16| Olvida
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De pie, frente a la oficina del director de Midtown, el señor Churchill, me encuentro yo esperando ansiosa recibir noticias sobre lo que va a pasar después del altercado de hace unos minutos. Con el corazón latiéndome a mil, las manos temblorosas y además con la certera idea de que esto no va a acabar nada bien, me remito a rogar internamente que no se torne en algo más grave. Mi hermano es el que está adentro conversando con el director, ya que después de haber recibido el puñetazo de parte de Raph por habernos difamado, este les dio la orden a sus nuevos amigos de que arremetieran contra el sabelotodo. Como era de esperarse, al ser cuatro personas contra Raph, no iba a ser una pelea justa, pero entonces Stephen y Ale se unieron a la contienda, dejando a una descolocada Sabrina de lado.
Los tres estuvieron repartiéndose golpes en pleno pasillo de la escuela, desestimando el hecho de saber que estábamos en receso y que nuestros compañeros pasaban a nuestro alrededor observando todo sin decir nada como si se tratara de un espectáculo, hasta que el director se presentó ante nosotros. No sé quién lo llamó o alertó de lo que estaba pasando, ya que él único sonido que se escuchaba era el de los golpes que recibían Stephen y Raph, mientras que Ale desafiaba a otro chico que no se atrevió a golpearla, pero lo cierto es que el señor director llegó hasta donde estábamos sabiendo de antemano lo que estaba pasando. Todavía recuerdo la adusta mirada que posó en cada uno de nosotros para no olvidar nuestros rostros si es que se nos ocurría escapar, y segundos después, nos ordenó seguirlo hasta la dirección, en donde estoy yo ahora.
Todos los demás compañeros de otros salones e incluso del mío, que vieron la escena armada de repente a causa de mi hermano, fueron obligados a regresar a sus aulas por el mismísimo señor Churchill después de que el timbre que indicaba la culminación del receso sonara. A mí me sorprendió mucho la reacción del dirigente, sobre todo porque él siempre ha sido un hombre paciente. No obstante, esta vez lucía realmente enojado, ya que, según sé, a él nunca le ha gustado presenciar enfrentamientos entre los estudiantes de Midtown, ni mucho menos si estos se dan en las instalaciones de la escuela. Creo que a nadie que pertenezca a la parte administrativa de Midtown High School, escuela privada ubicada al sur de la ciudad, le agradaría ese tipo de situaciones.
Qué diría mi padre si se enterara que Zach, en su primer día de clases, ha terminado en la oficina del señor Churchill. Mamá pondría el grito en el cielo y ni hablar de papá. Él sería capaz de dejar su oficina tan solo para venir hasta aquí y comprobar con sus propios ojos que eso es cierto. Claramente, de darse el caso, yo no pienso abogar a favor de mi hermano.
Yo, Nadia Hussel, me lavaré las manos al mismísimo estilo de Pilato.
Sé que debería estar de lado de Zach, sé que debería tratar de ponerme en su lugar para poder entenderlo porque, a fin de cuentas, él es mi hermano y yo lo quiero y lo conozco de toda la vida; sin embargo, en este momento pienso que lo que sea que le pase lo tiene merecido. Él ordenó que golpearan a Raph por intentar defenderme, o defenderse... Él comenzó a insultarme sin motivo alguno hasta el punto de hacerme llorar.
Cierro los ojos con fuerza para no repetir, una vez más, la misma escena en mi cabeza. Aquella escena donde Raph es salvajemente golpeado por uno de los supuestos amigos de mi hermano. Luego, trato de tranquilizarme, pensando que él está bien y a salvo en la enfermería. El señor Churchill, al verlo, les ordenó a Ale y a Stephen llevárselo para que lo revisaran (porque este tenía un párpado de ligero color morado), mientras que a mí me retuvo aquí debido a que el causante de todo el embrollo fue Zach y yo soy su hermana. Según me ha dicho, ha habido algunos "testigos" que aseguran fidedignamente que yo empecé toda la pelea y, por esa razón, me ha ordenado quedarme aquí a esperarlo para poder conversar conmigo después de su charla con mi hermano. Cabe mencionar que no estuve de acuerdo con la decisión, pero eso poco le importó al director.
