Capítulo 17. Amante

—Can I go where you go? —la voz de Taehyung resonó fuerte en el recinto y su mirada fue con ilusión hasta la persona que le sostenía la cintura.

—Can we always be this close —contestó Jungkook con una sonrisa y ambos se observaron profundamente, muy emocionados, sabiendo lo que seguía.

—... forever and ever?... And ah, take me out, and take me home —cantaron al unísono y Taehyung se abrazó ligeramente del cuello de su compañero—. You're my, my, my, my... lover.

Gritos eufóricos abandonaron la garganta de Taehyung en cuanto terminaron el primer estribillo y Jungkook se carcajeó, afianzando más su abrazo en el ajeno, quien se sostuvo más de él y se acurrucó en su costado, mientras su mano libre colgaba hasta engancharse de la de Jung Hoseok.

Sí, bueno, cualquiera que lo viera desde afuera diría que el más pequeño era un suertudo por tener dos novios, o un miserable por poseer un hermano tan celoso que lo cuidaba hasta en sus más personales citas. Y sí, Hoseok resultaba ser su hermano, porque Jungkook y él no habían dejado de abrazarse y apapacharse en ningún momento durante todo el concierto de su cantautora favorita.

El cielo estaba cerrado sobre ellos, era una noche muy oscura y plagada de nubes espesas, parecía que una tormenta se ceñiría pronto sobre sus cabezas, pero nada importaba, no mientras Taylor no dejara de cantar... O al menos eso pensaba Taehyung, quién se perdía en una ensoñación vulnerable cada que la cantante les pedía que hicieran ruido.

Jungkook, no estaba menos emocionado, escuchar a la chica cantar en vivo era uno de sus objetivos más sagrados, pero cumplirlo con Taehyung entre sus brazos ya era mucho ganar: esa cintura fina y curveada se adueñaba de su mano izquierda, y le permitía acariciar centímetros de sedosa piel cada que el castaño chillaba del gusto.

Aquella, en definitiva, era la mejor noche de su vida.

Para Taehyung resultaba igual. Aparte de admirar el talento de Taylor Swift en primera plana, se sentía muy feliz de estar conviviendo con su mejor amigo y su novio al mismo tiempo, era una gran experiencia y quería asegurarse de que ambos jóvenes la disfrutaran más que él, por eso, aunque el calor de Jungkook lo llamaba a jamás alejarse, no soltaba la mano de su comprometido novio pelinegro.

Hoseok sonreía. Era evidente que no conocía cada uno de los temas de la artista, pero por eso se estaba dedicando a filmar el concierto con su mano libre, quería capturar para Taehyung los mejores momentos del evento.

Sin embargo, de vez en cuando la cámara viajaba hasta su costado, donde los dos mejores amigos se deshacían de la emoción y cantaban a todo pulmón las maravillosas canciones que se sabían al pie de la letra.

Aquello le parecía muy gracioso, que los dos chicos fueran tan iguales, entusiastas y compartieran la misma neurona, le hacía desear conseguir un alma gemela para su ser, justo como Jungkook lo era para Taehyung.

Le envidiaba, a decir verdad, pero el sentimiento era positivo, pues agradecía mucho que su novio tuviera una persona con la cual compartir su inmensa felicidad a cada momento. Y Jungkook era alguien apropiado, de eso no tenía duda, por eso le había insistido que se redimiera, para que Taehyung lo volviera a tener en su vida.

Pero al pensar en eso, su mirada fue directo hasta los chicos otra vez, notando algo que antes no había sobresalido con tanta fuerza: la conexión.

No supieron en qué momento y ninguno de los dos lo había notado, pero Taehyung ya no miraba a más a su ídola, sus ojos amielados se mantenían en un constante parpadear sobre los grises que tampoco lo dejaban de mirar.

Un trance colectivo los embriago al punto en que dejaron de cantar y se olvidaron de la situación, tanto, que el mundo desapareció a su alrededor: no había más luces, más flashes, más personas... solo oscuridad y un precioso reflector que se ceñía sobre los dos enamorados.

Taehyung miraba a Jungkook en seriedad, deteniéndose en cada una de las facciones que había admirado desde que tenía memoria. El azabache le parecía tan atractivo, familiar y apapachable que lo único que deseaba era quedarse así de cerca para siempre, pudiendo observar su varonil belleza y todas las cualidades que de ahí emanaban. No recordaba cuándo Jungkook se había visto más guapo y antojable... y no es que anduviera por la vida pensando eso siempre, pero, en ese momento, los pequeños labios rosados y suaves de su Spidey le llamaban tanto la atención, que estaba siendo tentado a acariciarlos en un arranque de necesidad.

Por otro lado, Jungkook podía escuchar su corazón latir en sus oídos de una forma tan frenética que estaba seguro de que, en cualquier instante, sufriría un infarto. Taehyung era tan precioso como un muñeco, su piel de porcelana a color canela resaltaba por su suavidad y sus hermosos ojos mieles no dejaban de brillar.

¿Cómo no estar enamorado, si tenía la octava maravilla del mundo entre sus brazos?

Estaba hipnotizado.

Sobre todo, cuando Taehyung se armó de un coraje que no debía de existir y sus labios fueron viajando hasta posicionarse a la altura de los suyos, que se saborearon a la brevedad, viendo como el chiquillo los entreabría ligeramente, pidiéndole un beso.

