27| Una verdad ya sospechada

¿Qué clase de macabro plan puede estar pasando por la mente de un ser como Stephen Boward que acaba de confesar, además, que si no se venga de mí es porque me tiene consideración por ser amiga del hermano de su mejor amigo?

Definitivamente uno muy malo.

Para poder exponer su propuesta con total libertad, el castaño sugiere conducir hasta el café que queda cerca a la escuela, que además es conocido por ser el punto de encuentro de casi todos los estudiantes de Midtown High; y esto se debe a que detrás de la candorosa fachada de simple "Jenny's Coffee", el establecimiento también ofrece bebidas alcohólicas a sus clientes. Y lo sé porque Zach solía frecuentar este lugar cuando tenía algún tipo de interés en alguna estudiante de mi escuela.
Conste que yo acepto venir solo porque no me queda de otra, ya que el auto de Stephen es de esos en los que el conductor es el que decide si es que le quita o no el seguro a sus puertas, ideal para ocasiones como estas. Así que heme aquí, en medio de varias personas que, ajenas a todo el revuelo que pasa por mi cabeza, conversan, ríen, bromean y festejan entre ellos.

—Así que... ¿aceptas?

Apenas lo escucho, giro mi cabeza hacia él. Antes de eso, mi vista se encontraba centrada en estudiar el sitio y las personas presentes. Hace tiempo que no entraba aquí y la verdad es que casi no ha cambiado nada; todo sigue remotamente igual. Aunque, un momento, ¿acaso acaba de preguntarme él si acepto? Si acepto, ¿qué?

—Pero si aún no me has dicho qué es lo que tramas.

—Bah, eres igual de amargada que tu amiga. —Se queja Stephen mientras sirve a mi taza un poco más de café—. Ahora entiendo por qué se llevan tan bien.

¿Será posible que tenga él algún interés en Ale? Solo eso explicaría su empeño por querer hacer alguna clase de trato conmigo, sobre todo si a eso le sumamos que es precisamente mi mejor amiga quien tiene su diario privado en su poder. Gracias a mí.

—No te voy a ayudar con Ale si eso es lo que planeas, no eres su tipo.

—¿Qué? Cómo alucinas, pelirroja —anuncia el castaño con cara de sorpresa, retorciéndose como si acabara de escuchar algo espeluznante—. Dios me libre de interesarme en ella.

Se persigna.

Ruedo los ojos ante su gesto exagerado, pero por un lado me tranquilizo un poco. Es mejor que no se le ocurra a él poner sus ojos en alguien como Ale, porque conociéndola como la conozco, sé que mandaría a volar a Stephen sin siquiera pensárselo dos veces. Por supuesto, ella no lo soporta y es por esa razón que piensa dejar en ridículo a su enemigo jurado en la próxima presentación del grupo de porristas exponiendo al público fragmentos de su diario. Según sé, no le importa si es lo cuesta su puesto en el equipo, ella solo quiere vengarse de Boward por la humillación que, según ella, la hizo pasar. Es entonces cuando recuerdo a lo que he venido. No me puedo permitir estar tanto tiempo dándole atención al enemigo de mi mejor amiga si es que no sé de plano lo que trama.

—De acuerdo, si no es eso, ¿cuál es el trato?

—Necesito mi diario de vuelta —contesta de pronto—. Y quiero que tú me ayudes. Sabes que Alessa planea algo muy malo al no querer devolvérmelo en tanto tiempo y quiero ahorrarme la vergüenza de mi vida, así que si me ayudas... te contestaré cualquier pregunta que tengas sobre Raph.

Vaya, debo admitir que la oferta tienta,  no obstante, a estas alturas creo que el tema «Raphael» ya ha sido cerrado definitivamente con doble candado por dentro y por fuera. Y no quisiera volver a lo mismo. Él sigue sin pasarme y creo que bastante he hecho ya tratando de ganarme su amistad en vano.

Así que, apelando a mi fuerza de voluntad, me pongo de pie.

—Siento no poder ayudarte, pero, ¿por qué querría yo saber algo sobre Raphael? —pregunto con suficiencia, tomando mis cosas dispuesta a retirarme—. Prueba buscando ayuda de alguien más.

