65| Remembranza
Durante el segundo día de clases después de mi ruptura con Raph, me encuentro al borde del colapso mental. Y físico. Y emocional. Y todo.
Sé que se avecina lo peor para mí, estoy prácticamente de pie ante un acantilado; y digo esto porque ahora los dos mejores amigos del sabelotodo parecen odiarme por haber cometido el craso error de terminar con él, debido a algo tan ilógico y haber ocasionado que este falte a clases, poniendo, de esa manera, en riesgo sus notas. Los otros dos sabelotodo más influyentes en todo Midtown ahora están en mi contra, así como también el club de fans de los dos hermanitos de Sabrina. Pero en especial Stephen, que cree que dejé a Raph tras enterarme que se iría a estudiar al extranjero por un semestre, y que lo hice para que este tuviera que elegir entre el intercambio o yo; por eso me llamó egoísta el día de ayer. Por supuesto que eso no es cierto. Yo quiero a Raph, y estoy orgullosa de sus logros. Es cierto que la noticia de su partida me habría dolido un poco porque implicaría pasar seis largos meses de mi adolescencia sin él, pero también sé que me alegra que siga destacándose académicamente. Lo que menos deseo es que, por estar conmigo, se quede estancado.
Quise decirle todo esto ayer, pero no pude. Me fue imposible comunicarme con él; por más que hablé y hablé, nunca obtuve respuesta. Traté de convencerme a mí misma que tendría que haber una buena razón para ser ignorada por él de esa manera. Antes de ponerme a llorar por no saber de él, comencé ingenuamente a fantasear con que Raph se aparecería en mi puerta y me pediría arreglar las cosas de una vez por todas, que me diría que me perdonaba y que dejáramos todo este amargo episodio atrás. Lo sé, demasiado cliché, pero en serio lo consideré. Como era de esperarse, eso no pasó. En lugar de recibir su visita, recibí la de mis abuelos. Que fue, de alguna manera, una distracción y bálsamo para mis penas. Estaba a punto de ir en su búsqueda antes de que mis abuelos llegaran, iba a dejar todo de lado e iba a ir hasta su condominio, subir hasta su piso, tocar su puerta y explicarle todo de principio a fin. Realmente iba a hacerlo, pero no pude desairar la visita de mis abuelos. Hacía mucho que no los veía. Mi conversación con ellos me hizo olvidar que había estado llorando horas atrás y que había roto el corazón del chico del que estaba enamorada. Sus anécdotas trajeron una sonrisa en mis labios y me provocaron muchas carcajadas.
¿Es ese el efecto de la familia? Quiero decir, sé que quería irme, sé que deseaba ver a Raph más que nunca; sin embargo, no fui capaz de marcharme cuando los tenía a ellos ahí frente a mí, hablándome de lo más felices sobre su vida y lo mucho que nos habían extrañado a Zach y a mí. Al poco rato llegaron mis padres y dejé de ser el centro de atención de mis abuelos, quienes luego conversaban amenamente cada uno con sus hijos, pero la presencia de mis padres disipó mi oportunidad de escabullirme para lograr mi cometido. Si papá se enteraba de que había salido sin permiso a esas horas de la noche (considerando el toque de queda que nos han impuesto), se iba a armar una grande. Y, dadas las circunstancias, no me conviene estar castigada. Por ese motivo no pude ir a ver a Raph.
No obstante, hoy es un nuevo día. Hoy planeo ir a verlo cuando las clases concluyan. No puedo esperar más. Temo que si lo hago, llegará la fecha en que él tenga que irse a otro continente; y lo haga sin saber la verdad, ni despedirse de mí. Es mi mayor miedo. Me mantengo ansiosa sin despegar la vista del minutero del reloj que cuelga en lo alto del salón de clases, deseando por primera vez en mi vida ser Matilda para poder mover las manecillas con facilidad y así moldear la hora a mi antojo. Mi inquietud terminar por molestar a Ale, que me codea para que deje de moverme, ya que estoy ocasionado que el pupitre también tiemble y debido a eso ella no puede escribir bien. Le ofrezco una disculpa y procuro estar quieta.
Sigo observando el reloj; ahora el segundero está tan solo a tres... dos... uno... ¡Somos libres!
