11| Condiciones
Hola algodones, en esta oportunidad quiero primero dedicar este capítulo a la gente de Nicaragua, tal vez no sea tan significativo, pero para mí lo es, porque yo escribo mis historias con mucho cariño para todos mis lectores. Sé por lo que están pasando y quiero que sepan que espero de todo corazón que todo se solucione, sean fuertes, ya verán que pronto se solucionará. Mucho amor algodonezco para todxs ustedes.
No piensen que están solos, nunca lo han estado ni nunca lo estarán <3
Observo con detenimiento cada detalle presente en el rostro de Ralph —esto es ojos, labios, nariz, cejas, mejillas, lunares, color de piel, todo— tratando de encontrar algo, lo que sea, pero se me hace bastante difícil encontrarle una diferencia de Raph. Sí, ya sé que son gemelos y que tal vez es por eso que no he hallado nada, pero aun así tiene que haber algo que los distinga físicamente, ¿no?
Quiero decir, ¿cómo es que pude pensar que la persona que estaba sonriéndome tan alegremente podría ser tan siquiera el huraño sabelotodo que tengo por compañero? Ese que hasta el momento no me ha regalado ninguna sonrisa ni ha hecho el intento de hacerlo.
Muy mal, Nadia.
Llevo más de tres días sentándome a su lado y fuera de eso, conozco a Raph desde hace ya varios años, así que no hay razón ni excusa que yo pueda poner para resarcir lo que acabo de hacer. Si Ralph no decía quién era y actuaba conmigo como lo hace su hermano es probable que hubiera tardado un poco más de tiempo en darme cuenta de que él no es mi compañero.
—Oye, pero no te quedes ahí afuera —dice de un momento a otro al verme mirarlo con recelo. Se hace a un lado de la puerta, dejándome el camino libre para poder adentrarme en el departamento de dos pisos—. Pasa, pasa, esta es tu casa.
Madre mía, este pseudo Raph es más amable que el verdadero. Me atrevería a decir, incluso, que es mucho mejor anfitrión.
—La verdad es que no quiero incomodar y ya me tengo que ir... Solo quería dejarle esto a Raph...ael.
Él mira mis manos con el folder y rueda los ojos. Seguramente debe estar pensando dentro de sí que quién es esta chica pelirroja tan desaliñada que llega como si nada a su casa preguntando por su hermano. Tal vez es igual o peor que Raph.
¡Tal vez es el gemelo malvado!
(Nota mental: Debo dejar de leer tantos libros de ese tipo.)
Pero no. Al parecer, nuevamente me equivoco.
—Anda, no seas modesta, adelante.
Ante su insistencia, termino aceptando pasar. Cuando lo hago, él cierra la puerta y se dirige hasta la cocina. Lo sigo solo porque no es mi deseo quedarme sola en su silenciosa sala. Tal vez pueda dejar aflorar mis técnicas de periodista aficionada con él y hacerle una serie de preguntas para entrar en confianza, ya saben, dejar salir a mi Nadia interior. Esa que ama interrogar a la gente, porque, sinceramente, si es hermano de Raph tiene que ser amigo mío también. Creo que solo así estaré más cerca de lograr mi objetivo.
Además, este chico no se ve tan inexpresivo como su hermano, él sí parece expresar sus emociones y estas se pueden reflejar en su rostro. Cualquiera que lo viera diría que está contento. Pero claro, si no para de sonreír encantadoramente.
Me pregunto si Raph se verá igual cuando sonríe.
—Y dime, ¿qué te trae por aquí, Valiente? —cuestiona Ralph interrumpiendo mis pensamientos y borrando rápidamente de mi mente la imagen de su hermano sonriéndome.
Lo observo en el acto cuando dice esto último. ¿Valiente? Cuando hago una mueca de confusión por el apodo, él toma un mechón de mi cabello y lo levanta, dando a entender que lo dice por el color de mi cabello, como el de la chica de la película.
—¿Te refieres a Mérida?
—La verdad solo vi la portada en la que sale esa pelirroja y el título decía "Valiente". Es todo lo que sé —explica. Un poco incómoda, asiento y retrocedo un poco. Él suelta una pequeña risa ante mi acto de precaución cuando mi cabello abandona sus dedos. Mantengo mi vista en su espalda mientras lo veo andar de un lado a otro por la cocina, preparando algo.
