03| Primera lección - Parte 1
El buen humor que traigo conmigo, además de la gran sonrisa de victoria que llevo en el rostro, no me los pueden quitar nadie.
En todo el trayecto de regreso a casa he estado con una gran sonrisa triunfante que, lo más seguro, es que me dure hasta mañana. Pero cómo no estar feliz si el sabelotodo de mi clase aceptó ayudarme, no gratis, claro está, pero el hecho de que haya aceptado sí que es un gran avance. Y lo digo porque muy en el fondo de mí, creía que me diría que ni lo sueñe, que no tiene tiempo para andar perdiéndolo conmigo, intentando hacerme entender en dos semanas lo que no he logrado entender en todo el bimestre, y que estaba loca si creía que iba a decir que sí a tal tontería.
No obstante, la realidad fue diferente, él se compadeció de mí.
Tengo dos semanas para (además de aprender matemáticas, obviamente) ganarme la confianza de Raphael —a partir de ahora «Raph» porque, al haber aceptado ayudarme, le he puesto una calificación positiva y lo trataré como a un amigo— e intentar convertirme en su amiga y sacarle al menos una sonrisa, ya que nunca lo he visto sonreír. Nada me haría más feliz que lograr siquiera eso. Aunque obviamente no va a ser fácil, ese chico es como una roca. Si tuviera que ponerle un apodo sería iceberg. Por frío y duro como una piedra. Nada le inmuta.
Cuando finalmente llego a las inmediaciones de mi hogar, abro la puerta de mi casa encontrándome con un ambiente tranquilo dentro de ella, sin la irritante música de mi hermano mayor, ni señales de vida humana cerca. Todo está en un placentero silencio.
Bien.
Sin pensarlo dos veces, me dirijo hasta la cocina y saco un bote de helado de la refrigeradora que voy a degustar como si de un almuerzo se tratara. Subo las escaleras con dirección a mi cuarto, mas me detengo al encontrar la puerta de la habitación de mi hermano abierta.
Esto es raro. Rarísimo. Él siempre la deja cerrada si es que no está, incluso en su puerta yace el cariñoso —nótese el sarcasmo— cartel que dice «Si te llamas Nadia y eres pelirroja, gira 180° y regresa por donde viniste» que colocó en honor al gran amor que siente por mí.
Mi relación fraternal con Zach podría resumirme en una palabra: caos. Muchas veces hemos tenido nuestras discusiones que, en el peor de los casos, han terminado conmigo llorando y con él encerrado en su habitación lo que resta del día. Odio admitirlo, pero, soy demasiado sensible y lloro hasta cuando no debería hacerlo. Tal vez es por eso que mi hermano mayor no sabe reconocer cuando en verdad lo estoy haciendo.
De todas maneras, en estos momentos ni él ni yo nos hemos tomado un par de minutos para conversar y arreglar nuestras diferencias. Lo único que hace cuando me ve es molestarme la existencia aprovechando el título de "hermano mayor" que Dios le ha dado sobre mí.
Entonces, bien. Estoy dispuesta a ver qué es lo que ha pasado esta vez con mi hermano como para que haya dejado la puerta de su habitación abierta, así que me acerco lentamente con el pote de helado en mis manos y me asomo para comprobar qué está pasando; cuando lo hago, encuentro a mi hermano echado sobre su cama con los ojos cerrados. ¿Está durmiendo a estas horas? Sospechoso.
Evitando hacer el mínimo ruido, cierro la puerta por él. Luego, me dirijo hasta mi habitación sin olvidar que debo cerrar la puerta con seguro.
Para tratar de mantener distraída mi mente, abro el helado y empiezo a comer mientras arranco una hoja de mi cuaderno en un intento por crear una lista de las cosas que tengo que lograr con Raphael Thompson. Si me las pongo como meta, quizá obtenga algo; no digo que todas en sí, pero estoy segura de que, al menos, una de las cosas de esta lista lograré. Son cuestiones verdaderamente importantes que se me vienen a la mente a medida que las voy escribiendo, las cuales son:
1. Hacer que sonría.
2. Lograr que me cuente un secreto.
3. Conseguir que me deje llamarlo "Raph" aunque él no me considere su amiga aún.
4. Aumentar en tres las cosas que conozco de él, para que sea una lista con número par.
5. Lograr que me deje ser su amiga y me reconozca como tal antes sus otros amigos.
6. Hacer que me tenga confianza.
Todo eso aparte de lo de las matemáticas, claro está.
