Capitulo 10
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¿Are you in heat?
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(Advertencia Escenas 18+)
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Shiera Pov;
Todos los seres orgánicos, a excepción de casos muy puntuados, tienen ciclos reproductivos. En la naturaleza todos los animales eligen su pareja por ser el mejor ejemplar, astutos, fuertes, los más sanos y en general los que poseen la mejor genética para trasmitir.
La norma es nacer, crecen, reproducirse y morir.
Eso es algo que entiendo perfectamente.
El objetivo de la vida es persistir.
La reproducción selectiva para la prevalencia de la especie.
Esa regla aplica para la mayoría de animales, pero, ¿Acaso los humanos pueden considerarse animales? Me gustaría poder preguntarle al dios que diseño a los mortales, el problema es que tengo que mantener un perfil bajo para conservar mi libertad.
Los últimos dos meses esa pregunta no me ha dejado pensar en otra cosa.
En cambio, los dioses no tienen la necesidad de reproducirse. Somos eternos, prevalecemos, por eso no existe la necesidad de reproducirnos para crear más dioses. Si se hace, la mayoría de las veces son dioses que intenta emular la vida humana en busca de la sencilla felicidad y otros por asuntos meramente políticos.
No somos como los humanos, efímeros y frágiles.
Tener descendencia no es una verdadera necesidad.
Por qué vivimos para siempre.
Claro que eso no se aplica a todos los dioses, el club las diosas vírgenes son la prueba de que no es realmente necesario u obligatorio tener hijos.
O acostarse con cualquier cosa que respire como hacen algunos.
Últimamente, Nico ha estado muy amoroso conmigo. Quizás me esté equivocando, pero casi parece que intenta poner un niño dentro de mí. Eso me ha llevado a reflexionar sobre los humanos y sus instintos básicos.
Él no es completamente un dios, quizás su parte mortal…
Quisiera preguntarle, pero quizás no sea lo mejor. Nico es muy dramático y no quiero que considere mis tontos cuestionamientos como una ofensa.
Esto es algo que debería saber.
Pero para mí los humanos son lo mismo que los animales, solo que según ellos son más “civilizados” y quién sabe que otra cosa filosófica.
Es la mentalidad de diosa en mí. No importa que tanto finja ser humana.
—Shiera, la clase terminó.—Me recordó la señorita Melisa, algo confundida.—¿Necesitas algo?
—Usted es la profesora de biología—Tanteo.— Así que debe saber mucho de las criaturas orgánicas.
La rubia rechoncha y de apariencia amable sonríe apenas.
— Hablas como si fueras un extraterrestre…— Se burla.
— Sí, ya me han dicho que soy rara.— Le resto importancia.—Los…—Pongo los ojos en blanco y doy un suspiro.—¿Los humanos pasan por periodos de celo? Como los animales, dónde es mejor reproducirse.— Explicó.
— Bueno.— Suelta una pequeña risa.—Se llama ciclo menstrual.
Niego con la cabeza.
— Me refiero a los hombres.
— En ese caso— Lo pensó un momento.—Durante la adolescencia cuando aumenta la testosterona lo que aumenta también en libido, pero no con fines reproductivos.—Dice con obviedad y suelta una pequeña risa, negando varias veces con la cabeza— Algunos podrían considerar como un periodo de celo, pero ese término no se utiliza en humanos.— Explica.
Frunsco las cejas, confundida.
—¿Por qué no?— Preguntó.
— Por qué…— La señorita Melisa hizo una pausa.—A la gente le gusta creer que no somos como los animales.
— Gracias por la información.— Recojo mis cosas.— Es una buena profesora.— Aseguró satisfecha.
Cuando me giró para salir de la clase veo la figura Nico di Angelo parado en la puerta, tiene los ojos brillosos y una sonrisa malvada en sus labios rosas.
No sabía que era posible que el icor se congelará en mis venas, pero lo hizo.
La vergüenza me invade. Todo mi cuerpo se tensa y tuve que hacer un gran esfuerzo para que mis piernas empezarán a funcionar de nuevo.
Paso de estar fría a sentir como el vapor se escapa de mis mejillas.
— Vamos a casa, Shiera.— Me tiende la mano y yo la tomo cautelosa.
Algo me dice qué me irá mal.
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—¿Piensas que soy un perro en celo?— Se burla entre risas. Me sostiene de las caderas y tira de mí hacia él.
