capitulo 11.
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Cita de juegos.
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Shiera Pov.
Mis ojos recorren su rostro, desde su piel oliva pálida similar al mármol de apariencia suave y elástica. Sus largas pestañas rozando sus mejillas que se tenían de un suave color carmesí. Era impresionante lo calmado que se veía al dormir, tan pacífico y hermoso. Me sorprendía un poco que Nico pudiera hacer una expresión así. Pique su piel con mi dedo índice suavemente, justo donde estaba el lunar debajo de sus labios y Nico no se inmutó.
Lo miré de diferentes ángulos, apoyándome en la manta.
Trataba de guardar la imagen de Nico durmiendo pacíficamente a mi lado en lo más profundo de mi cerebro.
Podía oler la hierba y tierra.
Sentir el suave movimiento de las ramas del árbol con el viento.
Las hojas secas cayendo a nuestro alrededor y siendo empujadas con calma por el viento hacia el oeste.
Había convencido a Nico de tener un pícnic en un lugar apartado. Pusimos una sabana debajo de la sombra de un gran árbol y comimos postres toda la tarde. Nos acostamos uno al lado del otro manteniendo una conversación sobre el pasado de Nico, las clases o cualquier tema sin importancia.
Poco a poco Nico se fue quedando dormido. No me moleste en tratar de mantenerlo despierto, solo lo mire en silencio. Admirando su perfil.
Rozo el contorno de su nariz alta con mi dedo y siento mis mejillas arder.
Cómo imagine, su piel es suave.
Mis ojos marrones se fijan en sus labios. Acaricio su labio inferior con mi pulgar y me apartó, mi cuerpo se calienta y se agita al recordar fervor de sus labios sobre los míos. Todo mi cuerpo arde y vibra de anticipación.
Paso mi dedo índice por él mis labios y me preguntó si Nico querrá besarme otra vez cuando despierte, si lo hará cuando lleguemos a casa o antes de dormir. Espero que lo haga.
Me asusta que esto desaparezca tan rápido como llegó. Y no quiero que eso pase, pero incluso si pasa.
Me inclino y dejo que mis labios rocen con los suyos delicadamente.
No sé siente igual a cuando Nico choca contra mí y todas mis células vibran y estallan al mismo tiempo.
Me gustaría guardar el recuerdo de como se sienten sus labios contra los míos. Apoyo mi rostro en mis manos y suspiró profundamente, sonrojada hasta las orejas, encantada por el sabor de sus labios en los míos.
— ¿Cuándo vas a cansarte de actuar como una acosadora? — Abre uno de sus ojos onix y una sonrisa malvada se extiende en sus labios resaltando el encantador lunar debajo de su labio inferior.—Shiera, eso que hiciste es un crimen en casi todos los países.
— Perdón.— Susurro avergonzada. Nico extiende su mano y me toma de la nuca con firmeza, tira de mí y sus labios chocan contra los míos con esa hambre que había estado esperando.
—Ven aquí, Shiera.
Me estremezco ante su tono, cargado de tensión y calor, pero hago lo que dice, colocándome entre sus piernas. Su erección presiona mi culo y hay una chispa de calor entre mis piernas. En el momento en que me acomodo contra él, suspiro con placer.
Es tan cálido.
—Mierda —dice, los ojos vidriosos brillando—Eres tan dulce.—Sus labios buscan los míos, y un fuerte dolor se forma entre mis piernas mientras me muerde el labio inferior.
Sus labios se mueven bruscamente por mi cuello, y me quedo allí, con el corazón acelerado como si esto fuera un sueño. Estoy flotando y aún no hemos hecho nada. Retrocede y siento su ausencia inmediatamente.
—Eres mi acosadora personal—Asiento con la cabeza. Nico besa mi mejilla, mi mandíbula, mi cuello y la tensión abandona mi cuerpo.
Sus manos rozan mis muslos, dedos fuertes, clavándose en los músculos, masajeándome. A medida que sus manos se acercan a mi centro, hace una pausa. Sus manos trepan por mi espalda dejando un camino de fuego y desatan con cuidado las cintas de mi corset, lo afloja lo suficiente para que caiga por su propio peso, dejándome expuesta ante su mirada oscurecida.
