28 | ¿Quieres ser mi cita?
Luego de que el guardia que me tenía sujeta me libera tras la orden recibida, intento abalanzarme sobre él en busca de venganza, pero Boward me lo impide, interponiéndose en mi camino y sosteniéndome de las muñecas en un intento por controlar la situación. Aunque lo hace con cuidado, no me detengo a pensar en eso y forcejeo para que me suelte.
—Alessa, cálmate —pide mientras intento liberarme y pasar de él—. ¿Podemos hablar un momento?
—No tengo nada que hablar contigo, quiero hablar con el CEO.
Disimuladamente uno de los hombres se pone delante de nosotros para cubrir la escena y dejar pasar al edificio a otras personas que ingresan con su carnet de identificación, mirando de reojo hacia dónde estamos Boward y yo. Sospecho que a estas alturas incluso el personal de la empresa debe estar enterado del escándalo ocurrido.
—Por favor, sé racional. —Boward distrae mi atención cuando se dirige a mí—. No te dejarán entrar aunque te quedes de pie afuera todo el día.
Uno de los hombres me dedica una mueca arrogante desde su posición, encendiendo nuevamente mi ira.
—Pues no soy racional. Y esto no tiene nada que ver contigo, así que hazte a un...
—Deja que te ayude a conseguir lo que quieres —enuncia de pronto.
Oír su proposición ocasiona que me calle y lo observe. Es cierto que no me había detenido a pensar en un posible motivo para su repentina presencia en la empresa, ni tampoco había reparado en el hecho de que está vestido de manera formal con un traje gris y una camisa blanca. Incluso el cabello que normalmente lleva revuelto esta vez lo tiene peinado hacia atrás.
Realizo el escaneo a su imagen en menos de dos segundos sin quitar mi ceño fruncido.
—¿Y qué diablos se supone que podrías hacer tú? —increpo cruzada de brazos—. ¿Acaso trabajas ahí?
Boward suelta un suspiro profundo.
—¿Podemos conversar como dos personas civilizadas?
Aunque no me hace mucha emoción, camino en su compañía hacia un parque cercano que, según él, tiene una gran fuente en el centro, un estanque para poder alimentar a la fauna del lugar y una zona con juegos para niños. Evito comentar que nada de eso me importa para evitar estresarme más, y lo sigo hasta una banca en la que se acomoda. Con la mirada me pide que me siente a su lado.
—Y bien...
Intento apremiarlo para irme lo antes posible. Aún no estoy convencida de que sus intenciones realmente sean ayudarme. No le he dado alguna razón que lo motive a hacerlo, se supone que nuestra relación es más bien antagónica.
—Bueno, respondiendo a tu pregunta de hace un rato, no trabajo ahí —aclara. Ahí está, no me sirve—. Al menos, no todavía.
—¿Quieres ser más claro?
—T&W es la empresa de mi padrastro, aunque según él me considera como a su propio hijo. Nunca he trabajado en su empresa, pero hace unos meses le dijo a mi mamá que planeaba declararme como su legítimo heredero y para eso era necesario que yo conociera todo lo referente al negocio que maneja. Es por ello que en mis ratos libres vengo aquí para aprender.
Me quedo en silencio procesando lo que acabo de escuchar. Si Boward y el tal dueño comparten parentesco, aunque no sea sanguíneo, eso significa que cualquier disposición en contra de su padrastro y su empresa podría afectar a su familia.
—No es posible.
—¿A qué te refieres?
—¿Por qué siempre tienes que ser tú? —espeto, sintiéndome muy mortificada. Habiendo tantas personas, familias y empresas en la ciudad, justo tenía que ser la del padrastro de Boward.
Él me observa casi rodando los ojos.
—Yo podría decir lo mismo, eres tú quien se apareció aquí.
Me pongo de pie dispuesta a irme, no pienso darle la razón.
—Espera, ¿por qué quieres hablar con Dan?
Odio ese nombre tanto como a la empresa que posee, pero esta vez no dejo que la ira me controle y trato de sonar impasible.
—Eso a ti no te importa.
—Cierto, pero digamos que tengo curiosidad —bromea—. Además, te dije que te ayudaría, ¿recuerdas?
Me doy la vuelta y camino hacia él con los ojos entornados. Él retrocede un poco para no tener que chocar su pecho con el mío. Tengo que admitir que de alguna manera tiene razón, pues es la única persona que conozco que tiene acceso a la empresa. Es decir, incluso los de seguridad le hacen caso. No me vendría mal su ayuda, pero me resulta muy difícil dar mi brazo a torcer.
