33| El reto

Una vez que el receso termina, abandono el laboratorio de química —que queda lejos del lugar que suelen frecuentar los ruidosos estudiantes de Midtown— para dirigirme de nuevo al salón de clases. Mientras camino, me es imposible no escuchar los despreocupados murmullos de algunos de los estudiantes que pasan por mi lado, que se mantienen perdiendo el tiempo comentando chismes y compartiéndolos a los demás logrando formar así una gran cadena de informantes. De la que ahora soy parte por el simple hecho de que ellos no saben hablar en voz baja. Como sea, aquella noticia que corre de boca en boca es sobre la presencia de cierto personaje femenino que hasta ahora no he visto y que, al parecer, ha causado mucha conmoción.

A diferencia de ellos, yo no espero verla tan pronto.

Sus comentarios son lo que menos me importa, sin embargo, me sorprende la rapidez con la que esa noticia se ha expandido por todo el colegio, siendo este tan grande.

Soslayando ese hecho, cuando por fin llego a mi destino, me dirijo como siempre hasta mi lugar en la primera carpeta de la fila que se haya frente al escritorio del profesor. Apoyo mi cabeza en un brazo esperando a que el señor Wittman haga acto de presencia y mantengo mi vista fija en la entrada siendo testigo de como uno a uno mis compañeros llegan al aula, hasta que veo ingresar a cierta persona que, tal vez, en lo más recóndito de mí esperaba ver. Nadia Hussel pone un pie en el salón tan despacio como si eso fuera a costarle la vida, lo que me hace pensar que quizá entrar es lo que menos quería, no obstante, ella en ningún momento desvía su mirada hacia mí. Como solía hacer antes. Eso solo me hace confirmar mis sospechas de que por lo que pasó ayer, ella va a mantenerse alejada de mí.

Todo estaba bien hasta que apareció el tipo de la bicicleta y...

Decido apartar la mirada.

Siento la vista de su amiga sobre mí, aunque no es eso lo que me mantiene distraído. Unos minutos después, el profesor Wittman entra al salón llevando un papel en sus manos. Antes de decirnos lo que supuestamente debe, lleva a cabo su labor docente y se encarga de presentarnos a una nueva compañera que viene de intercambio desde Europa para llevar el semestre con nosotros (palabras del profesor, no mías). Después de que hace una seña, una chica alta con cabello castaño y ojos claros se adentra en el salón, siendo seguida por los ojos de otros compañeros que no escatiman en mostrar su estupefacción ante los notorios atributos de la fémina presente. Con solo verla, sé que no es una simple estudiante de intercambio.

Después del típico comentario de que espera llevarse bien con todos, de parte de la nueva, Wittman vuelve a hablar.

—Por favor, busca un asiento disponible —pide el profesor como si no fuera consciente de que el único lugar vacío es el que está a mi costado.

La nueva no duda en caminar hasta el asiento a mi lado, pidiendo permiso previamente para sentarse. Parece tomar mi silencio como un «sí», porque rápidamente se acomoda, colocando su mochila en el espacio que hay entre nuestros asientos.

—Hola, encantada de conocerte —Es lo primero que dice la chica que ahora se haya sentada junto a mí, mediante susurros, mostrando su marcado acento europeo. Como si no hubiera sido ya suficiente con tener a Hussel dos semanas enteras, ahora tengo que lidiar con la que se encuentra en el que fue su sitio, que parece igual de elocuente que ella—. Ya me habían hablado de ti antes de entrar a este salón.

Poco me importa, en realidad. Soy consciente de que en los pasillos de Midtown se dice mucho sobre mí, de lo cual el 99% son puros inventos. Casi todo lo que se dice son chismes y malos entendidos. No me sorprendería que ahora me saliera con un disparate de los que se dicen sobre mí.

—Oí que tienes novia.

Lo sabía. He ahí el primero de muchos.

Escuchar eso no me sorprende, pero tampoco me molesto en negarlo. No tiene caso. Nunca me preocupé en desmentir los chismes; no voy a hacerlo ahora.

—Y que está en esta clase —insiste.

Esta vez sí me giro a mirarla, encontrándome con sus ojos que me miran directamente. ¿De dónde sacó tan grande mentira?

—Te engañaron.

—Oh, supongo que en el fondo lo sabía —responde levantando de manera involuntaria ambas cejas—. No te ves como alguien precisamente romántico.

Me dedica una de sus escudriñantes miradas después de decir eso, como esperando alguna reacción indignada de mi parte, pero la verdad es que no tengo nada que objetar porque su comentario no me ha ofendido. Así que decido no responder. Regreso mi mirada hacia el frente, pero ella sigue hablándome. Wittman ni se da cuenta, o quizá finge no hacerlo. De todos modos, no es problema para mí perderme las noticias de los avances de los exámenes. Después de todo, no es como que me tenga que preocupar por eso; tal vez es por esa razón que al docente no le molesta que mi atención le esté siendo robada por la castaña que tengo a mi costado. Que no deja de hablar.

