🌌 Capítulo único 🌌

Soñaba. No diría que fuese algo bueno, realmente, se sentía como si acabara de vivir una horrible pesadilla, aunque no podía recordarlo. Seguía dormido, de eso estaba seguro, atrapado en el limbo entre la fantasía y la realidad, el largo túnel que había recorrido desde su inquieto delirio quedaría atrás en cuestión de segundos.

Estaba demasiado oscuro como para distinguir algún camino, pero una parte de él (quizás el ser racional que lo llamaba a despertar) alcanzaba a percibir el eco del agua bajo sus pies, el conocido chapoteo cuando sus botas impactaban sobre los charcos. ¿Podrían sus sueños ser algo más que extraños? Sehun tenía sus dudas.

Casi podía apostar que nunca antes había conocido a alguien que después de una pesadilla recreara un largo y brumoso túnel, tan silencioso que el susurro acompasado de su respiración se amortiguaba sólo por el sonido de sus pasos, todo nerviosismo quedando atrás y una brillante luz aguardándole al final del sendero.

Se trataría del resplandor que anunciaba el término de una incómoda noche, el bálsamo curativo contra los malos sueños representado por el albor de un nuevo día. Podía verse cruzando de un mundo a otro, saltando de la inconsciencia a la realidad y quizás fuera extraño, pero Sehun debía serlo (y mucho) si era capaz de tener aquella clase de pensamientos.

Y lo percibió.

El beso helado del líquido acariciando sus pies descalzos, subiendo por la gruesa tela de los pantalones cargo, hasta rozar el bordillo de la polera que se adhería a su cuerpo como una segunda piel. Un sonido extraño y al mismo tiempo familiar reinaba a su alrededor, como un murmullo tierno que antes había escuchado. Se trataba del mar.

Fue vagamente consciente de la pregunta que se formaba en su mente al darse cuenta que yacía tumbado en la costa, aunque de nada servía cuestionarse el cómo o el porqué de estar durmiendo a orillas de una playa cuando la realidad lo atraía como un imán, ejerciendo sobre su cuerpo un tipo de atracción de la que le era imposible escapar.

«Estoy despierto» se dijo, ahora lejos del túnel por el que había estado deambulando, o quizás fuera mejor decir que había estado huyendo de sus propias pesadillas.

¿Sería el efecto de saberse consciente, sano y a salvo en un mundo donde él poseía mucho más control que en la dimensión del sueño? ¿O por qué apenas reaccionar y sentir bajo los dedos la porosidad de la arena y los tiernos rayos del sol, comenzaba a sentirse mejor? Más tranquilo, más renovado, como si su corazón hubiera encontrado un lugar para descansar.

— ¿Te encuentras bien?

«Esa voz...» pensó, el dulce tintineo del sonido más hermoso que alguna vez hubiera escuchado, llevándolo a creer que, a decir verdad, continuaba dormido. Debería estarlo para recrear una melodía parecida, aunque Sehun nunca había tenido verdaderas dotes musicales. No se hable ya de los alcances tan cortos de su burda imaginación.

Y es que una cosa era ser tan extraño como para imaginar un túnel a la salvación después de haber tenido un mal sueño y otra muy diferente dar vida a un timbre que fácilmente podría moverse entre las notas más altas, su ligereza adornada por tonos floridos y cálidos. «Quizás tenga algo de poeta» pensó, al ser consciente de sus cavilaciones.

Lejos de su mente, los ojos agotados de permanecer en la oscuridad se entreabrieron, sus pestañas batiendo el viento al parpadear y acostumbrarse a la luz. No pudo evitar, sin embargo, dudar de estar realmente despierto y no sólo haber saltado de un sueño a otro, ahora mucho mejor que el anterior. 

— ¿Cómo te sientes? — volvió a preguntar el dueño de aquella voz de ensueño.

Sehun intentó responder, pero las palabras permanecieron atravesadas a mitad de su garganta, tal vez porque la impresión le impedía formular ninguna oración o quizás porque, de repente, sentía la boca seca. Tanto que parecía como si la arena de la playa hubiera ido a terminar en su lengua.

— Aquí, bebe...

El chico, quizás fuera mejor llamarlo ángel aunque no hubiera un par de hermosas y enormes alas brotando de su espalda, buscó su cantimplora. ¿Hacía cuánto que hubiera visto una de esas, con el cuero gastado y el corcho roído? Quizás sólo en las películas, en todo caso, no llegó a darle más vueltas cuando el ángel se inclinó.

