C13: Nouvelles découvertes.
C H A P I T R E 13:
Nouvelles découvertes.
...
—Nathanaël, ¿qué demonios haces aquí?
—Un gusto volver a verte también, Adrien—respondió con un bufido. El rubio lo taladró con la mirada. —Vine a ver a Marinette.
— ¿Qué? ¿Por qué? – Pasó saliva, mientras se recuperaba de la sorpresa. Rápidamente retomó esa postura defensiva de siempre— ¿Cómo es que la conoces?
—Larga historia—le restó importancia mientras se encogía de hombros, Adrien fijó la mirada en su mano izquierda, que sujetaba con fuerza un ramo de rosas. Tal parecía que esa larga historia tenía dobles intenciones. Apretó los puños dentro de sus bolsillos, ese tomate odioso... — ¿Dónde puedo verla?
—No puedes—el pelirrojo levantó una ceja. Casi podía saborear los celos que emanaba el rubio. Siempre habían sido inestables en su relación, solían querer las mismas cosas, eran igual de ambiciosos. Ya era una costumbre que cualquier cosa fuera el inicio de una nueva competencia que el rubio terminaba ganando, casi siempre. Casi.
Como decían por ahí: "Una vida de casi es una vida de nunca."
— ¿Por qué no?— El rubio abrió la boca, la cerró y, finalmente, volvió a abrirla.
—Ella no está disponible.
—A ver... Estás diciendo que no está disponible, pero que ella no lo esté para ti no significa que para mí sea la misma historia. La buscaré por mi propia cuenta...
El rubio se interpuso para impedir que pasara. Nath volvió a sonreírle con ironía, mientras el chico de ojos amargos como el limón lo examinaba de arriba abajo con una mirada que otro malinterpretaría como lasciva. Iba vestido con unos sencillos pantalones rectos y una camisa blanca, incluso llevaba unos converse que hacían juego con su cabello. Resultaba raro verlo vestido tan informal a cómo estaba acostumbrado. El burgués se cruzó de brazos, con cuidado de no doblar las rosas, y se recargó en la pared a su costado. Frente a frente, en el diminuto baño, sus miradas desafiantes podrían haber prendido chispas.
— ¿Te crees muy rudo? ¿Acaso crees que por ver esas poluculas de sus tiempos serás igual de rudo que los protagonistas? Niño, yo viví verdaderas guerras, vi a mi pueblo sufrir de hambre, muerte y enfermedad. Quítate de una buena vez.
—Para empezar, se dice "películas" y la verdad no sé a quién quieres engañar con tu carita bonita y postura de niño pijo, que nadie te lo cree. Tú eres quien te crees un experto por ver películas de hace veinte años. Esto es el futuro, amigo mío, yo vivo en el ahora, tú en el ayer. Desaparece.
—No es un futuro en el que quisiera vivir— comentó, distraído—Su entretenimiento es fingido, pero... Interesante. Los desastres, el terror, el drama...
—Oh, tú bien que sabes de dramas ¿no? Eres la reina de eso.
—No soy ningún rey, Adrien, soy un duque— aclaró, poniendo los ojos en blanco.
—Ah, da igual, para mí sí eres un rey, pero de los cabrones.
Nathanaël soltó una enorme carcajada, extrañaba ese humor ácido. Le dio un golpe amistoso en el hombro.
—Un honor gobernar para ti, entonces— Adrien le lanzó una bola de papel de baño húmeda que Nath esquivó con facilidad. – Eso es taaaan desagradable.
—Tú eres desagradable.
—Adrien, Adrien, Adrien ¿No te das cuenta de que te portas como un niñito de cinco años? Yo ni siquiera he venido a verte a ti, así que...— Nathanaël se dispuso a salir del cuarto cuando el muchacho se interpuso en su camino por segunda vez. El pelirrojo comenzaba a impacientarse, algo totalmente inusual, pues era como ese momento de paz luego de la tormenta, o sea, Adrien.