Así que a pesar de que me muero de ganas de ir a ver cómo está Raph, no puedo hacerlo, ya que una de las secretarias de la oficina me está vigilando, a fin de que no me escape.
Frustrada por no poder moverme de aquí, me siento en uno de los sillones que hay en la sala de espera y trato de calmarme. Mis ojos están un poco rojos por las lágrimas que derramé hace un rato a causa de las palabras hirientes de Zach. ¿Por qué lo dijo? ¿Por qué me odia? Que yo sepa, no le hecho nada y mucho menos Raph, a quien empezó a calumniar. Tal vez por eso él lo golpeó, porque no creo que haya sido por defenderme. ¿O sí?
No. Ni este ni en otro mundo Raph podría siquiera pensar en salir a mi favor. Con todo lo que ha hecho hasta el momento, ha sido más que suficiente para demostrarme que aún no le agrado del todo. ¿Por qué, entonces, aun cuando sé esto, quiero salir corriendo para verlo?
—¿Era tu novio? —pregunta de repente la señorita secretaria que está frente a la computadora a mi izquierda. Lleva unos lentes delgados y el cabello recogido en un moño. Hace un rato le pedí permiso para ir al baño porque era un asunto de vida o muerte (honestamente quería escapar), pero ella me negó el permiso. ¿Y aun así se atreve a dirigirme la palabra? Ella, al ver que no entiendo nada de a lo que se refiere, añade—. Toda esta pelea la inició Raphael Thompson, ¿no? Hasta donde sé, el implicado es él, lo cual me sorprende, ya que es uno de nuestros mejores estudiantes. ¿Acaso estás saliendo con él?
No sé por qué, pero creo que la sola idea le sorprende y alegra al mismo tiempo. ¿Es que acaso todos quieren que Raph tenga novia y deje al menos un rato los libros que siempre lleva consigo? Nunca he hablado de mis problemas amorosos con nadie, ya que ninguno ha sido la gran cosa; no obstante, la sola idea de imaginarme al lado de Raph en medio de un ambiente romántico, hace que me enrede con mis propias palabras.
—¿Qué? No, yo, él, nosotros...
La señorita deja de prestarme atención cuando la puerta de la oficina de director se vuelve a abrir, permitiéndole a mi hermano salir. Es este quien me sonríe de manera satisfecha y se sienta en otro de los sillones frente a mí. Sé que es mi turno de entrar, así que, disculpándome con la secretaria, me pongo de pie dispuesta a encarar al dirigente.
Al entrar a la oficina, lo encuentro de pie con una hoja en la mano.
Dios, que no sea lo que estoy pensando.
—Señorita Hussel, hace un momento acabo de hablar con su hermano y este se ha hecho responsable de todo —explica mientras hace como si estuviera leyendo el papel de sus manos. ¿Qué? No puede ser, debe estarse confundiendo—. Dijo que él empezó la pelea y que Thompson no hizo más que defenderse.
—¿Está seguro de que eso fue lo que dijo?
El señor Churchill asiente.
—También aceptó sin ningún tipo de objeción la expulsión de esta escuela, porque dijo que se lo merecía.
Así que por eso es. Él cree que, ganándose la expulsión en Midtown, papá lo regresará a Frew College, donde estudiaba antes. El director parece consternado por la premeditada decisión de mi hermano sobre ser expulsado de una prestigiosa escuela como lo es Midtown, pero ahora me toca dar una pequeña estocada de venganza contra el primogénito del matrimonio Hussel Ward, así que le ruego al señor director que por favor le dé una nueva oportunidad a mi hermano. Este se lo piensa durante varios minutos, tanto que por un segundo pienso que va a terminar ignorando mi petición y de verdad Zach quedará fuera de su nueva escuela hoy que fue su primer día, pero finalmente, el señor Churchill termina cediendo de manera no tan convencida advirtiéndome que, si Thompson presenta alguna queja contra él por los daños causados, entonces sí lo echará sin ningún tipo de contemplaciones.