El timbre suena en ese instante, pero justo cuando nos disponemos a guardar nuestras cosas como siempre con toda prisa, el profesor que acaba de terminar su clase anuncia que el director Churchill ingresará al salón para tener una breve charla con nosotros. De inmediato, toda la clase se tensa presintiendo lo que nos espera. La última vez que tuvimos una charla similar a esta con el señor Churchill, este terminó hablándonos como por dos horas. Exacto, ese es su concepto de «breve». Cuando recordamos esto, no dudamos en alzar nuestra voz de protesta, pues muchos apelan que tienen otras cosas que hacer. Incluso yo, que tengo que arreglar las cosas con Raph y no estoy para perder el tiempo escuchando a nuestro añejo dirigente. Todos nos ponemos de acuerdo en exponerle esto mismo al señor Churchill cuando venga; sin embargo, todas las quejas de los demás se silencian apenas el director ingresa al salón.
Cobardes.
¿No que muy valientes y con una vida social ocupada?
Ruedo los ojos al ver cómo se quedan quietecitos a medida que el director camina hasta el escritorio del profesor. Es verdad que a simple vista nuestro dirigente provoca mucho temor e incluso su apariencia es sombría, pero yo sé que en el fondo es como un bizcocho. Cuando está de buenas, claro.
Oh, no. ¿Eso que veo en su mano es el reglamento escolar de Midtown High School? Al parecer, no soy la única que lo nota, pues mis compañeros empiezan a lamentarse, por lo bajo, de haber venido el día de hoy a clases.
Antes de que el director se dirija a nosotros, Sabrina levanta la mano y con una voz de ángel que no le conocía, pide permiso por ella y por Stephen para que los dos puedan retirarse, alegando que tienen que estudiar para las próximas pruebas intercolegiales. Ni siquiera creo que sea necesario explicar que el dirigente les concede el permiso sin dudar y que salen ambos triunfantes del aula dejando al pueblo atrás. Esa es una de las ventajas de pertenecer a El Triángulo; los profesores y personal administrativo respetan a los miembros de ese grupo, porque con sus buenos promedios ponen en alto el nombre de la escuela. ¡Es totalmente injusto! ¿Por qué esos dos cerebritos tienen que parecer mejores que nosotros? Ya verán, estaré en el tercio superior el próximo semestre.
Para mi pesar, por más que quiero decir también alguna excusa para poder librarme del castigo de escuchar hablar al señor Churchill lo que resta de la tarde, soy obligada a quedarme en contra de mi voluntad. Ale solo se queda algunos minutos, pues, aunque no quería hacerlo, termina mostrándole al director disimuladamente su carné de trabajo para que este sepa que ella sí tiene una justificación fidedigna y la deje marcharse. Así que me quedo sola, sin nadie que se encargue de despertarme por si es que me duermo en pleno discurso del director. Sin una amiga que me acompañe. Bueno, queda Nadine, pero ella se sienta adelante también, por lo que en este momento está de espaldas, imposibilitada de mirarme.
Compruebo, gracias al reloj presente, que ya ha pasado una hora desde que nuestro martirio comenzó. Me llevo las manos a la cabeza con exasperación. ¿Por qué tenía que pasar esto justamente hoy? Hoy que pensaba correr a casa de Raph tan pronto como terminaran las horas de clase para verlo y comprobar que está bien. ¿No podía reprogramar su charla para mañana? Es decir, me preocupan sus faltas, quiero saber por qué no ha estado viniendo y no lo conseguiré quedándome aquí sentada. Eso es.
Una arriesgada y descabellada idea se cruza por mi mente.
No lo hagas, Nadia. Algo malo pasará si haces lo que estás pensando hacer.
Sé que puedo terminar recibiendo un castigo o incluso siendo suspendida, pero ya no puedo esperar. Me han interrumpido demasiadas veces hasta el punto de hacerme llegar a mi límite. Estoy hastiada de que no me dejen hacer lo que quiero hacer desde ayer. Necesito ver a Raph. Necesito hablar con él.
Sin querer doy un manotazo al pupitre del enojo que siento. Esto llama la atención de mis compañeros y del director, que recién va por el artículo 12 de todo el reglamento.
—Disculpe, Director Churchill —interrumpo, tratando de sonar angelical y determinada—. También tengo algo importante que hacer, así que me temo que no puedo seguir más aquí.