Y enloqueció.

Se volvió tan loco que su alma entera dio un vuelco de trescientos sesenta grados en una milésima de segundo, estrujándole cada uno de los nervios del cuerpo y dejándolo tenso en su lugar.

Una lucha interna se apoderó de su mente y, de repente, ya había cerrado los ojos, yendo a encontrar los labios rosados y en forma de corazón que lo esperaban con ansiedad.

No obstante, en vez de obtener la jugosa boca de su osito, dio con la punta de su refinada nariz, recibiendo, a la par, un beso en su mentón por parte de un Taehyung, quién acababa de sobresaltarse y desviar su trayectoria al sentir el apretón que Hoseok le plantó en la mano que aún le sostenía.

Y volvieron al mundo, donde, ahora, un tanto incómodos, comenzaron a alejarse poco a poco, pero sin ser demasiado obvios ni dejarse de abrazar.

La canción había terminado y la fanática multitud gritaba el nombre de Taylor en todo su esplendor. Taehyung, al recordar su única misión de la noche, volvió a chillar, actuando como si, un segundo atrás, no hubiera sentido un enjambre de mariposas revolotearle en el estómago, tratando de comerse hasta el último de sus órganos.

Sonrió y volvió a la naturalidad, respirando profundamente para calmarse y que esa mano en su cintura no se experimentara como ardiente fuego.

—¡Te amo, Taylor! —expuso el castaño cuando la chica hizo una pausa para cambiarse el vestuario—, ¡Regresa ya, no puedo vivir sin ti!, ¡Se me olvida como respirar!

—Habló el menos swiftie del condado.

—Ash —la queja ante la burla de Jungkook, no se hizo esperar—, como si tú no cantaras Cardigan cada vez que te duchas.

—¡Ssh! —el azabache exigió avergonzado y ambos rieron con gracia.

—Mejor, ve a traerme una bebida, ¿Quieres?, antes de que Taylor vuelva y cante Cornelia Street.

—Bien —y deshaciéndose de la cintura que amaba con su alma y corazón entero, se volvió hacia el joven ajeno a su mundo—. Hoseok, ¿Te traigo algo?

—Estoy bien, Jungkook, gracias.

Dos sonrisas características chocaron y Taehyung las imitó antes de que su mejor amigo se alejara muy contento, buscando al vendedor de bebidas entre las gradas.

—¡Hobi, eres el mejor! —chilló Taehyung hacia el chico que apagó el vídeo en ese momento, para prestarle especial atención a su niño lindo de ricitos castaños—, gracias por acompañarme hoy. Cuando envejezca, este recuerdo se convertirá en un tesoro. No, no, ¡Ya es un tesoro!, ¡Gracias por venir!

—No tienes nada que agradecer, lindo cielo, sabes que eres todo para mí —y dicho eso, sus delgados belfos dieron en un tronido con los de Taehyung, quién prontamente le pidió un abrazo y se puso de puntitas para regresar el acto.

Pero en menos de lo esperado, sin embargo, la fogosidad de un beso placentero hizo arribo entre ambos chicos, causando que sus labios se anclaran como si de eslabones se trataran, impregnándose de cariño y mucha ternura propia, siendo Taehyung quien pronto se colgó del cuello de su novio, ese que olía rico todos los días.

Jungkook, un poco lejos de lo que ocurría, le sonrió complacido al hombre que acababa de prepararle dos piñas coladas y, después de liquidarlas, avanzó con ellas, sin siquiera imaginarse que, un par de cuerpos adelante, la boquita de su Taehyung estaba siendo completamente invadida por un intruso que se cernía cada vez más a él.

Y así fue como su mundo se desvaneció y el corazón se le rompió en esos pedazos que ya una vez había recogido y pegado con cinta, con la intención de recuperar a su nene y tenerlo en su vida.

Taehyung parecía disfrutarlo tanto, que de repente jadeaba sobre los otros labios y eso no podía ser más tortuoso para el azabache que se había congelado en su sitio, sin opción de salir corriendo.

Los ojos se le cristalizaron y tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no morir en ese momento. No podía ser posible que la vida le reservara solo las peores situaciones, ¿Cuándo se hizo acreedor a un pase directo al maldito infierno?, porque eso era lo que estaba viviendo y no podía terminar de creerlo.

Entonces, la sonrisa con la que la pareja se separó, le hizo entender una sola cosa: por mucho que las cosas fueran magníficas entre Taehyung y él, jamás en su vida iba a poder hacer que el pequeño lo mirara justo como a Hoseok lo veía, porque él ya tenía su lugar, esa era la única verdad.

Ya no podía seguir así, era dañino y enfermizo, ya no podía estar ahí.

—¡Spidey, gracias! —soltó Taehyung al recaer en que su amigo ya había llegado, yendo a tomar su bebida de la mano que se mantuvo estática—. ¡Ven!, ¡Taylor está por volver! —dijo y lo tomó para acercarlo a su sitio, pero Jungkook ya no pudo tomar su cintura ni acurrucarse con cariño.

Para bien y para mal, al menos, ya tenía claro su lugar... y lo dejaría muy pronto.

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