46| D&S

Por casualidades de la vida y esas cosas del destino aquí estoy yo nuevamente en una situación indeseada, puesta en pie frente a la chica que supone la imposibilidad de una relación entre Raphael y yo. Su presencia vuelve írrita e ineficaz cualquier oportunidad, cualquier intención que pueda yo tener con el chico que, inexplicablemente, no deja de mirarme en este momento. ¿Por qué me tienen que suceder estas cosas? Lo último que quería era esto: verlos juntos; de hecho, si simplemente la hubiera ayudado sin ninguna clase de cordialidad nada de esto habría sucedido. Esto me pasa por querer hacer mi buena acción del día en agradecimiento al cielo por haberme librado de los ensayos del Teatro por el día de hoy.

—¿Se conocen?

La pregunta que formula Ella al percatarse de que no soy del todo una extraña se queda flotando en el gélido aire de esta tarde de invierno. Primero su mirada se posa en el chico que ahora sostiene las manijas de su silla de ruedas y luego dirige sus relucientes ojos hacia mí. Esa es la conclusión a la que llega después de escuchar mi nombre salir de los labios de Raph y no de los míos, que era lo que ella esperaba. Admito que ni siquiera yo esperaba que respondiera por mí, pero lo cierto es que en el fondo se lo agradezco; si él no lo hubiera hecho, yo de la sorpresa tampoco habría podido hacerlo.

Ante mi inesperado silencio, Raph asiente para que no parezca como si estuviéramos ignorando a la rubia.

—Sí —dice él al cabo de unos segundos, sin despegar sus iris de mi imagen—. Estudiamos juntos.

Y también nos besamos, quiere añadir mi lado imprudente, pero me contengo. Ella levanta ambas cejas en sorpresa. Si bien es cierto que justo ahora ambos llevamos puesto el mismo uniforme escolar, el hecho de que coincidamos en la misma clase no es algo que ella esperaba, es decir, hay cientos de estudiantes en Midtown High School; solo en nuestro grado hay más de cuatro aulas, ¿cómo es que Raph y yo nos conocimos? Es difícil encontrar una respuesta, pero es así. Literalmente, el sabelotodo y yo nos conocimos, hablamos, pasamos por diferentes situaciones, discutimos y estudiamos juntos en el pasado e inclusive en su propia casa. Eso es algo que me hace sentir un poco especial frente a Ella, aunque una parte de mí sabe que, debido a la cantidad de años que ellos se conocen, lo más probable es que hayan hecho eso y más. Quién sabe... tal vez se besaron. No, Raph dijo que nunca antes había besado a nadie. ¿Lo hizo? De acuerdo, no lo gritó a los cuatro vientos, pero lo dejó saber en el juego. De un momento a otro, me sorprenden los grandes celos que comienzan a invadirme por el simple hecho de ver a Raph detrás de ella.

Y eso está mal. No soy posesiva ni nada por el estilo.

Él ya hizo su elección y no lo juzgo por eso; no lo juzgo, en realidad, por nada. ¿Y por qué iba a hacerlo? Nunca me prometió nada, nunca incumplió con algún punto de nuestro pacto establecido el primer día que hablamos. Yo fui la que no cumplió con su condición. Quería ser su amiga a como diera lugar porque no quería darle el gusto a la insoportable de Sabrina que creía que no éramos lo suficientemente buenas académicamente como para ser amigas de alguien tan importante como algún miembro del triángulo. En cuanto vi a Raph y a su manera de ser, supe que lograrlo era un reto y decidí cumplirlo fuese como fuese. Aquí la que falló fui yo. El plan no era fijarme en él, sino ganarme su sincera amistad.

Ahora solo me queda resarcirme dejando todo esto atrás y haciendo como si nada hubiera pasado. Raph nunca me aceptó como su amiga, nunca estuve entre sus brazos, nunca limpió mis lágrimas, nunca me defendió, nunca me besó... Trato de repetir la oración varias veces mentalmente, intentando que eso me logre convencer y me dé las fuerzas que necesito.