—No— el francés nunca se había sentido tan seguro de sus palabras. No podía salvar a todo el mundo, ni siquiera a él, sin embargo, sabía que todavía existía una pequeña esperanza y tenía un nombre en concreto.
— ¿No qué?
—Que no, no vas a verla, consíguete a otra chica a la que puedas arruinarle la vida, pero ella no.
Por fin, la sonrisa del pelirrojo se borró.
— ¿Por qué te importa de repente? Siempre has sido tú, tú y tú ¡Y de vez en cuando tu terrible hermanita rubia! ¿Qué es diferente esta vez?
—Creo que ella puede terminar con esto.
Adrien podía ser de pocas palabras pero de muchos pensamientos. Nathanaël y él no habían mantenido mucho contacto, aunque sí lo suficiente para conocer un poco del funcionamiento del otro. Ambos se vieron en la obligación a tomar un extraño papel en una obra teatral demoníaca de la que no podían salir y de cuya vida normal tenían un efímero y vago recuerdo. Llevaban tantos años cumpliendo con sus papeles que también habían olvidado el verdadero significado de todo aquello. En otra vida, en otro lugar, Adrien no era ese muchacho egoísta y Nathanaël no era el preso de la corte francesa de la afamada María Antonieta.
—Te escucho.
—No hay tiempo para explicaciones, Kurtzberg.
—Oh, Adrien, siempre hay tiempo— sacudió su muñeca con tranquilidad, tratando de bromear, pero la tristeza que se reflejaba en los dos lagos cristalinos indicaba todo lo contrario. El rubio también bajó la mirada y por un breve instante, sus ojos boscosos se tiñeron de un apagado tono mezclilla que se esforzaba por ocultar. "Ahora no" se dijo.
—En esto tienes razón, no tenemos muchas opciones— en algún momento el rubio había abandonado la postura defensiva, al igual que el duque. La imagen se acercaba mucho a la de dos adolescentes normales charlando en un diminuto baño, en alguna película juvenil podrían estar intercambiando drogas. Sólo que no era una película y el mal ya no era una droga— No podemos hablar aquí, las paredes oyen y muy literalmente.
—Entonces vamos a mi tiempo, ahora mismo se está celebrando una fiesta (¡Vaya novedad!) y todos están demasiado distraídos atendiendo a la reina como para fijarse en nosotros— Adrien lo miró con las cejas levantadas, mientras el rubio alzaba las manos en señal de rendición, todavía sujetando las rosas— ¿Qué dices?
—Antes debemos hacer algo.
—Déjame adivinar... Quieres que tire las flores.
El del cabello dorado asintió con energía y, en una ofrenda de paz, su compañero las dejó caer a un lado del inodoro.
— ¡Eres tan amable!— Bromeó Adrien, mientras salían del diminuto cubículo. Al encontrarse fuera de los baños se tomaron del brazo (tratando de que no fuera tan incómodo) y giraron la manecilla de sus respectivos relojes. Una extraña luz iluminó su entorno
—Lo sé, Barbie, lo sé.
Luego, desaparecieron.
OOO
— ¡Dale, zanahoria, que no es taaaaan difícil!—Apremió el muchacho, columpiando los pies con inquietud. Sabrina se limitó a mirarlo con cara de pocos amigos, lo cual era verdad, pues sólo tenía a Chloé.
—Estoy tratando de concentrarme, ¿qué no lo ves?
—No puedo ver si tengo los ojos cerrados porque ¡me dormiste del aburrimiento!
—Ya, ni siquiera entiendo porque escucho consejos de un niñato como tú.
—Será porque soy un encanto— le guiñó un ojo y le fue inevitable a la adolescente no ruborizarse.
— Además, no habría acudido a ti de no ser necesario.
—Es que no entiendo porque te interesa mi causa.
—Cuestiones existenciales—ronroneó con una agradable carcajada que escondía un toque agridulce. —Recuérdame, ¿qué has descubierto?
