63| Decisión
El sonido de la campana que indica que la clase ha terminado provoca que mis compañeros empiecen a hacer ruido. Algo que siempre ha pasado, y que siempre he detestado; sin embargo, ahora extrañamente no me molesta. Poco a poco en el salón las conversaciones que tienen entre ellos incrementan su volumen, tanto así que termino enterándome de cosas que ni siquiera son de mi incumbencia. A mi lado, Stephen me hace una mueca para que mire hacia la entrada. De pie en el marco de la puerta se encuentra el profesor Smith, quien me insta a acercarme hacia dónde está, pidiéndome un momento para hablar.
—Dentro de un momento empieza mi siguiente clase —le informo mientras caminamos por el pasillo a fin de que sea breve y pueda yo regresar pronto al salón. Ni siquiera he tenido la oportunidad de saludar a Hussel o intercambiar palabra con ella, algo que sin duda se ha vuelto una costumbre entre nosotros: aprovechar cualquier momento para estar juntos.
—Me enorgullece, Thompson, que te preocupes por no desperdiciar siquiera un minuto de tu educación —proclama sin detenerse—, pero ya la siguiente docente está al tanto de todo.
Con eso claramente me acaba de decir que de nada sirve que me quiera ir, estoy justificado para tardarme un poco en la clase de Literatura, así que guardo silencio. Nos detenemos cuando llegamos a la monocromática sala de profesores. Un lugar que no visito desde hace mucho, pero que según Hussel le trae malos recuerdos al ser el último lugar donde podía entregar sus trabajos. Smith no parece notar mi repentina distracción y me pide amablemente que tome asiento frente al pequeño espacio que le han concedido como "oficina"; luego, saca una llave de uno de los cajones del escritorio y abre su casillero personal, que es más grande que el que nosotros los estudiantes tenemos. De él extrae un documento que hojea antes de colocarlo delante de mí, como si se tratara de un examen que estoy a punto de rendir. Me pide que lo lea al darse cuenta de que ni siquiera lo he mirado.
"Carta de compromiso para intercambios estudiantiles".
Eso es lo que se lee en medio de la primera hoja, debajo del nombre de la escuela que es St Wilfrid's Catholic School, ubicada en el Reino Unido. Ya sé por dónde va esto. Un solo pensamiento me embarga al releer el título del documento.
—Los demás docentes y yo pensamos que ustedes son los más indicados para representarnos en St Wilfrid's.
¿Nosotros?
—¿Quién más irá?
—La señorita Accio —informa mostrándome el mismo documento que yo tengo pero firmado por los padres de Sabrina—. Sus notas han mejorado considerablemente, así que estoy seguro de que se merece este logro. Al principio pensé en Boward pero no sé dónde anda su cabeza últimamente, que no le ha estado yendo tan bien como antes.
Permanezco en silencio tratando de asimilar lo que está pasando. Los Accio ya han aceptado firmemente enviar a Sabrina a esta escuela de Reino Unido como estudiante de intercambio, pero yo recién me entero; sospecho que seguramente lo hicieron porque sabían (o dieron por hecho) que yo también iría. ¿Lo sabrán ya mis padres? No dudo que cuando lo sepan me soliciten, sin pensarlo demasiado, el documento para firmarlo. Ellos consideran los intercambios internacionales como grandes logros. Y lo son, pero no me siento con deseos de celebrar, como quizá habría hecho en otras circunstancias. Smith parece percibir mi indolencia ante la noticia, pues me anima a seguir leyendo para ver si así mi expresión cambia. Obedezco.
La siguiente hoja del documento es el compromiso que debo rellenar con mis datos para luego hacérselo firmar a mis padres. A medida que avanzan las hojas me entero de que todo correrá por cuenta de Midtown para Sabrina y para mí (considérese pasajes, alimentos, estadía, materiales de trabajo, etc.) y que nos alojaremos en una residencia exclusiva para estudiantes de intercambio. Al final encuentro un folleto que muestra las cosas más interesantes y resaltantes de dicha escuela, desde los cursos extracurriculares y talleres hasta los concursos que se hacen durante el año. También hay transcrito al final un discurso del director de la escuela en el que nos dice que no importa el lugar donde elijamos estudiar, lo que importa es que el estudiante se sienta satisfecho consigo mismo, ya que así su rendimiento siempre será ascendente.
