Capitulo 9
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Jealous girl.
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(Advertencia: Escenas 18+)
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El pelinegro se remueve en las sábanas, maldiciendo entre sueños haber dejado la ventana abierta.
Aun así no abrió sus ojos onix, tenía demasiado sueño. Extendió su brazo en la cama, buscando el cuerpo cálido que duerme a su lado en las noches, deseando robar algo de ese calor que desprende naturalmente. Tantea en la superficie fresca y fría de las sábanas, pero no encuentra calidez. Shiera no estaba a su lado. Nico levantó su cara enterrada en la almohada y busco con la mirada aún algo borrosa a Shiera.
Pensó que quizás estaba en la esquina y de alguna forma no logro alcanzarla, pero no estaba allí. Lo noto cuando su visión se aclaró y logro ver su costado vacío gracias a la luz del amanecer de tonalidades frías por las abarrotadas nubes que surcaban los cielos que se colaba por la ventana abierta.
— Shiera.— Su voz es ronca y desgastada. Demasiado bajo.
Se sienta en la cama con el ceño fruncido. Se aclara la garganta y vuelve a llamarla, pero no hubo respuesta alguna de la diosa.
El hijo de Hades cerro los ojos y respiro hondo. Tratando de sentir las auras que había en la casa, pero no logro sentir nada. Está vacía. Nada vivo a excepción de él estaba allí.
Lo que significaba que Shiera había salido a de excursión sin decirle.
Nico se levanta de la cama dando zancadas, toma la primera camisa que encuentra y se la pone torpemente.
Busca las llaves para abrir la puerta, pero rápidamente se da cuenta de que la joven diosa la dejo abierta.
Nico soltó un resoplido furioso y salió, por qué claro, «Que importa si un oso se come a Nico mientras duerme o un loco se mete a la casa y nos roba».
Nico ya estaba planeando que decir cuando le diera una reprimenda por ser tan descuidada en las cuestiones humanas normales como la vida, la seguridad y responsabilidad.
Nico chasqueó su lengua. Con este tipo de comportamiento Shiera quería que le permitiera adoptar un pájaro Ninfa, esa chica no podría mantener vivo a una roca con ojos pintados.
Era demasiado despistada. Olvidaría dónde la dejo y lloraría por haberla perdido en las primeras 24 horas.
—¡Shiera!— El amanecer era frío y su patio estaba sumergido en la niebla.—¡Maldición…!— Gruño al tropezarse con una piedra entre la hierba.
Dejar que Shiera lo convenciera de vivir en las afueras no fue buena idea. Si hay salida al bosque detrás de la casa, habrá excursiones nocturnas.
El departamento que tenían estaba bien. Era pequeño, pero le gustaba.
Lo compro específicamente por qué solo había una habitación, solo una cama y no tendría que poner excusas tontas que le hacían sentir vergüenza para ir a la habitación de Shiera. Solo tenía que acostarse y ella estaría allí.
Ahora tenía que ir hasta la habitación de Shiera y pedir dormir juntos.
Desde que se mudaron a esa casa, Shiera duerme siestas cada vez más largas y constantes en el patio. Debajo de un árbol que daba mucha sombra. Así que Nico se dirige a ese punto en específico, sin pensar, planeando que iba a decir y que tanto iba a gritar.
Que tanto se ofendería y que tanto drama podría hacer por esto.
Nico suelta una risa amarga cuando apunta con la linterna de su teléfono la base del árbol y logra ver entre la niebla la figura de Shiera a sus pies.
— Allí está la bella durmiente.—Alza la voz y camina hacia el árbol—¿Estás loca? Casi me da una embolia cuando no te encontré en la casa. —Nico fija la luz en sus piernas y la sube hasta el rostro de la chica. Parece dormida.—Pensé que habíamos quedado en no salir a altas horas de la noche sin decirle al otro…—La voz del joven semidiós se corta—¿Shiera?
Nico siente su pecho apretado. El sudor frío empieza a bajar por su espalda, al tener una sensación rara de miedo y angustia en el corazón.
Fue cuando noto lo que estaba fuera de lugar. Lo que despertaba esa rara sensación que le erizaba la piel.