Bien, hasta ahora esto es todo lo que planeo lograr con él si es que este acepta tener una conversación conmigo que no incluya teoremas de matemática. A partir del lunes, voy a enumerar mentalmente cada día que pase. Tengo tan solo diez, pues los sábados y domingos no hay escuela, para mi mala suerte. Según me dijo el sabelotodo, empezaría a ayudarme el lunes, donde faltarían exactamente las dos semanas. Me parece bien, teniendo en cuenta que estamos viernes.
Sé que Zach se burlaría de mí si se enterara de que he llegado a tal punto que necesito pedirle ayuda a alguien con matemáticas, pero con tal de aprobar, es una vergüenza que estoy dispuesta a soportar.
Las horas pasan lentas dentro de mi casa (o tal vez yo lo siento así porque no he salido desde que llegué de la escuela) hasta que finalmente se hace de noche. Papá y mamá llegan juntos cerca de las nueve y bajo a recibirlos como siempre.
—Buenas noches, Pecas. —Mi padre me responde el saludo mientras se quita la gabardina. Ese es el particular apodo que me asignaron en medio de mi familia desde que tengo memoria—. ¿Todo bien?
Hago un gesto afirmativo con la cabeza.
—¿Cómo se portó tu hermana, bebé?
Esa es mamá hablándole a mi hermano, como siempre preguntándole sobre mi comportamiento a él, en vez de interrogarme a mí directamente. Y no puede faltar el apodo que ella misma le ha puesto, a pesar de que Zach de "bebé" no tiene nada. Es decir, sale a fiestas, tiene amistades cuestionables, citas cada dos por tres y... en fin. Hacer un listado de las cosas malas que hace mi hermano no está en mis planes.
—Bien.
Claro, Zach, no te conviene decir lo contrario.
❄❄❄
Otra fría mañana se hace presente en el ambiente escolar del que me hallo rodeada. Miro a ambos lados de los pasillos de Midtown en un intento por encontrar a mi mejor amiga. Casi todos los estudiantes pasan por mi lado hablando de temas nimios de todo adolescente. Yo, por mi parte, al no encontrar a Ale, avanzo hasta mi casillero para sacar los libros de mi primer curso.
Cierro la taquilla y le pongo el candado de seguridad. Me vuelvo enseguida dispuesta a irme, pero me detengo encontrándome con Ale, quien se acerca para saludarme y entrelaza nuestros brazos llevándome en dirección al salón.
Una vez que llegamos, se acomoda a mi lado y me pide que le cuente lo que pasó con Raph el viernes pasado. Ella no pudo enterarse de nada, pues tuvo que irse para llegar a su trabajo a tiempo y tampoco quiso que le contara por vía telefónica, sino en persona, así que no me queda más remedio que narrarle todo con lujo de detalles.
—¿Aceptó? —pregunta ella, tan sorprendida como yo. Le dedico una mirada de reproche para que baje la voz—, lo siento, pero es que eso sí que me ha sorprendido. Suerte con la roca con cerebro.
—Créeme que yo también me sorprendí, pensé que me mandaría a volar cuando no pude resolver ese problema imposible —divago unos segundos recordando las palabras de Raph de ese día—. Como pago, le enseñaré idiomas. Él lo sugirió, ¿puedes creerlo? A este paso creo que terminaremos siendo buenos amigos.
Ale emite una carcajada que ocasiona que casi todos nos miren. Me cubro el rostro con uno de los libros y vuelvo a reprocharle a mi amiga.
—No creo que sea fácil ablandar a una roca como Thompson, pero suerte con eso.