Entonces, finalmente, me digno a responder a su pregunta.
—Estaba buscando a tu hermano.
—Voy a hacer como que no me dolió escuchar eso —comenta con diversión, claramente bromeando, luego me extiende un vaso con un líquido transparentoso. Lo observo dudosa y, viendo esto, él decide aclarar—: Es jugo de pera. Es lo que mejor me sale en una cocina.
Me río y me dispongo a beber el contenido del vaso.
—Cuéntame, ¿por qué una chica tan linda como tú buscaría a Raphita?
Por más que trato de evitarlo, me conmuevo ante sus palabras. No ha sonado para nada forzado, lo ha dicho de la manera más tierna posible, y ha sonado muy bonito.
Nadia, ¿qué te pasa? Haz como si estuvieras hablando con Raph. Claro, eso.
—Va en mi clase y somos compañeros.
Dejo el vaso sobre la encimera y le agradezco por el amable gesto de invitarme a pasar y prepararme algo. Tal vez no me escucha o qué sé yo, pero él ignora esto y camina de vuelta a la sala, mientras me habla.
—Oh, claro, una vez lo escuché decir que no soportaba a una pelirroja de su clase.
La expresión en mi cara se contrae al escucharlo, porque sé que Raph es capaz de decir eso y más. Tiene motivos de sobra para hacerlo, aunque él insista en que no me odia no he terminado de creerle del todo. Sospecho que todavía no soy santa de su devoción, a pesar de todo lo que hemos pasado. De las tardes estudiando y de sus constantes explicaciones ante mis constantes dudas.
No sé cómo me debo estar viendo, porque rápidamente Ralph se apronta a decir algo más.
—Es broma, tranquila. —Alza ambas manos para que le crea. Yo suelto un suspiro de alivio cuando vuelve a asegurarme que en verdad estaba bromeando. Segundos después, este baja sus manos y me sonríe cómplicemente—. Veo que lo que pueda decir mi hermanito te afecta demasiado.
Niego con la cabeza tan rápido que pareciera que estoy en un concierto de Metal.
No me afecta para nada, ¿cierto? Independientemente de mi reacción ante sus palabras, no tiene algún motivo sólido para afirmar eso.
Al verme un poco nerviosa, Ralph me dedica una de esas miradas de «no te creo nada», que por obvias razones ignoro y, para tratar de hacer que se olvide de su observación anterior, decido empezar con mi interrogatorio.
—Nunca te había visto antes, ¿cómo es que apareces repentinamente hoy?
Él infla sus mejillas y suelta el aire contenido, como si supiera que estoy haciendo esto para cambiar de tema, pero no objeta nada. Al contrario, se sienta sobre uno de los muebles dispuesto a responderme.
—Porque acabo de llegar del extranjero y de verdad que necesitaba una ducha —manifiesta pasando una de sus manos por su cabello mojado, como si le incomodara. Casi después de hacer eso, se queda callado para después mirarme con rostro ofendido—. Espera, ¿cómo que no me habías visto antes?
Cuando termina con su pregunta, se pone de pie y camina con celeridad hasta detenerse frente a uno de los tantos cuadros con fotos familiares que hay en su sala. Cuadros que, cabe recalcar, he escudriñado más de miles de veces cuando he venido a estudiar con su hermano. Sin exagerar.
—¿Quién crees entonces que es este niño hermoso de aquí? —señala la imagen de un bebé siendo cargado por el señor Thompson de joven—. Obvio que no es Raph, ¡soy yo! El otro de allá tampoco es Raph, ni ese, ni el que está detrás de ti.
Su dedo apunta en varias direcciones y no tardo mucho en darme cuenta de que la única que no señala es la que acabo de tomar en mis manos mientras lo escuchaba quejarse. Sin querer ni saber, he escogido la que contenía la fotografía de Raph.
Sonrío al verlo. Ralph sigue farfullando.
—Vale, ya me quedó claro.
Dejo la fotografía en donde estaba y procedo con la siguiente pregunta.
—¿Eres tú el único hermano de Raphael o es que ahora me van a salir con que son trillizos como en las telenovelas?
Él ríe ante mi comentario.
—Hasta donde sé, soy su único hermano. A no ser que papá y mamá regresen de su viaje con un nuevo inquilino en la panza de mamá.