Siendo honesta, no creo que Raph apele contra Zach, independientemente de que este sea mi hermano. Él no es de los que les gustan los problemas, él huye de ellos. Tanto como huye de mí. Hoy fue su primera pelea, hasta donde sé, pues nunca antes lo había visto envuelto en algún rumor por una situación de este tipo. Tengo que disculparme con él después de todo, ya que fue mi hermano quien ordenó que lo golpearan y se ensañaran con él.
Después de que salgo de la oficina del director, Zach me observa con semblante aburrido. Tiene una revista del centro comercial entre sus manos, pero la deja sobre una mesilla al ver que el señor Churchill sale detrás de mí. Seguro espera a que lo eche o algo por el estilo, pero no. Con toda la amabilidad que le queda, el director le manifiesta a mi hermano que ha decidido darle una oportunidad de enmendar sus malos comportamientos y que debe agradecérmelo a mí, porque de lo contrario habrían tenido que buscar otra escuela para él. Zach finge felicidad ante lo que escucha, pero yo sé que internamente se está acordando de todos mis antepasados. Que son los mismos que los de él, a fin de cuentas.
Expuesto todo el discurso de indulgencia de parte del dirigente, mi hermano es forzado a regresar a su aula, mientras que a mí me mandan a la enfermería a ver cómo está mi compañero. Casi quiero abrazar al señor Churchill cuando me dice esto. Ir a ver cómo está Raph es justo lo que quería hacer.
Caminando con paso apremiante por los corredores de Midtown, pasando por mi salón y el comedor, logro llegar hasta la enfermería, pero entro tan apresuradamente que tropiezo con la persona que pensaba salir de ahí: Raph.
A causa de esto, los dos caemos sentados en el suelo quedando frente a frente. El sabelotodo resopla negando con la cabeza.
—Hola, ¿cómo estás? —le pregunto sonriente mientras todavía estamos en el piso. Él se levanta primero antes de contestarme, luego, cuando pienso que me va a ayudar a ponerme de pie también, se adentra otra vez en la enfermería.
Realmente es cruel cuando quiere, aunque supongo que es porque lo hice caer.
Ante esto, no me queda más remedio que levantarme por mi cuenta y seguirlo hasta la enfermería. Allí, lo encuentro mirando la marca del golpe que todavía se puede percibir sobre su pómulo izquierdo. Es una especie de mancha de un color que resulta entre rojo claro y amarillo. No se ve para nada bien, pero supongo que Raph es lo suficientemente fuerte para soportar ese dolor, sumándole a eso que tiene una herida en el labio inferior. A leguas se nota que pagó las consecuencias por haber golpeado a mi hermano. Hasta el momento no sé si debería hacerle la pregunta de cómo se siente, otra vez, o simplemente irme de aquí y ya no molestarle la existencia, como creo que hago.
Sin embargo, algo dentro de mí descarta lo último al instante. No quiero irme y eso lo tengo claro. El sabelotodo me ve a través del espejo, seguramente sospechando de mis intenciones de preguntar otra vez por su estado, porque aun estando frente a él y de espaldas a mí, me responde.
—Estoy bien, no me voy a morir por un golpe.
No esperaba más. Raph ha vuelto a ser el mismo de siempre y eso, extrañamente, me alegra.
—Fueron varios golpes.
—Da igual.
—¿Ya te revisaron? —pregunto al ver que no tiene ni siquiera un pedazo de algodón sobre la herida de su labio. Él niega con la cabeza, dispuesto a retirarse, pero yo me interpongo en su camino para impedir que lo haga—. No puedes irte, tienen que revisarte.