—Como sea —prosigue la nueva de un momento a otro—, he escuchado que eres un sabelotodo. ¿Sabes? Yo era como tú allá en Londres, por eso he venido a retarte. ¿Qué dices?

Mi respuesta es instantánea.

—No estoy interesado.

—En serio eres cruel... Y mira que no quise creer que lo que decían de ti por los pasillos.

La expresión de decepción en su rostro me trae vagos recuerdos de la persona que hace unos días ocupaba su sitio a mi lado antes de empezar la semana de exámenes. Llevando una de mis manos a la cabeza me centro en mantener mi mente ocupada pensando en otras cosas. Los temas de las siguientes pruebas, por ejemplo.

—No creas que me voy a dar por vencida tan fácilmente, cerebrito —rezonga la nueva ante mi asiduo silencio—. Por mí vas a ser el sabelotodo número dos.

Me llama la atención que no se dé por vencida a pesar de que la vengo ignorando desde hace varios minutos, pero ni siquiera eso me lleva a responderle.

Luego de que Wittman termina de hablar, nos da la orden de marcharnos. Recojo mis cosas y salgo caminando lento dispuesto a colocarme los nuevos audífonos que me compré luego de que los anteriores se arruinaran por causa de la limonada que alguien me arrojó encima. Sin embargo, antes de lograr lo que me proponía, alguien llega corriendo hasta posicionarse a mi lado. La nueva.

¿Cuál era su nombre?

—Hola, guapo —saluda riendo, ya que sabe que no hace menos de dos minutos nos acabamos de ver. No me hace nada de gracia como me acaba de llamar.

—Raphael.

—De acuerdo, Raphael —enfatiza en mi nombre—. Tú que todo lo sabes, ¿me podrías decir como llegar al Condominio East Side?

No estoy escuchando bien... Ahí es donde yo vivo.

—No sé.

—Oh, ¿ahora cómo se supone que llegaré ahí? No conozco esta ciudad.

Mientras habla para sí misma, yo voy avanzando lentamente, dejándola atrás. No obstante, algo dentro de mí, tal vez aquello que se llama sentimiento de culpa, se instala en mi mente y es lo que me obliga a detenerme. Si es alguien que viene del extranjero, definitivamente no conoce la ciudad y eso conlleva a que su argumento sea considerado válido y no una simple excusa como las que solían inventar las chicas que me pedían que las acompañara a sus casas.

—Solo sígueme —puntualizo.

Ella duda un poco, pero luego corre a alcanzarme, caminando conmigo por la acera que queda afuera del terreno de la escuela. No me pregunta si es que estamos yendo a su casa o algo por el estilo, es como si confiara enteramente en mí. Lleva sus manos hacia los tirantes de su mochila y en todo el camino se encarga de contarme sobre su vida escolar en su colegio de Londres, sin que yo se lo haya pedido, cabe aclarar. Gracias a su locuacidad termino enterándome de sus asuntos familiares previos a su llegada a los Estados Unidos. Por su manera de hablar, sé que no es alguien común, sino que resulta ser una persona culta y muy inteligente. Eso se entiende, no cualquier estudiante se va de intercambio a otro país; es necesario tener un antecedente de buenas calificaciones. Como ella. Ahora entiendo su empeño por superarme.

Nunca he competido con alguien de mi propia clase a excepción de Stephen, pero hasta el momento él no me ha podido superar y dudo que lo haga si es que sigue por las nubes pensando en no sé qué. Incluso faltó hoy sin avisar antes.

—¿No hablas con nadie de tu salón? —pregunta mi acompañante de manera insospechada. Decido mostrar un poco de educación no ignorándola esta vez.

—Sí.

—¿En serio? —Vuelvo a decir que sí—. ¿Con quiénes? ¿Crees que me puedas presentar a los demás? Me gustaría conocer a todos.

En serio no hay cuando pare con sus preguntas, se parece bastante a... Demonios.

—Mira, ya llegamos, puedes ir a tu casa. Hasta luego.

Le señalo el condominio con la mirada y antes de que ella empiece de nuevo con su perorata de hace un rato, acelero el paso para dejarla atrás. Como puedo, me adentro en mi edificio y presiono, casi con desesperación, el botón que llama al ascensor por si es que a la nueva se le ocurre volver a aparecerse.