Decido tomarle la palabra.
—No puedo hacerlo.
—¿Por qué? Es una oportunidad única, Thompson; yo hubiera deseado que se me presentara algo así en mi adolescencia, ¿y tú la rechazas sin ninguna consideración? —refunfuña Smith. Luego, cuando vuelve a recuperar la compostura, me observa desafiante—. O es por... ¿estás haciendo esto por Hussel?
No contesto a esa pregunta, en su lugar busco explicarle el porqué de mi resolución.
—Me siento a gusto aquí; he aprendido mucho a lo largo de los años que llevo en esta escuela, no me gustaría irme a otra solo para pasar una temporada allá. Ese tiempo prefiero pasarlo aquí con profesores y gente que conozco.
No suena muy convincente, pero es la verdad. O eso quiero pensar.
Smith se pone de pie después de escucharme. Yo imitó su acción. Con cuidado toma el documento que colocó frente a mí y me lo extiende. Ni siquiera sé por qué lo recibo, pero lo hago.
—Debes pensarlo bien con la cabeza fría.
Así da por terminada la conversación y me hace una seña para que me retire.
El tema del intercambio ocupa mis pensamientos durante toda la clase de Literatura, tanto así que no participo como hago habitualmente, tampoco me entero de cuál es el tema de hoy. Ni siquiera me doy cuenta cuando es que termina la clase ni nada, hasta que veo a Hussel acercarse a mí. Mi primer impulso es darle un beso en la mejilla a modo de saludo y abrazarla de lado frente a quien sea que se encuentre en el salón. No pienso en las posibles consecuencias, simplemente me urge tenerla cerca. Con la charla de hace un rato con Smith pareciera que no la hubiera visto en años. Ella me sonríe cuando me aparto y por un instante mis preocupaciones desaparecen. Me habla sobre la charla que su papá le recordó, pero que al final no debería alarmarme, porque parece que me ha aceptado. También menciona que su mamá parece apoyarnos, pues no le ha comentado nada al señor Hussel acerca de que nos encontró dormidos en su habitación, sobre su cama. Cuando las últimas palabras salen de su boca, se ruboriza un poco. Stephen, que observa la escena, se mofa de nuestra situación. Tras unos minutos, Hussel se va con su amiga, con quien dice tener una conversación pendiente.
Apenas se marcha, me dejo caer sobre la mesa, pues regresa a mi mente lo que tanta molestia me estaba causando. He estado sopesando los pros y contras de irme a esa escuela, y, por más que lo intente, siempre encuentro menos contras que pros.
—¿Ya te lo dijeron?
Levanto la cabeza rápidamente al oír la pregunta de Stephen. Todavía no le he comentado nada, porque estaba intentando ordenar mis ideas, así que me sorprende que salga con algo tan de repente.
—¿Lo sabías?
Él asiente.
—Sabrina me lo contó, dijo que Smith le dio la noticia hace algunos días. Sus padres de inmediato le concedieron el permiso, ya sabes que para ellos es su princesa —explica, estirándose sobre su asiento—. Solo era cuestión de tiempo para que te lo dijera a ti también.
—Le dije que no iría.
Stephen suelta un «qué» exageradamente fuerte que llama la atención de los pocos estudiantes que han decidido permanecer en el salón siendo el descanso.
—Bro, es una gran oportunidad —afirma mediante susurros—. Si lo haces por la pelirroja, créeme que ella sabrá entenderte y esperarte. Es solo un semestre.
—La lastimará, apenas hemos empezado nuestra relación.
Él rueda los ojos.
—Más te vas a lastimar a ti mismo si no haces lo que verdaderamente quieres.