No espero su permiso o aprobación tras lo que acabo de decir, simplemente tomo mis cosas y salgo del salón a toda prisa. A lo lejos escucho algunas voces de mis compañeros que a raíz de mi atrevimiento también le exponen sus razones al dirigente de que tienen que marcharse. Soy la causante de todo ese alboroto, lo sé. El señor Churchill mañana me colgará de los pulgares por generar desorden e incentivar de manera indirecta a los demás a rebelarse, pero no me quedó otra alternativa. Decido no pensar en lo que resultará de esto por el momento, así que continúo avanzando por los pasillos hasta que consigo salir de Midtown. Sigo corriendo por temor a que alguien venga detrás de mí por haberme escapado sin permiso de una charla del director. Fui imprudente, soy consciente de eso, pero no lo pude evitar. ¿Quién sabe si por escuchar por enésima vez el reglamento de mi escuela no vuelvo a ver a Raph hasta dentro de seis meses? No me pienso arriesgar.
Cruzo precipitadamente el parque que tan malos recuerdos me trae, pero aminoro el paso cuando siento que ya me estoy quedando sin aire. Lo dije antes y lo vuelvo a decir ahora; lo mío no son los deportes, por algo nunca me eligen para formar parte de los equipos oficiales que representan a mi escuela frente a otras en los campeonatos que hacen anualmente. Si no fuera porque llevo puesto el uniforme de Midtown cualquier persona que me viera pensaría que he venido a ejercitarme tras un abrumador día de trabajo y que estoy trotando a modo de calentamiento. Lo último quizá sea cierto. Estoy trotando para prepararme y empezar a correr otra vez. Tengo que llegar a casa de Raph lo más rápido posible. Mientras me apresuro hacia mi destino, no puedo evadir los aciagos pensamientos que invaden de pronto mi mente.
¿Y si Raph no quiere recibirme? ¿Y si ha decidido olvidarse de mí? ¿Qué hago si no está en casa?
Me detengo cuando estoy frente a la entrada de su condominio. Todo luce remotamente igual; silencioso, tranquilo y con los alrededores sin gente, parece que en estos edificios no hay niños porque nunca están jugando afuera como he visto que hacen en las demás torres. ¿O es que en este hay un patio trasero? El saludo alegre que el señor portero me cede al verme me aleja de mis elucubraciones. Podría decirse que desde que empecé a venir aquí hace tiempo con Raph me trata como a una nieta y siempre me regala una sonrisa. Me recuerda mucho a mi abuelo. Como ya se ha hecho costumbre en él, me deja pasar sin comunicarles a los Thompson sobre mi visita. Agradezco al cielo por eso.
Me encamino como hice hace unos días hasta el ascensor y presiono el botón correspondiente. Mientras subo, siento que me sudan las manos y la cabeza. Mi frente está húmeda por el esfuerzo que hice al recorrer las calles para llegar aquí como si estuviera participando en una maratón, pero sé que habrá valido la pena. Tan solo unos pisos más y... Una señora de edad mayor se introduce en el ascensor a medio camino y presiona el botón para descender al primer piso. Por supuesto, la buena suerte siempre me acompaña a donde vaya, ¿no? El ascensor comienza a bajar ignorando la orden de subir que le di. ¡¿Qué demonios le sucede a este ascensor del mal?! ¿Que no ve que yo entré primera? Nadia, los ascensores no tienen ojos. La señora se vuelve hacia mí al escuchar mis murmullos, por lo que decido morder mi lengua y callarme. Cuando por fin la señora se baja, sube otra persona y el procedimiento se repite como por tres veces.
El universo no quiere que Raph y yo nos encontremos, ¿o qué? Pues no le daré el gusto.
Abriéndome paso entre las personas que acaban de llenar el ascensor, consigo salir de ahí cuando todavía nos encontramos en el cuarto piso. No me queda más remedio que ejercitarme un poco más subiendo las escaleras. Solo me quedan siete pisos por delante. ¿Qué son siete pisos? ¡Nada! Puedo con ello. Logro llegar hasta la puerta de Raph con la lengua afuera y aún sudando. Sin miramientos toco el timbre esperando que él sea quien se asome a abrirme. Sin embargo, es la señora Thompson quien me recibe.
—Nadia, cariño, ¿estás bien?
—Sí, gracias... solo vengo... a ver a Raph... —enuncio entre jadeos.