—Así es, somos compañeros —alego finalmente, remarcando la última palabra.

Ni siquiera me molesto en decir "amigos". No creo que, a estas alturas, estemos cerca de serlo. La tregua fue un fiasco, solo sirvió para hundirme más en este irreprimible sentimiento.

—¡Qué sorpresa! Me alegra que estés conociendo a más gente, Raphie.

Y no solo eso.

Sacudo mi cabeza para dejar de pensar de ese modo.

—Fue un placer conocerte, Ella —manifiesto dispuesta a retirarme—. Ya encontraste a quién estabas buscando, significa que yo ya puedo irme.

Admito que suelto la frase esperando que el sabelotodo entienda el mensaje que mis palabras ocultan. Sin embargo, no me molesto en averiguar si fue así o no. Sin más preámbulos, me doy media vuelta y comienzo a andar.

Ella está enamorada de Raph. No hace falta ser un genio para darse cuenta de eso; y si él no se ha dado cuenta entonces definitivamente de sabelotodo no tiene nada. En todos estos años ella no lo ha olvidado y es bastante probable que Raph tampoco haya podido hacerlo. Si dice que ya la olvidó, ¿cómo es que sigue a su lado? Quiera o no, le está dando esperanzas. Si no se sincera con ella, aunque primero consigo mismo, la perderá.

A medida que me alejo reflexiono sobre lo próximo que haré. Necesito contarle a alguien sobre esto; tengo que hablarlo con Ale. Ella es mi mejor amiga, después de todo. Me detengo frente a una banca en el otro lado del parque para hacer la llamada. Qué raro que ella no haya ido a clases hoy. Son pocas las veces que falta, y si lo hace siempre me avisa para que le pase luego los apuntes. Esta vez no hubo ningún aviso.

Deslizo la lista de contactos buscando su número; una vez que lo hago, le marco. Al quinto pitido, parece haber respondido.

—¿Ale?

—Nadia, te marco dentro de cinco minutos.

De seguro está en su trabajo. Me acomodo sobre la banca después lista para esperar su llamada.



¿Sabes? Creo que voy a llamar a Aidan para que vaya por ti —Eso es lo que responde Ale cuando termino de contarle con lujo de detalles (incluidas imitaciones de voz) sobre mi encuentro con Ella—. De repente él con un beso logra borrar el que te dio el sabelotodo.

Me estremezco de solo pensarlo.

Imaginarme siendo besada por ese mitad americano mitad holandés me inquieta. No porque no me guste, sino porque es Aidan Connors, el insoportable mejor amigo de mi hermano. Fue mi primer amor de pubertad, pero nada que me haya marcado. Además, sería raro intentar algo con él después de lo cortante que lo he estado tratando.

—Creí que no te caía.

Y no lo hace, pero necesitas olvidarte de la Roca —afirma como si fuera lo más obvio del mundo. Lo sé, lo sé muy bien, créeme—. Ya lo tengo, te llevaré a un lugar para que distraigas esa intranquila mente tuya y dejes por un momento de pensar en R.

Conociendo a Ale debe ser uno de esos lugares tan oscuros como su personalidad, pero creo que lo necesito. Necesito desestresarme un poco, además confío plenamente en ella, sé que no haría nada que me incomodara. Por supuesto que ni siquiera termino de aceptar cuando ella me indica la hora en que pasará por mí. Yo me tomo la molestia de recordarle que no tengo plena libertad para salir el día y a la hora que se me antoje, pues el permiso de mis padres es esencial para poder hacerlo, así que ella me dice que le marcará a mi madre para encargarse de eso. Papá y mamá consideran a Ale como la hija mayor que nunca tuvieron, en sus ojos ella con la personalidad y el carácter que se trae es capaz de defenderme y no dejarme hacer ninguna cosa indebida. La consideran más madura, de hecho, solo porque es mayor que yo.

