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El sol comenzaba a ocultarse detrás de los altos edificios de Seúl, bañando con un cálido resplandor las paredes de la Academia de Ballet Sungmin, una de las más prestigiosas del país. En el centro de una de las amplias salas de práctica, Kim Hyeonbyun ejecutaba con precisión cada movimiento. Sus músculos trabajaban en perfecta sincronía mientras repetía una y otra vez la complicada pieza que preparaba para la competencia anual. Hoy, ensayaba el Grand Pas Classique, una obra que exigía el máximo control y elegancia, propia de los mejores bailarines.
Hyeonbyun llevaba más de diez horas practicando y su cuerpo ya sentía el peso del esfuerzo, pero su rostro no lo reflejaba. Su expresión seguía impasible, enfocada. Con 18 años, era conocido por su impecable técnica, y también por la presión que cargaba sobre sus hombros. Pertenecía a una de las familias más influyentes de Corea del Sur, un Chaebol, donde la tradición era clara: los omegas se dedicaban al ballet, mientras los alfas tomaban las riendas de los negocios familiares. Así que, mientras su hermano mayor se preparaba para ocuparse de los negocios familiares desde una temprana edad, Hyeonbyun había comenzado a bailar a los dos años y, desde entonces, su vida estaba marcada por la disciplina y las expectativas.
Desde un rincón oscuro del pasillo, un grupo de estudiantes más jóvenes observaba en silencio. Se mordían los labios para no chillar de emoción, incapaces de apartar la vista de los movimientos casi etéreos de Hyeonbyun. Para ellos, él era algo más que un compañero de la academia; era un ejemplo, un ídolo. Un omega que había ganado tres medallas de oro en la categoría Precompetitiva y todas las de oro en la categoría Junior. Ahora, con su última oportunidad en la categoría Senior, Hyeonbyun se preparaba para defender su título por cuarto año consecutivo.
— ¡Es tan increíble! —susurró una de las chicas más jóvenes, sin poder contener la emoción.
—Es como si flotara, ¿cómo puede hacer que todo se vea tan fácil? —añadió otro.
Mientras el grupo murmuraba emocionado, la puerta de la sala se abrió de golpe, haciendo eco en el amplio pasillo. Los jóvenes se quedaron congelados al ver la imponente figura de Han Jiseok, el estricto profesor de la academia. Jiseok, un omega que había sido uno de los bailarines más destacados del país hasta que una grave lesión lo apartó de los escenarios, los observaba con una mezcla de decepción y severidad.
— ¿De verdad creen que es apropiado espiar en lugar de practicar? —preguntó con su tono gélido característico. Los estudiantes bajaron la cabeza, sabiendo lo que venía—. Bien, ya que tienen tiempo de sobra, hagan un grand plié mayor. Una hora será suficiente, ¿no creen? —sentenció Jiseok mientras los jóvenes tragaban en seco.
Dentro de la sala, Hyeonbyun detuvo su práctica un momento, sabiendo que algo había sucedido afuera. Aún sudoroso, caminó hacia la barra para estirar los músculos, observando cómo Jiseok entraba en la sala tras poner a los demás estudiantes a cumplir su castigo.
— Están obsesionados contigo, Hyeonbyun —comentó Jiseok sin mirarlo directamente, ajustándose los puños de la camisa—. Quizás deberías esforzarte menos para no poner la vara tan alta.
Hyeonbyun dejó escapar una ligera sonrisa, aunque su rostro seguía sereno.
— Nunca es suficiente, profesor Han. Todavía hay cosas que mejorar —respondió con humildad, pero con una determinación que Jiseok conocía bien.
El profesor lo observó por un instante, evaluando el agotamiento en sus movimientos. Aunque no lo admitía fácilmente, estaba orgulloso de Hyeonbyun. Lo había visto crecer y convertirse en el bailarín excepcional que era.
— Es suficiente por hoy. Ve a descansar. La academia cierra a las 8, y ya sabes que hoy toca limpieza a fondo —le dijo, recogiendo una hoja del escritorio y anotando algo rápidamente—. No quiero verte aquí hasta mañana por la tarde.
Hyeonbyun asintió, tomando una toalla y secándose el sudor del cuello.
— Gracias, profesor.
Jiseok no respondió de inmediato, solo lo observó mientras salía de la sala. Sabía que el éxito de Hyeonbyun no era solo por su talento, sino por su abrumadora dedicación. Sin embargo, también sabía que la presión de las expectativas podía aplastar incluso al más fuerte de los omegas.
Hyeonbyun caminaba con su bolsa guindada en su hombro derecho, cuando vio a sus amigos en el pasillo cuchicheando.
—Hola chicos —saludó moviendo la mano y pasando.
—Hyeonbyun, ¿vas a venir? —le preguntó Minji una de sus compañeras acercándose con una sonrisa traviesa—. Vamos al club nuevo en Gangnam. Dicen que es de lo mejor.
—¿A un club? —repitió Hyeonbyun, levantando la vista. Había escuchado de lugares como ese, pero su vida estricta en el ballet y su familia conservadora no le permitían tales salidas. Sin embargo, la idea lo tentaba.
—Sí, por favor. ¡Necesitas algo de diversión en tu vida! —dijo Jiwon, otro compañero, con una risita. Minji asintió, sus ojos brillando con picardía.
—Debo consultar a mi mamá —exclamó. Con el pulso acelerado, marcó su número y esperó.
—¿Hyeonbyun? —La voz de su madre sonó al otro lado de la línea, cálida pero seria.
—Mamá, mis amigos me invitaron a un club en Gangnam… ¿Podría ir? —pidió en voz baja, esperando no sonar demasiado ansioso.
—¿Un club? —hubo una pausa antes de que ella continuara—. Dos horas, Hyeonbyun. Nada de alcohol, y el chofer te llevará y recogerá. ¿Entendido?
—Sí, mamá. ¡Gracias! —respondió con un tono emocionado y, apenas colgó, sus amigos celebraron.
Media hora después, estaban todos en el club, una lujosa combinación de luces doradas y música que retumbaba por los altavoces. La energía vibrante lo cautivó al instante, aunque se sentía fuera de lugar, con su ropa de práctica aún puesta: una camiseta ajustada y pantalones cómodos de color oscuro, elegantes pero nada llamativos.
—¡Vaya, esto está increíble! —gritó Minji, elevando su voz sobre la música. Hyeonbyun asintió, intentando relajarse.
Sin embargo, su atención se desvió cuando vio a un grupo de personas rodeando a un chico alto de cabello oscuro, con una expresión segura y algo peligrosa en sus ojos. Vestía una chaqueta de cuero negra y sostenía un cigarro entre los dedos mientras reía con un aire relajado y confiado. La gente alrededor del alfa parecían idolatrarlo.
—¿Quién es él? —preguntó Hyeonbyun, intrigado.
—Oh, ese es Park Jongseong —respondió Jiwon, mirando al alfa con cierta desconfianza—. Es un cantante de rock en ascenso, pero… bueno, digamos que no es alguien con quien deberías acercarte.
—¿Por qué? —preguntó Hyeonbyun, incapaz de disimular su curiosidad.
—Es peligroso, Hyeonbyun. Peleas, carreras de motos ilegales, problemas en general —susurró Minji—. Definitivamente, no es de nuestro mundo. Mejor no te acerques, Hyunie. No es buena compañía para alguien como tú.
Sin embargo, mientras más intentaba ignorarlo, más sentía la mirada de Jongseong sobre él. En un momento, sus amigos se alejaron a la barra, dejándolo solo observando los reflejos de las luces en el vaso de jugo que sostiene.
