Capitulo VII
Qui-Gon no quería dejar a Trinkatta, pero el kloodaviano insistió. Toda su vida, Qui-Gon había sentido gran simpatía por todas las criaturas vivas, especialmente por aquellos que parecían ser de alguna ayuda; Trinkatta puede que fuera pequeño, pero no cabía duda que Qui-Gon era un ser voluntarioso, capaz de cuidarse solo. El hecho que Trinkatta fuera propietario de toda una fábrica de naves era prueba que era un formidable personaje.
Qui-Gon corrió por el pasillo. El sonido de sus pasos llegó a los sensores de audio de los dos droides de operaciones de la fábrica a lo lejos del extremo del corredor.
Los dos droides avanzaron bloqueando la entrada de Qui-Gon al cuarto de montaje de naves. Ambos droides tenían superiores cuerpos anchos soportados en fuertes pero delgadas piernas. Levantando sus brazos, los amenazadores droides ansiosamente le hicieron sonar sus garras a Qui-Gon.
Esperando conservar la carga en su sable de luz, la mano de Qui-Gon tomó su gancho. Sacándolo de su cinturón, tomó el delgado pero fuerte cable y lo lanzó a las piernas de los droides. El gancho atrapó y enrolló a los droides, apresándolos bajo sus rodillas. Mientras los droides trataban de salir del enredo, Qui-Gon tiró del cable. Los pies de los droides se liaron bajo ellos, enviando a los dos autómatas al piso.
Qui-Gon saltó sobre los droides caídos mientras se cayeron con estrépito en el piso, incapaces de levantar sus colosales figuras. Entró al cuarto de montaje y lo encontró lleno de una neblina de humo. Mirando hacia el techo, apenas pudo ver las ventanas que cubrían los niveles más altos.
Por entre el cuarto, más allá de varias filas de naves y vehículos repulsores en diferentes etapas de construcción, Qui-Gon vio la cámara de operaciones de montaje. De acuerdo a Trinkatta, los controles de las chimeneas de la fábrica estaban localizados en el cuarto de operaciones. Tosiendo, Qui-Gon revisó el medidor de su respirador. Estaba casi agotado.
Aguantando su respiración, atravesó el cuarto. Para su asombro, encontró que los circuitos del computador de la cámara de operación habían sido arrancados. Sospechó que los droides lo hicieron, en un esfuerzo por evitar que alguien abriera las chimeneas y permitiera que el humo escapara.
Qui-Gon detectó un caza sin terminar yaciendo sobre un sistema transportador cercano. La nave no estaba lista para volar pero sus cañones láser parecían funcionales.
Aguantando aún su respiración, corrió hacia el caza estelar y saltó a la cabina. Sus dedos se dirigieron hacia el sistema de armas del vehículo mientras apuntaba los cañones láser hacia el distante cielo raso.
Qui-Gon apretó los gatillos y disparó los cañones, lanzando una poderosa explosión de luces continuas hacia el techo. Los rayos láser atravesaron el techo en una feroz explosión. Los rayos superiores rompieron y cayeron. Qui-Gon saltó fuera del caza y buscó cubrirse en un hoyo de grasa. En un segundo después, el caza fue destruido por un inmenso bloque de plastoide.
Mirando desde el foso de grasa, Qui-Gon vio que había hecho un gran hoyo en el techo. Su vista del cielo de Esseles era oscurecida por el humo que se elevaba mientras que la fumarada atravesaba el hueco y salía de la fábrica.
Cuando la humareda se aclaró, revisó el área, buscando alguna señal de Adi Gallia. El Maestro Jedi percibía que Adi había estado en esa habitación antes. Sin confiar en sus ojos, Qui-Gon los cerró y abrió su mente a la Fuerza.
Una imagen se formó en su mente. Percibía a Adi Gallia tirada tranquilamente en una cámara. Estaba cerca, de repente lo supo. Sólo que... ella estaba bien arriba del piso... en algún lado...
Girando su cabeza, Qui-Gon abrió los ojos para darse cuenta que estaba mirando por una ventana que ofrecía una vista del espaciopuerto de la fábrica desde el cuarto de ensamble. Al otro lado del espaciopuerto, la torre de observación aparecía sobre la bahía de aterrizaje.
¡La torre!... Qui-Gon súbitamente supo que encontraría a Adi Gallia allá. De veinte pisos de alto, la torre era una estructura nueva construida encima de una vieja plataforma de roca. Los primeros diecisiete pisos se elevaban desde el terreno como un obelisco cuadrado que soportaba una cúpula invertida cubierta con ventanas de transpariacero que sostenían los tres pisos de los niveles de observación. Cinco muelles de aterrizaje de plastoide sobresalían de la cúpula invertida, añadiéndole a la torre la cruda apariencia de una gigantesca flor en forma de máquina.
Qui-Gon revisó la torre y vio un vehículo en el muelle de aterrizaje más alto de la torre. El vehículo no estaba allí cuando los Jedi habían llegado a la fábrica. Era un extraño saltacielos de dos sillas, un rápido vehículo propulsor diseñado para volar sobre el terreno. Qui-Gon no reconoció el modelo.
Recordando que el cuarto principal de control droide estaba en el nivel 19 de la torre, Qui-Gon pensó que la presencia de un saltacielos alienígena parecía ser demasiada coincidencia. Sospechaba que el saltacielos parqueado en la torre pertenecía a los villanos saboteadores que intentaban tomar el control de la fábrica de Trinkatta reprogramando sus droides desde la torre.
Consciente de que Adi Gallia podría estar a merced de un enemigo desconocido, Qui-Gon corrió hacia la salida del espaciopuerto.
Rogaba por encontrarla viva.
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