—¿Qué se supone que harías?
—Está claro que no podrías ingresar como tú misma, pero...podrías lograr entrar como mi pareja.
—¿Qué? —mi pregunta suena más como una exclamación.
—No romántica, obviamente. Sino como mi acompañante.
—¿Acompañante?
—Sí, mañana se celebrará una fiesta para conmemorar el acuerdo comercial entre la empresa de Dan y un nuevo socio. Dado que me quiere ver involucrado en las cosas que hace para que aprenda cómo relacionarme con la gente de negocios, estoy invitado a la celebración y puedo llevar a alguien conmigo.
—No estarás pensando que esa persona sería yo —asumo estar equivocada.
Stephen me dedica una sonrisa como si hubiese dado en el blanco.
—Pensé que querías entrar a la empresa a cómo diera lugar.
—Sí, pero no como tu cita.
Él hace una mueca ante la palabra. Incluso yo no me termino de creer que la haya enunciado refiriéndome a él. Es imposible que en algún momento alguien como Stephen lo sea.
—Claramente no serías mi cita —recalca, aclarándose la garganta, como si estuviera incómodo—. Yo lo llamaría "acompañante".
En un intento por regresar al tema central de conversación, suelto el primer comentario que se me ocurre para alivianar el ambiente, aunque pronto me arrepiento.
—Estaría arruinándole la noche a la chica con la que ya hayas hecho planes.
—Si tanto te preocupa mi cita —enuncia dando un paso hacia mí—, puedes ser tú en su lugar.
Quiero decir que no.
Realmente quiero negarme a tan absurda idea. Es decir, ¿yo como pareja de Boward en una fiesta? Primero, ese es un escenario que nunca antes se me habría pasado por la cabeza, teniendo en cuenta nuestra verdadera relación. Además, si se trata de una celebración en la empresa de su padrastro, lo más probable es que toda su familia esté ahí. Puedo soportar cualquier cosa, menos la incómoda escena de Stephen presentándome ante su familia y ellos intentando adivinar si existe algo entre nosotros. Y segundo, se supone que él es mi enemigo, ¿por qué está ayudándome?
Por otro lado, si logro escabullirme en la empresa mientras todos están distraídos con la celebración, quizá pueda llegar hasta la oficina del CEO y encontrar información útil para el caso de mi padre. Eso es, Boward puede ayudarme a entrar, pero del resto me encargo yo. Él no tiene por qué conocer toda la historia.
Por eso y solo por eso es que respondo afirmativamente.
—Estaré ahí, solo dime la hora.
—No puedes llegar por tu cuenta, sería sospechoso —argumenta él—. Es mejor si paso por ti.
De alguna manera, tiene razón, pero...
—Definitivamente, no.
Qué diría Quentin si viera a Boward esperando por mí en la noche, se creería que estaríamos en una cita o algo parecido. Es seguro que me molestaría con ello de por vida. Prefiero ahorrarme la molestia.
—¿Entonces?
Me tomo un momento para pensar en una mejor idea que no sea en mi casa ni mucho menos la suya.
—Encontrémonos en el estacionamiento de Saffari —Stephen se muestra sorprendido por el lugar que escojo, lugar del que casi lo eché a patadas con tal de que las chicas de mi área no lo vieran.
—¿Te refieres a tu trabajo?
Ruedo los ojos ante lo obvio de su pregunta.
—Sí, a eso me refiero.
Ninguna de mis compañeras asoma su cabeza por el estacionamiento del centro comercial, ya que cada una usa o bien transporte público o, en el caso de Lía, el transporte particular de Quentin, quien nunca usa el estacionamiento. Es mucho mejor que Boward me espere ahí dentro de su coche que afuera de mi casa, en donde sería una terrible idea.
—De acuerdo. Recuerda que es una celebración estilo cena de gala.
—Lo tendré en cuenta.
—Entonces, nos vemos —concluye Boward—. Hasta mañana, gruñona.
Lo detesto.
Pero solo debo soportarlo hasta llegar a la fiesta. Después de eso, todo depende de mí.
Luego de eso, cada quien se va por su lado.
A pesar de que ya tengo un plan para cuando me encuentre dentro de la empresa, todavía tengo esta sensación de disconformidad con lo que sucedió. Me habría gustado vengarme de los guardias de seguridad que se burlaron de mí y me trataron de la peor manera, pero regresar y armar otra escena sería en vano, tal como lo dijo Boward.