—No, no, no …—Lo miro por encima del hombro.—Bueno, sí, pero quizás no es el mejor ejemplo.— Acepto. Mi espalda se curva y una pulsación de placer recorre mi cuerpo entero al sentir como se endurece.—Casi todos los seres orgánicos, como tú, tienen sus etapas reproductivas en las que es mejor tener descendencia…— Gimo al sentir como se frota contra mi centro y me estremezco.—Así que podrías ser un panda, lobo u oso en celo ¿Qué tal? ¿Mejor?— Pregunto jadeante.
— Básicamente, crees que soy un perro en celo.—Exclama entre risas roncas y oxidadas. Siento como sus manos se aprietan alrededor de mis caderas y esa presión hace que ponga los ojos en blanco.— Qué mala eres.
—¡No lo decía en serio! ¡Nico!
Una carcajada vibra en el pecho de Nico. Aparta cuidadosamente el pelo que cubre mi espalda, cuando siento que sus dedos rozan mi piel susurro un juramento. Siento su pecho fuerte se presiona contra mi espalda, pone sus manos a cada lado de mi cabeza y su lengua caliente recorre mi nuca.
Me remuevo debajo de el y los dedos de mí pies se curvan. Gimo contra la almohada, el placer me hace temblar y siento mi centro calentarse. Muerde, lame y chupa mi piel mientras una de sus manos manosea mis pechos, hace rodar mis pezones en sus dedos y tira de ellos suavemente. El calor nubla mi juicio, estoy gimiendo y lloriqueando debajo de él, pero Nico solo se ríe.
— N-nico…— Lo llamo cuando sus besos van a mi cuello y hombro.
—¿Deberíamos tener cachorritos?— Preguntó en tono bulón y ronco, mis ojos se abren por completo ante sus palabras despreocupadas y llenas de malicia. Nico me agarra a través de la tela, apretando mi trasero con fuerza mientras me retuerzo en su agarre. —Estás tan mojada…— Se burla con la voz entrecortada por el placer.
Sus dedos se deslizan entre mis piernas, y sé que inmediatamente debe ser capaz de sentir lo mojada que ya estoy. El algodón de mis bragas está prácticamente empapado a pesar de que apenas me ha tocado, y frota sus dedos allí lentamente mientras un suave gemido se escapa de mí
Mi cuerpo tiembla por la anticipación.
Mis piernas tiemblan cuando finalmente arrastra mis bragas por mis muslos, dejándome desnuda y esperando y tan abierta para él.
— ¡Ah! ¡Bueno, yo no digo que no quiera!— Lo miro por encima del hombro, agitada. Cierro los ojos cuando lo siento empujar un dedo dentro, y luego otro, sosteniéndome por la cadera con una mano para mantenerme estable, y muy quieta, dándome lo suficiente para excitarme, pero no lo suficiente como para lograr satisfacerme por completo.—¡Pero no creo que estés listo para tal cosa! ¡Es! ¡Para la crianza y todo eso…! ¡T-tu, tu no quieres cuidar un pajarito Ninfa!—Vuelvo mi rostro hacia él, y su expresión es embriagadora.
Sus ojos oscuros estaban paralizados entre mis piernas mientras continúa provocándome. Lo atrapo justo en el momento en que finalmente retira su mano, lo veo deslizar sus dedos en su boca, sus ojos brillantes se encuentran con los míos para sostener mi mirada mientras lame cualquier resto de mí.
No creo que algún dios del panteón griego pueda juzgarme por la forma en que comencé a retorcerme con necesidad, no por la forma en que Nico me mira. No sé puede evitar.
—¿Cómo vas a cuidar a un humanito pequeño?— Balbuceó, jadeante y agitada como el infierno.
Todavía lo veo agarrando mis caderas para mantenerme quieta y deslizando su cabeza entre mis pliegues. El calor me inunda profundamente.
Puedo sentir cada centímetro de él presionando lentamente dentro, y a través de los párpados caídos sigo observando cómo las pestañas del pelinegro revolotean, sus dientes presionan contra su labio inferior mientras llena y llena hasta que mi trasero se retuerce contra su pelvis, mis dedos de los pies se curvan.
Estoy tan llena de él. Hace que sea difícil pensar. Lo saca con cuidado, extrayéndolo, asegurándose de que sienta cada pulgada a medida que avanza. Es un poco más rápido cuando empuja hacia adentro.
Nico sisea entre dientes mientras toca fondo solo para repetir el proceso una vez más, y otra vez, cada embestida es más fuerte que la anterior. Siento que me derrito por dentro. La forma en la que me tiene doblado por la cintura significa que siento cada uno, incluso más de lo habitual, que cada uno golpea un poco más profundo.
Es tan frustrante como delicioso.