Intento ralentizar mi respiración para dejar de hablar entrecortadamente. La señora Kat se hace a un lado, permitiéndome el ingreso. Adentro en la sala no hay nadie, solo veo a Nabucodonosor durmiendo sobre la alfombra, al pie de los muebles.
—Déjame que primero te traiga algo de tomar —pide la señora Thompson, obligándome a sentar en un sillón de la sala—. Tu conversación con mi hijo puede esperar.
¿Esperar? ¡Llevo esperando desde ayer! He soportado todas las adversidades que se me han presentando tan solo para poder ver a Raph, ¿y me pide que espere? De acuerdo, puede que esta vez tenga razón. Estoy muy sudorosa, casi al borde de la deshidratación. No puedo presentarme de esta manera ante Raph.
—Gracias.
Recibo el vaso con jugo de durazno. Está heladito, así que me lo acabo sin detenerme para tomar aire.
—¿Pasó algo con Raphita? —pregunta la señora mientras me seco la frente con un pañuelo que me acaba de extender. De la sorpresa creo que podría vomitar el jugo de hace unos segundos—. Ha estado un poco raro estos días, pero cada vez que le pregunto dice que no le pasa nada. Ayer amaneció con fiebre, así que Jacob y yo convinimos en que no fuera a la escuela por su propio bien. Hoy amaneció un poco mejor, pero aún tenía algunos rezagos; por eso tampoco le permitimos asistir.
La culpa se apodera de mí por ser la causante de que Raph esté desanimado y su actitud haya vuelto a ser la de antes, pero no puedo evitar alegrarme porque estuvo faltando a clases debido a que no se encontraba bien y no porque no quería verme.
—Bueno, nosotros discutimos y yo... Por favor, permítame hablar con él.
Ya un poco más calmada, subo las escaleras dispuesta a caminar hasta la habitación de Raph, tocar la puerta y hablar con él. Pienso actuar en su delante como una persona civilizada que reconoce sus errores y pide perdón. No puedo estar comportándome como una chica inmadura llena de inseguridades; tengo que aprender a confiar en las personas que profeso querer. Apenas vea a Raph, me aguantaré las ganas de tenerlo cerca y procederé a exponerle mi disculpa para no sufrir alguna interrupción. Yo creo que cinco minutos de explicación estarían bien. ¿O deberían ser más? Lo que no quiero es aturdirlo con palabras, pues a fin de cuentas, lo importante es que él entienda cada uno de los puntos que comprenden mi discurso pro indulgencia. Estando frente a su puerta, después de haberme preparado mental y emocionalmente, toco tres veces.
Vamos, Nadia, recuerda. Sé una persona civilizada y madura.
Unos instantes después, la puerta de su habitación se abre y la figura de un Raph con el cabello revuelto, aparece frente a mí. Pareciera que acabara de interrumpir su siesta o algo parecido. Él, al verme, duda un poco de que esté yo en su delante. Tanto así que no se atreve a decir ni una palabra. Ni siquiera yo, que creía estar más que lista con un discurso anticipado, puedo enunciar alguna frase coherente. En vez de eso, doy un par de pasos adentrándome en su habitación y cierro la puerta detrás de mí para que nadie escuche lo que pienso decirle. Él retrocede un poco para no chocar conmigo. Permanecemos unos segundos así, envueltos en un silencio abrumador. ¿Por dónde empezaba el discurso? Debí escribirlo.
Aunque... Al diablo el discurso y el ser civilizada.
Apenas Raph fija bien sus ojos en los míos, no me puedo aguantar más y me lanzo a su brazos. Lo he extrañado demasiado y lo abrazo como si no lo hubiera tenido así en años. Como él lógicamente no se esperaba algo así de mi parte, retrocede para no caer conmigo al piso y termina cayendo sentado sobre su cama. Y yo sobre él, a horcajadas. Definitivamente no planeaba esto. Como todavía lo tengo rodeado y mi cabeza se encuentra apoyado en su pecho, no me atrevo a levantar la mirada. Siento que mis mejillas queman y no precisamente por el calor. Tal vez no debí dejarme guiar por mis impulsos; al pensar en eso, considero seriamente ponerme de pie, pero no llego a hacerlo.
Raph no me aparta, sino que me corresponde el abrazo.
