51| Lado racional vs. lado emocional
Muchas veces en el pasado escuché centenares de cosas sin sentido. De hecho, un buen ejemplo son las que decían la mayoría de chicos con los que alguna vez salí; ellos eran expertos en soltar ese tipo de cosas. Otro ejemplo mucho más ilustre que se me viene a la mente es el de las explicaciones de los profesores en las clases de números. Esas cosas no tenían ningún sentido para mí, no las entendía, tampoco les tomaba la suficiente atención ahora que lo pienso. No obstante, nunca algo como eso, es decir, "sin sentido" me había causado tanta sorpresa como lo que acabo de escuchar. Y, en realidad, ni siquiera estoy segura de haber oído bien. Quién sabe, quizá tanto lío mental que ha estado tomando lugar en mi cabeza durante estos días de reposo ha alterado en buena manera mi sistema auditivo. Lo sabía, no debía permanecer mucho tiempo mirando por el balcón de mi habitación hacia la calle ya que en la tarde suelen correr frías ventiscas que pueden dejar sordo a cualquiera. Así que, por supuesto, esa es la única razón que encuentro a que haya escuchado semejante locura. Porque eso es lo que es: una locura.
¿Yo? ¿Gustarle a Raph?
Imposible.
Inconcebible.
Inasequible.
Inverosímil.
En fin, ¡cualquier palabra que transmita la idea de algo irreal!
Tal vez Nadine vino hasta mi casa pasada de copas o algo parecido. Esa es la única explicación racional que encuentro a lo que acabo de escuchar. Y esto no significa que me considere a mí misma como alguien desagradable que no le puede llegar a gustar a algún chico, sino que yo sé que eso no es cierto. ¡Estamos hablando de Raphael Thompson! Quizá ella no lo recuerda o lo ignora, pero el chico en cuestión es, precisamente, aquel que ahora estoy tratando de superar; y lo que vino a decirme hoy no ayuda para nada a mi determinación. Sin embargo, sé perfectamente de antemano que no le gusto a Raph, a él le gusta Ella, la misma chica que fue su amor de la infancia y que ahora parece haber vuelto a su vida con la firme decisión de permanecer en ella. Además, él mismo me lo dejó más que claro ese día... De acuerdo, no me lo dijo directamente, pero es que es más que evidente. No hace falta que lo grite a los cuatro vientos; sus acciones hablan por sí solas. Él se preocupa bastante por ella, olvida el mundo exterior cada vez que la ve; interrumpió mi confesión aquel día debido a sus sentimientos por ella. No voy a ilusionarme de nuevo escuchando esto que no tiene sentido.
Quiero mantener a salvo mi corazón de ser resquebrajado otra vez.
Decido, debido a eso, omitir lo que acabo de escuchar y cambiarle el tema a Nadine. Si no se va a ir, al menos prefiero que me hable de otra cosa que no sea el sabelotodo. Rápidamente consigo hacer que se olvide de lo que había dicho preguntándole por su vida en Londres, algo de lo que no sabía nada. Ella entonces comienza hablar de su desempeño académico, de su buena relación con sus profesores, de sus amistades, del club estudiantil al que pertenecía; también habla de cómo es que se le presentó la oportunidad de venir a Midtown como estudiante de intercambio. Según dice, consiguió el viaje por delante de diez aspirantes. Algo realmente admirable. Cuando llega al tema «chicos», cuenta que dejó a un pretendiente esperando por ella allá en su ciudad, pero que ahora no tiene tiempo para pensar en él. ¡Y cómo no! Si ahora parece que ella y Ralph se han hecho muy buenos amigos. Todo lo que me dice parece no tener fin. Así se pasa una hora entera en la que todavía no termina su relato, y ya mi mente está por las nubes. Nadine ha insertado ese bicho en mí que no me deja tranquila. ¿Es posible que lo que haya dicho sea verdad? Las acciones de Raph siempre me dejan más confundida que los problemas de matemática. A veces se comportaba conmigo de una manera poco común en alguien como él, luego volvía a ser el de siempre. Y luego otra vez volvía a alborotar mi corazón con sus palabras hasta que finalmente terminó besándome. El que lo haya hecho solo sirvió para reafirmar mis sentimientos por él. Ahora la gran pregunta, que hasta el momento no me había hecho, es: ¿por qué lo hizo? Si en verdad tuviera sentimientos por Ella, no la habría "engañado" besándome, ¿no es así?
