49| Descubrimiento
Avanzo por los pasillos de la escuela dando saltos como canguro apoyando una de mis manos en el hombro de Aidan. El motivo de que esté en esta incómoda situación es debido a que me negué rotundamente a que me llevara en brazos ya que, conociendo a los estudiantes chismosos que nos rodean, lo habrían malinterpretado e incluso habrían inventado una historia entre los dos. Ni hablar de los encargados del periódico escolar, los buenos para nada de octavo grado, que inventan cada cosa con tal de obtener cierto reconocimiento por el número de ejemplares impresos bajo demanda. Ya me ha pasado anteriormente que inventan algo sobre mí que no es cierto. El ejemplo más cercano que se me viene a la mente es cuando aparecí en primera plana junto a Raph aquella vez que armé un escándalo en el comedor; la narración de los hechos fue un chiste, nada que ver con cómo ocurrieron realmente las cosas. Así que no. No me apetece volver a ser el centro de atención ni estar en el medio de tergiversaciones. Al menos, no cuando sean noticias falsas que nada tienen que ver conmigo.
No obstante, a pesar de la molestia que me inunda cuando recuerdo que no podré caminar bien en un par de días por mi torpeza, una parte de mí se alegra por la atención recibida de parte Raph. Gracias a eso es que supe que está apoyando en la enfermería. No debe sorprenderme; con sus amplios conocimientos podría ser un buen candidato a médico. Verlo ahí me tomó por sorpresa y me causó miles de sensaciones; no me atreveré a negarlo. Es un poco cómico cómo me empeño en olvidarlo teniéndolo en mi misma escuela y en mi mismo salón de clases; es un gran reto y una tarea que va a costarme mucho. Basta ver cómo, aunque no lo deje notar, sigo pensando en él. Cuando lo vi, una parte de mí quiso volver al pasado, a aquella vez que hablamos del trato de ayudarnos mutuamente, para comenzar de nuevo y borrar mis sentimientos. Otra parte sabe que, a pesar de lo mal que me ha estado yendo si de fama hablamos, no me arrepiento de haber podido conocerlo más y de haber podido hablar con él. A estas alturas quiero pensar que, aunque no corresponde mis sentimientos, sí le importo. Es decir, tal vez su preocupación forma parte del hecho de que en verdad me considera su amiga, ¿no?
—Nad, a este paso llegaremos a la salida en Navidad —bromea Aidan, llevándose consigo mi concentración en los acontecimientos de hace un rato—. Deja que te ayude.
—No, así estoy bien.
Doy otro salto que solo nos hace avanzar veinte centímetros de donde estábamos antes. Ahora entiendo su comentario.
—El tipo de hace un rato... ¿es el que te gusta, verdad?
Su pregunta me deja callada un buen momento. Si bien Aidan está al tanto de mis sentimientos dado que desde el principio supo que quien me gustaba era Raph, no me hace para nada de gracia que esté enterado de este tema que para mí es muy... ¿cómo podría decirlo? ¿Personal? ¿Complicado? Aunque no puedo culparlo, si es que lo sabe es por causa mía. Mentir ahora no tendría sentido.
—Sí, o al menos lo era.
Las últimas dos palabras se repiten en mi cabeza como si me estuvieran reclamando mentalmente. «Lo era». ¿Lo era, en tiempo pasado? Yo creo que no. Creo que lo sigue siendo. Por más que quiera pensar que es de otra manera.
—¿Significa que tengo una oportunidad? —pregunta acercándose a mí. Su repentino acercamiento me deja en silencio por un segundo. De pronto acabo de mirarlo a los ojos (cosa que no hacía hace años) y me acabo de avergonzar sin razón.
Para no quedar en evidencia, utilizo mi mano libre para apartarlo y lanzarle la primera frase que se me viene a la mente.
—Sí, de tener hijos si no quieres que te dé otra patada en el mismo lugar que hace un rato. Y esta vez voluntariamente.
Él se ríe al escucharme, pero sabe muy bien que hablo en serio, o eso quiero pensar.
Varios minutos después por fin conseguimos salir de la escuela. Antes de llegar hasta aquí, nos encontramos en el camino con la señorita Hopkins, quien, al ver mi deplorable estado, me liberó de la obligación de tener que representar a Gastón. Es decir... ¡ya no voy a actuar! Esa noticia se ha llevado toda mi aura de decepción. A pesar de tener una pierna vendada quiero saltar de felicidad. Por supuesto que participar en la obra era lo menos que quería; es decir, sé, de por sí, que iba a hacer el ridículo.
—¿Piensas saltar hasta tu casa?
—Si es la única opción, sí.
