42| Conociendo a Ella - Parte 2

Se ha ido.

Lo sé incluso antes de salir de la cocina y regresar con los demás. Y estoy plenamente segura de ello porque escucho la puerta cerrarse casi apenas Raph termina de expresar su decisión en voz alta. ¿Tanta prisa tiene por ver a esa persona (que estoy segura de que es una chica)? ¿Tanto significa para él? Lo importante ahora es enterarme de quién rayos es dicho misterioso personaje. ¿Qué significa para Raph? ¿De dónde se conocen? ¿Por qué no puede venir hasta aquí si es cumpleaños de Raph y es él quien tiene que ir hacia ella? Preguntas como esas me mantienen bastante distraída, tanto así que Ale tiene que adentrarse en la cocina conmigo para hacer que reaccione.

—La patosa y la roca acaban de salir —me informa, como si no lo supiera—. Venía a decirte que si te parece, podemos irnos ya.

No parece mala idea. Me haría bien estar sola en este instante para tratar de ordenar las pequeñas piezas del gran rompecabezas que supone Raph y su historia con esa chica.

—¿Irse? —Ralph aparece a nuestras espaldas con la botella de vino que me arrebató hace un momento; camina hasta la nevera donde la vuelve a colocar y finalmente se vuelve hacia ambas llevándose una mano al pecho—. ¿Y dejar al cumpleañero solo? Eso es otro nivel de crueldad.

Al oírlo, reacciono. No puedo simplemente irme así como así por algo que no debería incomodarme. Raph no es nada mío, apenas un amigo, así que no tengo por qué sentirme mal por eventos como estos.

—Nadie se va a ir.

Unos minutos más tarde estamos los cinco nuevamente sentados sobre la alfombra de la casa de los Thompson, mirándonos las caras, cada uno pensando en algo que podamos hacer para terminar con el acuciante silencio. Podríamos simplemente empezar un nuevo juego, pero a estas alturas, creo que ya hemos probado todos los habidos y por haber además de los que se me podrían ocurrir, a no ser que...

—¿Deberíamos esperar a Raphael?

La repentina pregunta de Nadine trae de vuelta a mi cabeza el recuerdo de su ausencia. A mi lado, sobre ese lugar de la alfombra donde se encontraba minutos atrás, solo quedan rezagos de su presencia.
En este momento él debe estar ocupado con su visita.

—Creo que no —responde Ralph, apenas la escucha—. Sabiendo a donde fue, sé que se tardará.

—¿Y a dónde fue?

En situaciones como estas, agradezco infinitamente la imperiosa curiosidad de Nadine. Ella está preguntando en voz alta lo que yo no me atrevo a preguntar ni mentalmente.

Observo que el único cumpleañero que queda además de mí, duda un poco sobre qué contestar, como si fuera algo realmente crucial. De acuerdo, esto se está tornando un poco raro, y no importa cuanto lo intenten; mientras menos me digan, más quiero saber. De repente, se hace un silencio un poco prolongado, que se rompe cuando el peor enemigo de Ale se queja por ello.

—No veo por qué no tengas que decirlo —enuncia, dirigiéndose a Ralph, que evita mirarme a mí—. Raph nunca nos pidió que no dijéramos a donde iba.

Siento una punzada.

—Tienes razón...

—Querida audiencia —expresa el castaño usando su mano como micrófono—, ya que nadie va a seguir jugando si no respondemos la pregunta que todos se mueren por saber, les digo desde ahora que Raph se fue a ver a su novia de la infancia.

Otra punzada en menos de un minuto.

La palabra «novia» hace eco dentro de mi cabeza. Por un segundo pareciera como si me acabaran de esculpir, porque literalmente me quedo de piedra. Sea o no un amor de la infancia, el simple hecho de que ambos sigan en contacto después de tanto tiempo significa solo una cosa: todavía existe el sentimiento. En ese momento vienen a mi mente las veces que Raph habló sobre ir a encontrarse con alguien "muy especial" o las tantas veces que me dijo que tenía otros asuntos que atender después de nuestras sesiones de matemáticas e idiomas. Todo este tiempo siempre se refirió a ella. A Ella.

—¿Desdé cuándo alguien como Thompson tiene novia? —escupe Ale con desazón en la voz, haciendo mofa de lo que acaba de escuchar.

—¿No me escuchaste, cariño? Dije desde la infancia.

El tono sarcástico de Stephen molesta a Ale.

—Vuelve a llamarme así y te dejaré sin descendencia.

Mientras Ale y Stephen discuten, lo cual se ha vuelto costumbre en ambos, yo trato de mostrarme lo más tranquila posible. No quiero que ninguno de los presentes me mire como si lo que acabo de escuchar me hubiera afectado, por más que sí lo haya hecho. Debo mantener la frente en alto siempre, aunque eso signifique guardarme para mí misma todo el dolor.

