20| Ángel guardián

OMG. ¿Michelle actualizando un domingo? ¿Un domingo donde debería estar descansando después de una semana cansada de universidad? Bueno, pos sí, pero todo por ustedes ٩( ˘ ³˘)۶

Mi vasta experiencia en esto de las actualizaciones, me ha permitido desarrollar tres posibles reacciones que ustedes podrían tener al ver que he actualizado, mis queridos algodones de azúcar, y son las siguientes.

Reacción 1: Los drama queen

Reacción 2: Los fangirls xD

Reacción 3: Los subnormales :v


¿Cuál fue tu reacción? xd

De acuerdo, ahora me voy a lo importante y les dejo el capítulo. Eso sí, respondan la pregunta que dejaré más abajo, al final del capítulo, porfas c:

El rostro de Raph no transmite ninguna clase de sentimiento, así que es imposible para mí saber a lo que se refiere. Tal vez si pudiera leer su mente todo sería más fácil.

Es decir, ¿quién no quisiera hacerlo? Raphael Thompson es tan venerado por los profesores de Midtown High como envidiado por algunos chicos de otros salones que lo consideran prepotente y déspota por el simple hecho estar por encima de casi toda la escuela en lo que se refiere a conocimiento. Una vez escuché que tuvo un problema con uno de un año menor, que hasta casi habían llegado a los golpes y muchos creyeron que se debía al problema de la envidia, pero hubo también algunos que aseguraron que el verdadero motivo no había sido enteramente académico. Fuese como fuese, nadie más mencionó el tema una vez que los padres de ambos fueron citados a la dirección y eso quedó en el olvido. Los profesores olvidaron dicho inconveniente con la misma rapidez en que mi sabelotodo compañero resuelve un ejercicio matemático.

Lo cierto es que con Raph nunca se sabe y por más que trato de buscar una respuesta a mis dudas en sus apabullantes ojos, lo único que consigo es que mi garganta se seque y sienta una gota de sudor deslizándose por mi frente.

—Me refiero a que lo primero que dije —recalca, viendo mi evidente sorpresa, como si hubiese podido leer mi mente—. No es que no tenga nada que ver contigo, lo dije porque no quería generar más controversias.

Sus cautivantes ojos me observan una vez más, haciéndome sentir más insegura que de costumbre. Existen tantas maneras de mirar a una persona, pero sin duda, no sabría cómo calificar las que Raph me dedica. Son una mezcla entre desconfianza y curiosidad.

—No te preocupes.

Mi respuesta suena tan casual que hasta yo me sorprendo. He sonado a como si no tuviera importancia para mí, como si ni siquiera lo hubiera notado, pero lo cierto es que sé muy bien que sus palabras me dolieron.

Por un momento pasó por mi mente que se podría referir a lo segundo y, siendo honesta, no habría sabido qué responder. Pero, siendo realista, Raph nunca me diría algo así.

Después de mi respuesta, él parece volver a su estado habitual y continúa andando sin detenerse a esperarme. Todos nos observan cuando los dos regresamos casi juntos, pero al ver el semblante del sabelotodo, deciden que es mejor no hacer algún tipo de comentario ni comenzar a cuchichear. Siguiéndole el paso, ambos nos acomodamos en nuestros respectivos asientos, quedándonos después en completo silencio.

La señorita Jensen omite la conmoción que acaba de generar nuestra repentina aparición e interrupción en su clase y continúa hablando sobre los factores biológicos de la conducta humana. Un tema que de por sí llama mi atención por el simple hecho de que me gustaría tener una explicación científica para el huraño comportamiento de Raph.

Mientras la señorita expone su clase, yo me dispongo a escucharla apoyando mi cabeza en un brazo. Todo el salón está en silencio y lo único que se escucha además de la voz de la profesora es el sonido que producen las respiraciones de mis demás compañeros. Disimuladamente, observo de reojo a Raph y lo veo con la vista puesta al frente. Al percatarme de que, de pronto, se gira en mi dirección tal vez sintiendo mi insistente mirada sobre él, regreso mi vista al frente.