A partir de este momento debo actuar con prudencia y no dejarme llevar por mis emociones. Es algo que siempre me ha costado, pues suelo ser bastante impulsiva, pero sé que eso no siempre sirve. Necesito actuar inteligentemente y enfocarme en mi objetivo. Lo que tenga que hacer para lograrlo no es algo difícil por el momento.
Con la esperanza de mejorar mi estado de ánimo, voy a la casa de Nadia para visitarla y pasar la tarde con ella antes de dirigirme a mi trabajo. Sin embargo, cuando sale a recibirme, sé que lo último que haré ahora es tener el mejor de los ánimos. Su semblante y nariz roja me advierten que ha estado llorando. Al instante recuerdo al causante y vuelvo a enojarme.
Si no fuera por ese tarado sabelotodo. Juro que si lo tuviera en frente en este momento no me contendría en darle un golpe a ver si eso hace que sus neuronas comiencen a funcionar.
—Qué bueno que viniste —dice ella. La casa está en completo silencio, por lo que intuyo que ni sus padres ni el energúmeno de su hermano están—. Creí que podría morir de aburrimiento.
Advierto su intento por desviar mi atención de su rostro, pero nada pasa desapercibido para mí.
—Nad, sabes que puedes ser sincera conmigo.
—Lo sé, lo estoy sobrellevando. Es difícil, pero no estaré así siempre.
Se dirige a la cocina de donde regresa con dos latas de Pepsi, mi favorita.
—De alguna manera, esto te ayudará a conocer el lado oscuro del romance —intento bromear, y funciona porque en su rostro se dibuja una pequeña sonrisa. Satisfecha por ello, abro mi lata y sugiero ver una película para distraer su mente.
—¿Qué tal "La Máscara"?
—¿Y por qué no "Una noche en el museo"? —rebato.
—Por el bien de esta amistad, arreglemos esto democráticamente.
Entre las dos acordamos en resolver nuestra discrepancia con una moneda. Yo elijo cara y Nadia elige sello.
Lamentablemente, la moneda le da la victoria a Nadia y tengo que escuchar a Jim Carrey cantando Cuban Pete por enésima vez, ya que Quentin también es muy fan de esa película y en especial del actor mismo. Aunque no era mi elección, termino disfrutando la película. Nadia se ríe en varias escenas y eso para mí es más que motivo suficiente para haber venido.
Pasadas unas horas, me despido de ella porque debo dirigirme a mi trabajo.
•••
Al día siguiente, en todo lo que dura mi jornada laboral no dejo de debatirme de si es que debería comentarle a Williams lo que pienso hacer hoy. Al final de cuentas, él siempre me ha asesorado y aconsejado, tanto como profesional y como amigo. Sin embargo, cada vez que llego a la decisión de que debo decírselo, termino concluyendo que no es buena idea. Con su visión centrada en el derecho y su manera correcta de hacer las cosas, lo más seguro es que intente persuadirme de no cometer lo que, de antemano sé que él llamaría, un "error".
Me pregunto qué pensaría Quentin si se lo contara, omitiendo, claramente, la participación de Boward.
Es bastante probable que su opinión sea igual que la de Williams. Por eso, como sé que ninguno de los dos va a estar de acuerdo con mi plan, debo guardármelo y esperar a ver qué resulta de todo esto.
—Ale, la jefa dijo que te espera en el almacén.
—¿Otra vez va a encargarme estar ahí?
—No sabría decirte —responde Jane, sin borrar el gesto compasivo que les dedica a aquellos que son llamados por la jefa.
A regañadientes me dirijo hacia el almacén, pero para mi sorpresa me encuentro con la jefa de camino, como si ella estuviese viniendo de ahí.
—Turner, ¿tanto te tardas en obedecer una simple orden?
Tan solo oyendo su tono de voz, ya sé que me espera lo peor. Lo más seguro es que haya estado de mal humor desde antes y se esté desquitando conmigo. Siempre suele hacer eso con las personas que tiene a su cargo. Supongo que el día de hoy me toca a mí. Por eso digo que está loca, no es una acusación infundada.
No me sorprendería que me despidiera ahora mismo. Es una desquiciada.
—Apenas me comunicaron, por eso iba de camino —intento explicarle—, pero...
—¿Me estás respondiendo?
Sí, estúpida, porque me hiciste una pregunta.