El receso finaliza, y con ello mi conversación con Stephen.
En mi cabeza las horas se pasan volando, y es así como esta vez sí me percato cuando las clases concluyen. De inmediato guardo mis cosas para poder alcanzar a Hussel e irme con ella como hacemos desde que empezamos a salir. No obstante, como Smith es quien nos ha dictado la última clase, aprovecha que estamos los tres juntos; es decir, Sabrina, Stephen y yo, y nos pide hablar con nosotros. No nos da tiempo a negarnos sino que nos ordena seguirlo. Le doy una rápida mirada a Hussel, pero ella está de espaldas y no me ve, por lo que no encuentro como advertirle qué tal vez me demore un poco. Gritar desde mi posición solo implicaría quedar en evidencia frente a Smith, dado que tanto ella como yo sabemos que mientras menos profesores sepan de nosotros, mejor. Por ese motivo, nos alejamos sin decir nada.
Sé hacia dónde vamos, o lo supongo. Por la dirección que estamos tomando, todo indica que nos dirigimos nuevamente hacia la sala de profesores. No me equivoco. Para nuestra sorpresa, adentro nos espera toda la plana docente que ha tenido la oportunidad de enseñarnos a los tres desde que empezamos la secundaria. Stephen, Sabrina y yo nos quedamos sorprendidos. Entonces uno de ellos empieza a hablar sobre el tema que me ha generado tanto desasosiego desde la mañana. Parece que Smith los ha reunido aquí específicamente para que me ayuden a pensar con la cabeza fría (palabras suyas), para que me abran los ojos y me hagan reaccionar acerca de mi precipitada decisión. Incluso Sabrina y Stephen están esta vez del lado de los profesores. Ellos también piensan que esta oportunidad es muy buena para mi futuro, y me dará nuevas experiencias y conocimientos. Sé eso, pero también está esta sensación que no me deja tranquilo.
Mientras cada uno de los docentes expone los pros que yo mismo consideré mientras estaba en clase, Stephen, Sabrina y yo permanecemos sentados en un mueble frente a ellos, escuchándolos. Al ver que mayormente se dirigen a ella y a mí (dado que la invitación es para nosotros dos), y que Stephen está a nada de quedarse dormido, le pido de favor que le dé un mensaje a Hussel. Él me agradece que le haya dado una excusa para poder retirarse, antes de pedir disculpas y salir de la sala con prisa.
Como cada profesor manifiesta su opinión y nos da consejos a cada uno sobre sus experiencias en intercambios, cosas que debemos saber, cosas que debemos evitar y etcétera, la reunión se prolonga demasiado. Mucho más de lo que Sabrina y yo esperamos. Estoy seguro de que allá afuera en los pasillos no queda ningún estudiante, porque Stephen ya se debe haber esfumado. Confío en que Hussel haya recibido mi mensaje y me espere para poder hablar con ella. Tengo que decírselo, tengo que decírselo antes de que se entere por terceros. Finalmente, para bien nuestro, Smith se ve obligado a interrumpir al octavo profesor al ver nuestras caras de aburrimiento e informa que habrá otra reunión parecida más pronto de lo que nos imaginamos. Con eso da por finalizada la sesión de persuasión. Realmente la hora se ha pasado muy rápido por estar escuchando todo lo que decían.
Al salir, me despido de Sabrina porque ella me dice que la vendrán a recoger y me encamino hasta mi casa con celeridad. Llego, saludo al señor portero, entro al ascensor y subo hasta mi piso. Me pregunto si Ralph está ahí. Hoy en la mañana dijo que saldría, pero no mencionó con quién. Papá y mamá sí deben estar ahí, descansando después de haber presentado su última película. Saco mis llaves mientras camino por el pasadizo, pero me detengo cuando veo a Ella en la entrada a punto de tocar la puerta. Mis pasos la alertan, porque se detiene al instante y se vuelve para verme.
—Raphie, pensé que ya habías salido de la escuela.
