Capitulo 5

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Run for your life

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—No entiendo. —Shiera comparó nuestros reportes de calificaciones.—¿Por qué tú tienes solo 10 y yo no?

La miro con incredulidad. No creo tener que explicarle todas las veces en las que se escapó durante las clases para perseguir una mariposa.

O como esa vez cuando decidió que en lugar de prestarle atención a la clase de educación física, prefería acostarse en el césped para mirar el cielo.

Y esa otra vez que ignoro de forma descarada a la profesora de inglés para ir a comprarse un paquete de galletas rellenas en las máquinas expendedoras. Solo para regresar, interrumpir la clase de nuevo, y ofrecerme una de las galletas.

— No lo sé.— Alzó una ceja.—Tú dime.

La castaña de luces rubias alzó los hombros en forma de desinterés.

— Igual creo que se ve mejor con variedad, la tuya se ve aburrida.— Dejo las boletas en la mesa.

— Que forma de cambiar las cosas.— Digo en un suspiro fastidiado. Me quité la chaqueta y la colgué.

— ¿Quieres jugar Mitomagia para celebrar?— Pregunta emocionada, dando pequeños saltos.

Me sorprende su proposición y siento mis mejillas arden. Intenté enseñarle cómo jugar Mitomagia a Shiera hace unos meses. No funciono. Me estreso y abandoné la idea casi de inmediato. Igualmente, noté que ella se esforzó por aprender por sí sola. La atrapé practicando durante las noches en algunas ocasiones, solo la ignoré.

Desvío la mirada y asiento con la cabeza. Ella busca las cartas que guardo en mi habitación, y yo me encargo de preparar bocadillos.

Nos sentamos en el suelo, cada uno en su propio lado de la mesa de café.

La última vez que jugamos le gane casi de inmediato. En esta ocasión no paso lo mismo, me sorprendió que me pusiera contra las cuerdas. Se había vuelto muy buena, antes solo lanzaba las cartas que le parecían bonitas.

Pudo haberme ganado, pero de pronto decidió lanzar la carta de la «Ninfa» dejándome un camino libre para qué ganará. Fue un movimiento tan atípico que me dejó descolocado.

— ¡No! ¡No es posible que me ganarás!—Se quejó Shiera, confundida.

— Mira los puntos en esta carta.— Le muestro los atributos de la carta de la ninfa.—No porque tenga más color significa que sea la mejor.

— ¿Y por qué no me explicaste eso desde el inicio?— Me cuestionó.

Parpadeo varias veces.

— ¡Claro que te lo explique! ¡Pero estabas muy distraída jugando con el papel holográfico de las cartas!— Le grité lleno de incredulidad.—¡Dioses!

— ¿¡Pero ya lo viste!? ¡Brilla cuando lo giras!—Exclama exaltada mientras hace girar la carta para que brille.—Quiero la revancha.— Afirma.

— Prepárate mentalmente.— Me levantó del suelo y tomo la tazón vacío.—Iré a servir más papas.

Shiera tiene la mala costumbre de meterse las frituras en la boca hasta que sus mejillas están hinchadas como si fuera una ardilla.

— Bueno.—Dice mientras mira las ilustraciones de las cartas, hasta que se toma con la carta de «Gaia» la diosa de la tierra.—Te ganaré esta vez…

La miro por última vez antes de dirigirme a la cocina y darle la espalda para buscar más frituras.

— Sigue soñando.— Dije desde la cocina, buscando en la alacena.

Por un momento es todo silencio.

— Nico.— Me llamo.— ¿Te enojarías mucho si fuera Gaia…?

Sentí que mi sangre se enfrió y un escalofrío. No una ráfaga eléctrica recorrió mi columna vertebral. Y me paralicé. Todo mi cuerpo se tensó, los músculos de mi garganta, espalda, mi abdomen y olvidé como se respiraba.

Todo se cerró y contrajo.

Por un momento creí estar teniendo un ataque de pánico.

— ¿Qué dices tonta?— Pregunto con una voz estrangulada.

—Es que…— Balbuceó.— Ustedes la destruyeron, y mi existencia empezó cuando sus pedazos cayeron sobre la tierra.— Trato de explicarme desde la sala. Y yo tenía una sensación terrible de estarme ahogando.— Es como en un videojuego, quizás sin saberlo… Ustedes me reiniciaron.— Teoriza.

