02| Favores y pagos

—¿Así que tienes que pedirle ayuda a Raphael Thompson? —pregunta Ale antes de llevarse el tenedor a la boca—. Suerte con eso.

Ambas estamos en este momento en el comedor escolar y hasta ahora no me he atrevido a hablarle a mi compañero. Si bien, lo he intentado, todas esas veces me he dado media vuelta y, cómo no, mi mejor amiga se ha andado riendo de eso.

Lo que en verdad sucede es que no sé cómo presentarme, qué hacer cuando por primera vez pose sus ojos en mí, no sé nada. Tal vez la idea de mi amiga funcione y sea buena; lo que ella sugiere es que me lo cruce "accidentalmente" para que me haga caer al tropezar, así él no tendría más remedio que ayudarme a ponerme de pie y entonces yo aprovecharía para hacerle mi tentadora propuesta. Créditos por la idea a la "literatura basura", como ella lo llamó. No obstante, sabiendo que se trata de Raphael, es muy probable que frustre mis planes y no estoy dispuesta a hacer el ridículo si no voy a conseguir nada.

Con él nunca se sabe, es muy complicado.

Me llevo las manos a la cabeza y desecho la idea de comer; siento que ya se me fue el hambre. Raphael siempre come en una mesa lejos de la mía, en la que están Stephen y la perfecta y sofisticada Sabrina. Ella es la única chica del grupo, hija de una actriz y de un detective de la policía, y trata a ambos como si fueran sus hermanos menores. Solo en el grupo es así, porque, aunque nunca ha hecho nada en mi contra, su personalidad de creerse una princesa no me simpatiza mucho que digamos.

—Sí, así me sugirieron los profesores —murmuro con pesar. Me recuesto en la mesa con mi barbilla sobre mis brazos—. Pero no sé si hacerlo, es decir, ¿y si me rechaza? No es que vaya a proponerle matrimonio, pero ¿y si me dice que no quiere ayudarme?

Ale reflexiona antes de contestar.

—Se lo dices a los profesores, así ellos ejercen un poco de presión sobre él y termina aceptando.

No está mal la idea.

Raphael Thompson es esa clase de chico al que todos los profesores tildan de responsable, amable, súper obediente y empático. El simple hecho de que no acepte darme una mano con algunas clases puede manchar su buena e impecable reputación ante los profesores.

Una vez que terminamos de comer, salgo en compañía de Ale de vuelta al aula para seguir con las clases restantes. Presto atención a la sesión de francés y me deleito escuchando a la profesora mientras explica partes de la clase hablando fluidamente el idioma. Es hermoso. A diferencia de mí, a Ale no le gusta el curso de idiomas y se encuentra recostada sobre el pupitre con un bolígrafo en manos simulando que escribe, cuando en realidad sus ojos están cerrados.

Típico de mí en matemáticas. Ale es mi aprendiz a largo plazo, me siento muy orgullosa.

Por otro lado, Raphael se encuentra sentado a cinco pupitres delante mí, con rostro de aburrimiento, mientras golpea su mesa con un bolígrafo. A su lado, Stephen está igual o peor que él. ¿Es que a nadie más que a mí le gusta la clase de idiomas? Por favor, es la mejor clase. Mientras la profesora explica el tema, yo me dedico a hacer apuntes en mi cuaderno ya que, muy a mi pesar, a veces se me olvida una que otra palabra y por eso tengo que apuntar todo lo necesario. Vuelvo a echar otro vistazo a la clase por si acaso y en verdad pareciera como si la única que está escuchando lo que dice la señorita soy yo. Ni siquiera Raphael está prestando atención.

Sí, claro, responsable.

Al término de las clases, tal y como lo hemos planeado Ale y yo, nos tardamos un poco más de lo normal en guardar nuestras cosas para que la mayoría de los estudiantes salga, entonces cuando la castaña llamada Sabrina sale en compañía de sus amigas y solo quedan Raphael y Stephen en el aula, es mi amiga la que se encarga de entretener al último para que yo pueda acercarme a su sabelotodo amigo. Giro mi vista para ver lo que hace Ale y la encuentro hablando con una chica, quien, después de intercambiar algunas palabras se acerca a Boward.

Ya sabía yo que Ale no cedería en hablarle ella misma, porque de una cosa estoy segura: a ella no le cae Stephen.