—Pues... —dio un vistazo a sus desordenadas notas, cómo se entrelazaban las unas con las otras hasta llegar a un mismo individuo— Sé que Gabriel Bourgeois esconde algo, algo gordo.
— Peeeero...
—Aún no sé qué.
— ¿Probaste con preguntarle a sus "adorados hijos"?— las comillas que hizo en el aire sirvieron para que de nuevo se encendiera la bombilla de Sabrina.
Estaban en uno de los cubículos de la biblioteca y llevaban tanto tiempo hablando en susurros que pareció olvidar cómo hablar normalmente. Carraspeó dos veces antes de volver a hablar.
—No, Chloé nunca me diría nada—se quedó pensando un poco—, tal vez Adrien sí.
— ¡Fantástico! Vamos a por ello.
—Un momento—Sabrina lo jaló por la capucha de la sudadera negra, frenándolo en seco— ¿Qué se supone que debo preguntar?
— Empieza preguntando qué relación tiene con todos, eso sirve de mucho, investigas los lazos y a partir de ahí se avanza. Hay muchos casos de personas que fingen ser algo para encajar.
—Bien, sólo no me ha quedado claro porque tú no me dices nada sobre ti.
—Ya te dije, no es necesario. Yo te ayudo y tú me ayudas, suena simple.
—Es que hoy en día no es muy común que una persona ayude a la otra desinteresadamente.
—Todavía existe gente buena que tiene motivos desinteresados ¡Te lo aseguro yo! —Su semblante pícaro se transformó en uno más adusto— Como ya te dije, es hora de terminar con todo esto.
— ¿Todo esto?
— ¡La ilusión!—Gritó, bajando el tono de voz en cuanto el bibliotecario los mandó a callar. —La mentira en la que vivimos.
Sabrina asintió como si lo entendiera, a pesar de que no fuera así.
Con un montón de libros bajo el brazo y una renovada determinación salieron de la biblioteca sin un rumbo en específico. Sabrina seguía analizando los hechos, entre ellos que todo el recuerdo de su vida antes de entrar a ese colegio estaba tan borrosa como una ventana luego de la lluvia. Además de que el director se desaparecía por semanas enteras y reaparecía en los momentos peligrosos, como un imán que se siente atraído por el caos.
Todos parecían hacer lo que se suponía que deberían. Y, ¿qué debía hacer ella? ¿Acaso era la Elegida para derrotar una tiranía? ¿O sólo era una pieza más del juego de ajedrez que ayudaría a completar el ataque a la reina...? O rey, en el peor de los casos.
—Te ves pensativa—comentó su nuevo compañero.
—Tal vez deberías esconderte, no estás inscrito y todo el plan puede desmoronarse.
—Tal vez tengas razón, pero llámame si necesitas ayuda.
— ¿Y cómo hago eso?
El azabache señaló a su reloj que funcionaba de cinturón, que usaba más por costumbre que por utilidad.
—Tócalo y apareceré.
— ¿No es más fácil un mensaje de texto?
Para cuándo Sabrina había realizado la pregunta el chico ya no estaba.
Luego de eso se dedicó a seguir observando atentamente a sus compañeros, que no era más que un sinónimo de "espiar", habilidad que Chloé usaba para su beneficio cuando lo requería. Y es que la pelirroja era muy buena en ello.
—Bueno, Nino, ya basta de pedir disculpas—el par de morenos había capturado su atención. Llevaban rato sentados en una mesa frente a frente con expresiones avergonzadas. No recordaba haber visto nunca a Alya tan ruborizada. Mejor dicho: Nunca había visto a Alya expresar algo. La chica era de carácter fuerte pero reservado, no podía imaginar qué clase de drama podría tener una chica tan tranquila como ella.
—Sé que aquella vez que me invitaste a oír el álbum en tu cuarto me porté como un cretino al mencionar a... Ya sabes, cuando era nuestro momento.
—No hay un "nuestro", Nino.
—Claro que sí, somos amigos desde que soy capaz de recordar. Y tú habías dicho algo muy importante.
"Ya dilo de una maldita vez" pensó Sabrina, por lo dos.