Nico tomó mi mano con su mano libre y con la otra la cesta del pícnic. Era un poco tarde, el sol se había ocultado. El pelinegro camina unos pasos delante de mí, guiándonos por un sendero en el bosque a nuestra pequeña casa.
— Oye, Nico.— Él me mira por encima del hombro.—¿Recuerdas cuando me preguntaste por qué todos los dioses son idiotas antipáticos?— Cuestionó.
Nico resopla y niega con la cabeza.
— Solo estaba tratando de molestarte esa vez, no creo que seas así.— Dice en tono bajo, arrepentido.— Lo siento por eso, fui algo cruel contigo.
Una pequeña risa se me escapa.
— Está bien.— Le dio un suave apretón de reconocimiento a su mano.— Tenías razón…
— Shiera.
— Ser eternos no es tan divertido como parece. Es aburrido. Ven a los mortales siendo felices y sienten una profunda envidia.— Le explicó.— Con el tiempo empiezan a anhelar ser tan simples como ellos.—Murmuro.
Nico detiene sus pasos, deja la canasta en el suelo y me toma en brazos como si fuera una princesita. Sonrió y paso mis brazos alrededor de su cuello. El hijo de Hades me lleva en sus brazos el resto del camino, con cuidado.
— Quizás sea un poco confuso para ti, pero hay algo hermoso en la muerte.— Trato de explicarle sin que piense que estoy loca.— Mientras pasan los siglos, esos viejos dioses se llenan de rencor, de anhelos de una vida simple y feliz. Se vuelven agrios e infelices.
Nico me beso la frente.
—¿Te asusta ser así?
Sonrió apenas.
— Un poco.— Admito.— Estaré sola mucho tiempo… — Mi voz se volvio aguda por el miedo que invade mi corazón.—Solo pensarlo me pone triste.— Le explicó apagada, apoyando mi cabeza en su pecho.—Aunque la realidad es que quizás no me dé cuenta.—Le digo— Sé que estaré dormida.
Él se queda callado unos minutos. No me responde y sigo hablando.
— Hay un espacio en la tierra que me espera. El universo espera que tome mi lugar.— Le explico con tristeza.
Nico me mira en silencio.
— Podemos estar juntos.— Agrega Nico con cierta cautela.— No tienes que hacer nada sola si no quieres…
Lo abrazó y cierro los ojos.
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— Ya están cerca.— Le aviso. Nico se mira al espejo y aprieta las correas de su armadura flojas.— No tienes que hacer esto.— Murmure nerviosa.
Se ve fuerte y audaz con la armadura de hierro Estigio. Si no estuviéramos en esta situación, seguro que estaría revoloteando a su alrededor o quizás intentando hacer que se la quitará.
— Está bien, solo quiero jugar un rato.— Me tranquiliza el pelinegro.
Frunsco las cejas.
— ¿Pero y si te lastiman…?— Lloriqueo ansiosa.
— No me harán dañó.— Me asegura. Se gira y me tiende la mano para qué le entregué su mochila— ¿Hiciste lo que te pedí?— Pregunta Nico.
Le entregó su mochila.
— Sí.— Digo de mala gana.— Pero no entiendo por qué querías algo como eso…— Nico se acerca y me besa.
— Tranquila.— Me besa otra vez y yo gruñó y apartó la cara, arisca. Nico se ríe de mi pequeño berrinche y vuelve a besar mi mejilla, nariz y frente.—Hablaré con ellos de forma civilizada y cenaremos juntos lo que hagas.
— Pedí comida a domicilio, no voy a arriesgarme a causarles indigestión.— Suspiro con cierta molestia. Vuelvo a mirarlo, preocupada.— Y sí… ¿No les agrado? ¿Y si intentan hacerme daño?
Nico me sostiene de los hombros y mirándome fijamente a los ojos.
— Eso no va a pasar.— Me asegura con firmeza.— Eres encantadora, les agradarás, no son tan exigentes como yo.— Me explica, sonriendo apenas.— Y sí no es así— Murmura—No dejaría que te hicieran daño, Shiera.
— Pero son tus amigos.
— Tú eres mía.— Me abrazo y dejo un beso en mi mejilla.— Te protegeré.
—Ve con cuidado.
— Lo haré.