—¿Un bailarín en un lugar como este? —Una voz profunda lo hizo sobresaltarse, y al girarse, se encontró con Jongseong, quien lo observaba con una sonrisa traviesa—. Es raro ver a alguien con ropa de ballet por aquí. ¿Eres nuevo aquí? —preguntó Jongseong con una sonrisa intrigante, sus ojos recorriendo al omega con interés.
—Sí… bueno, no suelo venir a lugares como este —respondió Hyeonbyun, nervioso.
—Dime, ¿cómo es que un omega tan elegante termina en un sitio así?
—Mis amigos me trajeron —respondió Hyeonbyun, sintiéndose ligeramente intimidado por la intensidad de la mirada del alfa. Intentó desviar la vista, pero algo en la sonrisa de Jongseong lo mantenía cautivo.
—Ya veo… Entonces, ¿cómo te llamas? —Jongseong inclinó la cabeza, acercándose un poco más.
—Kim Hyeonbyun —respondió sin pensarlo, su voz apenas un susurro.
—Hyeonbyun —repitió Jongseong, probando el nombre en sus labios—. Bonito nombre. Soy Park Jongseong, o solo dime Jay.
El omega sintió que sus mejillas se calentaban. Había algo magnético en Jongseong que lo atraía y le hacía sentir una extraña emoción en el pecho.
—Bueno, tus amigos parecen estar muy ocupados. ¿Te gustaría bailar? —dijo, acercándose un poco más.
—Eh… no sé, no soy muy bueno en eso de bailar otros géneros —murmuró Hyeonbyun, sintiendo el calor en sus mejillas.
—Vamos, seguro que puedes hacerlo. Además, me encantaría ver a un bailarín de ballet en acción —coqueteó Jongseong, sus ojos brillando con picardía.
El omega sintió que su corazón latía más rápido. La forma en que Jongseong lo miraba lo hacía sentir especial, pero al mismo tiempo, su mente le decía que debía tener cuidado. No era común que un alfa se interesara en un omega como él.
—No estoy seguro… —dijo Hyeonbyun, luchando entre la tentación y su propia inseguridad.
—Solo un baile. Prometo que será divertido. Si no te gusta, te invitaré una bebida para compensarlo —insistió Jongseong, inclinándose un poco hacia adelante, como si compartiera un secreto.
Hyeonbyun miró hacia su grupo de amigos y luego de nuevo a Jongseong. Había algo en la mirada del chico que le hacía desear dejar atrás sus preocupaciones, al menos por un rato.
—Está bien, un baile —finalmente aceptó, sintiéndose un poco más audaz.
Jongseong sonrió, extendiendo su mano hacia él. Hyeonbyun dudó un momento, pero luego tomó su mano y lo siguió a la pista de baile.
Mientras comenzaban a moverse al ritmo de la música, Hyeonbyun sintió una conexión inesperada. La forma en que Jongseong lo guiaba, con una confianza despreocupada, hizo que se sintiera más seguro.
—Eres un buen bailarín —comentó Jongseong, acercándose un poco más—. ¿Desde cuándo bailas?
—Desde que tengo memoria —respondió Hyeonbyun, sintiendo que la conversación fluía con facilidad—. Mi familia siempre ha estado en esto.
—Interesante… Debes ser un talento increíble. Siempre he pensado que los bailarines de ballet son los más apasionados —dijo Jongseong, observándolo con atención.
El ambiente del club se tornó más denso mientras la música vibraba a su alrededor, pero Hyeonbyun solo podía concentrarse en Jongseong. La forma en que se movía, la manera en que lo miraba… todo lo hacía sentir vivo.
—¿Y tú? —preguntó Hyeonbyun, curioso—. ¿Qué haces?
—Soy cantante, pero la verdad es que me gusta salir a divertirme —respondió Jongseong con una sonrisa coqueta—. Y me alegra haberte encontrado aquí. ¿Y a tí que te alegra, bonito?
Antes de poder responder, el chofer de su familia apareció detrás de él.
—Señor Hyeonbyun, es hora de irnos.
La realidad lo golpeó de nuevo. Con una pequeña inclinación, intentó despedirse, pero antes de dar un paso, Jongseong tomó su mano y le deslizó un pequeño papel.
—Llámame cuando quieras conocer algo más que estos sitios aburridos —dijo Jongseong, guiñándole un ojo antes de alejarse.
Hyeonbyun guardó el papel rápidamente y, con el corazón latiendo con fuerza, siguió al chofer hacia el auto. Sabía que debería mantenerse alejado, pero también que el mundo de Jongseong, aunque peligroso, era tentadoramente diferente a todo lo que había conocido.
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El salón principal de la mansión Kim estaba bañado en una suave penumbra, iluminado únicamente por la tenue luz de una lámpara de pie. Hyesung estaba sentado en un sofá, con los ojos concentrados en una carpeta de expedientes mientras se ajustaba los lentes. A sus 23 años, era un alfa que representaba a la perfección los estándares de su familia: responsable, serio y protector, especialmente cuando se trataba de su hermano menor.
Kim Hyeonbyun entró por la puerta de su casa, deslizándose con gracia sobre el suelo de mármol, con una sonrisa tan amplia que sus ojos casi parecían brillar.
El alfa levantó la vista cuando sintió la presencia de su hermano y frunció el ceño.
—¿Qué te pasa? —preguntó Hyesung en un tono que combinaba curiosidad con sospecha.
Hyeonbyun sonrió, tratando de parecer casual, aunque su felicidad era evidente.
—¿Eh? ¿A mí? No, nada —respondió Hyeonbyun, tratando de sonar despreocupado mientras luchaba por esconder su felicidad. Sin embargo, no podía contenerla del todo y, sin poder evitarlo, fue directo hacia su hermano, sentándose a su lado y abrazándolo—. ¡Hoy fue increíble! Conocí a alguien… —dijo, con una chispa de emoción en sus ojos.
Suspirando y aún sonriendo, Hyeonbyun se acercó y, sin dudarlo, se sentó al lado de su hermano. Sin previo aviso, lo abrazó con fuerza, apoyando la cabeza en su hombro, y empezó a contarle todo.
Hyesung arqueó una ceja, desconfiado.
—¿Alguien? ¿Quién? —preguntó, bajando los documentos, ahora enfocado en su hermano menor.
—Mis amigos me llevaron a un club, ¡con el permiso de mamá, claro! —Hyeonbyun hizo una pausa, como para asegurarse de que su hermano no lo regañaría—. Y allí… conocí a alguien. Su nombre es Park Jongseong.
Hyesung soltó un suspiro exasperado. Park Jongseong. Claro que sabía quién era. La prensa y la alta sociedad ya habían mencionado varias veces las "hazañas" de aquel alfa problemático, desde carreras ilegales hasta fumar en lugares públicos y llevar una vida que consideraban peligrosa y rebelde. No entendía cómo alguien como Jongseong se había cruzado con su hermano, y mucho menos cómo Hyeonbyun, de todos los omegas, había caído bajo su hechizo.
—¿Park Jongseong? —repitió Hyesung, frunciendo el ceño—. ¿Te refieres a ese alfa que anda en problemas? Hyeonbyun, ese tipo es conocido por tener pésima fama. No quiero que te acerques a alguien así.
Hyeonbyun asintió con entusiasmo, sin notar la tensión en la voz de su hermano.
—Sí, él mismo. Es… diferente. Tiene una voz increíble y es muy amable. Hasta me invitó a bailar. Nunca había conocido a alguien como él.