—¿Sabían ustedes, alumnos, que muchas veces las personas suelen querer negar sus sentimientos? —pregunta la profesora a la clase, mientras camina por el aula. Mis compañeros no hacen el mínimo intento por responder—. Es decir, a veces no queremos aceptar algo que sentimos y tratamos de reprimirlo.

—Es verdad, algunas personas utilizan esto como un mecanismo de defensa, mayormente aquellos que poseen una baja autoestima o sean de esas personas que se niegan a sentir afecto por alguien más —intercede la perfecta Sabrina.

La señorita Jensen la felicita por ser la única en participar. Me sorprende que Raph no lo haya hecho hasta ahora, siendo él es de los tipos que siempre participan. No por nada es el sabelotodo de la clase.

A medida que los minutos pasan, el sueño empieza a hacer acto de presencia en mí, pero claro que estando sentada adelante no puedo acomodarme sobre el pupitre como a mí me gustaría. Principalmente, porque Raph sigue a mi costado y sé que no me lo va a permitir.

Ya cuando el timbre suena indicando que somos libres —por hoy—, me levanto de mi asiento como un resorte dispuesta a abandonar la escuela al lado de Raph. Hoy tenemos clases como siempre y él ha dicho que no dejará de enseñarme, lo que me ha tenido con mejor humor el resto del día. Él, como era de esperarse, sin mucho apuro guarda sus cosas y camina conmigo hasta la salida de Midtown. Observo que Sabrina nos mira mientras caminamos por el pasillo, pero no dice nada. Ale también me ve y se despide a lo lejos con un sutil movimiento de la mano; detrás de ella va Stephen con notoria diversión en la mirada, ella al verlo rueda los ojos fastidiada.

¿Qué está pasando ahí? El aire que entra por la puerta de la escuela al abrirse hace que vuelva a mirar al frente. Afuera, los chicos que siempre andan con skates, pertenecientes al nuevo grupo de mi hermano, nos miran con curiosidad. No veo a Zach por ninguna parte y, siendo sincera, espero no hacerlo. Todavía la marca del golpe que recibió Raph de parte de uno de sus secuaces sigue visible en el rostro del sabelotodo.

A medida que avanzamos, las voces de los estudiantes de Midtown High se escuchan menos bulliciosas y con eso la idea de encontrarme con mi hermano se desvanece provocándome un suspiro de alivio.

—Espero que ese suspiro haya sido porque estabas pensando en mí —dice alguien a nuestras espaldas. Raph ignora el comentario y sigue avanzando, pero yo me detengo para comprobar quién ha sido. Efectivamente, Aidan Connors, más conocido como "el dipsómano mejor amigo de mi hermano", es quien ha hablado y es el mismo que en este preciso instante me sonríe.

¿Qué hace él aquí? Lo más seguro es que vino a ver a mi hermano, pero se cruzó con nosotros de casualidad.

Cielos, esto no podría empeorar.

Al ver que no estoy avanzando, Raph se vuelve para verme. Seguramente en este momento se irá, él es muy capaz. En todo este tiempo me ha demostrado que no es de esas personas que se inmiscuyen en asuntos de terceros, él simplemente se mantiene al margen. Como hasta ahora. Con el temor de que mi suposición sea cierta, giro mi vista en su dirección, pidiéndole con la mirada que no se vaya. Que no me deje con este tarado. Por primera vez en la historia de la humanidad, él capta mi mensaje y se acerca hasta donde yo estoy, colocándose a mi lado. Su acción me sorprende y le sonrío inconscientemente.

Aidan lo observa de pies a cabeza, silbando.

—¿Quién es este, Nad? —pregunta en tono burlesco, dedicándole una mirada desdeñosa—. No sabía que te gustaban, bueno, tú me entiendes... —vuelve a observar a Raph de arriba a abajo—... así.

No es que Raph tenga apariencia extravagante o algo por el estilo, pero sucede que Aidan me conoce desde hace años y, antes de que se volviese un tarado insoportable como mi hermano, yo le describí a mi chico perfecto e ideal (lo estaba describiendo a él mismo, porque en ese entonces me gustaba) y esa descripción estaba muy lejos de cómo es el sabelotodo. Aidan es rebelde, atrevido, burlón, coqueto y seductor; en cambio, Raphael Thompson es todo lo contrario.

