55| Lo mismo que a ti

Los días que le restan a la semana de nuestro castigo comienzan a volverse una pesadilla. Una absoluta tortura. El profesor de Química, no tengo idea de cómo, ha conseguido, luego de una serie de intentos, exceptuar a Raph del castigo de lavar platos hablando con el director Churchill argumentando que este se encargaría de apoyar en sus horas libres y después de clases en la enfermería. La sugerencia parecía algo imposible de realizarse, pues ya todos saben lo obstinado que a veces resulta ser el señor Churchill, pero tal parece que el profesor abordó al director mientras este se encontraba de buen humor y es por ese motivo que este terminó aceptando. A raíz de eso, ya no somos cuatro los que nos encargamos de la limpieza del comedor y los platos, sino tres: la pareja melosa y yo. Si bien Raph al principio se negó a librarse del castigo impuesto a ambos, dado que sabía que aquello podía ser bastante malo para mí, fue obligado a aceptar por el mismísimo dirigente. No le quedó de otra y es por eso que en este momento se encuentra en la enfermería, mientras yo estoy aquí fregando platos escuchando como la pareja que me acompaña se mandan besos volados a cada segundo. Claramente, he estado haciendo como que no los escucho, solo dedicándome a mi labor; no obstante, todo eso me lleva a pensar en si es que es algo normal en las parejas hacer eso. Siendo sincera, no nos veo a Raph y a mí haciendo algo semejante. Él es tan serio y yo en su delante me vuelvo tan tímida... Sería muy extraño y lindaría con la cursilería y ridiculez.

Suelto un suspiro cansado recordando que al menos hay algo positivo en todo este asunto, y es que ya solo falta un día para terminar la semana de castigo. Veinticuatro horas más y seremos libres. No veo la hora de terminar con esta tortura. Hace cuatro días que Raph no viene a encargarse de la limpieza conmigo y, debido a que sale de enfermería un poco más tarde, no nos hemos estado yendo juntos terminando nuestra labor. Hoy planeo, precisamente, ir a ver cómo va todo por allá terminando mi deber.

—Hey, pelirroja, ¿en qué tanto piensas?

Ante la amable manera en que se dirige a mí el chico que también está castigado, solo atino a girar mi cabeza en su dirección, pero sin decir nada.

—Oh, ya sé. De seguro está extrañando a su novio —agrega entre risas su pareja, la chica que nos sugirió a Raph y a mí imitar lo que su novio y ella estaban haciendo la primera vez que vinimos—. No te culpo, con un novio como él, ¿quién no lo extrañaría?

—Estoy aquí, ¿sabes? —agrega el chico fingiendo haberse ofendido.

—No me vengas con tonterías, tú sabes muy bien que es verdad. Hasta tu hermana se muere por Thompson.

Vaya, saber que otras chicas desean estar en mi lugar no es secreto para mí, es decir, sé lo de sus admiradoras y eso, pero que me lo recuerden no me hace nada de gracia.

No respondo. Es más, hago como si no los hubiera escuchado.

Después de eso, ninguno de los dos se vuelve a dirigir a mí hasta que terminamos de limpiar todo. Ellos son los primeros en irse alegando que tienen prisa, yo solo asiento y los veo marcharse. Mientras tanto, me tomo mi tiempo recogiendo mis cosas y apagando las luces del comedor; esto para no tener que cruzarme con ellos ni que vean a donde me dirijo. Apenas salgo del comedor, sigo caminando por los pasillos con dirección a la enfermería. En el trayecto veo a lo lejos a algunos miembros del equipo de Lacrosse que se quedan a entrenar después de clases, y entre ellos diviso a Stephen. Está todo sudado y distraído en medio de su grupo, que no puedo evitar pensar en Ale como la posible causante de esa reacción en él. Me oculto detrás de una columna al ver que el equipo se aproxima por donde estoy, y junto con ellos viene Stephen. Para mi buena fortuna, todos pasan de mí caminando por el pasillo contrario a donde me dirigía, permitiéndome así poder encaminarme hacia donde se encuentra Raph sin ningún problema.