Mientras camino hacia casa solo pido internamente que me concedan el permiso. No quiero pasar lo que resta de la tarde encerrada en mi casa.

***

—A tus padres les agrado.

Ale se jacta de eso en tanto yo busco algo que ponerme para salir. Lo dije; es difícil que papá y mamá le digan que no. Ellos tienen su confianza depositada en la morena, porque saben que Ale es un poco más seria que yo. Como respuesta a su comentario, decido molestarla un poco, así que evoco lo primero que se me pasa por la cabeza.

—A Stephen también.

—Inmediatamente me voy —replica, poniéndose de pie.

—De acuerdo, era broma.

Solo por mencionar su nombre, Ale tranquila se transforma en una Ale inquietante. Interesante.

Media hora después llegamos a las afueras del establecimiento llamado Dance & Sing. Sí, es un karaoke. Me emociona la idea de debutar como cantante frente a bastante público, pero me aterra el hecho de dejarlos con problemas auditivos, porque no es como si tuviera voz de tenor. Me río cuando me imagino cantando ópera.

Ale me indica que la siga, así que eso hago.

Adentro la luz es tenue, y el salón del karaoke está casi oscuro. Solo algunas luces de colores alumbran el lugar y una tenue luz blanca en forma circular apunta directamente el lugar donde están los micrófonos. La gente prefiere bailar que cantar, así que en el momento en que llegamos solo hay música grabada de fondo, pero no hay nadie cantando. Eso me decepciona un poco, por algo este lugar se llama karaoke, ¿no? Sin embargo, no dejo que el hecho malogre mi momento de felicidad y diversión. Me mantengo ocupada analizando el lugar hasta que me percato que a un lado de la pista hay una especie de bar.

Rápidamente recuerdos de una noche con dolor de cabeza y cuello aparecen en mi mente. Casi no recuerdo nada de esa noche, solo sé que Ralph y Ale lograron hacer que recuperara el sentido con litros y litros de café. Algo en mí me dice que no me acerque a ese lugar si es que no quiero volver a vivir lo de esa noche, pero me doy cuenta de que es tarde cuando me acomodo en una de las sillas situadas frente a la mesa de atención. Estoy dispuesta a pedir tan solo un vaso con vino para darme energías.

—No —dice Ale, sospechando de mis intenciones. Ella tampoco es una amante del alcohol, sea cual sea el tipo. Creo que no bebe, al igual que el trío de sabelotodos de la escuela.

—Solo quiero un poco de vino, tengo sed.

—Te compraré una soda —dice antes de levantarse de la mesa e irse con dirección a la máquina expendedora que está situada en la otra esquina del salón.

Tener a Mamá Ale vigilando cada uno de mis movimientos es como haber venido a este lugar con mis padres, como si cada uno estuviera sentando en cada esquina de la pista de baile al pendiente de cada paso que dé o cada cosa que haga. Sé que ella lo hace para cuidarme, porque sabe que para beber soy malísima, que me embriago con facilidad, pero de verdad tengo sed. En eso no mentí. Y no quiero una soda.

—¿Me podría dar un poco de vino, por favor? —pido tan rápido como puedo, como si me tratara de una niña que está desobedeciendo una orden de sus padres.

Mi pedido me es entregado con la misma rapidez con la que lo encargué. Agradezco el buen servicio del hombre que atiende, pero me sorprende que su concepto de "poco" sea un gran vaso de, aparentemente, veinte centímetros de longitud lleno del líquido que pedí. ¿Se supone que tengo que beberme todo esto? Es demasiado; conociéndome, terminaré inconsciente antes de llegar a la mitad. Dudo de si sostenerlo o no, pero entonces recuerdo que Ale puede regresar en cualquier momento, así que me llevo el vaso gigante a los labios y pruebo el sabor del vino. Me gusta. A veces en cenas familiares solía probarlo (aunque, obvio, en una mínima cantidad) para el brindis entre toda la familia Hussel y la familia Ward. Si mis padres y familiares lo beben, no creo que sea tan malo. Ellos se terminaban hasta dos botellas entre todos. ¿Por qué no podría yo terminarme todo este vaso? Porque, a pesar del tamaño, es lo que es: un vaso.