—¿Sabías que solía levantar pesas? —pregunta de pronto. No lo sabía—. Eso significa que puedo llevarte sin ningún problema hasta tu casa.
Antes de que me pueda negar, Aidan me levanta en su brazos. Pataleo para que me suelte, pues esta no es una escena que quiera representar cuando nos encontramos todavía en las inmediaciones del colegio, pero él me sujeta con fuerza para que no intente ponerme de pie por mi cuenta y me lastime. Pero vamos a ver, ¿qué no ve tenerlo cerca es lo último que quiero?
—Bájame en este momento.
—¿Por qué? —inquiere—. ¿Temes enamorarte de mí si sigo teniendo estas atenciones contigo?
Mientras me hace la segunda pregunta se va acercando a mí, que trato de alejarme poco a poco. Sé que lo hace para molestarme, pero, ¿enamorarme de él? La sola idea de pensarlo me deja totalmente en silencio. Y, aunque no quiera admitirlo, su cercanía me pone nerviosa. ¿Será porque hace mucho que ningún chico se me acerca? Bueno, la última experiencia no la quiero recordar, porque de lo contrario mi ánimo decaerá de nuevo. Estoy hecha un lío.
Aidan aprovecha mi momentánea distracción para empezar a caminar en dirección a mi casa y, después de varias cuadras, me resigno a ser cargada por él. No está tan mal, siendo sincera, estoy cómoda sin siquiera hacer un esfuerzo, así que permanezco en silencio cubriéndome el rostro para no quedar al descubierto ante las miradas de la gente de la calle, que se quedan observándonos como si estuviéramos haciendo algo malo. Ya cuando estamos a unos escasos veinte metros de llegar a mi destino, le pido amablemente que me baje. No quiero arriesgarme a que mis padres estén en casa y nos vean llegando en una posición muy Disney. Para mi buena fortuna, él accede.
—Gracias por traerme.
Le expreso mi sincero agradecimiento con la esperanza de que entienda la indirecta que esta esconde detrás de este, es decir, que ya se puede ir sin ningún problema. No es que me moleste o algo parecido, pero últimamente me está dejando sin buenas frases qué responder y eso no es bueno. Son las consecuencias de haber dejado que se acercara; no lo debo permitir.
—Al contrario, gracias a ti —manifiesta él, de pronto, dando un paso hacia mí. Como mis brazos están apoyados en sus hombros, dado que una de mis piernas no puede apoyarse en el piso, no puedo retroceder sin dar un salto—. Por permitirme traerte hasta aquí.
Lo observo un poco inquieta cuando sus ojos se desvían hasta la parte inferior de mi rostro. Entre Aidan y yo nunca hubieron acercamientos de ningún tipo. Es cierto que antes solía ser mi amigo, esa clase de amigo que está muy cerca de ser el mejor, pero a medida que crecimos y se hizo popular en su escuela por su buen físico heredado de sus raíces holandesas, dejó de prestarme atención. Ya no frecuentaba mi casa para visitar a mi hermano (y de paso a mí), ni tampoco me dirigía la palabra cada vez que nuestros caminos se cruzaban. Me volví como un bicho para él, quedé en el pasado y, debido a eso, poco a poco, dejó de gustarme. Nunca le reproché nada ya que, aunque haya intentado besarme antes no puedo juzgarlo mal. Todavía lo soporto solo por la amistad que alguna vez tuvimos. Además, en el fondo sé que no es una mala persona. Aunque esto no quiere decir que no me alarme cuando lo veo muy cerca mío; sin embargo, me calmo cuando da un paso atrás antes de sonreírme. Unos segundos después, se despide de mí con un guiño. Agradezco el gesto, pues por fin puedo respirar en paz; rápidamente, por si es que se le ocurre volver, avanzo dando grandes saltos hasta mi casa.
Respiro con tranquilidad una vez que estoy dentro. Escucho a lo lejos los saludos de Presidente y me preparo para subir las escalera. Antes de hacerlo, observo todo a mi alrededor. Tal y como me imaginaba, Zach todavía no llega. Lo sé porque nada estaría tan ordenado si él hubiera puesto un pie aquí. No estoy muy al tanto de lo que hace saliendo de la escuela, pero hace poco lo vi conversando con una chica en el primer descanso. No parecía una conversación amena, siendo sincera, pero no dudo que tratándose de él ese sentimiento se torne en otro muy diferente. Será otra de sus conquistas, de seguro. No me sorprendería que se apareciera por aquí solo para cambiarse el uniforme y vestirse con su particular atuendo de cacería que usa cuando va a salir con su grupo de amigos que incluye chicas lindas que esperan conocerlo. Varias veces algunas de estas se atrevieron a llamarme "cuñada"; si supieran que Zach no se enamora de nadie.
