60| Primera y última
Ella.
La única persona cuya presencia me genera una inquietud que no me esperaba se encuentra ahora frente a nosotros mirándonos como si fuéramos Romeo y Julieta reencarnados en este siglo. Es decir, con una expresión entre fascinada y sorprendida. Yo estoy todo lo contrario, verla ha sido para mí lo más cercano a sufrir un paro cardiaco de una micra de segundo. Exactamente así, sin exagerar. A pesar de que en su rostro hay una gran sonrisa plasmada a causa de nosotros, no puedo evitar sentir cierta desconfianza hacia ella. No porque me haya hecho algo o porque su presencia haya significado un obstáculo en mi relación con el sabelotodo, sino porque sé lo que ella significa para él, para Raph. Esta chica con la que nos acabamos de encontrar precisamente hoy que es nuestra primera cita es, además de eso, su primer amor. También su primera novia; es, en resumidas cuentas, su primera vez en casi todo.
No sé cuál sea mi expresión en este momento, pero opto por transformarla en una sonrisa parsimoniosa. A fin de cuentas, no tengo nada en su contra. Confío en Raph; él me ha demostrado que es feliz a mi lado y se podría decir que me ha abierto su corazón. No tengo por qué dejarme llevar por mis propias inseguridades sin fundamento. Debo discernir bien si se trata del sabelotodo.
—Jamás pensé encontrarlos aquí —comenta, acercándose un poco más hacia donde estamos después de haber comprobado que, en efecto, somos nosotros—. Vine de compras con mi mamá, pero al parecer me descuidó un segundo.
Después de ese comentario suelta una pequeña carcajada. Su mirada recae en Raph, quien hasta el momento no ha abierto la boca. Él parece notarlo, pues sus ojos se desplazan hasta donde ella se encuentra con la intención de comentar algo.
—Sabía que la señora Penny no te dejaría venir sola.
—La conoces tan bien. —Ella rueda los ojos como fastidiada antes de dirigirse al sabelotodo con tono confidente—. Como cuando le pedimos permiso para visitar a mi papá, tampoco nos quiso dejar ir solos, ¿te acuerdas?
Raph asiente.
—Seguro debe estar preocupada, no debiste alejarte.
—Quería saber lo que era la libertad; normalmente no me deja salir si es que no está ella o la señora que me cuida.
De pronto siento como si hubiera quedado fuera de su conversación, lo cual en parte no me molesta ya que yo no sabría qué comentar acerca de lo que están hablando, puesto que a Ella y a su situación apenas la conozco. Aun así, algo en mi interior me hace sentir un tanto decepcionada. Esta se suponía que iba a ser una noche solo de nosotros dos. Que Raph iba a recordar nuestra primera cita como un momento que pasó solo conmigo. No se siente bonito saber ahora que tu novio recordará su primera cita contigo porque su exnovia se apareció en ella también. Me siento tan frustrada que quisiera desaparecer. Todo esto hasta que Raph busca mi mano y la rodea con la suya. Mi pulso salta sin poder hacer nada al respecto. Por supuesto que este acto no pasa desapercibido a ojos de la rubia que nos observa; sin embargo, no percibo en su rostro alguna expresión de dolor, molestia o algo por el estilo. Es más, nos mira divertida.
—Se ven tan lindos.
Y eso que no has visto nuestra foto de hoy.
Pestañeo. No puedo estar pensando de esa manera, por Dios. Si Ella pudiera leer mis pensamientos se habría burlado de mí por sonar tan infantil. Por más que sea justificable que me sienta un poco celosa, poco a poco me voy dando cuenta de que no es necesario que lo esté. Decido, en lugar de eso, responder como una persona amable y civilizada.
—Gracias.
Mi mano sigue sujeta a la de Raph sin aparentes intenciones de soltarse. De cierta manera no me está costando mucho actuar de esta manera, yo realmente me siento más tranquila ahora.
—Nadia, ¿verdad? —cuestiona con su mirada posada sobre mi persona; esta vez se ha puesto más seria que recepcionista de hospital. Toda yo me pongo en alerta de nuevo—. Tienes a tu lado a un gran chico, que por lo que veo te quiere mucho, valóralo.
No me esperaba ese comentario. Admito que esperaba de todo menos ese comentario. Incluso hubiera preferido que me dijera que aún siente algo por Raph, ya que para eso al menos tengo una respuesta; y no muy bonita (es broma, ignoren toda la oración). Pero, ¿cómo se supone que debo responder a eso? Tener esta clase de conversación con la ex de Raphael Thompson definitivamente no estaba en mis planes.