Le dedico una mordaz mirada al tipo que tengo frente a mí y este se ríe. A Raph le importa muy poco lo que está pasando, eso se nota a leguas, pero el único motivo por el que permanece aquí es por mi petición.

—A ti eso no te importa —gruño finalmente.

—Oh, claro que sí. Un chico tiene que conocer bien a su competencia —contesta en tono seductor, luego mira a Raph de nuevo—. Soy Aidan, un gusto.

La mano del último mencionado queda en el aire, pues el sabelotodo no la recibe para estrecharla. Me río en mis adentros, él permanece serio. De pronto el ambiente se ha tornado un tanto incómodo, pues ambos se miran como si se odiaran. En Raph esta mirada es normal, pero de Aidan es de quien me sorprende.

—Vámonos, Raph.

Tomo a mi compañero del brazo, dispuesta a seguir avanzando como si la presencia del mejor amigo de mi hermano no significara nada para nosotros —lo cual no está muy lejos de la realidad, debo decir—; sin embargo, antes de poder dar un paso, la fastidiosa voz de Aidan se vuelve a escuchar.

—Pero por lo que veo no es competencia para mí, mira nada más esa marca que lleva en el rostro.

Luego de decir esto emite una carcajada burlesca. Inevitablemente me vuelvo para ver el rostro de Raph. La marca del golpe que recibió ese día en la escuela es aún notoria y no pasa desapercibida ante los ojos de nadie, pero esto no significa que él no pueda defenderse.

—No voy a pelear contigo o tratar de responderte si es lo que estás buscando —sisea Raph de repente desde su posición, de espaldas a Aidan—. Yo no necesito impresionar a nadie.

Dicho esto, comienza a caminar con dirección a su casa. Yo voy tras él. Esta vez, Aidan no se molesta en detenernos, sino que nos deja marchar sin objetar nada, lo cual agradezco internamente.

Mi vista se mantiene al frente mientras camino a su lado por la calle donde queda su edificio. Por algún motivo desconocido, siento como si estuviese molesto. En todo el camino ha estado callado como siempre; ya sé que eso es normal en él, no obstante, parece como si esta vez estuviera el doble de callado y el doble de serio. En parte lo entiendo, el tarado de hace un rato lo único que hizo fue tratar de provocarlo, aunque el sabelotodo no cayó en su juego. Él no es de lo que llegan a los golpes por unos simples insultos, es reacio a los enfrentamientos y muy inteligente como para saber que eso no lleva a nada.

Un momento. Tal vez esté pensando que entre Aidan y yo hay alguna clase de relación o algo por el estilo. No puedo permitirme que esa idea se mantenga en su cabeza. Debo aclarar esto antes de que se forme una confusión más grande.

—Raph —lo llamo cuando estamos dentro del ascensor. Él me mira a través de los espejos de las paredes, supongo que dispuesto a escucharme—. Por si acaso, lo que pasó hace un rato...

—No me interesa.

Su voz, tan fría y cortante, me calla al instante e interrumpe mi explicación. Ni siquiera me da tiempo de llegar al punto álgido de lo que pensaba decirle. Esta acción de su parte me provoca un sentimiento extraño que nunca había experimentado hasta el momento, si de él hablamos, y creo que por primera vez en mi vida me acabo de enojar con Raphael Thompson. ¡Vaya sorpresa! Es extraño, se siente como una combinación entre enojo por ser tan indiferente y tristeza por la manera tan tajante en que lo ha dicho. Como si realmente no le interesara.

Tan pronto como las puertas del ascensor se abren de par en par, en señal de que hemos llegado por fin a su piso después de un ascenso invadido de silencio puro, él sale. Yo le sigo detrás. Como siempre. No he querido decir algo más por temor a recibir la misma respuesta. Tampoco se me ha ocurrido algo más que agregar. Tal parece que este día será otro de esos en los que mi ánimo está por los suelos, causando que no me pueda concentrar en nada; si se diera el caso de que así fuera, no tendría sentido que yo esté aquí. Quizá debería disculparme con Raphael e irme de aquí. Unos segundos después de habernos detenido en la entrada, la puerta de su departamento se abre, apareciendo frente a nosotros la hermosa sonrisa de Ralph, la cual me reconforta y a la vez me transmite todo el ánimo que necesitaba.