No puedo creer que esté considerando esa posibilidad.
De fondo oigo el acento europeo de Nadine hablar con entusiasmo, pero no logro entender muy qué rumbo ha tomado la conversación. Parpadeo varias veces tratando, vanamente, de recuperar el hilo. Sin embargo, ella nota mi distracción, pero no se molesta, más bien sonríe.
—No te preocupes, Nad —me dice de repente, levantándose del sillón donde estamos las dos—. Supongo que la noticia que vine a darte hizo mella en ti. Te dejaré para que encuentres la respuesta tú misma.
Dicho eso, recoge su bolso, lo cuelga en su hombro y sale de mi casa como si nada. Yo me quedo inmóvil mirando la pantalla del televisor mientras proceso sus últimas palabras. Tanto darle vueltas al asunto estoy perdiendo el raciocinio; estoy empezando a pensar que puede haber un poco de verdad en sus palabras y eso no puede ser. Yo no le gusto a Raph. A él le gusta Ella. Punto. No voy a seguir pensando en ese tema.
Dispuesta a olvidar lo de hace un rato, me levanto del sillón y subo las escaleras de regreso a mi habitación. Ni siquiera recuerdo que mi tobillo está en última fase de convalecencia y, debido a eso, apoyo todo mi peso en la pierna izquierda hasta el punto de caer sentada en el piso al lado de mi cama. Presidente, al escuchar el ruido, gira su cabeza hacia mí y, con su característica voz de ave parlante, pronuncia: "tonto". Entrecierro los ojos por su intento de insulto, pero luego me doy cuenta de que es mi culpa. Yo le enseñé a insultar. No puedo regañarle por eso.
Me levanto apoyándome en mi pierna derecha y me lanzo una vez más a mi cama. Tal vez mañana viendo la obra teatral olvide todo esto que aqueja mi mente. Ver a Ale actuar de protagonista al lado de Stephen es algo que me genera mucha curiosidad, sobre todo porque sé que, aunque ambos tengan que fingir ser una pareja que sufre y se quiere, en la vida real son enemigos jurados. ¿Quién se iba a imaginar eso? Al parecer, Hopkins es la primera persona que lo sospecha, ya que aunque haya usado el hecho de encontrarlos cerca el uno del otro como excusa para obligarlos a actuar, ella conoce muy bien a Ale y sabe que el tema «romance» no es de sus favoritos. Además, viéndola nomás cualquiera se daría cuenta de que estar cerca de Stephen es lo que menos quiere.
Mañana podré dar fe de ello.
Al día siguiente, cuando mi pierna ya está recuperada casi en su totalidad, me coloco el uniforme escolar de Midtown y bajo al comedor para desayunar. Papá y mamá me saludan al mismo tiempo que me preguntan cómo se encuentra mi tobillo. Con la idea de que lo comprueben por sí mismo, me planto frente a ellos y, literalmente, hago todos los movimientos necesarios para que no se atrevan a pedirme que falte a clases de nuevo. Hoy no puedo perderme por nada del mundo la presentación de la obra, mi mejor amiga estará de protagonista e intuyo que necesitará a alguien de su lado por si se le olvida alguna línea del guion, o para aplaudir efusivamente si es que arruina alguna escena de la obra; en fin, para lo que sea. Para mi buena fortuna, ambos declaran que, en efecto, ya estoy mejor, así que ya puedo asistir. Suelto un suspiro de alivio al escucharlos.