—No puedo—Me siento sin aliento ahora mismo, mis ojos se cierran con fuerza y mi boca se afloja mientras me concentro en la sensación.—No puedo tocarme así— Balbuceó.
—¿Me estás pidiendo que lo haga?
—Nico.—Jadeo, pero es más un grito. Se sumerge en mí un poco más fuerte.
—Quiero que me preguntes— Gruñe.—Pídeme que te haga correrte, Shiera.
—Nico, te juro que si no lo haces —Grito frustrada cuando me folla más bruscamente, mis rodillas duelen— Tócame, por favor.— Digo obediente, volviendo a ser dócil para él.
—Lo haré.— Ahoga una carcajada, levantando un poco mi camiseta y deslizando sus manos sobre la suave extensión de mi espalda baja antes de inclinarse para besar mi columna.—Solo quiero escuchar que me lo pidas.—Sus dedos juguetean con la parte superior de mi muslo, trazando una línea por el interior y demorándose mientras lo levanta a centímetros de donde lo necesito. Pero mi atención se centra de repente en la mano que me acaricia la espalda. Él es tan bueno.
Mi corazón comienza a latir con fuerza por razones que no tienen nada que ver con su pene dentro de mí, sabiendo que si levanta mi camisa un poco más, estaría expuesta en su totalidad. Aprieta uno de mis senos, su otra mano todavía jugando entre mis muslos incluso mientras continúa acariciándome a un ritmo constante.
—Pregúntame, Shiera.
— Tócame.—Suplique, mi pulso latía en mis oídos, tanto por el placer como por el miedo. —Por favor, por favor…— Gimo enterrando mi rostro en la almohada de Nico, no la mía.
—¿No te da vergüenza? Una diosa suplicando a un semidiós.— Se burla con voz ronca. Puedo sentir que está sucediendo, puedo sentir la forma en que me estoy olvidando de lo que me propuse… ¿Por qué soy tan débil?
Tener un bebé no suena tan mal, no ahora mismo. Algo solo de nosotros.
Sí, sí …
Deberíamos tener uno.
Él tararea contra mi piel, obedeciendo instantáneamente y sumergiendo sus dedos entre mis piernas, encuentra el pequeño capullo de mi clítoris. Gimo cuando lo frota con rudeza, mi cuerpo prácticamente suspira de alivio lleno de placer cuando la palma sobre mi espalda se desliza hacia la zona más segura cerca de la base de mi espalda.
Gracias, Dioses. A mí.
Finalmente, la retira por completo para envolverlo alrededor de una de mis caderas, agarrándome con fuerza de allí mientras me trabaja de manera constante, mientras me folla de forma enérgica de manera inestable. Él está empujando profundamente ahora, su cuerpo se encrespa sobre el mío hasta que siento su aliento jadeante chocar mi columna y su piel golpea contra la mía. Puedo decir por la forma en que sus caderas comienzan a tartamudear que está cerca, puedo escucharlo en los suaves gemidos que se le escapan entre sus burlas a mí y mis gritos.
—Se siente tan bien cuando te corres— Resopla.
—Tan bueno.—Se desliza profundamente, rodando sus dedos contra mi clítoris hinchado.
—Es mejor que cualquier cosa que haya sentido, mi preciosa diosa.—Sus palabras me inundan, haciéndome arder más, y puedo sentir esa dulce presión construyéndose entre mis piernas, anticipando el momento en que estalle en un placer total. Quiero llorar y gritar a la vez.
—Justo ahí—Respiro.—No te detengas.
Sus dedos se deslizan contra mi clítoris por la forma en que estoy empapada, pero sigue frotándome en ese mismo lugar que me hace gemir por más. Mis ojos se van hacia atrás.
—Nunca.— Mis dedos se aprietan y aflojan sobre las sabanas. Mi espalda intenta arquearse a pesar de que no tengo espacio contra el colchón y los sonidos que salen de mi boca son tan morbosos, entrecortados, necesitados, profundos, y luego lo siento.
Comienza con un temblor interior, un espasmo de mis paredes internas que solo se vuelve cada vez más intenso, su miembro aún continúa meciéndose dentro de mí. El semidiós deja escapar un sonido fuerte y gutural mientras empuja profundamente una última vez, y no se retira, no se mueve, solo se envaina y permite que mi cuerpo tembloroso lo llevan al borde.
Siento como su miembro se retuerce pesadamente, llenándome, una y otra vez, con su semen, su calor, él, y él. Se siente tan bien apretado contra mí.
