Capítulo diez
Lisa no paraba de hablar, y las ganas de tirarle algo se habían intensificado en su interior. No solo porque hablaba, sino porque a cada que parloteaba se movía de a pocos, y ya estaba muy cerca en el sofá invadiendo el espacio personal de Pablo. Que no dejaba de ser un metiche y que había llegado hace unos minutos.
Sobre todo, las ganas de tirarla se acrecentaban cuando reía divertida de las anécdotas que le estaba contando con voz melosa al tonto de Pablo, que estaban siendo todas sobre sus torpezas. Esa conversación era un claro "Agatha es muy rara y torpe". Típico de Lisa. Incluso en su propia casa podría hacerla sentir menos.
Esa es una de las cosas que te pasan por insegura Agatha. Y que difícilmente solucionaras.
Se había quedado en su papel secundario de novela, solo perdida en sus pensamientos de enojo hacia Lisa, pero cocinandole una perfecta cena de pasta. Simplemente siendo tonta como siempre.
-Supongo que conoces a Agatha bien, es muy agradable, pero ya sabes, algo aburridita -Lisa seguía en su mundo y en su conversación como si simplemente Agatha no pudiera escucharla-. La quiero muchísimo, pero a veces quisiera que se animara más, la invito a muchos lugares, e intento sacarla lo más que puedo, pero siempre está rechazandome.
-Si, realmente la conozco muy bien -la respuesta de Pablo vino acompañada de un movimiento ligeramente brusco en el que se separó un poco en el sofá de la intrusa-. Seguramente no acepta esas salidas porque tiene muchos compromisos previos. Es difícil colarse en la agenda estricta de Agatha. Eso me gusta mucho de ella, siempre tiene sus prioridades claras. Y su agitada vida no puede permitir simples salidas de improviso que puede que no sean tan provechosas.
¿Que...?¿Pero de qué habla este loco? Obviamente Lisa sabrá que solo le miente.
-¿Agenda ocupada?¿Estamos hablando de la misma Agatha? -el tono de voz de Lisa llevaba una ligera burla impregnada.
-Supongo que si, por lo menos yo estoy hablando de mi guapa vecina que está en la cocina. me enteré que la semana pasada tuvo una provechosa salida con su amiga Eleanor, estuvieron tomando algo y regresó bastante tarde, al parecer Eleanor tiene un nuevo novio, ¿La conoces? Es la pelirroja -Pablo hablaba completamente confiado y Lisa lo miraba con el ceño fruncido.
»Hace un par de noches también tuvo que desvelarse un poco cuidando a su amigo Wilson, el pobre estaba con el corazón roto, y Agatha es maravillosa y sabia como para ayudarlo y darle muy buenos consejos.
¿Eleanor...?¿Wilson? Pero que imaginativo.
-No los conozco.
-¿Enserio? Quizá algún día puedas conocerlos. Agui habla muy bien de sus amigos. Uno que me agrada muchísimo es Tobías, es un tipo bastante ágil, aunque un poco frívolo, eso no se puede negar, y tengo la leve sospecha de que coquetea con Agatha. Ella no me lo dijo, pero estoy casi completamente seguro -pudo escuchar claramente lo que decía Pablo, aunque lo último lo dijo en un susurro.
-¿Alguien coqueteando con Agatha? -la voz de Lisa si no pudo contenerse ni ser un susurro. Parecía bastante sorprendida, como si le acabarán de contar un milagro poco creible, o una imposibilidad.
-Si, pero ya sabes cómo es Agatha, no creo que aún supere a su ex-amor Julián. Y eso que ya han pasado unos tres meses.
-¿Julián? -la voz de Lisa volvió a sonar fuerte e incluso Agatha quería preguntarle de que diablos hablaba ese loco mentiroso.
-Si, ya sabes... Julián el rubio.
¿Julián el rubio...?
-No le conozco.
-Vaya Lisa, no conoces mucho a tu amiga entonces.
Lisa se quedó completamente callada.
¿Julián el rubio?
¿Julián...?
Oh... Ese Julián, el protagonista de su libro favorito que había re-leído hace tres meses, y del que le habló a Pablo por media hora.
Tobias solo podía ser cuatro de divergente, de quién se estuvo quejando por semanas después de ver la segunda película, porque definitivamente prefería el libro. Pero le contó a Pablo que ese Tobias estaba bueno-buenisimo, pero prefería el aura un poco más fría del cuatro del libro.
¿Cómo puede recordar todo eso?
Wilson debía ser Wesley Rush de The Duff, libro que le había contado completito más de tres veces porque le seguía encantando.
Y Eleanor solo podía tratarse de Eleanor y Park. Su libro predilecto y de playlist de hace unos días, del que en algún momento de la semana le habló a Pablo.
¿Cómo puede recordarlo?¿Y como puede hacer sonar cada historia de los libros que leía como interesantes y como parte de su vida?.
Un escalofrío recorría su espalda, y una ligera sonrisa se posó en sus labios. Pablo es un buen escucha.
Y casi se quema la pasta.
Junio 6, 2015. Sábado.