Antes de irse, Nico se detuvo en la sala y sacudió la maceta de una planta.
Shiera soltó un grito de pánico.
—¡Basta! ¡Ya te dije que no hicieras eso!— Chillo la diosa.
— Es para que crezcan grandes y fuertes.— Dijo entre risas cuando Shiera empezó a golpearle.
A Shiera se le ocurrió decirle a Nico que las plantas eran como los bebés, y Nico asumió que si quería que estás crecieran bien debían criarse en un ambiente tóxico. Así que solía sacudir sus macetas, bombardearlas con una cantidad exagerada de agua (según él para simular una tormenta tropical) y solía amenazarlas con cortarlas solo para molestar a su querida diosa.
La morena persiguió a Nico hasta la entrada, dándole golpecitos en el hombro mientras este se reía.
Nico salió y ella se quedó en la puerta, incapaz de acompañarlo.
Shiera juego con sus dedos de forma ansiosa mientras lo veía alejarse.
— Aún tenemos tiempo. Podemos irnos muy lejos. A Alaska.— Alzó la voz, pues está lo suficientemente lejos como para no lograr escucharme.
Nico se gira el rostro hacia mí y niega con la cabeza con una sonrisa.
—¿Y qué se nos congelé el trasero? No gracias.— Se ríe de forma burlona.
Resoplo enojada.
— Me iré sin ti.— Le advierto.
El pelinegro suelta una carcajada.
— No. No lo harás.— Afirma a lo lejos.
Tiene razón. No lo haría.
(. . .)
Llegamos a las afueras de Roma Italia finalmente. Hablamos con la gente del mercado, preguntando por dos chicos jóvenes, uno con apariencia maleante, adicto al negro y la descripción más simple de «Una chica preciosa» que se les pudo ocurrir a los tres idiotas.
De esa forma llegaron al camino de tierra que los dirigía a la «Casa de las hadas» los locales que habían vivido allí toda su vida empezaron a llamar de ese modo a esa casa vieja cuando dos jovencitos se mudaron allí y se encargaron de llenar la casa de color y las flores más hermosas y sanas que hubieran visto jamás. Sus vecinos no los conocían demasiado, solo decían que eran buenos muchachos.
Las ancianas los llamaban «la parejita recién casada o los tortolos» por qué siempre los veían juntos. Amorosos.
— Nico viviendo en una granja.— Suspiro Leo pensativo — Quien lo hubiera imaginado.— Exclamó.
— No es una granja, solo es una ciudad pequeña. — Opino Percy.
— Es un campo.— Lo corrigió Leo.
— Es un lugar tranquilo, ni siquiera se escuchan los autos.— Murmuro Jason mirando a su alrededor.— Nunca me imaginé a Nico queriendo vivir así.
— Sí, es bonito.— Completo Percy.— Quizás es un chico de campo y nunca lo notamos.— Agrego el héroe.
—Tal vez solo me gusta el silencio.
Los tres se giraron al mismo tiempo al escuchar una voz a sus espaldas.
Allí estaba el hijo primogénito de Hades, usando una armadura obsidiana de hierro Estigio.
Se veía diferente, joven y audaz, su cuerpo se veía fuerte y su espalda más ancha. El rostro de Nico había perdido por completo su suavidad infantil, sus rasgos se habían afilado y enfurecido con el tiempo. Tenía una belleza cruel, como el villano de la historia sacada de un cuento de hadas. Y cuando les sonrió tuvieron un escalofrío que les recorrió la columna vertebral.
Tuvieron esa misma sensación que tiene todos los semidioses al verlo por primera vez, cuando sus cuerpos y almas se ponían en contacto con su aura oscura y de muerte. Cuando su corazón se llenaba de esa sensación de peligro y fatalismo inminente.
Es como si te doblaras del miedo.
Una sensación que los creyeron haber superado hace mucho tiempo.
— Nico.— Jadea Jason, emocionado.— Vinimos a buscarte.
— No.—Nico los miro con recelo.— Vinieron a llevarse a mi diosa.
Los tres abrieron los ojos por completo ante tales palabras.
— No, no es cierto, ¿Verdad?— Jadeo Jasón con incredulidad.
— Quiero los dracmas que me deben, chicos.— Exigió Percy.— Le dije que si lo había hecho.— Suspiro.