Apretó mis manos alrededor del tazón. Y sacudo mi cabeza.

—Eres tu propia persona.— Aseguró.— Una nueva persona, ¿Entiendes?

No sé si lo digo para ella o para mí.

No sé a quién de los dos trato de convencer de la verdad.

— Sí, eso debe ser…— La escucho murmurar desde la sala.

Respiró hondo. Llenando mis pulmones de aire de nuevo.

Tomo el tazón llenos de papas y me giré hacia la sala, desde donde me veía Shiera con ojos entornados.

Note que se veía un poco triste.

Quizás noto la incomodidad en mi voz. Y de inmediato una sensación de culpa me invade, no quería hacerla sentir mal. No me asusto. Es decir, claro que lo hizo la idea de que estar conviviendo durante un año con una diosa genocida, pero no tengo miedo de Shiera. Ella es inofensiva.

La cuestión es que no quería hacerla sentir mal, maldición.

Abrí un poco mi boca, listo para disculparme cuando pase por aún lado de la ventana. Entonces sentí un tirón en mis entrañas. Me detuve y me acerque a la ventana, aparta la tela suave de la cortina y me asome.

Mis ojos se abrieron por completo y podría jurar que vi en el traslúcido reflejo de mí mismo, como mis pupilas se dilataron y mi piel palideció.

— Qué diablos.— Cerré la cortina y me tropecé hacia atrás.—Shiera…— La llamo y ella se levanta, acercándose.

— ¿Qué pasa?—Pregunta cuando se posicionaba a mi lado. Apartó muy ligeramente la cortina, dejando un pequeño espacio para ver a la calle.

Noto que un grupo de cazadoras de Artemisa revisan el edificio del frente, moviéndose como una sola. Cómo los zombies hongo con mente colmena.

Por primera vez desde que la conozco a Shiera la veo preocupada.

— ¿Que pasaría si los otros dioses griegos conocieran de tu existencia?— Pregunto en voz muy baja.

— Me obligarían a ir al Olimpo.— Dice en voz baja, y noto cierta resignación en su mirada.— Para jurar mi lealtad a Zeus… Y creo que lo más inteligente sería obligarme a casarme con un dios del panteón griego.— Me explica.—Ya sabes, para controlarme y asegurarse de que no intente nada.— Murmura.

Suelto la cortina y esta se cierra.

Casi parece que Shiera leyó mi mente y lo puso en palabras.

— Sí, eso pensé.— Murmuro. Dejo el tazón sobre la mesa y me apresuró a buscar mi chaqueta de aviador y la espada que me regaló Hades. Lo único que considero realmente mío.

— ¿Quiénes son…?— La escucho preguntar, confundida.

Cuando vuelvo a la sala noto que Shiera estaba viendo por la ventana de la misma forma en la que yo lo hice en un primer lugar. Me acerco a ella rápidamente y antes de que pudiera cerrar la cortina, mis ojos se cruzaron con los azules de una de las cazadoras de Artemisa. Thalía Grace. Cierro de golpe la cortina y gruño, frustrado.

— Maldición, ya nos vieron.— Gruño con molestia.—Okay.— Tomo la mano de Shiera y la arrastro conmigo.

—¿Artemisa…?—Pregunta Shiera apenas, pero antes de que termine de pronunciar el nombre de la diosa le cubro la boca con las manos.

— Shsss…— Siseo.— No lo digas.

Ella me mira con sus expresivos ojos verdes y asiente con la cabeza.

Me alejo de la castaña y le quitó las manos de encima lentamente. Shiera no dice nada, me mira en silencio unos segundos y luego habla.

— ¿Qué hacemos?— Pregunta la joven diosa en un susurro.

— Vamos a tener que correr.—Vuelvo a tomar la mano de Shiera y nos dirijo a toda velocidad hacia las escaleras de emergencia del edificio—Ahora somos las presas.— Le explicó entre dientes.

Bajamos por la escalera de incendios que nos deja en un callejón oscuro y con olor a humedad. Corremos hacia la calle discretamente y nos vamos en dirección contraria, trato inútilmente de escondernos en la niebla, pero no soy tan bueno como Hazel. Entonces Shiera suelta un gritico, me detengo y miro en su dirección.