—Dije que "creía" que me gustabas un poco, no es el fin del mundo. A veces pasan ese tipo de confusiones con los mejores amigos.
— ¿Segura?
—Totalmente — mintió— Mira, ¿qué dura más: Las amistades o las relaciones?
—Las... amistades.
—Exactamente.
Sabrina puso los ojos en blanco. No eran interesantes en lo absoluto...
—Disculpa, Sabrina pero ¿se puede saber qué hacías escuchando nuestra conversación?
El color de su cabello se camuflajeó con su rostro mientras se aferraba a su cuadernillo de notas. Alya y Nino le estaban regalando un par de gélidas miradas. Nunca la habían pillado infraganti...
—Yo sólo venía de paso, no fue mi culpa que ustedes estuvieran hablando taaaaan alto—Andar pegada todo el rato con Chloé le había pegado unas cuantas malas costumbres, entre ellas el mentir.
— ¡Esa ni tú te la crees!—Dijo Alya, con un tono tan filoso que le erizó la piel.
— ¿En qué cosas andas, eh Sabrina?— La habían acorralado. Se esforzó por ocultar el cuadernillo a reventar de evidencia. No sabía que hacer exactamente.
Ella intimidaba a los otros, no al revés. Ni la vida (ni Chloé) la habían preparado para algo así.
— ¡Sus pequeños eh... Cerebros no serían... eh...!— Sabrina entró en pánico, sabía que no eran capaces de hacerle daño pero no debían enterarse de su investigación, no señor.
—No puedes ni terminar la oración—Nino sonrió como un felino que saborea un buen tazón de leche, manía que Adrien le había contagiado de cuando eran amigos. —Anda, Brina, ten mente propia, que Chloé también necesita un poco de ayuda.
— ¡Tengo mente propia!—Admitió con orgullo, toqueteando los pliegues de su cuaderno con nerviosismo. —Y si me disculpan...
Los empujó con toda la fuerza que fue capaz de reunir y salió corriendo en dirección a su dormitorio. Alya y Nino vieron como la mancha naranja se perdía en uno de los pasillos.
— ¡Vaya, quién diría que es tan veloz!—Bromeó el moreno.
—Nino...
— ¿Qué?
— ¿Por qué Sabrina tendría una hoja con una lista que dice "Sospechosos"? —Alya se había inclinado al suelo para recoger una escurridiza hoja que había caído del archivo de la chica. En lo alto de la lista estaba la familia Bourgeois y en el otro lado el nombre de Marinette.
— ¿Sospechosos? ¿De qué?
—Algo aquí no me da buena espina...
—A mí tampoco.
—Nuestros nombres están tachados...
—Creo que esa zanahoria se acaba de ganar un interrogatorio.
OOO
—Luka, ¿entonces...?
—¿Qué?—el muchacho apartó la vista de su libro, mirando a su par de amigos con una leve sonrisa de medio lado. Era un alumno de los mayores, de los más inteligentes y más serenos. Sus ojos del color del topacio transmitían paz. Tal vez por eso se llevaban tan bien.
— ¿Nos ayudarás?
— ¿A engañar a una chica? No, ni de chiste.
— ¿Cuándo te ha importado engañar chicas?—repuso Alya, con ojos suplicantes. Luka admitió que tenía un buen punto.
—Es que no me apetece volver al juego.
—Viejo, esto podría ser una enorme conspiración—terció Nino, trazando un gran círculo con los brazos. — ¿Qué tal si con esto todos salimos libres?
—No todo en la vida es ciencia ficción, Nino, no vivimos en una especie de canica que cuelga del cuello de un gato alienígena.
—Ah, por favor, como si no supiéramos qué pasan cosas raras—apuntó Alya. El peliazul levantó una ceja, ella se ruborizó— Tal vez no tan raras como ser parte de una joyería intergaláctica, entiendes la idea.
—Además de que Chloé y Sabrina siempre juegan sucio.