Paso por varios salones y corredores cuando por fin logro llegar a la enfermería. La puerta, por supuesto, está abierta. Mi corazón, como es usual en mí cuando se trata de Raph, comienza a acelerarse ante la sola idea de volver a verlo. Doy pasos lentos adentrándome poco a poco, hasta que finalmente estoy frente a él. Bueno, él está de espaldas a mí, pero aún así, lo tengo delante de mí. Parece estar muy concentrado tomando nota de algo, razón por la que todavía no se ha percatado de mi presencia. Permanezco en silencio observando sus movimientos y su figura con admiración y fascinación. Tan descaradamente que él termina girándose para comprobar quién lo está mirando de esa manera.

Cuando su mirada y la mía se cruzan, siento que me sonrojo.

—Yo...

—Hussel, tú —me interrumpe, mirándome directamente—. Puedes mirarme cuando quieras, pero creo que es mejor cuando yo también puedo hacerlo.

Me parece percibir cierto vestigio de diversión en su respuesta. Cielo santo.... Me avergüenzo completamente al escucharlo.

Es cierto que no es nada malo mirar a tu novio estando de espaldas, ¿verdad? Pues sucede que eso es simplemente todo lo que estaba haciendo. Para tratar de bajar mi nivel de vergüenza, decido cambiar de tema.

—¿Te falta mucho?

—No.

—¿Te puedo acompañar?

Él asiente.

Me siento sobre una de las camillas para esperarlo. Él sigue haciendo lo que hacía cuando llegué. Al parecer, le han encargado hacer una especie de listado de todos los medicamentos que tenemos disponibles para poder traer más del almacén en caso de que falten algunos. Yo decido usar mi celular mientras lo espero, y es así como le tomo una foto sin que se dé cuenta. En ella sale de perfil, con la bata blanca puesta y con su vista fija en la libreta en la que está anotando los nombres de los medicamentos. Sale tan bien que me da un poco de envidia. Es decir, ¡ni siquiera ha querido posar! Cuando me toman fotos distraída siempre salgo muy mal en todas. Termino colocando la suya en favoritos en mi galería. Luego, coloco uno de los biombos en medio de la camilla en la que me encuentro y otra que hay al lado para no dejarme ver en caso de que algún profesor venga, y después comienzo a revisar mis redes sociales recostada. Todo parece estar relativamente tranquilo, hasta que escucho que dos chicas ingresan a la enfermería con mucha prisa. Por entre los espacios del biombo, veo que ambas están vestidas de porristas y que una de ellas sujeta a la otra, que no puede estirar del todo su pierna izquierda debido a que su rodilla está sangrando.

—Por favor, ayúdala, estábamos practicando nuestras barras para el campeonato, pero resbaló y cayó de rodillas.

Después de decir eso, se encarga de ayudar a su amiga a sentarse sobre la camilla que está al lado de la mía, delante del biombo que nos separa. Raph saca alcohol, algodón y algunos vendajes de uno de los estantes para poder atenderla. Antes de que empiece, la amiga que vino con la chica herida sale de la enfermería. Al parecer, ninguna de las dos se ha dado cuenta de que estoy aquí. Me encojo de hombros y regreso a mi posición cuidando no hacer ningún ruido para que Raph pueda realizar su labor tranquilo.

—¡Ay! —se queja la chica—. Me duele.

—La herida debe ser desinfectada primero.

—Como sea... —escucho que replica—. Si se trata de ti, podré soportarlo.

Oír eso hace que inmediatamente se active mi sensor de insinuaciones. Son muchas las veces que he escuchado a chicas hablando de lo que le harían a Raph si él fuera suyo, de lo que permitirían que les hiciera por el simple hecho de ser él. Obviamente, todo eso lo escuché cuando no tenía ningún tipo de interés en su persona y no me molestaba ni incomodaba enterarme; sin embargo, ahora es muy diferente. Él es mi novio, y por supuesto que escuchar comentarios como los que acaba de hacer la chica me resultan bastante sospechosos.