Su cuerpo moldeado contra el mío mientras su boca vaga por mi nuca, mi garganta, mi mandíbula, cualquier trozo de piel desnuda que sus labios puedan alcanzar. Y yo estoy feliz.
Encantada.
Pasamos un rato con caricias, abrazos en la cama y besos suaves. Tratando de recuperar el aliento. Cansados.
— Tus palabras son un poco confusas para mí.—Susurro.— ¿Puedes ser más específico?— Pregunto confundida.
— ¿Quieres una respuesta de por qué quiero tener sexo contigo a menudo?— Me cuestiona Nico, mirándome con cierto brillo de diversión.
— Sí, por favor.— Me acurruco en su pecho frío y me estiró para besar su cuello, mandíbula. Y ese lindo lunar debajo de sus labios.— Dime.
— Bueno, definitivamente no es por qué quiera tener un hijo. Aún es muy pronto para eso.—Me explica Nico. Su mano acaricia a lo largo de mi espalda de forma perezosa.— Lo hago por qué te quiero, y me gusta sentirme cerca de ti.—Envuelve mi cabello alrededor de sus dedos, jugando con él.—A veces las cosas que hago no tienen un gran significado detrás…— Suspira.—Así que no te quemes el cerebro pensado en la razón detrás de todo lo que hago.
Mi pecho se siente extraño. Apretado.
— Oh…— Murmuro.
— ¿Por qué pareces decepcionada?
Parpadeó y recuesto mi mejilla sobre su pecho. Su corazón suena como un tambor, agitado y acelerado.
— No lo sé.— Completo.
— ¿Quieres un bebé? ¿Es eso? —Pregunta Nico con curiosidad.
— Puede que…—Aprieto las yemas de mis dedos contra su piel.— Sí, creo…—Admito.— Que sí me gustaría vivir la experiencia contigo. — Exclamó.
— Ya, no estés triste.—Me besa la frente.—Lo haremos eventualmente, ¿Está bien?— Me promete.
Pero aun así me siento un poco extraña, ¿Decepcionada? Quizás ¿Melancólica? No estoy segura.
Es un sentimiento nuevo.
Así que decido evadir el tema.
— Yo también te quiero.— Susurro.—Y me gusta sentirme cerca de ti.
— Me perteneces.
Parpadeó varias veces. Mi corazón se estremece y me aferró a él.
—¿Ninguna objeción?— Pregunta con un tono nerviosismo en su voz.
— ¿Y tú también? ¿Me perteneces entonces?— Pregunto.
— Si quieres tenerme.
— ¡Sí, si quiero!— Chillo y lo abrazo.
(. . .)
— ¿Escucharon la noticia? Una enorme grieta se abrió en Brooklyn.— Les comento Annabeth. El grupo de semidioses de la profecía de los siete salió del comedor hacia la fogata para reunirse con los demás.— Y No es el único deslizamiento, grieta en medio de la calle o situación extraña que se ha estado desarrollando los últimos 4 años.— Les explicó de forma astuta.
— ¿Otra vez estás armando teorías conspirativas?— Le cuestiona Percy en tono burlón, divertido, pasando un brazo por encima de sus hombros.
— ¡N-no! — Chilla exaltada. Se calmó y luego se aclaró la garganta.— No soy conspirativa. Solo no existe pruebas que indiquen que todos estos eventos se relacionen.— Explica con seriedad, fingiendo completa tranquilidad.
— La gente tiene razón— Exclama Piper, llevando sus manos dentro de su chaqueta.—Todos los estudiantes de arquitectura están a un paso de la psicosis todo el tiempo.— Se burla y todo el grupo de semidioses se ríe.
— Basta.—Se queja la hija de Atenea, avergonzada.—Créeme, hablo en serio.
— Yo también hablo en serio, creo que necesitas dormir.— Exclama Piper.
—Hace frío.— Se queja Hazel frotando sus manos, su novio Frank se quita su chaqueta abrigada para ponerla sobre sus hombros. De forma amable.
— Estoy de acuerdo con Annabeth, las cosas están extrañas.—Opina Jason y todos se giran para verlo con una ceja arriba, como diciendo «¿En serio?»—Leí un par de noticias alarmantes… La gente piensa que los continentes van a separarse, aún más, y de alguna forma Venecia dejo de unirse y, en cambio, su altura se elevó en los últimos años.— Parloteo con confusión, extrañado.
— Sí, yo también pienso lo mismo— Concuerda Rachel.— Soy activista y puedo confirmar que las cosas están extrañas.— Explica la pelirroja.— Yo… tengo un presentimiento. Es como si el mundo se prepara para cambiar.