—Chicos, de verdad no entiendo cómo pueden creer que Chloé y Brina están controlando lo que sea que ustedes piensen. No son tan listas
—Eso es precisamente lo que te quieren hacer creer—susurró el Dj, totalmente en serio. — Y por eso vamos a desenmascararlas.
—A ellas y a su grupito, claro está.
— ¿Y por qué no le piden ayuda a Marinette?—Los dos chicos intercambiaron miradas tímidas. Luka se cruzó de brazos.
—Ella no ha estado bien últimamente...—comenzó Alya—, no recuerda las cosas.
—O dice que pasaron otras. Es por eso que necesitamos llegar al fondo de esto.
— ¿Y si no hay fondo? ¿Y sí la vida únicamente apesta?
— ¿Y si la vida puede llegar a mejorar?
—Nada asegura que salgamos victoriosos.
—Pues ya lo habremos intentado, ¿no crees?
Los dos lo miraron con aquellos ojos de cachorro que pegaban justo en la parte sensible de su corazón. Verlos y cuidarlos le recordaba a cuando pasaba tiempo con su hermana en su infancia. La extrañaba mucho. Cerró el libro y lo dejó en la mesa a su lado. Puede que sólo estuvieran creando historias en sus mentes, pero ¿si tuvieran razón? Tal vez podría volver a vivir con su familia, no tendría que vivir lejos de ellos y se desharía del horrible hombre que se hacía llamar el nuevo hombre de la casa. Lo haría por su hermana, a ella le encantaban las aventuras, vivir el límite, apoyar a sus amigos. Y compartían los mismos gustos.
—Como dicen... —El peliazul se había levantado, con actitud desafiante—: El que no arriesga no gana.
Sin saber qué la cacería había iniciado, la pelirroja ya había llegado a su cuarto, compartido con Chloé, y, aprovechando que se encontraba sola, sacó su tablero de debajo de la cama y siguió uniendo las pistas. Tenía fotos de casi todo el alumnado en un laberinto de hilos que se conectaban con tachuelas. Y decía "casi" porque habían varías fotos que se quedaban en blanco por semanas, donde le resultaba imposible recordar quién aparecía en ellas.
Empezó a hurgar entre las cosas de Chloé, siempre obtenía información útil. Sabía que la madre de Chloé los había abandonado cuando se enteró de que Gabriel tenía otra mujer, o sea la madre de Adrien, que había fallecido en un accidente inexplicable y misterioso. Pero, también sabía que la madre de la rubia no era un pan de Dios y se rumoreaba que, en realidad, Chloé no era hija de Gabriel. Eso tendría sentido, conociendo el poco apreció que le tenía el hombre a la Barbie.
En general, esa familia se componía con engaños y mentiras enredadas como el estambre luego de que un gato jugara con ellos.
Un gato...
¿Quién era el gato en esa familia? ¿Quién jugaba con ellos? ¿Quién controlaba los hilos?
— ¿Quién eres tú, Adrien Agreste?—pensó en voz alta, mirando con detalle la foto del rubio, que posaba para el folleto de la institución, dando una falsa promesa de que los alumnos se verían igual de perfectos que él. A pesar de que el hermano de Chloé seguía aferrándose a que lo llamaran con el apellido materno, sus manías delataban que la sangre de los Bourgeois corría por sus venas. Y si algo había aprendido Sabrina de los Bourgeois, era que la perfección siempre venía con un lado sombrío y solitario.
Sabía que no encontraría respuestas ahí, así que lo mejor era salir y dejar de evadir.
— ¡Y la idiota cree que puede faltar a clases todos los días y mantener la beca! ¿Puedes creerlo, Brina? Luego de la tonta carrera con Alix ya no volvió. Por algo hay un receso, para hacer lo que quieras y luego regresar al apestoso salón escolar— Chloé había entrado al cuarto tan de pronto como un terremoto y habló tan rápido como quién tiene la fluidez para decir: Supercalifragilisticoespialidoso en un segundo. Su mejor (y única) amiga aventó todo bajo la cama antes de que se diera cuenta de lo que escondía. — ¿Qué hacías en el suelo?