Un poco más y levanta una ceja ante mi entrometido comentario.
—La enfermera no está, Hussel, pidió vacaciones por maternidad. Será mejor que volvamos a clase.
—No, no puedes irte así, tienen que darte algo para el dolor. Si la enfermera no está... ¡Ya sé! Yo puedo revisarte... la herida.
—Por mi propio bien, rechazo esa oferta.
Junto mis dos manos y le sonrío para tratar de convencerlo.
—Anda, vamos, no es como que te vaya a envenenar —lo animo, empujándolo por la espalda hasta conseguir que ceda y se siente sobre la camilla que hay. Al hacerlo, sonrío esta vez satisfecha. Mientras él permanece sentado, yo me dedico a buscar en los diversos cajones de la repisa de la enfermería algo que me sirva para lograr mi objetivo.
—¿Has hecho esto antes? —pregunta Raph para cerciorarse de que no es mi conejillo de indias y que no le voy a ocasionar ninguna clase de dolor al revisar su herida. Digamos que no confía en mí, pero ha decidido darme la oportunidad, lo cual ya de por sí, es bastante, tratándose de él.
—Por supuesto, estás en buenas manos.
Nunca he hecho esto antes.
Creo que, después de todo, él va a terminar descubriendo mi mentira. Solo espero que no se lo tome a mal, pues lo que cuenta es la intención.
Luego de buscar en casi todos los cajones, consigo dar con una botella de alcohol etílico y un paquete de algodón nuevo. También encuentro gasa y otro líquido que parece ser agua oxigenada. Supongo que tendré que usar todas estas cosas.
Raph observa atento cada cosa que agarro para estar seguro de que nada de eso va a perjudicar su salud. Yo leo en voz alta el nombre de cada medicamento que hay para que él, haciendo uso de sus amplios conocimientos sobre medicina —dado que es un sabelotodo—, me diga si sirven en algo para su revisión. Después de un debate interno en el que me decido entre empezar por usar el agua oxigenada o el alcohol, humedezco un pedazo de algodón con la última de estas sustancias y lo coloco, sin miramientos, sobre la herida de su labio, entonces doy un respingo cuando lo escucho quejarse.
Raph me dedica una de esas miradas de "te odio y todavía no sé por qué te soporto" y me arrebata el algodón de las manos. Yo me disculpo y nuevamente empiezo con mi labor, aunque esta vez trato de hacerlo todo con cautela para no generarle más dolor.
—¿Sabes? —hablo de repente, terminando con el silencio formado, mientras rozo sus labios con el trozo de algodón—. Independientemente de que sea mi hermano, estuvo bien que te defendieras. Te estaba calumniando de una manera horrible.
—¿A mí? —pregunta como si hubiera dicho algo errado.
—Claro, reaccionaste cuando mi hermano empezó a hablar mal de ti.
Raph mueve la cabeza como dando a entender que me ha escuchado, mas no dice algo a modo de contestación. Yo continúo limpiando su herida hasta que ya no queda rastro de sangre alrededor de ella. Luego, coloco otro trozo de algodón sobre esta y lo sujeto usando el esparadrapo. No he podido darle una pastilla que contrarreste el dolor de los golpes, porque de todas las que le mencioné, según él, ninguna es para el dolor general y se negó rotundamente a aceptar la que reduce el dolor de los cólicos menstruales.
Finalmente, guardo todos los implementos usados y me pongo de pie.
—¡Ya estás! Creo que ahora sí nos podemos ir a clase —declaro y sonrío, orgullosa de mi trabajo. Él no, solo me observa como si me quisiera decir algo, mas no lo hace y se limita a ponerse de pie al igual que yo, luego recoge su polera, que reposa en el espaldar de una silla. Seguido de eso, camina hasta la salida. Yo lo acompaño.