El rostro de Hyesung se oscureció, sus labios se apretaron en una línea tensa.
—Hyeonbyun, quiero que escuches bien lo que voy a decir —comenzó en un tono serio—. No puedes seguir en contacto con Jongseong. Y, de hecho, no quiero que vuelvas a ir a clubes. Ese alfa es problemático. Fuma, bebe, y según la prensa se droga, ha estado en muchos escándalos. No es alguien adecuado para ti.
La expresión de Hyeonbyun cambió de felicidad a desconcierto.
—¿Qué? ¿Cómo puedes decir eso si ni siquiera lo conoces? ¡Hyung, yo ya tengo dieciocho, puedo decidir con quién hablo! Además, él no es como tú dices. Fue muy respetuoso y…
—Los alfas respetuosos no coquetean con omegas en clubes —lo interrumpió Hyesung, fulminándolo con la mirada—. Eres un omega, Hyeonbyun. Los alfas, especialmente los como Jongseong, solo buscan una cosa de los omegas, y es su virginidad. No quiero que seas víctima de alguien como él.
Las palabras de Hyesung cayeron como una fría cascada sobre Hyeonbyun, que parpadeó estupefacto, con los ojos abiertos de par en par. Nunca antes había pensado en las cosas de esa manera. Ni siquiera le había pasado por la cabeza que alguien pudiera tener intenciones ocultas con él. Y menos alguien como Jongseong, con su sonrisa encantadora y su risa despreocupada.
—No… no creo que él sea así —respondió en voz baja, aunque la seguridad en su voz empezaba a desmoronarse.
Hyesung suspiró, colocándole una mano firme sobre el hombro.
—No puedes ir por la vida creyendo en todos, Hyeonbyun. Solo te estoy cuidando —dijo, con una expresión de disgusto—. Ahora ve a bañarte. Tienes el aroma de un alfa en ti, huele a whisky y tabaco, lo cual no es algo que quiero en esta casa —agregó Hyesung, con una mezcla de desaprobación y preocupación.
Hyeonbyun bajó la mirada, reprimiendo un escalofrío al recordar la cercanía de Jongseong y su aroma embriagador.
—Está bien, hyung… —murmuró, resignado, y se levantó lentamente para ir al baño, aunque su mente seguía llena de dudas y emociones contradictorias.
Mientras se alejaba, no podía dejar de pensar en Jongseong, en esa chispa de libertad y aventura que había sentido junto a él.
Hyeonbyun, sentado en el borde de su cama, miraba el teléfono con el ceño fruncido, dudando. Su dedo recorría la pantalla, donde aquel número que le había dado ese alfa irreverente y lleno de misterio parpadeaba en la lista de contactos. Habían pasado días desde que lo había conocido en el club; días en los que la imagen de Park Jongseong riéndose de manera despreocupada, con su sonrisa peligrosa y cigarro en la mano, se había quedado grabada en su mente. El corazón le latía con fuerza solo de pensar en escuchar su voz.
—Vamos, Hyeonbyun —se dijo a sí mismo, tomando una gran bocanada de aire—. Es sólo una llamada.
Después de un momento más de vacilación, finalmente deslizó el dedo y comenzó a marcar. Los primeros tonos hicieron que su corazón se acelerara. Quizás no contestaría. Quizás estaba ocupado. Quizás...
—¿Quién es? —la voz rasposa de Jongseong, cargada de sarcasmo, lo sacó de sus pensamientos.
Hyeonbyun se aclaró la garganta, tratando de sonar tranquilo.
—Eh... Soy Hyeonbyun. Nos... conocimos en el club.
Hubo una pausa breve antes de escuchar la risa baja y burlona del alfa al otro lado de la línea.
—Oh, así que el precioso bailarín decidió llamar, después de tantos días de espera. Pensé que ya habías perdido mi número o algo.
—Es que... bueno, estaba ocupado —respondió Hyeonbyun, sintiendo el rubor subir a sus mejillas.
—¿Ocupado, eh? —Jongseong respondió, y Hyeonbyun podía imaginarlo levantando una ceja, esa sonrisa de suficiencia en sus labios—. ¿Bailando todo el día en tu academia de ballet exclusiva o algo así?
Hyeonbyun resopló suavemente, ofendido.
—No siempre estoy bailando, Jongseong. Y además, no te lo había prometido.
—Bueno, te fuiste rápido —dijo Jongseong, riéndose bajo.
—No es eso, —Hyeonbyun respondió rápidamente, sintiendo que la risa del alfa hacía que su estómago revoloteara—. Es solo que... no sé, no estoy acostumbrado a este tipo de cosas.
Jongseong soltó un suspiro de burla.
—¿Llamar a un alfa o hablar con uno como yo?
—Ambas, —admitió Hyeonbyun con un leve toque de nerviosismo, y eso solo hizo que Jongseong riera más fuerte.
—Qué adorable eres, Hyeonbyun —comentó Jongseong, su tono bajando a algo casi suave—. Así que, ¿a qué se debe la llamada? ¿Estabas pensando en mí?
El omega apretó los labios, sintiendo sus mejillas arder.
—Tal vez quería saber cómo estabas.
—¿Cómo estoy? —respondió el alfa, divertido—. Mmm, estoy en mi apartamento, bebiendo una cerveza y, para ser honesto, no esperaba que llamaras. Pero ya que lo hiciste, creo que debería recompensarte, ¿no?
—¿Recompensarme? —Hyeonbyun repitió, algo confundido y al mismo tiempo intrigado.
—Sí, —respondió Jongseong—. Mañana te voy a buscar a tu academia de ballet.
—¿Qué? —Hyeonbyun sintió su corazón acelerarse—. Espera, no tienes idea de dónde queda mi academia. No vengas.
Hubo una pausa breve y luego escuchó la risa baja de Jongseong.
—No me subestimes, precioso. Estoy seguro de que lo encontraré sin problema.
Antes de que Hyeonbyun pudiera responder o protestar, la línea se cortó, dejándolo mirando su teléfono en estado de shock.
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El omega castaño ajustó la bufanda alrededor de su cuello, cubriendo su rostro del frío viento otoñal de Seúl. La academia de ballet estaba ubicada en el corazón de Gangnam, y a esa hora de la tarde, los edificios y calles estaban llenos de estudiantes y trabajadores. Él, sin embargo, era el único que, con su cabello cuidadosamente peinado y su ropa elegante, parecía haber salido directamente de un cuadro.
Con pasos ligeros y elegantes, Hyeonbyun salió del edificio de la academia, apenas sosteniendo el peso de la bolsa de lona en la que llevaba su ropa de ensayo.
Cuando giró hacia la calle principal, una bocanada de humo le llamó la atención. Allí, frente a la puerta, estaba Park Jongseong, su presencia tan provocadora como siempre. Con una chaqueta de cuero negro sobre sus hombros y el cabello desordenado cayendo sobre su frente, Jongseong parecía fuera de lugar en ese ambiente pulcro, pero en el fondo Hyeonbyun no podía apartar la vista de él.
—¿Llegaste tarde a propósito? —preguntó Jongseong, lanzando su cigarrillo al suelo y aplastándolo con la punta de su bota.
Hyeonbyun frunció el ceño, intentando contener el nerviosismo que le provocaba ver al alfa esperándolo. La noche anterior, cuando Jongseong le prometió que lo recogería en la academia, pensó que era una broma. Nadie en su mundo de rigidez y normas estrictas entendería por qué un omega como él siquiera hablaría con alguien como Jongseong.