— ¿En serio? ¿Tu también Rachel?— Le cuestionó Percy y apenas dio su opinión, el humor alegre desapareció y todo se tornó serio de la nada.
— Solo digo.—Empezó a caminar y el grupo le siguió el paso.— Y no solo decido ponerme del lado de Annabeth por qué Atenea siempre gana.
— Aparte de todas…— Pone los ojos en blanco.—Las conspiraciones.— Sisea en desacuerdo.—Las cosas han estado muy tranquilas estos cuatro años.— Recalca Annabeth.
— Supongo.— Opina Piper.
— Desde que se fue Nico.— Agrega Leo, siendo el único que se atrevió a decirlo en su grupo de amigos.
— Él está feliz.— Exclama Hazel.—Todos lo vimos y tenemos el derecho de quitarle eso. — Explica la más baja con la voz acelerada, nerviosa.
Parecía que estaba hablando para su misma y no para el grupo.
— Hazel.— Dice Leo, casi en tono de disculpa por haberlo mencionado.
La morena resopla y niega con la cabeza. Alzando la barbilla para retener sus lágrimas en sus ojos.
— ¿Sigues triste por qué dijo que vendría?— Pregunta Leo.—Y aún no ha venido a visitarte.— Afirma.
Jason se abalanza sobre Leo y le da un codazo al pasar por su lado. Se acerca a la hija de Plutón de forma fraternal y acaricia su cabello, consolándola.
—Tranquila. Nico te quiere mucho, solo necesita su espacio.—Le recuerda el rubio hijo de Júpiter.—Más que los demás— Recalca.— Sufrió mucho y por mucho tiempo. Estar lejos de este mundo parece que lo ayuda a sanar.
—Eso ya lo sé.— Hazel se limpia las lágrimas con el dorso de la mano.
— ¡Al fin! ¡Apresúrense! — Grito un campista desde la fogata.—Llegan a tiempo para cantar como la abuela se pone la armadura.— Exclamó.
Los semidioses tomaron asiento alrededor de la fogata con mal sabor de boca, mientras cantaban y comían malvaviscos no dejaban de pensar en su conversación anterior. En Nico y el extraño comportamiento de la tierra.
Y mientras cantaban una graciosa canción sobre un sátiro macho que se casó con un cíclope por accidente la única humana en el campamento mestizo se cayó de golpe hacia atrás y sus piernas quedaron colgando del tronco viejo. Todos dejaron de cantar al instante y se fijaron en ella.
— ¿Estás bien pelirroja?— Pregunto la chica sentada al lado de Rachel.
— Al sur y en una tierra antigua se encuentra lo que han perdido.
El humo verde se escapó de sus ojos azules y boca de la pelirroja de pecas, se expandirse por la fogata, entonces se juntó por encima de su cabeza y su cuerpo entero empezó a levitar.
—El mundo se agita y pierde el equilibrio. Los hijos repiten los patrones de sus padres, y el hijo de la muerte ha robado un brillo celestial que no le pertenece.— Señaló con su dedo índice hacia el sur.—Encuentren a la diosa nacida de los pedazos de enemigos caídos — Cuando sus pies dejaron de tocar el suelo, el espeso y denso humo verde se concentró en un remolino hasta formar un espejismo, una visión de lo que ella había visto en su mente. En sus visiones— Y restauren el equilibrio.— Sentenció.
Era la imagen de una chica joven que no debía pasar de los 17 años que los miraba fijamente, bueno, ella parecía estar viéndose a sí misma en el espejo de su tocador, en una habitación.
La joven se peinaba con un cepillo rosado de forma distraída, tenía el cabello largo y ondulado, de color castaño claro con luces rubias. Sus ojos eran verde jade y con estelas de color marrón claro, su piel trigueña, de apariencia saludaba y elástica. Las pestañas largas y ojos románticos. Las mejillas con un suave rosa perpetuo y labios afelpados de tono cereza. Traía puesto un vestido floreado verde.
Parecía una chica normal, claro, muy bonita, pero había algo raro en ella.
Una mano grande, masculina, con dedos llenos de anillos de plata de formas macabras y cadenas, se apoyó en su hombro, se deslizó por su cuello hasta engancharse en su barbilla de una forma posesiva. La joven se tensó, lo que provocó que sus clavículas se marcarán y sus pupilas se dilataran, los dedos del hombre se clavaron en su piel dorada y la obligaron a mirar hacia arriba. Entonces unos labios se estamparon contra los suyos, intenso, mordió su labio inferior y se alejó.