Al verlo, las ganas que tenía de irme se disipan instantáneamente. Sobre todo, cuando escucho que me dice: «Ya te extrañaba, Valiente».

Apenas llego de regreso a casa, lo primero que hago es dejar mis cosas en mi habitación y bajar a la sala para esperar a que mis padres lleguen del trabajo. He estado con un mejor humor desde que vi a Ralph y creo que eso se debe a que él es el único de los gemelos Thompson que me entiende y con quien puedo contar.

Hoy hablamos mucho más que otras veces debido a que nos quedamos toda la tarde conversando sobre sus gustos y su vida en el extranjero. Según me dijo, ha llegado hace poco de Suecia, en donde estudia desde hace casi diez años. Cuando me dijo eso me sorprendí bastante y él lo notó. Recalcó que eso no significaba que no viniera de visita aquí todas sus vacaciones, ni se olvidara de sus amigos y familiares, al contrario, siempre que tenía días libres hacía lo posible para pasarlos por aquí. Dijo que allá vive con sus tíos de parte de su padre en una casa que queda cerca de su escuela, y además habló sobre su mejor amigo sueco, de nombre extraño. Se llama Dashiell si no me equivoco y es sueco de nacimiento, aunque su familia es de aquí, así que entiende un poco el idioma, aunque se le dificultan algunas palabras. Ralph dijo que él le está enseñando el idioma actualmente.

Al ser Ralph de la misma edad del sabelotodo, también le falta todavía un año para terminar la escuela y después de eso piensa solicitar plaza en la Universidad del Sur. Yo lo escuché fascinada. ¡Hasta me habló en sueco! Incluso cantó. Yo solo pude reírme y aplaudir en cuanto terminó de hacerlo. Después de todo, estábamos solos. Sí, sucede que nuevamente Raph tuvo que salir a encontrarse con alguien como ese día, esta vez no me importó. Aún seguía enojada.

"Al menos le acabo de dar clases de sueco, fröken (señorita)", dijo el gemelo elocuente, haciendo una reverencia a la antigua. Yo me puse de pie e imité su acción simulando que llevaba un vestido largo.

La verdad es que casi ni sentí la ausencia de Raph. Hasta este momento. Otra vez me fui antes de que regresara y después de lo del ascensor no volvimos a cruzar palabra. Vuelvo al presente soltando un resoplido de frustración. A este paso creo que la idea de la amistad que pienso conseguir de Raph es cada vez más distante. ¿Qué estoy haciendo mal? O, mejor dicho, ¿qué estamos haciendo mal?

Mi pregunta queda flotando entre mis pensamientos y desaparece de mi mente por un tiempo debido a que la puerta de mi casa se abre avisando que mis padres acaban de llegar.

—Buenas noches —saludo angelicalmente.

Ambos me responden el saludo acompañado de una sonrisa. Zach baja las escaleras casi al instante de que la puerta se cierra y también los saluda. Esta vez no hay pregunta de cómo me porté, lo cual me alegra. Detestaba y sigo detestando esa pregunta.

Papá es el primero en adentrarse en la sala, sentándose después en su sillón favorito para descansar. Mamá, a diferencia de él, sube las escaleras hasta su habitación para cambiarse a una ropa más cómoda y después se dirige a la cocina a preparar la cena. Yo voy con ella para ayudarla. La cena consiste en una sopa caliente para el frío acompañada de un delicioso —digo delicioso porque yo lo estoy haciendo— jugo de naranja.

Ya cuando todos estamos en la mesa cenando, decido que es el momento perfecto para pedir permiso para mi participación en las famosas Olimpiadas Matemáticas. No he olvidado que le prometí a Raph que estaría con él ese día siendo su apoyo y ángel guardián. Cielos, ¿en qué estaba pensando cuando le dije eso?

—¿Cómo te está yendo en Midtown, Zachary? —pregunta papá a mi hermano. Zach casi se atraganta en cuanto escucha su nombre completo salir de los labios de nuestro progenitor. Él lo odia a muerte, por eso prefiere el diminutivo. No obstante, a pesar del poco cariño que siente hacia su nombre, se aclara la garganta para contestar.