Aun así, olvidando eso por un momento, me concentro en realizar mi parte del plan. Camino presurosamente hasta mi estudioso compañero quien se encuentra guardando sus cosas en su mochila con toda la paciencia del mundo. Estando a sus espaldas, dudo unos segundos en hablarle.

¿Voy al grano o le explico los motivos que me orillaron a hablarle? Como sea.

—Raph... —musito en voz baja cuando lo veo volverse, pero luego recuerdo que así solo le llaman sus amigos y completo su nombre—...ael.

Santo cielo, acaba de levantar la mirada. Creo que es la primera vez que me observa por más de cinco segundos. Reparar en eso hace que me olvide del pequeño discurso que había preparado. Hago acopio de mi calma y templanza para poder recordarlo. Estoy a punto de agregar algo más a la única palabra que dije como introducción, pero veo que nuevamente baja su vista y la mantiene fija en las últimas cosas que le falta guardar como esperando a que desaparezca de aquí. ¡Está pasando de mí! ¿Cómo se atreve, si estoy justo frente a él?

Muy bien, respira, Nadia.

Espero a que termine de guardar todo y, cuando está a punto de irse, me interpongo en su camino extendiendo los dos brazos a los lados. Él se detiene en seco antes de chocar su pecho con el mío, observándome sorprendido por mi osadía. A medida que, una vez más, planta su vista sobre mí, decrece la valentía que sentía hace un instante y bajo los brazos lentamente, sintiéndome avergonzada.

No sé ni cómo empezar.

—Soy...

—Hussel —interrumpe de pronto, colocando una de sus manos en los tirantes de su mochila y marcando distancias conmigo—. ¿Qué se te ofrece?

Oh, vaya. Al menos sabe quién soy. Un segundo... ¡sabe quién soy! Y yo que siempre pensé que ante sus ojos no existía. Sé que debo decirle lo que he venido a pedirle sin mayores dilaciones, no obstante, la curiosidad por saber cómo es que conoce mi nombre continúa latente y me induce a preguntar:

—¿Me conoces?

—No, pero casi todos los profesores mencionan tu apellido en las clases que involucran números —responde de manera tajante. Todas mis ilusiones decaen. Tiene razón, no hay otro modo de que pueda conocerme si no es por mi mala fama. El sabelotodo mira a su amigo conversando amenamente con la chica desconocida para luego volver a posar sus ojos en mí. En su rostro se forma una mueca de interrogación al mismo tiempo en que vuelve a abrir la boca—: ¿Querías decirme algo? No quiero sonar grosero, pero no tengo mucho tiempo.

¿Qué de urgente podría tener un estudiante de penúltimo año en la salida de la escuela? ¿Acaso va a ir a la biblioteca a estudiar como de costumbre? ¿O tal vez quiere ir al baño? Niego con la cabeza para apartar esos pensamientos. En estos instantes, no puedo aplicar mis dotes de periodista aficionada con él, indudablemente, y por eso permanezco aquí, frente a él, aún sin atreverme a decirle qué es lo que se me ofrece.

No consideré el hecho de que me pidiera ir al grano tan pronto, pero bueno, tampoco es que me lo haya imaginado sonriéndome en todo momento; sin embargo, un poco más de amabilidad de su parte no me vendría mal ahora.

—Verás, necesito tu ayuda. —Doy un gran suspiro de resignación atreviéndome a mirarlo directamente a los ojos—. Dentro de dos semanas son los exámenes mensuales y no quiero repetir penúltimo año. Sabes, no soy buena en matemáticas y nadie aquí quiere enseñarme, entonces los profesores me dijeron que tú podrías ayudarme.

—¿Qué? —suena confundido.

Asiento en respuesta.

Esa pregunta, en el fondo, no me sorprende. Raphael nunca se ha mostrado como alguien caritativo, lo cual quiere decir que ofrecer clases particulares a aquellos estudiantes que, tristemente, no logran un buen promedio (como yo), no está en su lista de cosas favoritas por hacer.

Como bien he dicho, nunca había hablado con él; lo intenté, sí, pero el muy maldito siempre me ignoró. Sin embargo, ahora no, ahora me está hablando (aunque esta conversación diste un poco de lo que yo había imaginado). La conmoción por eso me tiene aún algo desconcertada y ligeramente emocionada.

—Así como lo oyes, no fue idea mía.

De lo contrario, jamás me habría plantado en su delante.