Zach baja después que yo, pero solo tiene tiempo para saludar a nuestros padres, coger una tostada de la mesa y salir de la casa con prisa. Me pregunto a dónde irá tan bien vestido. A la escuela, lo dudo; él es de los que llega último a cualquier lugar que vaya, así que ese lugar queda descartado. Me propongo, en ese momento, averiguar en qué anda mi querido hermanito.
Luego del desayuno, subo a cepillarme los dientes y recoger mi mochila. Aunque nuestras últimas clases serán suspendidas debido a la obra, eso no significa que todo el día estemos sin hacer algo. La clase de geometría, lamentablemente, no ha tenido ninguna variación en su horario, así que desde ahora tengo que prepararme mentalmente para estar despierta la clase completa. Por supuesto, eso no me resulta nada fácil. Apenas pongo un pie en el salón ya quiero irme. Ale aparece por detrás de mí y me lleva de regreso a nuestro sitio.
—No tienes permitido saltarte la clase —me regaña, como si fuera mi madre—. Tú no vas a actuar.
Puede que tenga razón, pero, ¿acaso no sabe cuál es la primera clase que tenemos hoy? Preferiría mil veces perder mi tiempo memorizando los monólogos de la obra de hoy que las fórmulas matemáticas, esa es la verdad.
—Es que es geometría; voy a morir de sobredosis de aburrimiento.
—Yo debería decir eso. Hoy es la mentada obra de teatro —enuncia Ale sin ganas, acomodándose en su sitio.
—¡Es cierto! Estoy segura de que será...
—Una total basura —me interrumpe ella. Por alguna razón, su poco entusiasmo me causa gracia—. Mi actuación arruinará todo, ya lo verás.
Niego con la cabeza justo cuando el profesor ingresa al salón. Lo primero que este hace después de dejar su maletín sobre el escritorio es comenzar a formular preguntas a la clase sobre el tema que desarrollamos en clases pasadas. No es que yo sea una experta en esta materia, de hecho, hace dos bimestres reprobé el primer examen, pero ahora creo que la entiendo mejor que Álgebra, así que permanezco atenta por si es que el docente intenta sorprenderme con alguna interrogante sorpresa. Afortunadamente, eso no pasa. Los minutos de clase transcurren un poco lentos, pero no me molesta, ya que por primera vez estoy prestando atención. La sesión finaliza cuando el profesor nos hace entrega de una hoja con una lista de problemas que debemos entregarle para la siguiente semana. Por supuesto que al verla siento deseos de no haber entrado al aula y observo a Ale con los ojos entrecerrados por ser la causante de que haya permanecido aquí.
¿Por qué siempre las tareas suelen ser totalmente diferentes a lo que el profesor explica en clase? No creo ser la única persona persona en el mundo que se haya hecho esta pregunta.
El timbre suena al mismo tiempo que Ale recoge sus cosas y me indica que ya tiene que retirarse. La obra comienza en media hora, mismo tiempo que disponemos nosotros (es decir, los que vamos a ir a ver la obra) para tomar nuestras cosas, comprarnos algo de comer si queremos y dirigirnos al teatro en orden. Es ahora que Ale tiene que ir a vestirse, maquillarse para interpretar su papel y repasar sus líneas. Decido acompañarla en el proceso; ella accede alegando que necesitará que la ayude con lo último. Es así como me cuelo entre las personas que, al igual que ella, van a actuar, y llego hasta lo que se podría considerar su ¿camerino? Por llamar de alguna manera al pequeño espacio en el que hay un mueble con un espejo, varios ganchos colgando con diferentes vestidos y luces por todos lados. Ella se acomoda frente al espejo y comienza con la ardua labor de maquillarse. Yo la ayudo a peinarse y a encontrar el característico vestido azul de Bella, aquel que usa cuando vive en su pequeño pueblo antes de conocer a Bestia. Al recordar quién interpretará ese papel, decido hacer algo al respecto; más vale prevenir que lamentar.