Había una flecha clavada en la pared de una panadería y al mismo tiempo en la falda larga de Shiera.

— ¡Mierda…!— Tomo el cuerpo de la flecha y la jaló con fuerza. Forcejeo hasta que logro sacarla de la pared.

Miro a la distancia y veo a las cazadoras de Artemisa dando saltos de edificio en edificio, viniendo a nosotros como aves rapaces.

— ¡¿No tienes un Pegaso?!— Pregunto Shiera con voz histérica.

— ¡No! ¡Corre! — Tomo su mano y la jalo conmigo. Estaban tan cerca que sabía que nos atraparían.

Empecé a hacer pequeños viajes de sombras para alejarnos de ellas. No importaba que tan mal me hiciera sentir o que tan borroso se viera el mundo. Logré llevarnos por poco en las sombras hasta un puente. Justo por dónde cruzaba el canal.

Nos detuvimos allí aunque no quería hacerlo, Shiera Insistió y estaba tan mareado que no puse resistente.

— ¿Nico? ¿Qué cosa humana te está pasando?— Shiera puso sus manos tibias sobre mis mejillas y me dio una pequeña sacudida alarmada. Estaba borrosa, pero podría jurar que se veía bastante preocupada por mí.— ¿Qué te pasa? ¿Nico?— Volvió a preguntar.

Raro, por qué estoy seguro de que le respondí la primera vez.

Quizás solo balbucee.

— Se llama agotamiento.— Dije con esfuerzo, con la voz apagada.

Ella se agachó para buscar mi mirada y pregunto dulcemente;

— ¿Y como te arreglo?

Ah. Qué linda.

Me apoyé en su hombro y decidí tomar una siesta rápida.

Shiera empezó a dar golpecitos en mi hombro de forma Insistente.— Nico, Nico, Nico…— Me llamó mientras veía como las cazadoras de Artemisa se acercaban como una fuerza unida.

La diosa empezó a preocuparse, porque esas chicas inmortales se veían aterradoras y bien entrenadas.

— ¿Puedes correr?— Pregunto Shiera con voz baja y temblorosa.

—Arrástrame.— Le pido.—Mis piernas aún funcionan.

— Okey.—Susurra Shiera, y la escuchó sorber su nariz.— Confía en mí ¿Bien?

El grupo de cazadoras de Artemisa llegan al puente que atraviesa el canal siguiendo el rastro del aura de muerte que dejaba el semidiós. El rastro puro de oscuridad terminaba allí, pero no estaba. Y estaban seguras de que Nico se había agotado al punto en que ya no podía hacer más viajes de sombras o desaparecería. Tampoco estaba en el suelo como un saco de papas, así que había pocas opciones.

— ¿Están? — Thalia miro a la distancia con incredulidad.—¿¡Corriendo sobre el agua!?

Las jóvenes miraron como la figura del hijo de Hades era arrastrada, por lo que parecía una chica de cabello largo ¿Hija de Poseidón? No lo sabían, pero de otra forma no entendían por qué o como podía burlar las leyes de la física con tanta facilidad.

A pesar de todo, decidieron ignorar la razón y seguirlo antes de perderlo.

No estaba caminando sobre el agua, Shiera invoco la tierra desde el fondo del canal y esta se iba deshaciendo a medida que corrían en línea recta hacia la dulce libertad. Shiera hizo que Nico se agachara y un pedazo enorme de tierra los elevó hasta dejarlos del otro lado de ciudad.

— No me gustan los pegasos Shiera, estoy mareado.— Balbuceó.

— Tranquilo.— Shiera le dio un par de palmadas en la espalda y lo sostuvo de los hombros— Estamos a salvó ahora.

Nico se sintió algo raro en el fondo de su garganta y su cuerpo extraño.

Necesitaba una siesta.

Y un cubo.

Entonces vómito. Vómito sus entrañas sobre el frío pavimento de Venecia. La tierra natal de su madre. Dioses.

Qué vergüenza.

— Ya, ya, ya…— Shiera lo sostiene mientras él deja salir todo lo que había en su estómago.—Sácalo todo.

