Capítulo Dieciséis
"He leído un millón de veces Orgullo y prejuicio. Bueno, solo cinco veces... Pero si he visto la película por lo menos cien veces.
Me compré el dvd en alguna ocasión y hubo un tiempo que la ví una vez a la semana. Aún no se cómo no me cansé, cuando incluso me sabía los diálogos de memoria. Pero luego de verla tanto el dvd comenzó a rayarse, a quedarse parado y a tartamudear en varios momentos. Con el pasar del tiempo podía ver la pelí en el computador y eso comencé a hacer, y recupere al Señor Darcy y su declaración de amor de manera maravillosa.
Quisiera que la vida fuera un poco así, reemplazar o sustituir las cosas, cambiarlas de manera fácil y sencilla para la comodidad... Y aunque este dando vueltas, a lo que quiero llegar y la verdad de esto es que siempre he querido una vida como de película.
Una comedia romántica para ser más especifica, donde todo es bueno, bonito y feliz al final, una donde un guapo caballero recorre a caballo por ti... Oh siendo más realista llega aunque sea en bus a buscarte y a decirte que te ama. Luego, hay una gran y feliz cena familiar con sus padres y familia y todo es sonreír.
Quiero un final de cuento, soñador y feliz... Quiero ser feliz, quiero aferrarme a los momentos en los que sonrío."
Los golpes en su puerta estaban haciendo estallar su cabeza. Se levantó de la cama maldiciendo a la persona que había interrumpido su maravilloso sueño de dueña de una librería y esposa de un futbolista.
Se movió de forma perezosa por su sala mientras quien estaba invadiendo su espacio no dejaba de aporrear la puerta.
—¡¿Qué?! —su garganta ardió ligeramente cuando gritó abriendo la puerta.
—Ama, es tarde —Pablo estaba en la entrada—. Oh Dios Mio.
Solo entonces una ligera brisa sintió en sus piernas y fue consiente de su atuendo.
—Mierda.
Un escalofrió recorrió su cuerpo mientras corría despavorida a su habitación y cerraba la puerta.
Ahora si tuvo que enfrentarse al espejo. Su cabello estaba suelto y desordenado, el labial seguía intacto, pero ahora su rostro tenia lagañas y la marca de la sabana, y su ropa era un sujetador de encaje negro con bragas a juego y una pequeña bata translucida del mismo color.
Dios. Dios. Dios. Que vergüenza.
Por lo menos la bata cumplía el trabajo de esconder sus desastres, como las estrías y las manchas de las muchas depilaciones en sus piernas.
—Voy a tomar algo del refrigerador, hace calor —el grito de Pablo desde la sala volvió a sobresaltarla.
Joder. Joder. Joder.
Este será un material para molestarme por siempre.
Nunca lo olvidara, y nunca me dejara olvidarlo.
Mierda. Mierda. Mierda.
Paso la siguiente media hora bajo la ducha con los ojos cerrados, podía sentir ya las plantas de los pies arrugadas contra las baldosas del baño, pero la verdad es que se sentía demasiado avergonzada para salir, no estaba muy claro respecto a que tenia que tener vergüenza ni el porque sentirse de ese modo.
—Agatha —Pablo dio dos golpes fuertes a la puerta del baño—. ¿Ya estas lista? Se hace tarde.
—Aún no —su voz sonó distante y un poco ronca.
—¡Pues apúrate mujer!, Sabes que odio llegar tarde.
Tardó otros quince minutos más en vestirse y peinarse, al final no se atrevió a ponerse la blusa escotada, y menos después del episodio exhibicionista de hace rato.
Salió de la habitación enfundada en los bonitos jeans que recogían y escondían lo que podían esconder de su panza, una trenza a un lado y una camiseta de sus favoritas, Mr Darcy bajo la lluvia. Y esa seria si clara declaración que para una cita hay que estar cómoda, y no intentar fingir lo que no eres, porque al final del día, con o sin ese tipo de camiseta, cuando se abruma o no tiene temas, o lo que sea, siempre termina hablando de lo único que conoce, libros, música y películas.
Para salir más de su zona de confort, agrego un ligero brillo a sus labios de los que compro ayer, y lista. Claramente no podía ir con el fresa sensual de la vergüenza.
—Estoy lista.
