bien Pepper, oye ¿Está tu jefe?
—Si, lo comunico — Se escuchó un pequeño pitido del otro lado de la línea —Steve.
La voz de su viejo amigo resonó en la línea.
—Hola Tony, tiempo sin escucharte — Admitió el rubio con vergüenza.
—Si, he estado ocupado, ya sabes, Strange piensa que soy el único psicólogo disponible — Sonaba cansino —Además hemos estado trabajando en una teoría nueva.
—Eso es bueno, tus trabajos siempre resultan tener muy buenas críticas — Sonrió —Eres de los mejores y lo sabes.
—Obvio, soy yo — Una pequeña risa se escuchó de la parte contraria —Supongo que llamas para pedirme algo.
—Eso es cruel Tony — Fingió estar dolido —¿Acaso no puedo llamar a un amigo solo porque lo extraño? — Sin embargo, bien sabía que Stark no era ningún idiota, se conocían bastante bien como para formalidades —Pero estás en lo correcto.
—¿Y bien, para qué soy bueno? — Steve dudó por un momento lo que le diría, no obstante, era de vital importancia que supiera todo.
—Hay un paciente llamado James Buchanan Barnes — Empezó —Lo llamo Bucky, él tiene una muy fuerte depresión, además padece de constantes ataques de ansiedad y de pánico — Se sentó en su escritorio —Ha intentado suicidarse varias veces, pero, no te estoy llamando solo para que me des tu opinión, sino que de verdad te necesito — Apretó el tabique de la nariz —Hemos considerado la opción de dejarlo cometer suicidio, está muy mal y ya no podemos con él, por más que intentamos nada parece dar resultado y pensé que podrías venir...
La línea se quedó en silencio por unos segundos, nadie dijo nada esperando a que el otro respondiera.
—¿Quieres que lo evalúe?
—Quiero que lo trates — Soltó por fin —Ambos sabemos que eres el más calificado para esto, yo he tratado por mucho tiempo y todo lo que he logrado es que asienta con la cabeza, no habla, no hace nada y, en vez de mejorar parece que solo está cayendo cada vez más —Steve estaba cansado y desesperado —Por favor Tony, te lo ruego.
Se escuchó un gran suspiro, y por un momento, Rogers pensó que su amigo no aceptaría.
—Está bien, acepto ir — Steve dió un pequeño saltito de felicidad —Podré poner en práctica un poco de la teoría que estoy realizando, además será bueno viajar hasta allá, Nueva York es muy ruidoso.
—Gracias, de verdad gracias, no sabes lo mucho que significa para mí — Después los dos se despidieron acordando el encuentro en una semana.
Cuando los dos colgaron, Steve de verdad sintió que había una gran esperanza para Bucky, o al menos, quería convencerse de que si la había.
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