Ahora soy yo la que se ríe ante la manera tan graciosa en que eso ha sonado. Ralph hace una mueca al verme reír y esto hace que considere seriamente callarme. Antes de que pueda pestañear o pensar en la próxima pregunta, ambos escuchamos el sonido de la puerta abriéndose. Mi corazón comienza a agitarse, como si hubiese estado corriendo. Raph acaba de llegar. Eso solo supone problemas.
Cuando se percata de mi presencia en su casa, no se forma en su rostro la expresión que yo esperaba. Casi no se muestra sorprendido de que yo esté aquí y eso me desconcierta.
—Raphita, hermano —lo saluda Ralph, con evidente tono sarcástico en el diminutivo que ha usado. Ignorando que yo estoy presente, se acerca a su hermano y le regala un abrazo como si no se hubiesen visto en años, lo cual es bastante probable. Raph se queda inmóvil ante esta muestra de cariño tan súbita, pero trata de recomponerse.
Al apartarse, vuelve a ser el mismo de siempre. Es decir, su expresión seria tan característica se apodera de nuevo de él.
—No sabía que habías llegado.
—De eso se trataba, era una sorpresa —responde el Thompson elocuente. Luego, me mira y sonríe de una manera extraña—. Pero, al parecer, el que se llevó la sorpresa fui yo al ser visitado, por primera vez desde que llegué, por tan hermosa chica. Aunque buscase a mi hermano.
Mi estómago se revuelve al escucharlo. ¿Por qué cada cosa que dice me produce esta sensación tan confusa? Algo dentro de mí se enciende, pero no sé qué es. Quizá...
¡No, Nadia, no pueden ser las famosas mariposas!
Es demasiado pronto, es decir, acabo de conocerlo hace menos de una hora. Muchísimo menos.
Internamente, me pido a mí misma autocontrol emocional para reaccionar de manera civilizada ante un halago como el que acabo de recibir.
—Nadia —me llama Raph, mientras yo estoy viéndolos como boba, intercalando mi vista en ambos. Escuchar mi nombre provenir de sus labios me pone los pelos de punta y revienta el globo imaginario con el que pensaba elevarme por las nubes después de haber oído las palabras de su hermano. Giro mi cabeza en su dirección, recordando a lo que he venido—. ¿Para qué me buscabas?
—Ah, bueno, yo.... El profesor me dijo que te entregara este folder, porque no iba a poder asistir la próxima clase.
Él lo recibe y asiente. Tal vez deba tomar ese gesto como que ya me puedo ir, ¿o no? Genial, ahora no sé qué más decir. ¿Qué tal tratar de preguntarle sobre su día o el motivo por el cual ha llegado a esta hora, habiendo salido de la escuela hace ya bastante rato?
No, es probable que me mande a volar si lo hago.
Todo se queda en completo silencio. Yo estoy de pie, frente a los dos gemelos Thompson. Son tan diferentes, tan opuestos y no sé si sea bueno para mi salud mental estar pensando en uno de ellos en particular.
Superman, ven a salvarme.
En momentos como estos necesito que alguien venga y me lleve lo más lejos posible de los cuatro ojos que me observan en este instante. Dadas las circunstancias, si estuviera en mi poder, me haría bolita y rodaría hasta mi casa sin ningún tipo de inconveniente o problema. Consciente de que, de pronto, el ambiente se ha tornado un poco incómodo, decido que es hora de huir de aquí, así que me despido de ambos con un escueto "adiós" y me dispongo a salir por la puerta por la que llegué, inocentemente, sin sospechar que terminaría en una situación como esta.
Ni siquiera me detengo a esperar el ascensor, sino que de frente me dirijo hacia las escaleras dispuesta a no perder el tiempo. Ya cuando estoy afuera me permito respirar con tranquilidad. ¿Qué fue eso?
De regreso a casa, medito seriamente lo que acaba de pasar. Ralph se portó bastante amable conmigo aun sin conocerme, sin que yo le hubiese dicho a lo que iba o quién era. Cosa que, podría asegurar, no habría hecho su sabelotodo hermano. Aunque, ¿cabe la posibilidad de que lo haya hecho para persuadirme? Sé que en este momento me estoy viendo como una adolescente ilusionada, pero la verdad es que no lo estoy. O eso quiero pensar. A estas alturas, desearía volver a mi vida normal y empezar de cero cuidando el decir cosas prudentes con Raph en momentos prudentes o asegurarme de no hacer algo que pueda causar en él algún posible motivo para odiarme, pero está claro que es imposible.