Felizmente, no. Quizá su departamento está en otro de los edificios del mismo condominio. No me molesto en averiguarlo. Tan pronto como las puertas se abren y me adentro, quedando solo en medio de las cuatro paredes metálicas, me permito respirar con tranquilidad. Eso me pasa por querer ser buena persona.
Apenas llego a mi piso, saco mis llaves dispuesto a ingresar a mi casa. Una vez que lo hago, lo primero que veo es a mamá recostada en el sofá frente a la televisión, al lado de Ralph.

Oh, había olvidado que mamá se encuentra de vacaciones en el trabajo. Papá no, él actualmente está grabando otra película de acción.

—¿Cómo te fue en la escuela, Raphita?

Bueno, sin contar las hostigantes e interminables preguntas de la europea supongo que...

—Me fue normal.

—Eso significa que algo pasó —intercede mi hermano girándose para verme—. Mamá, interrógalo, su respuesta siempre era "bien" y hoy dijo "normal". Mamaaá, está escapando. Definitivamente algo sucede aquí.

Observo que mamá imita la acción de mi hermano de voltearse para poder verme, y conociéndola sé que es peor que la nueva y Hussel juntas; papá ya me ha contado en diferentes ocasiones lo preguntona que solía ser ella en su adolescencia, así que no dudo que quiera rememorar sus viejas costumbres conmigo. Recordando eso, rápidamente me voy hasta mi habitación. No creo poder soportar si comienzan a hacerme preguntas de nuevo.

Cuando por fin me encierro, dejo caer mi mochila sobre el piso al mismo tiempo que avanzo hasta llegar al pie de mi cama, donde me lanzo yo también.

No sé en qué momento me quedo dormido, pero de lo que sí estoy seguro es que dejé la puerta con seguro por dentro. ¿Cómo es, entonces, que Ralph se encuentra durmiendo en el piso de mi habitación?
Extiendo uno de mis brazos para despertarlo.

—¿Qué haces aquí y cómo entraste?

Él se incorpora, bostezando.

—Mamá me mandó a decirte que fueras a comprar más palomitas de maíz —contesta estirándose—, pero supongo que al entrar me quedé igual de dormido que tú. Oye, esta penumbra contagia a cualquiera.

—¿Y por qué no vas tú si eres el que está viendo películas con ella?

De hecho, es lo más lógico.

—Mamá dijo que debes socializar con la gente a tu alrededor —estoy a punto de negarme, pero levanta una mano para interrumpirme—. Mamá también dijo que no olvides que ella tiene el álbum de fotos.

Me paso una mano por el rostro. Mamá siempre con su mismo chantaje. En primaria fue igual cuando me negué a bailar con una niña con la que me emparejaba desde kinder. Tuve que solicitar la ayuda de mi gemelo para librarme de hacer el ridículo puesto que no me sabía los pasos de baile que estaba obligado a representar. La niña ni cuenta se dio de que bailó con Ralph y no conmigo. Katrina Jenner, como buena madre que sabe diferenciar a sus hijos, por supuesto que lo notó y su castigo no es digno de querer recordar.

Cinco minutos después estoy en el elevador, descendiendo para ir al super en busca de palomitas de maíz en contra de mi voluntad. Debo admitir que hacer las comprar no encabeza mi lista de cosas favoritas que hacer, pero si puede ser una excusa para salir a caminar y despejar mi mente. Cuando salgo del condominio, cruzo la pista caminando por la acerca hasta que, luego de varias cuadras, llego a un parque. El mejor lugar para respirar aire fresco. Deambulo por los alrededores buscando las bancas para poder sentarme, pero cuando las encuentro estas están bañadas de residuos de pájaros con serios malestares estomacales. Determino quedarme de pie, apoyado en un árbol.

Alrededor no se ve mucha gente, apenas unos cuantos niños con sus padres y algunos ancianos leyendo periódico en las bancas que salieron ilesas. Todo parece ir bien, hasta que de repente escucho una voz que me resulta familiar.

—¿Por qué fuiste a buscarme a la escuela? Estaba presenciando algo muy importante.

—Creí que querías verme, Nad —responde quien supongo que es el rubio del otro día—. Escucha, no me gusta verte así de triste. ¿Quieres decirme lo que pasó?

Desde mi posición no puedo ver lo que hacen, solo escucharlos, pero tampoco me molesto en volverme. Me mantengo en mi sitio apoyado en el árbol con los brazos cruzados.

—Solo necesito un abrazo —escucho que murmura Hussel con un extraño tono de voz. Se oye silencio de pronto y después de unos segundos ambos pasan caminando abrazados delante de mí.

El rubio es el primero en notarme antes de que pueda cambiar mi expresión, dejándome al descubierto frente a una abrumada Hussel.

—Raph...

No sé qué decirle. Es la primera vez en todo el día que se atreve a mirarme a la cara después de lo que pasó ayer y no estaba preparado para este encuentro. La mayoría de veces nunca lo estoy, pero en esta ocasión mi cerebro no parece reaccionar con su rapidez habitual.