Me quedo en completo silencio, pidiéndole mentalmente a mi cerebro que reaccione y no me haga quedar mal frente a ella. Vamos, habla, di algo. No te quedes como estatua, piensa. ¡Lo que sea! Solo H-A-B-L-A.
—¿Bien?
¿Qué acabo de decir? Excelente, Nadia. Ese «bien» en pregunta está de por sí fuera de lugar. Lo sé, estoy al tanto de eso.
¿Qué respondería otra chica en mi lugar ante eso? Ale hubiera usado un tono irónico más aun sabiendo que ella es su ex. Ya me la imagino diciendo en mi lugar: "No te preocupes, yo sí sabré valorarlo". Pero yo soy demasiado misericordiosa como para pensar siquiera en responderle de esa manera a Ella, que me ha demostrado que es una buena chica y que ya no supone algún peligro entre Raph y yo.
—Ahí estás, cariño —exclama una mujer acercándose a sostener las manijas de la silla de la rubia, librándome así de la vergüenza que me esperaba por lo que acabo de responder. Parece como si hubiera buscado a su hija por todo el centro comercial, porque su frente está un poco húmeda por el sudor. Cuando por fin se recompone, advierte nuestra presencia—. Raphael, qué sorpresa. No esperaba verte por aquí, y acompañado —añade echándome una acíbar mirada a mí y a la mano que tengo entrelazada con la de él—. Con razón hace mucho que no te veo visitando a mi Elle.
—Mamá... —intercede ella, viéndose claramente incomodada por el tono usado por la señora—. Justo nos estábamos despidiendo, ¿verdad, chicos? ¡Nos vemos!
En contra de la voluntad de su madre, Ella gira su silla ayudándose de las ruedas y lentamente ambas se alejan de nosotros.
Raph y yo permanecemos quietos viendo cómo se pierden entre las demás personas presentes. Ninguno de los dos dice algo mientras eso pasa. Mis pensamientos ahora están concentrados en el recuerdo de la mirada que me dedicó la mamá de Ella; cualquiera diría que a estas alturas esa señora me odia. ¿Es porque cree que soy la causa del distanciamiento de Raph para con su hija? ¿Es porque piensa que Raph me prefirió a mí antes que a Ella? Ya no sé qué pensar. Sea cual sea el motivo, yo no tengo la culpa de nada. Me fijé en Raph desconociendo su pasado con Ella y él me correspondió a pesar de este. No lo hubiera hecho si no sintiera lo mismo por mí, ¿verdad?
No pudo haberse obligado a sí mismo a querer a alguien; los sentimientos no se fuerzan, fluyen solos.
Esta noche, después de este suceso, se ha hecho más larga de lo que esperaba.
—Hussel, lamento eso —escucho al sabelotodo disculparse como si hubiera sido culpa suya lo que acaba de pasar—. Yo no sabía que...
—No te disculpes —lo interrumpo. Le muestro nuestra foto juntos para que se olvide del tema—. No arruinemos lo que queda de la cita, ¿sí?
Como todavía me tiene de la mano, me atrae hacia él y entonces esta vez soy yo quien lo besa primero.
Sin embargo, nuevamente alguien o, más bien, algo irrumpe en nuestra burbuja de felicidad. Es el sonido de mi celular el que provoca que me separe de Raph y dé por terminado nuestro grácil beso. Saco el dispositivo móvil del pequeño bolso que he traído y compruebo que es papá. Estoy por contestar, cuando la llamada de pronto se corta. Espero unos segundos para ver si me llama de nuevo, pero nada. En vez de eso, veo que tengo un nuevo mensaje de texto. Al abrirlo por poco me desmayo:
"¿Cómo está eso de que apareciste en televisión como novia de Raphael Thompson? Los estoy esperando en este momento en casa a ambos para tener una extensa charla. MUY EXTENSA. Luego esa charla será entre nosotros dos."
Raph y yo palidecemos al leer terminar de leer el mensaje.
Media hora más tarde, el taxi se detiene frente al pequeño patio de mi casa. Las luces de la sala están encendidas, incluso las que dan a la habitación de mis padres lo están, lo que comprueba que las palabras de papá son ciertas. Es decir, eso de la charla extensa va en serio. Raphael le paga al señor antes de bajarnos y este se aleja de nosotros después de dedicarnos su mirada más compasiva, seguramente presintiendo lo que nos espera. Dejo escapar un suspiro de resignación. Aunque Raph no me lo diga, sé que está nervioso. ¡Y con mucha razón! El mensaje de papá no se leía precisamente como si lo fuera a esperar con los brazos abiertos. Reitero, Michael Hussel es un padre demasiado celoso, lo que quiere decir que aceptar que salga con Raph no va a ser tan fácil. Al menos, así lo creo yo. Sinceramente, con papá nunca se sabe. Todo depende de su humor, porque ese día fácilmente dejó pasar a Ralph a la casa e incluso lo invitó a cenar, vio el futbol con él y, lo último pero no menos importante: ¡me encargó a él!
