Capitulo veinticuatro

—Yo caminaré entre las piedras... Hasta sentir el temblor —su voz sonaba atropellada, y estaba tropezando con sus propios pies mientras caminaba en medio de la calle, a su lado, un Pablo también ebrio la seguía intentando que no se cayera—. En mis piernas... A veces tengo temor, lo sé... A veces, vergüenza, oh-oh 

Por alguna loca razón cuando pase el temblor se puso en play en su cabeza, aunque ya esa noche no podía ser más loca. 

>>¡Canta Pablo!

—Estoy sentado en un cráter desierto —Pablo no cantó realmente, solo dijo la frase. 

—Yo escucho todos tus chistes —ella se quedo parada y le dio un manotazo en el brazo—. Y tú no cantas conmigo para complacerme. 

—Sigo aguardando el temblor, en mi cuerpo. Nadie me vio partir, lo sé —la voz de Pablo tambien sonó atropellada, y ambos se quedaron de pie en mitad de la calle, el parecia muy concentrado, quizá en recordar la letra—. Nadie me espera.

—Hay una grieta, en mi corazón... Un planeta con desilusión —ambos cantaron a coro y comenzaron a reír antes de retomar el camino. 

El sonido de un claxon los hizo moverse rápido intentando subir a la acera, pero en el intento Pablo tropezó con sus propios pies cayendo de cara. 

—¡Mierdaaa! —Agatha rió incontrolable mirándolo desde arriba en sus intentos fallidos de levantarse. 

—Ayúdame, deja de burlarte, malaaaa —Pablo hizo un puchero mirándola con los ojos entrecerrados.  

—Vamos princeso —le ofrece las dos manos para ayudarlo, aunque en el intento casi cae ella también—. El temblor te tumbo —ambos volvieron a reír. 

Para cuando casi amanecía ambos estaban aún mas ebrios en la sala de su casa, con dos botellas vacías y muchas bolsas de frituras también, habían terminado en una noche de karaoke. Ahora era el turno de Pablo. 

—Ya te pusiste en modo cursi —ella lo miraba desde el sofá, ya sus ojos se sentían pesados. 

—Si tú supieras... Cómo te ansía cada espacio de mi cuerpo, cómo palpitan tus recuerdos en el alma, cuando se queda tu presencia aquí en pecho —Pablo estaba cantando usando el palo de la escoba de micrófono—. Ven, entrégame tu amor... Para calmar este dolor de no tenerte. Para borrar con tus caricias mis lamentos, para sembrar mil rosas nuevas en tu vientre. 

—Si que estas despechado Pablo Fernandez. 

—Ven... Entrégame tu amor. Que está mi vida en cada beso para darte y que se pierda en el pasado este tormento. Que no me basta el mundo entero, para amarte... Eres una rompe inspiración ama —él se dejo caer en el sofá junto a ella refunfuñando. 

—Bah... No entres en modo drama. Ve a tu casa a dormir. 

—No señora, me trajiste hasta aquí, es tu responsabilidad hacerte cargo y cuidarme hasta el final —los ojos de ella comenzaban a cerrarse, y lo que menos tenia es energía para discutir. 

—Solo quieres quedarte en mi casa, aprovechado —cuando lo miro ya el tenía los ojos tambien prácticamente cerrados. 

—¿Pablo...?

—¿Mmm?

—Me gustas —eso fue un susurro, o no. Puede que fuera un sueño... O no. 

***_***_***

La resaca estaba siendo realmente el menor de sus problemas, un muy amable Pablo estaba en su cocina preparando lo que seria aparentemente el almuerzo, y ella estaba destruida frente a la mesita con un gran desayuno preparado por él mientras intentaba coordinar sus ideas. 

Al parecer, el entrometido de su vecino había contestado el teléfono cuando sus hermanas anunciaron que tendrían un almuerzo familiar, y no contento con aceptar por ella, incluso había propuesto encargarse de lo que comerían. 

—Deja de mirarme con odio amor —él había amanecido de lo más sonriente, ¿De donde saca tanto buen humor hasta en las mañanas? 

—Eres un idiota Pablo. 

—Soy un amor —le guiñó divertido—. Esto va a ser así Agatha. Yo terminaré esto, tú comerás tu desayuno, y luego iras a darte una larga ducha que hueles del asco, y despues dejaras de ser tan cobarde y hablaras con tus hermanas. 

—¿Por que me llamas cobarde?

—Porque te conozco, y cuando estas en tu tónica más odiosa es porque le estas dando vueltas a algo, y sé que hace días las estas evitando. 

—¿Que eres mi terapeuta?

—Yo creo que sí. Deberías comenzar a pagarme. 

—Tonto. 

Su ducha refrescante le había bajado el ligero mareo y dolor de cabeza con el que despertó, después de cambiarse y salir de su habitación se encontró con la sala y cocina bastante relucientes, la mesa puesta y todas las ventanas abiertas, y en la mesita un vaso de agua con pastillas y una nota. 

"Deja de huir, de lo que sea que quieras huir hoy. Eres fuerte, independiente, valiente, y maravillosa. Tus hermanas no son el enemigo, pero debes enfrentarlas, y ser tú mientras lo haces. La Agatha que yo conozco.