—Por fin, ya estaba que entraba a buscarte.
—Vamos.
Pablo camino a la entrada en silencio, pero al atravesar la puerta lo pudo escuchar reír por lo bajo. Maldito sea.
Se supone que la cita con Andres seria en el cine, ella había aceptado y le dijo que se encontrarían allí, Pablo se ofreció muy amablemente a llevarla en el camión de las verduras de su familia.
—¿A donde me dijiste que vas?
—A la plaza de mercado, esta noche llegan un par de camiones de verduras frescas, pero el conductor enfermo.
—¿No se supone que a la plaza de mercado van en la madrugada? A penas es medio día.
—Si, pero sabes que está al otro extremo de la ciudad, son tres horas de camino, y ademas y no menos importante, iré a visitar a la abuela.
—¿La señora Luisa? Que agradable. Por favor dale saludos de mi parte.
—Se lo diré, aunque podrías venir conmigo.
—¿Quieres que falte a mi cita para ir contigo?
—No se... ¿no crees que es bueno visitar a los abuelos? Las citas van y vienen.
—Ya... pues no quiero ir a importunar a tu abuela que no me ha invitado a su casa. Solo dale saludos de mi parte, y antes de llegar al cine pasemos a la dulceria de la calle 30.
—Sabes que no necesitas invitación, ella te considera de la familia.
—Bah, no vayas a insistir. Además no creo que a tu amigo le guste que lo deje plantado.
***-***-***
No pudo evitar refunfuñar al dirigirse a la entrada de la muy pequeña plaza donde se encontraba el único cine de la ciudad. Pablo se despidio con un: "Te iré a visitar con más frecuencia en las mañanas. Me encanta el negro", aunque no dijo nada en todo el camino, no dejo pasar la oportunidad de avergonzarla.
Se sintió ligeramente nerviosa mientras llegaba al restaurante donde almorzarían antes de ir a ver la película, la verdad verdadera es que en sus pensamientos estaba preocupada por las pocas emociones que le estaban provocando esas citas con Andres.
Cuando se sentó el olor a pollo frito la embargo, y definitivamente la necesidad de pecar volvió a ella, recuerda que para buscar un beso debes disminuirle al pollo frito. Recuerdalo, recuerdalo, recuerdalo. La falta de desayuno era otro factor, y definitivamente terminaría almorzando antes que su cita apareciera.
Ahora, otro problema se encendió como bombilla, ¿Qué comería? Claro, el pollo debía ser excluido por su rigurosa dieta pro beso, pero luego con las hamurguesas tendria que abrir toda la boca y ser observada comiendo con dificultad por su cita, con un hot dog siempre cabe el riesgo de quedar manchada de salsa, eso es lo elemental. Luego, la pizza es la opción más viable, tocaría compartirla y pensar en los pedazos, avergonzarse si él quiere solo uno o dos pedazos y ella tiene más hambre. Luego tampoco le gustan los champiñones, ni el peperoni, ni la pizza con piña, ¿Y si al él solo le gustan esas?.
¿Comer ensaladas?... No, demasiada hambre y de paso las ensaladas eran curiosamente lo más caro del lugar. Por eso su opción siempre es pollo frito con papas a la francesa.
—Hola —su ola de pensamientos divagadores se vio interrumpida por Andres—. ¿Llego tarde? —la saludo con dos besos y una gran sonrisa.
—Hola. No, recién llego —la típica mentira de libros y pelis, vamos avanzando.
Intentó acompañar su respuesta casual con una sonrisa, Doris habia dicho que sonreír era un signo de comodidad y entusiasmo en la cita, teniendo en cuenta que es demasiado callada.
—Bien, ¿como has estado?
—Bien, todo tranquilo. ¿Qué tal tú?
—Muy bien también. El viaje fue una locura, casi no volvemos a tiempo... —su cerebro comenzó a registrar a medias lo que Andres le contaba.
Estaba segura que habían pasado quince minutos desde que él llegó, y completa y absolutamente segura, porque miró disimuladamente unas diez veces el reloj en la pared.
¿Cuando vamos a almorzar? Su cabeza comenzaba a gritar: ¡Comida!¡Comida!¡COMIDA!. Y seguramente seria vergonzoso cuando su estomago también hiciera ruiditos raros.
