Capitulo II

El Consejo Jedi estaba conformado por doce miembros: Mace Windu, Yoda, Ki-Adi-Mundi, Adi Gallia, Depa Billaba, Eeth Koth, Oppo Rancisis, Even Piell, Plo Koon, Saesee Tiin, Yaddle y Yarael Poof. Juntos, contemplaban el balance de la Fuerza y ayudaban a guiar a los Caballeros Jedi en sus misiones. Con el Maestro Yoda a su lado, Mace Windu, presidía como Director Jedi del Consejo.

Saliendo del turboascensor y entrando a la cámara del Consejo, Qui-Gon y Obi-Wan se encontraron al Maestro Jorus C’baoth, que estaba de salida. Como Jorus C’baoth era el consejero personal del senador Palpatine del Senado Galáctico, Obi-Wan se inquietó mucho más por la naturaleza de la reunión en el Consejo.

Acercándose a los miembros del Consejo, Qui-Gon echó una rápida ojeada a los Jedi sentados. Inmediatamente notó una silla vacía dentro del recinto semicircular del Consejo. Cayendo en la cuenta del Jedi que estaba ausente, Qui-Gon ignoró toda formalidad y preguntó:

—¿Qué le pasó a Adi Gallia?

Antes que Mace Windu pudiera responder, las largas y puntiagudas orejas de Yoda se echaron hacia atrás mientras decía:

—Siempre perceptivo el Maestro Qui-Gon es, a lo que es visible no.

—Adi Gallia está desaparecida, Qui-Gon —reveló Mace Windu—. Estaba en una misión encubierta en el planeta Esseles. —Levantando una mano hacia el proyector holográfico, Mace activó un holograma. Un globo que rotaba lentamente apareció, mostrando Esseles como un cálido mundo cubierto de una serie de montañas jóvenes—. Sabemos que Adi llegó a salvo a Esseles, pero no realizó los últimos dos reportes programados. ¿Estás familiarizado con este mundo?

—Nunca he estado allí, pero lo conozco. —Qui-Gon estudió el holograma—. Es uno de los planetas vinculados a la Ruta Comercial Perlemiana, en el Sector Darpa. La capital de Esseles 3 es Calamar, un centro de investigación de alta tecnología y desarrollo, especializada en hipernáutica y motores avanzados de hiperimpulso.

Escuchando a su Maestro, Obi-Wan sintió admiración y respeto. Obi-Wan siempre había estado impresionado por la aguda memoria de Qui-Gon para los detalles.

Mace asintió, manteniendo sus ojos fijos en Qui-Gon.

—Esseles ha progresado de la investigación y desarrollo a la manufactura a gran escala —apuntó Mace—. Recientemente, el Consejo recibió una misteriosa tarjeta de datos, alertándonos que una fábrica llamada Naves Trinkatta fue comisionada para construir cincuenta cazas droides experimentales.

—¿La tarjeta de datos fue un truco para llevar a los Jedi a Esseles? —preguntó Qui-Gon.

—Si fuera un truco —preguntó Mace Windu— alguien tuvo muchos problemas para enviarnos información muy detallada. —El holograma de Esseles se desvaneció, reemplazado por un flamante caza estelar droide en forma de dardo—. De acuerdo a la tarjeta de datos —continuó Mace— estos cazas estelares están equipados con motores de hiperimpulso.

—Y qué significa nosotros los sabemos —intervino Yoda—. Viajar por el hiperespacio para propósitos de paz, los cazas droides no lo harán.

—El Maestro Yoda dice la verdad —aseveró el Maestro Jedi Rancisis. Un astuto estratega militar, el velludo Maestro Oppo apuntó hacia el programa y manifestó—: Los cazas droides tienen dos propósitos: matar y conquistar. Son armas voladoras de alquiler, sin temor ni remordimiento, reservadas generalmente para las campañas más letales. Con capacidad de hiperimpulso, no necesitan ser transportados por una nave carguero. Programados apropiadamente, pueden ser enviados a atacar cualquier nave o planeta en la galaxia y comprados por cualquier criatura que pueda pagarlos.

—Dudo que Naves Trinkatta haya construido costosos cazas droides a menos que ya hubiera un comprador —comentó Qui-Gon Jinn mientras se desvanecía el holograma—. ¿Saben quién encargó estos cazas?

—No —replicó Mace Windu—. Eso era lo que Adi Gallia esperaba averiguar en Esseles. No hemos informado al Senado de nuestra investigación porque los cazas droides pueden haber sido ordenados por un planeta miembro de la República Galáctica. Es posible que uno de nuestros aliados esté planeando una guerra civil. Si ese es el caso, el informar al Senado puede alertar a los compradores para cubrir su rastro. Le hemos pedido a Jorus C’baoth no notificar a ningún senador de estos procedimientos. Hasta que tengamos evidencia sólida de la identidad de quién paga por los cazas, necesitamos mantenerlo en secreto.

—¿Secreto? —preguntó Qui-Gon, esforzándose por mantener la voz tranquila—. ¿Qué hay de Adi Gallia? ¿Su vida no vale más que otra operación encubierta? Por si no recuerdan, ¡no estaría parado aquí ahora si ella no hubiera salvado mi vida!

Obi-Wan se sorprendió por la afirmación de su Maestro. Qui-Gon nunca le había contado de una aventura con Adi Gallia.

—Es por eso que te hemos citado, Qui-Gon Jinn —respondió Mace Windu—. Comandarás a dos caballeros Jedi para encontrar a la Maestra Adi.

