-I-

— ¡Buenos días! ¡Al habla Barbie Butterflayer! ¿Necesita ayuda con sus problemas? ¡En Butterflayer: servicios mágicos 24/7 tenemos la solución! ¿Oiga? ¡Oiga!

La rubia colgó el teléfono, haciendo un puchero.

— ¡Bibir! —Llamó a su hermano. Ambos eran mellizos, pero no se parecían ni en el blanco de los ojos— ¡Me han vuelto a colgar!

— ¡¿Cómo se atreven?! —Preguntó él, con un gesto dramático.

En ese momento, el teléfono volvió a sonar y ambos hermanos se abalanzaron sobre él.

— ¡Me pido contestar! —Exclamó la chica.

— ¡No, Barbie! —Le detuvo Bibir— ¡La última vez ya respondiste tú! ¡Me toca a mí!

— ¡No!

Barbie se colocó el auricular del teléfono en la oreja.

— ¿Dígame?

— ¡Oiga!, ¿aquí lavan la ropa? — escuchó la voz de un adolescente, codeado de un coro de risitas mal disimuladas.

— ¡Por supuesto! —Se apresuró a contestar, sin saber que era claramente una broma telefónica— ¡Butterflayer: servicios mágicos 24/7 soluciona todos tus problemas! ¡No, no, no! ¡No colguéis! ¡Porfiiiiii! Y... ¡colgaron!

— Te dije que tendría que haberlo cogido yo.

Su hermana le fulminó con la mirada, a lo rayita.

— Me aburro —Le comentó.

— Cómprate un unicornio —Respondió Bibir.

— Son muy caros. Además, me gasté mis ahorros en esa fuente de chocolate made in umadhun que se rompió a los dos minutos.

— Pues que pena.

— Sip.

Ambos suspiraron.

— Me aburro —Repitió Barbie.

— Pues cómprate un Hipogrifo —le dijo su hermano.

— ¡No quiero!

— Pues ves a mirar el correo, chiquilla, ¡¿yo qué quieres que haga si te aburres?!

— ¡Vale! ¡Iré a ver si ha llegado mi carta de Hogwarts! —Exclamó Barbie, yéndose en la dirección opuesta en la que estaba el correo.

El teléfono volvió a sonar y Bibir corrió hacía él antes de que su hermana pudiera quitarle su preciada oportunidad.

— ¿Hoooooola? —Preguntó, alargando la "o".

— Necesito ayuda —Dijo una voz, al otro lado de la línea.

— ¡Pues estás de suerte, porque yo soy Bibir Butterflayer y puedo ofrecerte servicios mágicos para solucionar tus problemas!

Agita las palmas de sus manos, aunque la persona al teléfono no pueda verlo.

— Es una duda que me carcome durante muchísimo tiempo.

— ¿Si? Lo apunto.

— Hace mucho tiempo que quería preguntárselo a alguien, pero siempre e tenido miedo por si alguien se reía de mi estupidez...

— Perfecto, continúa...

— Verás, el caso es que...

— Ajá.

— No encuentro bien las palabras para decir que...

— ¡Pero dilo de una maldita vez! —grita Bibir.

— Quiero saber si la hija del señor cangrejo de Bob Esponja es adoptada o no —dijo de un tirón.

Bibir colgó, despacio, sin decir nada.

Cruzó las piernas con aire divo.

— ¡Barbie! —llamó a su hermana— ¡¿Qué edad hay que tener para jubilarse?!

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