No había podido alejar de sus pensamientos a Pablo los últimos días, porque su mente divagadora y traicionera lo había puesto en un alto pedestal de maravilla después de su conversación con Lisa. Pablo es definitivamente genial.
Y otra razón por la que no podía alejarlo por mucho tiempo de su cabeza había radicado en Lisa pidiendo insistentemente su número de teléfono. Al parecer de verdad le había gustado Pablo.
-¿Me invitas a tu casa hoy? -Lisa la miraba con una sonrisa-. Terminamos turno temprano y quizá podríamos comer algo en tu casa, invitar a tu vecino.
-Hoy no puedo, tengo un compromiso previo.
-¿De verdad? Que mala amiga eres conmigo, porque según tu vecino prácticamente no te conozco.
Aquí vamos de nuevo...
»De verdad, yo siendo tan buena amiga para ti, esforzándome, apoyándote, y estando aquí estos años. Creía que era tu mejor amiga, pero mira de lo que me entero, no me cuentas tus cosas, no conozco a tus amigos. Veo que no me quieres, ni siquiera me invitas a tu casa, es que de verdad no eres tan buena amiga y no me aprecias ni un poco. Con lo mucho que yo te aprecio a ti.
Había escuchado discursos similares muchas veces los últimos días, dónde definitivamente era la peor. Y dónde el chantaje emocional la hacía sentir bastante mal.
-Ya basta Lisa. Cállate.
¿Lo dije o lo pensé?
¿De dónde salió eso?
¿Lo dije?
-¿Qué?¿Ahora me mandas a callar?
-¿Si...? -su voz sonó insegura-. Sí -dijo de nuevo un poco más fuerte-. No me dejas hablar y no me escuchas, esa es la verdadera razón por la que no conoces mucho de mí.
Por fin. ¡Por fin!. Una especie de alivio muy grande se extendió en su cuerpo.
Lisa la miraba un poco-bastante-muy sorprendida.
»No soy una mala amiga Lisa -su voz sonó segura por primera vez en mucho tiempo-. La verdad es que te escucho todo el tiempo, te ayudo en lo que puedo, estoy aquí para ti siempre que me necesitas. Incluso completo tú trabajo el cuál odio totalmente, pero lo hago para que salgas temprano cuando quieres y "lo necesitas".
»Te pago los almuerzos bajo "préstamos" que nunca me devuelves, y estoy atenta a todo lo que tienes que decir, que siempre es mucho.
-¿Te estás quejando de mi?¿Me estás echando las cosas en cara? -le dirigió una mirada completamente molesta.
-Simplemente estoy hablando. ¿Pero no siempre te quejas tú de mi?¿No siempre me echas las cosas en cara?. Se supone que quieres conocerme pero no quieres escucharme, nunca me escuchas.
»No sabes mis gustos, no sabes mis horarios, no me puedes ayudar con mi trabajo porque no te interesa hacelo y nunca le has prestado atención, no sabes mucho de mí porque nunca puedo hablar, dices que me invitas, que me apoyas, pero el único lugar fuera de los compromisos laborales o mi casa, al que hemos ido juntas fue a esa fiesta en la playa a la que te estuve rogando muchísimo por ir.
»Yo también tengo cosas que decir, también tengo malos y buenos días y también necesito que me escuchen.
-Ja! Ahora eres tú la dramática y la exagerada -Lisa parecía no tener mucho más que decir.
Así es como vas a perder a tu única "amiga...".
Le dió una mirada sería a Lisa antes de ponerse de pie. El par de pasos que dió para salir de la cafetería hasta su puesto de trabajo fueron ligeramente tortuosos, llenos de culpa y reproches hacía si misma, porque no debió hablar, no debió decir absolutamente nada, solo escuchar a Lisa y ya está.
El resto de la jornada de trabajo paso en automático, solo estuvo escribiendo inventarios a mano evitando encontrar sus pensamientos y prestarles atención.
A la salida Lisa le dirigió una mirada enfadada y no más. Al subir al autobús, pudo sentir un par de lágrimas patéticas rodar en sus mejillas. Y eso que se había prometido no llorar más en el transporte público.
Se puso los audífonos y presiono el botón de aleatorio. Casi podría haberse visto envuelta por lo gris de la vida, solo si no hubiese sonado esa canción.
Un par de notas después los recuerdos de su casa en un fin de semana, de su madre y sus tías lavando la ropa y de sus hermanas risueñas y cantando llegaron a su mente.
Pudo verse en aquella niña que no tenía tantos problemas, que no temía tanto a la vida, que se quería, que cantaba, reía, bailaba y que soñaba mucho.
Yo solo quiero pegar en la radio
Para ganar mi primer millón
Para comprarte una casa grande
En donde quepa tu corazón...
En aquel entonces, aún quería ser escritora, y compraría una casa bonita para su madre con su primer millón... Y todos serían felices...
Una sonrisa melancólica se posó en sus labios, pero esa, no era una canción para estar triste. Su pie se movió al ritmo de la música, y su mano tamborileo sobre su pierna, y en algún momento estuvo cantando frases entre susurros. Y la culpa fue ligeramente desplazada por un "todo pasará...".
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