En ese momento, dos Caballeros Jedi más ingresaron a la cámara del Consejo. Eran Vel Ardox y Noro Zak. Vistiendo una túnica negra, Vel Ardox parecía humana, pero era una anfibio biubree del Sector Ploo. Noro Zak, con sus orejas puntiagudas y alas membranosas y coriáce

as indicaba que era un baxthrax.

Qui-Gon saludó a los dos Caballeros Jedi. Había peleado junto a Vel y Noro en el pasado y confiaba en ambos.

—Exceptuando las circunstancias, es bueno verles —saludó Qui-Gon. Girando hacia la puerta, continuó—: Será mejor que los cuatro vayamos a Esseles. Vamos, Obi-Wan…

—Tal vez no fui claro, Qui-Gon —interrumpió Mace Windu—. Una Maestra Jedi está desaparecida. Esta misión puede ser extremadamente peligrosa. Como aprendiz, Obi-Wan Kenobi no está listo para dicha misión. Tu Padawan debería permanecer aquí en el Templo.

Qui-Gon miró a Obi-Wan, buscando su rostro por si alguna reacción. Obi-Wan tenía una expresión relajada y sabiamente permaneció en silencio. Pero Qui-Gon percibió que estaba decepcionado.

—Entendido —respondió Qui-Gon a Mace Windu—. Obi-Wan nos ayudará a prepararnos para la partida.

Viendo a Qui-Gon, Vel Ardox, Noro Zak y a Obi-Wan salir de la cámara del Consejo, Yoda dijo suavemente:

—Que la Fuerza los acompañe.

En el hangar de naves del Templo Jedi, el Crucero Radiante VII y su tripulación de ocho: un capitán, dos copilotos, dos oficiales de comunicaciones y tres ingenieros, esperaban para transportar a los Jedi hacia Esseles. Desde la cubierta del hangar, Obi-Wan miraba cómo Qui-Gon seguía a Vel y a Noro hacia la escotilla principal del crucero.

Por supuesto, Obi-Wan había esperado unírsele a Qui-Gon en la misión; había peleado junto a su Maestro antes y creía que estaba bien entrenado para dicha misión. Pero el Padawan sabía muy bien que cuestionar las razones de Mace Windu de quedarse en Coruscant, también le podía traer alivio a su decepción. Si Qui-Gon había discutido con Mace Windu sobre permitir que Obi-Wan se uniera al equipo de rescate, hubiera sido vergonzoso para todo el Consejo.

Al ingresar al Radiante VII, Noro Zak se tuvo que agachar, doblando sus rígidas alas contra su espalda para que no rozaran el techo. Qui-Gon miraba desde la escotilla abierta mientras Noro se acomodaba en el asiento junto a Vel Ardox.

—Puede cerrar la escotilla, Maestro Qui-Gon —advirtió Vel—. Estamos listos.

—Aún no —replicó Qui-Gon mientras jugueteaba con el mecanismo de la escotilla. Volviéndose hacia la escotilla, Qui-Gon miró hacia la cubierta del hangar y llamó a Obi-Wan—. Padawan, quiero que revises esta escotilla. Creo que está atorada.

Preguntándose por qué Qui-Gon no solicitó un droide mecánico apropiado, Obi-Wan abandonó el muelle y entró al crucero. Tan pronto como Obi-Wan estuvo adentro, Qui-Gon cerró rápidamente la escotilla.

—¡Ah! —exclamó Qui-Gon—. Parece que la escotilla funciona después de todo. Ahora, Padawan, ya que estás abordo, deberías buscarte una silla. Tenemos un largo viaje por delante.

—P-p-pero, Maestro. —Obi-Wan tartamudeó—. Mace Windu dijo que debía quedarme.

—Sé lo que Mace Windu sugirió —interrumpió Qui-Gon— pero eres mi responsabilidad. Si voy a Esseles, te quiero donde perteneces: ¡a mi lado!

La mirada de Obi-Wan viajó desde la escotilla cerrada hasta el rostro de Qui-Gon. A pesar de la presencia de Vel y Noro, Obi-Wan estuvo obligado a protestar.

—Perdóneme, Maestro, pero me pone en una situación incómoda. Me pide desobedecerlo tanto a usted como al Consejo Jedi.

—No te estoy pidiendo que desobedezcas a nadie, Padawan —respondió Qui-Gon—. Ambos sabemos que estás listo para esta misión. Quiero que vengas con nosotros a Esseles porque tengo un presentimiento que te vamos a necesitar allá. Si estoy pidiendo algo es tu ayuda. —Volteando la cara hacia los dos Jedi sentados, Qui-Gon levantó sus cejas y preguntó—: ¿Preguntas?

Vel y Noro intercambiaron miradas. Volviéndose hacia Obi-Wan, Noro preguntó:

—¿Quieres un asiento cerca a la ventana?

Después de un momento de duda, Obi-Wan se alejó de la puerta cerrada.

—No puedo creer que esté haciendo esto —murmuró. Qui-Gon sonrió.

—¡Me alegra que hayamos arreglado eso! —Inclinándose hacia una unidad de comunicaciones empotrada en la pared, Qui-Gon se dirigió hacia el capitán del Radiante VII, ubicado en la cabina del crucero—. Estamos todos a bordo, Capitán. Prepárese a despegar.

Mientras Qui-Gon y Obi-Wan se ubicaban en asientos contiguos, Obi-Wan susurró:

—¿Maestro? No sabía que la Maestra Adi le había salvado la vida.

En vez de responder inmediatamente, Qui-Gon cerró los ojos, preparándose para entrar en una meditación profunda.

—Te contaré todo, Padawan… después de que rescatemos a Adi Gallia.

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