—Suena a que fue un viaje entretenido —habló rápidamente en una de las pausas de la extensa historia de su acompañante, y le sonrió de nuevo fingiendo interés.
—Oh si, lo fue. ¿Pedimos el almuerzo? No quiero que lleguemos tarde a la peli.
—Claro, claro —realmente estaba necesitando que lo dijeras.
—¿Que te gustaría almorzar?
Realmente no lo sé. Verdaderamente me encantaría estar en casa viendo una buena película con un almuerzo cargado y coca-cola.
—No lo sé, ¿Alguna recomendación? —ole, así. suena sofisticada.
—La lasaña que hacen aquí es realmente maravillosa. ¿Te gusta? Pero solo la venden dos días a la semana, debemos preguntar si tienen.
—Me encanta la lasaña.
—Perfecto.
*****-*****-*****
El único problema de la cita, bueno, no problema en realidad, pero si problema a la vez... Llamemosle inconveniente. Fue cuando su acompañante comenzó a criticar con fuerza y poder la comedia romántica, porque como todo lo de romance, "fue vaga, estúpida y banal". Pero claro, cuando ella ofreció ver una película de acción o de terror, él mismo dijo que la romántica, solo para ser un caballero cliché, porque claramente el genero no le gustaba.
—Me ha gustado mucho salir contigo —llevaban un par de minutos caminando bajo en sol del atardecer—. Eres muy agradable.
—Tú también lo eres.
—¿Me has recordado de la época de escuela?
—Sí —mintió—. Llevabas lentes —la verdad es que Pablo le había enseñado una foto donde aparecía en un concurso de vídeo juegos.
—Cierto —rió—. Y usaba el cabello más largo. Es bueno que me recuerdes, después de que me humillaron en duelo por ti.
—¿Disculpa?
—¿No lo sabes? Por aquel entonces cualquiera que quisiera invitarte a salir debía ganar un duelo por ti.
—¿Un duelo por mí?¿De que estas hablando? Estás equivocado tal vez.
—Claro que no me equivoco, eras la cuidadora de Pablo. Te dije que en aquella época me llamabas la atención, le dije a Pablo que nos presentara, que quería invitarte por un helado y él dijo que no, porque la regla de oro es no codiciar a la chica que le gusta a tu amigo —Andres comenzó a reír muy divertido.
—¿La mujer que le gusta a tu amigo?
—Si, ya sabes... Pablo tenia este loco enamoramiento por ti —sonrió divertido.
—Era un niño, y yo su niñera... Le gustaba demasiado molestarme. ¿Como es el asunto del duelo?
—Bueno, resulta que es cierto que había esa regla de oro en el local de juegos, lo mismo de no meterse con las hermanas de los amigos, pero le estuve insistiendo a Pablo y molestándolo. A pesar de todo, como dices era un poco más chico y no quería herir sus sentimientos invitándote a ese helado. Así que dijo que a ti te gustaban las novelas de caballeros y tendríamos un duelo a la antiguita, sin espadas, solo en los videojuegos.
—¿Qué?¿Aceptaste algo así?
—Claro que sí, era un chico inmaduro también. Y bueno, con algo de ego. Como Pablo era más pequeño y principiante pensé que podría ganarle fácil.
—¿Perdiste?
—Claro que sí, mira que nunca te pude invitar ese helado. Era una cuestión de honor y de palabra.
¿Honor y palabra de los videojuegos?¿Un duelo? Hay que ver que Pablo siempre ha estado tonto, pero más esTe chico por aceptar ese duelo. Por Dios. Que absurdo.
>>Pablo ganó y me humillo.
—¿Te humilló por ser más joven que tú?
—Pues sí. Todos sabían que me ganó y se estuvieron burlando. Sin embargo algunos otros chicos también intentaron ese duelo.
—¿Por invitar a salir?
—Si, un par por invitarte a salir y otros porque querían demostrar que podían vencerlo.
—Que locura.
—Sí, tu nombre era una leyenda en la sala de maquinitas —Andres volvió a reír—. Me sorprendió muchísimo cuando Pablo se ofreció a presentarnos hace un par de semanas.
¿Que mierda Pablo...?
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Si lees esto, muchas gracias <3
Graciaaas. Besos.
Y si no es demasiado pedir, deja tú comentario y opiniones.
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