Pero para su disgusto y para mi gusto, Raph ignora lo que ha escuchado y continúa limpiando su herida. Cuando termina de hacerlo, le coloca un vendaje alrededor de su rodilla.

—Gracias. —El sabelotodo emite un "uh-hu" sin dignarse siquiera a abrir la boca—. Estoy segura de que se curará pronto.

En ese momento Raph se gira para guardar los implementos usados y, aprovechando eso, observo que la chica finge resbalarse para terminar abrazándolo por la espalda. Toda yo me enciendo al ver eso, literalmente. ¡Está abrazándolo! Y no ha sido de casualidad. Lo ha planeado con premeditación, ventaja y alevosía. Me quedo en shock por unos instantes, no esperaba que hiciera algo como eso.

—Por favor, no me alejes... Me has gustado desde tercer grado.

La reacción de a Raph es instantánea: él sujeta sus dos brazos, los separa y consigue deshacerse de ese abrazo forzado.

—No vuelvas a hacer algo así, mucho menos delante de mi novia.

La chica consigue apoyarse en la camilla para no caer.

—¿Novia?

En ese momento, Raph retira el biombo que coloqué hace varios minutos para ocultarme y, de la mano, me lleva hasta delante de la chica que acaba de declarársele. Su expresión de sorpresa es bastante evidente, pues creía que solo estaban ella y Raph.

—Ella es mi novia; lo que acabas de hacer pudo haberla lastimado y eso es algo que estoy tratando de evitar.

Raph aprieta mi mano para transmitirme calma ante la inesperada situación que ha surgido de repente, así que trato de relajarme y pensar que, de cierta manera, tendría que haber estado preparada para que algo así pasara en algún momento. Quiero decir, no por nada Stephen y él son los chicos más queridos por la juventud femenina de la escuela. La chica, al verme primero a mí y luego a nuestras manos entrelazadas, rueda los ojos y se marcha echando humo de las orejas. Yo me quedo quieta unos segundos, tratando de procesar todo lo que acabo de ver y escuchar: Una chica abrazó a Raph y confesó gustarle desde tercer grado, lo cual es demasiado tiempo de espera. No recuerdo que alguien me haya gustado a mí por tantos años; bueno, el ejemplo más cercano es Aidan, ya que él me gustó toda mi juventud, pero yo nunca me atreví a confesarle mis sentimientos. Mientras rebobino todo eso, Raph aprovecha para quitarse la bata, recoger sus cosas y las mías y conducirme hasta el exterior de la escuela. Es sorprendente cómo es que no encuentro cómo empezar a decir lo que quiero decir.

—Hussel.

—¿Sí?

—¿Estás bien?

Asiento. De verdad lo estoy. Él no ha hecho nada malo, es más, hasta le dejó en claro a aquella chica que yo soy su novia. Internamente estoy saltando de la felicidad por ese gesto suyo.

—Lamento lo que pasó, si lo hubiera sabido, yo no...

Coloco un dedo sobre sus labios para evitar que termine de hablar.

—Descuida, tengo que acostumbrarme al hecho de que media escuela se muera por ti —bromeo para aligerar el ambiente.

Él me dedica una sonrisa ladeada de boca cerrada que casi me derrite.

—Hussel —llama él mi atención—. Acostúmbrate también al hecho de que yo solo pueda fijarme en ti.

Por Dios, es tan lindo cuando se lo propone.

Nada que ver con el Raph que era la primera vez que hablamos, es decir, frío, cortante y distante. Esta nueva versión de él me encanta. Me gusta todo esto; poder hablar con Raph con la solvencia que antes no tenía, dado que empezaba a gustarme y me asustaba terminar como las demás chicas que se fijaban en él pero que nunca tuvieron oportunidad. No obstante, esta vez es diferente. Él y yo estamos juntos, nuestros sentimientos son correspondidos de ambos lados. ¿Hay algo mejor en este mundo que eso? Mientras caminamos por la vereda con dirección a nuestras casas, surge de pronto en mí el deseo de hacer algo que he visto que hacen la mayoría de parejas en situaciones como estas. Antes tenía mucha vergüenza de siquiera pensarlo, ya que todavía pensaba que esto se trataba de un sueño, pero ahora no es así. Todo rastro de vergüenza en mí ha desaparecido después de escuchar las últimas palabras de Raph. Así que no me lo pienso mucho, simplemente lo hago. Me aferro a su brazo y apoyo mi cabeza en su hombro, acción que lo sorprende. Sin embargo, no me aparta, sino que seguimos nuestro camino en la misma posición.