— ¿Es en serio…?— La voz de leo se tambaleó.— ¿Te lavo el cerebro? ¡Es esa diosa loca que casi nos mata!— El moreno empezó a caminar hacia él, pero Nico no retrocedió ni dio señales de amedrentarse.— No importa que le haya hecho a tu cabeza.—Leo metió la mano en su riñonera para buscar su arma favorita.— Un par de golpes con mi martillo y seguro entras en razón.
Nico entrecerró los ojos, y antes de que Leo lo alcanzará le dio una patada en el pecho y este cayó hacia atrás.
— Te mueves muy lento.— Se queja el pelinegro y lo golpea con el mango de su espada en la frente del moreno cuando este intenta levantarse.
— ¡Nico! ¡Detente!— Grito Jason.
— Él empezó.— Se defendió el pelinegro y se quitó la mochila del hombre para rebuscar en su interior.— Oye Percy, te gustaban los cepillos azules, ¿No?— Le cuestiono.
Nico sonrió y saco un cepillo azul de su mochila. Para ese momento, Percy ya se había refugiado detrás de una cerca, abrazando sus rodillas.
—Haz tus cosas psicológicas con él, yo no me meto.— Murmuro Percy desde la seguridad del anonimato.
Jason frunció el ceño. Se giró hacia el pelinegro y exclamó;
— ¡Nico! ¡No puedes hacer— Las palabras del rubio de ojos azules se quedaron atoradas en su garganta cuando vio el ladrillo en las manos del pelinegro.— ¿Q-qué? ¿Qué haces…?
— Este tu momento para correr.— Sisea con voz de ultratumba y ojos ónix llenos de un destello rojo.
Así es como los abuelitos del pueblo le contaron en la siguiente visita de sus nietos, como vieron a su vecino Punk amable corretear a un francés con un ladrillo en la mano. Se inventaron la nacionalidad del sujeto, claro, para darle más dramatismo al relato.
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— Shiera, estoy en casa.—Dice el hijo de Hades en voz alta cuando llegaron a la puerta de la encantadora casa. Se gira hacia sus viejos amigos y sisea— Díganle algo que la haga sentir mal y los echaré a patadas de mi casa.— Les advierte en un tono de amenaza.
Leo resopla y se cruza de brazos.
— No diremos nada.— Le asegura Jason con solemnidad.
Nico los mira uno a uno.
Jason Grace se ve preocupado, pero tranquilo y confía plenamente en su amigo. Percy Jackson tiene cara de foca confundida, pero se nota que está alerta por la mano en su bolsillo que sostiene su bolígrafo y luego estaba el semidiós que destruyó a Gaia.
Leo Valdez.
— ¿Y tú?—Le cuestiono Nico.—Te veo muy valiente y con ganas de morir.
El moreno apretó los labios.
— No le diré nada.— Bufa.
— Bien.— Nico abre la puerta y entra en la casa, antes de que el resto pueda hacer lo mismo, les bloquea el camino.—Un momento.— Les pide. Cierra la puerta y entra en la casa, la diosa de la tierra lo esperaba en la sala, nerviosa.
— Shiera.—Se acerca y le toma las manos.— ¿Estás bien con esto?
— Estoy asustada— Admite—¿Qué pasa si no les caigo bien?— Cuestiona con ansiedad.—Son tus amigos, y Gaia les hizo daño, lo que significa que una parte de mí les hizo daño.—Balbucea.
— Son buenas personas.—Le asegura—Y tú no les hiciste daño. Esa fue Gaia y tú no eres ella.—Le recuerda, Shiera asiente con la cabeza—¿Estás lista?
— Sí.— Exclamó, firme.
Y de pronto tres de los semidioses de la profecía de los siete estaban frente a la nueva diosa de la tierra.
— Chicos.—Nico miro a la castaña de luces rubias y ojos marrones.— Ella es Shiera di Angelo, la nueva diosa de la tierra.—Miro a sus amigos.—Shiera, el tipo rubio y robusto es Jason Grace, el de cabello negro se llama Percy y ese que te está mirando los pechos es Leo Valdez.— Le presento el pelinegro.
— ¿Di Angelo?— Balbuceó Jason.
— Los humanos normales necesitan un apellido.— Se excusa.