Hago mi mejor intento por callar a mi voz interior.
—No, disculpe. Solo trataba de explicar el motivo.
Miro a mi alrededor para ver si hay gente cerca para persuadirla diciéndole que hay clientes en la sección e intentar que se comporte, no obstante, los pasillos cercanos están vacíos.
—Claro, crees que debo esperarte hasta que se te dé la gana de aparecerte.
—No, señorita Snow, pasa que...
—¡Te dije que te calles!
Estoy a un nanosegundo de tirar por la borda todos mis esfuerzos de permanecer en este trabajo y responderle como tanto me gustaría, porque detesto que me levanten la voz, hasta que algo me detiene.
—Disculpe, ¿podría ayudarme? —La voz de Stephen, lamentablemente una vez más, se aparece en el momento preciso.
Mi jefa, al ver que se trata de un cliente, cambia su semblante a la velocidad de la luz y en un tono dulce que pensé que no tenía, me pide que lo atienda.
—Lo dejo en manos de una de nuestras mejores guías —comenta hipócritamente antes de marcharse.
Debería sorprenderme su actuar, pero la conozco y sé que no anda bien de la cabeza. Hasta he llegado a pensar que padece de bipolaridad crónica.
—¿Esa es tu jefa?
Como me quedo mirando en la dirección en la que se marchó mi jefa, me olvido por un momento de la presencia de Boward.
—Desdichadamente.
—Me tomé un segundo para pensar en cómo debía intervenir sin perjudicarte —confiesa—. Por eso, me pareció que acercarme como un cliente cualquiera era lo más conveniente antes que hacerlo como alguien conocido.
—Supongo que hiciste bien.
Boward me sonríe ante uno de los primeros comentarios positivos que dirijo hacia él, por lo que al instante añado:
—Aunque habría sido mejor que esperaras en el estacionamiento como te dije.
—¿Y dejar que mi gruñona sea tratada de esa manera tan horrible? —pregunta indignado, aunque sé que bromea—. Claro que no.
No puedo evitar advertir que le ha agregado el determinante posesivo "mi" antes del apodo que normalmente suele usar cuando se dirige a mí, como si yo fuera de su propiedad. Me toma desprevenida porque ningún chico se había atrevido a referirse así de mí sin temer mi reacción. Por un segundo no sé cómo rebatirlo, pero pronto recobro la concentración para increparle.
—¿Puedes dejar de referirte así de mí?
Él rueda los ojos, casi como acostumbrado a mis respuestas.
—En realidad, y no es que dude de tu buen gusto para la moda, pero vine para asegurarme de que hayas elegido un buen outfit.
—Por supuesto que elegí el mejor que encontré. Espera y verás.
Varios minutos después, cuando mi turno finaliza, corro hacia el baño más lejano de mi área y me despojo de mi ropa casual para ponerme el vestido lila y los tacos que elegí de mi clóset. Desato mi cabello y me coloco unos aretes que combinen con mi atuendo. Frente al espejo sonrío satisfecha con mi aspecto y elección.
Antes de salir del baño, asomo mi cabeza y me cubro el rostro mientras camino hacia el estacionamiento subterráneo donde espera Boward.
Había olvidado por qué odio usar tacos. Me agotan.
Por un momento pienso que tendré que buscar por todo el estacionamiento, porque olvidé el pequeño detalle de preguntarle a Stephen en qué sótano estaba estacionado, sin embargo, no es necesario que camine mucho, ya que lo encuentro apoyado en la entrada del primer sótano. A diferencia de hace un rato, ahora está vestido con su traje para la fiesta.
—¿Ves? Mi outfit está a la altura.
Observo que Boward me recorre de abajo hacia arriba, y se detiene cuando sus ojos coinciden con los míos. Dudo que alguien como él se haya echado rubor o incluso algo relacionado al maquillaje, pero el color de sus mejillas en ese momento me hace dudar.
—No puedo negar que tienes razón. —Le dedico mi mejor mirada de «te lo dije»—. Aun así, creo que podemos hacer algo más.
Dicho eso, se acerca hacia su coche, que está estacionado a unos metros, y abre la puerta del copiloto.
—Vamos, gruñona.
• • •
Solo diré que gracias por seguir pendientes de esta historia. No tengo intenciones de dejarla abandonada permanentemente, pero estos meses se me ha hecho complicado continuarla.
Aun así, espero que disfruten del capítulo. :D
¡Nos vemos en el siguiente capítulo!
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