Dejo el tema de mi hermano a un lado y me dispongo a subir hasta mi habitación. Cuando llego, alimento a Presidente y le acaricio la cabeza mientras come. Desde esta parte de mi balcón todavía puedo ver ese lugar exacto de la vereda donde Raph y yo tuvimos nuestro primer acercamiento. Suelto un suspiro recordando su aspecto de hoy; estaba hermoso como siempre, con ese aire de seriedad suya que me encanta. Llámenme masoquista o lo que sea, pero estar así es como su sello personal. El mío es pasar vergüenza; yo dejo de llamarme Nadia Hussel si no vuelvo a pasar otro momento embarazoso.
—Ya no me gustas, sabelotodo.
Suelto la frase en voz alta para convencerme a mí misma y a mi subconsciente. Tal vez así haga efecto más rápido. Presidente repite lo que digo.
—No, no, no. Olvídalo —le ordeno. A estas altura ya sé lo peligroso que puede resultar el hecho de que aprenda nuevas frases.
Intento distraerlo dándole más comida y eso parece funcionar. No vuelve hablar por un largo periodo de tiempo, minutos que aprovecho para despojarme del uniforme y cambiarme a una ropa más cómoda. Después de eso, me lanzo a mi cama, cuidando no golpear mi tobillo izquierdo. No puedo creer que una simple torcedura me haya traído tanta buena suerte, empezando por el hecho de que fue Raph quien me atendió y terminando en la genial noticia de que ahora no tendré que participar en la obra teatral de la escuela. Este día no pudo haber estado mejor. Con todas esas cosas en mente, después de un rato, me quedo dormida.
Mamá entra a mi habitación horas después cuando llega del trabajo. Lo primero que hace es encender las luces y saludarme. Entrecierro los ojos por el efecto de la luz y es cuando me doy cuenta de que mi pierna vendada está al descubierto. Mamá preferirá a Zach antes que a mí, pero por nada del mundo dejaría que fuera a la escuela si tengo un tobillo en estas condiciones. Tampoco es que quiera faltar.
—Naddy, ¿qué te pasó?
—Me caí en los ensayos de la obra de teatro.
Y valió la pena porque me atendió el que me gusta.
—Debes tener más cuidado; deja que traiga algo para frotarte la hinchazón.
No me opongo. Mamá regresa a mi habitación con un pedazo de hielo en la mano. Raph tenía razón, eso es lo que necesitaba.
—Auch —me quejo. Ahora que lo pienso, duele un poco. Además de que está muy frío.
—Mañana no irás a la escuela, acabo de hablarlo con tu papá.
¿Qué? Ni que me hubiera roto un hueso.
—Estoy bien, de verdad.
Otro hincón de dolor no me permite agregar algo a mi mentira.
—Ya lo decidimos, jovencita.
Una vez que termina con su labor me pregunta si es que quiero que me traiga la cena, pero no tengo apetito, así que me niego. Luego, se despide mí y me da las buenas noches. Las luces se apagan. Aún en la penumbra, puedo notar que me sonríe antes de cerrar la puerta de mi habitación. Intento dormir al quedarme sola, pero al cabo de un rato otra persona abre de nuevo la puerta e ingresa. Cuando las luces vuelven a encenderse, veo a mi papá ahí.
—¿Cómo está mi princesa? —pregunta acomodando un mechón de mi cabello despeinado—. Tu mamá me dijo que te torciste el tobillo. ¿Qué pasó?
—Fue mi culpa, yo me resbalé. Estaba en el teatro porque supuestamente iba a participar y...
—Ya no me gustas, sabelotodo.
Mis ojos se abren mucho más cuando ambos, papá y yo, escuchamos a Presidente repitiendo mis frases de hace un rato. Él no solo se conforma con la primera que acaba de decir, sino que repite aquella que habla sobre Raph y concluye diciendo "olvídalo". Este animal me está trayendo demasiados problemas. Acaba de dejarme en evidencia una vez más. Ha pronunciado el nombre de un chico que solo yo puedo haberle enseñado, así que eso significa que es como si expresara mis pensamientos. Papá divide su vista entre él y yo para luego dirigirse a mí. Me espera lo peor.
—Hija, ¿estás bien?
—Sí, muy bien —contesto tan pronto como puedo. Él me observa un poco dudoso, por lo que añado—: ¿A qué te refieres?
—¿Cómo está tu corazón?