Raphael me mira con cierta desconfianza antes de sacar un cuaderno de su mochila y empezar a escribir algo en una de las hojas. Me mantengo atenta a sus movimientos hasta que me señala el cuaderno. Un poco confusa, me dispongo a leer lo que ha escrito.

No creo que sea nada mal... ¿Qué diablos es esto?

—Resuelve esta ecuación diferencial.

En la hoja se puede observar el siguiente problema:

—Uh, qué fácil —comento, rascándome la cabeza—. ¿Seguro que quieres que invierta mi tiempo resolviéndolo?

—Me servirá para conocer tu nivel.

Resoplo y acepto el bolígrafo que me extiende.

Bien, Nadia, es solo una inofensiva ecuación. He de suponer que el profesor explicó la teoría mientras yo estaba en el quinto sueño en medio de mis siestas matutinas, porque no sé qué hacer. Intento mentalizarme releyendo el ejercicio una y otra vez, pero termino llegando a la conclusión de que no tengo ni la más remota idea de cómo resolverlo. ¿Está siquiera completo el enunciado? ¿Cómo se supone que solo con "donde x(0) = 1" pueda resolverlo?

Raphael se mantiene a la espera de que termine, cuando la verdad es que ni siquiera he empezado.

—Está bien —me rindo, dejando el bolígrafo sobre la hoja unos tortuosos minutos después—. Dime cuánto quieres a cambio.

Si no va a ser como favor, entonces que sea como servicio.

La fina línea recta que se presenta en sus labios me hace dar cuenta de que lo último que quiere hacer ahora es estar a punto de pactar un acuerdo monetario conmigo. Es como esas personas que se aguantan de decir lo que realmente piensan e intentan mostrarse serenas. A estas alturas puedo asegurar que lo que Raphael Thompson tiene de atractivo e inteligente lo tiene de frío.

Tan solo viendo su expresión ya me siento en el mismísimo Polo Norte.

—No quiero dinero. Además, no has resuelto el problema.

—¡Esa cosa es insoluble!

—Al contrario, es un problema básico —objeta él.

—Si eso es algo "básico", entonces definitivamente voy a tener que dejar la escuela.

Se hace un breve silencio. Mi respiración está un poco agitada debido a que acabo de gritar un poco, pero es que es imposible no airarme si intenta que vea ese ejercicio como algo sencillo, cuando no lo es.

—De acuerdo. ¿Qué podrías ofrecer?

Oh, justo lo que quería escuchar.

—Todo, menos dinero —declaro al segundo, para que sepa que su oportunidad de que le pague por sus clases se ha terminado—. Ni nada que ponga en peligro mis deseos de ser monja.

Decir que quiero ser periodista sería acabar con mi plan. No quiero que sospeche, desde ya, que lo voy a bombardear con preguntas si es que se forma una amistad sólida entre nosotros.

—¿Qué? —inquiere confuso, como si no hubiese entendido lo que acabo de decirle. Le hago una mueca para que lo olvide, pero él permanece unos segundos en silencio antes de decirme una cualidad que todos ven en mí—. Eres rara.

Por alguna razón, siento como si me hubiese hecho un cumplido. No soy alguien normal después de todo y me consta. Todos me lo han dicho.

Raphael se queda en silencio nuevamente durante unos instantes en que intento pensar que puedo hacer yo por él a cambio. Si bien es cierto, retribuir su favor con algomonetario no estaría mal, ya que va a tener que invertir su tiempo en mí, sinembargo, por el momento mi situación económica no es la mejor de todas. Además,todo el dinero que me da mi padre, lo estoy juntando para cumplir mi lejano(pero no imposible) sueño de conocer Machu Picchu. Créditos por el sueño alcurso de Historia.

—Idiomas —espeta de un momento a otro sacándome del baúl de sueños por cumplir que guardo en un rincón de mi cerebro—. Eres buena en idiomas y pésima en matemáticas —Gracias, qué lindo eres. Adoro tu sinceridad—. Yo te enseño números y tú me enseñas idiomas. Ese es el pago.

Ayudar a Raphael con el curso que más amo de la escuela suena sencillo, así que acepto inmediatamente sin siquiera detenerme a pensarlo. Esto fue más fácil de lo que pensé.

Aunque, me ha impuesto una condición, que no sé si pueda cumplir.

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¿Cual será la condición? 7u7

¿Alguien tiene teorías? ¡Déjalas aquí!

Gracias por leer, votar, comentar, opinar, por todo.

Michi, fuera.

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