Después de una mini discusión en la que le pido encarecidamente que no se le ocurra tener un enfrentamiento con Stephen en plena obra teatral, ella promete comportarse. Aclara que solo lo hace porque habrá mucha gente viéndolos y no le gusta que la involucren con él.
Finiquitada su caracterización, espero junto a ella a que pasen los tres minutos que le restan al inicio de la obra. Aunque yo no voy a actuar, estoy muy nerviosa. Ale, al contrario, cuenta los minutos para que empiece de una vez y termine con la misma rapidez que un chasquido. En cambio, yo estoy nerviosa porque Hopkins pidió que los espectadores nos sentáramos ordenados por aula, así que de alguna manera estaré cerca a Raph mientras veamos la obra. Respiro para tranquilizarme, pero no ayuda mucho. Finalmente, la media hora se termina y le da la bienvenida a la obra. Me despido de Ale justo antes de Hopkins ingrese al minúsculo cuarto para comprobar que Bella ya esté lista.
Ingreso al teatro pero esta vez por la entrada del alumnado. Busco entre los presentes a mis compañeros de salón. Distingo entre todos el moño lila de Nadine y me aproximo hacia donde está para sentarme a su lado. Afortunadamente, no me cruzo con ningún miembro de El Triángulo en el trayecto. Apenas me ve, la europea palmea el asiento de su derecha para que me sitúe ahí, algo que pensaba hacer de por sí, ya que si no está Ale, no conozco a otra persona con la que tenga la misma confianza.
Mi escasez de amigos cada vez es más notoria.
Cuando por fin me acomodo, diviso en el estrado a la señorita Hopkins, quien se encarga de saludar a los presentes y presentar la obra. Incluso el director Churchill está de espectador; solo espero que Ale mantenga su promesa y se comporte. Ella no soporta tener cerca a Stephen, no obstante, aquí tendrá que hacer el esfuerzo para lidiar con eso. Concluido el preludio de la obra, las luces se apagan, siendo el estrado alumbrado por las luces tenues que hay en el techo de este. La figura de Ale aparece entonces. Ella observa a los presentes, da un suspiro y comienza a expresas sus líneas. Así va transcurriendo la obra hasta que aparece Stephen en escena. En vez de provocar temor debido al disfraz de Bestia que lleva puesto, las adolescentes espectadoras, que ya saben de quién se trata, comienzan a gritar y aclamar a su ídolo de Lacrosse. Nadine, a mi lado, me codea cada vez que Ale y Stephen tienen sus acercamientos, parece que también los shipea. La persona que eligieron para reemplazarme debido a mi condición, sorprendentemente, resulta ser Ed. Qué raro que Ale no me lo haya comentado. A diferencia del ridículo que yo habría hecho, él interpreta muy bien su papel. Sin duda alguna, la escena cerca del final donde hiere a Stephen es mi favorita.
Aquí es cuando Bella le da un beso, ¿verdad? Lo cierto es que no recuerdo bien. Vi la película cuando era niña, y por mi torpeza me perdí los siguientes ensayos. Observo, entonces, muy atenta los minutos que le quedan a la obra. Stephen yace recostado sobre el regazo de Ale. Ella finge estar sollozando al verlo lastimado. Justo en ese momento, ella toma con sus manos el rostro de la Bestia y le planta un beso en la mejilla a la máscara que Stephen está usando, para posteriormente decirle que lo quiere. Dicho de Bella a Bestia, por supuesto.
Las luces se apagan de repente. Lo siguiente que vemos cuando se vuelven a encender es que en el lugar de la Bestia ahora está el príncipe, es decir, el perfecto rostro de Stephen Boward sin máscara.
Observo que este le sonríe a Ale y le toma la mano para después besársela. Ella se sorprende por el gesto, pero, debido a que todos se encuentran a la expectativa de lo que pueda pasar, decide regalarle una fingida sonrisa. El telón se cierra dando por terminada la obra. Luego, vuelve a abrirse mostrando a todo el elenco. La gente en el teatro, en especial las chicas, comienzan a gritar de nuevo como si en vez de estar viendo una obra teatral estuvieran en pleno concierto de Ed Sheeran. Nadine no es la excepción.