La familia está para quererse, entenderse, apoyarse y respaldarse. Y si te das una oportunidad veras que no estas sola.  

Tú puedes". 

Julio 26, 2015. Domingo. 

La semana se había pasado en una relativa prisa, sus hermanas y ella por fin habían tenido una de esas charlas profundas y sinceras que llevaban años necesitando. O que ella llevaba años necesitando... 

Ahora las alertas estaban encendidas, pero sus hermanas lo sabían, y para el miércoles, ya estaba teniendo visita a un nuevo psicólogo, la primera sesión no había servido de mucho porque no pudo decir ni siquiera dos palabras de lo que quería decir, pero este estaba siendo un gran paso.  

La libertad que sintió después de ese almuerzo de martes fue abrumadora, pudo llorar frente a sus hermanas todo lo que quiso, y decirles cuan herida y lastimada se sentía, pudo enfrentar ese miedo de que ellas supieran cuan rota estaba. Aún se sentía un poco culpable por darles a sus hermanas esta nueva preocupación, por llenarlas con un nuevo problema. Pero ahora y a este punto, es cuando más consiente es, que no puede salir sola de sus agobios y tristezas. 

La nota que Pablo le dejo ese día estaba debajo de un libro un poco arrugada en su mesita de noche, la estuvo apretando por horas ese día mientras se desahogaba con sus hermanas, porque de una u otra forma, sirvió para no sentirse sola, esa nota era un respaldo de Pablo, de su mejor amigo y su ancla a pesar de todo.

Entre las idas y venidas de la semana, aún llena de días agotadores en el trabajo, y ahora con sus hermanas muy al pendiente y turnándose para almorzar o cenar con ella, no había vuelto a ver a Pablo, él como siembre la hizo sonreír con un par de mensajes de chistes tontos, pero sin hablar realmente de nada más. 

Aún no estaba lista para contarle todo aquello que sucedió con sus hermanas, ni para exponer sus sentimientos más oscuros ante él, pero aunque no lo dijera, Pablo siempre parece saberlo todo. 

El despertar de ese domingo estaba siendo enérgico, y amaneció con ganas de ir a ver a Pablo. 

Aún sin bañarse ni quitarse el ridículo pijama de abejitas, se convenció de que solo iría a la tienda por un rico desayuno, y no a ver al tendero. 

Al llegar se encontró un conocido en las mesas de la entrada, y se sintió arrepentida de no cambiarse. 

—¡Por fin apareces mujer! —Mario estaba frente a ella vistiendo un colorido conjunto de bermuda amarilla y camiseta de flores.

—Hola, ¿Me estabas esperando?

—Por horas te estábamos esperando, pero el estúpido del tendero no nos quiso dar tu dirección —dice en voz alta para que Pablo lo escuche.

—¿Y por qué no me llamaste?

—Mmm, buen punto. Mira te presento a Dom —sonrió entusiasmado y halo del brazo a un chico que estaba cerca a la entrada hablando con Pablo que estaba detrás del mostrador—. Dom, llegó tu cita.

—Un gusto conocerte Agatha —Dom la miro sonriente. Un hombre alto, moreno y fornido, no demasiado. Una linda sonrisa y unos ojos negros con expresión divertida.

—¿Cita? —estrecho la mano del hombre con el ceño fruncido.

—Oh sí.

—Dom, también es un gusto conocerte —dice recuperándose un poco del impacto inicial—. Permiteme un momento —tirando del brazo de Mario se aleja un par de pasos.

—¿Que locura es esta Mario? 

—No seas dramática, no es tan lo que crees —él ríe—. Te estoy ayudando a cumplir un paso en la lista, Dom es mi hermano mayor, instructor de baile, hoy aprenderás a bailar salsa.

—Oh no, claro que no. Soy arritmica.

—Si no intentas las cosas nunca podrás cambiar a lo que quieres realmente, te dije que te ayudaría, ahora seré tu mejor amigo súper Best Friend, que te ayuda en todo esto.

—Mi mejor amigo es Pablo —a pesar de lo bonito del ofrecimiento de Mario tenía que ser sincera.

—Ya no más —Mario parecía muy divertido—. Hasta traje dijes de la amistad que obviamente no puedes rechazar.

Sin mucho que poder decir, él tomo su mano y le puso una linda y sencilla pulsera con un dije de una bicicleta.

»Y no entres a esta tienda, que por alguna desconocida razón Pablo está que se lo lleva el que lo trajo, demasiado enfadado y gruñón.

—Vine a comprar cosas para el almuerzo y mi desayuno.

—No te preocupes, envíame un mensaje con la lista y la ubicación de tu casa, y yo lo llevo. Ve con Dom —le guiñó antes de caminar a la entrada de la tienda—. Te quiero Agui.

—¿Vamos entonces? —Dom la miro con expresión amable y ella asintió

"Pablo mira los lindos dijes de amistad que Agatha compró para ella y para mí". Fue lo último que escuchó mientras se alejaban de la tienda.

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¿Hipótesis sobre el final?

Gracias por llegar hasta aquí <3. 

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