Cada pensamiento que cruza por mi cabeza se da a medida que el líquido ingresa a mi organismo. Cuando me doy cuenta de esto, solo me falta poco para terminarlo. En unos segundos más, ya no quedan rastros de él. Sí, me refiero a él, no al líquido.

De alguna u otra manera, me siento con más energía que hace un momento y extrañamente emocionada porque estoy a punto de cantar. Haciendo un esfuerzo, me encamino hasta el centro del estrado donde los micrófonos empolvados descansan uno al lado del otro. Me decido, en lugar de esos, por uno que tiene pedestal y que, de cierta manera, siento que me hará sonar mejor.

—¡Hey DJ, ponme una para mí! —pido levantando la voz como puedo. Ni siquiera sé si es que en los karaokes se les llama DJs a las personas que controlan la música, pero no me detengo a pensar en eso.

No sé qué impresión le doy a la persona encargada de elegir las canciones porque lo siguiente que leo en la pantalla es I don't wanna see you with her de Maria Mena lista para ser cantada. ¿En serio... en serio me veo así de triste como esa canción? Conozco la letra, es muy deprimente. No ayudaría en nada a mi estado de ánimo, pero no debo olvidar el pequeño detalle de que ahora no me siento tan triste. Ni modo, estoy aquí para cantar. No me importa la canción que sea. Sonrío cuando los primeros acordes comienzan a sonar y cuando las letras se empiezan a llenar de color en la pantalla es que me atrevo a cantar. Al principio nadie me presta atención, creen que soy una chica ebria cantando porque tiene el corazón roto... Oh, vaya, no está tan lejos de la realidad. Mantengo mi voz en el tono que la canción requiere, ya que el inicio es suave, porque quiero prepararme para lo que se viene.

Una vez que llego al coro canto con todas mis ganas. Todos me observan.

Creo que estoy muy desafinada.

"I don't wanna see you with her, I don't wanna see her face resting in your embrace. Her feet standing in my place. I don't wanna see you moved on, I don't think that I'm that strong..."

Comienzo a reírme en ese momento por la similitud que existe en la letra con mi situación. Apenas me calmo, pido disculpas y sigo con lo mío.

"They say you have a new love, I'm happy for you, love. I just don't wanna meet her, are you gonna keep her?"

Noto que Ale me observa con su barbilla en el piso mientras se encuentra entre las personas de la pista. Seguramente sabe que para hacer esto debí haber tomado alguna sustancia extraña, porque yo en mis cinco sentidos no me habría atrevido a cantar así. Es decir, con esta euforia.

La canción está por terminar. Agarro el pedestal lista para interpretar con efusión las últimas líneas, pero entonces, de pronto, me callo. Los presentes se vuelven para mirarme cuando esto pasa, pues supuestamente yo estaba disfrutando cantando. Y es que, a pesar de que sé que, en mi estado, mi mente me puede volver a jugar trucos, ver a Raphael en la entrada del karaoke parece regresarme la sobriedad que había perdido.

Él está aquí.

Él me escuchó cantar.

Él sabe que esa canción era para él.


•••

¡Hola! Como verán, acabo de actualizar (nooo me digas) La aclaración es porque todavía no han empezado mis exámenes. Empiezan la semana del lunes, me temo, pero no les quise dejar sin capítulo.

Les dejo la canción que cantó nuestra Nad en multimedia 7n7

Espero que lo disfruten :3
No olviden votar, comentar y compartir la historia. Nos falta poquito para llegar a los 60K :D

PREGUNTA DEL DÍA: ¿Cuál ha sido el capítulo de esta historia que más han releído?

Gracias por leer,

Mich.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top