Poco a poco, la gente va abandonando el teatro, aunque algunas se acercan al estrado para pedirle fotos a los que interpretaron algún papel. El que más peticiones recibe, por supuesto, es Stephen. Viendo eso, Nadine me indica que ya se tiene que retirar debido a que tiene un compromiso, así que decido en busca de Ale. Me acerco a las escaleras que se encuentran a un lado del estrado y me dispongo a subirlas para llegar al camerino de Ale, pero la figura de Stephen interrumpe mi camino.
—Pelirroja, siempre es un gusto verte. ¿También quieres una foto?
Ruedo los ojos.
—¿Por qué querría una foto contigo? Te veo a diario.
—Es cierto —reflexiona él—, pero pensé que quizá necesitarías algo que enmarcar en tu habitación.
—Qué gracioso, eres tan considerado —replico con cierto tono irónico, intentando hacerme a un lado—. Si me disculpas, estaba por ir a ver a Ale.
—Lo sé, pero he venido a darte un mensaje —anuncia dándose la vuelta—. Hay alguien que quiere hablar contigo y me pidió que te dijera que te espera frente al laboratorio de Química.
Ese lugar me trae recuerdos de una sola persona: Raph. Precisamente ahí me llevó la vez que perdí los estribos en el comedor y me atreví a gritarle e insultarle en público. Ahí pactamos la tregua de ser amigos, ahí confeso que ya no era una simple conocida sino alguien que podía considerar una amiga. ¿Cabe la posibilidad de que él me haya citado ahí? Hay un minúsculo porcentaje de que así sea, pero, ¿y si todo esto es un invento de Stephen para burlarse de mí por todavía no haberle conseguido de vuelta su diario? Si así fuera, ¿cómo sabría él de ese lugar especial?
En mi cabeza se forma un gran debate entre mi lado racional y emocional; el primero me dice que no escuche lo que Stephen me dice y siga avanzando, que si Raph quiere hablar o reunirse conmigo que me lo diga directamente y no a través de terceros; el otro lado, en cambio, me dice que, después de escuchar lo que Nadine fue a decirme hoy, si Raph me ha citado en ese lugar precisamente debe ser por algo importante.
Cierro fuertemente los ojos. Silencio por primera vez en mi vida el lado emocional y le hago caso al lado racional. No pienso ir como mosca a la telaraña.
—Si esa persona quiere hablar conmigo ya sabe dónde estaré.
Rodeo a Stephen y me alejo de donde está.
Consigo llegar hasta el camerino de Ale antes de arrepentirme e ir corriendo hacia donde Raph. Me siento mucho más segura al cerrar la puerta detrás de mí, ya que este pedazo de madera impide que cometa el segundo error más grande de mi vida. Mi mejor amiga me observa interrogante ante mi acto para nada normal. Pareciera que acabo de correr una maratón, cuando en realidad solo he dado unos cuantos pasos. ¡Y vaya pasos! Cada uno se ha sentido como si tuviera una distancia de un kilómetro, por eso me siento tan cansada. Debo admitir que, en el fondo de mí, guardo la tonta esperanza de que Stephen le dé mi respuesta a Raph y este venga a buscarme.
Suena absurdo, lo sé, pero algo en mí quiere creer en eso.
—Nad, ayúdame con el cierre, por favor.
Me aproximo hacia ella e inicio mi labor de mejor amiga. Ayudo a Ale a volver a ser la misma chica de aspecto siniestro que era antes de convertirse en la cándida Bella. Al terminar, ella recoge sus pertenencias y ambas salimos de la habitación. Raph en ningún momento llega. Suelto un suspiro de resignación bastante quejumbroso y camino con Ale con intención de salir de la escuela, pero entonces una compañera le informa que Hopkins está reuniendo a todos los que actuaron para una reunión en conmemoración a su esfuerzo en la representación. Ella rueda los ojos y me pide que la espere en la salida, ya que solo irá para decirle a la profesora que no tiene deseos de quedarse. Asiento y salgo de Midtown. Ya casi no hay nadie en las afueras.