Shiera estaba como… Hundida en la tierra, como cuando vas a la playa y empiezas a enterrarte en la arena por diversión. Lo que no tenía sentido, por qué la tierra de aquí es dura y es casi imposible hacerlo sin una pala.
Nico se agacha al lado de la diosa, toma su rostro con una mano y con la otra apunta la luz de su teléfono justo en el rostro para despertarla.
— Oye, oye…—Sacude ligeramente su rostro.— Shiera despierta, despierta… ¿Qué está pasando?— Su voz empezó a volverse insistente y perder la calma por completo. El cuerpo de Shiera se hundió un poco más en la tierra de golpe, era como si estuviera siendo absorbida por la tierra misma.
Nico soltó un pequeño grito. Y su corazón se contrajo en su pecho
Despertar a Shiera pronto se volvió algo imprescindible.
—¡Por favor! ¡Ya despierta!— Las raíces del árbol emergieron desde el subsuelo y empezaron a envolver el vientre de Shiera. Nico gritó—¡No! ¡¿Qué es esto!?— El pelinegro tomó las raíces y las jalo para qué dejarán de envolverse alrededor de la diosa.
— ¡Despierta! ¡Shiera!— Chillo y al notar que las raíces era demasiado fuertes y no podían ser arrancadas invoco sus poderes para pudrirlas y robarles la vida. Lo logro, las raíces se secaron y las arranco del cuerpo de la diosa, pero esto no evitó que Shiera se siguiera hundiendo—¡No, no, no…! ¡Ya Basta! ¡Basta! — Nico empezó a cavar con sus manos, como si fuera un niño jugando con tierra en el jardín de su madre. El pánico nublo sus sentidos.
No importa cuánto cavara, no era suficiente. La tierra era dura y sus dedos se entumecieron y sus uñas se rompieran. Le ardían los dedos, y podía oler su propia sangre.
Cada intento desesperado por ayudarla era doloroso.
Cada intento era inútil.
Shiera seguía uniéndose. Cada vez más profundo, hasta el punto en que solo podía ver su rostro.
Nico dejó de cavar, sabía que eso no lo llevaría a ningún lado. Intento pensar en algo, pero Shiera no se despertaba y él estaba perdiendo la cordura.
Le ardía la garganta después de gritar sin parar los últimos 30 minutos.
En ese momento Nico recordó esa película animada «la bella durmiente» que vio con Hazel antes de irse del campamento, así llamaba a Shiera para molestarla por qué le cuesta mucho despertar por las mañanas.
En la película una princesa cae en un sueño eterno y solo es despertada por el beso del verdadero amor. Y sin otra opción, Nico se inclinó y la beso.
Y entonces se hundió por completo en la tierra. Desapareció. Era como si ella nunca hubiera estado allí.
Nico ni siquiera podía respirar. Estaba tan confundido, asustado y triste que no era capaz de reaccionar. No podía moverse, solo se quedó allí en el suelo. Con la ropa llena de tierra, las manos destrozadas y el corazón adolorido.
Entonces algo se removió en el suelo, la tierra se abrió justo donde Shiera se encontraba y pudo ver su cuerpo en un agujero como si alguien la hubiera sacado de la casa para posteriormente enterrarla estando viva. Shiera se veía casi tan confundida como Nico.
—¿Nico? ¿Por qué lloras…?— Pregunto confundida.
Nico reacción. Salió del trance para tocarse la mejilla y sentirlas calientes gracias a las lágrimas, se apresuró a limpio las lágrimas manchando en el proceso su rostro afilado de tierra.
— Vamos, sal de allí.— Susurra apenas con voz ronca y rota.
Nico literalmente se lanzó al agujero, abrazo a Shiera y la jaló hacia afuera haciéndola quedar sentada.
— ¿Qué paso?— Pregunto Shiera.
— Te dije que no salieras, quedamos en que no nos iríamos sin avisarle al otro, te dije que no salieras—Nico la abrazo con fuerza y hundió su rostro en su cuello. Shiera lo abrazo devuelta en cuanto escucho su voz temblorosa y nerviosa, apenas podía pronunciar bien las palabras y su voz de débil se cortaba en cada frase al intentar de forma fallida contener sus propios sollozos.—¿Por qué lo harías? ¿Por qué?— Le cuestionó insistente.
