64| Egoísta
Al día siguiente, Raph no se aparece en la escuela.
Inevitablemente espero verlo, al menos, llegando rezagado en medio de la primera clase, pero no sucede así. Su ausencia no pasa inadvertida ni siquiera por el profesor, pues este se queda un momento observando extrañado el asiento vacío al lado de Stephen, quien aparentemente parece no explicarse el motivo de que Raph no haya venido. ¿Significa que tampoco está enterado de que él y yo ya no estamos más juntos? Siento un punzante dolor en el pecho cuando evoco ese recuerdo. Él y yo rompimos. Ya nada me ata a Raphael Thompson; nada, excepto los sentimientos que sigo teniendo por él. Es imposible poder olvidarlo tan rápido; si antes de empezar nuestra relación me costaba hacerlo, peor aún ahora que fuimos pareja. Anoche me quedé dormida de tanto llorar contemplando la única foto que tengo como prueba material de que Raph y yo alguna vez estuvimos juntos. Y que, tal vez, fuimos felices en ese instante. Para colmo de males, Presidente no dejaba de martirizarme al repetir su nombre en toda oportunidad trayendo a mi mente nostálgicas reminiscencias de nuestros mejores momentos, así que tuve que distraerlo a cada rato dándole sus semillas favoritas para que mantuviera el pico cerrado. Realmente hice muy mal en mencionar el nombre de Raph en su delante.
Ese será mi castigo ahora.
Hoy en la mañana me dije a mí misma que no puedo quedarme estancada en esta relación que no funcionó. La vida sigue, el mundo sigue y la escuela sigue. Nada se detiene solo porque acabo de sufrir una decepción amorosa. Debo seguir adelante, en algún momento todo este dolor se irá y ya no habrá más Nadia con el corazón roto. También he reflexionado un poco con respecto a Raph; no quiero cultivar algún tipo de rencor hacia él. Lo nuestro no funcionó, es cierto, pero no quiero odiarlo. Admito que tal vez me he dejado influenciar, en cierta parte, por los sentimientos que todavía me provoca. Pero no me importa. Eso está decidido. Por otro lado, Ale, cuando se enteró de nuestra ruptura y del motivo que me obligó a terminar nuestra relación, quiso ir a rendir cuentas con Raph, pero se lo impedí. Creo que por ese lado este hizo bien en no venir hoy, aunque sé que, en el fondo de mí, deseaba verlo. En resumen, las horas de clase se suceden como de costumbre, solo que esta vez no está el chico que ocupa el primer puesto en la lista de notas. Podría decirse que es la primera vez que falta desde que empezamos a hablarnos, pues su impecable récord de asistencias es uno de los factores por los que siempre se ha destacado, además de sus notas, claro. Cuando pienso en eso, me siento irremediablemente culpable.
¿Seré yo la causa de que haya faltado? ¿Le habrá afectado que hayamos terminado? ¿Y si él...?
Basta, Nadia, deja de pensar en él.
Sacudo mi cabeza y me dispongo a atender lo que queda de la última clase. De tanto divagar siento que me he perdido gran parte de esta, y ya me ha aconsejado Ale que debo mejorar también mis notas en Economía. Con determinación tomo el bolígrafo y comienzo a tomar nota de la información que considero más relevante, también leo el libro y resalto lo que creo que puede venir en los próximos exámenes. En ocasiones hasta participo cuando el profesor hace interrogantes a los presentes sobre la clase anterior. Todos mis compañeros parecen sorprenderse cuando hago eso. Inclusive el profesor, que no escatima en felicitarme cuando me escucha (según él, por primera vez en su vida). Ale se ríe de mí por lo bajo, así que la codeo levemente para que diga algo sobre el tema y así deje yo de ser el objeto de diversión de la clase entera. Solo entonces vuelvo a respirar tranquila. Para mi buena suerte, unos minutos después el docente da por concluida su clase, por lo que todos comienzan a guardar su cosas. En cuanto el timbre resuena por los pasillos, todos salen casi corriendo. Ale y yo, un poco más calmadas, salimos caminando y conversando entre nosotras sobre nuestros planes de hoy. Ella, después de salir del trabajo, piensa irse al cine con sus compañeras, pues es día de paga y quieren celebrar yendo a algún sitio juntas. Yo no tengo más planes que dormir todo lo que resta del día, así que ella, al escucharme, me propone que las acompañe para que así aproveche en distraer mi mente.
Dudo un momento.