Resoplo en el preciso momento en que el profesor ingresa al aula dispuesto a comenzar con su clase.
Raph ya está en su sitio, como siempre resolviendo los ejercicios antes de que el profesor haya explicado el tema.
Ruedo los ojos y me dispongo a atender la clase.
En todo el día no me dormí en ninguna. ¿Eso es posible? Es un gran logro y una buenísima señal. No quiero estar durmiéndome en clase cuando mi compañero ya me haya dado algunas lecciones de números, porque es capaz de decirme que le estoy haciendo perder su tiempo. Teniendo en cuenta que a pedido mío, Ale y yo nos sentamos lo más alejadas del escritorio del profesor para poder descansar los ojos sin temor a que nos regañe, lo más probable es que eso sea un impedimento para que yo pueda entender bien la clase, pues la persona que se sienta en una carpeta delante de mí, es más alto y su cabeza me cubre todo el pizarrón.
Lo restante de la clase me la paso haciendo los últimos apuntes mientras que Ale resuelve ejercicios de reforzamiento de una separata que pidió al profesor de números. Le pido que me dé una para que Raph me pueda ayudar a resolverlas, ella accede y me entrega una de Trigonometría.
Cuando suena el timbre de salida, todos guardamos nuestras cosas apresurados por escapar de la prisión obligatoria llamada escuela. Busco entre todos los estudiantes a Raph y no lo diviso por ningún lado, ya no está en su sitio. Tampoco están Stephen ni los de su grupo. ¿Acaso ese sabelotodo malhumorado se fue así sin más olvidando nuestro trato? Empiezo a sentir los síntomas de enojo que me caracterizan mientras camino hasta la puerta del salón, sin embargo, al salir del aula lo encuentro en el pasillo, apoyado en una de las columnas frente a la puerta con las manos metidas en sus bolsillos. Esperándome.
Por un momento me siento culpable por haber pensado mal de él y empiezan a surgir en mí deseos de disculparme.
A mi lado, Ale me codea levemente y empieza a hacer de ambulancia en vozbaja. Sé lo que debe andar rondando por su cabeza, pero la ignoro, me despidode ella y me acerco a la roca con cerebro, como ella lo llama. Apenas lo hago, su voz interrumpe el discurso de agradecimiento y disculpa que pensaba decirle.
—¿A dónde iremos? —pregunta despegando su espalda de la pared, listo para empezar a caminar—. ¿La biblioteca?
—¡No! —Me horrorizo porque no quiero cruzarme con los de noveno y volver a pasar una vergüenza frente a ellos. ¿Qué dirían de mí? Pensarían que estoy tan grave que no he tenido más remedio que acudir al mejor estudiante de mi clase. No, de ninguna manera.
A Raph le sorprende mi grito, y los que pasan por el pasillo se quedan quietos unos segundos para mirarme.
Emito balbuceos sin sentido mientras él espera una respuesta entendible de mi parte. Sacudo ligeramente la cabeza para aclararme y me dispongo a hablar bien de una vez.
—Vayamos a mi casa.
Anoche terminé de llegar a la conclusión de que nuestro destino debe ser mi casa después de que mi querido hermano mayor me dijera que luego de salir de su escuela se iría con sus amigos a la casa de uno de ellos, dejando la de nosotros en silencio. Agradezco al cielo por eso, pues mi hermano, siendo como es, me habría puesto las cosas difíciles. Él es un tipo audaz, sarcástico y muy social; es lo opuesto al sabelotodo. A diferencia de él, Raph no habla mucho, no le interesa hacer más amistades, no bebe, no sale a fiestas —al menos no que yo sepa—, no le interesa tener novia y siempre anda con una actitud de "odio a todo el que me mire". Actitud a la cual deberé acostumbrarme.
Lo admito, soy demasiado locuaz cuando entro en confianza, posiblemente eso no le guste a él, pero si lo que quiero es hacer que sonría y que seamos amigos, deberé arriesgarme a recibir cualquier trato de su parte.