— Yo, no…—Shiera miro la casa, la puerta trasera abierta.—No recuerdo haber salido.— Murmura, la diosa.
Eso pasó hace 1 mes y desde entonces Nico no puede dormir. Le prohíbo a Shiera salir al patio, mucho menos hacer sus excursiones al bosque.
La imagen de Shiera inconsciente, siendo absorbida por la tierra no desaparece de su mente.
Incluso ahora, estando acostado en la cama al lado de Shiera esperando que el estridente sonido de la alarma la despierte. No deja de pensar en ello.
Ambos se toman su tiempo para levantarse de la cama, vestirse, y comer algo ligero. El hijo de Hades ayuda a la joven diosa a cepillar su largo cabello castaño con luces de un tono rubio apagado, no era necesario, el cabello de Shiera hace todo lo que le ordena igual al resto de su cuerpo. Pero le gusta que Nico lo haga. Y al le gusta que ella le afeite la barba cada que empieza a crecer de nuevo.
Así que están en igualdad de condiciones. Lo hacen con gusto.
Nico se inclina y besa la frente de Shiera antes de despedirnos en el pasillo. Y tomar caminos separados.
— Nico, es tarde.— Dice entre risas mientras él busca la forma de poseer sus labios con los suyos. Cada que ella intentaba alejarse, él busca sus labios.
La besa una y otra vez hasta que tiene el rostro caliente y está jadeando.
— Un momento.— Súplica y luego le da otro beso húmedo, y se separa de sus labios de forma tortuosa.—Listo.
Se aleja sin dejar de mirarla, retrocediendo a paso rápido.
—Nos vemos en el almuerzo.— Pide con emoción.—Presta atención a tus clases, en lugar de pensar en mí.— Se jacta con el mentón bien en alto.
Shiera suelto una pequeña risa y lo mira irse con una sonrisita burlona, ojos onix brillosos y gesto altanero.
La diosa estaba contenta por qué Nico se veía muy feliz últimamente.
Ya no es tan brusco con ella, bueno, no tanto como antes.
Ahora no le grita tanto cuando la encontraba haciendo algo que Nico considera «raro» como hablarle a las plantas, robar y oler sus camisas o verlo dormir. Según el hijo de Hades, no puede dormir con su mirada de Alcon sobre él. Shiera cree que está mintiendo o siendo dramático.
Siempre duerme como bebé. Lo sabe.
Lo mira mientras duerme.
Shiera se dirigió a su primera clase en cuanto Nico sale de su pequeño rango de visión. Lamentablemente, ellos no estaban en las mismas clases, mucho menos los mismos horarios. Nico iba en una clase avanzada o algo así.
Shiera va con la gente normal.
Ella es de «inteligencia común» según los profesores y los demás alumnos.
Eso está bien para ella, nunca planeó destacar en ningún ámbito. Cree que ser ordinario es la cosa más humana que existe en el planeta. Solo ser uno más del montón, pasar desapercibido.
Nico di Angelo Pov:
Salgo del salón tan rápido que me empujó a mis compañeros para salir primero. Quiero ver a Shiera. Puede que quizás detenerla de colarse en la sala de profesores o pasar la siguiente hora acostada sobre el pasto disociada de la realidad y su entorno. El primer año que vivimos juntos y la encontré así pensé que había muerto.
Shiera me explico que como estaba conectada con todo y su antecesora tenía raíces en lo más profundo de la tierra, a veces se abrumaba por qué su mente iba a todas partes, según ella, lo mejor para dejar de escuchar el raro zumbido en su oído era dejarse llevar.
Y dejarse llevar nunca era bueno.
Al menos eso parecía. La última vez que le pasó estuve temblando durante las siguientes dos horas por toda la adrenalina y miedo que sentía.
Me sentí inútil en ese momento
Por eso había estado encima de ella desde entonces. Vigilándola.
Paso con ella los recesos, los minutos entre clases, el almuerzo, todo.
Me detengo en el pasillo al sentir un escalofrío recorrer mi columna. Giró el rostro hacia la puerta a mi lado.