La gente a nuestro alrededor nos observa al pasar, pero no dice nada. Ante sus ojos somos otra pareja adolescente, así que no nos prestan atención. Agradezco el gesto. Caminar de esta manera al lado de Raph es algo que antes consideraba una utopía; ahora es una realidad. Sonrío al pensar en eso.

—¿Por qué sonríes así?

—¿Cómo así?

Su pregunta me causa gracia y hace que vuelva a sonreír.

—Así —me señala—. ¿En qué piensas?

—Estoy feliz, eso es todo.

Él detiene el paso al escucharme y se posiciona frente a mí. Después, lleva una de sus manos al bolsillo izquierdo de su abrigo y saca algo de él. A simple vista parece un teléfono móvil con apariencia de ser antiguo, pero luego me percato de que no se trata de eso.

—Este es un radio que me dio un amigo de mamá que es policía y está configurado para poder comunicarse a largas distancias. Tenlo por si es que en algún momento estoy lejos y quieres hablar conmigo.

Me hace entrega del aparato que posee una antena y que es muy parecido a esos radios que usan los policías en las películas de acción.

—Gracias, Raph —respondo contemplando admirada el objeto—. Lo cuidaré.

Aunque no lo estoy dejando notar mucho porque no quiero espantarlo, estoy muy emocionada por el hecho de haber recibido algo de él. Significa que podremos hablar en cualquier circunstancia, en cualquier momento. Un radio a veces es más efectivo que un celular, incluso suena más fuerte y hace un sonido característico cuando es usado. Le doy un beso en la mejilla como agradecimiento y le regalo una sonrisa. Mi recompensa lo toma desprevenido como siempre, es como si nunca se esperara nada a cambio. ¡Es tan lindo!

Unos minutos después volvemos a caminar con dirección a nuestras casas, pero yo con la satisfacción de haber recibido un regalo de su parte. Buscaré qué regalarle luego.

•••

—Todavía no puedo creer que Thompson se haya ablandado —comenta Ale mientras caminamos por los pasillos de la escuela hacia el comedor.

Hoy se cumple una semana desde que Raph y yo empezamos nuestra relación. Han pasado tantas cosas en esos siete días que decir que no han sido días difíciles sería mentir. El simple hecho de ser novia de Raph nos trajo a ambos algunas consecuencias con las que no contábamos, pero juntos las hemos sabido afrontar. Raph ha estado más encantador que nunca; me ha esperado después de que terminaba mi labor de lavar platos y me ha acompañado a mi casa durante toda la semana. Incluso en los descansos de la escuela hemos estado sentándonos juntos. Sigue siendo el mismo de siempre con la ligera diferencia de que ahora es más considerado conmigo.

—Créelo, yo ya lo he asimilado.

—Y que te haya dado un radio para comunicarse; solo un sabelotodo como él podría haberte dado ese regalo tan poco romántico —agrega ella, claramente burlándose del entusiasmo con el que le narré la acción de Raph. Aunque no es algo común, aprecio el gesto de que me haya dado tal objeto para poder hablar más seguido cuando no estemos juntos. Es extraño, pero siento que puede significar que en mi ausencia Raph me extraña tanto como yo a él—. Quién diría que terminarías conquistando a la roca.