Madre mía, estoy actuando como mi yo del pasado, pero no me importa. De esta manera puedo decir lo que pienso sin temor a lo que pueda él responder, además de que tampoco estoy dispuesta a dejar que piense que tengo algún tipo de interés en su mejor amigo.
Tal es así que, después de decir eso, me doy media vuelta comenzando a caminar; sin embargo, antes de poder salir del recinto con actitud triunfante, escucho que vuelve a dirigirse a mí:

—Te hablaré sobre su novia.

Oír eso me provoca un inexplicable dolor en el pecho; toda sensación de suficiencia que me embargaba hace un instante se disipa. ¿Entonces es cierto que Raph tiene novia? Solo eso explicaría su mordaz comportamiento conmigo, sus escuetas respuestas, la sensación de que todo lo que hacía parecía molestarle, pero principalmente, solo eso explicaría sus salidas en la tarde las veces que no pudo ayudarme, porque según él tenía algo que hacer.
Aunque, de todos modos, ¿por qué me sorprendo? Esa era una verdad ya sospechada. Incluso se lo conté a Ale, quien hasta bromeó con eso; el problema es que en ese momento esa idea no estaba confirmada, y ahora que sí lo está, un molesto dolor en el pecho ha hecho acto de presencia en mí. Sé que debería decir que no me importa, sé que debería actuar como si aquello no fuera algo relevante para mí, sé que debería irme para hacerle ver que estoy bien y que no hace falta que me hable de la novia de Raph, puesto que no es como que yo tenga algún interés en él. No obstante, mi lado cotilla no me permite avanzar, y, después de pensármelo mucho, me doy cuenta de que sí quiero saber sobre ella. Quiero decir, ¿cómo pudo una persona enamorar a alguien como Raphael Thompson? Es esa interrogante la que da vueltas en mi cabeza.

Y, por consiguiente, es la que me obliga a detenerme.

De vuelta en mi casa, Stephen se encarga de recordarme los puntos importantes del trato mutuo que acabamos de acordar; yo solo lo escucho, mas no le respondo. No es como que le haya prestado demasiada atención; simplemente le dije que iba a ver qué podía hacer con el asunto de su diario, pero ni siquiera le aseguré nada, cosa que él parece haber olvidado. Antes de bajarme de su auto, tomo mis pertenencias y trato de mostrarme feliz por estar de vuelta en casa y tener a mi familia enfrente de nuevo.
Una vez que el castaño desaparece de mi calle, camino con paso lento hasta la entrada de mi casa. La primera persona que me recibe es mi madre, quien se sorprende al verme llegar antes de lo previsto, pero que sorprendentemente me regala un cálido abrazo de bienvenida; la siguiente persona es papá, que se encuentra en la sala mirando la televisión, pero que al verme se acerca hasta donde estoy para depositar un beso en mi frente a modo de saludo. Yo solo sonrío.

Tanto cariño que estoy recibiendo ahora solo me provoca un nudo en la garganta. Y creo saber por qué.

—Pensé que el concurso duraba tres días, no unas cuantas horas, hermanita —comenta Zach con malicia, antes de darle otro mordisco a su manzana mientras todos estamos frente al televisor. Mamá me observa después de escucharlo.

—Así es, pero sucedió algo y pues tuvimos que regresar antes...

—¿Te pasó algo, Pecas? —pregunta papá con tono preocupado. Yo niego para hacerle entender que no. O al menos, no pasó algo que pusiera en riesgo mi vida, que es a lo que se refiere.

Lo siguiente que sigue son una serie de preguntas referentes al concurso, que cómo me fue, qué tal estuvo, si me divertí y lo peor de todo quién ganó. Cabe aclarar que he omitido ciertas verdades para no armar tanto escándalo ni hacer que mis padres monten un lío contra el profesor Smith por su cruel trato hacia mi persona. Porque Michael Hussel podrá ser un educado ingeniero de prestigio, reconocido por su universidad como el mejor alumno de su graduación, pero cuando se meten conmigo que soy su única hija mujer, olvida sus largos años de estudio y educación y se convierte en lo más parecido a un arrabalero. Con todo y palabras malsonantes.

Es esa la principal razón por la que me abstengo de decir toda la verdad, para evitar que se den esta clase de altercados. Además de que lo cierto es que no tengo muchas ganas de hablar.