Sobre la madera de la puerta había una hoja pegada con cinta adhesiva que decía «Consejos de pareja» con brillantina rosa y más abajo decía «¿Tienes algunos problemas con esa persona especial? Solo entra y sabrás cómo solucionarlo» con muchos corazones a su alrededor.
Nico miró la puerta de arriba abajo y siguió su camino. Bueno, lo intento.
Choco contra el pecho de un chico y antes de que pudiera reaccionar lo arrastraron por los hombros hasta el salón de clases. La puerta se abrió y fue empujado adentro, intento salir, pero la puerta se le cerró en la cara.
Por un momento Nico creyó que estaba en una extraña película sobre la vida de María Antonieta, con todo el rosa, los moños y el glamour, pero sin la guillotina. Y allí estaba, su peor pesadilla disfrazada como Shiera.
Intento concentrarse en sus ojos rosas llenos de brillo, por qué de otra forma tendría que ver el enorme escote que dejaba nada la imaginación. Olvidaba lo reveladores y sensuales que son los vestidos griegos. Y la diosa del amor y la belleza no era para nada tímida, por lo que veía La miro con recelo, podrá verse como Shiera, pero no es ella.
— Afrodita.— Siseo.
Si es la mitad de insufrible que su hija, entonces la detesto.
La diosa sonríe, presumiendo los hoyuelos que se forman en sus mejillas doradas. Me invita a sentarme.
— Vamos, no seas tímido cariño.—Un trozo de pastel de fresa aparece frente a mí en la mesa. Jaja, Ni de broma.— Una charla es mejor mientras comes algo dulce ¿No crees?— Entrecierro mis ojos. Afrodita es buena en lo que hace, pero no pienso comer.
No sabiendo que de esa forma Persefone termino siendo mi esposa de Hades y mi madrastra.
— Te has vuelto interesante Hijo de Hades.—Lanza dos terrones de azúcar a su te y lo revuelve con delicadeza. E incluso eso lo hace de forma sexy.—Siempre tuve curiosidad de ti... Debo admitir.— Me da una mirada un poco hambrienta. Me encojo de hombros y me alejo de la mesa, por mi propia seguridad—Pero no creí que tu vida amorosa diera un giro tan inesperado e interesante…— Suspiro encantada.
— ¿Cómo me encontraste?— Pregunto arisco, intento no mirarla.
Ella sonrie con burla.
— Todo el planeta a excepción de Alaska, está bajo el ojo de los dioses.—Apunta la diosa.— No te preocupes, ninguno de los otros dioses lo sabe… Quizás Apolo lo vea pronto, la tierra se vuelve extraña sin su protectora.— Toma un sorbo de su té.—Yo siempre lo supe, desde el primer momento. — Se jacta con orgullo.—El amor de una diosa es fácilmente detectable. Y ella te ama como solo un ser divino puede amar a un mortal.— Mi corazón de pronto se acelera y toda la sangre se va a mis mejillas. Shiera me ama.
Ya lo sabía, pero que otra diosa me lo diga, la diosa del amor… No lo sé.
Me gusta la confirmación.
De que me ama.
Shiera me ama.
— ¿Y por qué no le dijiste a los demás? ¿Quieres que me incline y te bese los pies para agradecerte?— Resoplo, tratando de que no vea que logro ablandar mi carácter.
— Eso no estaría mal.— Hay una chispa de lujuria en sus ojos.—No lo hice, por qué… Tenía curiosidad.
Alzó una ceja.
—¿De qué?— Pregunto receloso.
— De cuando empezarías a corresponder su amor.
Esa sonrisa amorosa de pronto no parece tan amigable. Me hace caer en cuenta de que estoy frente a una diosa que máquina y trama para su propia diversión. Lo hizo con Helena, al darla como un premio a un hombre cuando ya estaba casada y feliz en su patria por su propio beneficio. Eso son los dioses, seres egoístas y celosos.
— ¿Y qué? ¿Ahora que la amo vas a decirle a los demás?— Le cuestionó.—¿Esperaste para que pudiera sufrir mucho más?— Me burló, amargo.
Sus ojos rosados me miran con burla.