Cuando termine de vomitar, Shiera me ayudó a ponerme de pie. Paso mi brazo alrededor de su hombro y me ayudó a caminar dejándome apoyar todo mi peso sobre ella.De otra forma, no podría levantarse por sí solo.

Solo dimos unos cuantos pasos por las angostas calles buscando un hotel o una farmacia cuando el sonido fuerte del aleteo de alas emplumadas.

Shiera se giró, lo que me obligó a hacer lo mismo. Y allí estaba.

Un manchón de colores acercándose a nosotros. Me quité la chaqueta beige de aviador y la puse sobre la cabeza de Shiera para ocultarla. Desenfunde mi espada de hierro Estigio y empuje a la diosa de la tierra detrás de mí.

— Atrás.— Dije entre dientes. Respiraba por la boca a grandes bocanadas. Exhausto.— Yo me…

No alcanzo a terminar la frase cuando siento que Shiera tira de mí.

— Es mala idea. Estás muy débil Nico.— Balbuceó preocupada

La apartó y pongo mi brazo sobre el pecho de Shiera para alejarla.

— Y tú nunca has estado en una pelea de verdad.— Jadeo, apenas con fuerza para sostener mi espada.— ¡Atrás!

La joven cazadora camina hacia la luz sosteniendo una lanza afilada de oro imperial. Nico se prepara para atacar, tratando de enfocar sus ojos oscuros en la figura femenina que se acerca.

— ¡¿Por qué te estás resistiendo?!—Gruñe una voz femenina.—¡Nico…!

Quizás mis ojos no la puedan ver, pero mis oídos recuerdan esa voz.

Me toma un minuto recuperarme y allí estaba la Pretora de la Duodécima legión, vestida como una cazadora de Artemisa. Brillante.Luciendo una aura impecable e inmortal a su alrededor.

— ¿Reyna? — Bajo mi espalda y la hoja choca contra la fría calle.—¿Eres una cazadora…?— Le cuestionó.

Estoy confundido. Pero puede deberse a qué me esté disolviendo en sombras.

— ¡Te he estado buscando como loca por todos lados…!— Exhala la morena, parecía muy enojada y exaltada.—Estamos preocupados por ti y tú… ¿Qué has estado haciendo?

— Yo—Me interrumpen.

— ¡Nico…!— Grita Shiera alarmada al notar como las otras cazadoras se acercan, incluyendo a Artemisa.

Reyna se asoma detrás de mí y mira a la figura femenina detrás de mí.

— ¿Quién es ella?— Pregunta totalmente confundida.

La comprensión me golpea. Ellas no saben de la existencia de Shiera.

Vinieron siguiéndome. A mí. Aún puedo comprarle tiempo para que vague por el mundo y aprenda.

Giro mi cabeza para ver por encima del hombro a la diosa de cabello largo de color castaño lleno de tintes rubios y ojos verdes como los bosques más saludables del campamento mestizo.

Y un recuerdo cruza mi mente.

— ¿Por qué yo?— Le pregunto con seriedad. Ella se gira para mirarme con los brazos tras su espalda y su cabello castaño, siendo sacudido por el viento.—De todos los mestizos… — Empujó mi lengua contra mi mejilla en un gesto ansioso.—¿Por qué yo?— Le cuestióno, abriendo mis brazos para enfatizar mis palabras.—Tu pudiste seguir a cualquiera, experimentar el mundo de forma más alegre...— Digo.

Una sonrisa se forma en los labios de Shiera y sus ojos brillan.

— ¿Por qué?—Alza una ceja.— Qué pregunta tan tonta.

Resoplo. No puedo evitar sentirme decepcionado con su respuesta.

Esperaba algo.

Cualquier cosa.

Que le pareció curiosa mi apariencia o que pensó que era divertido verme hablar solo en el bosque.

Cualquiera de esas respuestas hubiera bastado para mí.

Pero no era especial. Solo fui su boleto de salida del campamento mestizo.

— Tch.—Gruño, meto las manos en los bolsillos de mi pantalón, me giró, y le doy la espalda para irme.—Eres una idiota.— Afirmó con rudeza.

— Es por qué nos parecemos.—Soltó con simpleza y yo detuve mis pasos.