No entiendo... Si aún tiene sentimientos por esa chica y va hacia ella al primer llamado, ¿por qué me besó? ¿Por qué me besó haciendo indeleble su nombre en mi corazón?

Aunque por dentro quiero gritar y quejarme porque no entiendo nada de lo que está pasando, lo único que me queda por hacer es continuar jugando con los demás sin preguntar nada. Mientras pasan las horas, ruego internamente por que a Nadine no se le vaya ocurrir abrir la boca de nuevo y volver a mencionar al sabelotodo, porque entonces sí que la metería en una maleta y la enviaría de regreso a Londres sin retorno. He estado bien lo que resta de la tarde sin oír de él, quiero que se mantenga así. No merezco entristecerme por algo como esto; siempre supe, de alguna u otra manera, que Raphael tenía a una persona especial en su corazón, por más que me haya negado a admitirlo o haya querido ocultarlo de mí misma. Que me haya enterado de esta manera no hace más que ahorrarme el corazón roto que seguramente habría tenido.

Corazón roto... Jamás pensé que usaría estas palabras o, en este caso, esta frase tratándose de mí.

En el pasado nunca me preocupé por eso, dado que no me fijaba realmente en nadie. Según yo, no había encontrado lo que estaba buscando en ninguno de los chicos con los que se me presentó la oportunidad de salir. No lo había encontrado, por supuesto, cuando Raphael estuvo siempre en mi salón de clases. Siempre estuvo ahí, acompañado de sus cuadernos y libros, y yo nunca reparé en él. Para mí, estando en El Triángulo, era uno de los chicos inalcanzables en los que nunca debía poner mis ojos... Y ahora heme aquí, hundida oficialmente y sin remedio en el último nivel que yo misma he denominado "De la perdición".

He sucumbido a mis sentimientos.

—¿Nadia? —Ale chasquea los dedos frente a mis ojos, haciendo que vuelva al presente—. ¿Puedes ir a abrir la puerta? Creo que es el repartidor que viene con las pizzas.

Cuando se trata de comida, ¿como podría negarme? Me levanto de un salto y recibo el dinero con el que tengo que pagar, para luego dirigirme hacia la entrada y darle la bienvenida a la persona que viene con nuestros alimentos; sin embargo, al abrir la puerta, quien se encuentra detrás de ella no es el repartidor. Es Raphael. ¡Madre mía! Su presencia me cae tan de sorpresa que se me cae el dinero de la mano. Un poco avergonzada, me inclino con la intención de ponerme de cuclillas y recogerlo, pero el sabelotodo lo hace primero. Luego, sostiene una de mis manos y lo deposita sobre mi palma.

No puedo creer que esté de vuelta. Yo tenía pensado que no lo vería más hasta pasada la semana de vacaciones que tenemos, que empieza precisamente esta semana, pero no. Nuevamente está aquí delante de mí con esos ojos suyos tan hermosos que me tientan a repetir lo que él hizo conmigo hace unas horas. Pero no. Nadia, ¿qué cosas estás pensando? Contrólate.

Me hago a un lado para que pueda pasar sin muchas complicaciones, pero él no se mueve.

—Hussel —profiere, con un tono de voz que me pone más nerviosa de lo que ya estaba—. Lamento lo del beso, no debí hacerlo sin tu consentimiento.

Su disculpa hiere un poco mis sentimientos. ¿Entonces el beso no significó nada para él?

Tal vez él no sabe lo que siento, quizá, por el hecho de que siempre ha vivido rodeado de números y un número reducido de amigos es que no sabe reconocer los sentimientos de los demás. Cabe la posibilidad de que por eso es que se disculpa, porque no se ha dado cuenta de que disfruté como ninguna otra cosa su beso, de que fue con mi consentimiento, porque si no hubiera sido así lo habría apartado rápidamente. Tal vez deba decirle cómo me siento con respecto a él. De esa manera, quizá, pueda saber qué siente él respecto a mí.

—Me gustas —confieso, apretujando el vasto nudo en mi garganta para no dejar salir las caudalosas lágrimas que amenazan con dejarse ver.

Aún con los ojos secos y la vista nítida, observo los suyos, que se abren más de lo normal al escuchar lo que acabo de decir. Está claro que no se esperaba tal confesión de mi parte. Al menos, no después de todo lo que he hecho tan solo para ganarme su amistad, es decir, fijarme en él hasta el punto de enamorarme no estaba en mis planes. Ni mucho menos de alguien como él, pero heme aquí con el corazón a punto de salirse por mi boca y mis manos más frías que nunca.