Es posible que así sea, pero sé que después de hoy todo volverá a ser igual; además, no me siento con muchos ánimos como para salir. Todavía, aunque no parezca, estoy triste. Estoy por decirle eso, pero entonces la figura de Sabrina se presenta ante nosotras.
—Nadia, ¿verdad? —Es lo que dice a modo de saludo. Por inercia asiento al escuchar mi nombre. ¡Rayos! No quería asentir, mucho menos frente a ella que siempre se ha comportado de manera insoportable—. ¿Sabes por qué no vino Raph hoy? No nos dijo nada a Steph ni a mí, y estamos preocupados. Sabes que él nunca falta, y bueno... tú eres su novia, seguro sabes algo.
No puedo evitar soltar una risa sarcástica. ¿Su novia? Sí, claro. Es gracioso que lo mencione, cuando tanto ella como yo sabemos perfectamente que nunca aprobó nuestra relación. Ni ella, ni ninguna de sus amigas. El hecho de que ahora venga hipócritamente a preguntarme por él trae de regreso a la Nadia del pasado.
—Te equivocas. Él y yo ya no estamos juntos —mascullo, tratando de mostrarle que no me afecta—. ¿Ya estarás contenta, no?
Ella parpadea luciendo confundida.
—¿De qué hablas?
—Vamos, Sabrina, ya no tienes por qué fingir —increpo, sin disipar mi tono irónico. A mi lado, Ale observa la escena en silencio. Sé que tampoco soporta a Sabrina y que también se atrevería a decirle algunas cosas aprovechando que está sola y no con su habitual séquito de brujas, pero también sabe que necesito desahogarme y que en estos instantes estoy utilizando a esta otra sabelotodo para hacerlo—. Sé que Raph solo estuvo conmigo "para no herirme", pero que en realidad nunca sintió lo mismo por mí. Yo misma te escuché hablar de eso.
A medida que más recuerdos regresan a mi mente, más me abandona mi personalidad del pasado. Siento que si sigo hablando ella notará mi voz quebrada y mis ojos llorosos. He tratado de mantenerme fuerte e imperturbable, pero es difícil. Hablar de Raph me duele. Me duele tanto como me dolió el corazón luego de haber terminado con él.
—Ah, eso...
Hago un último esfuerzo para responder.
—Ahora te pido que te marches.
Ella entonces se da la vuelta y avanza unos pasos. Luego, de un momento a otro, se detiene y vuelve a mirar en nuestra dirección.
—No solo eres pésima en matemáticas, sino en reconocer los genuinos sentimientos de Raph por ti —manifiesta fríamente. Estando ahora de espaldas a nosotras, nos mira por encima del hombro antes de agregar—: Y para que lo sepas, ese día no hablaba de Raph.
Sin más que agregar, se aleja de nosotras caminando con aire altivo como siempre. Ale le grita desde donde estamos que se explique, pero ella la ignora y corre hasta salir de la escuela por si es que se nos ocurre perseguirla. Entonces Ale me pide que no le dé importancia a lo que ha dicho, porque obviamente diría algo así por ser amiga del sabelotodo. Entiendo que desconfíe, porque, bueno, se trata de Sabrina. Nada que venga de ella podría considerarse precisamente bien intencionado. Pero si es así, ¿por qué me siento como si hubiera cometido un gran error? Una pequeña parte de mí ha recuperado la esperanza, pero la otra más grande se está dejando influenciar por las palabras de mi mejor amiga. Mientras caminamos hasta la salida de Midtown mi cabeza repasa todo lo que he escuchado. Si es cierto que Sabrina no estaba hablando de Raph esa vez en el baño, ¿entonces qué es lo que él me estaba ocultando y por qué estaba ese día con Ella hablando como si se hubieran estado entendiendo a mis espaldas? Sus versiones no concuerdan.
A unas cuadras de la escuela, Ale se despide mí porque tiene que irse a su trabajo; sin embargo, antes me dice que no le dé muchas vueltas al asunto de hace un rato, porque de hacerlo terminaré enredándome más, y que me llamará más tarde para ver si me animo a lo del cine. Asiento a todo, porque desde que Sabrina se fue no he abierto la boca. Minutos después, me quedo completamente sola. Soslayando, claro, a la gente desconocida que camina a mi alrededor. Camino con la mirada perdida, sin fijarme por dónde me estoy dirigiendo. Me es imposible no pensar en lo que me dijo la bruja. Sonó tan sincera. ¿Qué ganaría ella confesando que no estaba hablando de Raph? Nada, ella no siente alguna clase de especial afecto por mí y no tendría motivos para "ayudarme" de cierta manera y hacerme recapacitar con respecto a Raph.