— Es.—Shiera se escondió detrás de Nico, agitada y nerviosa.— E-es, es un gusto conocerlos. Amigos de Nico.
Shiera aferró sus manos a la espalda de Nico y escondió su rostro en ella.
—¿Por qué eres tan atractiva?— Le cuestiona Leo, confundido.—Gaia solo era un cacho de tierra.— Bramo.
— …— Shiera no respondió, solo se mantuvo oculta detrás de Nico.
— ¿Por qué no habla?— Pregunta Leo hacia el hijo de Hades.
El pelinegro suelta una pequeña risa oxidada ante el gruñido de desagrado que soltó Shiera y se aferró más a él.
— Es que no le gustas.— La defiende y Leo jadea ofendido.
— ¿Y como se siente pasar de no existir a existir de la nada? ¿Y una pregunta más importante te gusta la comida azul?— Le cuestionó Percy.
— Todo era oscuro y pronto todo se llenó de luz, abrí mis ojos y el mundo se me entrego en bandeja de plata— Susurro Shiera y los miro por encima del hombro del pelinegro.— Para que hiciera de él lo que quisiera.— Dice un poco cohibida y algo nerviosa.—Y me gustan los arándanos azules— Aparta la mirada—Así que podría decirse que me gusta la comida azul.— Agrega.
— ¿Eres malvada? ¿Quieres asesinar a la gente y a los dioses?— Le cuestiona Jason Grace—¿Quieres el trono?
— Jason.— Grita Nico.
— ¡Alguien tenía que preguntar!— Exclama el rubio de ojos azules.
— Yo no odio a los mortales.— La diosa estornuda y pétalos de flores estallan en el aire y caen.
—...
Los semidioses la miraron confundidos y consternados.
— No los odio tanto.— Estornudo otra vez y los pétalos vuelan por el aire.
Nico se gira para verla y alza una ceja.
— Solo quiero seguir viviendo de esta forma.—Murmura Shiera.—Me gusta como es mi vida ahora.
— No entiendo— Soltó Percy con la voz llena de confusión—¿Nico te secuestro o como paso?
— ¿No es obvio?— Le cuestiona Nico, poniendo los ojos en blanco— Claro que la secuestre, mírala.— Exclamó.—Tiene cadenas en el cuello y grilletes en los tobillos.— Dice con sarcasmo.
— Nico no me secuestro ¿De dónde sacaron eso?—Dice entre risas—Yo nací en el campamento y cuando lo vi me pegue a el cómo una garrapata.— Lo abraza por la cintura—Cuando lo desterraron, decidí seguirlo. Y lo sigo siguiendo desde entonces…
— ¿Por qué?— Le cuestionó Percy.
— Por qué me gusto y decidí seguirlo.
Los ojos de Percy se tornan opacos y llenos de pura consternación.
— Eso es aún peor.—Sisea totalmente escandalizado—¿Por qué te gustaría un niñito flacucho y pálido?
A Nico se le cae la mandíbula y frunce el ceño ante las palabras del héroe.
Shiera solo se ríe.
— Me pareció interesante.
Percy parpadea varias veces.
— ¿Por qué?
— Por qué.— Repite pensativa.— Él parecía solitario, como yo.
—¿Están juntos?— Pregunta Jason.
— Oh, sí— Exclama Shiera—Siempre estamos juntos.
— No me refiero a eso.—Jason suspira.—¿Son…? ¿Pareja? ¿Amantes?
Nico gira su rostro hacia Shiera y ambos comparten una mirada.
— Por supuesto.—Responde el pelinegro de ojos ónix.— ¿Tienen hambre?— Pregunta de pronto.
Los tres semidioses se miran mutuamente. Dudando.
Sí, estaban hambrientos.
— ¿Ella preparó la comida?— Le cuestionó Leo, receloso.
En realidad, los tres estaban recelosos.
Literalmente se encontraban en el otro extremo de la habitación, casi pegados por completo a la pared, con tres o cuatro metros de distancia.
— Oh, no, no sé cocinar. Nico es quien prepara la comida.—Se excusa.— La pedí a domicilio.— Murmura.
— Si es así…— Susurra Jason.
— Siéntense.— Ordena Nico y al instante los tres toman asiento.