—Te dije que no vinieras aquí —murmuró Hyeonbyun, lanzándole una mirada rápida mientras miraba a ambos lados de la calle. No quería imaginarse lo que dirían sus compañeros de academia o, peor aún, su familia si lo veían junto a Jongseong.
Jongseong soltó una risa suave, divertida, y sacudió la cabeza.
—Sí, claro, ¿y dónde me ibas a decir que te esperara? ¿En el club de golf? —preguntó con sarcasmo mientras señalaba la moto a su lado. —Vamos, súbete. Hoy es un día especial.
Hyeonbyun parpadeó, confundido.
—¿Por qué especial? —preguntó, resistiendo la tentación de dar un paso hacia la moto. Su aroma, una mezcla de tabaco y colonia cara, lo envolvía, haciéndolo consciente de cada latido acelerado de su corazón.
Jongseong no respondió enseguida; en cambio, le sonrió con esa sonrisa pícara que tanto lo atraía y a la vez lo hacía dudar de sus decisiones. Dio una palmada al asiento trasero de su moto.
—Ven conmigo y te lo muestro. —Su voz era baja, profunda, como si supiera exactamente el efecto que tenía sobre Hyeonbyun.
Hyeonbyun se mordió el labio, mirando a su alrededor antes de decidirse. Su mente le gritaba que regresara a casa, pero su cuerpo actuaba por sí solo. Caminó lentamente hasta la moto y se colocó detrás de Jongseong, sintiendo el calor que emanaba del cuerpo del alfa. En cuanto se acomodó, Jongseong le pasó un casco.
—Sujétate fuerte, príncipe —le dijo antes de encender la moto y acelerar.
El corazón de Hyeonbyun latía con fuerza mientras la ciudad pasaba a su alrededor en un borrón de luces. Jongseong lo llevaba a través de calles desconocidas, lejos de los barrios elegantes de Seúl. La moto se detuvo finalmente frente a un edificio abandonado con grafitis en las paredes.
—¿Qué es esto? —preguntó Hyeonbyun mientras se quitaba el casco.
—Un lugar donde nadie espera encontrarte, y donde podemos ser nosotros mismos —respondió Jongseong, extendiéndole una mano para ayudarlo a bajar.
Hyeonbyun dudó, mirando a Jongseong a los ojos, esos ojos llenos de chispa y desafío. Finalmente, tomó la mano de Jongseong, sintiendo la calidez en su piel y la promesa de algo diferente, algo peligroso y emocionante.
—Ven —susurró Jongseong, llevándolo al interior del edificio.
Los pasos de ambos resonaron en el silencio mientras cruzaban el viejo lugar. A pesar de la oscuridad y el polvo, había algo en la atmósfera que hacía que Hyeonbyun sintiera que estaba a punto de descubrir una parte de él mismo que ni siquiera sabía que existía.
—¿Y bien? —preguntó Hyeonbyun, intentando disimular su curiosidad.
—Quería que fueras el primero en escuchar algo —contestó Jongseong, sacando su guitarra de un estuche y sentándose en el suelo. —Es una canción que estoy escribiendo. La empecé a escribir pensando en tí.
Hyeonbyun sintió cómo el rubor subía a sus mejillas. Mientras Jongseong tocaba los primeros acordes dejando que la música envolviera cada pensamiento de su mente.
—¿Estás nervioso? —le preguntó Jongseong, enarcando una ceja. Una ligera nube de humo escapaba de sus labios mientras apagaba su cigarro contra la pared.
Hyeonbyun, quien jamás había imaginado que se encontraría en un lugar tan fuera de su ambiente, negó con la cabeza, aunque la ligera sombra en sus mejillas delataba lo contrario.
—No… solo no estoy acostumbrado a… esto.
—¿A esto? —Jongseong sonrió, agachándose un poco para mirar de cerca a Hyeonbyun. Sus dedos comenzaron a deslizarse por las cuerdas de la guitarra, arrancando un acorde bajo y oscuro. Sin más preámbulos, empezó a tocar aquella canción. La voz cálida y profunda resonando en el eco de las paredes. La melodía era embriagante, peligrosa, como el propio Jongseong.
"You've got me waiting on the corner, I'm just waiting for your love…"
Los latidos de Hyeonbyun se intensificaron. La letras le hacía sentir expuesto, vulnerable, y al mismo tiempo, inexplicablemente atraído hacia la esencia salvaje de Jongseong. Sus ojos viajaron de la guitarra a los labios de Jongseong, siguiendo cada palabra que dejaba escapar con esa mezcla de deseo y rebeldía.
—No pares… —murmuró Hyeonbyun, casi sin darse cuenta.
Jongseong sonrió al escuchar sus palabras y se acercó más, acortando la distancia entre ellos. Sin apartar la mirada, continuó cantando mientras las notas parecían deslizarse por la piel de Hyeonbyun.
"Tell me what you're thinking about right now…"
Las mejillas de Hyeonbyun se tiñeron de un rojo profundo. Jongseong le había dicho la noche anterior que lo vería hoy, que le tocaría una canción especial, pero nunca pensó que sería algo tan personal, tan abrasador. La vulnerabilidad de cada palabra parecía desgarrarlo y al mismo tiempo darle un refugio cálido.
—Eres tan… intenso, Jongseong —dijo en voz baja, incapaz de contener el temblor en su voz.
Jongseong dejó de tocar por un segundo, el eco de la última nota muriendo en el aire. Con una sonrisa atrevida, acercó su rostro al de Hyeonbyun, sus respiraciones mezclándose.
—¿Te asusta? Porque si te asusta, aún estás a tiempo de irte.
Hyeonbyun negó sin decir palabra, su mirada fija en los labios de Jongseong. Su respiración era irregular, y el deseo de acercarse aún más lo consumía.
Y, como si hubieran esperado ese momento toda la noche, Jongseong dejó caer la guitarra suavemente, posó su mano en la nuca de Hyeonbyun y acortó la distancia. Sus labios se encontraron en un beso lento, exploratorio, lleno de esa mezcla de curiosidad y lujuria que tanto los definía. Jongseong lo tomó de la cintura, acercándolo aún más, y Hyeonbyun sintió como su corazón latía desbocado, mientras la realidad se desvanecía en aquel beso que prometía arrebatarle el control.
Por unos minutos, el mundo exterior dejó de existir, y lo único que importaba era la conexión que habían formado en ese rincón olvidado, entre notas de guitarra y miradas furtivas.
Las luces del estudio de ballet brillaban intensamente, reflejándose en los espejos de la sala Hyeonbyun dio un último giro, su figura delgada y elegante moviéndose como si el tiempo mismo se hubiera detenido. El sudor brillaba en su frente, dándole un aire etéreo. Para él, bailar era mucho más que una tradición familiar; era su refugio.
—¡Excelente, Hyeonbyun! —lo elogió su profesor, aplaudiendo—. Eres la promesa de esta academia.
Hyeonbyun sonrió, inclinándose ligeramente antes de salir del salón. Se cambió rápidamente en los vestidores y se miró en el espejo, ajustándose la bufanda al cuello. Al salir al exterior, su mirada se iluminó al ver a Jongseong, apoyado con desenfado contra su moto.
—¿Esperando a alguien? —preguntó Hyeonbyun con una sonrisa juguetona.
—Solo al omega más guapo de Seúl —respondió Jongseong, sonriendo con picardía. Llevaba una chaqueta de cuero y el cabello desordenado, irradiando ese aura rebelde que había captado el interés de Hyeonbyun desde el primer día.
Hyeonbyun rió y se acercó para darle un beso rápido. Aunque en el fondo sabía que su relación con Jongseong era algo que su familia nunca aceptaría, estar a su lado era como vivir en un mundo sin reglas ni presiones.
