Capítulo 11. Sorpresa

🦋 16 años de edad.

Jungkook sonrió etéreamente, mientras veía dentro de la caja de regalo que tenía preparada para Taehyung, cerrándola con cuidado y sintiéndose el más genial amigo del mundo.

—Taehyung va a ser muy feliz —dijo, en voz alta, sin importarle que su mamá lo escuchara y se burlara de su locura.

Bajó las escaleras con cuidado y salió de su casa, caminando por la acera unos pocos metros, ingresando al jardín delantero de la morada de su osito, agradeciendo que sus padres fueran mejores amigos de toda la vida y construyeran una casa al lado de la otra.

Tocó el timbre, sabiendo que no era necesario hacerlo, pues ambas pequeñas familias se tenían toda la confianza del mundo y siempre habían vivido ingresando a las dos casas, como si fueran la propia.

Sin embargo, Jungkook en serio quería sorprender a Taehyung y la alegría que albergó su pecho fue inmensa para cuando el bonito muchacho abrió la puerta y se tapó la boca, totalmente impresionado por ver al azabache acercarle la caja con tanto gusto.

—Ju... Jungkook... ¿Qué es esto? —preguntó y el ojigris sonrió pequeñito, sintiendo su alma derretirse, el castaño se veía tan hermoso ese día, que solo hacía a su corazón querer explotar.

—Osito, felicidades por sacar las mejores notas en literatura —le dijo y Taehyung soltó una risita llena de armonía e incredulidad.

—¿Eso... merece un regalo?

—¡Por supuesto! —estableció y Taehyung solo volvió a reír.

—En todo caso, debo buscarte uno por ser el más grande genio matemático que ha existido en la historia.

—Eso no importa, después será... ahora, abre tu regalo.

Entonces, Taehyung negó con la cabeza, sin dejar de sonreír ni un poco, mientras llevaba sus manos hacia la tapa de la caja, quitándola lentamente y quedándose sin aliento al segundo siguiente.

—Ju... Jungkook —pudo murmurar y sus ojos se llenaron de lágrimas al recibir un ladrido por parte del perrito Pomerania que había adentro—... ¿Qué...?

—Saluda a Yeontan —soltó Jungkook, sonriendo en su máximo esplendor al ver la emoción recorriendo el cuerpo de su Taehyung—... Vamos, Tannie, ve con tu nuevo humano, no seas tímido.

Y Taehyung soltó una risita entre un par de gotitas que se le salieron de los ojos, tomando al perrito y abrazándolo al instante, recibiendo lamidas preciosas que lo hicieron sonreír en un cuadrito que le pareció completamente hermoso a Jungkook.

Es que Taehyung era la joya más divina del mundo, y verlo sonreír así le hacía sentir una felicidad gigantesca, tan grande que no le cabía en el pecho.

—Hola, Tannie —le dijo y Jungkook rio, viendo como su amigo atacaba con cientos de caricias a su más preciado y nuevo regalo—. Soy Taehyung, ya sé que apenas te conozco, pero, ya te amo un montón, ¿Okay?... ¿A ti... te gustaría amarme también? —terminó preguntando, recibiendo una confirmación con un ladrido agudo, que lo hizo muy pero muy feliz. El pelinegro volvió a reír, derritiéndose ante la inmensa ternura que había en aquel cuerpo tan pequeño y, en efecto, no se refería al de Yeontan.

—Jungkook —pero paró de reír cuando Taehyung se le abrazó al cuerpo y un beso precioso le fue dejado en la mejilla, haciendo a su pecho detenerse por un segundo—... Gracias —le dijo, alborotando su corazón entero al volver a acercarse y llenar su rostro de besos que le erizaron el alma, hasta el más mínimo trozo de ella.

Sí, aunque evitara pensar en eso, debía gustarle a Taehyung, no había otra explicación para estar siendo inmensamente consentido; debía gustarle muchísimo.

Y, al tener ese pensamiento, sus labios fueron sobre la frente del más bajito, deteniéndolo y ahora siendo él quien le llenaba las mejillas de mucho amor, despertando, sin querer, miles de mariposas en el estómago de ambos, que revolotearon enloquecidas hasta inflarles el corazón y hacer que les explotara: sobre todo cuando Jungkook se detuvo al sentir que era necesario besarle la boquita a Taehyung, parando cualquier intento que le sugería la mente, a tan solo un par de centímetros de los labios del chico que pensó que iba a morir ante los hechos.

Sus ojos se encontraron y fue el castaño quien desvió la mirada al ver los grises de Jungkook repletos de confusión y, tal vez, arrepentimiento. Entonces, el azabache se dio cuenta de que estaba acunando las mejillas de Taehyung, de una forma tan caótica y personal, que las quitó de inmediato, llenando el ambiente de un sentimiento incómodo para los dos.

Bueno, si no le gustaba a Taehyung, al menos ahora sabía que el ojimiel, en efecto, le gustaba a él; su corazón no podía ser tan impreciso... ¿Pero... en qué lío se había metido?

—Gra... gracias —fue lo que dijo Taehyung, llenando el silencio incómodo, uno segundos después—. ¿Quieres ir a...?

—Estoy ocupado en casa —contestó, interrumpiendo al chiquillo que lo iba invitar a comprar cositas para el perrito que seguía abrazando—. Te veo después.

—Seguro —soltó, viendo como Jungkook se giraba sobre sus talones y salía casi corriendo de su propiedad, haciendo que su pecho se contrajera—. Bien, Tannie... vamos adentro, te enseñaré la casa... Spidey, tu otro papi, vendrá luego —le dijo, rogándole al cielo que eso fuera acertado, porque jamás había visto a su mejor amigo ponerse de tal manera, ni actuar así de extraño.

Eran mejores amigos, los besos y esas cosas no tenían nada de malo, ni siquiera si por error sucedían sobre su boca, ¿Verdad?... Un error... un error lo comete cualquiera. 

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