Al principio fue muy incómodo, se respiraba un ambiente tenso y lleno de desconfianza, los héroes no podían quitarle los ojos de encima a Shiera, solo esperando cualquier cosa; Un mal movimiento, una expresión o frase que los hiciera saltar las alarmas.
Pero la chica, si es que se le puede llamar así, era un ángel. Tenía una mirada suave y amable, miraba a Nico como si fuera la cosa más fascinante que jamás hubiera visto. Tenía la piel dorada, trigueña, las mejillas rosas y los labios en forma de corazón. Ella no necesitaba comer, pero lo hacía para acompañar a Nico en la mesa.
Pronto el ambiente se fue volviendo más ameno mientras recordaban sus desventuras como héroes; Ya saben, esa vez en que mi novia me noqueó con un ladrillo, cuando una hechicera me convirtió en Hámster y cuando Nico se pasó una semana metido en un jarrón. Todo eran risas y charlas.
Hablaron y hablaron hasta que se hizo la media noche; Poniéndose al día sobre como había sido la vida del menor del grupo los últimos cuatro años viviendo como mortal.
— Shiera y yo nos peleamos con un avestruz jurásica en Australia.— Les cuenta Nico entre risas, jugando con un mechón del cabello castaño de la chica de forma distraída.—Y mientras estudiábamos en un colegio católico descubrí que Shiera iba a la capilla para tomar té y galletas con Dios.
Cuando se hizo demasiado tarde, Shiera y Nico lavaron los platos que ensuciaron. La casa era pequeña, así que no había habitación de invitados, por lo que los chicos se quedarían en la habitación de Nico, la cual nunca utilizaba, solo como almacén.
Era sorprendente lo… Doméstico que se veía Nico, tan relajado y amable.
Nico entró en la habitación continua a la de Shiera con mantas extras.
— ¿Sabes por qué vinimos? ¿No es así?— Le cuestionó Jason.
— Claro que sé, Shiera y yo ya hablamos de ello.—Nico dejo las mantas sobre la cama—Iremos sin poner resistencia.— Aseguró.
— ¿En serio la amas? ¿Estás seguro?— Pregunto el hijo de Júpiter.
Percy dormitaba en una esquina y Leo estaba en el baño cepillándose.
— Haría cualquier cosa por ella, si eso no es amor. No sé lo que es.—Dijo.
— Qué locura.— Soltó Jason entre risas nerviosas y cansadas.
— Descansen.— Nico cerró la puerta.
La cama era bastante grande, así que los tres mestizos no tuvieron muchos problemas en acomodarse en ella. Se dispusieron a dormir después de un rato, más tranquilos y cómodos.
Un sonido de traqueteo atravesó el silencio, seguido de un rechinido.
Jason abrió sus ojos y fijo la mirada en la pared. No escucho nada más. Volvió a cerrar los ojos y se dispuso a dormir.
Cuando perdió la conciencia por el sueño todo se volvió oscuro, y de la nada se despertó alarmado con el sonido incesante del rechinido de la cama chocando contra la pared.
Apenas logro reaccionar del todo y salir del sueño, su cerebro consiguió descifrar los distantes sonidos lejanos como gemidos entrecortados y bajos, algunos eran altos y agudos, pero parecían ser contenidos a la vez.
— ¿Es una broma?— Susurro Leo, entre asqueado y celoso.— ¿Quién come frente a los pobres? — Sisea.
— Pararán.— Aseguro Jason en un susurro, mirando mal a Leo.— Ya verás, solo hay que ignorarlo.
Percy estaba entre roncando y despertando a cada tanto, incómodo por los sonidos a su alrededor.
— Ya dejen de aplaudir…— Balbuceó Percy con voz adormilada y en tono fastidiado, se cubrió el rostro con la almohada y siguió durmiendo.
El rechinido y gemidos ahogados no se detuvieron. Quizás se acallaba por momentos y regresaba con fuerza a los treinta minutos o menos.
Y finalmente no lo soportaron.
Sacaron el colchón y durmieron afuera porque notaron que en la sala se escuchaba aún más fuerte.
—¿Por qué sacaron el colchón?— Les cuestionó Nico a la mañana siguiente.— ¿Están locos?— Pregunto.