El camino hacia mi casa al lado de Raph es tan silencioso como estar en un cementerio un domingo por la noche. No dice nada, no me mira, no hace el intento siquiera por entablar alguna conversación con la única que está cerca a él. No sé, aunque sea lo típico de hablar sobre el clima, pero ni eso. Bien, esto se veía venir. Supongo que de acuerdo a lo premeditado, voy a tener que ser yo quien hable primero, porque está claro que si espero a que él lo haga, me muero esperando.
Tanteo los posibles comentarios que podría hacer sin levantar una que otra sospecha de mis planes. Si eso pasara, tengan por seguro que sería mi muerte.
—Raph. Te puedo llamar Raph, ¿verdad? —pregunto, trotando para caminar a su altura.
Primero lo primero. Si quiero que seamos amigos, debe haber alguna muestra de confianza entre nosotros, y eso significa que tengo que llamarlo como lo hacen sus amigos. Desdichadamente, él no mira en mi dirección cuando me escucha, tan solo se limita a contestar sin despegar su vista del frente.
—Ya lo has hecho.
Tiene razón. Punto para el sabelotodo.
Mi buena onda permanece intacta a pesar de su escueta respuesta. Mi sonrisa sigue instalada en mi rostro aun cuando me incomoda un poco que sea tan callado y frío, pero ya no se me ocurre qué más decirle, así que me mantengo en silencio.
Al llegar a la entrada de mi casa, me dispongo a sacar mis llaves con la intención de entrar y empezar a estudiar; sin embargo, apenas abro mi puerta, se oye la estruendosa música de mi hermano, señal de que no se fue a la casa de ninguno de sus amigos, sino que decidió montar su escándalo en nuestra propia casa. Cierro la puerta rápidamente.
Te estrangularé, Zach.
Con todo ese bullicio no vamos a poder estudiar. Pero ¿no que se iba a ir? Ese tarado me va a oír luego.
Raph me mira un tanto confuso por mi repentina acción de cerrar la puerta casi en mis propias narices.
—Mejor vayamos a tu casa —manifiesto, tratando de ocultar mi incomodidad.
Sonrío angelicalmente y casi siento una gota de sudor resbalar por mi frente.
Él no pone objeciones. No hace preguntas. Se da media vuelta y emprende el camino hacia su casa. Yo le sigo el paso intentado mantener el ritmo en que camina. Sus piernas son más largas que las mías, por lo que sus pasos lo mantienen un poco alejado de mí. Caminar a su lado implica para mí durar todo el trayecto trotando. Y él no se vuelve en ningún momento para comprobar si lo estoy siguiendo o si me he perdido o algo. No. Nada.
Le importa un pepino si es que llego o no llego a su casa. Esto no está saliendo tan bien que digamos, pero no pierdo la esperanza.
Después de recorrer varias calles, nos adentramos en un condominio. El señor que cuida el predio reconoce al sabelotodo al instante y lo saluda llamándolo "Raph". ¡Ha usado su diminutivo prohibido! ¿Por qué hasta ese señor puede llamarlo así y yo no?
No puedo detenerme a preguntar, porque nuestra caminata no termina ahí. Dentro del condominio hay decenas de edificios y Raph no parece estar dispuesto a detenerse todavía, lo que significa que tenemos que adentrarnos en alguno de los rascacielos presentes.
Una vez que ingresamos en uno, subimos a un ascensor lleno de espejos. Raph ignora mi expresión de admiración y mis gestos infantiles frente a los espejos de las paredes, y yo tengo que morder mi lengua para no decir nada que pueda incomodarle. Finalmente, cuando la habitación metálica se detiene en el piso indicado, él es quien sale hacia el pasillo primero. Yo hago lo mismo rápidamente, pero me detengo para evitar chocar mi nariz con su espalda cuando él frena frente a una de las puertas del décimo primer piso.
Con toda la paciencia del mundo, saca sus llaves del bolsillo, abre la puerta y entra. No espero invitación e imito su accionar.
Adentro todo yace tranquilo, en silencio igual que él.
Es la primera vez que voy a la casa de un chico, aunque las circunstancias en las que estoy no sean tan alentadoras. Raph se dirige hacia las escaleras una vez que cierro la puerta, sin decirme nada.