Concuerdo con ella, ni siquiera yo me esperaba que pudiera gustarle después de todo lo que pasamos. Me refiero a lo de Ella y a todo lo que ella concierne. Ha tenido que pasar una semana entera para que por fin termine de creerlo al cien por ciento. Después de verme suspirar por el simple hecho de pensar en el chico que ahora es mi novio, Ale rueda los ojos y se dirige a su casillero; una vez que llega hasta ahí, lo abre y saca un pequeño libro del interior, el cual reconozco al instante como el diario que robó de la taquilla de Stephen hace semanas prácticamente con mi ayuda. Estoy a punto de comentar algo relacionado a los valores, pero ella, sospechando de mis intenciones, se apresura a hablar.

—No estoy planeando nada, por si es lo que estás pensando. Pienso devolverle su mentado diario hoy para terminar con esto de una buena vez.

Antes de que pueda formular una oración completa para intentar hacerla recapacitar, veo que Stephen aparece por los pasillos de la escuela acompañado de algunos de sus compañeros del equipo de Lacrosse. Al ver a Ale, la sonrisa de diversión desaparece de su rostro, pero no deja que eso arruine el ambiente festivo que hay entre los de su grupo ante la idea de ganar el próximo campeonato. Cuando pasan por nuestro lado, y para mi sorpresa, Ale lo detiene llamándolo por su nombre. A pesar de que ha sido muy específica con respecto a la persona con la que quiere hablar de entre todos los presentes, todo el grupo de Stephen se detiene y se vuelven en su dirección. Mi mejor amiga los escudriña y les dedica una mirada tan atemorizante que todos hacen un amago de retirarse.

—Esperen —los detiene él—, por mí no hay problema en que se queden. Lo que ella tenga que decirme no necesita ser en privado.

Ale rueda los ojos.

—Como quieras, Boward —suelta, encogiéndose de hombros—. Ya no tienes que preocuparte por si es que te causo problemas o no; aquí tienes eso que tanto querías de vuelta.

Ella pasa por su lado, provocando que los acompañantes de Stephen retrocedan, y le hace entrega de su diario dejándolo sobre su pecho; luego sigue con su camino. Él se queda quieto y desconcertado por unos segundos, como si no se hubiera esperado que Ale lo liberara tan pronto de su castigo, hasta que finalmente reacciona y llama su nombre con la intención de decirle algo; sin embargo, ella no se detiene en ningún momento ni se toma la molestia de volverse. Viendo su indiferencia, Stephen se aleja por el lado contrario aumentando la distancia entre sus caminos.

Yo me quedo en medio de ellos observando la escena, al igual que los otros chicos, como si se hubiera tratado de una discusión de pareja. Logro reaccionar cuando Raph aparece en mi campo de visión caminando en dirección hacia mí; correría a sus brazos si no fuera porque está acompañado de Sabrina, aquella castaña que no parece soportarme ni aprobar la relación entre su mejor amigo y yo, pero que tampoco se molesta en hacernos la vida imposible. Es como si se mantuviera al margen, lo que, por cierto, agradezco; supongo que el sabelotodo tendrá algo que ver con eso. Hago a un lado su presencia y me concentro en saludar a mi novio.

—Justo íbamos al comedor —enuncia Sabrina—, ¿te gustaría acompañarnos?

—De hecho, la estaba buscando —dice Raph antes de que yo responda algo.

Sabrina le dedica una sonrisa forzada antes de empezar a caminar de nuevo. Nosotros dos la seguimos detrás sin decir nada; ella desacelera un poco el paso para estar a nuestra altura y comienza a hablarle a Raph de lo que más detesto: matemáticas. Primero menciona algunas fórmulas que no he escuchado nunca en mis 17 años de vida y comenta acerca de los resultados de las últimas pruebas. Habla tan fluidamente sobre el tema en cuestión que me quedo un poco cohibida. Escuchándola siento, de pronto, que no encajo en la conversación. Que las chicas inteligentes como ella son más del tipo de Raph. Es más, pareciera que solo están ellos dos y que yo he pasado a segundo plano. Pasa por mi cabeza, por un segundo, la cobarde idea de adelantarme y dejarlos hablando entre ellos, pero, al parecer, Raph prevé mis intenciones porque me sostiene de una mano y en ningún momento me permite quedarme atrás. Me alarma que haga eso en público. ¡Estamos en plena escuela! Acabamos de terminar de cumplir un castigo por algo semejante hace unos días, no quiero exponerlo a ser castigado por mi culpa de nuevo. Trato de recordárselo y liberarme, sin embargo, él no me suelta, sino que cambia de tema a uno que sí es de mi total interés: los cursos de idiomas.

