10| Raphael Thompson... ¿sonriendo?
«Ya no estaremos solos y en silencio en mi casa.»
Esas fueron las palabras de Raph de hace un rato. A pesar de que él no quiso decirme el motivo por el cual me advirtió sobre eso, supongo que se refiere a que algún familiar suyo irá de visita a alojarse en casa de los Thompson, lo cual no es nada del otro mundo. Solo espero que ese invitado o invitada tenga un mejor humor que el dueño de la casa, porque de lo contrario no sé qué haré.
Raphael es un chico de pocas palabras, observador, callado, taciturno, pero muy directo. Hasta diría que con su firmeza para decir las cosas podría llegar a herir a alguien, aun si no lo quisiera. Solo espero no ser esa persona, y espero también que su actitud conmigo mejore.
Doy un suspiro pesado cargado de resignación y dirijo mi vista hasta adelante. Estar sentada en el primer pupitre que está a menos de metro y medio del escritorio del profesor no ayuda mucho que digamos, sobre todo porque he prometido no volver a dormirme en las clases de matemáticas y ya me estoy arrepintiendo de eso. Sé que no me debería estar quejando, ya que a fin de cuentas es por mi propio bien porque así atiendo la clase completa sin perderme ningún punto importante, pero creo que a nadie le gustaría estar así de estresada.
En estos momentos, toda mi atención está puesta en los jeroglíficos (nótese el sarcasmo) que el profesor de Álgebra está escribiendo en la pizarra. A mi alrededor, todos mis compañeros escuchan atentamente todo lo que el docente expone, incluso Raph. ¡Pero cómo no! Por algo es el primer puesto en toda la clase.
Dadas las circunstancias, creo que todavía no me acostumbro a estar aquí adelante, más que nada porque todo el bimestre pasado me la pasé con Ale haciendo cualquier cosa menos estudiar y ya estoy familiarizada con eso. Claro que en ese entonces ella sí le daba algo de importancia a los cursos, pero no la suficiente. Aunque ahora el único problema soy yo, ya que ella al menos sí ha logrado levantar su promedio, cosa que yo no.
Una vez que el profesor termina de explicar su clase, nos ordena copiar lo que ha escrito y cuando esto sucede, el aula se queda en completo silencio. Justo cuando me dispongo a obedecer tomando el bolígrafo para comenzar a transcribir lo del pizarrón, oigo unas murmuraciones de unas chicas que se encuentran sentadas en el primer pupitre de la columna de al lado.
Si no me equivoco, son algunas de las que pertenecen al equipo de porristas, del cual Ale también es parte.
—Así como lo oyes, Tina, una tal Alessandra Turner tiene un romance con el guapísimo Stephen Boward. Hoy toda la escuela los vio —escucho decir a una compañera en susurros. Ja, si supieran en realidad cómo son las cosas—. Quién como ella.
La de su costado, tan belicosa como la primera, no tarda en responder.
—Sinceramente no entiendo qué le ha visto él a esa, ella es tan común.
Casi por instinto, dirijo mi vista hacia ellas para hacerles ver que sus "susurros" son de todo, menos eso. Ellas, al verme, tratan de disimular lo que han dicho cambiando de tema, pero ya las he escuchado. Todos en la clase saben que Alessandra y yo somos mejores amigas y casi nadie desea meterse con ella por la fama que tiene. Creo que, hasta el momento, podría asegurar que toda la escuela debe estar pensando que entre Stephen y Ale existe algo.
Trato de ignorar sus comentarios disponiéndome a copiar la clase, pero sus murmullos me desconcentran. Ahora no son solo ellas, sino la pareja que está sentada detrás de Raph y de mí. Ante esto, le echo una mirada a este último. Él no les está dando importancia. Tal vez debería yo hacer lo mismo.
Aprovechando que el profesor sale del aula para responder una llamada, tomo mi móvil y me dispongo a escribirle un mensaje de texto a Ale:
«¿Dónde estás?»
Cuando termino de escribir, apago la pantalla y miro hacia la entrada. Resoplo comprobando una vez más que, en efecto, los únicos que faltan en el salón son Stephen y mi mejor amiga.