No entiendo, ¿estudiaremos en su cuarto? ¿Sería eso normal? ¿Debería seguirlo? ¿No sería un poco extraño estar en su habitación a solas? A fin de cuentas, soy una chica, y él un chico. ¿Es necesario estar en su habitación?
Todas esas preguntas se forman de pronto en mi cabeza, generándome dudas y más dudas.
Sacudo la cabeza. Tengo que ser valiente y mostrarme como una chica segura que no le teme a nada. Por ello, decido seguirlo. No obstante, cuando estoy a punto de subir un peldaño, escucho su intermitente voz.
—No subas —ordena antes de desaparecer al doblar por el descanso de las escaleras.
Ni pensaba hacerlo, fíjate.
Recorro la sala con mis ojos mientras espero a que baje la roca con cerebro. Acomodo mi rojizo cabello en una coleta y doy vueltas por la estancia. Veo en medio de esta un cuadro de tamaño considerable donde aparece una joven pareja sonriente aunque sus rostros no se distinguen mucho a causa de los rayos del sol en la foto, puedo asegurar que están con un bebé en brazos. Casi puedo notar como mi rostro, serio a causa del comentario de Raph, se transforma a uno de total ternura.
Debo resaltar que los bebés y yo nos llevamos muy bien. Me encantan, es como si nos entendiéramos, porque a todos los que he cargado, les he caído bien. Miro nuevamente la imagen de Raph de bebé y se me viene a la cabeza la imagen mental mía con él en brazos. Solo él sería la excepción en mi currículum como encantadora de bebés, eso de hecho.
Sigo mirando las diversas fotos de mini-Raph como toda una curiosa que soy y me doy cuenta de que en casi la mayoría sale con distintas ropas, aunque su madre siga con la misma. Eso es un poco extraño.
Mi paseo por su sala termina cuando escucho que la roca se vuelve a dirigir a mí sin avisar, ocasionando que dé un pequeño respingo que trato de disimular.
—Sígueme. —Me vuelvo para verlo. Se ha quitado el uniforme de Midtown para vestirse con una playera blanca y un bermudas negro. Se ve bien, debo admitirlo.
Nadia...
¿Qué? Solo estoy opinando.
Como toda obediente que soy, lo sigo hasta la mesa de la sala y lo veo sacar sus cuadernos para enseñarme el curso en el que estoy perdida. Ahora que recuerdo, no hemos hablado de quién empezará ayudando a quién, aunque está claro que él lo hará primero.
Este ambiente silencioso se está tornando agobiante. ¿Por qué no me dice algo interesante? ¿Por qué no hace algo además de darme órdenes?
Bueno, no me voy a quejar. Paciencia es mi segundo nombre.
—Ale me dio una separata de Trigonometría, podrías empezar ayudándome a resolver los que no me salgan. —Espero su aprobación, pero lo único que recibo es silencio puro. Ruedo los ojos y entonces recuerdo que, en sí, no le he dicho mi nombre, y no quiero que me llame por mi apellido. Entre adolescentes es molesto, al menos para mí. Saco la separata de mi mochila y la pongo sobre la mesa—. Me llamo Nadia, por cierto.
Otra vez silencio. Miro al techo clamando por más paciencia.
—Lo sé.
De nuevo una chispa de esperanza surge en mí. No sé qué pensaría alguien que me estuviese viendo ahora, pero el hecho de que sepa mi nombre sí que me emociona.
Claro que consigo ocultarlo e intento cambiar de tema para pretender que no significa nada para mí.
—Ah, ¿hay alguien más en la casa?
Como si los hubiera invocado con la mente, en ese momento se escucha la puerta principal abrirse y, al instante, dos voces más se oyen por el interior.
Raph se pone de pie rápidamente y sale al encuentro de los dos adultos que se han asomado a la sala. Una atractiva mujer sonriente al lado de quien supongo que es su esposo me mira primero a mí y luego al sabelotodo. Son sus padres, al parecer. Mis ojos se mantienen fijos en ellos esperando a que digan algo. Por alguna razón, al verlos con más detenimiento, sus rostros se me hacen conocidos.