El camino de regreso al salón de clases se torna un tanto incómodo para ambos cuando algunos estudiantes que deambulan por los pasillos nos ven juntos y comienzan a cuchichear. Raph continúa caminando con sus manos en los bolsillos de su polera mientras que yo no sé dónde poner las mías. No tengo algo que me abrigue más que la blusa que lleva la insignia de Midtown.
Me abrazo a mí misma cuando entra una fría ventisca por los ventanales, enfriando el ambiente. Raph se detiene de manera imprevisible.
—No lo hice por mí —aclara—. El golpe a tu hermano.
—¿Por quién más sería entonces?
Él está a punto de responder, pero entonces el señor Churchill se aparece ante nosotros interrumpiendo nuestra conversación. Este nos acompaña hasta nuestra aula para asegurarse de que ningún estudiante desacate las reglas, así que cuando por fin logramos acomodarnos en nuestros respectivos asientos dentro del salón, me atrevo a preguntarle para salir de dudas.
—Raphael, ¿qué me ibas a decir?
—Olvídalo —responde en un tono bastante seco.
Y eso intento durante todo el resto del día. Olvidarlo.
***
Si hay algo peor que volver al punto de inicio con Raph, me encantaría saber qué es. De pronto ha comenzado a ignorarme como al principio, sin ningún motivo. Entiendo que al inicio no me conocía ni nada y por eso era que pasaba de mí, pero ahora, después de las diversas situaciones que hemos atravesado, no es justificable que me ignore de esa manera. Hace poco el profesor de geometría hizo una pregunta a la clase y él levantó la mano respondiendo de manera correcta —obviamente—. Hasta ahí todo estaba perfecto, pero luego cuando el docente me hizo la pregunta a mí, y vaya que me la puso difícil, él no quiso ayudarme en nada aun cuando el mismísimo profesor preguntó si alguien quería hacerlo.
Él sabe muy bien que todavía estoy aprendiendo matemáticas y que no resulta tan fácil para mí como lo puede ser para los demás. Ha estado muy raro, todo desde que llegamos al salón. Espero que se le pase, empezaba a querer al Raph de la enfermería. Querer en el sentido de que prefiero al Raph serio, pero amable, que quede claro.
Cuando el profesor sale del salón, todos empezamos a guardar nuestras cosas sospechando que el timbre de salida está por sonar. Y efectivamente lo hace. Todos mis compañeros salen del aula charlando entre ellos sobre cosas irrelevantes. Antes de que me dé cuenta, Raph se escabulle entre ellos y lo pierdo de vista. Guardo de forma rápida mis cosas y salgo detrás de él. Una vez en los pasillos, entre todos los otros estudiantes, lo veo yéndose con Sabrina. Solo ellos dos. Sin Stephen. Por alguna razón, eso me incomoda y me molesta, me molesta mucho, pero no pienso retraerme por eso, así que me acerco hasta él logrando captar la atención de ambos.
—¿No vas a enseñarme? —pregunto directamente, dejando en segundo plano a la castaña. Él me observa un tanto sorprendido por mi atrevimiento.
—Pensé que te irías con tu hermano.
Su tono tan seco me molesta y cala en lo más recóndito de mi corazón. ¿Por qué el cambio? A pesar de esto, trato de mantenerme fuerte.
—No. Las lecciones son más importantes.
—De acuerdo. Como quieras.
Apenas dice esto, Sabrina se acerca a él y, sospechando que el sabelotodo va a irse conmigo, se despide de él besándolo en la mejilla. Raph no se lo corresponde, pero aun así el hecho de que lo haya hecho frente a mí me incomoda sin razón alguna. ¿Qué es esto? Supongo que me molesta que ella sí pueda tener la confianza de Raph.