—Raph, perdóname —musito entre sollozos. Recordar lo mal que me porté con él me provoca ganas de llorar—. Me dejé llevar por cosas que no tenían sentido. Desconfié de ti por algo tan absurdo y lo hice después de todo lo que hiciste por mí para demostrarme lo genuino de tus sentimientos. Ni siquiera te di tiempo a explicarme nada, simplemente di por sentado que lo que había escuchado era cierto. De verdad nunca quise terminar contigo, ese día se rompió en mil pedazos mi corazón y...
—Te quiero —salta Raph, sin dejarme terminar ni expresarle la cantidad de pedacitos en que quedó mi corazón después de que rompimos—. Y, para que quede claro, en el mío nosotros nunca estuvimos separados.
La garganta se me hace un nudo al escuchar tan bonitas palabras. Dios, es que lo quiero demasiado. Estoy irremediablemente enamorada hasta las trancas de este sabelotodo, y lo que es mejor, he comprobado que él también lo está de mí. Mi mente me pide que lo estreche entre mis brazos y olvide todo de una vez, pero no puedo hacerlo; quiero que conozca toda la historia antes de responderle.
—Raph, yo pensé que Ella y tú...
Un suave golpe en mi frente es el causante de que no pueda completar mi relato. Es Raph que acaba de usar una de sus manos para conseguir que así me calle. No parece nada enojado; todo lo contrario.
—Eres imposible —manifiesta, negando con la cabeza, abrazándome de nuevo—. Esa cabeza tuya, ¿cuándo va a entender que no necesito a nadie más?
Me aferro a su cuello, sin intenciones de dejarlo ir nunca más.
Sé que en eso tiene razón, en temas relacionados con el amor no me reconozco, mi cabeza no piensa con claridad cuando se trata de Raph. Dejé atrás lo que sentía en mi corazón y me dejé guiar por simples suposiciones; al final terminé lastimándolo. Me separo de él para mirarlo a los ojos. Puede que él me haya perdonado, pero hasta ahora no consigo perdonarme a mí misma.
—De verdad lo lamento.
—No hay problema, Hussel —dice, mirándome a los ojos—. Con tu visita ya he olvidado todo lo anterior.
Le doy un beso en sus labios, en su mejilla y sobre cada lunar que tiene a un lado de su rostro. Mis manos se aferran a su cuello para acercarlo a mí. Todavía seguimos en la misma posición del inicio y recordar esto hace que me avergüence de cierta manera. Nunca había estado así con un chico.
—También te quiero, Raph —confieso cuando siento que mi corazón empieza a acelerarse otra vez—. Y porque te quiero es que pienso apoyarte y esperarte. No tienes que preocuparte por mi en lo que respecta al intercambio, yo sabré...
En un instante tengo sus labios encima de los míos, besándome como nunca antes había hecho. Los dos hemos extrañado al otro y eso se nota. Estos dos días sin Raph han sido un martirio; y, por lo que veo, también lo han sido para él. Abrazo más a Raph cuando pienso en esto. Él también lo hace. Sus manos se mantienen firmes en mi cintura, y las mías en sus hombros. Recién ahora he reparado en que hoy estoy con la falda que comprende el uniforme de Midtown, por lo que parte de mis piernas quedan al descubierto estando en esta posición. Me sonrojo de solo pensarlo, pero decido ignorar el pequeño detalle y me concentro en seguir disfrutando de esos minutos con él. Lo necesitaba tanto.
Después de que nos separamos un momento, Raph me mira a los ojos y luego repara en cómo estamos sentados.
—Hussel, perdona si... —lo interrumpo dándole un corto beso—, si te sientes incómoda... —y otro beso más—... estando así.
Ver que se pone nervioso siempre me provoca mil sensaciones. Es cierto que no vine aquí a buscar algo más que el perdón de mi Raph, pero sus expresiones de temor me causan gracia. Y me animan a jugarle una broma.
—Estoy bien, ¿o prefieres estar así? —sugiero y lo empujo hacia atrás, cayendo él echado frente a mí.
Me aguanto las ganas de reír al ver su expresión de terror. Me parece tierno que se ponga así por algo como esto, pero no puedo evitar notar que tenerlo así no me incomoda para nada. Él parece darse cuenta de que estoy bromeando, pues se vuelve a sentar quedando otra vez frente a frente.
—¿Por qué no así?
Antes de poder entender bien a qué se refiere, Raph me sostiene en brazos y cambia de posición conmigo. Ahora yo estoy recostada en su cama y él se encuentra sobre mí, apoyándose de un brazo que mantiene firme a un lado de mi cabeza. Es obvio que me está devolviendo la broma, pero aun sabiéndolo, no encuentro qué hacer o qué decir.