— Buscaba uno de mis aretes, pero ya lo encontré—respondió rápidamente, respuesta que la rubia ni siquiera había escuchado— ¿Quién faltó a clases hoy?
—La marioneta esa—contestó Chloé, recostándose en la cama sin despegar la vista del móvil, hasta que al cabo de unos minutos se dignó a mirarla fijamente con una mirada interrogante por primera vez desde que había entrado a la habitación. — Tampoco fuiste tú... ¿Por qué?
—Se me fue el tiempo en biblioteca— lo cuál era verdad—, y luego ya era demasiado tarde cómo para entrar.
—Ah—musitó la otra, poco convencida.
—Tal vez debas decirle al director lo qué pasa, podrían levantarle un reporte por falta responsabilidad, después de todo no puede ser una malagradecida, el colegio la está becando— Chloé asintió, insinuando que estaba de acuerdo. Sabrina siempre decía lo que ella quería oír.
—O podría chantajearla yo—ronroneó—, conociendo a mi papi la perdonaría. La tiene en un altar, resulta asqueroso.
— ¿Ah, sí? ¿Por qué?— Cuando a Chloé se le soltaba la lengua, la vida le daba los limones necesarios para la limonada.
—No deja de decir que es "especial"—hizo un gesto de asco—, lo único que yo le veo de interesante es que vivía en un lugar donde no había pavimento ni internet, lo cual es primitivo.
Sabrina se abstuvo de contradecirla y permitió que siguiera hablando.
—El caso es que cree que es una especie de "buen ejemplo a seguir"—puso los ojos en blanco— ¡Cómo si fuera un ángel! Cada que dice algo así me dan ganas de lavarle la boca con cloro, parece que está...
Por la mirada que intercambiaron las dos, Brina supo que les había pasado por la mente la misma idea perturbadora. No sería la primera vez que el señor Bourgeois se fijaba en mujeres más jóvenes, incluso la mamá de la rubia tenía doce años menos cuando se comprometieron y varias de sus amantes más conocidas eran unas veinteañeras que trataban de empatizar con sus hijos, fingiendo ser la madrastra perfecta, a pesar de ser sólo tres años más grandes que los dos chicos.
Sabrina había escuchado muchas veces las quejas de su amiga, lo incomoda y humillada que se sentía cuando su padre las llevaba con la intención de presentarlas en cenas familiares, trataba de aconsejarla, pero la situación escapaba de sus manos. Chloé le había descrito el asco que sentía cuando veía como coqueteaban descaradamente con el padre y el hijo mientras servían el segundo plato; lo feliz que estaba al ver como Adrien las ponía en su lugar, defendiendo el patético intento de familia que pretendían ser. Lo mal que la pasaban los dos luego de que su padre los castigara por el sabotaje, argumentando que estaba en todo su derecho de rehacer su vida. Las discusiones eran muchas, las mujeres siempre eran el motivo. Todas iguales, risueñas, alegres, de largas melenas castañas, de ojos almendrados. Un molde que Gabriel no pretendía romper. Aferrado a un recuerdo de una vida en donde sus hijos no eran un estorbo.
Chloé se estremeció y la coleta alta que tenía se sacudió en un zigzag afilado que trató de cortar con esa tensión desagradable. Si se hubiera tratado de alguien más flexible, Sabrina habría corrido para abrazar a su mejor amiga. Por desgracia, las cosas no funcionaban así. Para cerrar la conversación lo último que dijo la Queen B. Fue:
—Que Chanel y Gucci eviten tal atrocidad.
Y no volvieron a hablar sobre Marinette.
París, Francia.
—¿?—
—Señor, sus hijos ya están en el comedor.
— ¿Ya aprendieron que no deben desobedecer o necesitan otro escarmiento?— giró entre sus dedos la copa que su fiel ayudante le sirvió.
