56| El mejor lugar para una cita

—¿Entonces le diste el radio?

Asiento a lo que me ha preguntado sin despegar la vista del libro que estoy leyendo. No tengo intenciones de conversar; dentro de unos días tenemos un práctica escrita sobre este tema. Toda la información anterior que Stephen ha conseguido sobre los acontecimientos entre Hussel y yo ha sido a través de mis respuestas a sus incesantes preguntas.

—Jamás imaginé que fueras tan romántico —se mofa él juntando sus dos manos y lanzando un suspiro. Detengo mi lectura un momento para pensar en una posible respuesta.

—Ni tú tan rencoroso —contraataco unos segundos luego para cobrármela—. Ya me ha contado Hussel como están las cosas entre Turner y tú.

En realidad, no me ha dicho nada. Solo basta con ver cómo actúan cuando están frente a frente para darse cuenta.

Stephen se remueve incómodo en su sitio al percatarse del rumbo que ha tomado la conversación, que tanto ha evadido, e intenta cambiar de tema; algo que, por supuesto, no logra del todo. Ambos sabemos bien que lo que acabo de decir es cierto. Incluso aunque no me haya querido mencionar más del tema, sé que algo le pasa.

—¿Las cosas? ¿Cómo cuáles? Nada... nada sucede entre ella y yo.

Cierro el libro y me giro en su dirección para encararlo. Si me va a mentir al menos que tenga la valentía de intentarlo cuando lo estoy observando. Porque aunque él a veces es alguien que se toma todo como una broma, cuando se trata de sus sentimientos puede llegar a ser bastante evidente. Mi mirada parece transmitirle de manera precisa lo que estoy pensando, porque después de un rato se lanza completamente al sillón de mi sala antes de exclamar que las mujeres están locas. Y que son incomprensibles.

—Es decir, ¿quién las entiende? —pregunta a la nada antes de mirarme a mí—. ¿Cómo haces para entender a la pelirroja?

Siendo sincero, no me es tan difícil saber lo que ella está pensando. Tal vez es porque, después de todo el tiempo que he pasado a su lado, la conozco mejor de lo que pienso.

—Hussel y yo...

—Sí, lo entiendo. En el caso de ustedes el sentimiento es correspondido, créeme que lo sé. —Lanza otro suspiro cansado antes de quedarse callado por una buena cantidad de tiempo, mismos minutos que aprovecho para continuar con mi lectura. Desdichadamente, al poco rato de que he recobrado la concentración, añade—: De todos modos, ya lo he decidido. De nada sirve que siga detrás de Alessa si ella no siente nada por mí, por eso he decidido dejarla ir.

Nunca, hasta el día de hoy, se me había presentado la oportunidad de consolar a Stephen ante una situación parecida. No se mostró así cuando sus padres se divorciaron después de un escándalo por infidelidad; ni cuando, no contentos con hacer pública dicha separación, se abocaron a la realización de un juicio civil para disputarse la tenencia de sus hijos; tampoco cuando lo separaron de su hermana enviando a esta a estudiar en el extranjero para evitar que mantuviera comunicación con su padre. Ninguna de las situaciones difíciles por las que pasó requirieron de algún tipo de consuelo. Sabrina y yo nunca lo volvimos a intentar luego de que él nos dejara en claro que eso era lo último que quería. Y ahora no es que no quiera hacerlo, solo que me sorprende que nunca haya mencionado algún tema como este en el pasado en alguna de nuestras conversaciones luego de haber pasado por cosas aún peores. Su vida, antes de que Alessandra Turner se cruzara en ella y después de todos sus problemas, se resumía a estudiar arduamente para mantenerse en el tercio superior, hacer bromas, reunirse con Sabrina y conmigo y jugar videojuegos por las tardes. El tema "chicas" hasta hace poco no era de sus preferidos. Incluso cuando Sabrina se mofaba de la cantidad de chicas que lo veneraban en la escuela, él jamás le dio importancia. Al parecer, ahora eso ha cambiado.

Actualmente hay una que ocupa enteramente sus pensamientos, pero a quien, irónicamente, no le interesa en lo absoluto.