—¿Quieres ir a tomar algo? —le ofreció Jongseong, encendiendo un cigarrillo—. Hoy tengo un poco de tiempo antes de ensayar con la banda.
—¿Otra vez bebiendo y fumando? —le reprendió Hyeonbyun con una sonrisa mientras le arrebataba el cigarrillo de los dedos—. Sabes que no me gusta que lo hagas tanto.
—Te preocupas demasiado, Hyunie. —Jongseong se rió y le tomó la mano con suavidad—. Pero está bien, prometo no pasármela bebiendo si vienes conmigo.
Hyeonbyun iba a responder cuando, de repente, un coche negro se detuvo junto a ellos. La puerta se abrió y una figura familiar descendió: su madre, Kim Hyejin, con su porte rígido y su mirada afilada. Observó a Jongseong con una mezcla de incredulidad y repulsión.
—Hyeonbyun, ¿qué significa esto? —la voz de Hyejin era como un látigo, destilando desaprobación en cada palabra—. ¿Quién es este… muchacho?
El corazón de Hyeonbyun se detuvo por un instante. No había planeado que su madre lo encontrara con Jongseong, y mucho menos de esta forma. Su garganta se secó, pero antes de que pudiera responder, Jongseong habló.
—Soy Jongseong, señora. Soy… el novio de Hyeonbyun.
Hyejin arqueó las cejas, visiblemente horrorizada.
—¿El novio? ¿Un alfa mal vestido? —la mujer fulminó a Hyeonbyun con la mirada—. Hyeonbyun, tú vienes de una familia respetable. Los omegas de la familia Kim tienen estándares… y claramente tú has perdido el sentido de ellos.
—Mamá, escúchame… —Hyeonbyun intentó interrumpirla, pero su madre no estaba dispuesta a escuchar.
—No, Hyeonbyun. Esto es inaceptable. —Hyejin lanzó una mirada despectiva a Jongseong—. No permitiré que un alfa de tan baja categoría se acerque a mi hijo.
Jongseong apretó la mandíbula, manteniendo la calma por respeto a Hyeonbyun, aunque cada palabra de la mujer le calaba hondo.
—Señora, yo respeto a su hijo y lo amo —dijo, mirando directamente a los ojos de Hyejin—. No me importa lo que usted piense de mí. Lo que importa es lo que sentimos Hyeonbyun y yo.
Hyejin lo miró como si hubiera dicho la mayor blasfemia posible.
—No te atrevas a dirigirme la palabra, chico. —Hyejin volvió su atención a Hyeonbyun—. Esto se termina aquí. Regresas a casa ahora mismo.
Hyeonbyun se debatía entre el miedo y la furia. Sabía que su madre era dominante, pero no estaba dispuesto a perder a Jongseong.
—No, mamá. No me iré a casa sin despedirme de Jongseong.
Hyejin bufó, claramente irritada.
—Muy bien, Hyeonbyun, haz lo que quieras. Pero mañana discutiremos esto con tu padre, y te aseguro que él pondrá fin a esta… insensatez.
Hyejin subió al coche, dejando a Hyeonbyun y Jongseong mirándose, todavía procesando lo ocurrido.
—Lo siento, Jongseong —murmuró Hyeonbyun, sintiendo una punzada de culpa.
—No tienes que disculparte por nada, Hyunie. —Jongseong acarició suavemente su mejilla, reconfortándolo—. Estoy dispuesto a pelear por ti, incluso si eso significa enfrentarnos a toda tu familia.
Hyeonbyun le sonrió, con los ojos brillando.
—Entonces, tal vez podamos soportar lo que venga juntos.
—¡Kim Hyeonbyun, apresúrate! —gritó su madre desde el coche. El joven suspiró y se apartó de su alfa.
—Te llamaré en unas horas —exclamó Jongseong y el omega asintió antes de besar los labios del Park y correr hacia el auto.
Solo hizo subir al vehículo cuando su madre empezó a regañarlo, pero el chico no prestaba atención solo mirando por la ventana del auto.
—¡Hyeonbyun! —gritó su madre cuando él chico bajó del auto apenas se estacionó en la mansión.
Hyeonbyun subió las escaleras de su casa con pasos apresurados, el corazón latiéndole con fuerza en el pecho.
—¡Kim Hyeonbyun! —la voz de su madre resonó en la entrada, llena de furia. Subió las escaleras rápidamente, y Hyeonbyun aumentó el ritmo, evitando a toda costa tener que enfrentarla.
Alcanzó el pasillo, con la esperanza de encerrarse en su habitación, pero la voz de su madre volvió a estallar a su espalda.
—¡No vas a ignorarme, joven! —gritó, deteniéndose al pie de la escalera—. Necesitamos hablar sobre esa relación tuya con ese… con ese Park Jongseong.
Hyeonbyun cerró los ojos y siguió avanzando, queriendo desaparecer. El último nombre que quería escuchar salir de los labios de su madre era el de Jongseong.
Hyesung, su hermano mayor y el alfa perfecto de la familia, apareció al escuchar los gritos de su madre.
—¿Qué está pasando? —preguntó, cruzándose de brazos, mirando entre su madre y su hermano menor.
Su madre, sin siquiera mirarlo, señaló a Hyeonbyun.
—¡Él! —exclamó con desdén—. Lo descubrí con ese chico… ese tal Jongseong, el alfa rebelde que anda por ahí jugando a ser estrella de rock que sale en tantos escándalos en las noticias.
La expresión de Hyesung se oscureció en un segundo.
—Hyeonbyun, ¿es en serio? —dijo en un tono que parecía contener tanto enojo como decepción—. Te dije claramente que te alejaras de él.
Hyeonbyun frunció el ceño, decidido a no responderles. Jongseong era alguien importante para él, aunque su familia no lo aceptara. Sin mirar a ninguno de los dos, continuó su camino hacia su habitación.
—¡Hyeonbyun! —gritó Hyesung, enojado—. ¡Estoy hablando contigo!
Hyeonbyun soltó un suspiro cansado y miró a su hermano apenas unos segundos.
—Ya escuché suficiente —murmuró—. No es asunto de ustedes con quién decido salir.
Las palabras dejaron a Hyesung y a su madre sin aliento. El desprecio en sus ojos lo lastimó más de lo que quería admitir, pero decidió ignorarlo. Giró sobre sus talones y entró a su habitación, cerrando la puerta de un golpe y girando la llave.
Apoyó la espalda contra la puerta y se dejó caer al suelo, sintiendo cómo las lágrimas que había estado conteniendo empezaban a salir. Sabía que la relación con Jongseong sería difícil. Que él nunca sería el omega obediente que su familia deseaba. Pero había algo en Jongseong, en su sonrisa desvergonzada y en su voz ronca, que lo hacía sentir libre, aunque fuera por momentos.
—¿Valdrá la pena? —susurró para sí mismo, mientras cerraba los ojos y recordaba la última vez que estuvo entre los brazos de Jongseong, perdido en la música y el calor que ese alfa le brindaba.
Afuera, escuchaba a su madre y a su hermano discutir. Pero Hyeonbyun sabía que, por más que intentaran convencerlo de que rompiera con Jongseong, él no cedería.
La luz del sol se filtraba a través de las ventanas de la elegante mansión de la familia Kim, iluminando el amplio salón decorado con obras de arte y muebles de diseño. Hyeonbyun estaba sentado en el borde de un sofá de terciopelo, con las manos temblorosas y el corazón latiendo con fuerza. Su madre, una mujer de porte elegante, miraba por la ventana con expresión tensa, mientras su padre, un imponente alfa de negocios, lo observaba con desdén.