—Lo hice, pero tuve una charla muy larga con los profesores.
Hubiera, de hecho, preferido tener la extensa charla con el señor Hussel por salir con su hija que con el séquito de profesores de Smith. Ella se ayuda de las ruedas de su silla y se gira en dirección hacia mí al escucharme.
—¿Pasó algo?
—Antes, ¿quieres pasar? —ofrezco, acercándome a la puerta. Me parece un poco maleducado atenderla en el pasillo del edificio, además de que no creo que a los vecinos les interese enterarse de nuestra conversación.
—No, mamá me está esperando en el estacionamiento; solo vine a darte una noticia —detalla, mirándome con los ojos brillosos—: Me van a operar.
—¡Eso es genial!
Por fin una buena noticia de verdad. Lo del intercambio no cuenta.
—Maravilloso, ¿cierto? Mamá me hizo seguir el tratamiento y el médico le dijo que con esta operación hay muchas probabilidades de que pueda volver a caminar. Eso sí, puede que tarde unos meses, pero de que existe la posibilidad, existe. No sabes lo feliz que estoy, así que quise compartir mi felicidad contigo.
Este es el sueño de Ella desde que tuvo ese accidente. Después de que yo me convirtiera otra vez en su amigo y me quedara a su lado como tal, ella me contaba las cosas que pensaba hacer el día que pudiera caminar de nuevo. Hablaba sobre ir a la playa y sentir la arena deslizarse bajo sus pies, ese era su mayor deseo. En todo momento soñaba despierta y no perdía la fe. En su rostro siempre hubo una sonrisa a pesar de que constantemente le decían que las probabilidades de que volviera a caminar eran bajas. Es por eso que entiendo su felicidad, y la comparto.
—Me alegro mucho por ti, ten por seguro que Hussel y yo te apoyamos y estaremos contigo.
Apenas la recuerdo, siento que mi rostro cambia en un segundo. Y Ella lo nota. Siempre se ha caracterizado por ser muy observadora, y me conoce bastante bien como para saber que algo anda mal conmigo.
—¿Pasó algo con ella? —inquiere, cruzándose de brazos. Decido entonces confesarle qué es lo que me sucede. Le cuento todo, desde la noticia del intercambio hasta el discurso persuasivo de los profesores por que acepte ir y no me pierda esa magnífica oportunidad. Además de eso, le digo que hasta el momento no he tenido la manera de hablar con Hussel sobre el tema, porque no me he atrevido. Al oírme, ella niega con la cabeza—. Se lo dirás, ¿no es así?
Claro que lo haré, el problema es que no encuentro cómo hacerlo. Hussel es una persona muy sensible, si utilizo una palabra errada podría terminar lastimándola. Eso es lo que me detiene por ahora.
—No quiero lastimarla.
—Raphie, Nadia tiene que saberlo —asevera, mirándome compasivamente—. Yo también cuando la vea se lo diré.
Me sorprende eso último. ¿Le dirá sobre su operación?
—¿También tú?
Asiente, decidida.
—Sí, en el poco tiempo que la conocí sé que es una buena chica. Quiero que se entere por mí de esta noticia.
—Está bien; sobre lo otro... Trataré de decírselo hoy mismo.
•••
Cadena para que Nadia reaccione y se dé cuenta de que el sabelotodo la adora x1
Admito que no tenía planeado escribir este cap, pero vi por ahí en comentarios que lo pidieron (porque yo leo todos los comentarios eh 7n7), así que aquí está. Últimamente ando de buenas, ¿será porque ya se acerca mi cumple? Quién sabe xd
Considérenlo un regalo para ustedes por mi cumple :') También siento que escribir esto sirvió para aclarar algunas cosas, como por ejemplo POR QUÉ RAYOS ELLA ESTABA AHÍ PRECISAMENTE CUANDO NADIA FUE A BUSCAR A RAPH, MALDITAAAA.
Perdón, me exalté :v
Bueno, eso es todo por ahora.
Espero que disfruten el capítulo :)
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top