Capítulo 14. Lágrima
Jungkook no tenía ni la menor idea de cuántas horas habían pasado ya, para cuando su almohada se encontraba totalmente mojada contra su rostro. Desde que llegó del colegio, se había encerrado en su habitación y corrió todas las cortinas para estar a oscuras y no tener la posibilidad, siquiera, de ver hacia la casa de su mejor amigo, quien, sin saber, acababa de romperle el corazón.
Un corazón roto.
Un pequeño y muy enamorado corazón roto.
Es que no podía creerlo... No podía concebir que la persona que más amaba en el mundo, su osito cariñosito y bonito, ese que le robaba el sueño... no sentía lo mismo hacia él.
¿Cómo era eso posible?
¿No se suponía que se querían mutuamente, que eran el uno para el otro y que se casarían tarde o temprano?
Antes de esa confesión, podía jurar que los dos estaban completamente enamorados, que eran correspondidos y que lo suyo era más seguro que, incluso, la redondez de la Tierra.
Iban a estar juntos, iban a besarse mucho y a ser la pareja más linda del mundo... Iban: porque ya todas esas ilusiones se veían tan lejanas, que solo le llenaban la garganta de más y más dolor.
¿Por qué?
Nunca antes había pedido nada a la vida, ni una sola cosa... hasta cuando Taehyung le dijo que lo sostuviera para siempre, siendo su única pareja de baile. Entonces, entendió que quería abrazar a Taehyung hasta el día de su muerte y eso solo iba a ser posible si estaban juntos románticamente hablando.
Y se enamoró.
Lo hizo sin límites y sin barreras, pensando que Taehyung tarde o temprano le pediría que lo besara y que le hiciera el amor hasta dejarlo sin fuerzas.
Pensó que su relación iba a ser maravillosa, iba a estar llena de cosas lindas y, para siempre, se amarían entera y placenteramente.
Pero no... La vida no podía darle aquello, jamás le brindaría ni un solo trozo de la felicidad que pudo haber tenido.
¿Por qué?
No podía parar de preguntarse.
¿Por qué Taehyung no sentía lo mismo?
¿Por qué se había fijado en Jung Hoseok?
¿Qué tenía ese chico risueño que no tuviera él?
Le podía dar lo mismo y más.
Lo conocía perfectamente, su alma y corazón estaban completamente seguros en sus manos, ¿Por qué ir a buscar a alguien más?
—Taehyung... Si tan solo supieras cuánto te amo —balbuceó, casi sin voz, mientras hipaba repetidamente y apretaba los parpados escondiendo sus ojos grises, dejando salir las lágrimas que ya ni siquiera sentía correr.
De pronto, se quedó dormido, perdiéndose en el recuerdo de los brazos del castaño rodeándolo con cariño. Eso era martirizarse más, sí: pero no había otra cosa en su mente que no fuera su pequeño osito juguetón y dramático. Soñar con él, con su sonrisa, con su figura y con su suavidad, era cotidiano en sus días.
Sin embargo, una caricia en su mejilla lo hizo despertar y, al abrir los orbes, lo primero que vio fue la carita sonriente de Kim Taehyung, ese niño feliz que suspiró aliviado al ser testigo de cómo Jeon Jungkook despertaba de su gran siesta reparadora.
—Spidey, ¿Cómo te sientes? —una pregunta en susurro perturbó los oídos del joven adolorido.
¿Qué se supone que debía contestar?, ¿Cuál era la manera correcta de hacerlo?
La luz de su vida le había hablado con tanto amor, con tanto tacto y delicadeza, que era imposible ser despectivo, sobre todo teniéndolo de frente, acostado a su lado y mirándolo como si fuera lo único que le importaba en la vida.
Ojalá fuera así.
Pero no lo era.
Entonces, Jungkook, solo se rompió más.
No obstante, la conclusión fue la misma, debía sacar fuerzas de donde no las había.
—Mejor.
—Mentiroso —recibió cómo respuesta y una risita de Taehyung le hizo añicos el corazón, experimentando como el dedo índice del mencionado le acariciaba el puente de la nariz—, te crecerá como a Pinocho —pero al degustar de manera correcta el rostro agraciado del azabache, su sonrisa cuadrada desapareció—. ¿Estuviste llorando? —al cuestionar, el alma se le llenó de susto y tuvo que acercarse más, como si la respuesta fuera a llegar al amasar las mejillas del otro.
—No —zumbó en negativo. Sin embargo, la mirada miel se hizo más intensa.
—Jungkookie, yo sé que sí... Dime qué pasa.
—Nada pasa.
—¿Cómo que nada?
—Nada pasa.
—Claro que sí, tú no eres así.
—¿Y cómo se supone que soy? —ofuscado, Jungkook terminó inquiriendo, lanzando la pregunta al aire como si fuera un insulto lo que venía escondido. Taehyung se quedó en silencio, tenía la respuesta en la punta de la lengua, eso sí: cientos de veces ya había repasado las cualidades y defectos del azabache, llegando a la conclusión de que era el tipo más afortunado por tenerlo en su vida. Sin embargo, prefirió no decir nada, la mirada del ajeno le decía que se abstuviera de hacerlo—... No quieras saber todo siempre, Taehyung.