Deslizó una mano fría bajo su nuca y lo sostuvo con cuidado en una sola mano, llevando la cantimplora a sus labios. Vertió más sorbos de los necesarios y esbozo una débil sonrisa al oírle tragar, un suspiro de alivio escapándosele al contacto con el agua fresca. «Debe haber un manantial cerca» pensó Sehun, al percibir el sabor dulce del líquido en su boca.

— ¿Está mejor? — preguntó el ángel.

— Muchísimo, gracias — respondió ahora, su propia voz resultándole demasiado vulgar al compararse con las notas suaves que el otro emitía.

— Ha sido un placer. ¿Te puedes poner en pie?

— Creo que sí — admitió.

No terminaba por acostumbrarse al brillo inverosímil que el ángel emitía, pero todavía bajo el estupor de su presencia, Sehun fue capaz de sobresaltarse un poco más al advertir el sitio donde se hallaban y es que playa parecía ser un término demasiado vago para describir un paraíso como el que se alzaba frente a sus ojos.

De un ligero tono rojizo, la arena bajo sus pies destellaba en ciertos puntos, igual que si pequeños cristales hubieran sido arrojados sobre esta. La brisa que soplaba besaba su rosto y abrazaba su cuerpo, pero no agitaba los cabellos negros que caían sobre su frente, ni sacudía la tela de sus prendas. Enormes rocas se erigían a sus espaldas, la piedra caliza de un blanco que reflejaba...

Sehun no estaba seguro de dónde provenía aquel particular tono escarlata, si refulgía desde el cielo en cuyo manto podían advertirse estrellas, lunas y planetas (la galaxia atrapada en aquel recóndito lugar de la existencia) o si el color emanaba del mar, las aguas tranquilas bailando en la lejanía, a ratos bermellón, granate e incluso magenta.

— ¿D-Dónde estoy? — se preguntó, sin darse cuenta de que acababa de formular la cuestión en voz alta. El ángel a su lado respondió.

— No lo sé. Podría ser aquí o quizás se trate de allá, todavía no he logrado precisar la ubicación.

— Eso es imposible — refutó Sehun, volviéndose hacia él.

Ojalá hubiera permanecido ajeno a su silueta, todo cuanto conformaba a ese chico resultando... deslumbrante. Vestía de blanco, los pantalones, la camiseta y aquella capa, más parecida a una antigua túnica, incluso sus cabellos carecían de color. No llevaba zapatos, al igual que él, y en su cintura, el extraño arnés que lo rodeaba le recordó a las ataduras del carcaj.

— ¿Y mi arco? — increpó, al descubrir la falta del equipo que siempre había llevado con él.

Ahora recordaba la sensación del carcaj en la cintura, el peto presionando su pecho, la dragonera rodeando su mano y el arco, las flechas...

— No se permiten armas en este sitio — murmuró el ángel. Sehun frunció el ceño.

— Pero lo necesito.

— ¿Ah, sí? — se interesó — ¿Y para qué?

— Bueno, pues...

Intentó recordarlo, el motivo por el que nunca antes se había separado de aquella arma. Muchos se habían burlado cuando se anunció que habría un arquero entre ellos, pero ¿por qué razón necesitaban uno? Antes de terminar en aquella paradisiaca playa, ¿en dónde y qué había estado haciendo?

— ¿Tienes miedo, Sehun? — preguntó el ángel, sorprendiéndolo porque no creía haber mencionado su nombre.

— No, no lo tengo — murmuró.

Otra inquietante revelación. ¿A dónde había migrado aquel sentimiento tan destructivo? El que le hubiera empujado a deambular por el túnel, el que hubiera motivado que no detuviera sus pasos y siguiera la luz... ¿Cuánto hacía desde que gozara de un instante como ese? Tan pacífico y acogedor que casi resultaba embriagador.

— Eso está bien. Después de todo, tampoco hay razones para temer, ya no más — sonrió el ángel.

Sehun quiso preguntar a qué se refería, por qué ya no temía y porqué lo había hecho en el pasado, pero antes de que pudiera formular palabra alguna, el ángel le tendió la mano y aguardó ahí, en silencio, hasta que el pelinegro se atrevió a sujetarlo de vuelta.

— Demos un paseo, ¿quieres?

No había forma de que se negara, así que asintió con la cabeza y lo siguió sumido en el mismo cómodo silencio, cuando el ángel comenzó a caminar. No han inventado las palabras para describir el efecto que aquel ejercía sobre Sehun, la forma en que el roce helado de su tacto hacía arder la piel del pelinegro o la tibieza con que su pecho se calentaba, la llama ahí atrapada creciendo y creciendo.