—Estás equivocado.—Deletrea.— Pero no me sorprende que pienses así.
Apretó la mandíbula. No me gusta que me manipulen y jueguen conmigo.
Afrodita suelta una carcajada. Por los dioses, su risa es encantadora y de un magnético tono. Y ese pensamiento me hace querer vomitar.
Me llevo la tasa de té a los labios, sabe a manzanilla y miel. Está bueno.
Y eso me molesta.
— Siento que necesitas mi ayuda.— Dice con falsa preocupación llevando su mano al pecho. Alzó una ceja y la diosa me mira con solemnidad, sonríe mostrando los dientes y exclama— Es que no todos pueden presumir que desfloraron a una diosa.—Se encoge de hombros. El té va por el camino equivocado y me ahogó, y termino escupiendo todo el contenido de mi boca sobre la mesa. Maldición.
Me toma un momento recuperarme e intentar volver a respirar. Sonrojado hasta las orejas, muerto de vergüenza.
La palabra «Desflorar» ahora me persiguira el resto de mi vida.
Afrodita se ríe, empuja su dedo índice contra mi frente y yo la apartó casi de inmediato, agitado y nervioso.
— ¡Basta!— Chillo.
— Creo que es encantador, una diosa que no debería existir y un semidiós que es rechazado por sus pares.— Su voz es soñadora, amorosa y de suave tono seductor. Junta sus manos y me da una sonrisa divertida. Sé que no es ella, pero ver a Shiera con ese vestido puesto me esta enloquecido. Dioses—Escapan juntos y recorren el mundo, amándose en silencio— Parpadea y bate sus pestañas largas— ¿No suena lindo?— Me cuestiona esperanzada.
Decido ya no verla.
Por mi bienestar mental y físico.
— ¿Qué quieres Afrodita?— Pregunto.
— Quería verlo por mis propios ojos.—Dice con emoción.
Escucho unos pasos apresurados en el pasillo detrás de nosotros, antes de que pueda preguntar a qué se refiere la puerta literalmente se viene abajo. Sale disparada y cae estrepitosamente sobre el suelo. Shiera entra y luce en realidad furiosa, muy, muy molesta.
— ¿¡Quién te crees que eres?!— Chilla tan fuerte que las paredes se sacuden.
No son las paredes las que se sacuden, lo que se sacude es la tierra debajo.
— ¡Es mío!— Grita. Y señala afrodita con un dedo acusador.—¡No puedes tenerlo! ¡Está bajo mi protección!
— Gaia cariño, hace tiempo que no tenía el placer de verte. Y vienes en una nueva forma.— Aplaude.
Debo suponer que Afrodita pensó que habría abrazos y besos. Quizás algo de charla picante, amigable. Pero no hay nada de eso. Shiera se aproxima hacia ella y la toma del cuello. Todo paso tan rápido que mi cerebro no logro captar lo que pasó. Debo aclarar primero que nada, no sabía que Shiera fuera tan fuerte y segundo, nunca creí que la vería lanzado a una diosa por los aires, destrozando una pared.
Tercero; ¿Shiera sabe pelear?
Me asomé por el agujero que dejó en la pared. Y veo a Shiera jaloneando el cabello de Afrodita, pero por todos los dioses, incluso desde el segundo piso, puedo escucharla llamándola una y otra vez «Maldita gata rompe hogares» mientas la sacude como un trapo.
Después, Ares aparece y trata de quitarle a Shiera de encima a su amante favorita. Por los dioses.
En realidad resulta ser una escena bastante cómica de ver. Claro, si no tuviera que ir a golpear a Ares por tocar a Shiera. Y pasar la tarde así.
Al final Afrodita no estaba molesta, incluso intentó amigarse con Shiera, pero la diosa de la tierra estaba muy en contrá de dejar de gruñirle como un gato rabioso. Los celos le quedan bien, hace que sus ojos brillen.
El regreso a casa fue silencioso. Shiera me hizo la ley del hielo, ni siquiera se dignó a mirarme. Solo me ignoró.
— Shiera.— La llamo. La diosa finge no escucharme, tira su bolso al suelo y atraviesa la habitación.—Sé que estás molesta ahora, pero no pasó nada. Te lo aseguro. NADA paso— Digo con completa sinceridad y seguridad.