Algo anda mal. Definitivamente hay algo que no encaja en todo esto.
Creo que debo...
—Ahí estás. —La voz de Stephen me causa un susto monumental, pero me alivio al ver que se trata de él. Quizá me pueda aclarar unas cuantas dudas ahora que está aquí. Estoy por formularle la primera pregunta, mas él me interrumpe—. ¿Por qué lo hiciste?
Suena molesto. Ni siquiera me da tiempo a decir nada, simplemente lanza su pregunta apenas me ve.
—¿Por qué hice, qué?
—Terminaste con Raph, eres una completa egoísta.
Stephen casi me está estrangulando con los ojos; está mas serio que nunca. Nunca se había mostrado así conmigo, ni siquiera cuando le arrebaté la primera vez la pulsera de Ale ayudándola en parte con su venganza contra él. Entiendo que Raph sea su mejor amigo y que se sienta de alguna manera mal por él, pero eso no le da derecho a insultarme si no conoce toda la versión.
—¿Ah, sí? —espeto, indignada por su tono de voz—. Tu amigo me ocultó que...
—¿Que se iba de intercambio? Pues sí, quería decírtelo, solo que le preocupaba que te lastimara la noticia, pero nunca pensó que lo dejarías por eso.
—¿I-Intercambio?
La palabra se oye como si tuviera eco. De pronto me siento mareada, como si fuera a desmayarme de la sorpresa, pero no lo hago. Es solo mi cerebro advirtiéndome lo estúpida que he sido. Lo mal que he juzgado a Raph todo este tiempo. ¿Todo esto fue porque se iba de intercambio? Entonces Sabrina estaba diciendo la verdad. No estaba hablando de Raph, nunca se trató de él. Me alegro por un segundo, pero al instante me dan ganas de abofetearme.
—Así es, no actúes como si no lo supieras, si lo acusaste de haberte ocultado la noticia —me reprende él—. Lo hiciste también, pelirroja. Primero Ella y ahora tú. Dime, ¿qué mal ha hecho Raph para que siempre terminen rompiéndole el corazón? Pero bueno, supongo que ahora sí le has dado el motivo perfecto para que se vaya.
Habiendo dice eso, continúa con su camino sin escuchar lo que pensaba decirle. No intento detenerlo. Literalmente me quedo en shock otra vez, hilando y entrelazando la versión de Sabrina con la de Stephen; las dos concuerdan, eso significa que ella no mentía. Todo este tiempo pensé que Raph me había engañado. Ahora me doy cuenta de lo absurdo que eso suena, él nunca me dio motivos para desconfiar, siempre fue atento y cariñoso conmigo. Incluso frente a Ella nunca dejó que me sintiera intranquila. Y ella hasta nos dio su bendición. ¿Cómo pude pensar algo así? Mi mente me repite lo idiota que soy y quiero echarme a llorar de nuevo al recordar la expresión de Raph cuando le dije que quería dar por terminada nuestra relación. Ahora él va a irse sin saber que todo fue un malentendido. ¿Cómo se supone que le diga que a pesar de lo sincero que fue desconfié de él?
Aguantándome las lágrimas apresuro el paso para llegar hasta mi casa. Ahí tengo el radio que Raph me dio, que es nuestro único medio de comunicación. Necesito pedirle perdón, disculparme por haber sido tan impulsiva. Cuando paso por el parque en el que Raph y yo nos detuvimos ayer para conversar ya no puedo evitar que algunas lágrimas salgan de mis ojos. Me parece todavía percibir la presencia de Raph en este lugar. En este parque nos hemos detenido en diversas ocasiones en el pasado. Me siento en una de las bancas para tratar de calmarme. Si llego con el rostro así de mojado a mi casa, mi hermano sabrá entonces la causa de mi llanto, y algo me dice que se burlará de mí por ser tan llorona. Además, no quiero que nadie más sepa que Raph y yo ya no estamos juntos. Permanezco en el parque por varios minutos hasta que creo que ya estoy presentable otra vez. Arreglo mi cabello y me dispongo a ponerme de pie.
Quiero enmendar mi error, debo empezar por ahí.
—¿Nadia? —llama alguien sonando alegre. Me giro hacia la dirección de donde viene la voz. Cuando lo hago, veo a Ella siendo acompañada por una señora que sostiene su silla por detrás—. Anna, ¿puedes dejarnos a solas un momento? Necesito hablar con ella.
La señora entonces se marcha.