—Oye —balbuceó el más pequeño. Una herida de tres centímetros rasgó su corazón y un pucherito dolido llegó a sus facciones, provocando culpabilidad en el ojigris—. ¿Estás enojado?
—No, no, osito —contestó, con el corazón más blando de lo que recordaba tenerlo, sufriendo ante el mero hecho de ver los ojitos ajenos cristalizarse—. Es solo que... me dolía mucho el estómago y no pude evitar llorar. No quise ser grosero.
—Tonto Spidey —comprendiendo, Taehyung soltó, arrastrándose un poco más para abrazar a su mejor amigo y esconder su delicado rostro bajo el otro mentón.
Sin saberlo, con ello solo destrozó más al azabache que rezaba firmemente para no ponerse a llorar ahí mismo, frente a su bonito nene.
No podía decirle que se sentía roto, incompleto y reemplazado... que se sentía morir.
Por eso, solo soltó un suspiro.
—Tae, ¿Podrías irte a tu casa?
Aquella petición fue tan sorprendente para el castañito, que tuvo que alejarse poquito para ver los ojos grises que tanto amaba—. ¿Irme?
—Por favor...
—Pero... pero no te vi en todo el día y quiero quedarme a dormir... para cuidarte.
—Me cuidaré solo.
—No digas tonterías.
—Tae, por favor.
—Jungkook, quiero estar contigo.
No es cierto.
Y al pensar en ello, los orbes se le aguaron sin remedio.
¿Cómo podía decir Taehyung eso?, ¿Cómo podía andar por la vida confirmando sentimientos que no tenía?
Qué cruel era.
No obstante, apenas notó que las lágrimas resbalaron, se alejó del cuerpo ajeno, girándose sobre su sitio para taparse la cara con un cojín.
De todos modos, Taehyung no debía verlo sufrir.
—Quiero descansar.
—Entonces, descansemos.
—... solo.
—Pero... Jungkook.
—Hoy no, Taehyung —estableció, aguantándose un sollozo que le quemó la garganta.
—Spidey...
—Vete a casa.
El castaño sintió el estómago revuelto, pero, ante esa insistencia y negativa de Jungkook, sabía que no podía hacer nada más. Lo conocía demasiado como para entender el momento adecuado en que ya había tenido suficiente.
Suspiró.
De seguro, su Jungkookie, en serio se sentía muy mal.
E irse le partía el alma, no había forma de que eso no pasara; pero no tenía otra opción.
Y después de una lucha interna que ni siquiera estuvo al borde de concluir, se levantó, dejando la cama y avanzando, con pasos pesados, hasta la puerta de la habitación de su mejor amigo.
—Mejórate pronto, Spidey... Mmh, te quiero —y dicho eso, abandonó a Jungkook, otra vez, con su pequeño y roto corazón.
—🦋—
A la mañana siguiente, Jungkook se levantó tarde. No quería ir a la escuela, ni levantarse de la cama, pero su bella madre no le dejó otra opción.
La tarde anterior, Jihyo se dio cuenta de que algo andaba mal cuando vio a Taehyung regresar a su casa con un puchero en el rostro.
Acudió a la habitación de su hijo y se preocupó al verlo tan decaído, pensó que estaba enfermo, pero el termómetro no dijo lo mismo y, al negarse a visitar al doctor, Jungkook tuvo que explicar que no había tenido un buen día.
Ella no supo los detalles, pero lo animó, asegurándole que no todos los días son iguales y que siempre las cosas malas, solo pueden mejorar. Pero Jungkook no pudo convencerse de ello y por eso mismo optó por no levantarse con la alarma, más la voz de su madre llegó casi media hora después, obligándolo a enfrentar sus problemas.
El asunto era que el corazón de Jungkook dolía, incluso, un poquito más que ayer y, en definitiva, su situación no tenía solución.
No obstante, ahí estaba, caminando por los pasillos de la escuela sin muchas ganas de hacerlo, con su mirada concentrada en el piso y sus manos empuñadas contra las correas de su mochila.
Sentía que iba a morir, y está vez era en serio.
Pero justo cuando iba a ingresar a su aula, el corazón se le contrajo extasiado cuando una voz conocida lo detuvo.