— ¡Y tú!—Se gira y me señala.—¿¡Que!? ¿¡Vas a consagrarte a todos los dioses del Olimpo?!— Me cuestiona, sé la vuelta y apresura el paso.
—¿A dónde vas?— La sigo de cerca.
— ¡A TI QUE TE IMPORTA!— Grita, entre en nuestra habitación y me cierra la puerta en la cara.
— Shiera.—La llamo.—Esa también es mi habitación.— Le recuerdo.
—¡Claro que no! ¡Es mi habitación!
Bueno. Eso es verdad.
— Pero mis cosas están allí.— Mencionó con obviedad.
—¡Ve! ¡Besa a afrodita! ¡O a cualquier otro dios!—Grita desde el otro lado de la habitación. No puedo verla, pero sí puedo imaginarme cómo se ve. Roja por la furia, el cabello desordenado y el ceño fruncido.—¡Te encantan los dioses…! — Dice pasivo, agresivo.
Esto es tan cómico, tan sub realista que una carcajada emerge de lo más profundo de mi garganta. Lo último que escucho es el gruñido de Shiera.
Shiera Pov.
Estoy tan disgusta. Realmente nunca me había sentido tan molesta en toda mi existencia. Muerdo la almohada de Nico, y la golpeó. Otro dios olímpico se fijó en Nico, y no cualquier dios, la diosa del amor, ella podría convencer a cualquier dios, persona o bestia de estar con ella ¡Además es hermosa…!¡Cómo podría luchar contra eso!
— ¿Estás llorando?— Pregunta con un tono divertido, acercándose.
Supongo que entro haciendo un viaje de sombra o por la ventana, siempre la dejo abierta. Nico se sienta en el filo de la cama, justo a mi lado. Lo ignoro.
— Déjame en paz.— Gruñó.
— ¿Qué necesitas para dejar de estar molesta? ¿Shiera?— Pregunto con un tono amable y eso hizo que mi pulso se acelera de forma inmediata.
Nico es un poco rudo conmigo. Así que cuando se comporta amable y relajado se me acelera el corazón.
— Ruega.— Digo entre dientes.—Como lo harías con cualquier otro dios.— Abrazo mis rodillas.
Nico pone los ojos en blanco. Inhala inflando su pecho de aire y exhala con fuerza en un gesto de fastidio.
— ¡Oh! ¡Gran y poderosa diosa de la tierra! ¡Por favor escucha mi petición!— Dice dramáticamente.—¡Perdona mis intransigencias! ¡Lo juró mi linda señora! ¡No miraré a otros dioses!
No puedo evitar sonreír y que mis mejillas se llenen de icor. De pronto soy consciente del calor que emana mi propio rostro y lo fuerte que golpea mi corazón contra mi pecho.
— ¿Lo dices en serio?— Pregunto con voz débil y aguda.
— ¿Quieres que te jure fidelidad?— Me cuestiona el hijo de Hades.
Parpadeó varias veces, avergonzada.
— Sí, por favor.— Pido. Nico toma mi muñeca y me jala hacia él.
Se las arregla para dejarme sentada sobre sus piernas. Recostó su pecho de mi espalda y me abrazo, cariñoso.
— Estoy a tu servicio.— Nico susurra a mi oído. Su aliento caliente contra mi oreja hace que me den escalofríos.—Mi diosa patrona.— Besa mi mejilla.
—Mmm—Me retuerzo en sus brazos sin aliento.—Bueno, no puedo estar molesta contigo.— Giro mi rostro para verlo.—No con esa cara.— Susurro.
Nico sonríe con satisfacción. Se inclina y me besa el hombro.
— ¿Son todos los dioses celosos?— Pregunta Nico, curioso.
— ¿Tú me lo preguntas?— El hijo de Hades toma mi mano, entrelaza sus dedos con los míos.— Apenas ayer golpeaste a un chico por qué me «Miro mal» según tú.— Susurro.
— Te miro mal.—Muerde el nódulo de mi oreja y suelto un gemido. Una risa malvada vibra en el pecho de Nico—¿Y bien?— Pregunta interesado.