Su pregunta incide en lo más profundo de mí. De repente me pican los ojos y siento un inmenso deseo de llorar. ¿Cómo decirle a papá que tengo el corazón roto? ¿Que la primera persona que me interesa de verdad no corresponde mis sentimientos? ¿Que estas últimas semanas me la he pasado llorando y tomando para olvidar? ¿Que he quedado en ridículo por culpa de ese sentimiento? ¿Que estoy enamorada por primera vez en mi vida? Todas esas experiencias no son algo que quisiera compartir con él; no quiero que se sienta decepcionado de mí, me aterra mucho que eso pase. Pero también sé que papá es uno de mis mayores confidentes. Reprimo el nudo en mi garganta. No quiero echarme a llorar en su delante.
Tengo que ser la chica digna de ser una Hussel. No soy la primera ni la última chica a la que le han roto el corazón.
—No te presionaré, hija —manifiesta papá—. Si algún día quieres hablar de eso con alguien, espero que, antes de buscar consejo en un amigo, me busques a mí primero.
Asiento. Me da un beso en la frente como buenas noches, apaga las luces y sale de mi habitación. Ya cuando me quedo solo, me despido de Presidente e intento dormirme antes de empezar a llorar.
Lo sabía.
Sabía que faltar un día significaría faltar dos. Según mis padres, mi tobillo sigue un poco hinchado y de un color que no es normal, así que todavía no estoy en condiciones de caminar. No estoy para nada de acuerdo, ya me aburrí de estar todo el día en mi habitación. Hace dos días que no voy a la escuela. Ale vino a verme un rato hoy, pero luego tuvo que irse por causa del trabajo. En su corta estadía me comentó sobre los ensayos de teatro que ya están bastante avanzados. La señorita Hopkins les ha obligado a todos a aprenderse rápido los guiones debido a que se cambió la fecha de estreno de la obra. Es decir, mañana será la presentación.
Definitivamente mañana no me puedo perder el performance de Ale junto a Stephen.
Las horas se pasan lentas, muy lentas. No encuentro mucho que hacer. Me levanto de mi cama y bajo hacia la cocina para buscar algo de beber. No es que esté discapacitada. Ya casi ni me duele, incluso considero que mi tobillo ya no está hinchado. Agradezco al cielo porque últimamente mi hermano ya no acostumbra a poner su música a todo volumen, porque eso me pondría de mal humor. Al llegar a la cocina, me sirvo un poco de agua y me encamino de regreso a mi habitación cuando lo termino, pero justo en ese momento el timbre de mi casa suena.
Es Nadine.
—Nad, ¿qué te pasó? —me dice a modo de saludo—. ¿Por qué has estado faltando?
—Nada grave, solo me torcí el tobillo.
—Oh, algo así escuché de cierta persona... Pero estoy aquí para advertirte que no puedes faltar mucho —murmura para que nadie más la escuche. Con la mirada le pregunto a qué se refiere—. Últimamente he visto a una tipa rubia en silla de ruedas deambular por las afueras del colegio y siempre se va con Raphael.
No necesita decir más; sé exactamente a quién se refiere. A Ella le gusta sorprender a Raph, por lo que sin previo aviso se aparece a la salida del colegio para darle la "sorpresa". Ya lo ha hecho antes, incluso la primera vez que la vi la ayudé a que se presentara ante él sana y salva.
—¿Por qué me dices eso?
—¡Porque los shipeo a ti y a él! ¿Por qué más?
Me doy la vuelta.
—Entonces deberías buscarte a otras personas para emparejar. Entre nosotros no hay ni habrá nada.
Empiezo a caminar con dirección a las escaleras. No me interesa saber sobre lo que haga Raph. Estos días me han servido para reflexionar acerca de ese sentimiento que tengo por él y he llegado a la conclusión que debo detenerme. No merezco martirizarme así por un chico que nunca podrá quererme. Conservar su amistad, aquello que quería de él en un principio, es lo único que me queda por hacer.
—Pero... —Nadine comienza a hablar, pero se detiene al instante. Yo no lo hago, sigo avanzando hasta que logro subir dos peldaños—. Pero tú eres quien le gusta.
Me detengo en el acto.
•••
Por fin alguien se lo dice, si no la pelirroja ni cuenta xd
¡Hola! Soy Michelle y aquí les traigo el capítulo 49 de esta bonita historia. Disculpen la demora, todavía sigo viva, solo que estaba falta de inspiración. Sin embargo, ayer fue un día muy hermoso para mí y sentí que me volvieron las ganas de escribir. Trataré de que el próximo capítulo esté más pronto de lo que se imaginan. Ya tengo establecido todo lo que va a pasar en él, así que solo es cuestión de que me inspire lo suficiente.
Gracias por seguir leyendo la novela a pesar de mis demoras, lo aprecio mucho <3
PREGUNTA DEL DÍA: ¿Cuántos de ustedes prefieren los finales realistas en vez de los finales "felices"?
¡Nos leemos luego!
Los amo, Mich.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top