Estar reunida con mi familia por poco me hace olvidar lo que acabo de enterarme hace menos de una hora. Hace días que no pasaba algo así, ya que mis padres regresaban cansados de su trabajo y lo único que querían era descansar; sin embargo, creo que por primera vez estamos los cuatro reunidos y todavía no ha habido una discusión de por medio. Lo cual me alegra de cierto modo. A pesar del comentario de Zach, no he borrado de mi rostro la expresión de alegría.

Y espero que eso continúe así.




—Cambia esa cara de funeral, Nadia —pide Ale al ver mi expresión pesarosa. Suelto un suspiro cansado al escucharla, pero mi expresión no cambia. Sucede que acaba de sonar el ansiado timbre que indica el receso escolar, y en todo el camino hasta el comedor he estado callada y seria. Cosa que no es normal en mí. Y ella lo sabe.

—Eso intento, pero no sé qué cara poner.

—La de siempre, esa es menos molesta.

—Gracias por tu sinceridad —ironizo, amagando una sonrisa.

Cuando por fin nos acomodamos en una mesa con nuestros respectivos alimentos (para mi sorpresa), la morena hace a un lado su comida, coloca sus codos sobre la mesa, apoya su cabeza sobre sus manos y me mira expectante.

—Ya suéltalo —espeta sin rodeos, yendo directo al grano—. Te conozco demasiado bien y sé que algo te estás guardando, así que escúpelo de una vez por todas.

Resoplo resignada. De verdad que a veces puedo ser bastante predecible. A Ale no le ha costado mucho trabajo darse cuenta de que traigo algo, pero no ha querido comentármelo en clase, puesto que estuvimos dando examen. Por esa razón, no ha desaprovechado la oportunidad que ahora tenemos.

—De acuerdo, ¿recuerdas que te hablé sobre la posibilidad de que Raph tuviera novia? —Ella asiente sin mostrar mucho interés—. Bueno, ya está confirmado que es verdad.

Inexplicablemente, comienza a reírse al escucharme. No sé si de Raph, de la noticia o de mí.

—Ah, ya entiendo por dónde va el asunto.

¿A qué se estará refiriendo?

—Me lo dijo Stephen —aclaro por sí acaso. Su sonrisa desaparece al escuchar el nombre de su peculiar enemigo, tanto así que rueda los ojos al imaginárselo—. Y yo de verdad quisiera saber cómo es eso posible. Es decir, ¡estamos hablando de Raph! Mejor conocido como la roca con cerebro; eso es casi imposible que suceda, es algo insólito. Y me da mucha curiosidad al mismo tiempo.

Después de escucharme, la morena que tengo frente a mí, niega con la cabeza al mismo tiempo que retira su cabeza de sus manos y las coloca sobre la mesa. Cualquiera que la viera pensaría que está a punto de decir algo serio por la expresión que lleva encima.

—Todavía no te has dado cuenta, ¿verdad?

—No, ¿de qué? Acaso... ¡¿me salió un grano?! —pregunto horrorizada—. Sabía que no tenía que probar esa crema rara que se echa mi mamá...

—No, babosa. —Me interrumpe Ale, claramente molesta por mi distracción—. Me refiero a que no te has dado cuenta de que te gusta Raphael.

¿Qué?

Voy a admitir que no me había detenido a pensarlo antes, pero, ¿será eso cierto? No, por supuesto que no. No puede gustarme alguien tan cortante y frío como él, claro que no. Yo necesito a alguien alegre a mi lado, a alguien que me quiera, a alguien que sea divertido y jovial, a alguien como... No. No voy a ponerme a especular mi posible romance perfecto. Lo más importante ahora es la absurda conclusión de Ale.
Tal vez esa noticia no me hubiera caído como un balde de agua fría si hubiera quedado solo aquí, entre nosotras. Pero no.

—¿Que yo, qué?

Mi sangre se hiela al oír su voz.









•••

Nadia desintegrándose de la vergüenza en 3, 2, 1... 💩

¡Hola! Pues sí, soy yo de nuevo. Y aquí les dejo el capítulo 27. Estaba pensando en hacer el siguiente capítulo narrado por ya saben quién, ¿qué opinan ustedes? ¿Ah? ¿No quieren? Bueno, yo solo decía.

¡No olviden votar y comentar! Sobre todo comentar, amo sus comentarios, son tan asdfgjljfdt xd

PREGUNTA DEL DÍA: ¿Qué harían si su crush se entera de que les gusta? :0


Nos vemos :*

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