Mientras espero, juego a patear un piedrita que está al lado de un árbol, justo cuando me doy cuenta de que a unos pocos metros se encuentran Raph y Ella. Inmediatamente me escondo detrás del tronco para no dejarme ver. Es decir, ¡prácticamente lo dejé plantado! Él debe estar odiándome ahora. No me sorprendería que, dadas las circunstancias, haya formalizado su relación con ella.
—¿Qué te pasa? —escucho que le pregunta Raph. Al ver que ella se cubre el rostro de pronto con ambas manos, él se pone de cuclillas a su altura e intenta conseguir que le conteste.
—Raphie, sabes que yo nunca te dejé de querer.
Cuando la escucha, Raph cambia su expresión. Parece como si no se esperara lo que acaba de oír y, lo que es peor, parece como si no le hiciera ninguna gracia saberlo. Literalmente se queda quieto, con la vista puesta solo sobre su imagen. Viendo esto y aprovechando su sorpresa, Ella se inclina lentamente dirigiendo sus labios hacia los de él. Algo en mi interior salta cuando veo eso y, por un momento, siento como si estuviera a punto de que me rompan el corazón otra vez. Ella... ¡Ella quiere besarlo! No puede hacerlo, no. Contengo mis celos e impulsos asesinos de alejarla; sin embargo, no es necesario que haga eso ya que Raph se aparta por sí solo, poniéndose de pie.
—No.
—¿Por qué no? —cuestiona la rubia, apartando la vista—. Nunca pudimos llegar a hacerlo. —Se forma silencio por, aproximadamente, seis largos segundos. Luego de eso, la expresión de Ella cambia de manera drástica y vuelve a fijarse en el sabelotodo—. O es que... ¿hay alguna otra persona que quieras besar?
Esa pregunta es lanzada con el mismo tono que utilizo cuando les pregunto a los profesores de números si es que pasé los exámenes, con ese mismo nivel de temor por saber la respuesta.
Raph permanece en silencio por tanto tiempo que Ella comienza a impacientarse. Incluso yo, que estoy escuchando todo esto escondida detrás de este gran árbol, cuento los segundos mentalmente para escuchar la respuesta del sabelotodo. Respuesta que, de alguna manera, me aterra saber.
—De hecho, ya la besé —responde él, finalmente, sin titubeos. Dios mío, ¿a cuántas chicas ha besado Raph? Y yo que pensé que podría llegar a gustarle—. Besé a Nadia.
Mi corazón se detiene en ese instante.
•••
Holi :D
¿Cómo están? Espero que muy bien. ¿Que cómo estoy yo? Pues muy bien y feliz de que esta historia siga creciendo. ¿Creen que el año pueda acabar con BTM llegando a los 100K? Sería un gran logro. Les agradezco y agradeceré siempre por haberle dado una oportunidad a esta historia.
Aquí les traigo el capítulo 51; admito que originalmente pensaba añadir otra escena más aquí, pero como me encanta dejar los caps en las partes más asdfghjklñpdsasds (bueno, ustedes entienden), lo corté ahí >:D
¡Espero que les haya gustado!
No olviden dejar sus bellos comentarios, sensuales votos y nada más pues, otra cosa no se puede hacer xd
Un aplauso (👏 ) para esa personita que adivinó a quién le diría Raph la última frase. Si no saben de lo que hablo, para eso tienen mis redesssss jeje
PREGUNTA DEL DÍA: Cuando Nadia menciona unos párrafos arriba que cometería el segundo error más grande de su vida, ¿cuál creen que haya sido el primero?
Los leo.
Me leen.
Nos leemos. 7u7
(Espero que pronto :c)
Mich.
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