El espejismo desapareció y el humo verde empezó a dispersarse en el aire, Rachel cayó al suelo. Entonces un gran grupo de Campistas se movilizó para ayudarla y llevarla a Casa grande.
— Es mi imaginación o ese tipo era—La morena de cabello castaño y ojos de arcoíris, tomó a Leo de las mejillas y lo apretó con fuerza para evitar que hablara frente a los demás.
Media hora después, todos los líderes de cabaña estaban reunidos en la Casa Grande, sentados alrededor mesa de ping-pong para discutir sobre la rara profecía que había dicho Rachel. Ella también estaba presenté, tomándose una tacita de té caliente envuelta con una cobija afelpada. El centauro soltó un resoplido, parecía estar analizando la profecía, era la primera vez que lo veían sin palabras y tan descolocado.
— Es obvio que habla de Nico di Angelo.— Exclamó la líder de la cabaña de Deméter con obviedad.
— Claro que no.—Sentencio Hazel sin reflexionar, casi de inmediato.
— ¿En serio?— Soltó con incredulidad el líder de la cabaña de Ares.
— ¿Qué? ¿También vas a acusarlo falsamente de esto? ¿Tienes pruebas de que es él?— Chillo la morena.
— Los hijos cometen los mismos errores de sus padres. — Soltó el líder de la cabaña de Atenea, Malcolm.—Hades secuestro a Perséfone, así que Nico secuestro a… ¿Una diosa?
— Una diosa nacida de los pedazos de nuestros enemigos.—Agrego Jason.—¿Habla de Cronos?—Les cuestionó.
— No. Eso no tendría sentido.— Soltó Annabeth con seguridad.—Cuando Cronos cortó en pedazos a su padre, los pedazos cayeron al mar y nació Afrodita…—Explico pensativa.— Los pedazos de Cronos están en el Tártaro, es imposible que sea él.—Aclaro.
Annabeth enredo un mechón de su cabello ondulado rubio en su dedo y mantuvo la mirada en la mesa.
— Gaia explotó en el cielo— Agrego la rubia y asiento con la cabeza para sí misma.—Y sus pedazos cayeron sobre el campamento mestizo.— Le recordó.
—¿Qué? ¡No!—Chillo leo, se levantó de golpe de su silla.—¡Yo la vencí! ¡La hice explotar con una llamarada de fuego!— Explico haciendo que sus manos se volvieran dos bolas de fuego ardiente para ejemplificar su punto.
— Apágate. Ya todos lo sabemos.— Siseo la nueva líder de la cabaña de Hécate una chica de pelo verde.
— Parece que lo único que hiciste fue traer otro dios al mundo.— Agrego Piper mientas apagaba las manos de su amigo con una botella de agua.
— Entonces Nico secuestro a la nueva diosa como lo hizo su padre antes.
—¡Él no hizo eso!— Grito Hazel.
— Campistas. Cálmense.— Pidió Quiron al ver que todos estaban agitados y a la defensiva.
Todos guardaron silencio un montón y el centauro le dio la palabra a la hija favorita de Atenea, cabe resaltar, que no tiene nada que ver con que sea su favorita. Él no tiene favoritos, estaba Annabeth y los que no son Annabeth.
— La profecía de Rachel pide que vayamos al sur.— Aclaró Annabeth.—Y la última información que tenemos de Nico es que participó en los juegos olímpicos para el equipo de Italia.
— Italia Roma. Una tierra antigua de gran importancia historia.— Malcolm estuvo de acuerdo con su hermana y ambos compartieron una mirada de compresión mutua e intelectual.
— La profecía no fue específica sobre quién debe ir a buscarlo.— El líder de la cabaña de Ares se puso de pie.—Así que me tomaré la libertad de aceptar la misión. Iré a Italia, lo meteré en un jarrón y lo traeré en una pieza.— Dice con falsa tranquilidad y una sonrisa.
— No lo creo.— Lo interrumpió Jason, totalmente serio.—Me parece mejor que caras conocidas vayan a buscarlo, de preferencia un amigo que no lo haya acusado de asesinato.
— Tch, como si cosas peores no hubieran pasado aquí.— Sherman chasqueo su lengua y se sentó.—Él necesita aprender a perdonar y dejar de ser tan jodidamente rencoroso.
— Que te perdone dios.— Opino Hazel, como hija de Plutón, también era jodidamente rencorosa debajo de toda su dulzura de rol de canela.
—¿Cuál?— Le cuestionó sarcástico
— No tu padre divino obvio, ese no te presta atención.— Agrego Piper.