¿Qué padre intimidante haría algo así?
Raph y yo miramos vacilantes el corto camino que conduce a la puerta de mi casa.
—Hey, si quieres le puedo decir a papá que no pudiste venir porque tenías el evento de tus padres.
Él me observa como si le acabara de insultar, lo que me hace reír. Desde lo alto, Presidente le da la bienvenida con el particular apodo que le tiene.
—Lo que faltaba, tu padre no será el único que no me quiera en esta casa.
—Ya te lo dije, Presidente te ama —me mofo, mientras caminamos hasta la entrada.
—No creas que no he pensado que eres la única que pudo haberle enseñado esas frases respecto a mí.
Desvío mi vista hacia otro lado. En eso tiene razón, pero eso fue antes de que nuestra historia empezara, así que no es del todo mi culpa. Él, antes de eso, se comportaba como un completo tonto.
—Le enseñaré a quererte, no te preocupes.
—Como si fueras a sobrevivir para eso —se burla mi hermano asomando su cabeza por la ventana que da a la sala, que está a un lado de la puerta—. Ahora eres famosa, hermanita. No sabes cuántos tweets hay circulando en redes preguntándose por tu nombre.
—¿Quieres bajar la voz?
—Papá está en su oficina, de todas maneras. —De alguna manera, eso me calma un poco, hasta que Zach añade—: Esperándolos.
Debí saberlo.
Observo a Raph y él me indica con la mirada que no hay problema en que toque la puerta, así que eso hago. Mientras espero a que alguien se digne a abrirnos me pido calma mentalmente ante lo que está por ocurrir. De seguro papá me dirá lo decepcionado que está de mí por haberle ocultado mi relación, por más que no haya sido intencional. ¿No haberle comentado acerca de ello cuenta como habérselo ocultado? Supongo que esta noche lo sabré. Raph y yo nos ponemos en alerta cuando escuchamos que alguien, desde el interior, se acerca para recibirnos. Sin embargo, el escenario que nos encontramos cuando mi hermano nos abre es cualquier cosa menos lo que esperábamos. Adentro, nos esperan los señores Thompson sentados tranquilamente en el sillón de la sala, a su lado van los Accio y después mis padres.
¿Qué es esto?
Ni Raph ni yo encontramos algo coherente qué decir. Es obvio que no esperábamos encontrarnos con las personas que nos observan en este momento, a excepción de mis padres y mi hermano. Se supone que papá nos iba a esperar listo con un discurso de por qué no deberíamos estar juntos a una temprana edad debido a los estudios, que deberían ser nuestra prioridad y demás razones, para recitárnoslo como si fuera el mismísimo director Churchill. No esto.
—Se ven tan lindos juntos —comenta la señora Thompson, descolocándonos. La señora Accio asiente y luego le sigue mi mamá.
—¿Ya ves que tenía razón, Mike? —ríe la mamá de la bruja Sabrina—. Un mensaje amenazador nunca falla.
Papá me observa un poco serio, pero no con expresión de que quiera ahorcar a Raph por estar conmigo. Esa es buena señal, ¿no?
—¡Quién lo hubiera imaginado! Un Thompson con una Hussel —habla el señor Thompson.
—¿Qué...? No entiendo qué pasa —replico, llamando la atención de los seis adultos presentes—. ¿Ustedes se conocen?
Dirijo mi vista hacia los señores Thompson y mis padres.
—Por supuesto, fuimos compañeros de trabajo en nuestra adolescencia.
No me lo puedo creer.
—¿Qué? —exclamamos Raph y yo al unísono.
—De hecho, las posiciones en que estamos sentados ahora serían muy diferentes si Kat no me hubiera elegido —bromea el señor Thompson.
—Jacob, ¿cómo dices esas cosas? —le reprocha su esposa, disculpándose con todos. El señor se cubre la boca como un niño pequeño después de haber dicho una palabrota.
—No te preocupes; más bien le agradezco que gracias a él Lennie llegó a mi vida.
Un "oh" bastante prolongado se oye por toda mi sala ante el comentario de papá. Después de eso, empiezan a platicar entre ellos dejándonos a un lado.