Un momento, ¿acaso son los actores Kat Jenner y Jacob Thompson?
¡Como no lo pensé antes! Mi compañero es un Thompson.
Cuando estaba en los últimos años de la escuela primaria, mis amigas me mostraron además algunos capítulos de una serie juvenil de hace años llamada «Danielle & Austin», pero no para tratar de entender la trama, ni nada parecido; ellas solamente lo hicieron para mostrarme lo guapo que era el protagonista que, si mal no recuerdo, se llamaba igual que parte del nombre de la serie.
Es obvio que nunca pensé que tendría frente a mí a aquel chico que ahora es todo un hombre, padre de mi compañero de clases. ¿Quién lo creería?
—¿Interrumpimos? —pregunta la mujer divertida para luego dirigirse al señor de su lado—. Creo que he sonado como alguien, ¿recuerdas que tu mamá nos dijo algo parecido en una situación parecida, amor?
El señor asiente riendo.
—Tu madre y yo saldremos de viaje por tres días —informa—. Vamos a tener unas pequeñas vacaciones después de trabajar tan arduamente —Le dedica una pícara sonrisa a su esposa—, y posiblemente regresemos con Jacob Junior III por aquí —Señala la barriga plana de la señora Thompson. Es esta última la que se cubre el rostro avergonzada.
—¡Jacob!
El señor posa su mano en la cintura de su mujer y la abraza.
Raph y yo permanecemos mudos ante la escena, pero yo siento deseos de reírme. Definitivamente sus padres me caen bien.
—Disculpen —hablo antes de que se vayan. Ambos me miran al instante, incluyendo a su hijo—. Me llamo Nadia y me declaro una gran admiradora de ustedes. Hace unos años vi un poco de «D&A» y recientemente vi también la película que grabaron, llamada "Tras la Huella", en cines con mi mejor amiga. —Creo notar como Raph niega con la cabeza ante mi efusividad—. Y ahora que los tengo frente a mí, me gustaría pedirles...
Me interrumpe un cuaderno que aparece ante mis ojos. Es el sabelotodo quien lo sostiene con la seriedad que lo caracteriza, seguramente acostumbrado a escenas como estas.
—Ve al grano, debemos seguir con tu lección. Aquí está para que pidas el autógrafo.
Los Thompson firman la hoja con un bonito mensaje hacia mí que abrazo como si fuera un peluche.
«Para Nadia, con mucho cariño de parte de Kat y Jacob Thompson.»
Nunca había conocido a un famoso desde tan cerca, siempre tuve a mis artistas favoritos en pósteres o en la pantalla del computador, y siendo esta la primera vez que los tengo en carne y hueso frente a mí, nunca olvidaré la experiencia. Jacob Thompson, a pesar de ser padre, sigue teniendo ese porte elegante y no ha perdido sus atributos en todos estos años.
Haciendo un contraste rápido, me atrevería a decir que Raph es igual o incluso más guapo que su padre.
Luego de todo el espectáculo que armé, la pareja de actores se dirige a su primogénito. Estos intercambian un par de palabras con él, se despiden de mí y suben a su habitación a descansar, ya que su viaje es mañana. Después de que desaparecen de nuestra vista, me atrevo a hablar.
—Me encanta tu padre.
Raph se mantiene en silencio. Al instante me doy cuenta de que eso puede haber sonado mal.
—Pero no en ese sentido, es que es tan genial —me apresuro a aclarar agitando las manos—. Es solo que fue mi crush cuando hizo el papel de Austin.
—No me interesa saber más. Gracias.
Ruedo los ojos mientras lo veo dirigirse de nuevo a la mesa para seguir con la sesión.
Juju. Esta es la primera parte, lo que falta lo publicaré en un ratitín.
Apareció nuestra Trineo junto a su ahora esposo Jacob ╥﹏╥
¿Qué les está pareciendo la historia hasta ahora?
Gracias por leerme.
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