—No puedo creer que me hagas esto, Hyeonbyun. ¡Un rockero! —exclamó su padre, furioso, cruzando los brazos sobre su pecho. Su voz era un trueno en la sala—. ¿Qué te ha pasado? ¿En qué estabas pensando?
Hyeonbyun se encogió un poco, sintiendo el peso de la decepción en el aire. Su relación con Park Jongseong había sido un refugio en medio de la presión constante, pero ahora parecía que todo se desmoronaba.
—Papá, no es lo que piensas —trató de explicar, su voz apenas un susurro—. Jongseong no es solo un rockero. Es… diferente. Me entiende.
Su madre se giró, dejando de observar el paisaje para fijar su mirada en él. Sus ojos estaban llenos de preocupación, pero también de desilusión.
—¿Diferente en qué sentido, Hyeonbyun? —preguntó ella con voz suave, aunque firme—. ¿No sabes que su estilo de vida es peligroso? Es un alfa problemático, y tú… tú tienes un futuro brillante por delante. No puedes arriesgarlo.
—Lo sé, pero… —Hyeonbyun bajó la mirada, sintiendo que las lágrimas se acumulaban en sus ojos—. Nunca me han dejado ser quien soy. En la academia, en casa, siempre es lo mismo: solo ballet, solo perfección. Con Jongseong, puedo ser yo mismo.
Su padre soltó un resoplido de frustración, sus manos ahora en sus caderas, mostrando su impotencia.
—¿Y qué crees que pasará si se entera de esto? Este no es el tipo de persona con quien deberías relacionarte. Es un vago. Escucha la música que toca; es todo lo que está mal en el mundo.
Hyeonbyun se levantó de un salto, su corazón lleno de rabia.
—¡Él no es un vago! ¡Es talentoso! ¡Es apasionado! —gritó, sintiendo cómo el ambiente se tornaba aún más tenso—. Solo porque no lleva un traje y no se comporta como un chaebol no significa que no sea un buen hombre.
—¡No quiero oír más! —interrumpió su padre, con la voz retumbando como un trueno—. Si no terminas esa relación, llamaré a la policía. Pediré una orden de alejamiento contra ese… ese delincuente.
Hyeonbyun sintió un nudo en el estómago. La idea de que su padre pudiera hacer algo así lo llenaba de pavor. Sabía que Jongseong no era perfecto, pero era el único que había visto más allá de su mundo de ballet y expectativas familiares.
—¡No puedes hacer eso! —gritó, los ojos vidriosos—. ¡No me alejes de él! ¡Es lo único que tengo que me hace feliz!
Su madre se acercó a él, intentando calmarlo.
—Hyeonbyun, por favor, solo piensa en lo que estás haciendo. Tu padre solo quiere protegerte —dijo, su tono ahora más suave—. Este tipo no es bueno para ti.
—No lo entienden… —susurró Hyeonbyun, sintiéndose atrapado entre el amor y la obligación, entre su deseo de libertad y la opresión familiar.
—Es tu futuro o un capricho —dijo su padre, con frialdad—. Tienes hasta mañana para terminar con él. De lo contrario, actuaré.
Hyeonbyun sintió como si el mundo se le cayera a pedazos. Mientras miraba a su padre, comprendía que la decisión estaba fuera de su alcance. Pero en su corazón, sabía que no podría dejar ir a Jongseong. Su vida podría ser una danza, pero ahora estaba a punto de cambiar el compás por completo.
—No puedo… —murmuró finalmente, la resolución en su voz. Su amor por Jongseong era más fuerte que cualquier presión que pudiera sentir.
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En el centro del salón de baile cierto omega castaño, se movía con gracia, sus pies descalzos apenas tocaban el suelo pulido. La música de Tchaikovsky llenaba el aire mientras realizaba una serie de pliés, cada movimiento preciso y calculado.
Su mente, sin embargo, estaba lejos de la danza. En su bolsillo, el teléfono vibró, interrumpiendo su concentración. Hyeonbyun se detuvo y, sin que nadie lo viera, sacó el dispositivo, la pantalla iluminándose con el nombre que hacía latir su corazón con fuerza: Jongseong.
—¿Hola? —susurró, asegurándose de que nadie lo escuchara.
—¿Hyeonbyun? —la voz rasposa de Park Jongseong le llegó a través del auricular. A pesar de la distancia, podía sentir la energía cruda de su alfa, un sentimiento que lo envolvía como una manta.
—¿Estás bien? —preguntó Hyeonbyun, sintiendo un nudo en el estómago al recordar los problemas que ambos enfrentaban.
—Aún respiro —respondió Jongseong con un tono burlón—. Pero esto de no poder verte... no sé cuánto más puedo aguantar.
—Lo sé, lo sé —Hyeonbyun suspiró, dejando caer la cabeza hacia atrás. Su cabello castaño brillaba bajo la luz. —Pero mis padres están furiosos. Me han castigado por ser tu novio. No puedo arriesgarme a que te pongan una orden de alejamiento.
Jongseong rió, pero no era una risa feliz.
—No debería ser así. No debería importarle a nadie a quién amas.
—Pero es así, Jongseong. Mi familia siempre ha tenido expectativas para mí. Todos los omegas en la familia son bailarines, y los alfas se dedican a los negocios. ¿Tú crees que les gustaría que saliera con un rockero? —se quejó Hyeonbyun, su voz temblando.
—¿Y qué importa eso? Eres increíble en lo que haces. Mereces ser feliz —dijo Jongseong, su tono volviéndose más serio. Hyeonbyun pudo imaginarlo, apoyado en alguna pared de su departamento desordenado, un cigarrillo encendido en la mano.
—Pero tú... tú haces muchas cosas malas —Hyeonbyun sonrió a pesar de la preocupación en su corazón—. Bebe, fuma, y lo peor de todo, estás involucrado en un mundo que no entiendo. No quiero que te pase nada.
—Siempre he estado en problemas, Hyeonbyun. Pero tú eres la única cosa buena en mi vida ahora. —Su voz se suavizó—. Te prometo que intentaré hacer las cosas bien.
Hyeonbyun sintió que el calor invadía su rostro. No podían seguir así. El peligro de ser descubiertos los acechaba como un depredador. Pero, al mismo tiempo, el deseo por Jongseong lo mantenía atado.
—Te guardaré un boleto para la competencia de seniors —exclamó buscando un rayo de esperanza. —El evento es en dos semanas. ¿Vendrás a verme?
—Por supuesto. Estaré en primera fila, gritando tu nombre —respondió Jongseong, el entusiasmo en su voz era contagioso.
—No puedes —Hyeonbyun protestó, sintiéndose culpable—. Si te ven...
—Lo haré. Quiero verte brillar —interrumpió Jongseong—. Y nadie puede detenerme. No me importa lo que digan tus padres.
Hyeonbyun sintió una mezcla de emoción y temor.
—Te necesito. —La vulnerabilidad en su voz era palpable.
—Lo sé, pero tenemos que ser cuidadosos. Prométeme que te cuidarás.
—Prometido. —Hyeonbyun cerró los ojos, deseando que todo fuera más fácil. La realidad era que su amor por Jongseong era un fuego que ardía intensamente, y aunque sabía que lo que estaban haciendo era arriesgado, no podía resistirse a la pasión que sentía.
—Te extraño, Hyeonbyun. Más de lo que imaginas.