Había perdido la noción del tiempo, aunque dudaba seriamente que un término como ese existiera en aquel sitio, cuando la idea de que no importaba si decidía pasar ahí el resto de sus días... Sehun no tenía un lugar al cual volver, ni siquiera recordaba ya de dónde había llegado y cómo haría para retornar al camino de regreso. 

Sueño... ¿Qué era "sueño"? Casi podía apostar que conocía el significado de la palabra.

— Mira allá, Sehun... dos almas se han reencontrado — señaló el ángel, deteniéndose a poca distancia de una enormes rocas que sobresalían entre las olas, los picos que formaban apuntando en la dirección que el otro pretendía que siguiera.

— Son estrellas, astros que chocan y... deberíamos alejarnos — espetó, al comprender lo que sus ojos veían. El ángel rio.

— ¿Olvidaste lo que te dije? No hay razones para temer, al menos, no mientras estés conmigo.

— P-Pero...

— Lo que para ti son estrellas, para mí son las almas de quienes han trascendido. Luces que se hallan y colisionan, que se fusionan y dan vida a nuevos destinos. Vivieron perdidas, ignorantes, pero tienen otra oportunidad...

— ¿Para qué?

— ¿Renacer? Es otra de las cosas que tampoco puedo precisar — admitió, la mirada en sus ojos tornándose triste.

Sehun se sintió desolado, como si el dolor que atenazaba a su ángel fuese capaz de lastimarlo a él también. ¿Había algo que pudiera hacer para evitar que aquellos ojos color ocre volvieran a teñirse del repugnante espectro del pesimismo y la melancolía?

— La hay, pero no sé si soy capaz de pedirte que hagas algo así por mí — susurró el ángel, igual que si hubiera estado escuchando sus pensamientos. Quizás así fuera, Sehun ya no descartaba que algo como eso pudiera ocurrir ahí.

Una nueva esperanza se avivó en su interior, casi haciéndole sentir mareado.

— Por favor, ángel, dime que puedo hacer para evitar que vuelvas a sentirte triste. Sin importar lo que cueste, juro que haré lo que sea necesario. Yo... protegeré tu sonrisa, hasta mi último aliento.

Era una declaración repentina, apremiante y también ridícula. ¿Qué clase hombre apuesta su vida por alguien a quien acaba de conocer? Sehun, el humano más tonto que hubiera existido alguna vez, él lo hacía y sin ninguna duda.

— Dejar que la vida escape de tus manos y no poder verte siquiera, convertido en una de esas que tú llamas estrellas... es justo lo que no quiero, Sehun.

— ¿Qué? Ángel, falta mucho para que mi alma deje este mundo y quizás cuando lo haga, seas la estrella que he estado buscando. En realidad, dudo que espere hasta entonces para reconocerte, porque cada vez que esté perdido te recordaré e iré a ti... Tú, eres el ángel de mi vida.

— Siempre lo he sido — concordó el otro — Desde que me asignaron a ti, te he cuidado en la inconsciencia. Fui el viento que meció tus cabellos, la luz que te guio en el camino. Pero cometí un error, yo...

— ¿Tú?

Sehun no pudo soportar su dolor, la desesperación que teñía su voz, el miedo que bañaba sus ojos. Apenas fue consciente de haber levantado los brazos, hasta que sus dedos rodearon los delgados hombros del ángel, aquel cuerpo tan frágil pidiéndole que lo estrechara y que no se atreviera a soltarlo.

— Me enamoré de ti. Rompí las reglas de los guardianes y fui condenado a pasar la eternidad en este lugar. Aquí el tiempo no transcurre, el viento no hiela y el sol no calienta. No sabía que te habían dejado solo, que nadie había ocupado mi lugar, hasta que...

La vorágine que aquella frase desató en su interior, envió decenas de emociones mezcladas con retazos de memorias que se proyectaron en su cabeza sin sentido o conexión. Hasta que, inevitablemente, el rompecabezas se armó y lo que antes no había comprendido ahora aparecía frente a él, convertido en una historia que ahora pendía de un delgado hilo.

Aquella existencia mundana, incluso banal, con que los humanos eran concebidos. La infancia tierna, la tragedia que marcaba una cruda adolescencia y el renacer de la adultez, el hombre nacido de las cenizas de su propio dolor, ahora convertido en soldado. Toda la perdida que había sufrido cuando joven, parecía nada comparada con el vacío que la guerra dejó en su pecho y en el resto del mundo.

— ¿Estoy muerto? — preguntó, sin ápice de nerviosismo o temor. El ángel negó con la cabeza.