—Muy bien, ¿sabes? Pero sigo prefiriendo Frew.

—Pues es una pena, es en Midtown donde terminarás la secundaria.

Mamá toma del hombro a su primogénito.

Noto que mi querido hermano mayor rueda los ojos ante el tono irónico de papá, pero no dice nada. Él, al igual que yo, sabe muy bien que cuando Michael Hussel, nuestro padre, decide algo, no hay quien lo haga dar marcha atrás. Así que apelar a su decisión tomada es perder el tiempo. Esto me perjudica a mí también, ya que es un hecho que tendré que soportar a Zach hasta fin de año. Rayos.

Luego del asunto de la permanencia de mi hermano en Midtown se hace silencio en donde lo único que se escucha es el sonido de los cubiertos. Observo que a Zach ya le falta poco para terminar su cena y es en el preciso momento en el que se levanta de la mesa agradeciendo por la comida en que decido hablar. Con él en su habitación, ya no hay nadie que pueda interferir en la decisión de mis padres.

—¿Les conté que ya se acercan las Olimpiadas Matemáticas en la escuela? —pregunto a ambos de la manera más casual que me es posible.

—Realmente no, ¿vas a participar? —responde papá dando un sorbo a su bebida. En otra ocasión mi respuesta hubiera sido un severo «por supuesto que no», pero dadas las circunstancias hasta yo misma me sorprendo de que esta vez no vaya a ser así.

—¡No! Bueno, sí. Es decir, voy a estar de apoyo ese día.

—¿De apoyo? —Esta vez es mamá.

—Sí, pero creo que igual cuenta como participación. Será en la escuela High Tower que queda en Bend.

Esto último lo digo rogando internamente que mi padre se compadezca de mí y me deje ir. Bend no está tan cerca que digamos. No pensé que sería un poco difícil convencerlo cuando le dije a Raph que lo acompañaría. Esto me pasa por efusiva.

—¿Es en otra ciudad? Ese lugar está a horas de aquí.

—Lo sé, pero el concurso dura tres días y es sumamente importante porque esos temas vendrán en los bimestrales.

Yo, usando las palabras de Raph para convencer a mis padres.

Papá lo piensa por un momento. Un momento que se prolonga hasta después de la cena, después de que ve un partido de fútbol en la televisión y después de haberse colocado el pijama para dormir. ¡Han pasado más de tres horas desde que dijo que lo iba a pensar! Es decir, se ha distraído gritando los goles de su equipo favorito, ¿y aun así no ha podido pensar en una posible respuesta para mí? No, tengo que asegurarme desde ahora. Es entonces cuando me armo de valor y vuelvo a preguntárselo mientras se envuelve entre las sábanas de su cama. Por primera vez en toda mi vida, no veo a mamá oponiendo resistencia a que yo vaya —como siempre solía hacer—, así que cuando papá le pide su opinión al respecto ella dice que de su parte no hay problema.

Después de darle muchas vueltas al asunto, termina dándome permiso. Creo que más lo ha hecho para que lo deje dormir en paz que por otra cosa, pues le advertí que si no me daba la respuesta que quería escuchar, no me iba a ir de su habitación y por consiguiente no iba a apagar las luces. ¿Y adivinan quién no puede dormir con las luces encendidas? Exacto. Mi papá.

Es un hecho. Estaré esos tres días en las Olimpiadas Matemáticas al lado de Raph. Los dos solos, con la única compañía del profesor Smith. Me pregunto qué pasará en esos días.

¿Cambiará en algo la extraña relación de amistad que existe entre el sabelotodo y yo? ¿O simplemente todo seguirá como hasta ahora?

Pase lo que pase, lo único que sé es que seré el ángel guardián de Raph. Tal y como se lo prometí.


•••

Hola algodones de mai jart. Hay algunas personitas que me han estado preguntando cuándo voy a empezar con BTA, y pues me preguntaba si les gustaría que la actualizara a la par con BTM hasta las escenas que también han ocurrido aquí (para así evitar spoilers).

La actualizaría cuando pudiera pero al mismo tiempo que BTM. ¿Qué piensan ustedes? Déjenme sus respuestas en los comentarios :3

Nos leemos dentro de 84 años más, los hama, Mich <3

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