— Entonces una tríada.—Jason aplaude para llamar la atención del grupo de semidioses y que dejen de lanzarse miradas asesinas.— Yo iré, Nico es mi amigo. Somos cercanos.
— Yo también voy— Exclama Percy.—Alguien tiene que—hizo una seña con las manos fingiendo que ahorcaba a una persona.— Ya saben, si se pone muy loco.— Exclamó con simpleza.
— Y yo.—Se ofreció Leo, poniéndose de pie.—Necesitan transporte y quiero ver por mi propia cuenta si esta diosa es realmente buena o si necesitamos otra magnífica explosión.— Explica.
— Entonces está hecho.— Opina Quiron, y todo asienten con la cabeza de acuerdo.— Los semidioses saldrán mañana temprano a Roma Italia.
Al día siguiente por la mañana Jason Grace estaba terminando de armar una mochila mientras enloquecía.
— Estoy nervioso, ¿Estará feliz de vernos? ¿O nos odia definitivamente?
Percy apartó la mirada del techo y dejo de abrazar su mochila.
— Tal vez.— Opina el hijo de Poseidón.— No estoy seguro…
— Es Nico.— Exclama Leo.— ¿Es físicamente posible que sea feliz?
— Eso fue cruel, leo.—Jason cerro su mochila.— Y saben a qué me refiero, estoy preocupado por él. — Resopla.—No lo hemos visto en 4 años, si no cuentas los juegos olímpicos.
—¿Creen que realmente secuestro a una diosa? — Pregunto Percy.—¿Qué tal si le borro la memoria? Hera me hizo eso una vez y es… ¿Qué no dice que no está siendo manipulado?
Los tres se quedan en silencio durante unos minutos. Pensativos.
— Eso fue muy inteligente, Percy.— Opinó leo.— Y si ese fuera el caso…
— ¡Por los dioses! ¡Mi bebé! — Chillo Jason histérico.— Ya vámonos. Debo encontrarlo, debe estar solo, con frío, hambriento, confundido…— El rubio cayó en una espiral de desesperación.— ¡Debí ir a buscarlo hace años…!
— Ya se volvió loco.— Siseo Percy.
— Sí, hay qué asegurarnos de que no haga nada demasiado raro.— Dijo leo.
(...)
Nico había estado asistiendo religiosamente a clases de cocina desde que fue expulsado del campamento mestizo.
Y por primera vez después de mucho tiempo, Shiera no tenía que remover sus papilas gustativas para fingir que su comida no era tan mala. Nico antes no entendía que cocinar se basa en seguir instrucciones y medidas.
Luego de dejar de verlo como un problema matemático, simplemente empezó a seguir las instrucciones.
Estaba en la cocina, cortando tomates sobre una tabla de madera. Se apartó el cabello de la cara recogidolo en una cola, se puso un delantal color blanco y empezó a preparar el almuerzo para Shiera, quien lo miraba desde la mesa con ojitos llenos de brillo, orgullosa.
La canción «Burning love» de Elvis Presley sonaba en su teléfono a todo volumen petición de la diosa mientras cocinaba. Shiera movía la cabeza al ritmo de la canción, distraída.
— Huele bien.— Comento la diosa de la tierra, sonriente.
Nico alzó una ceja.
—¿La comida o yo?— Le cuestionó divertido. Estaba mañana la había atrapado oliendo su camisa, y no iba a dejarla olvidarlo en un tiempo.
Shiera se encoge, sonrojada hasta las orejas y juega con su cabello.
— Tú.— Murmura avergonzada.— Pero la comida también está bien.
Nico deja de cortar las verduras y se detiene para mirarla, deja lo que está haciendo y rodea la isla de la cocina para acercarse a la joven diosa. Quien lo mira como un cervatillo asustado.
—¿Estás molesto?
El pelinegro se inclina y besa su mejilla de forma amorosa.
— Nunca podría molestarme contigo, Shiera.— La castaña se ríe al sentir los labios fríos del chico besar su mejilla.—Eres muy linda.— Dice al tomarla por las mejillas de forma posesiva.
— Dices cosas lindas, pero aún parece que me estás amenazando.— Resopla.
— Ya te dije que dejes de sobre pensar todo lo que hago.— Le da un beso en la frente y vuelve a su trabajo.
Esta vez es Shiera la que se levanta y se acerca para abrazarlo por detrás, uniendo sus manos a la altura de su abdomen, apenas pudiendo mirarlo por encima de sus amplios hombros.
—Quiero agradarte.— Apoya su mejilla en la espalda de Nico.— Es por eso que siempre estoy sobre pensado todo lo que haces.— Confiesa.