Trato de pensar en alguna frase alentadora que pueda ayudarle en su situación, algo que le sirva como sus consejos me sirvieron a mí cuando tenía mis dudas sobre Ella, pero no se me ocurre ninguna. Tampoco es que yo sea un experto en temas como estos; apenas acabo de empezar una relación real (con todo lo que incluye) después de casi arruinarlo. Es por eso que si hablamos de experiencia, yo tengo puntos en contra que aún debo recuperar.

—¿Te rindes tan pronto, hombre? —Stephen y yo levantamos la mirada hacia la entrada de la sala al oír la voz de Ralph que acaba de llegar—. Ya verás que en poco tiempo Alessandra volteará a mirarte.

—Me mira a diario, y, si sus ojos tuvieran láseres, no dudaría en desintegrarme.

Ese comentario demuestra que Stephen se encuentra en el último nivel de pesimismo. Lo cual puede resultar no grave, sino lo siguiente. Ralph, al percatarse de eso, se lleva una mano a la barbilla y simula estar pensando en algo muy serio.

—¡Ya lo tengo! Tienes que empezar paso a paso. Claramente cada uno tiene que dar resultados positivos, y el inicio es muy importante; por supuesto que no iba a funcionar si ustedes dos empezaron con el pie derecho.

—¿La expresión no era "con el pie izquierdo"? —interrumpe Stephen un poco confundido.

—¿Que no eres zurdo? Pensé que entenderías el chiste.

Por unos segundos reina el silencio. Yo, porque no se me ocurre ningún bosquejo para conseguir que Turner se ablande un poco con Boward, la sola idea se me presenta como imposible; Stephen, porque sus ánimos están por los suelos en estos momentos en que ha tenido que recurrir a la rendición; y Ralph, porque todavía sigue tratando de idear un plan. Admito que me frustra no poder ayudar en una situación como esta. De hecho, para que se diera lo que hay entre Hussel y yo no hubo ningún plan de por medio. Eso significa que no tenía nada planeado; simplemente se dio.

—Debes apelar a la indiferencia. No sé por qué razón, pero eso nunca falla en las mujeres; mira nomás a Valiente y a Raphita.

—No creo que mi Alessa esté tan mal de la cabeza —replica Stephen con claras intenciones de burlarse—. La pelirroja es un caso serio.

Al instante dirijo mi vista hacia él para hacerle ver mi desaprobación ante tal acotación.

—La mía al menos tiene sentimientos.

Stephen vuelve a sentarse para encararme y me dedica una mirada desafiante dispuesto a soltar algún otro comentario hilarante respecto a Hussel que solo sirva para vanagloriar a Turner él mismo, pero alguien se lo impide. No puedo creer que hayamos estado a punto de discutir un tema tan irrelevante como ese.

—Venga, no empiecen. Cada una es distinta y única a su manera —interfiere Ralph—. Y creo que eso es lo mejor que les podría haber pasado, porque se me acaba de ocurrir un perfectísimo e infalible plan.

•••

Horas después, cuando Stephen ya se ha retirado y Ralph yace dormido sobre el sofá situado frente a la televisión de la sala, subo de regreso hasta mi habitación con la intención de despojarme del uniforme. Estaba tan distraído en medio de las elucubraciones entre mi mejor amigo y mi hermano que se me olvidó por completo hacerlo. Cuelgo la mochila en el respaldar de la silla de mi escritorio antes de abrir uno de los cajones para buscar una camiseta. Justo cuando termino de colocármela, y antes de haberme quitado los pantalones que comprenden el uniforme, escucho un sonido muy parecido al de una televisión sin cable. En este caso se trata del viejo radio que años atrás en un cumpleaños, el tío Chad, amigo de mi mamá, me regaló en aras de impulsar mi insubsistente vocación policial. Algo que no resultó, desde luego.

—¿Raph?

Por su tono de voz pareciera que está probando el sonido en un micrófono antes de dirigirse a una multitud. Vuelvo a acomodarme la correa antes de tomar entre mis manos el aparato situado a un lado de mi cama.

—Aquí estoy.

—¿Estás ocupado? —pregunta, pero al milisegundo añade—: ¿Debo decir "cambio"?

—No estoy ocupado y no es necesario que lo digas.

Me recuesto sobre mi cama con un brazo flexionado haciendo de almohada bajo mi cabeza y con el otro sosteniendo el radio en espera de una respuesta por parte de Hussel. Una que tarda varios segundos en llegar.