— No nos parecemos en nada— Bufé con certeza y obviedad.

—Ambos estamos solos.

Me giro para mirarla con el ceño fruncido y una mueca en los labios, pero Shiera estaba allí. Sonriendo.

— Gracias por buscarme, pero no lo hagas más.— Mi postura se relaja.—Yo… — Me aclaró la garganta.—Estoy viviendo una vida diferente ahora.— Reyna me mira con una expresión de confusión y sorpresa, apretando los labios.— Fue un gusto verte.

— ¡Nico…!

Me dio la vuelta y rodeo a Shiera con mis brazos para sumergirnos juntos en la pura oscuridad y transportarnos a un lugar seguro para ambos.

Escucho un zumbido.

Me siento mareado y todo está oscuro.

Ni siquiera estando dormido puedo aliviar el malestar de mi cuerpo.

Tengo que despertar.

Necesito ayudar a Shiera.

Necesito…


— Despertaste.— Escucho una voz femenina a la distancia.

Abro los ojos lentamente y trato de acostumbrarme a la luz.

Lo primero que veo son los ojos cambiantes de Shiera. Ahora de un color marrón romántico.

— Mierda.— Gruño con frustración, sintiendo la garganta seca.

— ¿Por qué estás tan débil?— Pregunta Shiera confundida.—¿Qué puedo hacer para ayudarte?

Me siento mareado y débil. Me cuesta hablar, y sintió un extraño dolor de desgaste en todo mi cuerpo.

— Utilice demasiado los viajes de sombra.— Trato de explicarme con voz entre cortada.—Desaparezco.

Y todo se vuelve negro de nuevo.

Cuando vuelvo a abrir mis ojos, que parece unos segundos después de que pierdo la conciencia. Shiera sigue allí. Mi cabeza se apoya sobre sus muslos, y siento su mano acariciar mi cabello con amabilidad. Es suave y cálida.

— ¿Qué hiciste?— Pregunto. No logro sentir incomodidad en mi garganta.—Sigo vivo…—Toco mi abdomen y todo sigue allí, aunque sentí que estaba fundiéndome con las sombras.

Shiera traza un símbolo en mi frente que se siente como un soplo de aire fresco, me da una descarga de alivio instantáneo como cuando entras al agua en un día sumamente caluroso.

— Te di mi bendición.—Me explica en vos baja.—Una pequeña parte de mí.

Me quedo en esa posición un momento sin decir nada.

Me sentía muy cómodo. Y no quiero alejarme de esta sensación.

— ¿Dónde …? ¿Dónde estamos?— Pregunto en voz baja.

Puedo oler el mar salado y escuchar sus olas, pero estamos bajo la sombra agradable de un gran árbol.

— En un continente diferente me parece.—Teoriza.— No estoy segura de su nombre… Nos traje aquí a través de la tierra por qué fue el lugar más lejano que se me ocurrió.— Explica.

Mis ojos se abrieron de golpe cuando un enorme avestruz de plumaje negro entro en mi rango de visión. Tenía el cuello es de color azul y rojo y la cosa tiene una gran protuberancia sobre su cabeza, que parecía un casco. Esa cosa me analizó con sus ojos naranjas.

— ¿¡Qué mierda es esa!?— Chille con la voz ahogada. Retrocedí de golpe y traté de alejarme por la arena.

La cosa esa me siguió con sus enormes patas largas.

Ese puto pájaro era enorme. Debía medir como nueve pies.

— ¡Shsss…!— Shiera puso su dedo índice sobre sus labios y siseo.—Ese cartel dice que no le grites o corras del casuario.— Señaló el viejo cártel que se anclaba en la arena.—Porque es «Mortalmente peligroso» solo hay que quedarnos quietos.— Explica.

La cosa hace un sonido de gorgoteo y se acerca con curiosidad a mí. Grito y trato de alejarme de la enorme ave.

— ¿Desde cuándo está allí? ¿¡Es el maldito pájaro de Up!?— Chillo.

— Nico, no seas grosero.—Shiera se levanta y se acerca al avestruz de color azul.—Yo pienso que es amable. Me picoteo un par de veces, pero ya superamos esa fase.— Menciona.

La castaña acaricia el plumaje negro de la enorme ave sin miedo.