— Celosos con otros dioses.—Siseo, trato de alejarme de sus del calor de su boca, pero sus labios en mí nunca hace que me estremezca y gima.—Sí, es natural no querer que tus adeptos adoren a otros dioses.— Balbuceó.
— ¿Soy uno de tus adeptos?— Pregunta divertido, mordiendo la piel sensible de mi cuello expuesto.
Mi cara está roja, estoy ardiendo.
— El único que me importa.— Mis traicioneras caderas se mueven por su propia voluntad sobre él, un gemido desesperado se escapa de mis labios entreabiertos, mientras Nico lenta y deliberadamente mueve sus caderas hacia adelante. Trato de cerrar mis piernas, su mano aún entrelazada con la mía lo evita por completo. Su otra mano deja mi muslo, y mi brazo se levanta instintivamente para hundir mis dedos en su cabello oscuro.—El único al que celaría de otros dioses.
Mi respiración se ralentiza cuando presiona su palma contra mi cuerpo y viaja a través de mi estómago, sobre la curva de mi pecho, rodeando mi pezón, pero sin agregar suficiente presión para que esté satisfecha.
— ¿Si sabes cómo hacer esto?—Pregunto un poco perdida.
— Claro que sé.— Sus labios chocan contra los míos y su mano se mueve para agarrar el frente de mi garganta.—¿Y tú?— Pregunta contra mis labios.
Es tan rudo y apasionado, abrumador y acalorado. Y una gran cantidad de otras palabras y sinónimos que mi cerebro ni siquiera puede procesar en este momento. Aprieta mi garganta mientras su lengua explora mi boca, gimiendo cuando mis dientes se hunden en su labio inferior.
— Por supuesto.— Susurró.
No es suficiente; lo quiero más cerca, lo necesito más cerca.
— ¿De qué hablas? ¿Cómo sabes?— Me cuestiona enojado.
Creo que olvide como hablar. Afloja su agarre, arrastrando su boca por mi mandíbula, besando y chupando mi cuello, con la voz áspera mientras muevo mis caderas contra él.
— Está grabado en mi cerebro como un chip, tonto.—Chillo.—Claro que sé cómo funciona, solo que nunca lo he hecho.—Me remuevo en sus brazos.—¿Y tú cómo sabes?—Pregunto.
— No te lo diré.—Su risa es oscura y tortuosa, diciéndome sin palabras que le importa un carajo hacer lo que yo quiero. Su mano se mueve a través de mi otro seno, el mismo toque ligero y frustrante que me hace arquearme en su mano solo para sentir más.
—¿¡Cómo que no me dirás!? ¡Nico!—Tiro con la mano que todavía agarra su cabello, tratando de ignorar la piel de gallina que se extiende por mi piel cada vez que su cálido aliento baila sobre mi cuello.— ¿A qué te refieres?
Nico solo se ríe de mí.
Sus dedos finalmente pellizcan mis pezones tensos, su nariz empujando mi cabeza hacia un lado, y sus dientes mordiendo el lóbulo de mi oreja.
—Nico… —Gimoteo con impaciencia.
— ¿Estás celosa?— Finalmente suelto la mano colocada entre mis piernas, dejando la suya allí mientras acaricia suavemente el interior de mi muslo.—También será mi primera vez, así que no te preocupes linda.—Me giro para mirarlo por encima del hombro, sus ojos están oscuros y pesados cuando se encuentran con los míos.
Estamos en nuestra propia burbuja, ignorando al mundo; La temperatura es más caliente, el aire más denso, la tensión roba hasta la última pizca de oxígeno de mis pulmones. Sus rodillas abren las mías más ampliamente, su boca desciende sobre la mía de nuevo, más posesiva, más dominante.
—¿Está bien si te tocó aquí?—Su nariz roza la mía. Asiento, preparada para finalmente sentir sus dedos, aliviando el dolor entre mis piernas. En lugar de eso, Nico arrastra su dedo suavemente sobre mi clítoris hinchado y no puedo evitar el resoplido de frustración que se me escapa. Agitada y caliente.
—Por favor, Nico.— Suplicó.