— Apaga el sol y deja dormir.— Jadeo Percy fastidiado, cubriéndose la cara con las sábanas.— Niño molesto…
— Estoy traumatizado.— Exclamó Jason, con la mirada perdida.
Leo se quitó las sábanas de la cara.
—¿Qué no duermes maldito? ¿Cómo es que tienes tanta energía?—Gruño Leo con la voz llena de envidia.
Nico los miro mal y suspiro.
— No estamos acostumbrados a las visitas.—Se dio la vuelta—Levántense, el desayuno está listo.— Exclamó.
—¡Nico…! ¿Qué va a pasar con mis plantas? ¿Nos las podemos llevar?— Se quejó Shiera, asomándose desde una ventana.— ¡Se van a secar!
El pelinegro suspiro.
— No podemos llevarlas.— Le indica.— Hablaré con la vecina para que las riegue, le dejaré una llave.— Explicó.
— Mmm…— Shiera se queja sonoramente y se va.
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Dos días después, el Argo sobrevuela el Campamento Mestizo y aterriza sin problemas sobre el césped verde y fresco por el rocío de la mañana.
Los mestizos, sátiros y ninfas se reúnen a su alrededor, ansiosos por saber el resultado de la búsqueda.
Habían apostado; La mayoría creía que traían al hijo de Hades metido en un jarrón, con esposas y amordazado en los establos, y la otra parte pensaba que iban a fracasar estrepitosamente, que Nico se volvió loco y seguramente escaparía con la diosa con facilidad.
Así que esperaban afuera, expectante y ansiosos por saber qué paso.
Quiron, Annabeth, Hazel, Piper y Calipso se abrieron paso entre la multitud cuando la plataforma se extendió para permitirles bajar del barco cómodamente. Primero bajo Percy, quien literalmente se lanzó sobre Annabeth y la hizo girar en sus brazos. Feliz de verla otra vez. Siguió Jason y Leo que se reunieron con sus respectivas parejas. Y entonces lo vieron de nuevo, el hijo de Hades…
La temperatura pareció bajar tres grados con su sola presencia, como si el cielo se oscureciera ante él.
Se veía diferente. Más alto, debía medir metro ochenta, fuerte y de apariencia audaz e indiferente.
Cabello negro como un cuervo, piel olivácea pálida y ojos negros ónix. Se veía más saludable, y eso lo hacia ver mucho más intimidante. Vestía con una camisa negra de deporte de cuello alto sin mangas, ya no usaba su típica chaqueta de aviador, quizás por qué había crecido demasiado y ya no le quedaba bien. Pantalones oscuros y botas militares de cuero negro.
Tenía cabello corto como si se le hubiera cortado hace poco.
Los ojos de la morena hija de Plutón se abrieron por completo y sintió su corazón apretado, sorprendida.
Nico hecho la mano hacia atrás y sobre ella se posó una más pequeña y delicada. La chica alzó la falda de su largo vestido. Nico bajó los escalones con cuidado, guiando una chica de apariencia efímera y hermosa.
Cabello castaño con luces doradas y piel trigueña. Tenía ojos verdes que parecían cambiar a un tono marrón si los veías por demasiado tiempo. Ojos suaves, y pestañas largas. Llevaba un vestido verde claro largo que parecía bañado de mariposas, con un escote en forma de corazón que ajustaba a su torso como un corset. Tacones bajos del mismo color, que combinaban a la perfección con su vestido elegante.
La chica era perfecta.
Desprendía un aura brillante y celestial que no podían explicar.
— ¿Quién eres jovencita?— Pregunto Quiron, con un semblante calmado.
— Estás hablando con la nueva diosa de la tierra.— Bramo el pelinegro.
La castaña puso su mano en el brazo de Nico al verlo tan a la defensiva.
— Está bien.—Susurro.— Soy Shiera di Angelo.— Dijo con una sonrisa.—Soy la diosa de la tierra.— Exclamó.
Hola chicas y chicos.
Espero que les haya gustado el capítulo. Posiblemente el siguiente sea el último. Me di cuenta hace poco que a mis lectores les gusta mucho esta historia, tiene más vistas y comentarios que de "Cruel Summer" y quisiera saber por qué?
¿Que les gusta de esta historia?
Memes del capítulo;
Bye bye.
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