El camino hasta la casa de los Thompson se da en medio de un luctuoso silencio. Solo se oyen los sonidos de los autos que pasan por nuestro lado. Raph no dice nada. Yo tampoco. No estoy de humor, siendo sincera. Siento como si lo hubiera obligado a enseñarme hoy y no me gusta eso. Él pensaba irse con Sabrina, pero terminó viniendo conmigo y eso no es lo más complejo de entender, sino que la castaña no hizo ningún comentario malicioso hacia mi persona cuando hablé con su mejor amigo en frente de ella, como haría en su versión original. ¿Quién los entiende? Raphael Thompson ha estado muy raro en las últimas horas, pero prefiero mantenerme al margen mientras tanto. Poco a poco iré averiguando qué es lo que se trae.
Al llegar a su departamento, antes de abrir la puerta, ya siento que se me revuelve el estómago. Lo más seguro es que al otro lado de la puerta esté el otro Thompson, el elocuente, el que está más cerca de convertirse en mi amigo que aquel al que veo todos los días, el que ya tiene un apodo para mí.
—Bienvenidos todos a su programa favorito "Aprendiendo con Raphita", estén atentos a nuestras transmisiones todos los días a la misma hora en el mismo canal. ¡No dejen de verlo! —presenta Ralph, apenas entramos, usando una cuchara como micrófono. Yo me río; Raph, no.
A medida que se acerca al pie de las escaleras, este no tarda en reparar en el moretón que su gemelo asocial tiene en el rostro y que ya para estas alturas se notaría incluso a un kilómetro de distancia. Entrecerrando sus ojos como si no se lo creyera, camina hacia él para verlo más de cerca y comprobar que en verdad su hermano se vio involucrado en una pelea.
—¿Qué te pasó ahí, Rapha?
—Nada.
—Pues ese «nada» se ve muy mal —comenta Ralph pinchando con uno de sus dedos la mejilla de Raph cerca de su moretón—. Solo dime quién se atrevió a golpear a mi hermanito y le enseñaré las consecuencias de meterse con un Thompson.
Cuando dice lo último, trona los dedos y se gira a mirarme como si me lo estuviera preguntando a mí, a sabiendas de que su hermano no le va a decir nada. Supongo que no tiene caso ocultar que fue mi hermano quien le hizo el moretón más notorio a Raph.
—Bueno, fue mi...
—Eso no importa ya —interrumpe el sabelotodo, mirándome.
Aunque es evidente que Ralph quiere saber qué fue lo que pasó para que su hermano menor acabara con moretones y una herida en el labio sabiendo de antemano que él no suele meterse con nadie ni inmiscuirse en asuntos ajenos, entiende el afán Raph de que no se entere con quien se enfrentó, así que cambia de tema.
—Supongo que estás aquí para recibir una clase con el profesor gruñón que tengo por hermano.
Sintiéndome muy nerviosa, asiento.
—Algo así.
—¿No me quieres contratar a mí en vez de a él? Por si acaso, tengo estudios en el extranjero —bromea, o eso creo. Por un segundo me imagino teniéndolo en el puesto de Raph, pero la imagen no se presenta para nada cómoda en mi mente. Me siento bien teniendo a Raph como una especie de profesor, no es como que quiera que otra persona me enseñe en su lugar. Por mucho que se haya comportado un poco distante hace un rato, lo prefiero a él.
El gemelo elocuente chasquea los dedos delante de mi cara, haciéndome regresar a la realidad. ¿Acaso me lo pensé mucho?
—Te pediría de favor que lo hicieras, yo tengo otras cosas que hacer —manifiesta Raph desde los primeros peldaños de las escaleras como respuesta a la pregunta de su hermano. Dicho eso, se da media vuelta y desaparece de mi vista.
Un momento, ¿acaba de encargarle a Ralph que sea quien me enseñe?
¿Qué rayos le pasa?
•
PREGUNTA DEL DÍA: Si pudieras decirle algo a alguno de los personajes, ¿qué sería?
¡No olviden pasarse por la historia de Ale y Stephen que está en mi perfil! Solo tiene un prólogo y el primer capítulo, pero me ayudaría mucho que fueran a echarle un ojo y dejaran su votito y comentario <3
Mich.
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