—Me gusta como eres.— Afirma.
— Pero antes decías que era molesta.— Murmura por lo bajo.
— Eso también me gusta.— Nico pone una de sus manos sobre la suya.
— ¿En serio?
— En serio.— Asegura el pelinegro.
La canción se escucha lejana, pero el silencio entre ambos en cómodo.
— Te amo.— Susurra Shiera contra su espalda con ternura.
Nico sonrió apenas y giró su cabeza para mirar por encima del hombro, Shiera siempre le daba esa mirada amorosa, incluso si hacia cosas que podrían ser consideradas malas. Ella lo quería, incluso con todas las cosas malas que venían con él, cosas que hacían huir a los demás semidioses.
Iba a besarla, cuando sintió una punzada en la nuca. Se giró hacia la ventana, y vio a un tipo rubio de piel bronceada que lo saludaba agitando su mano efusivamente, sonriendo con sus perfectos dientes blancos.
Nico soltó un gruñido de fastidio, y tomo su espada de hierro Estigio.
— Apolo está aquí.
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— Cuando te vi en mis sueños, quede impresionado con tu belleza.— Beso el dorso de la mano de la morena una y otra vez. Alzó el rostro— Pero eres aún más hermosa en persona.— Dijo con una sonrisa brillante y blanca.
Nico gruñó igual que un gato erizado y enojado, le dio un manotazo en la mano al dios de la luz. Sin importar que estuviera tratando con un dios.
— ¡Ya deja de besarle la mano…!— Dijo entre dientes, enfadado.
Apolo se apartó riendo.
— Solo estoy siendo amable, ¿Por qué no vas a hacer café?— Pregunto.
A Nico se le desencajó la mandíbula y miro a Apolo totalmente ofendido.
—¿Disculpa?
Nico ya estaba harto de Apolo. Se la había pasado coqueteandole a Shiera justo frente a el durante 30 minutos y el estaba a un Haiku sobre la belleza de Shiera de tomar su espada Estigia y sacarlo por la fuerza de su casa.
— Dios Apolo.— Soltó Shiera con severidad, el rubio lo miro con una sonrisa confundida.—Esta es la casa de Nico y está siendo muy grosero.
— ¡Sí…!— Le apoyo el semidiós, frunciendo el ceño y cruzando sus brazos por encima de su pecho.
— Pero si Nico y yo somos muy amigos, incluso estuvo saliendo con uno de mis hijos.— Exclamó Apolo.— Somos familia, ¿No?— Le cuestiono.
Shiera alzó una ceja y giró lentamente su cabeza hacia el hijo de Hades quien tenía mandíbula apretada y empezó a sudar de un momento para otro.
— Iré a hacer el café.— Exclamó Nico antes de irse a la cocina.
Al final los tres estaban tomando una tacita de café caliente a la mesa.
— Creo que lo mejor será que no pongas resistencia.— Opino, el dios de la luz.— Cuando vengan a buscarte y Hermes te entregué una invitación para ir al Olimpo, no luches.
— Pero no quiero ir allí.— Dijo Shiera con sinceridad.— No deseo eso.
— Eso está bien, pero tienes que demostrarle a Zeus que no eres una amenaza para él.— Le explico el dios de la luz.— Cuando eso suceda, quizás van a obligarte a dejar de jugar a la casita con el hijo de Hades y cumplir con tus responsabilidades.— Opino.
Nico apartó la mirada.
— ¡Yo no estoy jugando!
— ¿No juegas a ser humana?
Shiera desvío la mirada y apretó sus manos alrededor de la taza.
— No es así.— Gruñe la morena de ojos verdes con estelas marrones.— ¿Y qué pasará conmigo? ¿Aparte de cumplir mis deberes como diosa?
— Existe una posibilidad de que Hera te arregle un matrimonio.— Explica el dios, y coloca una mano en su pecho.— Aunque no debes preocuparte mi querida y joven Shiera, todos los solteros disponibles.— Se señaló a sí mismo.— Son bastante buenos.
— ¿Qué?— Exclamó Nico.
Shiera parpadeó lentamente.
Tratando que sus ojos se ajustarán a la brillante figura del dios de la luz.
— No.— Alargó la joven diosa.
Apolo se sonrojó, avergonzado.
— Bien, eres exigente.
Hola chicos y chicas.
Esperó que les haya gustado el capítulo. Cómo les dije antes, estoy ocupada y las actualizaciones van a tardar un poco más.
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Memes del capítulo;
Bye bye.
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