¡Y cómo no! Mi vida dejó de ser normal desde que dejé de ser una invisible ante los ojos del perfecto, responsable e inteligente Raphael Thompson y su séquito de "El Triángulo". Ahora, después de mi acto de felonía para con Stephen aquel día en los pasillos de Midtown, estoy segura de que mi vida peligra. Quizá debería contarle todo esto a Ale con pelos y señales mientras camino hasta mi hogar, ella siempre suele calmar mis nervios con frases crueles, pero realistas.
Rebusco en mis bolsillos mi teléfono móvil para llamarla, pero no lo encuentro. Hago el mismo intento en el bolso, pero nada. Entonces recuerdo... ¡el profesor tiene mi celular!
Claro, para eso me pidió el favor de ir a buscar a Raph.
A regañadientes, regreso a la escuela y lo encuentro en la sala de profesores, en medio de una reunión. Desde su posición, me pide que lo espere afuera y solo lo hago porque no me queda de otra. De manera que apoyo mi espalda en la pared del pasillo y me siento en él, totalmente convencida de que siempre algo tiene que pasarme cuando intento ser una adolescente del montón, que pase desapercibida y no se meta en problemas.
La escuela luce casi vacía. La poca gente que hay es la que pertenece a los equipos de porristas y los de Lacrosse, ya que ellos tienen entrenamiento después de clases. Me pregunto si Ale estará ahí.
Sin detenerme a responder mi pregunta yo misma, me pongo de pie y camino hasta el patio trasero de la escuela, donde está el campo de Lacrosse. A un lado de este se ubican las gradas, en las que, particularmente las porristas ensayan sus barras hacia el equipo. Al llegar, lo primero que veo es a varios chicos pasar con sus cascos y palos, listos para empezar a calentar. Sin darme cuenta, busco entre ellos a Stephen, ya que si Ale se desapareció mientras estaba con él, lo más probable es que él sepa dónde puedo encontrarla.
Hasta donde sé, ella los jueves entra al trabajo un poco más tarde, a fin de que pueda asistir a sus ensayos de porrista. ¿Por qué razón no la encuentro entonces? Observo a mi alrededor panorámicamente y al hacer esto, me percato de que una pelota del juego viene hacia mí como si se tratara de un torpedo. Por instinto, me cubro el rostro con ambas manos lista para recibir la estocada, pero la pelota nunca llega a mí. Entreabro mis dedos para constatar que de verdad no he sido golpeada. Es entonces cuando veo un palo con la pelota frente a mi cara siendo sostenido por el castaño mejor amigo de Raph.
Él ha impedido que me gane un buen golpe que, de seguro, me habría hecho ver estrellas.
—Gracias a Dios —apoyo una mano sobre su hombro, él la mira con una ceja alzada y al instante la aparto.
No hace falta ser Raph para darme cuenta de que sigue ligeramente enojado conmigo por lo del otro día. Corrección, sigue «enormemente» enojado.
—Personas traidoras como tú merecen morir.
Sabía que aún no había superado la traición.
—Por favor, no me mates —ruego tan asustada que a Stephen le causa gracia.
—De verdad que te tomas todo muy literal —escupe, esta vez con tono divertido. Una milésima de segundo después, su expresión cambia y apoya uno de sus brazos sobre mis hombros, simulando un medio abrazo. El contacto con su cuerpo, a pesar de llevar un abrigo de lana, me provoca escalofríos—. Quizá te deje vivir si aceptas ayudarme con algo.
Definitivamente, estoy muerta.
•••
PREGUNTA DEL DÍA: ¿Qué creen que le pida Stephen a Nadia?
¡Respondan en los comentarios!
Aprovecho también para decirles que la historia de Alessandra y Stephen ya ha sido publicada en mi perfil. Por el momento, solo está el capítulo cero, que vendría a ser una introducción, pero la historia comenzará a actualizarse regularmente cuando esta historia acabe. Aún así, pueden ir y dejar sus bonitos y comentarios <3
¡GRACIAS POR LEER!
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