Esa cosa no puede ser un animal del mundo humano normal. Esta bestia debe ser una criatura mitológica.

— ¡Ay…! ¡Aleja a esa gallina gigante de mí! — Grito alarmado, trato de irme, pero me topo con un cangrejo enorme en la arena.—¡Pero qué carajos es eso!

— Yo creo… — Shiera gira ligeramente su cabeza.—Que es un cangrejo muy grande.— Opina la castaña.

— ¡Si ya lo noté! ¡¿Pero por qué?!

Dioses. Shiera nos trajo a un país radiactivo, estamos muertos.

Puedo sentir que respiro las toxinas.

—No sé dé biología marina, para eso está el dios del mar.—Dice la joven diosa.— Pero debo suponer que solo está grandote por qué come mucho… Sabes, te podría hablar de topos, son animales de tierra. De eso sí sé.

Me giro para verla. Incrédulo

— ¿¡Dónde diablos estamos!?

Tuve lo que Shiera llama «Ataque de histeria» durante unos minutos antes de que saliéramos de la playa y nos encontramos con una carretera.

Solo caminamos 30 minutos antes de encontrar civilización.

— Australia.— Exclama Shiera.—Qué bonito lugar, todos andan descalzos.

— ¡Hay que buscar otro lugar! ¡No, nos quedaremos!— Gruño fastidiado.

Camino a zancadas por las calles y Shiera me sigue de cerca.

— Pero podríamos iniciar un nuevo ciclo escolar aquí, estoy cansada por el largo viajé—Se acercó y pasa su brazo por el mío. Cómo un candado que se aferra a mí—Me gusta este sitio, hay playas y muchos animales… Y la gente es rosada y amarilla.

Hago una mueca de confusión.

— ¿Gente blanca?

— ¡Sí, eso!— Me da la razón.—Y todos usan el mismo peinado, ¿No crees que es genial?—Shiera me mira con ojitos brillosos.—Quizás también deberías hacértelo.— Me recomienda.

¿Un Mullet? ¿¡Un puto Mullet?!

— ¡Primero muerto! ¡Y segundo! ¡No hay forma de que me quede aquí!— Grito rotundamente, exaltado.

20 minutos después estábamos sentados uno al lado del otro.

En la estación de policía.

Nos detuvieron por alterar el orden público. Básicamente, no soportaron la presencia de un loco adolescente italiano con problemas de ira. En mi defensa, ¿Cómo iba a saber que eso de arrancar un señalamiento era ilegal?

Nos pusieron una gran multa y mi padre viene en camino. También llamaron a migración, estoy seguro de que van a intentar deportarnos.

— Sabes no quería decir esto antes, pero los italianos son un poco malos y prejuicios.—Shiera me mira.— La gente aquí es más agradable.

— Te diría "vete al diablo" pero en mi tierra se dice.—Le lanzo una mirada asesina y pronuncio.—Vai al diavolo, straniero idiota.— Gruño, furioso.

— ¿Ves? Sí que son groseros.—Opina la joven castaña.—Como cuando te peleaste con esos franceses.

— A nadie le caen bien los franceses.

— ¿Y los ingleses?

— Nadie soporta a los ingleses culo apretado.— Me cruzó de brazos.—También apestan. Por lo que sé, no se bañan.— Hago una mueca de asco.

— Lo siento mucho, me equivoqué.—La menor se disculpa falsamente y de forma exagerada—Eres la persona más comprensiva que conozco.

— ¿Estás siendo sarcástica ahora?

— ¿Cómo podría? No entiendo el sarcasmo.— Coloca sus manos sobre sus rodillas y alza una de sus cejas.—¿Recuerdas?— Me cuestiona.

Entrecierro los ojos.

— Lo dejaré pasar.

Holaaa chicas y chicos.

Espero que les haya gustado el capítulo. Está historia es bastante relajada por si no lo han notado, no quería hacer nada demasiado pretencioso. Algo corto y bonito.

El próximo capítulo será desde la perspectiva de Shiera y explicará por qué de todos los mestizos se aferró a Nico.

Oh, escuchen la canción Run de Bts, es muy buena y creo que va con la temática del capítulo.

Memes del capítulo;


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Bye bye.

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