—Yo también —murmuró, sintiendo una punzada en el pecho—. Pero tenemos que ser fuertes.
—Sí. Pero recuerda, siempre estaré aquí, incluso si es a kilómetros de distancia.
La conversación terminó y Hyeonbyun guardó el teléfono, sintiéndose a la vez amado y frustrado. Se volvió a la barra, sus pensamientos ocupados por la música que continuaba sonando, pero su corazón seguía atrapado en el mundo del rock y los secretos. Sabía que la competencia se acercaba, pero, más que eso, sabía que su amor por Jongseong podría desafiar cualquier norma.
El eco de los tacones de los espectadores resonaba en el vestíbulo del teatro, mezclándose con el murmullo de la audiencia ansiosa. Hyeonbyun, con su cabello recogido en un elegante moño, respiró profundamente para calmar sus nervios. La luz del escenario brillaba con intensidad, proyectando sombras dramáticas en el fondo, mientras la música de Tchaikovsky se filtraba a través de los muros, invitándolo a unirse a la danza.
—Recuerda, Hyeonbyun, —murmuró su instructoro, el señor Han, al borde del escenario—. Eres la estrella. Has trabajado duro por esto.
—Lo sé, profesor —respondió Hyeonbyun, sintiendo cómo el peso de la responsabilidad se asentaba sobre sus hombros—. Solo… necesito un momento.
Se giró, buscando un rincón donde pudiera concentrarse. Había algo que le faltaba esa mañana. La euforia de la competencia, el olor a madera pulida, y el sudor de los bailarines eran solo ruido de fondo. Lo que realmente anhelaba era sentir la calidez de la mano de Jongseong entrelazada con la suya.
—¿Listo para perder? —le dijo su compañera, Sooah, con una sonrisa burlona.
—Solo si tú te preparas para perder, —respondió Hyeonbyun, sonriendo con confianza. El ambiente se llenó de risas nerviosas y murmullos de expectativa.
Hyeonbyun cerró los ojos, imaginando a Jongseong entre la multitud, su mirada intensa centrada solo en él. Con un suspiro, se dirigió al vestuario para prepararse. Se puso su falda de tul blanco y ajustó sus zapatillas rosas, sintiendo el tirón de la tela y el roce del satén contra su piel.
Cuando fue momento entró al escenario.
Mientras la música de la orquesta comenzaba a resonar, se sintió cada vez más conectado con su cuerpo, cada movimiento era una declaración de su voluntad. El telón se levantó y el calor de las luces del escenario le dio la bienvenida. Hyeonbyun tomó su posición, respirando profundamente, y cuando la música comenzó a fluir, se lanzó a la danza.
Sus brazos se extendieron con gracia mientras sus pies parecían flotar sobre el escenario. Los pasos eran precisos y delicados, cada pirueta y salto diseñado para cautivar. La audiencia quedó cautivada, sus rostros iluminados por la admiración mientras Hyeonbyun danzaba como si el mundo se hubiera desvanecido.
Con cada giro, sintió que la conexión con Jongseong se intensificaba, como si estuviera allí, presente a su lado. Él era su musa, la chispa de inspiración que lo impulsaba. La danza era más que una actuación; era una conversación silenciosa entre ellos, llena de anhelos y promesas.
Al llegar al clímax de la pieza, Hyeonbyun ejecutó un salto final, un grand jeté que lo llevó a la cima de su interpretación. El tiempo pareció detenerse mientras estaba en el aire, sintiendo una mezcla de libertad y miedo. Al aterrizar, las palmas estallaron en aplausos ensordecedores, pero él solo pudo pensar en la sonrisa de Jongseong, abrió los ojos y allí lo vio en el asiento que había reservado. Sonrió y siguió con la última parte de su pieza.
La música terminó, y el escenario quedó envuelto en un silencio reverente antes de que la multitud estallara en vítores. Hyeonbyun se inclinó, sus ojos brillando de emoción mientras la adrenalina lo envolvía. Sabía que había dado lo mejor de sí, y eso era lo que realmente importaba.
Miró el asiento y notó que Jongseong se había levantado, miró hacía el asiento de sus padres y tampoco los vio. Temió lo peor.
Mientras se retiraba tras el telón, el señor Han lo abrazó.
—Felicidades, Hyeonbyun. Has superado tus propios límites.
—Gracias, —dijo, sonriendo torpemente ñ.
La sala de espera se llenaba de estudiantes nerviosos que trataban de felicitarlo, pero Hyeonbyun no podía concentrarse en nada más que en encontrarlo.
—¡Jongseong! —gritó, buscando entre la gente. Sus ojos castaños se movieron de un lado a otro, llenos de esperanza y ansiedad.
Finalmente, lo vio. Jongseong estaba en un pasillo, sus puños apretados, discutiendo acaloradamente con un par de figuras que Hyeonbyun reconoció de inmediato: sus padres.
—¡No te acerques a él, Jongseong! ¡Eres un mal ejemplo para nuestro hijo! —exclamó su madre, su voz llena de desprecio.
—No soy un mal ejemplo. Solo quiero estar con Hyeonbyun. Él es quien elige, no ustedes —respondió Jongseong, su tono desafiante.
Hyeonbyun sintió que la rabia le subía por la cabeza. Sin pensar, se acercó rápidamente, interponiéndose entre Jongseong y sus padres.
—¡Basta! —gritó, su voz resonando con la autoridad que raramente usaba—. No tienes derecho a tratarlo así.
—Hyeonbyun, por favor, aléjate de este tipo—instó su padre, frunciendo el ceño—. No entiendes en qué te estás metiendo.
—Sí, lo entiendo. Jongseong no es lo que ustedes piensan. ¡Él… él me quiere! —Hyeonbyun exclamó, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza.
Jongseong le lanzó una mirada, los ojos llenos de sorpresa y gratitud. Pero antes de que pudiera responder, Hyeonbyun, en un arranque de desesperación, agregó:
—¡Estoy embarazado!
Un silencio tenso llenó el pasillo. Los ojos de sus padres se abrieron como platos, y Jongseong quedó paralizado, su expresión cambiando de sorpresa a preocupación.
—¿Qué? —preguntó su madre, casi en un susurro, claramente impactada.
Hyeonbyun se dio cuenta de lo que había dicho, y rápidamente, trató de corregirlo.
—No, espera. No estoy embarazado… No quise decir eso… solo… solo quería defenderte, Jongseong.
El joven rockero dio un paso hacia Hyeonbyun, su mirada más suave ahora.
—¿Estás bien? No tienes que hacer esto por mí.
—Sí, estoy bien —respondió Hyeonbyun, tratando de recuperar la compostura mientras sus padres se recobraban de la sorpresa—. Pero tú no mereces ser tratado así. Eres más que eso, Jongseong.
—Eso no importa. Ellos son tus padres —dijo Jongseong, con una mezcla de frustración y tristeza en su voz—. No quiero ser una carga para ti.
Hyeonbyun sintió que su corazón se apretaba.
—No eres una carga. Lo que siento por ti es real. Y si ellos no pueden aceptarlo, entonces… entonces encontraré la manera de hacer que lo acepten.
Su madre dio un paso adelante, tratando de retomar el control.
—Esto no es lo que queremos para ti, Hyeonbyun. Necesitas enfocarte en tu carrera, no en… en esto.
—¡Ya basta! —exclamó Hyeonbyun, sintiéndose más decidido que nunca—. Mi vida no es solo ballet. Tengo derecho a ser feliz, y si eso significa estar con Jongseong, lo haré.
Jongseong lo miró con admiración, y por un instante, todo lo demás desapareció. Pero sus padres no estaban dispuestos a rendirse tan fácilmente.