Siento mi cara caliente y me cubro el rostro con las manos para que él no lo note. Sin embargo, Raph las aparta con su mano libre y me da un beso mientras acaricia mi mejilla.
Aunque comienza como un beso tierno, poco a poco la intensidad comienza a subir y mis manos cobran vida propia aferrándose al cuello de su camiseta para atraerlo más hacia mí. Realmente no me reconozco ni encuentro una explicación lógica a lo que estoy haciendo, pero no quiero apartarme de él. Mi corazón late con una fuerza desconcertante, tanto que no soy capaz de darme cuenta de que mis pensamientos se estaban yendo por otro rumbo y reparar en eso hace que me ría sin motivo aparente. Ello hace que Raph se detenga y se aparte.
Que la tierra me trague en este momento.
—Pensé que querías ser "monja" —se mofa, repitiendo mis palabras de hace unas semanas mientras se coloca a una distancia prudente de mí. La vergüenza y mortificación me golpean con la misma fuerza, enrojeciendo aún más mis mejillas. No puedo creer que todavía recuerde lo que le dije la primera vez que hablamos, incluso sigo sin poder explicarme a mí misma por qué le mencioné algo tan absurdo.
Pero esto no se puede quedar así.
—Pensé que «esto no significa que seamos amigos» —replico, imitando sus palabras de semanas atrás.
Es curioso, porque en aquel entonces mencionó que no éramos amigos, pues él no tenía intención de serlo, pero ahora somos más que eso. Lo confirma lo que acaba de pasar hace unos segundos apenas. Ha pasado tanto entre nosotros desde aquella conversación, que parece un sueño que ahora podamos estar así frente a frente.
Él sonríe. ¡Sonríe! Y esta vez soy yo quien lo atrae hacia mí para seguir besándolo. Entonces, mientras estamos sumergidos nuevamente en nuestro propio mundo, ambos escuchamos como alguien abre la puerta de su habitación encontrándonos in fraganti sobre su cama. Es Ralph quien, al vernos, se cubre los ojos con las dos manos después de haber soltado un "wow" de sorpresa. Nos separamos al microsegundo.
—Lamento interrumpir su reconciliación —enuncia, con los ojos tapados—, pero mamá dice que espera a Valiente abajo para esa conversación.
Oh, por Dios. ¿Tendrá la señora Thompson un oscuro lado maternal igual que mi padre tiene el suyo (paternal, obviamente)? No me imagino respondiendo a preguntas cómo: ¿Qué intenciones tienes con mi hijo? ¿Consideras a mi hijo en tus planes a largo plazo? ¿Prometes no hacer sufrir a mi hijo? ¿Qué podrías sumar a la vida de mi hijo?
—No —dice Raph, como si presintiera que algo malo va a pasar. Su hermano por fin nos observa.
—Sí que sí —rebate Ralph con diversión en la mirada. Luego, me tiende una mano. Al ver que no se la extiendo, pues no sé lo que me espera allá abajo, él se acerca a mí y me guía hasta afuera de la habitación de Raph mientras comenta—: ¿Alguna vez has visto el álbum de fotos de Raph de bebé? Sospecho que te va a encantar...
•••
Capítulo dedicado a una linda lectora por su cumpleaños. @Aguuuuuus12, gracias por leer mi historia y comentar, bellaaaa. Siempre veo tu nombre de usuario en las notificaciones jaja, lo aprecio demasiado <3 Que pases un lindo día de cumpleaños a lado de tus seres queridos. Y recuerda... ¡apaga tus velas con la secadora! XD En serio, cuídate mucho.
Gracias también a todos en general por leer <3
Comentario equis que si quieres puedes leer o si quieres puedes ignorar: Esa Nadia sabe que es más inocente que niño de un año y encima se aprovecha de la inocencia de nuestro Raph, no me parece 7n7
Espero que les haya gustado el cap; porque los quiero aquí les va un pequeño spoiler: El siguiente cap es el último 👀
Eso es todo, byeeee xd
Con mucho amor, Michelleee ma belle this are words that go together well, my Michelle 🎶
Perdón, pero, esa canción con mi nombre es perfecta :v
Ahora sí, nos leemos pronto :)
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top