—¡Hey, Jungkook! —saludó Jung Hoseok con una enorme sonrisa cautivadora, que lo hizo retroceder un poco. Y ahí era cuando las palabras de su madre se desmentían, porque, en definitiva, cuando las cosas están mal, todavía pueden estar peor: experimentó una pequeña opresión en el pecho y sintió que se iba a ahogar de la desesperación, como si estuviera en una arena movediza, con nadie alrededor que lo ayudara a salir. A ese paso, iba a ahogarse muy pronto—. Taehyung ya te habló de nosotros, ¿No? —preguntó, apenándose un poquito, dirigiéndole una pequeña miradita al castañito por el ventanal del aula y encontrándolo sentadito en su respectiva butaca. Entonces, Jungkook solo asintió; estaba seguro de que, si hablaba, los sollozos le romperían la garganta—. Quiero pedirte un favor... ¿Crees que... puedas cambiarme tu asiento?... Es que... llevo toda una vida queriendo estar cerca de Tae y, apenas que se ha dado esta oportunidad, no quiero desperdiciarla. Tú te sientas con él en todas las clases y pensé que estaría bien preguntarte porque igual lo ves durante todo el día y yo... Está bien si no quieres, ¿Okay?... Solo, quiero estar cerca de él.
Sin poder evitarlo, lo primero que hizo Jungkook al recibir esa cuestión fue girar a observar al bonito Taehyung, quien estaba muy concentrado rayando en un cuaderno: pensó que estaba haciendo tarea, pero al fijar más la vista pudo ver cómo dibujaba pequeños corazones de colores con la palabra "HOBI" en el centro, sintiendo, de nuevo, cómo la realidad azotaba su cuerpo contra el duro pavimento viejo de un pequeño pueblo pesquero.
—De acuerdo.
—¿En serio? —preguntó Hoseok, completamente sorprendido; la verdad es que no esperaba llegar tan lejos. Jungkook solo volvió a confirmar, sin tener el atisbo de una mínima expresión en el rostro—. ¡Ay, Jungkook!, ¡Eres el mejor!, ¡Con razón Taehyung te adora!... Te debo una, hermano, gracias —y dicho eso, corrió dentro del aula, abandonando al azabache en el corredor, apuñalándose, insistentemente, el corazón.
Pero es que no tenía de otra, lo que más le importaba en el mundo era la felicidad de Taehyung, y si eso era lo que significaba Hoseok en su vida, no tenía nada más que decir.
Era tarde, debía resignarse y hacerse a un lado.
Por consiguiente, después de suspirar un par de veces, ingresó al aula, yendo justo hasta el antiguo asiento de Hoseok, al lado de Yoongi, quien solo le saludó con un movimiento de cabeza y siguió estudiando un par de cosas en su libro de astronomía.
Unos mesabancos más enfrente, Taehyung estaba muy concentrado dibujando, con los audífonos de Jungkook en los oídos, siendo la lista de reproducción favorita del mencionado, aquella que gozaba.
Hoseok se sentó a su lado sin avisar y su brazo fue a rodear su delgada espalda, haciéndolo erguirse sobre su lugar y sonreír inmensamente hacia la persona que lo había abrazado.
—¡Jungk... Jung Hoseok! —terminó corrigiendo, cuando no se encontró con la carita preciosa y vital de Jungkook.
Se sacó los audífonos rápidamente y su sonrisa fue de una genuina a una incómoda. De inmediato, su mirada viajó por el aula, buscando a su mejor amigo y encontrándolo junto a Yoongi, recostado sobre la mesa, escondiendo su rostro blanquecino entre sus brazos.
Sin percatarse, un puchero preocupado se formó en sus labios.
Seguramente, Jungkook aún se sentía muy mal y la señora Jihyo lo había mandado así a clases.
Era injusto.
E iba a ir a preguntarle, pero, la suave mano de su novio le acarició una mejilla, llamando su atención y sacándolo de sus pensamientos, haciéndolo sonreír por el mimo.
—Cielo, Jungkook me ha cambiado el asiento, espero que no te moleste.
—¡Aiñ, Hobi bonito! —chilló de forma tierna—, ¿Cómo crees que eso me va a molestar?
—Es que... es tu mejor amigo.
—Lo es —dijo, tratando de suprimir ese extraño sentimiento feo en su pecho—, por eso mismo, no hay problema. ¿Quieres ver lo que dibujé? —preguntó y Hoseok asintió, debía admitir, más feliz de lo normal.
Sobre todo, cuando la emoción le recorrió las venas al admirar el precioso dibujo colorido con su apodo de manera protagónica. Sonrió, Taehyung era muy talentoso, eso ya se sabía, pero el agradecimiento que le llenó el alma fue gigantesco: que el castaño utilizara sus habilidades para dedicarle algo, le enamoraba el corazón.
—¡Es hermoso!
—No mientas.
—No miento, ¡Es increíblemente hermoso, cielo!... No cabe duda, cada cosa se parece a su dueño. No obstante, en este caso, el dueño rompió el molde. El dibujo es hermoso, pero tú, Taehyung, eres completamente celestial —y las mejillas del ajeno se evidenciaron al colorearse de un carmesí potente.
Su pecho se sintió derretirse y sonrió sobremanera, sin saber que Jungkook ya estaba llorando de nuevo, mojando su cuaderno favorito, mientras Yoongi lo observaba extrañado.
Díganme que no sufren con el Jungkook, por favor.
Gracias por leer.
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