«No me lo creerás si te lo digo.»
¿A qué se refiere con eso exactamente?
«¿Qué? Toda la clase está cuchicheando sobre Stephen y...»
No puedo terminar de escribir el mensaje porque mi teléfono me es arrebatado de mis manos. Frente a mí, el profesor me observa cruzado de brazos.
—Señorita Hussel, ¿no quiere que todos sus compañeros y yo salgamos un momento del aula para que pueda usar su celular con toda libertad?
Como era de esperarse, toda la clase me observa. Puedo sentir sus ojos puestos en mí. Raphael apoya su cabeza en un brazo y mira al profesor, que no despega su vista de mí. Tal parece que el hecho de haber estado usando mi móvil en su clase le parece una grave afrenta.
Pasados unos segundos, antes mi sepulcral silencio, todos empiezan a reírse.
—Silencio, dejen que su compañera conteste —ordena el profesor levantando una de sus manos para que los demás se callen.
—Si no le molesta, señor Wittman, creo que debemos continuar con la clase —intercede Sabrina, desde su posición. Su acción me deja tan sorprendida como confundida—. Ni Raph ni yo queremos perder esos valiosos minutos por algo que no merece la pena.
Al escucharla, el profesor vuelve a mirarme, pero no dice nada. Mi móvil lo deja sobre su escritorio y continúa explicando la segunda parte del tema. Olvidaba que los miembros del El Triángulo tienen ciertos privilegios que los demás no; una de esos, que los profesores les hacen caso porque saben que son personas que verdaderamente estudian y merecen dicho respeto. Claro, esto debido a que no cualquiera puede entrar a ese grupo.
Raphael, Stephen y Sabrina son los miembros principales. No tengo idea de si habrán incluido a nuevos integrantes, pero conociendo lo estrictos que son con su famoso "protocolo", lo dudo. Nadie aceptaría obedecer tales normas.
Cuando ya la clase termina, todos mis compañeros comienzan a guardar sus cosas dispuestos a abandonar la escuela, pero yo me alarmo porque aún no tengo mi teléfono de vuelta. El docente no me lo quiso regresar cuando se lo pedí minutos antes de que sonara el timbre de salida y en estos momentos no sé qué hacer. ¿Debería exigirlo? Bueno, creo que teniendo en cuenta que estoy en falta, debo replantearme esa idea. Quizá deba pedírselo amablemente o rogarle que me regrese mi preciado celular.
En estos momentos necesito a alguien de carácter como Ale. Ella siempre me ayuda en situaciones como estas, pero incluso ni siquiera sé dónde está ella ahora. No he podido saberlo, porque no llegué a responder a su mensaje.
Raphael me observa por última vez antes de salir del salón acompañado de Sabrina, dejándome completamente sola a pesar de que sabe por lo que estoy pasando.
Bueno, de todos modos, ya sé que no le importo.
Nadie parece tener compasión de mí ni se ve con intenciones de abogar a mi favor y todos pasan por mi lado para poder salir del aula. Finalmente, solo quedamos el profesor y yo. Y mi móvil secuestrado. Estoy puesta en pie frente al escritorio del señor Wittman, viéndolo revisar algunas pruebas que ha tomado a otros salones, ignorándome completamente. Intento hacer la técnica del sonido de mi garganta simulando que estoy tosiendo, pero nada. Sigue como si yo no estuviera aquí.
Oh, vamos. ¿Es que hoy es el Día Internacional de ignorar a Nadia?
—Le devolveré su teléfono móvil solo si me hace un favor —dice de un momento a otro, después de diez minutos cronometrados por el reloj que cuelga en la pared. Me acerco rápidamente hacia donde está al escucharlo.
—¿Cuál?
—Entréguele esto a Thompson. —Me extiende un folder con exámenes tomados por él, que, claramente, muestran todas notas aprobatorias.
—¡Pero si estaba aquí hace unos minutos!
El profesor me mira con cara de "no me digas".
—Recuerde que tengo su teléfono en mi poder y que no tengo mucho tiempo para esperarla —advierte—. Tendré una reunión con los demás docentes hasta las 4, así que ese es su plazo.