Ella me sonríe, acerca un poco más su silla hacia mí y me pide amablemente que me siente de nuevo en la banca. De la vergüenza no me atrevo a mirarla a los ojos. De cierta manera, también desconfié y pensé lo peor de ella. Y la culpa no me permite pronunciar palabra alguna.
—Sé que todavía falta un largo camino para que podamos ser amigas —comienza a hablar—. Quiero decir, eres la novia de Raph y yo soy su ex novia; entiendo perfectamente cómo te puedes sentir con respecto a la amistad que él y yo tenemos, pero déjame decirte que es solo eso.
Lo sé, ahora lo sé. No me merezco a Raph, ni a él ni a su cariño.
—Yo...
—No pensaba encontrarte aquí; mamá me mandó con Anna a dar un paseo porque sabe que odio estar encerrada —continúa—. Sin embargo, verte aquí ha sido un milagro. Precisamente tengo algo que quería decirte: voy a ser operada. ¡Es posible que pueda volver a caminar!
¿A esto se refería cuando dijo que también quería darme la noticia a mí?
Nuevamente se forman lágrimas en mis ojos y esta vez no las puedo detener. Ella, al darse cuenta de esto, me observa con preocupación, como si hubiera dicho algo malo y se sintiera culpable por eso. Me ofrece un pañuelo que uso para secarme el rostro. Es tan buena que haber pensado mal de ella también me llena de frustración.
—Ella, yo... cometí un error.
De tanto llanto, ya estoy hipando.
—¿Qué pasó?
—Yo corté con Raph, le dije que no quería estar más con él, porque pensé que ustedes dos... Discúlpame. Él me odia ahora, de seguro.
Por un instante pienso que me va a reprender y a gritar diciéndome lo tonta que he sido por creer algo así de él que me ha demostrado que sus sentimientos por mí son verdaderos; y sé que me merezco escuchar eso y más. No obstante, Ella, tan serena como siempre, me regala una mirada misericordiosa.
—Nadia, Raph te quiere —atestigua colocando una mano sobre mi hombro—. Te quiere, incluso, más de lo que alguna vez me quiso a mí. No lo pierdas por algo tan tonto como esto.
Por la tarde, después de mi charla con Ella, llego a mi casa con la firme decisión de enmendar mi error. Subo a toda prisa a mi habitación dispuesta a prender el radio y hablar con Raph. En el camino hacia acá he estado pensando en todo lo que debería decirle para conseguir que él me perdone; la lista de posibles opciones es muy larga. ¿Debería comenzar por la disculpa o por las razones que me llevaron a actuar de esa manera? Está claro que los preámbulos que siempre planeo nunca los termino diciendo, así que los descarto. Esta vez quiero que Raph escuche todo lo que tengo que decirle, a pesar de que yo no le haya dado esa oportunidad.
Abro el cajón de mi mesa de noche, que es donde guardé el radio después de apagarlo y lo enciendo. Presidente me saluda, pero mi mente ahora está enfocada en poder hablar con Raph. Espero algunos segundos hasta que se encienda del todo el dispositivo y, habiendo tomado aire para empezar con mi discurso, presionó el botón para hablar.
—Raph, realmente lamento todo lo que pasó. Fui una tonta, ni siquiera merezco que me perdones. Has sido tan bueno conmigo y yo no supe valorarte. ¿Sabes? Hoy una persona me dijo que soy una completa egoísta, y he descubierto que es verdad, que lo soy, porque a pesar de todo no quiero perderte. Eres... —mi voz se quiebra, pero hago todo lo posible para seguir—, eres lo mejor que me ha pasado. Por favor, déjame explicarte lo que me llevó a decirte esas cosas tan hirientes.
Suelto el botón y espero por una respuesta. Siempre que hablaba con Raph por este medio su promedio de tiempo en contestar era de menos de un minuto. Incluso ese pequeño detalle se convirtió en nada a mis ojos cuando mis inseguridades me cegaron. Doy un suspiro pesado. Espero ese tiempo y un poco más esperando obtener una respuesta.
Un nudo se forma en mi garganta cuando compruebo la hora. Han pasado ya quince minutos.
—¿Raph? —insisto.
Pero su respuesta nunca llega.
•••
Este capítulo se debió llamar: "El día que Sabrina, Stephen y Ella cachetearon a Nadia con sus palabras". XD
Bueno, mejor me callo jaja
Espero que les haya gustado el cap ^^
No duden en votar y comentar :)
LAS LECTORAS EN ESTE MOMENTO:
YO:
De acuerdo, de acuerdo, ya me voy.
Nos leemos en el siguiente cap. <3
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