Capitulo III
Minutos después de dejar Coruscant, el Radiante VII saltó al hiperespacio. Era un viaje difícil; para llegar al Sector Darpa el computador de navegación necesitaba cambiar delicadamente de curso de una ruta de comercio a otra antes de llegar al sistema de Esseles. Rato después, el crucero salió del hiperespacio, llegando a la órbita de Esseles.
—Naves Trinkatta está a las afueras de Calamar —apuntó Qui-Gon—. El capitán aterrizará nuestro crucero a una distancia discreta y permanecerá en la nave. Desde ahí, nos desplegaremos en deslizador.
Volviéndose hacia el alado Noro, Qui-Gon continuó.
—Noro, volarás a Trinkatta, buscando señales de cualquier actividad inusual. Vel, Obi-Wan y yo viajaremos en deslizador y nos encontraremos allá.
Hablándole al piloto por la unidad de comunicaciones, Qui-Gon Jinn ordenó:
—Aterricemos.
Veinte minutos más tarde, el deslizador de Qui-Gon, Val y Obi-Wan se alejaba del Radiante VII. Volando bajo sobre el camino polvoriento, Vel Ardox conducía el deslizador a alta velocidad hacia la fábrica de naves.
Naves Trinkatta era un complejo inmenso, cubría casi dos kilómetros cuadrados. Rodeada de una barricada alta de piedra, el complejo encerraba dos grandes estructuras: una torre de observación para monitorear las naves que ingresaban y salían, y una monumental factoría. Los niveles superiores de la fábrica parecían estar compuestos de plastoide con ventanas abovedadas de transpariacero, pero los viejos cimientos indicaban que la edificación original había sufrido profundas renovaciones. Adornando el techo de la fábrica, tres chimeneas altas expelían un humo azul oscuro hacia el cielo. Obi-Wan tosió, luego aclaró su garganta.
—Ese humo fétido —inhaló, inclinándose hacia las chimeneas—. ¡Dudo que Naves Trinkatta conozca de regulaciones ambientales!
Estudiando la barricada alta que rodeaba la fábrica, Vel Ardox apuntó:
—Parece como que tampoco promueven visitantes.
Disminuyendo la velocidad para planear cerca del muro, Vel Ardox miró hacia arriba, buscando a Noro. Sus agudos ojos rápidamente encontraron a la figura voladora. Noro planeaba en lo alto de la fábrica, evitando cuidadosamente las nubes tóxicas que se elevaban desde las tres chimeneas. Inclinando sus alas, Noro se abalanzó en una espiral descendente hacia los otros Jedi. Segundos más tarde, sus garras tocaron el terreno junto al deslizador.
—Hace mucho tiempo, esta fábrica debió haber sido una fortaleza —declaró Noro mientras Qui-Gon, Obi-Wan y Vel se bajaban del deslizador. Apuntando hacia la torre de observación, Noro continuó—: El espaciopuerto de Trinkatta está entre la torre y la fábrica. Vi algunos vehículos turborepulsores y un viejo carguero aparcados en el espaciopuerto, pero no había ninguna señal de los cazas droides.
—Deben estar al interior de la fábrica —dijo Qui-Gon—. ¿El muro rodea toda la fábrica?
—Sí —respondió Noro—. Y al otro lado del muro hay un amplio foso. Un puente cruza el foso desde un puesto de control de seguridad.
—Muéstranos el camino hacia el puesto de control, Noro —solicitó Qui-Gon. Noro guió a los otros alrededor de la barricada hacia una gran cabina de piedra. Más allá de la cabina, una pesada puerta de metal separaba a los Jedi desde el puente hasta la fábrica de naves.
Dos droides de seguridad altos salieron de la cabina del puesto de control. Acercándose a los Jedi, los pesados pies de metal de los droides sonaban contra el liso pasillo. Un droide levantó una mano en señal de alto.
—¿Cuáles son sus asuntos con Trinkatta? —preguntó el droide, mientras su cabeza en forma de tonel escaneaba las cuatro figuras.
—Buscamos una amiga nuestra —respondió Qui-Gon—. Se supone que nos encontraríamos aquí. Es inspectora inmobiliaria. —El droide sacudió la cabeza, que crujía con cada giro del cuello.
—No hay inspectores inmobiliarios aquí. Sólo droides. Deben irse ahora. Estamos apagando las chimeneas. La fábrica está a punto de ser fumigada.
—¿Fumigada? —preguntó Qui-Gon—. Pero si sólo hay droides al interior, ¿qué tratan de exterminar?
—Bichos —respondió rápidamente el otro droide—. Ahora deben irse…
—¡Miren! —gritó Obi-Wan. Siguiendo su mirada, los otros Jedi vieron que las tres chimeneas de la fábrica ya no estaban liberando nubes tóxicas al aire. Segundos más tarde, las altas ventanas de transpariacero se oscurecieron cuando el humo comenzó a llenar la factoría.
Qui-Gon Jinn cerró los ojos en señal de meditación. Abriendo los ojos dijo:
—Siento que Adi Gallia está al interior del complejo… y puede que esté herida. ¡Tenemos que rescatarla antes que sea consumida por el humo! —Fijando su mirada en los droides, Qui-Gon ordenó—: Deben dejarnos entrar a la fábrica inmediatamente.
Los fotorreceptores del droide más cercano se pusieron rojos.
—Instrucciones recibidas del comando central droide —expresó el droide mientras daba un paso atrás—. Los intrusos deben ser exterminados.
Sin más advertencia, ambos droides alcanzaron sus pistolas bláster. La mano de Obi-Wan tomó su sable láser, pero Vel Ardox se movió más rápido. Su sable de luz resplandeció y
arremetió en una barrida relámpago, cortando ambos droides antes que pudieran disparar sus blásters. Los droides cayeron al piso.
—¡Se supone que los droides de seguridad arrestan a los intrusos! —exclamó Vel—. Alguien reprogramó estas unidades para matar.
—¿Pero quién haría…? —Obi-Wan comenzaba a decir, pero fue interrumpido por el estridente sonido de una sirena.
—¡Los otros droides ya deben saber que estamos aquí! —apuntó Noro—. Uno de nosotros debe quedarse aquí y distraerlos, mientras el resto de nosotros encuentra una entrada a la fábrica. ¡Tenemos que detener ese humo o abrir esas chimeneas!
—¡Si podemos llegar al cuarto principal de control —añadió Ardox— podremos anular el sistema y desactivar todos los droides!
—¡Adi Gallia es nuestra prioridad! —declaró Qui-Gon mientras agarraba su sable de luz.
—¡La fábrica se está llenando con humos tóxicos! ¡Tenemos que encontrar a Adi y sacarla ahora!
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