—Señor, si me permite...— El mayordomo tembló ante la estricta mirada del jefe. Lo había ayudado muchas veces a cubrir sus huellas en el paso de los años, incluyendo todo tipo de crímenes. Siempre había sido fiel a la familia, fuera cual fuera el apellido que usaran en sus tiempos. Fuera cual fuera la identidad que robaran. Pero el maltrato que estaban sufriendo esos niños, le estaba rompiendo el corazón. — No creo que sus hijos merezcan esto.
—Sabes que uno de ellos no es mío, Nooro. Sabes que ni siquiera soy un Bourgeois, ese pobre hombre está bien muerto desde hace dos décadas, ¡yo lo hice revivir! Lo volví importante, hice que su apellido fuera conocido. Tuvo suerte de que yo ¡Yo! encontrara sus papeles. Hice que tuviera la vida de sus sueños.
—Lo sé, pero...
—Nada de peros— se terminó la copa de vino en un trago. — Creí que querías ayudarme a volver.
— ¡Y eso quiero, señor! Sólo digo que debe existir otra manera.
—Nooro, Nooro, el dulce Nooro... Yo sólo quiero recuperar a la mujer de mi vida, ¿es muy difícil de entender?
El hombre suspiró. Sus ojos violetas inspeccionaron al joven Gabriel, aquel al que vió crecer desde que era un niño, aquel que parecía ser diferente y que, al final, terminó siendo un monstruo. Gabriel Bourgeois se levantó de su asiento y se acercó a él, con una sonrisa ladeada y confianzuda, como si Nooro fuera el novato y no un hombre que tenía más de quinientos años sirviendo a su estirpe.
—Ve y avísales que su padre no cenará con ellos. No quiero verles la cara.
Mientras el mayordomo baja las escalares, se preguntó si realmente lo que decía Gabriel era verdad.
¿Acaso era inocente como siempre dijo ser? ¿De verdad su hermano era el malo del cuento? ¿O sólo la vida lo había tratado tan mal que cualquier rastro de esa bondad contagiosa ya no existía? ¿Le estaba diciendo la verdad?
Todavía recordaba cuando fue a buscarlo, fue lo primero que hizo cuando fue enviado al futuro. Estaba asustado, usaba ropas sucias y rasgadas. Juró ser inocente, juró ser buena persona. Juró que se había cometido una injusticia y Nooro lo tomó bajó su custodia, lo ayudó a adaptarse al presente, le dio una identidad, le dio recursos y así nació un nuevo Gabriel. Lo ayudó, lo habría hecho siempre.
Miró su reloj, aquel viejo reloj, donde guardaba una fotografía de los dos hermanos que terminaron odiándose. Esos dos hermanos que fueron sus discípulos y al que trataban como segundo padre. En esa foto sonreían y se abrazaban por los hombros, dos gotas de agua que reflejaban una agradable tarde en un Londres antiguo, nadie podría decir que en un futuro las cosas terminarían así de mal.
Las personas cambian, sólo que ya no sabía que versión creer.
Noorovio como una lágrima salpicaba la punta de su zapato y se secó el rostro conrapidez. En sus más de quinientos años no se había arrepentido tanto cómo en esemomento.
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¡Buenas tardes, buenas noches, señoritas y señores! Estoy muy emocionada porque, como vieron, ya se vienen cosas muy fuertes y capítulos que ya he adelantado. Me encantaría ver que opinan hasta el momento, porque creo que este capítulo y el anterior y...Bueno, todos en general, tienen revelaciones importantes.
¿Notaron las pistas? ¿Ven por donde va esto? ¿Creen que saber que pasa? Dime, mi cielo, ¿qué se siente creer que sabes lo que viene cuando no tienes ni idea? MUAJAJAJA *risa malvada*.
Bueno, ya.
Estrellitas y comentarios son bienvenidos. <3
Un enorme abrazo y gracias, con todo el corazón, por su apoyo.
Realmente a veces pasan cosas que te quitan las ganas de todo, hasta de escribir y luego veo sus comentarios tan bonitos que inspiran, de verdad. Sois los mejores.
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