—Pero ya se debe haber ido...
—Entonces se lo encargaré a otro docente, ya que no podré asistir a la próxima clase y olvidé entregárselo personalmente.
Eso significa que, si no me da mi móvil hoy, tendré que esperar hasta dentro de dos semanas para volver a verlo. No creo poder sobrevivir sin él tanto tiempo.
Minutos después, estoy caminando con rumbo a casa de Raph, aunque esta vez no para recibir una clase, sino para entregarle algo. Me pregunto qué pensará al verme en su puerta tan de repente sin previo aviso, tal vez pasará por su mente que estoy siendo demasiado exasperante o que no puedo aguantar tanto tiempo sin verlo, cuando obviamente no es así.
Toda la culpa la tiene el profesor chantajista. Si él tuviera una mejor memoria, nada de esto estaría pasando. Yo no tendría que caminar los cientos de metros que me separan del hogar de mi compañero y este no tendría que verme la cara de nuevo en todo el día.
Prometo que si después de haberme hecho caminar hasta aquí, no me devuelve mi móvil, tendrá que conocer a Nadia del pasado.
El señor del edificio, como ya me ha visto llegar con Raph durante toda la semana, me permite la entrada sin necesidad de constatar a través del intercomunicador si es que me están esperando, lo cual agradezco infinitamente. Prefiero llegar de imprevisto que tocar la puerta del departamento de Raph sabiendo que él ya sabe que soy yo quien ha venido. Debido a esto, avanzo lento hasta el ascensor y me introduzco en él, marcando el número del piso donde habita mi compañero. Mientras asciendo, mi pulso se va acelerando sin ninguna razón. Quizá es miedo a qué me dirá o miedo a no llegar a tiempo y recuperar mi celular. Quiero convencerme de que es lo segundo.
Cuando finalmente salgo de las cuatro paredes del ascensor, camino hasta la respectiva puerta de la casa de los Thompson y toco el aldabón de la entrada.
Pasan unos segundos y no se oye ningún ruido desde adentro. ¿Será posible que todavía no haya llegado de la escuela? No lo creo, yo salí mucho después de que él lo hizo, eso indica que ya debería estar aquí. Aunque, creo que debo considerar que por alguna razón me dijo que hoy no podría ayudarme, de seguro era porque no iba a estar en casa hoy.
¡Qué tonta! He caminado hasta aquí para nada.
Estando de espaldas y a punto de dar un paso para volver a ingresar al ascensor, escucho la puerta abriéndose.
Me doy la vuelta rápidamente.
Lo primero que veo es a Raph con el cabello mojado y una toalla alrededor de su cuello, por lo que intuyo que acaba de salir de la ducha. Siento que hay algo raro, pues su cabello parece ser más largo de lo que era hoy en la mañana, o quizá es impresión mía. Estoy a punto de decir algo, pero entonces pasa algo que no cuadra con todo el asunto: él sonríe.
¡Me sonríe! Me sonríe como nunca ha hecho, ni hace. La gravedad de las circunstancias me obliga a abrir la boca otra vez en busca de una respuesta a tan inusual comportamiento.
—¿Raph...? —cuestiono un tanto extrañada. No es normal en él sonreír a la gente de esa manera, mucho menos a mí. ¿Será posible que su duro corazón se haya derretido de una vez por todas? ¿Será posible que el hecho de juntarse conmigo le haya hecho ver la vida de otro modo? Mi rostro de confusión se ve reemplazado por uno de esperanza cuando ese pensamiento inunda mi mente.
Él borra su sonrisa lentamente apenas me escucha, eso demuestra que algo no va bien.
—Casi, pero no —contesta cruzándose de brazos, aunque en sus ojos aún sigue esa mirada de diversión—. Soy Ralph. Mucho gusto.
¿R-Ralph? Pero si se ve justo como Raph...
•••
Capítulo dedicado a la personita que adivinó quien sería el inquilino en casa de los Thompson.
PREGUNTA DEL DÍA: ¿Creen que la presencia de Ralph repercutirá en algo en la relación de Nadia y Raphael? Si tienen teorías, déjenlas por aquí <3
¡Gracias por leer!
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