Talvez en aquellas arrugas...

Aún recuerdo aquella vez, pienso en él y no puedo evitar llorar, talvez será que, aunque era pequeña o pasaron tantos años me sigo culpando-si tan solo le hubiera acompañado.

Mi memoria es pésima, pero al entrar en ese acilo, sentí el frio de las paredes y recordé como siempre mi abuelo buscaba la luz del sol, sentado en aquel tronco de madera, leyendo el periódico-corrigiendo cualquier error ortográfico o gramatical con un bolígrafo que siempre manejaba en el bolsillo de su camisa- y con nuestro perro sentado a su lado siempre moviendo su cola de forma muy hiperactiva. Sonara crudo, pero al mirar algos rostros recordé la sensación de la sala de urgencias-al abuelo en la camilla-callado y esperando.

Dicen que uno cosecha lo que siembra, quien sabe, talvez algunos en su juventud no tuvieron la mejor actitud o no sembraron amistades verdaderas o una buena relación familiar, e inclusive sí lo hicieron, pero la vida suele ser injusta. Pero sea cual haya sido la causa de que se hallaran en ese lugar no quiero encontrarlos con una expresión abnegada, porque sé que en esos millones de recuerdos hay pesares y culpas de pecados, pero, al mismo tempo hay motivos por los que viven y aunque nada es como antes y la sociedad debería preservar la belleza de esas canas blancas como libros antiguos, limpios, cuidados y no manejarlos como una carga.

Todos vamos conociendo cuan larga es la carga de la vida y mientras más la recorremos es cada vez más pesada, pero ellos siguen. cada mañana se levantan recordado todo lo que apreciaron algún día, junto con un orden

continuando su vida aun cuando allá tormentas o alegrías en el camino. Cuantas veces sus corazones se destrozaron y aun así sus cuerpos siguen caminando, cuantas veces fallaron y aun así si miras bien tantos caminos diferentes caminos terminaron en una misma conclusión-y las nuevas generaciones solo son espectadores mirando de lado para no herir su conciencia, cuando ahora son los únicos que pueden actuar para darles una mejor época dorada.

Al marcharme miré de reojo por la ventana y creí ver una sombra tecnicolor en sus miradas, y di la espalda a esas puertas. Sentí miedo, sentí una certeza inmensurable de que sus sombras encorvadas llegaban a extender la sabiduría de todos los individuos con los que se habían topado, como esos ojos habrían visto lugares que talvez nunca veré y me preguntaba como aquel efecto era tan fuerte como para simplemente no ignorarlo, porque aún recuerdo la vista que obtuve de aquella ventana-desde pequeña tenía esa mala maña desarrollada con habilidad como un método inducido por la curiosidad.

Cuantas cosas habrían pasado, cuantas lagrimas habrían derramado, los miles de veces en que aprietan el ceño al renegar y las sonrisas que soltaron son suficientes para llamarlos sabios, aunque hayan o no tenido los mayores estudios académicos porque la vida es la mejor maestra y ellos están en la promoción de este estudio profesional del alma. Porque, aunque sus memorias son suficientes para vencer nuestras capacidades físicas y con una mirada nos dicen lo que nosotros no podríamos formular con los miles de palabras complicadas que inventamos en conversaciones juveniles. La manera de cada uno de dejarme sin palabras es algo impresionante, desde movimientos tiernas, palabras audaces o memorias sin precedentes me dejaron atónita.

Los últimos pasos para salir fueron muy complicados para mí, las emociones me cohibían, recuerdos de mi abuelo, las manos temblorosas, y una enorme necesidad de volver a verlo sentado en el patio bajo la luz del sol. De volver a entrar y hacer las cosas bien, jugar con ellos y charlar un rato más.

mi corazón me palpitaba de una manera tan efusiva que no llorara como suelo hacerlo cuando muchas emociones me ahogan, sino que me parara firme porque ellos no necesitan las lágrimas de nadie, no las querían, quieren gente que valla a escucharlos y emocionarse por sus experiencias.Asi que lo primero que quise que saliera de mi boca era: "¡volveremos pronto!"