— Aún no. Me negaba a verte partir así, después de todo, fue mi culpa que nadie te protegiera al ir al campo de batalla. Un duro castigo me espera en cuanto se sepa que he roto las reglas, de nuevo, pero yo... necesitaba darnos tiempo.

— ¿Tiempo para qué? — razonó, esbozando una sonrisa.

— Despedirnos.

No lo vio venir, simplemente, sintió los finos dedos acunar su mejilla y los labios fríos rozar los suyos. Saboreó el néctar que emanaba de estos, se embriagó en la fragancia a hogar que despedía aquel irreal ser y al cerrar los ojos, incluso fue capaz de percibir el batir de un gigantesco par de alas que se cerraba a su alrededor, erigiendo una muralla entre ellos y el mundo vacío en que su ángel había sido condenado a vivir.

Una barrera entre el amor y la más amarga de las despedidas.

🌌

— ¿Qué estás haciendo?

Pegó un brinco apenas escucharlo. Sus manos actuaron por instinto, buscando la tapa de la portátil que yacía frente a sí, el documento del último libro en el que su esposo trabajaba, todavía abierto en la página exacta donde había tenido que interrumpir la lectura para secar el par de lágrimas que rodaban por sus mejillas.

Se negaba a creer que una historia tan bella tuviera un trágico final, aunque no sería la primera vez que el hombre que amaba lo engañara de esa forma. A decir verdad, cuando se conocieron, el menor le dijo que era escritor y que su especialidad eran las novelas de terror. Mentira. Stephen no podría haber elegido peor farsa para encubrir el alma romántica y soñadora que en realidad poseía, pero su futuro esposo lo había dejado creer que ignoraba la verdad.

Ahora, habiéndole dicho que trabajaba en una historia fantasiosa de un ángel enamorado, el mayor de ambos se negaba a creer que tal descripción fuese una mentira. ¿Quién leería un libro con un amor tan puro, pero inesperadamente condenado a la tragedia? Por lo menos, Luhan no.

— No puedes darle ese final. Seren no puede abandonar a su ángel.

Parpadeando, incrédulo ante lo que acababa de escuchar, Sehun rompió en risas.

— ¡Yah, no te rías!

— Lo siento, Hannie, pero acabo de comprender que has estado mirando en mis borradores — explicó — ¿Acaso no dijiste que esperarías hasta que lo terminara?

— Es tu culpa — se defendió Luhan — No haces más que trabajar en el nuevo libro y yo... me picó la curiosidad y quise echar un vistazo. Pequeñito, sólo unas cuantas líneas.

— Sí, claro, te has ido directo al último capítulo.

— ¿Último?

— Ajá, no hay nada luego de eso — Sehun se encogió de hombros — Podría haberlo continuado, pero mi marido se quejó de que no tenía tiempo para él...

Sólo esas palabras bastaron para hacer reaccionar a Luhan.

— ¡Cerraré la boca, lo juro! Pero... no dejes solo a ese pobre ángel.

Dio apenas un par de saltitos para llegar hasta él y depositar un dulce beso en la comisura de sus labios. En otra ocasión, aquello habría sido menos que suficiente para el insaciable de su marido, quien cuando recibía un beso, quería dos y cuando le consentían tres, exigía diez. Sin embargo, había algo que quería revisar antes de ir en pos de su pareja y ello, sólo podría encontrarlo en el archivo que Luhan no se había molestado en cerrar.

Apenas la pantalla se iluminó y su texto le devolvió la mirada, Sehun deslizó el cursor hasta la página que su marido no había alcanzado a leer.

"Hay poder en los besos, lo demuestran las bellas artes y los suspiros de los amantes. Seren debía saberlo, aunque su patética mortalidad no poseyera la mitad del conocimiento que el exquisito ángel entre sus brazos llevaba eones almacenando. No importaba si era consciente o si jamás llegaba a descubrirlo, lo único más relevante que besar a su inmortal amor pasó desapercibido para ambos.

La ventisca que los envolvía, las llamas que los abrasaban, la ponzoña que se extendía y que los transformaba. De ángel a pecador, de humano... a demonio."

🌌

Como lo dice la descripción, este one-shot nació para el EXO Fest: One Universe, un evento por el 10° aniversario del grupo ✨ y un hermoso reto para esta maceta que no hace más que leer fantasía, pero que sufre un cortocircuito si tiene que escribirla.

Ya que es mi primera vez explorando el género, espero que el resultado no haya sido tan malo 🥺 En lo que a mí respecta, ha sido una grata experiencia participar en este evento y darle vida a esta historia. Gracias por la invitación a DearDani17 💕

¡Abrazos virtuales y millones de gracias por seguirme leyendo!

🌱 Maceto-san 🌱

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