—No pensé encontrarte aquí con tu amigo —me dirijo a Hussel haciendo un no tan desapercibido énfasis en la última palabra. Sin razón. La persona que viene con ella suelta una risa bastante sarcástica.

—No soy un simple amigo —replica el rubio. Luego, toma a Hussel, que no deja de mirarme, de la mano y entrelaza sus dedos con los de ella—. Ella y yo estamos saliendo.

No sé por qué espero que Hussel haga algún comentario desmintiéndolo, a fin de cuentas, la última vez que estuvimos juntos los tres ella no pareció mostrar mucho interés en él que digamos y no creo que en tan poco tiempo haya podido cambiar de opinión de manera tan drástica; sin embargo, ella reemplaza su expresión pesarosa por una sonrisa, dándole la razón.

Después de eso, el rubio tira de su mano para hacerle ver que ya se quiere ir. Ella no se niega y unos pocos segundos después se va con él. Permanezco en mi lugar, en la misma posición en la que estaba mientras los observo alejarse. Viéndolos así, un extraño pensamiento cruza por mi cabeza, pero desaparece al instante cuando me percato de algo.

—Es ella, ¿verdad? —escucho una voz detrás de mí. Ese acento tan poco usual en este país me hace saber de antemano de quién se trata.

Llevo mi vista hacia el lugar de donde provino la voz, encontrándome frente a frente con la chica nueva de hace unas horas, de la que hasta ahora no recuerdo el nombre. Ahora que no lleva el cabello suelto sino recogido, es más fácil para cualquiera notar con más claridad sus facciones. Sus claros ojos se mantienen clavados en los míos hasta que me doy cuenta de que no he respondido a su comentario.

—No sé de qué hablas.

—¡Wow! Raph Thompson no sabe algo —ironiza. Empiezo a andar dispuesto a ignorarla, pero me detengo solo para dejarle en claro algo.

—Raphael, ese es mi nombre.

La castaña entreabre sus labios mostrando sorpresa.

—Oh, ya me quedó claro, solo la chica de hace un rato te puede llamar Raph.

¿Acaso estuvo presenciando todo?

Como si leyera mis pensamientos, ella asiente bastante animada. La expresión presente en el rostro de la nueva es de diversión pura. Sé que todo esto de sus apariciones por dónde me encuentro yo no son mera coincidencia, sino que se deben a su expresa advertencia de hoy. Ella no piensa darse por vencida conmigo hasta que acepte el reto que me propuso apenas se presentó. Ella quiere superarme.

Veo que rueda los ojos antes de darse media vuelta.

Si antes no había aceptado su desafío y estaba cien por ciento seguro de que no lo iba a hacer después tampoco, ahora no tengo idea de qué es lo que me lleva a detenerla emitiendo un "tú" a modo de llamado.

—Me llamo Nadine —manifiesta, regresando a mi lado. Por fin recuerdo su nombre—. ¿Qué sucede?

—Acepto.

Suelto mi resolución sin más.

—¿Cuándo te pedí matrimonio? —pregunta con mofa. Al ver el gesto en mi rostro alza ambas manos en señal de paz. Pasados unos segundos parece entender a lo que me refiero—. No me digas que... ¡acabas de aceptar mi reto!

Extiende con una amplia sonrisa su mano delante de mí. Dudo en estrecharla, pero al final termino haciéndolo.

—Te dejaré en segundo lugar, Thompson.

Dudo que eso pase.

—Y también haré que confieses quién es la pelirroja de hace un rato.

—No es un secreto para nadie, ella se llama Nadia Hussel y es una estudiante de nuestra clase.

Intento responderle como si aquello no fuera algo importante. La nueva parece recién darse cuenta de eso. Se queda un momento en silencio pensando en algo, hasta que arma el rompecabezas mentalmente.

—No es una simple compañera, ¿verdad?

¿Cómo definir en una palabra la relación que existe entre Hussel y yo?







HOLALALALALA PUES COMO YA VIERON, EN LA ENCUESTA EN INSTAGRAM GANÓ RAPHAEL, ASÍ QUE POR ESO ES QUE ESTÁ NARRANDO ÉL. DE TODOS MODOS SABÍA QUE ÉL IBA A GANAR, ES QUE SON DEMASIAAAAAAAADO PREDECIBLES, EN SERIO XD

EN FIN, PREGUNTA DEL DÍA: ¿QUÉ OPINAN DE LA NUEVA?

No olviden votar y comentar su parte favorita, parte más odiada, expresar su amor-odio por Raph, fangirlear por aquí porque, después de todo, lo de la novia del sabelotodo era un malentendido, etc.

¡Nos leemos luego!

Con mucho hamor algodonezco,

Mich.

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