Eso es, nos han llamado aquí por nada. Papá solo quería asegurarse de que esté en casa donde me puede vigilar y no en cualquier lugar desconocido a solas con Raph. Ya me ha quedado claro que no le molesta que salga con él, pues por ser hijo de su amigo de la adolescencia, le tiene cierta consideración por sobre los demás chicos que alguna vez quisieron pretenderme. Algo que, de alguna manera, me tranquiliza. En este momento, como los adultos se encuentran en la sala bebiendo un champagne en honor a su reencuentro, Raph y yo nos encontramos sentados en los primeros peldaños de las escaleras para no interrumpirlos. Zach se encerró en su habitación casi después de que nos abrió, así que no tenemos ninguna compañía.
¿Y esto es todo? ¿Así es como acabará nuestra cita?
De pronto, una idea se me viene a la mente. No lo pienso dos veces antes de expresarla en voz alta.
—¿Quieres subir a mi habitación y conocer a Presidente en persona?
Raph abre un poco más los ojos sin poder creer lo que acabo de proponer.
—No creo que sea buena idea...
—Vamos, no hay nada de malo —indico, poniéndome de pie—. No te preocupes.
Casi en contra de su voluntad, consigo hacer que Raph suba hasta el segundo piso de mi casa. Mientras caminamos por el pasillo, le hago un mini tour para que se vaya familiarizando.
—Por ahí está el baño, por allá la habitación de mis padres, esta de acá es la de mi hermano, disculpa por cierto el olor que desprende de esa puerta, y esta es la mía.
Giro el pomo de mi habitación y lo invito a pasar.
Apenas Raph pone un pie adentro, Presidente levanta sus alitas desde el balcón donde se encuentra para llamar nuestra atención. Me acerco a él al instante para presentarlo oficialmente ante el sabelotodo. Raph se adentra también y deja la puerta abierta.
—Mira, Presidente, él es Raph y a partir de ahora debes olvidar todos los insultos que tengas contra él.
Mi mascota lo observa receloso antes de retraer su vista hacia el lado contrario.
—Raph es un tonto —repite una, dos, tres y hasta cuatro veces seguidas.
—No, di algo como "Raph es lindo".
Presidente ignora mi petición, así que dejo su jaula sobre mi escritorio y lo castigo de la misma manera, es decir, ignorándolo. Raph rueda los ojos, pero sé que le divierte la situación. Me dirijo hacia la silla giratoria que tengo y me siento ahí dando vueltas para desestresarme. Raph me observa antes de sentarse en el borde derecho de mi cama, lo más lejos de mí; después mira el desorden que hay al lado de la jaula de Presidente. Varios apuntes, hojas rasgadas, formularios, cuadernos y libros abiertos están en un solo sitio. Por su expresión ya sé lo que debe estar pensando, pero en vez de molestarme, se me hace muy tierno.
—Si quieres te ayudo a ordenar tus...
—¿Sabes? —lo corto—. Eres el primer chico además de mi hermano que pone un pie en mi habitación.
Él hace como si no me hubiera escuchado.
—Podríamos empezar por...
Me pongo de pie y camino lentamente hacia él, que, inconscientemente, se inclina un poco hacia atrás. Está nervioso y eso, de alguna manera, me encanta. No obstante, decido no asustarlo más y rodeo la cama solo para sentarme a su lado. Todavía está un poco lejos, pues nos separan un par de almohadas.
—Raph, ¿me das un abrazo?
Entonces por fin se acerca más hasta donde estoy y alzando su brazo izquierdo me permite apoyarme sobre su pecho. Ahora sí estamos en una posición digna de película. Podría dormirme entre sus brazos como aquella vez en el viaje a Bend, y no me importaría despertar y ser su rostro lo primero que mis ojos vean. Permanecemos en esa posición por varios minutos, tantos que siento que poco a poco me voy quedando dormida. Sin embargo, un murmullo suyo me obliga a abrir los ojos.
—También eres la primera chica en entrar a mi habitación —comenta imitando mi tono de voz de hace un rato—. Y en abrazarme así tan de repente como lo hiciste esa vez, y en insultarme en público, y en bañarme en limonada, y en malograrme unos audífonos y en pedirme encima regalados los audífonos que tú misma malograste, y en enseñarle a su mascota a insultarme y en...
Le coloco una mano en los labios para que se calle.
—Basta, eso es tan vergonzoso —me quejo, queriendo esconder mi rostro de sus ojos.
—Eres la primera en muchas cosas, Hussel —declara juntando sus dos brazos para abrazarme más y juntarme más a él—. Eres la primera y no dudo que seas la última.
Si no fuera porque estoy recostada ya me habría yo desmayado.
¿Cómo rayos se respiraba?
•••
Esta vez fui buena y dejé la escena hasta aquí. Originalmente iba a quedar en que ellos llegaban a su casa y ya xd
Ya se viene lo mejor muajajaja
¡Gracias por leer! :3
No duden en votar y comentar ^^
Nos leemos <3
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