Cuando se trata de mi materia favorita siempre una sonrisa se forma en mi rostro. Y Raph lo sabe; no por nada acepté enseñarle idiomas sin pensármelo mucho. Mi corazón se estremece al darme cuenta de que lo ha hecho para que no sienta que no encajo. Sabrina no muestra mucho entusiasmo por hablar sobre la clase de Francés ni por la de Italiano, y se adelanta unos minutos después, dejándonos caminar solos. Ante la mirada atónita de las chicas de otros grados, seguimos caminando de la mano tentando a la muerte.

Raph se detiene solamente cuando estamos frente a la entrada del comedor.

—Hussel, no te sientas menos en ningún momento.

Asiento, pero no me veo tan convencida. De cierta manera me avergüenza un poco que se haya dado cuenta de mi inquietud de hace un rato. Tal vez en el fondo soy consciente de que Raph está muy cerca de mí, pero a la vez muy lejos. Nuestros apellidos en las listas de notas lo confirman. Él siempre la encabeza, y yo termino la mayor parte del tiempo buscando mi nota empezando por la parte inferior de la lista. Casi siempre nos separan muchos números y nombres.

—No lo hago, solo es que... Descuida, no te preocupes, no importa.

Trato de dedicarle una sonrisa para que vea que no pasa nada. O para hacerle creer eso, pero no funciona.

—Todo lo que tenga que ver contigo me importa —dice antes de abrazarme y tomarme por sorpresa—. No quiero que nada te lastime o te haga sentir mal.

El abrazo de Raph se siente como un consuelo y no tardo en olvidar rápidamente el motivo de mi inquietud. Ese es el efecto que tiene sobre mí, cada vez que lo tengo cerca mis sentidos se desconectan de mi cerebro. Sucedió así la primera vez que me besó y ahora que me acaba de abrazar sin siquiera sospecharlo es más que obvio que la reacción ha sido la misma. Es tan tierno y a la vez tan tímido que es inevitable que mi corazón se acelere cada vez que se dan eventos como estos.

Cielos, si sigue así terminaré enamorándome por completo.

—¿Se puede más? —pregunta de repente, en un tono que me hace caer en cuenta de que está bromeando. Pero, ¿a qué viene eso?

Un segundo. ¿Acaso yo...? ¡Lo dije en voz alta!

Me suelto de sus brazos.

—Tú... eres un sabelotodo engreído. Te aprovechaste de mí por estar sensible.

—Nadie te obligó a decirlo, Hussel —se burla de mí, metiendo sus manos en los bolsillos de su pantalón—. Pero, ¿sabes? Creo que me pasa lo mismo que a ti.



•••

WOOOOOOOOLA, hace mucho que no escribía por aquí; el motivo es uno solo: faltadetiempoeinspiracionparaescribir.

Solo eso.

Creo que este será el último capítulo, lo siento.










Con lo de arriba me refiero del mes, obviamente, porque aún faltan algunas cosas en la historia para que llegue a su final xd Sorry si los asusté.

Intentaré subir otro capítulo cuando terminen mis exámenes, pero no prometo nada. He estado un poco estresada estos últimos días; mañana tengo un examen final y pasado también. El jueves de la misma manera y el viernes igual. Toda esta semana es exámenes, así que no sé si tendré tiempo. De todas maneras, les avisaré por mis redes en caso de que no pueda subir capítulo antes de que se acabe el año. ¡Felices fiestas adelantadas! Por si acaso. 🎄

PREGUNTA DEL DÍA: ¿Han releído la historia en los días de eterna espera?

Espero que el capítulo de hoy les haya gustado. No duden en comentar y dejar sus lindos votos. Los aprecio mucho.

Nos leemos luego,

Mich.

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