Su mano libre se hunde en el cabello, en la parte inferior de mi cuello, tira de mí, haciendo que lo mire.
Aumenta la presión sobre mi clítoris y un gemido de satisfacción resuena en mi garganta, mi mandíbula se afloja mientras el placer recorre mi cuerpo tenso y sexualmente frustrado.
Cambiando a la base de su palma, su otra mano aprieta mi cabello.
—¿Suplicando a un semidiós? ¿Qué clase de diosa hace eso?— Se burla.
Nico cubre mi boca con la suya, absorbiendo mis gemidos agudos de satisfacción mientras dos dedos se deslizan dentro de mí, estirándome deliciosamente. No debería haber prometido que estaría callada.
El ruido resbaladizo y húmedo de los dedos de Nico bombeando dentro y fuera de mí sería suficiente para que todos lo supieran sin qué yo siquiera dijera una palabra. El placer al rojo vivo se dispara por mi columna.
—Eres tan suave —dice con voz áspera en mi oído—. Tan húmedo y apretado.— Mis caderas se sacuden contra su mano, súplicas incoherentes y gemidos se escapan de mis labios.
Mis rodillas intentan cerrarse, mi cuerpo trata de rehuir la sensación que se construye en mi interior. Me abre las piernas con las suyas y estoy a punto de caer de cabeza en el olvido. —¿Vas a venirte para mí?—Susurra con diversión. Soltando mi cabello, aprieta su mano sobre mi boca para sofocar mis gemidos mientras el orgasmo me atraviesa.
Cada parte de mí está temblando físicamente, el placer se extiende por mi cuerpo sensible hasta que mis ojos se ponen en blanco y mi espalda se arquea sobre él. Sigue moviendo los dedos hasta que cesan los espasmos y me desplomo sobre su pecho en un lío pegajoso y satisfecho. Suavemente, saca sus dedos y presiona sus labios contra mi frente húmeda.
—Abre la boca —Me dice, un brillo curioso en sus ojos cuando lo miro.
Hago lo que me dice, demasiado satisfecha para discutir, y espero con la boca abierta. Presiona sus dos dedos húmedos contra mi lengua, e inmediatamente pruebo el sabor embriagador, salado y dulce.
—Chupa. Mira lo malditamente bien que sabes —Susurra.
—Nico…
— No te haré esperar más. Estás lista para mí.— Dice contra mis labios.
Su boca se encuentra con la mía, suave al principio, luego más intensa, más urgente cuando hundo mis dedos en su cabello y dejo que acurruque su cuerpo entre mis piernas.
El amor brota de él, cada toque es suave y afectuoso, cada mirada y cada movimiento parecen estar diseñados específicamente para mí, solo para nosotros. Y cuando se hunde en mí, haciéndome retorcerme debajo de él, me susurra al oído cuánto me ama, y sé que es sincero, dice cuán perfecta soy para él, cuán afortunado es él.
Yo viviré eternamente. Pero esto, este momento voy a recordarlo siempre.
Voy a recordar sus ojos. Su boca, su amor, su cabello cayendo sobre mi frente y suspiros en mi oído.
Pierdo la cuenta de cuántas veces mi cuerpo se aprieta contra el suyo.
Cuántas veces entierro mi cara en su pecho, su cuello, su almohada.
Cuántas veces tengo que contenerme para no gritar su nombre.
Sus dedos están arraigados en la carne de mis caderas, guiándome mientras se entierra una y otra vez tan profundamente dentro de mí que puedo sentirlo en mis huesos.
Su pecho se agita, su estómago se flexiona y su pulso golpea contra mis labios en su garganta. Y cuando se derrama dentro de mí, se aferra a mí con tanta fuerza que no estoy segura de cómo esperamos que seamos dos personas separadas nunca más.
— Te amo, insignificante semidiós.— Susurro burlona, metiendo mis dedos en sus cabellos oscuros.
Nico suelta una carcajada.
Besa mi nariz.
— Yo también te amo.— Me besa suavemente.— Diosa fugitiva.
Hola chicas y chicos.
Espero que les guste el capítulo. Se que me tarde mucho tiempo en actualizar, pero mis clases me están matando.
Meme del capítulo:
Bye bye.
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