Después de unos segundos, Raph me sostiene la mirada. Habiendo dado un par de pasos para adentrarse en su casa, se detiene a una distancia prudente y me mira atónito. Daría cualquier cosa por saber lo que pasa por su mente en este momento, por saber tan siquiera qué piensa de mí, cómo es que me ve o, lo más importante, qué fue lo que sintió cuando me besó, pero está claro que nunca lo sabré. Estoy a punto de decir algo más, pero mi corazón salta en mi interior cuando lo veo dispuesto a decir algo, lo que sea que termine con este martirizante silencio; sin embargo, lo que hace es todo lo contrario.

—No sigas.

Escucho mi corazón romperse en la lejanía.

¿Qué significa eso y a qué se refiere? ¿Es, acaso, una manera de rechazarme? Rápidamente viene a mi mente lo que dijo Stephen hace unas horas antes de empezar a jugar: «Raph se fue a ver a su novia de la infancia». No quise preguntar más sobre ella y, tonta de mí, por un momento llegué a pensar que Raph me prefería a mí por sobre ella a pesar de su historia juntos.

Ahora veo que no es así.

Todo estaba bien antes de que se fuera, ¿cómo es que cambió tanto con su visita?

Mis ojos van perdiendo la nitidez poco a poco, señal de que estoy a punto de reencarnarme en un bebé recién nacido, pero me niego a llorar en su delante. Sé que debería quedarme y hacer como si nada hubiese pasado; sé que debería actuar como si mi dignidad y orgullo no se hubieran esparcido por el suelo de la habitación después de hacer mi confesión; sé que debería quedarme a conversar como lo haría una persona normal y civilizada, pero yo pierdo ese concepto apenas lo escucho hablar, así que solo me digno a asentir y me doy media vuelta con intenciones de tomar mis cosas e irme.

—Espera —articula él, cuando ya le he dado la espalda. Ni siquiera me atrevo a mirarlo a la cara, no después de lo que acaba de pasar. No es necesario que me lo haya dicho o no; todo ha quedado muy claro. Me ha dado su respuesta de manera implícita y, contra eso, nada puedo hacer. Es por ese motivo que continúo de espaldas a él; me niego a volverme. No puedo, por ello me detengo para hacerle entender que estoy dispuesta a escucharlo—. ¿Por qué?

«¿Por qué?»

Esa es una pregunta que me estuve haciendo a medida que iban creciendo mis sentimientos por él, pero hasta el momento no he obtenido respuesta alguna. Es decir, Raph no ha sido el chico más atento, romántico, cursi y empalagoso conmigo que digamos, pero ha sabido ganarse mi corazón de una manera muy distinta. Y aún no puedo explicar cómo es que se dio esta situación que —repito— no estaba en mis planes. Al principio tenía muy claro cuál era mi objetivo; ganarme la amistad de Raph suponía un gran reto para mí, así que no me importó lo difícil que pudiera llegar a ser. Nunca pasó por mi mente que pudiera desarrollar sentimientos por él, nunca lo busqué, pero ahora que es un hecho, es irremediable.

Por alguna razón, mi mandíbula temblorosa no me permite responder a su pregunta ni articular palabra alguna. Sé que él está esperando una contestación de mi parte, pero, ¿cómo responder a una pregunta así? Entre mis complejos e inseguridades y la sensación que tengo de que se está acercando para comprobar mi semblante, logro recomponerme y me giro antes de que él llegue hasta mí.

Al verlo, esbozo una sonrisa fingida.

—No lo sé, tal vez solo confundí las cosas.

Raph suspira aliviado, hiriendo mis sentimientos de manera indirecta una vez más en todo el día. Reprimo nuevamente mis ganas de echarme a llorar.

—No vuelvas a hacerlo —pide, sin despegar su vista de la mía. Podría perderme en su mirada con facilidad, pero centro mi atención en lo que acaba de decir y reúno la voluntad suficiente para preguntar a lo que se ha referido.

—¿El qué?

—Confesarle tus sentimientos a la persona equivocada.

Ya está.

Eso es suficiente para que, sin darme cuenta, una lágrima rebelde resbale por mi mejilla derecha sin yo poder evitarlo.

•••

Capítulo un poco sad, pero óiganme, no todo es felicidad en esta life. :(

Para que no me maten, el siguiente capítulo será publicado mañana como a esta hora y será narrado por su gemelo favorito :D ¿Ahora sí ya no me quieren matar, verdad? :(

Bueno, eso era todo. Nos leemos luego.

PD.1: Les dejo una canción de Pedrito que me encanta en multimedia para la ocasión (escúchenla, el vídeo es hermoso) :'D

PD.2: Mich empieza sus exámenes este lunes (10). #PrayForMich :c

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