—Si sigues con él, esto afectará tu futuro. Serás un paria en el mundo del ballet —dijo su padre con frialdad.
—Quizás eso no es tan malo —murmuró Hyeonbyun, sintiendo que el peso de sus decisiones comenzaba a caer sobre sus hombros—. No puedo seguir viviendo por ustedes —replicó Hyeonbyun, su voz sonando más fuerte de lo que se sentía. La adrenalina lo empujaba a actuar—. ¡Vamos, Jongseong!
Sin esperar respuesta, tomó la mano de Jongseong y tiró de él, corriendo por el pasillo. La tela de su traje ondeaba detrás de él mientras escapaban, como si el mundo estuviera en cámara lenta.
Sin mirar atrás, Hyeonbyun tomó su mano y ambos se dirigieron a la salida del teatro. Sabía que su madre estaba gritando algo tras él, palabras de desesperación y rabia, pero las ignoró. Estaba listo para escapar de todo.
Justo cuando cruzaban las puertas del teatro, una voz por los altavoces anunció el resultado de la competencia:
—El primer lugar de la competencia senior de ballet es para… Kim Hyeonbyun.
Las palabras resonaron en el aire, pero Hyeonbyun no se detuvo. Miró a Jongseong y sonrió, apretando su mano con fuerza.
Finalmente, se detuvieron en un pequeño callejón detrás de la academia, respirando pesadamente. La emoción de la carrera aún corría por sus venas. Jongseong se inclinó hacia adelante, su rostro iluminado por una sonrisa despreocupada.
—Nunca pensé que un niño en tutú vendría a salvarme —bromeó, mientras sacaba un cigarrillo de su bolsillo y lo encendía.
—No es un tutú, es un traje de ballet —corrigió Hyeonbyun, sintiéndose un poco avergonzado—. Y te lo dije, no dejaré que hablen así de ti.
—Eres increíble —dijo Jongseong, dando una calada profunda antes de soltar el humo—. No tienes idea de lo que eso significa para mí.
Hyeonbyun sonrió, sintiéndose invencible en ese momento. La vida de Jongseong era peligrosa y llena de riesgos, pero él no podía evitar sentirse atraído por esa chispa. Se acercó un poco más, deseando que ese instante durara para siempre.
—¿Así que… quieres seguir siendo mi novio después de esto? —preguntó Jongseong, sus ojos fijos en los de Hyeonbyun.
—Sí —respondió Hyeonbyun sin dudar—. Pero primero, tienes que prometerme que no harás nada estúpido.
Jongseong se rió, la luz del sol reflejándose en su cabello desordenado.
—Prometido, pero solo si tú prometes seguir bailando.
Y con eso, Hyeonbyun se sintió más seguro que nunca. Aunque sus mundos eran diferentes, juntos podrían encontrar un camino en la oscuridad.
Un elegante salón en las afueras de Seúl había sido el lugar elegido para una ceremonia privada. Con las luces tenues y el leve sonido de la música de fondo, Kim Hyeonbyun ajustaba los pequeños detalles de su traje frente al espejo, sus manos temblorosas y su corazón latiendo a un ritmo desenfrenado. La vida le había llevado por caminos que ni en sus sueños más extraños había imaginado.
—¿Estás listo, Hyeonbyun? —preguntó su mejor amiga, Sooah, con una sonrisa nerviosa, mientras acomodaba su propio vestido.
—Casi. Solo… un poco de miedo —respondió Hyeonbyun, dejando escapar un suspiro.
—No deberías. Es tu día. Jongseong te ama —dijo ella, apoyando una mano reconfortante en su hombro.
—Lo sé, pero… aunque suene raro, extraño a mis padres, pero sé que aún les cuesta mucho —su voz se apagó al recordar las palabras hirientes de su madre la última vez que se vieron.
Sooah frunció el ceño.
—Ellos empezaron a perdonarte. Eso es un paso. No puedes dejar que el miedo arruine tu felicidad.
Mientras Hyeonbyun reflexionaba sobre esas palabras, un golpe suave en la puerta interrumpió su pensamientos. Era Jongseong.
—¿Puedo entrar? —preguntó, con esa voz profunda que hacía que Hyeonbyun se sintiera como en casa.
—Sí, claro —respondió, con un pequeño gesto.
Cuando Jongseong entró, su presencia iluminó el salón. Llevaba un traje negro a medida que acentuaba su físico atlético, y su cabello alborotado le daba un aire desenfadado, como siempre. Pero, más allá de la apariencia, había algo más en él, algo que irradiaba confianza y calidez.
—Te ves increíble, Hyeonbyun —dijo, acercándose a él y tomando sus manos entre las suyas.
—Tú también. Aunque no esperaba que llegara tan pronto —Hyeonbyun sonrió, sintiendo la familiar mezcla de amor y ansiedad.
—No podía quedarme alejado de ti. Es nuestro día, ¿verdad? —Jongseong sonrió con picardía, acercándose un poco más, su mirada llena de complicidad.
El corazón de Hyeonbyun latía con fuerza. Había pasado mucho desde que escapó con él, cuatro años llenos de momentos difíciles y decisiones que los habían separado de sus familias. Sin embargo, cada vez que estaba con Jongseong, sentía que el mundo se desvanecía.
—¿Te imaginas a mis padres aquí? —preguntó Hyeonbyun, su tono lleno de ironía.
Jongseong soltó una risa suave.
—Al menos están empezando a perdonarte, y eso es más de lo que podríamos esperar.
—Tienes razón. Pero siempre hay un "pero". —Hyeonbyun bajó la mirada, recordando las conversaciones tensas y las frías despedidas.
—No te preocupes. Esta es solo la primera página de nuestra historia. Ellos tendrán que aceptarlo, porque yo nunca te dejaré ir —le aseguró Jongseong, levantando su mentón para que sus ojos se encontraran.
El sonido de las campanas anunciando la hora del comienzo de la ceremonia interrumpió su momento. Con una última mirada llena de promesas, Hyeonbyun y Jongseong se dirigieron hacia el pequeño jardín donde solo sus amigos más cercanos los esperaban.
La ceremonia fue breve y sencilla. Las palabras de amor y compromiso se deslizaron entre risas y lágrimas, y aunque el ambiente era íntimo, el amor que compartían llenaba cada rincón. Cuando llegó el momento de los votos, Hyeonbyun sintió que el tiempo se detenía.
—Yo, Kim Hyeonbyun, te elijo a ti, Park Jongseong, como mi compañero, mi hogar y mi amor —declaró, la voz firme a pesar de la emoción.
—Y yo, Park Jongseong, te elijo a ti, Kim Hyeonbyun, por siempre, incluso en los días oscuros —respondió Jongseong, su mirada nunca apartándose de la suya.
Los aplausos llenaron el aire, pero todo lo que Hyeonbyun podía sentir era la calidez de la mano de Jongseong envolviendo la suya. Al mirarse, supo que, a pesar de los desafíos y las heridas del pasado, habían encontrado su lugar en el mundo, juntos. Él había entrado a la compañía de ballet más famosa de Asia, y Jongseong se había convertido en uno de los cantantes más famosos de 5 de los 7 continentes.
Mientras se besaban por primera vez como esposos, una ráfaga de viento acarició sus rostros, como si el universo mismo les diera su bendición. En ese instante, Hyeonbyun supo que no había vuelta atrás, y que cada paso que habían dado juntos los había llevado a este momento. Estaba listo para enfrentar el futuro, con Jongseong a su lado.
Fin...
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