—¿Sabes? Estaba pensando... ¿Que tal si tenemos una cita?

Su proposición me toma desprevenido. Normalmente es el hombre quien aborda el tema de las citas cuando se trata de relaciones; aun con mi inexperiencia tengo eso bastante claro. El hecho de que ella sea quien me lo haya pedido, de cierta manera, significa que no estoy cumpliendo un buen papel como novio. Ni que estoy haciendo los "méritos" a los que Turner tanto se refirió. Me hundo en lo profundo de mis cavilaciones cuando caigo en cuenta de ello e, inevitablemente, comienzo a divagar sobre cómo podría hacer para mejorar en ese aspecto. Mis vacilaciones se remontan a la época la Literatura Medieval, siguiendo por el Renacimiento con algunas obras de Shakespeare tomadas como ejemplo, deteniéndome a meditar un poco con Becker, hasta detenerme en la época contemporánea con Neruda y sus 20 poemas de amor.

Definitivamente algo anda mal conmigo.

Sitúo mi vista en el botón que debo presionar para exponerle mi respuesta a Hussel, pero cuando estoy por de hacerlo, alguien toca la puerta de mi habitación. Ni siquiera doy mi permiso cuando veo a papá asomarse por el marco de la entrada. Viene de buen humor, eso se nota.

—Mañana es un día especial para tu madre y para mí —anuncia.

Lo primero que pasa por mi mente es su fecha de aniversario de bodas, pero aquello queda descartado al recordar el día que es hoy. Papá y mamá se casaron en junio, para lo cual todavía falta.

—¿Qué sucede?

—¡Se presentará la premier de la última película que grabamos!

Apenas termina de hablar, mamá entra en mi habitación a repetir lo mismo que papá acaba de decir. De niños, Ralph y yo solíamos asistir a cada premier de cada película en la que participaban nuestros padres. Se había vuelto un hábito y nos generaba curiosidad ver a nuestros progenitores adoptando pensamientos y realizando acciones muy diferentes a las que desarrollaban en casa. Además de que no teníamos un mejor quehacer; ni siquiera la niñera podía quedarse en casa con nosotros a su cuidado porque también era invitada a la presentación. Ese hábito se fue esfumando a medida que crecíamos y ya instalados en la pubertad, con Ralph en Suecia y yo con otros intereses en mente, dejamos de presentarnos. Papá y mamá supieron entenderlo y aceptarlo. Y creo que lo hicieron más por mí que por Ralph, ya que él sí tenía una buena excusa para no asistir y esa era los miles de kilómetros que lo separaban del país.

Sin embargo, ahora que estamos los cuatro presentes, dudo mucho que nos permitan librarnos de estar ahí, sentados en primera fila, en los asientos VIP que siempre suelen reservar para la familia Thompson.

—Desde luego que tienen que estar ahí —asevera mamá admirando en la pantalla de su móvil el póster oficial de la película, donde salen ella y papá rodeados de los otros personajes que harán de villanos en la cinta. Lo común en películas de acción.

Estoy por negarme y alegar que tendré prácticas la próxima semana y necesitaré enfocarme en mis estudios, pero de pronto cierta idea se me viene a la cabeza. Parece ser la oportunidad perfecta.

—¿Puedo llevar a alguien conmigo?

—¡Por supuesto, Raphita! Mientras más gente vaya, mejor —afirma mamá—. Pero primero debes confirmar su asistencia y también decirme su nombre para pedir que le reserven un asiento.

Muy bien, supongo que no hay marcha atrás.

—Su nombre es Nadia Hussel.

¿Será una Premiere un buen lugar para una cita?

•••

Sí, lo sé. Otra vez anduve medio desaparecida. En mi defensa diré que las semanas anteriores no la pasé tan bien; falleció uno de mis familiares y fue un momento difícil. Pero aquí estoy ahora trayéndoles el capítulo 56 de BTM.

No se alarmen, no pienso dejar abandonada la historia y nunca terminarla. Planeo culminarla y seguir luego con BTA.

Muchas gracias a las personitas que todavía siguen aquí al pendiente de las actualizaciones. Lamento actualizar tan tarde xd (en mi país son las 4:08 de la madrugada).

PREGUNTA DEL DÍA: ¿Capítulo favorito (solo uno) en toda la historia?

¡Nos leemos luego!

Mich.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top